Kitabı oku: «Las guerras de Yugoslavia (1991-2015)», sayfa 4

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El Reino de Yugoslavia: la dictadura monárquica

Por decreto real, ese 6 de enero de 1929 el rey abolió la Constitución de Vidovdan y todos los derechos incluidos. Promulgó además otra ley, la de defensa del Estado, que reforzaba las medidas anticomunistas aprobadas en 1921 e imposibilitaba la oposición al nuevo régimen. Los partidos políticos fueron disueltos, quedando prohibida la formación de nuevas organizaciones políticas basadas en regiones, religiones o nacionalidad. Los cargos de las administraciones locales fueron relevados por representantes nombrados por el nuevo gobierno. El rey Alejandro tomó para sí los poderes del Estado, nombrando un nuevo ejecutivo que solo era responsable ante él, finalizando así el periodo de gobierno parlamentario. El monarca indicó, sin embargo, que la dictadura sería temporal hasta concluir con la crisis que vivía el país. La proclamación de la dictadura y la abolición de la constitución centralista fueron recibidas, en un principio, con cierto alivio y satisfacción por la población. Incluso la oposición se alegró de la supresión de la odiada Constitución de Vidovdan y de las promesas del soberano de comenzar un nuevo proceso político. El nuevo primer ministro elegido por el monarca fue el jefe de la guardia real, el general Petar Živković, allegado del rey, mientras que los ministros eran antiguos políticos veteranos de todas las principales formaciones políticas. La maniobra del rey tampoco resultó mal recibida en el extranjero, donde se deseaba acabar con la peligrosa inestabilidad en el país.

El 3 de octubre de 1929, el país pasó a llamarse oficialmente Yugoslavia y se modificó la ordenación territorial, creándose nueve nuevas provincias (las banovinas), que sustituyeron a las treinta y tres unidades administrativas vigentes desde 1924. Estas provincias, sin ningún tipo de autonomía, quedaban establecidas por razones económicas y políticas, y demostraban un intento de aniquilación de los regionalismos. Los gobernadores provinciales serían nombrados por decreto real y respondían únicamente ante el rey. Fue entonces cuando Vladko Maček, dirigente del Partido Campesino Croata, pasó a oponerse a la dictadura monárquica. La idea de una dictadura temporal, sin embargo, quedaría en entredicho cuando el 4 de julio de 1930 el soberano manifestó su intención de no volver a instaurar la antigua ordenación territorial y de no permitir el regreso a la política de los antiguos partidos.

En los primeros meses de gobierno, la dictadura llevó a cabo medidas que se consideraban necesarias y urgentes. Se creó el Banco Agrario (15 de agosto de 1929), se reorganizó la Administración, inflada por el favoritismo, y se unificaron las leyes, medidas que el Parlamento no había logrado aprobar desde la independencia. También se redujo parcialmente la corrupción administrativa y la opresión que se ejercía en Macedonia. En este territorio, considerado una simple Serbia meridional desde su conquista en 1912, se habían cerrado las escuelas búlgaras, griegas y rumanas, expulsándose a todos sus profesores y estableciéndose como idioma único el macedonio, ahora convertido en un dialecto del serbocroata. La política de serbianización desarrollada entre los años 1920 y 1930 se enfrentó con el sentimiento pro-búlgaro desarrollado por la Organización Revolucionaria Interior de Macedonia, que aspiraba a una Macedonia independiente con capital en Tesalónica, mientras que los comunistas locales favorecieron asimismo el camino de la autodeterminación.

Sin embargo, a los pocos meses, quedó manifiesta la ausencia de un programa claro. La crisis económica de comienzos de los 30 agudizó las dificultades del régimen. Ya en 1927 se había puesto de manifiesto la crisis agrícola, caracterizada por una continua bajada de precios que empobreció a la mayoría de la población, es decir, a los campesinos. A su vez, esa misma bajada de los precios hizo que los ingresos por exportación de materias primas y productos agrícolas disminuyeran, perjudicando a la balanza de pagos. El creciente proteccionismo de los países industrializados, destino de sus exportaciones, menoscabó en la nueva década el comercio exterior del país. La situación económica comenzó a deteriorarse notablemente en 1931, al surgir dificultades para emigrar y producirse una continua retirada de créditos a corto plazo, proceso ya iniciado en el año anterior.

