Kitabı oku: «El fin del dragón», sayfa 3

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Entonces, aprovechando que su casa todavía no tiene techo, el hombre simplemente voltea hacia arriba para darse cuenta de que la oscuridad de la noche ya había pasado, afirmando que es un buen momento para salir al exterior. Así que, sin perder más tiempo, hace un agujero en la pared de su casa y asoma su cabeza hacia afuera, afortunadamente, sin ver algún otro monstruo a su alrededor, lo cual es increíble, ya que no veía nada más que monstruos a donde volteaba la noche anterior; y siendo así, no hay razón alguna para seguir encerrado en su casa. En tal caso, por fin sale de su hogar, y para comenzar con un nuevo día productivo, mientras reconstruye el suelo y entrada de su casa, considera que debería mejorar su vivienda, y esto incluye terminar de construir el techo, pues asegura que más monstruos podrían aparecer y atacarlo en cualquier momento, lo cual es muy probable por lo que vivió por la noche; enfocándose especialmente en la entrada de su casa, ya que, como se vio, unas simples puertas de madera no son lo más adecuado para mantener a raya a los monstruos. Aunque tal inconveniente podría no ser tan difícil de solucionar, pues considerando que ahora conoce un material mucho más resistente que la madera, refiriéndose al hierro, de alguna manera podría reforzar la entrada de su casa incluyendo dicho mineral, el cual debería poder sobreponerse a los ataques de los zombis y de cualquier otro monstruo. Pero con esto aparece un nuevo problema, que es la falta de lingotes de hierro, mismos que obviamente son imprescindibles para poder reforzar las puertas. Y para dificultar todavía más las cosas, la comida comienza a escasear, ya que luego del desgastante encuentro de ayer, acabó con las chuletas de cerdo cocinadas para recuperar su salud y energía, y tampoco es que tenga más manzanas para seguir dependiendo de ellas.

Priorizando el alimento, el hombre pensó en aprovechar el día para atrapar algunas de las gallinas que se encontraban rondando los alrededores, pero su intención no es matarlas…, al menos no por ahora; sino criarlas, ya que de esa manera tendría una forma de conseguir comida fácilmente y por bastante tiempo. Aunque para eso tendría que construir un lugar especial para que no se escapen una vez las atrape. Pero esto no supone un gran problema, pues sabiendo cómo crear vallas de madera desde hace ya un tiempo, podría construir un corral para todas las gallinas sin mayor complicación.

Respecto al problema de conseguir hierro, el hombre piensa que podría “picar” una nueva cueva cerca de su casa para no tener la necesidad de ir a en la que estuvo la primera noche, y así, en lugar de arriesgarse y exponerse al peligro, tendría a su disposición comida y minerales de una manera más fácil.

Entonces, el hombre empieza por crear unas cuantas vallas de madera en su mesa de trabajo, las cuales enseguida lleva a un costado de su casa, donde cree que sería un buen lugar para construir el corral, erigiendo así la estructura que contendrá a las gallinas. Y ahora llega lo complicado: atraparlas y encerrarlas en él.

En el intento de lo antes mencionado, la suerte no está a favor del hombre, pues en cuanto se acerca tan solo un poco a las gallinas, estas inmediatamente huyen lejos de él. Y por más que corre detrás de ellas intentando acorralas de alguna manera, no puede siquiera tocarles una sola de sus plumas.

Y así fue pasando el tiempo, cada vez frustrándose más por no poder atrapar a estos simples, pero escurridizos animales. Y aún más al ver cómo el sol se va ocultando poco a poco y al corral aún vacío.


Después de un muy largo tiempo persiguiendo a las gallinas sin la suerte de su lado, el hombre cae rendido al suelo, ya sin esperanza de atrapar alguna gallina el día de hoy… Aunque, mientras observa a las gallinas con desprecio, se da cuenta de que estas parecen picotear varias veces una cierta parte del césped, como si estuvieran buscando algo.

Intrigado, el hombre se levanta y se acerca a esa parte del pasto en específico, encontrando unas cuantas semillas entre la hierba, las cuales, en cuanto las toma con sus manos, de inmediato llaman la atención de varias gallinas que se encontraban cerca. Es entonces cuando se percata de que las gallinas se sienten atraídas por estas semillas, así que ahora, en lugar de centrarse en perseguirlas, comienza a buscar más semillas por todas las hierbas que hay por el campo.

