Kitabı oku: «Un llamado a destacarse»
UN LLAMADO A DESTACARSE
***
Un desafío a los jóvenes para marcar una diferencia eterna
***
Selección de escritos de Elena de White
Paráfrasis
***
ASOCIACIÓN CASA EDITORA SUDAMERICANA
Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste
Buenos Aires, República ArgentinaTítulo del original:
“Título del original: A Call to Stand Apart, Ellen G. White Estate, Silver Spring, MD, 2002.
Dirección y traducción: Pablo D. Ostuni
Diseño del interior y de la tapa: Nelson Espinoza
Ilustración de la tapa: Shutterstock
Publicado en la Argentina - Libro de edición Argentina - Published in Argentina
Primera edición, e-book
MMXI
Es propiedad. © 2002 Ellen G. White Estate, edición original en inglés.
© 2011 Asociación Casa Editora Sudamericana, edición en castellano.
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-567-834-7
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
G. de White, Elena
Un llamado a destacarse / Elena G. de White / Dirigido por Pablo D. Ostuni - 1ª ed. - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2011.
E-Book.
Traducido por: Pablo D. Ostuni
ISBN 978-987-567-834-7
1. Vida cristiana. I. Ostuni, Pablo D., dir. II. Ostuni, Pablo D., trad. III. Título.
CDD 248.5
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
Publicado el 30 de septiembre de 2011 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
Tel. (54-11) 5544-4848 (Opción 4) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)
E-mail: ventasweb@aces.com.ar
Web site: www.aces.com.ar
Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su[…]”
Fragmento de: Elena G. de White. “Un llamado a destacarse”. Libros.
INTRODUCCIÓN
Un llamado a destacarse es el primer libro de Elena de White, preparado por el Centro White, que se pensó especialmente para ustedes, los adultos jóvenes del siglo XXI. También es el primer libro en el que una variedad de consejos inspirados han sido seleccionados de varias obras de Elena de White y adaptados para alcanzar a la juventud contemporánea.
Un llamado a destacarse pone a disposición muchos de los principales conceptos de Elena de White en relación con los temas que hoy les interesan. Para lograr una buena comunicación con ustedes, se modernizó el estilo literario, y se acortaron algunos párrafos y oraciones. Pero, hicimos el esfuerzo consciente de mantenernos fieles al contenido, a las ideas y a los principios establecidos por Elena de White. En ningún caso se cambió el pensamiento original de la autora.
Los 17 capítulos de este libro fueron preparados para abordar los desafíos que ustedes enfrentan en el contexto del siglo XXI. Cada capítulo se introduce con el testimonio de adultos jóvenes que han encontrado inspiración en los escritos de Elena de White, y desean compartir su experiencia con los demás.
Creemos que los principios escritos bajo inspiración divina hace más de cien años son más relevantes que nunca. Es nuestro deseo que miles de lectores se sumerjan en este libro. Un llamado a destacarse los desafía a que, en este tiempo tan fundamental de la historia, exploren más que nunca las profundas riquezas espirituales que se encuentran en los escritos de Elena de White, para que cada lector pueda “entender la visión”.1
Los fideicomisarios de los escritos de Elena de White
1 A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas de esta obra fueron tomadas de la Nueva Versión Internacional.
Capítulo 1
El comienzo
Encuentros de jóvenes con textos de Elena de White... acerca de la salvación
Elena de White logra hacer simple y personal el tema de la salvación y el amor de Cristo, quien murió por mí. Cuando abro El Deseado de todas las gentes, allí está. Es tan real, tan capaz de salvarme.
Cuando leo lo que Elena de White dice acerca de la salvación, no hay autor que se le compare. Lo que ella escribe tiene que ver conmigo en particular. Le está hablando a mi vida, a mis sentimientos, a mis experiencias. Lo reconozco. Es la salvación por experiencia, es tangible, porque se trata de Jesús. Sé que ella conocía personalmente a Jesús. No podría comparar la sabiduría de ningún otro escritor con esto.
Cualquier autor podría tener algo importante que decir o podría transmitir ideas correctas pero, a través de El Deseado de todas las gentes, Elena de White está tratando de compartir la salvación por medio de Jesús. Y lo mejor de todo ¡es que me hace desearlo! Lo deseo con todo mi corazón.
