Kitabı oku: «La frontera será como un tenue campo de manzanillas», sayfa 2
Otra tarde en Bella Unión
Mientras alguien habla en la radio
y trata de convencerme que es mejor
ahorrar en dólares y abrir cuentas a plazo fijo,
insisto en recordar otra cosa:
una tarde en un boliche de Bella Unión,
en que había un gorrión revolviendo
en el polvo rojo de la calle, frente a la puerta
mientras pasaba un hombre muy viejo
en una bicicleta amarillenta.
Como en una película del neorrealismo,
yo lo miraba desde mi vaso de ginebra
apenas con una sonrisa desleída.
Un gallo
Un gallo canta en el amanecer de Cambará
como si de veras fuera a amanecer,
como si la ruta del sol
fuera la de siempre.
Hay vuelos espías.
Caen scuds sobre Kabul,
Bagdad sitiada muele sus barrios
industriales.
No hay nada más que hacer
en los caseríos cercanos a Islamabad.
No hay nada que hacer en Gaza.
En un país como este,
en un mundo que estalla como un níspero,
es extraño que un gallo cante
un canto limpio
en la luz indecisa de este amanecer en Cambará.
Y que otro gallo responda, en apariencia,
con la misma fe.
En un Seddon amarillo
Para “Pepé” y Marcos Da Rosa
En el ómnibus que me lleva de vuelta
a la ciudad,
Intento pensar en el futuro,
en las noches quemadas.
Pero las mariposas que se destrozan
entre el parabrisas a la altura de pueblo Celeste,
me distraen,
como una tela encendida,
una bandera a cuadros.
Pienso en otro viaje que hicimos
hace unos años con mi novia
encima de una carga de sacos de maíz
y sin un peso.
Y recuerdo los besos que nos dábamos,
aturdidos por el sol de entonces,
con el viento en la cara.
En simultáneo
Muere una tarde suave
tras la parroquia de Pueblo Lavalleja.
Los tarumanes envejecen al lado del
centro de salud
sitiados por perros vagabundos
Entre las sombras que escarban
estos pedregales
la calle se extiende
y mira hacia donde nadie regresa todavía.
Cosas sin importancia,
que suceden a la vez
- en simultáneo -
en una vida que, sola, se disuelve
como un alkazeltzer.
Cerca de Picada de Elías
El molino sin rueda
y la casa escorada hacia el oeste.
El caballo dormido cerca del picadero
sueña con que todos se han ido para siempre.
La luna ya salió por el lado de las anacahuitas
y ahora gasta sus hálitos de luz
en el lomo de los pedregales del camino.
Han dejado ropa secándose en el alambre
del patio
y el viento es como una bandera sin aliento
entre las sábanas.
En Mataperros
Una mosca se debate
entre los hilos de una tela de araña.
Los pájaros huyen de la lluvia,
el viento huye de la lluvia.
La puerta del almacén es
un perro abandonado.
Cero a la izquierda.
No hay macroeconomía.
No hay equilibrio fiscal.
No hay nada global.
No hay iglesia para el reino
de dios que nos absuelva.
Solo una mosca
que se debate entre la vida y la muerte
en una tarde de intensa lluvia
y desaliento.
Cero a la izquierda.
Reincidencia en la tierra
El marido de mi madre mató una culebra con un palo,
como en “Sensemayá”.
No la había matado antes, porque solo tenía el rebenque
y si se mata una culebra con el rebenque
cuando castigue al caballo, este se secará
y también se morirá de a poco.
Abuelo Sabino pedía que ninguna mujer en período menstrual
anduviera por los tablones de maíz,
ni en las melgas de boneatos o por los camellones del zapallar.
Si eso sucedía, sobrevendría la lagarta o el pulgón
y acabaría todo.
A la Nonga se le secó una planta de cedrón
con su olor penetrante y el verde inolvidable.
Una mujer embarazada había cortado una rama, le contaron.
Mi padre nunca cruzaba un río, un arroyo crecido
sin la hoja de un cuchillo atravesada entre los dientes.
Las tormentas se cortan con una cruz de sal.
Los rayos con guampa quemada.
Jamás se debe ir a la cama con una mujer de ojos azules
si nunca se ha tenido entre las manos
el cielo que al amanecer
espera en el espejo suave de los tajamares.
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