Al conseguir una buena cantidad de semillas, simplemente con tenerlas en las palmas de sus manos, las gallinas siguen al hombre por sí solas, y de esta manera lleva a algunas hacia el corral, en el que lanza todas las semillas que tiene para asegurarse de que ninguna gallina se quede fuera de él.

Al final, el hombre se detiene un momento para observar a las gallinas dentro del corral con gran alivio, como fruto de su perseverancia…, aunque en realidad se había rendido luego de un tiempo persiguiéndolas. Pero, sorprendentemente, en este momento se da cuenta de que algunas gallinas comienzan a poner huevos, prácticamente después de comer algunas de las semillas dispersas por el suelo, lo cual es algo muy raro, ya que en el corral solo hay gallinas… De hecho, ahora que lo piensa, el hombre no ha visto ni un solo gallo por toda la zona…, por lo que resulta extraño que estén preñadas. Sea como sea, con el tiempo, de los huevos saldrán más gallinas, y eso significa más comida.

Desgraciadamente, al hombre le tomó gran parte del día conseguir meter a las gallinas al corral, por lo que crear ahora una cueva desde la superficie le costaría mucho más tiempo del que tiene, y correría el riesgo de ser alcanzado por la noche y las amenazas que se ocultan en ella. Entonces, al no poder crear él mismo una cueva como lo tenía planeado, en su lugar, decide dirigirse a la entrada de una cueva que había visto antes por el campo mientras perseguía a las gallinas, imaginando que, pese a ser una cueva oscura e inexplorada, sería un buen lugar para buscar más minerales. Pero no sin antes sacrificar a un par de gallinas para conseguir su carne, y luego cocinarla en el horno de piedra para así tener al menos un poco más de alimento para la exploración de la cueva; además de un par de sus plumas, las cuales por ahora simplemente guarda en su cofre de madera.

Cuando llega a la entrada de la cueva natural, el hombre se detiene un momento para asegurarse de que esta es la mejor opción, mirando detenidamente el interior sombrío de la misma. Pero no pasa mucho tiempo hasta que por fin se anima a adentrarse, principalmente al pensar que sería más peligroso estar en el exterior con el riesgo de ser atacado por más monstruos que dentro de la cueva en un espacio más reducido, donde sería más fácil defenderse de los peligros que le esperen de frente; obviamente, con su espada y escudo en manos por precaución.

Sin más tiempo que perder, entra a la caverna con mucha cautela, iluminando cada rincón con antorchas y atento a cualquier indicio de los minerales que precisa, específicamente, carbón y mineral de hierro, encontrando así varios de estos ejemplares a tan solo unos pasos de la entrada, y sin dudar en detenerse para picarlos.

Desafortunadamente, no todo es felicidad, ya que, justo luego de guardar los minerales, una flecha proveniente de más al fondo de la cueva se clava en la roca a un costado del hombre… apenas rozándole, lo cual obviamente lo interrumpe y atrae su atención, así que rápidamente voltea hacia la parte de la cueva de donde salió disparada la flecha, aunque, por culpa de la oscuridad, no es hasta que lanza una antorcha a ese lugar cuando logra ver un esqueleto apuntando su arco hacia él, pero además, cuando tropieza al retroceder por la sorpresiva aparición de ese monstruo, divisa unos intensos y aterradores ojos rojos ocultos en las sombras y colgando del techo de la cueva, justo encima del esqueleto, y no es hasta que aquello se lanza hacia él cuando se da cuenta de que se trata de otra criatura monstruosa, misma que ahora está tan cerca que puede reconocerla a la perfección, siendo esta ¡una araña gigante! de aspecto y tamaño sumamente intimidantes, alcanzando casi la altura del hombre y con unos enormes y afilados colmillos. Pero en esta situación no es momento para contemplar las horripilantes cualidades del monstruo que ahora se encuentra a un suspiro de él, quien, por desgracia, no puede hacer uso inmediato de su espada de hierro, pues la había guardado en su pantalón para picar el carbón y mineral hierro, aunque, en cambio, sí tiene a la mano su pico de piedra, mismo con el que logra ahuyentar a la araña gigante justo antes de que ella lo atacara primero, obligándola a retroceder. Inmediatamente después, el hombre se levanta del suelo…, aunque no lo suficientemente rápido para evadir una segunda flecha disparada por parte del esqueleto, la cual le provoca una profunda herida en su torso, aunque no letal. Para evitar que eso vuelva a suceder, el hombre rápidamente tira al piso la antorcha que llevaba en su mano izquierda, y así tener una mejor maniobrabilidad con el escudo que tiene equipado, justo a tiempo para protegerse con él de una tercera flecha lanzada desde el fondo por el esqueleto, al que enseguida planea acercársele para golpearlo con su espada de hierro, a la cual cambia de lugar en su bolsillo con su pico. Pero justo en el instante en el que empuña su espada, la araña gigante lo enfrenta de nuevo, lanzándose contra él de la forma más espeluznante que se podría imaginar de un monstruo tan aterrador e intimidante como lo es este, a lo que el hombre responde cubriéndose con su escudo. Sin embargo, la araña lucha desesperadamente por pasar a través del escudo y alcanzar al hombre con sus peligros colmillos y peludas patas, mientras que él apenas puede soportar el peso y la fuerza que la araña ejerce contra su escudo.

