Kitabı oku: «Cartas de Emily Dickinson: un campo minado», sayfa 2

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Las famosas master* letters
Cartas al Maestro (a un desconocido recipiendario)

A un desconocido recipiendario circa 1858

Querido Maestro

Estoy enferma, pero más afligida al saber que estás enfermo, obligo a mi mano más fuerte a trabajar suficiente para decírtelo. Pensé que tal vez estarías en el Cielo, y cuando hablaste de nuevo, me pareció bastante dulce, y maravilloso, y me sorprendió tanto –que deseé que mejoraras.

Me gustaría que no hubiera debilidad en lo que amo. Tengo a las Violetas a mi lado, al Petirrojo muy cerca, y a la “Primavera” –dicen, Quién es ella– pasando frente a mi puerta–

Ciertamente es la casa de Dios –y éstas son las puertas del Cielo, y de aquí para allá pasan los ángeles, con sus dulces postillones –ojalá yo fuera grandiosa, como Miguel Ángel, para pintar para ti. Me preguntas qué dijeron mis flores –las muy desobedientes– y les di mensajes. Dijeron lo que dicen los labios en el Oeste, cuando el sol se pone, y lo mismo dice la Madrugada.

Escucha de nuevo, Maestro. No te había dicho que hoy fue día del Sabbat.

Cada Sabbat junto al Mar me hace contar los Sabbats hasta que nos encontremos a la orilla –y (acaso) si es que las colinas lucen tan azules como dicen los marinos. No puedo hablar más (quedarme más tiempo) esta noche (ahora), pues este dolor me lo impide.

Cuán fuerte el recuerdo pese a la debilidad, y cuán fácil, bastante, poder amar. Por favor dime, dímelo, cuando te sientas bien.

* Tal vez se trate del reverendo Charles Wads­worth.

A un desconocido recipiendario

circa 1861

Maestro:

Si vieras una bala dar en el blanco de un Ave –y te dijera que no le dispararon– acaso te haría llorar su cortesía, pero desde luego pondrías en duda sus palabras.

Una gota más de la herida que mancha el pecho de tu Margarita –entonces ¿lo creerías? La fe de Tomás en la anatomía era más firme que su fe en la fe. Dios me hizo –[Señor] Maestro– no fui –yo sola. No sé cómo se llevó a cabo. Él construyó un corazón dentro de mí –Poco a poco me creció de más –y como la pequeña madre –con el niño grande– me fatigó llevarlo. Oí hablar de algo que llaman “Redención” –que daba sosiego a hombres y mujeres. Has de recordar que te la pedí –y tú me diste otra cosa. Olvidé la Redención [en lo Redimido –dejé pasar mucho tiempo antes de decírtelo, pero sabía que me habías alterado –Yo] y no me sentí cansada –nunca más– [tan querido se había vuelto este extraño que, si fuera él, o mi aliento –la Alternativa– habría arrojado lejos al sujeto con una sonrisa.] Ya soy mayor –esta noche, Maestro– pero el amor es el mismo –como lo son la luna y la medialuna. Si fuera la voluntad de Dios que yo respirara donde tú has respirado –y hallara el lugar –yo misma– de noche– si yo (no puedo) jamás olvidar que no estoy contigo –y que la pena y la helada están más cerca que yo –si yo deseara con una fuerza que no puedo reprimir– que mío fuera el lugar de la Reina –el amor de los Plantagenet es mi única disculpa– Llegar más cerca que los presbiterios – y más cerca que el nuevo atavío –que confeccionó el Sastre– la broma del Corazón jugando con el Corazón –en un Día de Guardar– me está prohibido– Tú me haces repetirlo –temo que te rías– cuando no logro ver– [más que] “Aprendiz” no tiene gracia. ¿Alojas un Corazón en el pecho –Señor– está colocado como el mío –un poquito a la izquierda– tiene la duda– si despierta de noche– acaso– él para sí mismo– será un pandero– y él para sí mismo una tonadilla?

Estas cosas son [reverenciales] sagradas, Señor, las toco [reverentemente] santificadas, pero las personas que rezan –se atreven a acentuar ¡“Padre” [nuestro]! Dices que no te digo todo –la Margarita confesó– y no lo negó.