En sus escritos, me habla de la salvación en el mundo real, mi mundo. No se trata solamente de ideas. No es un ejercicio de retórica. Lo intelectual tiene su lugar pero, cuando me levanto a la mañana para encarar espiritualmente mi día, lo que necesito debe ser claro, vívido, personal. Así lo encuentro en sus escritos. Mis esfuerzos para salvarme son como “cuerdas de arena”, como ella los describe. Sé que es así, porque he sentido que esas cuerdas se desvanecían entre mis dedos. Puedo tocar lo que ella describe; es la teología de la carne y la sangre. ¡Es Jesús! Elena de White pinta el cuadro de un Jesús real, capaz de salvarme de mí misma.
Por encima de todo, sé que ella escribió porque quería que me salvara, y no porque quería que creyese en sus ideas. Y yo anhelo salvarme, lo deseo de todo corazón. Quiero conocer a Jesús, compartir sus padecimientos, llegar a ser semejante a él en su muerte y, así, de alguna manera, alcanzar la resurrección de entre los muertos.
Laura, 24 años.
* * * *
Cristo, el comerciante celestial, que busca buenas perlas, vio en la humanidad perdida la perla de gran precio. En el hombre, engañado y arruinado por el pecado, vio las posibilidades de la redención.2
Cuando era pequeña, tenía fascinación por las perlas. Admiraba sus bordes suaves y su brillo delicado.
Pensaba que eran más hermosas que los diamantes o que los rubíes. Así que, no me sorprendió que Elena de White comparara a nuestro Salvador con una perla. Pero, no me esperaba lo que ella dijo acerca de que Jesús vio en la humanidad perdida esa “perla de gran precio”. ¿Cómo pudo ver algo hermoso en mí? Entonces, mientras leía esas elocuentes ilustraciones, comprendí la esencia de la salvación. Cristo no me busca porque estoy perdida. No desea salvarme porque se siente obligado a hacerlo. Me regala la salvación porque me ama.
La Sra. de White habló reflexivamente acerca de Cristo como el “comerciante celestial”. Al leer sus escritos, cada día me alegro en la humanidad, porque Jesús encontró en nuestro viejo y desarreglado mundo las valiosas perlas que estuvo buscando, y porque él vio una perla en mí.
Jennifer, 22 años.
* * * *
El comienzo
El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto.
Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel” (que significa “Dios con nosotros”).
Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel le había mandado y recibió a María por esposa. Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús.
Mateo 1:18-25.
En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños. Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. Pero el ángel les dijo: “No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.
De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían:
“Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad”.
Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer”.
Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que estaba acostado en el pesebre. Cuando vieron al niño, contaron lo que les habían dicho acerca de él, y cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas. Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho.
Lucas 2:8-20 .
* * * *
El nacimiento del Salvador fue predicho en el Edén. Cuando Adán y Eva oyeron esta promesa por primera vez, esperaban que se cumpliera pronto. Le dieron la bienvenida a su primer hijo con alegría, porque pensaban que era el Libertador. Pero, la promesa tardó en cumplirse. Pasaron un siglo tras otro, y las voces de los profetas dejaron de escucharse. En el concilio celestial se decidió el momento en el que Cristo vendría a la Tierra y, cuando el gran reloj del tiempo marcó la hora exacta, Jesús nació en Belén.3
Los ángeles se habían maravillado del glorioso plan de redención. Con atención, miraban cómo el pueblo de Dios iba a recibir a su Hijo. El Rey de gloria se rebajó para ser como los humanos. El ambiente que lo rodeó en la Tierra fue tosco y dañino. Disimuló su gloria para que nadie se sintiera atraído por lo majestuoso de su persona, y evitó toda ostentación externa.
El decreto del Imperio Romano para censar al pueblo que vivía en su gran territorio, incluía a los habitantes de las colinas de Galilea. Los ángeles protegieron a José y a María en el viaje hacia el sur, desde Nazaret hasta Belén. Cuando llegaron allí, estaban muy cansados. Como no tenían dónde quedarse, recorrieron la angosta calle principal desde la puerta de la ciudad hasta el otro extremo, buscando inútilmente un lugar para pasar la noche. La posada estaba repleta y no había sitio para ellos. Finalmente, pudieron refugiarse en una vulgar construcción donde dormían los animales y, ahí, nació el Redentor del mundo.