Al darse cuenta de que está perdiendo en fuerza contra la araña gigante, el hombre opta por girar hacia atrás y usar el impulso a su favor. De esta manera, apoyando su espalda con el suelo de la cueva, lanza lejos a la araña gigante con su escudo, e inmediatamente rueda y se levanta del piso, y, anticipándose al siguiente movimiento del esqueleto, usa su escudo para bloquear otra flecha más disparada, y enseguida, antes de que la araña se recupere y lo ataque por la espalda, voltea y la parte a la mitad con un fuerte golpe certero de su espada, matándola al instante. Posteriormente, ahora que nada más puede interponerse entre él y el esqueleto, de inmediato se le acerca mientras se protege con su escudo de las flechas que este le dispara, frenando sin problemas estos proyectiles, y acabando así fácilmente con él al tenerlo acorralado en esta estrecha cueva.


Al final, todavía un poco alterado y asustado, aunque muy sorprendido por haber logrado acabar con dos monstruos aterradores movido únicamente por mero instinto, y recibido solo una herida que sanará con el tiempo.

Al haber sido su primer encuentro con una araña gigante, el hombre revisa su libro, descubriendo, al igual que las otras veces, el nombre de dicha criatura, en este caso, “Araña gigante” (un nombre muy superficial), junto con su respectiva descripción: “Por la noche es violenta; por el día es neutra. Le encanta merodear en la oscuridad de cualquier cueva, pero también al exterior a sus grandes colmillos lleva.”.

Dejando de lado el libro por la poca información útil que ofrece, el hombre, luego de recoger algunos huesos íntegros del esqueleto que mató, se acerca al cadáver de la araña gigante en busca de algo que le pudiera servir, encontrando así tres “Hilos de seda” y un “Ojo de araña” (según el libro) como recompensa, o al menos así lo interpreta él por haber acabado con esos monstruos. Con ello, además descubre que con el hilo puede crear “Arcos” como los de los esqueletos, y “Cañas para pescar”, herramientas que le serán de mucha ayuda en un futuro.

Continuando con la exploración de la cueva, el hombre va encontrando más minerales entre más sigue adentrándose, aunque también más monstruos, cada uno muy problemático, especialmente las bestias explosivas. Aunque para él, no son más que una forma de entrenar y fortalecerse, y superar así su temor a ellas…, a menos de que se tope con varios al mismo tiempo. Eso implicaría una mayor dificultad.

Después de seguir por un largo tiempo por la cueva, el hombre se da cuenta de que esta comienza a reducirse cada vez más, como si estuviera a punto de llegar al final. Y no se equivoca, pues no tarda en toparse contra una pared de roca, siendo este el límite de la gruta. O esto creyó, hasta que, justo antes de voltear y regresar por donde vino, logra ver una gran grieta en una parte de la pared de roca que detuvo su paso, la cual llama mucho su atención, ya que, por alguna razón, de ella sale una luz tenue, por lo que no duda en acercarse para mirar a través de dicha fisura, descubriendo así que del otro lado hay ¡otra caverna!, y mucho más amplia que la que acaba de recorrer, aunque, por esta misma razón, esta alberga una gran cantidad de monstruos, como bestias explosivas, esqueletos, zombis y arañas gigantes por todas partes. Pero también en otra parte alcanza a ver algo brillante, lo cual seguramente sea el origen de la luz que lo incitó a investigar la abertura.