El Vesubio no habla –el Etna– tampoco [Vuestros] uno de ellos –pronunció una sílaba –hace mil años, y Pompeya la oyó, y se escondió para siempre – No podía darle la cara al mundo, después –supongo– ¡Tímida Pompeya! “Hablarte de la carencia” – sabes qué es una sanguijuela– verdad– y [recuerda que] el brazo de la Margarita es pequeño –y has sentido el horizonte –verdad –¿y acaso el mar –nunca llegó tan cerca de ti para hacerte bailar?

No sé qué podrás hacer por él –gracias– Maestro– pero si yo tuviera barba en las mejillas–como tú– y tú tuvieras los pétalos de la Margarita– y yo te importara tanto – ¿qué sería de ti? ¿Podrías olvidarme en la lucha, o en la huida – o las tierras extrañas? ¿Acaso no podríamos Carlo,* y tú, y yo caminar por las praderas una hora –y no importarle a nadie más que al mirlo Bobolink– y a sus– escrúpulos de plata? Antes solía pensar que cuando muriera –podría verte– así que moriría lo más rápido que pudiera –pero la “Corporación” irá al cielo también –así que [la Eternidad] no será secuestrada ya [del todo] –Dime que te espere – dime que no tengo que ir con un extraño hasta el para mí –inexplorado pliegue [de un sitio] – he esperado mucho tiempo– Maestro– pero puedo seguir esperando –hasta que mi cabello de avellana esté entrecano– y tú lleves bastón –entonces podré ver mi reloj –y si el Día va en descenso ya –podremos arriesgarnos [al] por el Cielo –¿Qué harías conmigo si llegara “de blanco”? ¿Tienes el pequeño cofre para guardar lo Vivo?

Quiero verte más –Señor– que todo lo que deseo en este mundo– y el deseo –un poco alterado– será mi único deseo –de cielos.

¿Podrías venir a Nueva Inglaterra –[este verano, podrías] vendrías a Amherst –Te gustaría venir –Maestro?

[Acaso haría algún daño –aunque ambos tememos a Dios–] Acaso la Margarita te decepcionaría –no– no lo haría– Señor– sería regalo para siempre –solamente mirarte a la cara, mientras tú miraras la mía –entonces yo podría jugar en el bosque hasta el Anochecer– hasta que me llevaras hasta donde la Puesta de Sol no nos hallara– y las verdaderas llegaran –hasta colmar el pueblo. [¿Me lo dirías, por favor?]

No pensaba decírtelo, tú no viniste a mí “de blanco”, ni jamás me dijiste por qué

Sin ser Rosa, me sentí florecer

Sin ser Ave – en el Éter cabalgué.

* Carlo era su perro, mitad Newfoundland, mitad San Bernardo, a quien decía amar más que a cualquier ser humano.

Cartas (de amor) al juez Otis P. Lord*

A Otis P. Lord

circa 1878
[versión definitiva]

Mi amable Salem me sonríe. Busco su Rostro con tal frecuencia –pero no atiendo ya a las apariencias.

Confieso que lo amo –me regocija amarlo– agradezco al creador de Cielo y Tierra –que me lo diera para amarlo –la exultación me inunda. No logro hallar mi cauce –el Arroyo se torna Mar– al pensar en usted–

¿Me castigará? “Bancarrota Involuntaria”, ¿cómo puede algo así considerarse un Crimen?

Encarcéleme dentro de usted –una pena sonrosada– abriendo con usted este amable laberinto, que no es Vida o Muerte – aunque tenga la intangibilidad de una, y el rubor de la otra – al despertar por usted en un Día vuelto mágico con usted antes de partir

[borrador anterior a la versión definitiva]

Mi amable Salem me sonríe busco su Rostro con tal frecuencia –pero estoy más allá de los disfraces (los he tirado–) (no hago caso de apariencias–)