El 3 de septiembre de 1931, en parte para facilitar la obtención de un crédito internacional que paliase la penuria económica, el régimen promulgó una nueva constitución. Con esta medida se buscaba también ganar popularidad e intentar prevenir un derrocamiento del régimen al igual que había sucedido en España con la caída de la monarquía en ese mismo año. A pesar de garantizar los derechos individuales, el nuevo texto contenía severas limitaciones políticas: concedía gran poder al rey y al gobierno, las elecciones parlamentarias dejaban de realizarse mediante voto secreto, y la mitad del senado era escogida por el monarca. El gabinete seguía siendo responsable únicamente ante el rey, que podía cambiarlo a voluntad. Además, el artículo 116 le otorgaba poderes extraordinarios en situaciones de emergencia. La ley electoral promulgada poco después que la Constitución establecía también una nueva forma de distribuir los escaños: el partido con mayoría obtenía dos tercios de los mismos más la parte proporcional a sus votos del otro tercio, asegurando así una cómoda mayoría al vencedor de las elecciones y evitando la necesidad de coaliciones que tanto daño habían hecho con el sistema anterior. La oposición, considerando la maniobra del gobierno como una farsa, decidió no participar en las elecciones al Parlamento, celebradas en noviembre de 1931 con la única participación de la lista gubernamental. En diciembre, para tratar de aumentar el respaldo al régimen, se creó una formación política que le sirviese de base, el Partido Nacional Yugoslavo, en la que se concentraron principalmente Radicales de derecha, disidentes de casi todos los antiguos partidos y oportunistas.

El monarca había conseguido la destrucción temporal de los antiguos partidos políticos, ninguno de ellos de carácter nacional, pero había sido incapaz de sustituirlos con otras formaciones políticas, dando lugar a un vacío en la política yugoslava, en la que el monarca gobernaba apoyándose fundamentalmente en el ejército y la burocracia. Mientras, a pesar de sus proclamas reformistas, se mantenían las políticas centralizadoras que tanto habían disgustado a los regionalistas. El reino yugoslavo se había convertido en un Estado policial, con nula independencia del poder judicial respecto de la dictadura y abundancia de juicios políticos contra la oposición (nacionalistas croatas y macedonios o comunistas). De hecho, se había instituido un régimen de terror político y de represión continuada. La libertad de prensa y la expresión quedaron virtualmente eliminadas. En el otoño de 1930, el esloveno Anton Korošec, ministro de Živković, pasó a la oposición, llegando incluso a ser desterrado dos años después a la isla de Hvar. De esta forma, quedaba aún más en evidencia el verdadero carácter centralista serbio del régimen. El descontento con el gobierno era cada vez más manifiesto, tanto por motivos políticos (falta de acuerdos con el nacionalismo croata, pérdida de libertades políticas) como por culpa de la crisis económica.

El general Petar Živković, mano derecha del rey Alejandro, fue cesado por este en abril de 1932. Buscando un político más aceptado, nombró sustituto a Vojislav Marinković, del Partido Demócrata, que aguantó poco más de un año hasta que fue relevado al presentar un programa renovador excesivamente liberal. De hecho, llegó a mencionar públicamente la posibilidad de convocar un referéndum sobre la federalización del país, que disgustó tanto algunos de sus ministros como al propio rey, que lo destituyó en julio de 1932. Le sucedió al frente del gobierno su antiguo ministro de Interior Milan Srškić, antiguo Radical opuesto a la rápida liberalización de su antecesor. Su gobierno acentuó la represión y, con ello, la tensión con la oposición. Esta, viendo decaer el prestigio del gobierno, presentó en el invierno de aquel año dos manifiestos de reforma. Mientras, en el extranjero, los ustaše (palabra croata que significa «insurgentes»), ultranacionalistas croatas organizados tras el asesinato de Radić y dirigidos por el político y abogado refugiado en Italia Ante Pavelić, aumentaron su agitación contra el régimen y cometieron diversos ataques terroristas. Incluso intentaron una revuelta del país en septiembre que fue reprimida con dureza.