Al mirar fijamente aquella parte de la cueva, se da cuenta de que lo que está iluminando esa zona parece ser… ¡lava ardiente!


Maravillado por encontrar una enorme cueva potencialmente rica en minerales, el hombre planea adentrarse en ella para conseguir todo lo que pudiese encontrar…, pero no ahora, ya que reconoce que no está preparado para incursionar en esta inmensa caverna, pues además de la posibilidad de albergar muchos minerales, también hay una gran cantidad de monstruos sumamente agresivos, los cuales acabarían con él con gran facilidad y en un santiamén, sobre todo al no tener otra cosa más que su espada y escudo como ofensa y defensa efectivas, sin olvidar que acabó con las dos gallinas cocinadas que trajo consigo y la mayoría de sus manzanas para recuperar su salud y energía que perdió en los enfrentamientos durante el recorrido hasta aquí. Por lo cual, no le queda otra opción más que optar por salir de la cueva y dejar la exploración de la esta nueva para otra ocasión.

Siendo así, después de un largo tiempo picando y picando, el hombre recorre sin problemas el trayecto de vuelta por las antorchas que en cada momento fue dejando para iluminar la extensa gruta, hasta salir exitoso y sin mayor contratiempo a la superficie, pues ha conseguido considerables cantidades de carbón y mineral de hierro gracias a su rápido entendimiento sobre las características en las que se dan estos minerales, lo cual le permitió encontrar más ejemplares de una manera más fácil y rápida que la vez anterior, estando el mineral de hierro listo para ser fundido en lingotes.

Ya en un futuro, cuando esté mejor equipado, volverá para dar algo más que echar un vistazo a lo que le espera más allá de la grieta al final de la cueva.

Cuando el hombre por fin sale al exterior, exhausto, pero literalmente con los bolsillos llenos de una gran cantidad de minerales que recolectó, regresa por fin a su hogar, por suerte, justo al amanecer de un nuevo día.

En cuanto llega a su casa, que por cierto está exactamente igual a como la dejó, reabastece su horno de piedra con el carbón que consiguió e introduce también todo el mineral de hierro que tiene. Y como su impaciencia es notable ante el lento proceso de fusión del hierro, decide crear un segundo horno de piedra, en el que mete la mitad del mineral de hierro y carbón para optimizar dicho proceso al doble de velocidad. De esta forma, en poco tiempo consigue una gran cantidad de lingotes de hierro, mismos que “despiertan” a su libro, el cual muestra nuevas e interesantes recetas, para crear cosas como “Puertas de hierro”, “Vagonetas”, “Trampillas de hierro”, “Barrotes de hierro”, “Tolvas”, “Calderos”, “Bloques de hierro” y, lo más sorprendente y ansiado, ¡armaduras de hierro!

El hecho de poder crear una armadura de hierro que pueda defenderlo de los ataques de los monstruos a los que se enfrente, indudablemente, atrae el interés del hombre, pero también otra de las creaciones mencionadas: las puertas de hierro, pues son justo lo que requería para recuperar la seguridad al interior de su propia casa.

Por otro lado, en un arrebato de hambre, el hombre interrumpe su admiración por la nueva información para comer unas cuantas manzanas, dándose cuenta así de que ya solo le queda un par con las que alimentarse, por lo que tendrá que conseguir más comida aparte de estos jugosos frutos, los cuales no aportan mucha energía; y de las gallinas cautivas en su corral, ya que aún no es momento para sacrificarlas.

Pero, luego de haber estado mucho tiempo dentro de una cueva y luchar contra varios monstruos, el hombre se encuentra muy sucio, apestoso y con algunas heridas ocasionadas por zombis, que, aunque leves, puede que terminen infectándose y causen más problemas, lo cual no lo deja concentrarse, así que decide tratar de quitarse de encima el hedor impregnado por las peleas contra los zombis y demás inquietudes. Aunque el problema está en cómo eliminar dichas preocupaciones. Es entonces cuando se le ocurre que podría bañarse en el estanque de agua donde encontró a los cerdos salvajes por primera vez…, pero la distancia y el tiempo que ello implica no lo convence de ir. No obstante, en el momento en el que salió del territorio repleto de árboles de roble y abedul y encontró esta llanura, recuerda haber visto un río no muy lejos de donde ahora está asentada su casa, en el que fácilmente podría asearse y a la vez refrescarse, además de que así conocería nuevos lugares.