Confieso que lo amo –me regocija amarlo– agradezco al creador de Cielo y Tierra que me lo diera para amarlo–la exultación me inunda– no puedo hallar mi cauce –pues el Arroyo se tornó Mar al pensar en usted– lo castigará –[me vuelvo] involuntaria bancarrota como dicen los Deudores. Podrá eso ser un Crimen –cómo puede considerarse un crimen –Encarcéleme dentro de usted –eso me castigará– Abrir con usted este amable laberinto que no es Vida ni Muerte aunque tiene la intangibilidad de una y el rubor de la otra que despierta por usted el Día vuelto mágico con [antes] usted antes de irme a dormir– Qué bella frase –nos fuimos a dormir como si fuéramos un país –hagámoslo uno– podríamos (así será) hacerlo uno, mi Tierra nativa –mi Amor ven ay patriota ya – el Amor es un patriota ahora Dio su vida por su país Tiene ya significado – Ay nación del alma ahora tenéis vuestra libertad

* Las cartas, los borradores y fragmentos de cartas dirigidos a Lord fueron descubiertos entre los papeles de Emily Dickinson (ED) después de su muerte. Austin Dickinson se los entregó a la señora Todd. Tal parecería que ED y Lord con el tiempo llegaron a establecer el hábito de escribirse semanalmente –o así se lo propusieron. La intimidad de la relación continuaría hasta la muerte de él en 1884.

A Otis P. Lord

circa 1878

Ned y yo estuvimos hablando acerca de Dios hasta que él me dijo: “Tía Emily – ¿el Juez Lord pertenece a la Iglesia”?

“Creo que, técnicamente, no, Ned”.

“Pues yo pensaba que era uno de esos Tipos de Boston que consideraban respetable algo así”. “Creo que él no hace nada ostensible, Ned”. “Bueno –mi Padre dice que, si el Commonwealth tuviera un Juez como él, el ejercicio de la ley sería muy otra cosa”. Yo le dije que lo consideraba probable –si bien al recordar que nunca he presentado ante Usted otro caso más que el mío propio, y ése, en todo caso, contando con su dulce ayuda – me quedé sin habla.

Quería acariciar al Niño por sus fervorosas palabras –pero hice la distinción. ¿Acaso no sabe Usted que me ha arrebatado la voluntad y no sé dónde la ha puesto? ¿Debí haberlo frenado antes? ¿“Ahorrarme el ‘No’ y mimar a la criatura”?

Ay, mi bienamado, sálveme de la idolatría que nos destruiría a ambos –

“Y que el propio Mar –sea huella en mi más profunda Vela”–

A Otis P. Lord

circa 1878

Suplicar por la Carta cuando se ha escrito es suficiente bancarrota, pero suplicar por ella cuando no, y el querido Donador está de paseo, sin atender su valor, eso es mayor bancarrota.

Bien Mío – hacer nociva la brillante semana, que alguna vez fue alegre, ¿acaso hay para ello autorización? También, Travieso mío, Travieso demasiado seráfico, ¿quién podría sentenciarlo? Ciertamente no mi Corazón enamorado. Ahora bien, mi jubiloso Sofista, Usted que puede hacer que el “No” sea “Sí”, pese olvidar que yo se lo dije [fragmentos de dos páginas cortados]

¿Tal vez, por favor, está en pecado? Aunque por el poder de volver la Perdición algo divino, ¿quién sería capaz de castigarlo?

A Otis P. Lord

circa 1878

¿Acaso no sabes que eres mucho más feliz cuando me contengo y no otorgo– acaso no sabes que “No” es la palabra más salvaje que le concedemos al Lenguaje?

Lo sabes, porque sabes todo [se ha cortado la parte superior de la hoja]… yacer tan cerca de tu anhelo – tocarlo al pasar, pues soy de sueño intranquilo y con frecuencia he de viajar de tus Brazos a través de la noche feliz, pero tú me dejarías ahí, ¿verdad?, porque sólo ahí pido estar– Digo yo, si sintiera el anhelo más cerca –que, en nuestro querido pasado, quizás no resistiría bendecirlo, aunque debiera, porque sería lo justo

La “Escala” es de Dios –mi Dulce Amor– por tu bien – no el mío– no te dejaré cruzar –aunque es toda tuya, y cuando llegue el momento levantaré las Barras, y te recostaré en el Musgo – Tú me enseñaste la palabra.