El 27 de enero de 1934, Srškić fue relevado por el veterano Radical y más moderado Nikola Uzunović, presidente del partido gubernamental y símbolo del agotamiento del gobierno monárquico. El cambio de primer ministro señaló la intención del rey de tratar de reconciliarse con parte de la oposición a la dictadura ante su creciente aislamiento, la crisis económica, la falta de avances en los problemas políticos, y el deterioro de la situación internacional.

Ante el fracaso interno y las amenazas externas de la oposición, el soberano comenzó el desmantelamiento de su dictadura a finales del verano de 1934. En septiembre, antes de su visita a Bulgaria y a Francia, prometió al croata Maček, entonces encarcelado por traición al Estado, su pronta liberación y el comienzo de negociaciones.

El 9 de octubre de 1934, el proceso se detuvo temporalmente cuando el terrorista búlgaro-macedonio Vlado Georgiev Černozemski, en connivencia con los ustaše croatas, asesinó al rey Alejandro y al ministro de Asuntos Exteriores francés Louis Barthou en Marsella. El criminal murió a su vez linchado por la policía francesa y la multitud.

El sucesor en el trono era el hijo de Alejandro, Pedro II, quien al tener solo once años dio paso a la regencia del príncipe Pablo, primo del monarca asesinado. Tras un intento del primer ministro Nikola Uzunović de formar un gabinete únicamente con sus partidarios serbios, frustrado por el regente, aquel dimitió (20 de diciembre de 1934). La regencia encargaría entonces formar gobierno al ministro de Asuntos Exteriores y hombre de confianza del rey Alejandro, Bogoljub Jevtić. Este comenzó su gobierno con medidas moderadas, incluyó ministros no serbios en el gabinete, prometió elecciones libres y liberó al principal dirigente de la oposición, el líder del Partido Campesino Croata Vladko Maček. Declaró además su intención de llevar a cabo una descentralización progresiva de la Administración. En las elecciones de mayo de 1935, presentó candidatos en todas las circunscripciones, a pesar de que su formación solo tenía un respaldo real en los antiguos territorios serbios, logrando una mayoría de votos y de escaños gracias a la ley electoral. La oposición denunció entonces la comisión de un fraude electoral. De hecho, se consideró también vencedora moral, pues había logrado derrotar a varios ministros del gabinete y vencido en algunos distritos importantes pese a la intimidación gubernamental.

De nuevo la oposición se negó a acudir al Parlamento y, cuando en este comenzó una campaña de duros ataques a Maček, el regente Pablo logró la caída del gabinete de Jevtić favoreciendo la dimisión del ministro de Defensa, el general Petar Živković, de los ministros no serbios y del prestigioso ministro de Finanzas Milan Stojadinović. El regente deseaba evitar la vuelta a las disputas parlamentarias que habían llevado a la proclamación de la dictadura en 1929. Consultó entonces con Maček, que recomendó la celebración de nuevas elecciones, pero prefirió en su lugar nombrar un nuevo gobierno.

Maček se había mostrado dispuesto a permitir un gobierno encabezado por Milan Stojadinović, ministro de Finanzas del ejecutivo anterior, y a participar en el Parlamento si se cambiaba la ley electoral y se garantizaba la libertad en las votaciones. El nuevo gobierno de Stojadinović (24 de junio de 1935) incluyó al principal político esloveno, Anton Korošec, y al bosnio Mehmed Spaho, coaligado con Maček en las anteriores elecciones. Incluía además cuatro croatas sin afiliación a ningún partido político. Se deshizo de la mayoría de los políticos identificados con la dictadura, sustituyéndolos por tecnócratas o políticos ajenos al régimen de Alejandro. Entre las primeras medidas adoptadas estuvieron la relajación de la censura, la amnistía para miles de presos políticos, la moderación del terror policial y el permiso para la instalación de una estatua del asesinado Stjepan Radić en Zagreb.