Entonces, sin pensarlo mucho más, el hombre decide dirigirse al río que vio hace un tiempo. Pero antes de salir de su casa, saca tres lingotes de hierro ya endurecidos de su horno de piedra y crea una cubeta de hierro con ayuda de su mesa de trabajo y su libro, con la finalidad de poder traer agua del río por si en algún momento llegara a necesitarla. Por ejemplo, usarla para enfriar la lava que había visto en la gran cueva a un punto en el que no sea peligrosa.

Una vez crea la cubeta de hierro y la guarda en su pantalón, el hombre sale de su casa y les da unas cuantas semillas más a las gallinas de su corral para que sigan poniendo más huevos. Posteriormente, ahora sí se dirige en la dirección hacia donde supuestamente se encuentra el río, al que por fortuna encuentra después de un rato caminando mientras observaba sus alrededores, quedando maravillado en el instante en el que llega y ve las calmadas corrientes de agua cristalina.

Al contemplar del río hasta donde alcanza su vista, reconoce que este es bastante extenso, un poco ancho y no tan profundo; con aguas tan transparentes que incluso se puede apreciar todo el fondo. Pero más increíble aún fue el darse cuenta de la presencia de peces nadando a lo largo de este cuerpo de agua.


Instantáneamente, al identificar el río como una nueva fuente de alimento, en el rostro del hombre se dibuja un gesto de alivio, ya que en algún otro momento podría volver para pescar y alimentarse de los peces que pudiese capturar. Pero por ahora, con gran satisfacción, entra al río y se da un baño relajante mientras nada junto con los peces.

Más tarde, sale del agua sintiéndose alguien nuevo, como si se hubiera deshecho de sus inquietudes; y enseguida se dirige de vuelta a casa, mas no sin antes llenar su cubeta de hierro con el agua fresca del río.

CAPÍTULO 3

Acechando desde las sombras

De camino a su hogar, curiosamente, el hombre vislumbra un rebaño de ovejas salvajes cubiertas de lana blanca pastando a espaldas de su casa, por lo que, obviamente, corre hacia ellas para intentar atraerlas a su corral, aunque lo único que consigue es espantarlas y alejarlas en la dirección opuesta. Y como no tiene nada que sirva para llamar su atención como con las gallinas, no tiene otra opción más que dejar de molestarlas hasta descubrir cómo atraerlas hacia el corral.

Retomando su camino a casa, pensando aún en las ovejas, imagina alguna forma para llamar el interés de esos animales, justo como hizo con las gallinas al seducirlas con semillas, solo que en este caso las ovejas fijan su atención en el pasto que abunda por todo el campo, por lo que el hombre no conseguirá atraerlas con algo que ellas mismas encuentran con gran facilidad; así que el césped no servirá para esto.

Al ya estar en la comodidad de su hogar, el hombre continúa con sus demás labores, como sacar los lingotes de hierro de los hornos de piedra y terminar de construir su casa, expresamente, en concluir el techo de una vez por todas. Y, mientras tanto, sigue pensando en el tema de las ovejas en busca de algo que le pueda servir para atraer su atención y encerrarlas en su corral.

Luego de bastante tiempo divagando en sus pensamientos, afirma que las ovejas no se interesarán en carne ni manzanas, sino solo en el pasto simple, del cual solo puede conseguir semillas, mismas que sirven para atraer a las gallinas, y aunque lo más seguro es que no consiga lo mismo con las ovejas, podría utilizarlas para cultivarlas de alguna forma, y así conseguir pasto de mejor calidad que sea de sumo interés para las ovejas, surgiendo esta idea por la receta para crear azadas que describe su libro, precisamente, para este tipo de actividad; ya sea de madera, piedra o hierro, con la que podría acomodar la tierra del campo de una forma en la que pueda cultivar las semillas que tanto les fascinan a las gallinas.

Con una idea clara en mente y un largo día por delante, el hombre, después de terminar con sus tareas incompletas, se dirige directamente a su mesa de trabajo para crear una azada de hierro, y enseguida sale de su casa en busca de un buen lugar para sus cultivos, siendo este a un costado de su hogar, donde clava de inmediato su azada en la tierra fértil para amoldarla de la mejor forma para que las semillas que plante puedan brotar sin problemas. Al terminar, lo que falta ahora son las semillas, así que comienza a buscar más de estas por toda la zona hasta conseguir suficientes. Y una vez las consigue, las coloca en los surcos de su campo de cultivos.