Sobre los montes de Belén, se reunieron una innumerable cantidad de ángeles mientras esperaban la indicación del Cielo para declarar al mundo las grandiosas noticias. Si los dirigentes de Israel hubieran sido fieles, podrían haber compartido la alegría de anunciar el nacimiento de Jesús. Pero se los tuvo que pasar por alto.4
En los campos donde el joven David había apacentado sus rebaños, los pastores seguían cuidando sus ovejas. Durante las silenciosas horas de la noche, hablaban del Salvador prometido, y oraban para que el Rey llegara pronto al trono de David. Entonces, apareció un ángel que les dijo: “No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor” (Luc. 2:10, 11). Toda la llanura quedó iluminada por el resplandor de las huestes divinas.5
Al desaparecer los ángeles, la luz se desvaneció y las tinieblas volvieron a invadir las colinas de Belén. Pero, en la memoria de los pastores quedó grabado el cuadro más resplandeciente que los ojos humanos hayan contemplado alguna vez. Cuando reaccionaron, exclamaron: “ ‘Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer’. Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que estaba acostado en el pesebre” (Luc. 2:15, 16).
El Cielo y la Tierra no están más alejados hoy que cuando los pastores oyeron el canto de los ángeles. Y cada uno de nosotros sigue siendo hoy objeto del más profundo amor e interés de Dios.6
La historia de Belén es un tema inagotable. Nos asombra el sacrificio realizado por el Salvador al cambiar el Trono del cielo y la compañía de los ángeles por el pesebre y los animales del establo. Sin embargo, eso fue solo el comienzo de su maravillosa condescendencia. Para el Hijo de Dios ya habría sido una humillación casi infinita el revestirse de la naturaleza humana cuando Adán tenía la inocencia del Edén. Y finalmente, Jesús aceptó la humanidad en un momento en que nuestra especie estaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier otro bebé humano, recibió los efectos de la ley de la herencia, para compartir nuestras tristezas y tentaciones, y así darnos el ejemplo de una vida sin pecado.7
2 Palabras de vida del gran Maestro, p. 90.
3 El Deseado de todas las gentes, p. 23.
4 Ibíd., pp. 29, 30.
5 Ibíd., p. 31.
6 Ibíd., p. 32.
7 Ibíd., pp. 32, 33.
Capítulo 2
Jesús también fue niño y adolescente
El niño crecía y se fortalecía; progresaba en sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba.
Los padres de Jesús subían todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, fueron allá según era la costumbre.
Terminada la fiesta, emprendieron el viaje de regreso, pero el niño Jesús se había quedado en Jerusalén, sin que sus padres se dieran cuenta. Ellos, pensando que él estaba entre el grupo de viajeros, hicieron un día de camino mientras lo buscaban entre los parientes y conocidos. Al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando lo vieron sus padres, se quedaron admirados.
–Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? –le dijo su madre–. ¡Mira que tu padre y yo te hemos estado buscando angustiados!
–¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?
Pero ellos no entendieron lo que les decía.
Así que Jesús bajó con sus padres a Nazaret y vivió sujeto a ellos. Pero su madre conservaba todas estas cosas en el corazón. Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente.
Lucas 2:40-52 .
* * * *
Desde muy pequeño, los niños judíos estaban rodeados por los requerimientos de los rabinos. Había reglas rígidas para cada acción, incluso para los más mínimos detalles de la vida. Pero Jesús no se interesaba en estos temas. Desde la niñez, actuó independientemente de las leyes rabínicas. En todo momento estudiaba las Escrituras del Antiguo Testamento y, a medida que empezó a comprender la condición del pueblo, vio que las exigencias de la sociedad contradecían los requerimientos de Dios. Los hombres se apartaban de la Palabra de Dios, y exaltaban y aplaudían las teorías que habían inventado. Observaban ritos tradicionales que no tenían ninguna virtud.8
De un modo sumiso y amable, Jesús trataba de agradar a las personas con las que trataba. Los escribas malinterpretaron sus modales, y creyeron que iba a ser fácil influenciarlo con sus tradiciones y enseñanzas. Pero cuando lo cuestionaron, él confrontó la autoridad de ellos con la de las Escrituras. Demostró un profundo conocimiento de la ley, de principio a fin. Los rabinos se avergonzaron de ser instruidos por un niño y se indignaron cuando los contradijo. Pronto se dieron cuenta de que la comprensión espiritual de Jesús iba mucho más allá que la de ellos.