En menos de dos meses, Stojadinović remozó el partido gubernamental, creando la Unión Radical Yugoslava, amalgama de Radicales, Populistas eslovenos y musulmanes bosnios. La formación debía servir como cimiento del poder del primer ministro, que en diciembre de 1935 se deshizo de parte de los antiguos dirigentes Radicales que creían poder manipularlo. El 6 de marzo de 1936 salió ileso y reforzado de un intento de asesinato en el Parlamento. Los antiguos cargos de la dictadura formaron entonces una coalición opositora que no debilitó a Stojadinović, sino que le dio un aura de renovación frente a esta. El bloque opositor principal, con Maček a la cabeza, siguió sin acudir a las cortes, facilitando los planes del primer ministro. Los diversos intentos para llegar un acuerdo sobre el problema croata, de momento no fructificaron.

Tras afianzarse así en el gobierno, Stojadinović comenzó a realizar reformas, aliviando el grave problema de las deudas de los campesinos en septiembre de 1936. Se aprobaron además medidas de apoyo a los campesinos, como la implantación de seguros agrarios, construcción de silos y otras obras públicas, creación de institutos de investigación agrícola, etc. Esta política, las buenas cosechas de esos años y la disposición alemana a absorber gran parte de la producción agrícola yugoslava dieron gran prestigio al primer ministro entre los campesinos. El desarrollo agrícola no bastó, sin embargo, para acabar con el problema de la superpoblación rural. Este gobierno respaldaría también la industrialización del país y comenzaría a desarrollar rápidamente la minería.

A finales de 1936, la oposición al régimen parecía contar con la abrumadora mayoría de los antiguos súbditos austro-húngaros. El primer ministro había conseguido una victoria en las elecciones municipales de diciembre de 1936, pero los distritos croatas aún apoyaban a la oposición. A pesar de las promesas de apertura del gobierno, no hubo cambios en el censo electoral y se mantenía el terror estatal en Macedonia. Para los nacionalistas croatas, su programa político seguía teniendo precedencia ante el social. Los primeros contactos entre Stojadinović y Maček en 1935 habían fracasado.

A comienzos de 1937, Stojadinović trató nuevamente de lograr un acuerdo con Maček, pero este, que había mantenido el tipo en las recientes elecciones, mantuvo sus exigencias. El primer ministro intentó entonces minar la base de su adversario con medidas a favor de los campesinos y un intento de concordato con el Vaticano, creyendo que así se ganaría las simpatías del agro croata, religiosamente católico. De hecho, el concordato ya se había firmado el 25 de julio de 1935, aunque no había sido ratificado ante la hostilidad mostrada por la Iglesia ortodoxa serbia. Su intento de aprobar la ley en 1937 le ganó la enemistad de esta, mientras que los votantes croatas, más interesados en sus demandas políticas que en la religión, no le respaldaron. Al final, el concordato, que fue ratificado por la cámara baja pero no llegó a serlo por el senado, supuso un error político del primer ministro, que se vio forzado a denunciarlo en 1938 tras el desinterés croata y la hostilidad de la Iglesia serbia.

En el otoño de 1937, el primer ministro reorganizó su formación para tener un mayor control y comenzó a adoptar la parafernalia fascista, tratando de dar a su gobierno el respaldo de un movimiento de masas, aunque sin excesivo éxito. El 8 de octubre de 1937, la oposición moderada, formada por el Partido Campesino Croata y varios partidos serbios, firmaron un acuerdo de cooperación contra el régimen, que fue bien recibido por la población. Esta oposición reunida exigía una nueva ley electoral, nuevos comicios libres y la formación de una asamblea constituyente que redactase una nueva constitución de consenso.

Con el campesinado contento por su capacidad de vender sus productos en Alemania y obtener de ella productos industriales asequibles, y las aparentes victorias diplomáticas que debían haber aislado a Maček, el primer ministro adelantó las elecciones a diciembre de 1938, seguro de su triunfo. A pesar de celebrarse sin voto secreto, los comicios supusieron una derrota para el primer ministro, que solo obtuvo el 54,1% de los votos frente al 44,9% de la oposición. La distribución del voto también reflejaba la división política que no había logrado eliminar: mientras que el gobierno había obtenido el 70% de los votos en la antigua Serbia, la oposición había logrado el 80% de los sufragios en los territorios con población croata. Los miembros croatas y eslovenos se retiraron del gabinete, debilitando al primer ministro.

