El ministerio de la bondad

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CAPÍTULO

7

Las visitas: El modelo del Nuevo Testamento

Los métodos de labor de Cristo. De los métodos de labor de Cristo podemos aprender lecciones valiosas. Él no siguió sólo un método; en varias formas buscó captar la atención de la multitud, para poder proclamarles las verdades del evangelio.

El trabajo primordial de Cristo fue el de ministrar a los pobres, los necesitados y los ignorantes. Con sencillez abría delante de ellos las bendiciones que podían recibir y así despertaba el hambre en el alma por el pan de vida. La vida de Cristo es un ejemplo para todos sus seguidores. Es el deber de todo aquel que ha conocido el camino de la vida el enseñar a otros cuál es el significado de creer en la Palabra de Dios. Hay muchos ahora en las tinieblas de la muerte que necesitan ser instruidos en las verdades del evangelio. Casi el mundo entero yace sumido en la impiedad. Pero nosotros tenemos palabras de esperanza para quienes están en tinieblas (RH, 9-5-1912).

El alcance de la labor de Cristo hecha casa por casa. Nuestro Salvador iba de casa en casa, sanando a los enfermos, consolando a los que lloraban, calmando a los afligidos, hablando palabras de paz a los desconsolados. Tomaba a los niños en sus brazos, los bendecía y decía palabras de esperanza y consuelo a las cansadas madres. Con inagotable ternura y amabilidad, él encaraba toda forma de desgracia y aflicción humanas. No trabajaba para sí sino para los demás. Era siervo de todos. Era su comida y bebida dar esperanza y fuerza a todos aquellos con quienes se relacionaba (OE 196).

El método de Cristo da el verdadero éxito. Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: “Seguidme” (MC 102).

Este fue el medio por el que la iglesia cristiana fue establecida. Cristo primero eligió a unas pocas personas y las invitó a seguirlo. Entonces ellas fueron en busca de sus parientes y conocidos y los trajeron a Cristo. Este es el método con el que debemos trabajar. Unas pocas almas ganadas y plenamente establecidas en la verdad, como los primeros discípulos, trabajarán por otros (RH, 8-12-1885).

El divino ejemplo en el evangelismo personal. Jesús llegó al contacto personal con los hombres. Él no se mantenía alejado y apartado de quienes necesitaban su ayuda. Entró en los hogares de los hombres, confortando al doliente, sanando al enfermo, elevando al despreciado, yendo aquí y allá haciendo el bien. Y si nosotros seguimos en las pisadas de Jesús, debemos hacer lo que él hizo. Debemos dar a los hombres la misma clase de ayuda que él les dio (RH, 24-4-1888).

Lo más importante no es la predicación sino el trabajo hecho de casa en casa, razonando y explicando la Palabra. Serán los obreros que sigan los métodos que siguió Cristo los que ganarán almas como salario (OE 483).

El Señor desea que su palabra de gracia penetre en toda alma. En gran medida esto debe realizarse mediante un trabajo personal. Este fue el método de Cristo. Su obra se realizaba mayormente por medio de entrevistas personales. Dispensaba una fiel consideración al auditorio de una sola alma. Por medio de esa sola alma a menudo el mensaje se extendía a millares (PVGM 181).

Los doce enviados a trabajar de casa en casa. En esta primera gira, los discípulos debían ir solamente a donde Jesús había estado antes y había conquistado amigos... No debían permitir que cosa alguna distrajese su atención de su gran obra, despertase oposición o cerrase la puerta a labores ulteriores. No debían adoptar la indumentaria de los maestros religiosos ni usar atavío alguno que los distinguiese de los humildes campesinos. No debían entrar en las sinagogas y convocar a las gentes a cultos públicos; sus esfuerzos debían limitarse al trabajo de casa en casa... Debían entrar en la morada con el hermoso saludo: “Paz sea a esta casa” [Mat. 10:1-13; Luc. 10:1-10; 10:5]. Ese hogar iba a ser bendecido por sus oraciones, sus cantos de alabanza y la presentación de las Escrituras en el círculo de la familia (DTG 317, 318).