Espero que no sea de otra guisa cuando mis dedos la conformen. Es Angustia que hace tiempo te oculto de permitir que me dejes, hambrienta, pero tú pides la Corteza y eso condenaría al Pan.

Esa Flor no frecuentada

A Ti embellecería – (lo mereces) [hoja cortada]

He estado leyendo un pequeño Libro –como me rompió el Corazón, quiero que te lo rompa a ti – ¿Lo creerías justo? Lo he leído con frecuencia, aunque no había vuelto a él desde que te amo –creo que eso marca una diferencia –marca una diferencia de todo lo demás. Hasta el silbido de un Chico que pasa de Noche ya tarde, o el tono Bajo [¿?] de un Ave – [hoja cortada] …Satanás” –si bien lo que yo no he escuchado es la dulce mayoría – la Biblia dice muy traviesamente que “el Hombre que va pasando, aunque no es un Insensato– no necesita errar ahí”; ¿y qué hay de la Mujer “que va pasando”? Pregúntaselo a tus vibrantes Escrituras.

Tal vez te sorprenda que hable de Dios –lo conozco poco, pero a muchas Mentes sin guía Cupido les enseñó a Jehová –que la Brujería es más sabia que nosotros–

A Otis P. Lord

circa 1878

El martes es un Día profundamente deprimente – no ha pasado suficiente tiempo desde tu querida nota para que el embrión de otra se forme, y sin embargo cuántos vuelos muestra la Distancia – y entonces perezco suavemente y desdeño a las Aves (primavera) y desdeño al Sol –con malicia patética (abatida)– pero cuando el Sol comience a dar vuelta a la esquina el Jueves por la noche –todo se refrescará– la suave elevación crecerá hasta que, al llegar el Domingo por la noche, toda mi Vida (Mejilla) será Fiebre de cercanía a tus dichosas palabras – (ondulantes palabras)

A Otis P. Lord

30 de abril de 1882

Sus pequeños “Juguetes” estuvieron muy enfermos toda la Semana que acaba de concluir, y a menos que el dulce Papá los pusiera a buen resguardo, no lo podían creer – si bien tenían la virtud de hacer que la débil Mamá no se quedara dormida, y pudiera soñar con Papá despierto – una inocencia cariñosa.

Escribirte, sin saber dónde te encuentras, es un placer inconcluso –Más dulce desde luego que no escribir, porque tiene un Motivo errabundo, del cual tú eres el blanco –pero lejos de la algarabía que te caracteriza, y de los momentos que hemos conocido– tengo la fuerte suposición de que los momentos que no hemos conocido te resultan más tiernos. De su pesarosa Dulzura sólo tú eres el juez, pero los momentos que disfrutamos fueron muy buenos –fueron bastante alegres.

Qué dulce saber de Mañana en Mañana lo que pensaste y dijiste –el Republican nos lo dijo –aunque el que los delincuentes pudieran verte, y nosotros no, parecía un fraude asombroso. Me preocupaban tus dulces Pulmones en ese concurrido Aire, el Periódico hablaba de “Tropeles” –Nos pareció muy divertido que no creyeras que la “tos” de un miembro del Jurado fuera pulmonar, y cuando estabas esperando en tu hotel el Veredicto Kidder, y el Jurado decidió irse a dormir, yo lo consideré el más amable de los Jurados que jamás hubieran existido. Supongo que estarás “en Casa”, aunque mi Corazón rechaza la sugerencia, esperando toda –ausencia– menos ella misma.

Me dicen que sólo han pasado un par de Domingos desde que partiste de mi lado. Siento como si fueran muchos años. Hoy es el último día de abril –ha sido un mes lleno de significado para mí. He estado en tu Regazo. Mi Filadelfia [Charles Wadsworth] ha partido de esta Tierra, y Ralph Waldo Emerson –cuyo nombre el Estudiante de Leyes de mi Padre me enseñó, ha tocado la Fuente secreta. ¿En qué Tierra estamos?

El cielo, hace uno o dos Domingos –aunque eso también haya cesado–

La trascendencia está madurando. Espero que todo tenga firmeza. ¿Podríamos rendirnos ambos ante las inexpugnables oportunidades hasta que nos hayamos encontrado una vez más?

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9786073041966
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