La víspera de la apertura del Parlamento, el 15 de enero de 1939, los diputados de Maček se reunieron en Zagreb sin intención de acudir a Belgrado y proclamaron su indiferencia hacia el Parlamento yugoslavo, amenazando indirectamente con la guerra civil. Ante el deterioro de la situación internacional y el de la oposición, a pesar de su reciente victoria moral en las elecciones, el regente Pablo comenzó conversaciones secretas con Maček. Cuando este mostró su disgusto con el primer ministro, el regente lo destituyó el 6 de febrero, colocando en su lugar a un maleable Dragiša Cvetković, más dispuesto a seguir las directrices de Pablo.

A comienzos de la primavera de 1939, y con la nueva crisis internacional por la desaparición de Checoslovaquia en marzo, Maček y Cvetković trataron de lograr un acuerdo político. A su vez, el primero continuaba su alianza con la oposición serbia, al objeto de lograr el establecimiento de un régimen democrático, manteniendo contactos secretos con Mussolini sobre el posible apoyo italiano a la independencia de los territorios croatas.

Tras largas negociaciones, el acuerdo (conocido como Sporazum) solo se alcanzó el 20 de agosto de 1939, días antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Por este se creaba una nueva unidad administrativa croata con autonomía (la banovina de Croacia), un Parlamento propio y un gobernador nombrado por el trono y responsable ante este y el gobierno autónomo, pero no ante el central, quedando la nueva provincia (que contaba con un 27% del territorio y un 29% de la población del país) unida al resto de la nación a través del monarca. Su territorio no coincidía con el de la actual república de Croacia, pues incluía zonas hoy pertenecientes a Bosnia y Herzegovina. Según cuenta el historiador y político croata Zdracko Tomac (Zločin bez kazne, Matrix Croatica, Zagreb, 1999, p. 90 y siguientes), durante las conversaciones entre Maček y Cvetković el primero se preguntó sobre la suerte que correrían los bosniacos musulmanes. La respuesta de Cvetković resultó muy clarificadora: «hagamos como que no existen».

El 26 de agosto de 1939, Maček se convirtió en vice primer ministro del gobierno, y cuatro de sus correligionarios recibieron carteras ministeriales. El acuerdo no logró, sin embargo, su objetivo de acabar con el problema nacionalista en el país: bosnios, serbios y eslovenos deseaban obtener la misma autonomía ahora concedida a los croatas, los serbios de Croacia se sentían desamparados ante la nueva autonomía, y los nacionalistas croatas extremistas, cada vez más numerosos, pensaban que las concesiones obtenidas eran insuficientes. En sus negociaciones con el gobierno, Maček había destruido además la unidad de la oposición, pues sus aliados serbios se habían opuesto a aquellas, y acusaron al dirigente croata de traicionar la causa democrática.

Durante toda la monarquía yugoslava, albaneses y macedonios vieron negada su identidad nacional y cultural, e incluso fueron considerados pueblos subdesarrollos a los que había que asimilar o, en su defecto, expulsar. Quienes más padecieron ese rechazo fueron los albaneses de Kosovo, en su mayoría musulmanes (aparte de una minoría católica). El ejército serbio, al regresar en 1918, actuó de forma brutal, imponiendo un régimen de terror y provocando ese mismo año la creación de un Comité Nacional de Defensa de Kosovo, conocido como Comité de Kosovo. Esta organización luchó por la separación del territorio habitado por albaneses (es decir, Kosovo-Metohija, Macedonia occidental y partes del Sanjacato de Novi Pazar, es decir, el Sandžak) del recién formado Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, y su anexión a Albania. El comité llegó a recibir una ayuda sustancial, en efectivo y en armas, de los italianos, intentando la cooperación con los opositores montenegrinos y macedonios. Los ataques contra los funcionarios yugoslavos en la región fueron constantes, y a finales de septiembre de 1924, el ejército monárquico se vio obligado a emplear incluso artillería para sofocar la revuelta. Las ejecuciones fueron muy numerosas. Durante los años 30 se llevó a cabo además un programa de serbianización, instalando colonos campesinos en algunas zonas, empleando en las escuelas solo el idioma serbocroata y confiscando tierras a los albano-kosovares. El historiador y político serbobosnio Vaso Čubrilović, que de joven había colaborado en el asesinato del archiduque Francisco Fernando, llegó a proponer en 1937 la expulsión en masa de los albaneses de Kosovo.

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