Curiosamente, luego de terminar de plantar las últimas semillas, el hombre se asegura de no haber olvidado ninguna, percatándose así de que las primeras que plantó salieron a la superficie, lo cual es extraño, pues juraría haberlas cubierto por completo con tierra, mas imagina que solo debió haber sido un descuido suyo, así que vuelve a enterrarlas. Pero en cuanto lo hace, al voltear a un costado, observa lo mismo con las otras semillas que plantó, viéndolas salir de la tierra una tras otra, como si la tierra las estuviera rechazando.


Ante tal reacción, el hombre comprende que algo está haciendo mal. Seguramente olvidó un paso muy importante, algo que debe estar omitiendo. Pero por más que piensa en cómo hacerlas crecer naturalmente, no encuentra la solución, lo cual es muy frustrante, ya que se supone que tienen un lugar adecuado, moldeado y expuesto a los rayos del sol; características ideales para el desarrollo satisfactorio de estos cultivos. Aunque simplemente no sucedía.

Por otra parte, la falta de comida y el desgaste físico comienzan a afectar el raciocinio del hombre, y al ver que sus cultivos literalmente no están dando frutos, decide dejarlos a un lado y aprovechar la luz del día restante para conseguir alimento más rápido. Y como todavía no quiere sacrificar más gallinas para este propósito, planea ir al río a intentar atrapar algunos peces… “Los peces del río… ¡Eso es!”, reflexiona el hombre, comprendiendo que el ingrediente que le falta a sus cultivos para que las semillas germinen es la fría y refrescante agua del río. Y al ser una especulación lógica, no duda en regresar a su campo de cultivos, cavar un agujero en la tierra e, inmediatamente después, verter el agua del río que antes recogió con su cubeta de hierro, observando así a la tierra de alrededor “absorbiendo” uniformemente el agua hasta alcanzar a las semillas, las cuales, ahora con todos los factores que requieren, poco a poco vuelven a integrarse por sí solas en la tierra húmeda y fértil, divisándose inclusive un pequeño tallo verde brotando de una semilla.

Lamentablemente, el agua que trajo consigo no es suficiente para distribuirse y humedecer toda la tierra en la que plantó la semillas, y, por lo tanto, algunas de ellas se mantienen aún en la superficie. Por consiguiente, el hombre decide regresar al río para traer más agua en su cubeta.

Así es como el hombre, muy emocionado, logra viajar dos veces al río y volver a sus cultivos trayendo más agua, pero en la tercera vez que llega al río, por su descuidado control de su apetito por el conocimiento y la experimentación, pasa por alto el transcurso del tiempo, dándose cuenta, de la peor manera, de que el sol está por ocultarse, percibiendo cómo lentamente la luz natural del sol va desapareciendo y toma su lugar la oscuridad de la noche que se aproxima rápidamente…, y con ella los monstruos. Por lo cual, él sabe que tiene que apresurarse a llegar a la protección de su casa, pues, por tantas distracciones que tuvo durante el día, no pudo centrarse en lo más importante: su vida misma, la cual corre peligro al andar en el exterior rodeado de criaturas monstruosas, sin olvidar que al final nunca creó la armadura de hierro que tanto había planeado hacer.


Desgraciadamente, el camino de regreso a casa es bastante largo, y ahora complicado por la oscuridad y la presencia de criaturas hostiles que aparecen por todas partes atacando al hombre, quien simplemente sigue corriendo hacia su hogar evitando enfrentamientos innecesarios e iluminando su andar con la luz de una antorcha, aunque en algunos momentos del recorrido las confrontaciones son inevitables, y se ve obligado a detenerse por unos instantes hasta que consiga abrirse paso de entre todos los monstruos, únicamente con la ayuda de su escudo, espada de hierro y la tenue luz de su antorcha.

Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de monstruos atacándolo simultáneamente, los cuales dificultan de gran manera su avance, especialmente las arañas gigantes por su velocidad, los esqueletos que disparan flechas sin cesar y las silenciosas y sorpresivas bestias explosivas que aparecen de la nada; el hombre logra evitar daños graves gracias a que ya conoce las habilidades y cualidades de todas las criaturas hostiles que ve a su alrededor. Aunque por culpa de la falta de alimento en su cuerpo comete algunos errores, resultando en heridas ocasionadas por los ataques incesantes de los monstruos. De cualquier forma, se centra principalmente en llegar a su casa lo más pronto posible, antes de que su situación empeore todavía más.