Siendo un niño, Jesús ya había empezado a trabajar por su cuenta en la formación de su carácter, y ni siquiera el respeto y el amor por sus padres lo podían separar de la obediencia a Dios. La Palabra inspirada se convirtió en la razón de todo aquello que lo distinguía del resto de su familia. Sus hermanos, los otros hijos de José, se ponían del lado de los rabinos. Insistían en que había que seguir las tradiciones como si fueren requerimientos de Dios. Veían su obediencia estricta a la ley de Dios como terquedad, y lo condenaban. Estaban asombrados por el conocimiento y la sabiduría que mostraba Jesús al contestar a los rabinos, y reconocían que su educación era de una calidad superior a la de ellos.9
Había algunos que buscaban la compañía de Jesús, y se sentían en paz en su presencia; pero muchos lo evitaban, porque se sentían acusados por su vida sin manchas. Cristo era de carácter alegre; sus jóvenes amigos disfrutaban estar a su lado y aceptaban sus propuestas. Pero, algunos se incomodaban y hasta se fastidiaban por sus elevados principios, y lo consideraban de mente cerrada o anticuado.10
Desde el tiempo en que los padres de Jesús lo encontraron en el Templo, su conducta fue un misterio para ellos. Por ejemplo, estar a solas con la naturaleza y con Dios eran sus momentos de mayor felicidad. La madrugada lo encontraba con frecuencia en algún lugar aislado, meditando, estudiando las Escrituras u orando. Luego de estas horas de quietud, volvía a su casa para continuar con sus responsabilidades y tareas del hogar. Le gustaba tratar de aliviar el sufrimiento de los hombres y de los animales.
Jesús consideraba valiosa a cada persona. Pronunciando palabras de ánimo, ayudaba a los enfermos, a los oprimidos y a los desanimados. A veces, hasta entregaba su propia comida a los hambrientos. Trataba de llevarles esperanza y victoria espiritual, asegurando que todos eran miembros de la familia de Dios, incluso los más antisociales y olvidados. Jesucristo nunca peleó por sus propios derechos, aunque a menudo fue tratado injustamente o discriminado.
A veces, María sentía que estaba en el medio entre Jesús y sus hermanos, que no creían que era el Enviado de Dios. Pero ellos no podían negar las evidencias de la divinidad de su carácter o el hecho de que su presencia llenaba el hogar con una atmósfera más pura.11
8 El Deseado de todas las gentes, p. 64.
9 Ibíd., pp. 64, 65.
10 Ibíd., p. 68.
11 Ibíd., pp. 69, 70.
Capítulo 3
Sí, Jesús empezó su ministerio en una fiesta
Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús se encontraba allí. También habían sido invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Cuando el vino se acabó, la madre de Jesús le dijo:
–Ya no tienen vino.
–Mujer, ¿eso qué tiene que ver conmigo? –respondió Jesús–. Todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dijo a los sirvientes:
–Hagan lo que él les ordene.
Había allí seis tinajas de piedra, de las que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada una cabían unos cien litros.
Jesús dijo a los sirvientes:
–Llenen de agua las tinajas.
Y los sirvientes las llenaron hasta el borde.
–Ahora saquen un poco y llévenlo al encargado del banquete –les dijo Jesús.
Así lo hicieron. El encargado del banquete probó el agua convertida en vino sin saber de dónde había salido, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Entonces llamó aparte al novio y le dijo:
–Todos sirven primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora.
Ésta, la primera de sus señales, la hizo Jesús en Caná de Galilea. Así reveló su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
Juan 2:1-11.
* * * *
Jesús tenía alrededor de treinta años cuando empezó su ministerio público, pero no eligió realizar alguna gran obra en la sede religiosa de Jerusalén. Comenzó en una fiesta de casamiento, en una pequeña aldea de Galilea. Así, demostró desde el principio que deseaba la felicidad de la gente. Ocurrió en Caná, un pueblo chico no lejos de Nazaret. Se iba a celebrar el casamiento de un familiar de José y María, y Jesús, que había estado ausente por algunas semanas, se les unió y llevó también a recién seleccionados discípulos.12
Una agitación reprimida parecía dominar a los participantes que, animadamente pero en voz baja, conversaban en pequeños grupos acerca de Jesús.