Igualmente los setenta. Llamando a los doce en derredor de sí, Jesús les ordenó que fueran de dos en dos por los pueblos y las aldeas. Ninguno fue enviado solo, sino que el hermano iba asociado con el hermano, el amigo con el amigo. Así podían ayudarse y animarse mutuamente, consultando y orando juntos, supliendo cada uno la debilidad del otro. De la misma manera, envió más tarde a los setenta. Era el propósito del Salvador que los mensajeros del evangelio se asociaran de esta manera. En nuestro propio tiempo la obra de evangelización tendría mucho más éxito si se siguiera fielmente este ejemplo (Ibíd., 316).

Pablo iba de casa en casa. De la misma manera, Pablo en su trabajo público iba de casa en casa predicando el arrepentimiento y [retorno] a Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. Se encontraba con los hombres en sus hogares y les suplicaba con lágrimas, declarándoles todo el designio de Dios (RH, 24-4-1888).

El secreto del poder y éxito de Pablo. En una ocasión, declaró Pablo: “Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciamos y enseñaros, públicamente y por las casas...” [Hech. 20:18-20].

Estas palabras explican el secreto del poder y el éxito de Pablo. No rehuyó nada que fuese útil para el pueblo. Predicó a Cristo públicamente, en los mercados y las sinagogas. Enseñaba casa por casa, valiéndose del trato familiar del círculo del hogar. Visitaba a los enfermos y tristes, confortando a los afligidos y animando a los oprimidos. Y en todo lo que decía y hacía predicaba a un Salvador crucificado y resucitado (YI, 22-11-1900).

Pablo también tuvo acceso a otros mediante su oficio. Durante el largo período de su ministerio en Efeso, donde por tres años realizó un agresivo esfuerzo evangélico en esa región, Pablo trabajó de nuevo en su oficio...

Algunos criticaban a Pablo porque trabajaba con las manos, declarando que era incompatible con la obra del ministerio evangélico. ¿Por qué Pablo, un ministro de la más elevada categoría, vinculaba así el trabajo mecánico con la predicación de la Palabra? ¿No era el obrero digno de su salario? ¿Por qué se dedicaba a hacer tiendas en el tiempo en que a todas luces podía dedicarse a algo mejor?

Pablo no consideraba perdido el tiempo así empleado. Mientras trabajaba con Aquila se mantenía en relación con el gran Maestro, sin perder ninguna oportunidad para testificar a favor del Salvador y ayudar a los necesitados. Su mente estaba constantemente en procura de conocimiento espiritual. Daba instrucción a sus colaboradores en las cosas espirituales, y ofrecía también un ejemplo de laboriosidad y trabajo cabal. Era un obrero rápido y hábil, diligente en los negocios, ardiente “en espíritu, sirviendo al Señor” [Rom. 12:11]. Mientras trabajaba en su oficio, el apóstol tenía acceso a una clase de gente que de otra manera no hubiera podido alcanzar...

Pablo trabajaba algunas veces noche y día, no solamente para su propio sostén, sino para poder ayudar a sus colaboradores. Compartía sus ganancias con Lucas, y ayudaba a Timoteo. Hasta sufría hambre a veces, para poder aliviar las necesidades de otros. La suya era una vida de abnegación (HAp 289, 290).

El ejemplo práctico de Pablo de sostenerse con su trabajo. Pablo dio un ejemplo contra el sentimiento, que estaba entonces adquiriendo influencia en la iglesia, de que el evangelio podía ser predicado con éxito solamente por quienes quedaran enteramente libres de la necesidad de hacer trabajo físico. Ilustró de una manera práctica lo que pueden hacer los laicos consagrados en muchos lugares donde la gente no está enterada de las verdades del evangelio. Su costumbre inspiró en muchos humildes trabajadores el deseo de hacer lo que podían para el adelanto de la causa de Dios, mientras se sostenían al mismo tiempo con sus labores cotidianas. Aquila y Priscila no fueron llamados a dedicar todo su tiempo al ministerio del evangelio; sin embargo, estos humildes trabajadores fueron usados por Dios para enseñar más perfectamente a Apolos el camino de la verdad. El Señor emplea diversos instrumentos para el cumplimiento de su propósito; mientras algunos con talentos especiales son escogidos para dedicar todas sus energías a la obra de enseñar y predicar el evangelio, muchos otros, a quienes nunca fueron impuestas las manos humanas para su ordenación, son llamados a realizar una parte importante en la salvación de las almas.