Luego de una agitada y exhaustiva carrera, el hombre alcanza a divisar su hogar, y con un último esfuerzo, entra y cierra las puertas para que ningún monstruo entre… O esto último quisiera, solo que en este tan inoportuno momento se da cuenta de que su casa ¡no tiene puertas!, ya que, con todo lo sucedido, no tuvo tiempo para reemplazar las que los zombis destruyeron por puertas de hierro. Y sin nada que les impida el acceso a los monstruos, el hombre corre el riesgo de que se repita lo mismo que la otra noche, aunque esta vez no tendría oportunidad de defenderse de los que pudieran entrar durante toda la noche por su falta de energía, así que forzosamente tiene que bloquear la entrada cuanto antes. Entonces, como último recurso, obstruye de inmediato la entrada de su hogar con unos cuantos tablones de madera, para al menos obstaculizar un poco el ingreso al interior. Corre hacia su cofre de madera, saca todos los lingotes de hierro, y mientras escucha cómo los zombis destruyen tablón tras tablón de la barricada que improvisó, crea dos fuertes y pesadas puertas de hierro en su mesa de trabajo, a las que enseguida se dispone a colocar en el marco de la entrada de su casa, alejando con su espada a los zombis que trataban de traspasar, justo antes de que el último tablón cediera.

Y así, favorecido una vez más por la increíble facilidad y rapidez con la que puede crear objetos de todo tipo, transportarlos y utilizarlos de una forma práctica en cualquier momento, el hombre recupera la seguridad de su casa, aunque no sin antes asegurarse totalmente de que las puertas de hierro en verdad son capaces de impedir el paso y soportar los ataques de los monstruos en el exterior.

Sin más preocupaciones por ahora, como ya es costumbre, el hombre se tira en el mismo rincón que las otras noche, completamente exhausto y un poco hambriento, quedándose dormido en el rígido suelo de madera de su casa, aunque con bastante ruido envolviendo y abrumando los alrededores de su humilde vivienda: quejidos, gruñidos y pasos por todas partes, e incluso encima del techo se escuchan extraños y agudos… “¿gruñidos?”, percibe el hombre, aunque no identifica ni comprende qué es lo que hay sobre su casa que esté produciendo dichos sonidos, y, sobre todo, cómo es que aquello pudo subir… De cualquier forma, nada impide que caiga dormido contra el suelo, producto de su cansancio físico y mental acumulados.

Al día siguiente, cuando el hombre por fin despierta, se levanta del suelo y, seguro de que ya no hay ruidos producidos por monstruos alrededor de su casa, empieza con sus tareas diarias, comenzando por salir de su hogar para tomar un poco de aire fresco… No obstante, cuando intenta abrir las puertas de hierro que colocó la noche anterior, no logra moverlas ni “una semilla” por más que las jala o empuja, quedado encerrado en su propia casa. Al reconocer que su fuerza no funciona para salir, en lugar de verse a sí mismo como un zombi desesperado intentando atravesar las puertas, decide buscar en su libro algo que le pueda servir para esta situación tan incongruente y vergonzosa, topándose con las recetas para crear botones, placas de presión y palancas, que podrían servir como interruptores que abran las puertas de hierro. Y como no pierde nada con intentarlo, pese al hecho de no saber cómo podría hacer para que funcionen, prueba a crear un par de botones de madera, a los cuales coloca sin ningún problema a un costado de ambas puertas de hierro, y enseguida presiona uno de ellos. Sorprendentemente, justo cuando lo hace, la puerta de al lado se abre con gran facilidad y ¡por sí sola!, aunque solo por unos segundos, para después volverse a cerrar de la misma manera; y lo mismo sucede con el otro botón y la otra puerta, quedando el hombre asombrado por conseguir abrir las puertas de hierro que hasta ahora parecían imposibles de abrir, y más aún cuando solo tuvo que utilizar un par de tablones de madera para crear dos simples botones. Pero lo importante es que ahora puede salir de su casa sin mayor complicación. Y obviamente, para abrirlas desde el otro lado también coloca dos botones más en la parte de fuera.

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0+
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480 s. 167 illüstrasyon
ISBN:
9788468565811
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