María estaba orgullosa de su Hijo. Poco tiempo antes, había escuchado el relato del bautismo de Jesús en el río Jordán, realizado por Juan el Bautista, y eso le había traído a la mente hermosos recuerdos. Desde el día en que escuchó la anunciación del ángel en su casa de Nazaret, ella había atesorado cada evidencia de que Jesús era el Mesías. Su vida de constante generosidad y desinterés la había convencido de que ningún otro podía ser el Mesías. Sin embargo, todavía tenía algunas dudas y sufría desengaños; por eso, deseaba que llegase el momento de la revelación de su divinidad. Por ese entonces, la muerte ya había separado a José de María, con quien había compartido el misterio del nacimiento de Jesús. Así que ella no tenía en quién confiar; y las últimas semanas habían sido especialmente difíciles.
María vio a Jesús en la fiesta: era el mismo Hijo tierno que había criado. Sin embargo, no era el mismo. Llevaba los rastros de su conflicto en el desierto, y en actos y palabras, lo acompañaba una nueva expresión de dignidad y poder. Un grupo de jóvenes lo acompañaba; sus ojos lo contemplaban con reverencia y lo llamaban “Maestro”. Estos hombres le contaron a María lo que habían visto y oído desde el día del bautismo de Jesús. Habían llegado a la misma conclusión que Felipe le había manifestado a Natanael: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas” (Juan 1:45).13
Al observar cómo las miradas se dirigían a Jesús, María quería verlo demostrar públicamente que era el hombre honrado de Dios. Esperaba y oraba para que él pudiese realizar un milagro. En aquella época, las fiestas de casamiento se prolongaban por varios días y, en esta boda, el vino se acabó antes de que la fiesta terminara. Como pariente de los novios, María andaba cerca de los que servían y le dijo a Jesús: “No tienen vino”, como sugiriendo que él debía intervenir dramáticamente en la situación.14
La respuesta de Jesús –“Todavía no ha llegado mi hora”– indicaba que ningún compromiso humano iba a influir en su conducta. Aunque María no comprendía totalmente la misión de su propio Hijo, implícitamente confiaba en él. Y Jesús respondió a esa fe. El primer milagro fue realizado para honrar la confianza de María y fortalecer la fe de los discípulos.15
Al lado de la puerta había seis grandes vasijas de piedra, y Jesús ordenó que las llenaren de agua. Y, como los invitados debían ser atendidos inmediatamente, dijo a los siervos que el encargado probara un poco de su contenido. Cuando lo hicieron, en vez del agua con que habían llenado las tinajas, ¡encontraron vino! Casi nadie supo que el vino original se había agotado, pero cuando el encargado de la fiesta probó lo que los siervos trajeron, reconoció que era el mejor vino que había saboreado en toda la boda. Volviéndose al novio, le dijo: “Todos sirven primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora” (Juan 2:10).
El vino de las celebraciones humanas finalmente se fermenta. Pero los dones de Jesús permanecen siempre frescos. Lo que él nos da siempre produce satisfacción y felicidad. Cada nuevo don que recibimos aumenta nuestra capacidad de recibir más y de disfrutar más de él. Nos da su gracia sin medida y, contrariamente a lo que sucedió con el vino en la boda, su provisión de bendiciones nunca disminuye y jamás se acabará. En realidad, el milagro de Jesús en la fiesta de ese casamiento es un maravilloso símbolo. El agua representa el bautismo y el vino representa su sangre derramada por nosotros para limpiarnos de pecado. En esta primera ocasión, Jesús les dio a sus discípulos la copa que simbolizaba la obra de la salvación. Y en la última cena se la ofrecería nuevamente, para invitarlos a beberla y a anunciar su muerte hasta su regreso.16
12 El Deseado de todas las gentes, p. 118.
13 Ibíd., p. 119.
14 Ibíd., pp. 119, 120.
15 Ibíd., p. 121.
16 Ibíd., pp. 122, 123.