Hay un gran campo abierto ante los obreros evangélicos de sostén propio. Muchos pueden adquirir una valiosa experiencia en el ministerio mientras trabajan parte de su tiempo en alguna clase de labor manual; y por este método pueden desarrollarse poderosos obreros para un servicio muy importante en campos necesitados (Ibíd., 292, 293).

Ir con el espíritu del que estaba investido Pablo. Alléguense hasta sus prójimos uno a uno, acérquense muy junto a ellos hasta que sus corazones se enfervoricen con vuestro interés y amor desinteresados. Simpaticen con ellos, oren con ellos, vigilen las oportunidades que tengan de hacerles bien y, en cuanto puedan, reúnan a algunos y abran ante sus mentes entenebrecidas la Palabra de Dios. Manténganse vigilantes, como quienes deben rendir cuentas por las almas de los hombres, y aprovechen al máximo los privilegios que Dios les da de colaborar con él en su viña espiritual.

No descuiden el hablar a sus prójimos, y realizar en su favor todas las bondades que estén a su alcance para que por todos los medios puedan salvar a alguien. Necesitamos buscar el espíritu que constriñó al apóstol Pablo a ir casa por casa, predicando con lágrimas y enseñando el “arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” [Hech. 20:21] (RH, 13-3-1888).

 

Las primeras obras en la iglesia del Nuevo Testamento. Las primeras obras de la iglesia se vieron cuando los creyentes buscaron a sus amigos, parientes y conocidos y, con corazones desbordantes de amor, les contaron la historia de lo que Jesús era para ellos (SpT “A”, Nº 2, p. 17).

El éxito del plan del Nuevo Testamento. Mientras más de cerca se siga el plan del Nuevo Testamento en la obra misionera, más éxito habrá en los esfuerzos que se hagan. Deberíamos trabajar como lo hizo nuestro divino Maestro, sembrando las semillas de la verdad con cuidado, ansiedad y abnegación. Debemos tener la mente de Cristo para que no nos cansemos en el bien hacer. Él tuvo una vida de continuo sacrificio para bien de otros. Debemos seguir su ejemplo (T 3:210).

CAPÍTULO

8

Obra e influencia de las sociedades de beneficencia Dorcas

Devuelta a la vida para continuar su obra. En el curso de su ministerio, el apóstol Pedro visitó a los creyentes en Lida. Allí sanó a Eneas, que durante ocho años había estado postrado en cama con parálisis. “Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor” [Hech. 9:33-35].

En Jope, ciudad que estaba cercana a Lida, vivía una mujer llamada Dorcas, cuyas buenas obras le habían conquistado extenso afecto. Era una digna discípula de Jesús, y su vida estaba llena de actos de bondad. Ella sabía quiénes necesitaban ropas abrigadas y quiénes simpatía, y servía generosamente a los pobres y afligidos. Sus hábiles dedos estaban más atareados que su lengua.

“Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió”. La iglesia de Jope sintió su pérdida; y oyendo que Pedro estaba en Lida, los creyentes le mandaron mensajeros rogándole: “No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas”. A juzgar por la vida de servicio que Dorcas había vivido, no es extraño que llorasen, y que sus cálidas lágrimas cayesen sobre el cuerpo inanimado.

El corazón del apóstol fue movido a simpatía al ver su tristeza. Luego, ordenando que los llorosos deudos salieran de la habitación, se arrodilló y oró fervientemente a Dios para que devolviese la vida y la salud a Dorcas. Volviéndose hacia el cuerpo dijo: “Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó” [Hech. 9:36-41]. Dorcas había prestado grandes servicios a la iglesia, y a Dios le pareció bueno traerla de vuelta del país del enemigo para que su habilidad y energía siguieran beneficiando a otros, y también para que, por esta manifestación de su poder, la causa de Cristo fuese fortalecida (HAp 108, 109).

No se podía prescindir de la digna discípula. [Dorcas] había sido una digna discípula de Jesucristo y su vida se había caracterizado por actos de caridad y bondad hacia el pobre y el afligido y por su celo en la causa de la verdad. Su muerte fue una gran pérdida; la iglesia naciente no podía pasarse sin sus nobles esfuerzos.

Esta gran obra de resucitar a la muerta fue el medio para convertir a muchos en Jope a la fe de Jesús (SP 3:323, 324).

PARTE IV

EVANGELIZAR EL VECINDARIO

Pensamiento áureo

Los miembros de iglesia deben hacer trabajo evangélico en los hogares de sus semejantes que aún no han recibido plena evidencia de la verdad para este tiempo. La presentación de la verdad con amor y simpatía, de casa en casa, está en armonía con la instrucción que Cristo dio a sus discípulos cuando los envió en su primera gira misionera. Con himnos de alabanza a Dios, con humildes y sinceras oraciones, con una simple presentación de la verdad bíblica en el círculo familiar, muchos serán alcanzados. Los obreros divinos estarán presentes para promover la convicción en los corazones. “Estoy con vosotros todos los días”, es su promesa. Con la seguridad de la permanente presencia de ese Ayudador, podremos trabajar con esperanza, fe y valor...

Mis hermanos y hermanas, entréguense al Señor para el servicio. No desaprovechen ninguna oportunidad. Visiten a quienes viven cerca de ustedes, y con simpatía y bondad procuren ganar sus corazones. Visiten a los enfermos y dolientes y muestren un bondadoso interés en ellos. Si es posible, hagan algo para que estén más cómodos. Por estos medios, ustedes podrán alcanzar sus corazones y hablar una palabra por Cristo. Únicamente la eternidad revelará de cuánto alcance puede ser esta clase de trabajo (RH, 21-11-1907).

CAPÍTULO

9

Diferentes formas de dar el evangelio a los vecinos

“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).

Una gran obra frente a nuestras iglesias. Hay una labor que deben realizar nuestras iglesias de la que pocos tienen idea... Debemos dar de nuestros medios para sostener a obreros en el campo de cosecha y regocijarnos al recoger las gavillas. Pero, si bien es cierto que esto es bueno, hay una obra, hasta ahora intacta, que debe ser realizada. La misión de Cristo fue sanar a los enfermos, alentar a los desesperanzados, vendar a los quebrantados. Esta labor de restauración debe ser hecha entre los dolientes necesitados de la humanidad.

Dios no solamente pide vuestra caridad sino vuestro semblante alegre, vuestras esperanzadas palabras, el apretón de vuestra mano. Alivien a algunos de los afligidos de Dios. Algunos están enfermos y han perdido la esperanza. Devuélvanles la luz del sol. Hay almas que han perdido su valor; háblenles, oren por ellas. Hay quienes necesitan el pan de vida. Léanles de la Palabra de Dios. Hay una enfermedad del alma que ningún bálsamo puede alcanzar, ninguna medicina curar. Oren por estas [almas] y tráiganlas a Jesucristo. Y en toda vuestra obra, Cristo estará presente para impresionar los corazones humanos (Manuscrito 105, 1898).

Visitar a cada familia y conocer su condición espiritual. Dondequiera que se establezca una iglesia, todos los miembros deberían empeñarse activamente en una obra misionera. Deberían visitar a cada familia del vecindario y conocer su condición espiritual. Si los profesos cristianos se hubieran empeñado en este trabajo desde el momento cuando sus nombres fueron por primera vez inscriptos en los libros de la iglesia, no habría ahora una incredulidad tan difundida, tales profundidades de iniquidad, una impiedad tan sin paralelo, como se ve en el mundo en la actualidad. Si cada miembro de iglesia hubiera procurado iluminar a otros, miles de miles hoy día estarían con el pueblo que observa los mandamientos de Dios.

Y no solamente en el mundo vemos los resultados patentes del descuido de la iglesia de trabajar en los propósitos de Cristo. Debido a este descuido, se ha provocado una situación en la iglesia que ha eclipsado los elevados y santos intereses de la obra de Dios. Un espíritu de crítica y amargura ha entrado en la iglesia, y el discernimiento espiritual de muchos se ha ofuscado. Debido a esto la causa de Cristo ha sufrido grandes pérdidas. Las inteligencias celestiales han estado esperando para cooperar con los agentes humanos, pero no hemos discernido su presencia.

Ya es sobrado tiempo de que nos arrepintamos. Todo el pueblo de Dios debiera interesarse en la obra de hacer el bien. Debieran unir el corazón y el alma en fervientes esfuerzos para elevar y alumbrar a sus prójimos (T 6:296, 297).

Buscando a quienes deseen oír. Hace varios años, durante una visita previa al sur, mientras hacía un largo viaje, a veces preguntaba quiénes ocupaban los hogares por los cuales pasábamos, y supe que en muchas de las mansiones sureñas había hombres que ocupaban importantes responsabilidades en la administración de grandes propiedades. Al hacer más preguntas, supe que nadie había procurado presentar a esos hombres la Palabra de vida. Nadie había ido a ellos con la Biblia en la mano para decirles: “Tenemos algo precioso para usted y queremos que lo oiga”. Ahora me ha sido presentado repetidas veces que ésta es una obra que debe ser hecha. Hemos de ir por los caminos y por los vallados y llevar a la gente el mensaje de la verdad que Cristo nos ha dado. Hemos de constreñir a muchos para que entren (Manuscrito 15, 1909).

Es de valor para Cristo que establezcamos relaciones. Son muchos los que han quedado sin esperanza. Devolvámosles la alegría. Muchos se han desanimado. Dirijámosles palabras de aliento. Oremos por ellos. Hay quienes necesitan el pan de vida. Leámosles la Palabra de Dios. Muchos tienen el alma aquejada por una enfermedad que ningún bálsamo ni médico puede curar. Roguemos por estas almas. Llevémoslas a Jesús. Digámosles que en Galaad hay bálsamo y Médico (PR 531).

El trabajo para toda clase de gentes. Dondequiera que uno vaya hay una obra que debe realizarse en favor de todas las clases sociales. Debemos acercarnos a los pobres y a los depravados que han caído por causa de su intemperancia. Y, al mismo tiempo, tampoco debemos olvidarnos de las clases más altas: abogados, ministros, senadores y jueces, muchos de los cuales son esclavos de los hábitos intemperantes. No debemos escatimar ningún esfuerzo para mostrarles que la salvación de sus almas es importante, y que vale la pena luchar por ganar la vida eterna (TI 7:59).

Llamados a diferentes tipos de trabajo. El Señor llama a su pueblo para que emprenda diferentes tipos de obra misionera, que siembre en todas las aguas. No hacemos sino una pequeña parte de la obra que él desea que hagamos entre nuestros vecinos y amigos. Siendo bondadosos con los pobres, los enfermos o los desposeídos, podríamos obtener una influencia sobre ellos, de modo que la verdad divina encontrara acceso a su corazón. No debiéramos pasar de largo sin aprovechar ninguna oportunidad de servicio. Esta es la obra misionera más elevada que podemos hacer. La presentación de la verdad con amor y simpatía de casa en casa está en armonía con la instrucción de Cristo a sus discípulos en su primer viaje misionero (RH, 6-6-1912).

Ayudar a la humanidad como lo hizo Cristo. Mientras él [Cristo] pasaba por los pueblos y las ciudades, era como una corriente vital que difundía vida y gozo por dondequiera que fuera.

Los seguidores de Cristo han de trabajar como él obró. Hemos de alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos y consolar a los dolientes y afligidos. Hemos de ministrar a quienes desesperan e inspirar esperanza a los descorazonados (DTG 316).

La obra que cada iglesia debiera haber estado haciendo. La obra de reunir a los menesterosos, los oprimidos, los dolientes, los indigentes, es la obra que cada iglesia que cree la verdad para este tiempo debiera haber estado haciendo desde hace mucho. Debemos manifestar la tierna simpatía del samaritano y suplir las necesidades físicas, alimentar a los hambrientos, traer a los pobres sin hogar a nuestras casas, pedir a Dios cada día la gracia y la fuerza que nos habiliten para alcanzar las mismas profundidades de la miseria humana y ayudar a quienes no pueden ayudarse. Cuando hacemos esta obra, tenemos una oportunidad favorable para presentar a Cristo el crucificado (JT 2:514).

Los sermones no lo pueden hacer. Alléguense a la gente dondequiera que se halle, por medio de la obra personal. Relaciónense con ella. Esta obra no puede realizarse por representación. El dinero prestado o dado no puede hacerla, como tampoco los sermones predicados desde el púlpito (OE 196).

El canto en la obra misionera. Hay poder en el ministerio del canto. Los estudiantes que hayan aprendido a cantar dulces himnos evangélicos con melodía y claridad, pueden hacer una buena obra como evangelistas cantores. Hallarán muchas oportunidades para emplear el talento que Dios les ha dado y llevarán melodía y alegría a muchos lugares solitarios, oscurecidos por el pesar y la aflicción, cantando para quienes rara vez tienen el privilegio de asistir a una iglesia.

Estudiantes, salgan a los caminos y los vallados. Esfuércense por alcanzar a los de las clases superiores tanto como a los de las clases humildes. Entren en los hogares de los ricos como en los de los pobres, y cuando se les presente la oportunidad, pregunten: “¿Le agradaría que cantásemos algunos himnos evangélicos?” Entonces, cuando los corazones se enternezcan, se abrirá el camino para que eleven cortas oraciones pidiendo la bendición de Dios. Muy pocos se negarán a escuchar. Este tipo de ministerio es genuina actividad misionera (CM 533, 534).

 

Un amplio campo de obra práctica. Hay un amplio campo de trabajo tanto para las hermanas como para los hombres. Se necesita la ayuda de todos: de la cocinera eficiente, la costurera, la enfermera. Enséñese en los hogares humildes la forma de cocinar, la forma de coser la ropa y de remendarla, cómo atender a los enfermos, cómo cuidar el hogar adecuadamente. Aun a los niños debiera enseñárseles a hacer algunos mandados de amor y misericordia para los menos afortunados que ellos.

Otros tipos de utilidad se presentarán delante de quienes estén dispuestos a cumplir los deberes que están más cerca de ellos. No se necesitan ahora eruditos y elocuentes predicadores, sino humildes hombres y mujeres semejantes a Cristo.

Trabajen desinteresada, amante y pacientemente por todos aquellos con quienes se relacionan. No muestren impaciencia. No profieran ni una palabra áspera. Exista el amor de Cristo en vuestro corazón, la ley de la bondad en vuestros labios (RH, 7-8-1913).

El empleo de nuestros días feriados para el trabajo misionero. Hay otras clases de trabajos. Algunos son capaces de estudiar las Escrituras y comunicar a otros lo que creemos. Pueden ser canales de luz y un consuelo precioso para algunas pobres almas desanimadas, que parecen ser incapaces de aferrarse a la esperanza y ejercitar la fe. Otros debieran investigar y estudiar cómo pueden prestar servicios al Señor. Si quienes trabajan tiempo completo, con excepción de los domingos y feriados, en vez de gastar tiempo en su propio placer lo usaran para ser una bendición para otros, serán de utilidad en la causa de Dios. Con su ejemplo ayudará a otros a hacer algo que redunde para la gloria de Dios. Presten atención a las palabras del apóstol inspirado: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” [1 Cor. 10:31]. De esa manera, un principio viviente se hará presente en vuestra activa vida diaria: el de ser buenos y hacer el bien...

No será posible que todos dediquen todo su tiempo a la obra, debido al trabajo que deben hacer para ganar su sustento diario. Sin embargo, éstos disponen de sus feriados y oportunidades que pueden dedicar a las tareas cristianas, y a hacer el bien en esta forma si no pueden dar mucho de sus recursos (Carta 12, 1892).

Las horas que con tanta frecuencia se dedican a las diversiones que no refrigeran ni el cuerpo ni el alma, debieran dedicarse a visitar a los pobres, los enfermos y los dolientes, o a ayudar a algún necesitado ( JT 2:514).

Asistencia social en sábado. De acuerdo con el cuarto mandamiento, el sábado fue dedicado al descanso y el culto religioso. Todo asunto secular debía ser suspendido, pero las obras de misericordia y benevolencia estaban en armonía con el propósito del Señor. Estas obras no estaban limitadas ni por el lugar ni por el tiempo. Aliviar a los afligidos y consolar a los tristes es un trabajo de amor que realmente honra el santo día de Dios (RTC, Nº 4, p. 46).

Los métodos de visitas diarias. Quienes sientan el peso de las almas sobreellos, salgan y hagan la obra de casa en casa, y enseñen a la gente precepto sobre precepto, un poquito aquí y un poquito allí, guiándola gradualmente a una luz plena de la verdad bíblica. Esto es lo que teníamos que hacer en los primeros días del mensaje. Cuando se lleven a cabo fervientes esfuerzos, el Señor hará que su bendición descanse sobre los obreros y sobre quienes están buscando entender la verdad, tal como está en la Palabra de Dios.

Hay preciosas verdades, gloriosas verdades en la Palabra de Dios, y es nuestro privilegio llevar esas verdades delante de la gente. En aquellos lugares donde muchos no pueden asistir a reuniones alejadas de su hogar, podemos llevarles la verdad personalmente y trabajar con ellos con sencillez.

¡Qué luz hay en la Palabra! Leemos en Isaías: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión” [Isa. 58:1]. Esta es la obra que hemos de hacer. Noten la expresión: “Mi pueblo”. ¿Por qué el profeta debía decir “mi pueblo”? No estaban caminando de acuerdo con la luz de la verdad, pero Dios deseaba salvarlos de sus pecados. La verdad había de serles llevada nuevamente en su sencillez.

El mensaje del tercer ángel debe ir a toda gente, y Cristo ha declarado que ha de ser proclamado en los caminos y en los senderos. “Clama a voz en cuello, no te detengas”, ordena Dios. Esto significa que dondequiera que ellos presenten la verdad, ya sea ante una congregación, en público o de casa en casa, han de presentarla como está revelada en la Palabra de Dios (Manuscrito 15, 1909).

No hemos de esperar que las almas vengan a nosotros. No hemos de esperar que las almas vengan a nosotros; debemos buscarlas donde estén. Cuando la Palabra ha sido predicada en el púlpito, la obra sólo ha comenzado. Hay multitudes que nunca recibirán el evangelio a menos que éste les sea llevado (PVGM 181).

Trabajen de casa en casa sin descuidar a los pobres, que generalmente son pasados por alto. Cristo dijo: “Me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres” [Luc. 4:18], y hemos de hacer lo mismo (RH, 11-6-1895).

“¡Estoy perdido! ¡Y usted nunca me amonestó!” Vayan a los hogares aun de quienes no manifiestan interés. Mientras la dulce voz de la misericordia invita al pecador, trabajen con toda la energía del corazón y el cerebro como lo hizo Pablo, quien, “de noche y de día, no” cesaba “de amonestar con lágrimas a cada uno” [Hech. 20:31]. En el día de Dios, cuántos nos enrostrarán y dirán: “¡Estoy perdido! ¡Estoy perdido!, y usted nunca me amonestó; nunca me suplicó que fuera a Jesús. Si yo hubiera creído como usted, habría seguido a cada alma que tenía que hacer frente al juicio y que hubiera estado dentro de mi alcance con oraciones y lágrimas y amonestaciones” (Ibíd., 24-6-1884).

La relación del trabajo de casa en casa con nuestra propia espiritualidad. Visiten a sus vecinos en una manera amigable y traben relaciones con ellos... Quienes no quieren hacer este trabajo, quienes actúan con la indiferencia que algunos ya han manifestado, pronto perderán su primer amor y comenzarán a censurar, criticar y condenar a sus propios hermanos (Ibíd., 13-5-1902).

La obra no es insulsa ni falta de interés. Todos los que se mantienen en comunión con Dios hallarán abundancia de trabajo que realizar para él. Quienes obran con el espíritu del Maestro, y tratan de alcanzar a las almas con la verdad, no encontrarán aburrida, penosa o insulsa la obra de atraer las almas a Cristo. Se les ha encargado una obra como mayordomos de Dios, y recibirán más y mayor vitalidad al entregarse por entero al servicio de Dios. Abrir las Escrituras para que otros las conozcan es una tarea que llena de gozo (TI 9:96).

Hacer felices a otros. Sean gozosos en Dios. Cristo es luz, y en él no hay ningunas tinieblas [1 Juan 1:5]. Miren hacia la luz. Acostúmbrense a expresar la alabanza de Dios. Hagan felices a otros. Esta es vuestra primera obra. Fortalecerá los mejores rasgos del carácter. Abran de par en par las ventanas del alma hacia el cielo, y permitan que entre la luz del sol de la justicia de Cristo. Por la mañana, al mediodía y a la noche vuestros corazones podrán estar llenos con los brillantes rayos de la luz celestial (RH, 7-4-1904).

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