Kitabı oku: «21 gramos del alma»
ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR
PREÁMBULO
PRÓLOGO PRIMERO
PRÓLOGO SEGUNDO
21 GRAMOS DEL ALMA
AGRADECIMIENTOS
CADA DÍA AMANECE
CRÉDITOS
AUTOR
PREÁMBULO
Recuerdo perfectamente el día que te fuiste, Eva. Estaba trabajando sobre mi Tesis Doctoral. Llegó un correo electrónico comunicando que nos habías dejado. No lo dudé un momento. Le dije que me iba, que quería despedirme de ti. Él, que me conocía más que nadie, no trato de argumentar que quizá no tenía mucho sentido recorrer los 150 km que nos separaban. Sabía que iría dijera lo que dijera. No era una decisión. Era un impulso que ahora entiendo que nos conectaba de alguna manera. Quizá el inicio de lo que años más tarde supondría una unión trascendental que va más allá de las dimensiones, que nuestra limitada capacidad, entiende que existen.
Recuerdo al llegar que se respiraba una extraña paz. Y cuando ví a Quique supe que esa paz era la que él transmitía, la que tú le habías dejado. Allí estaba, consolando a todo el mundo. Sonriendo, sí, sonriendo. Claro, él ya intuía que no te habías ido del todo. Es curioso, pero lo que no consigo recordar es cómo ni cuando le abracé, ni lo que le dije, ni siquiera lo que sentí. Sí que tengo muy presente cuando me senté y lo vi abrazando a su hija mayor. Y te confieso que lo miré con admiración. En ese momento sabía, intuía, que muy pronto me tocaría a mí estar ocupando ese lugar. Y yo no sería capaz de hacerlo tan bien.
Recuerdo un tiempo después, cuando algo empezó a cambiar en la forma en que nos mirábamos, en la que hablábamos, las reuniones de la tesis se convirtieron en momentos especiales, que dieron paso a encuentros en restaurantes, a tomarnos algo después. Y me acabé enamorando del que había sido mi profesor, mi amigo. Y no entendía cómo no lo había “visto” antes de esa forma. Era todo. Era él.
Recuerdo la desolación de ir siendo testigo silencioso de una historia de amor que quería que fuera mía. Ver desde la barrera cada foto, cada momento compartido fue doloroso. Y no podía entenderlo. Era un duelo, otro duelo. Diría que incluso más doloroso, aunque sea difícil de entender.
Pero un día soñé contigo. Estabas al lado de Rafa, y me entregabas un corazón. Supe que era una señal. Era tu forma de decirme “paciencia”.
Y tuvo que irse tu hermana para que juntas recolocarais las piezas. Y la llamada de pésame se convirtiera en un reencuentro, en una invitación a la presentación de Más allá de esta vida. La senda estaba iniciada y en ese punto estaba decidida mi entrada. El paso a escena.
Y a partir de ahí, ya lo sabes: magia. Mucha magia. Un universo completo. La magia del amor aquí y allí, la magia que todo lo trasciende, que crea realidades espectaculares, que hace que la vida sea chula, muy chula, cada día que amanece.
Más allá de esta vida resultó ser la historia de ese amor que tuve que vivir como espectadora desde un papel que nadie más que yo veía. Leer cada letra de esa obra me trasportaba de nuevo al dolor de saber que mientras esas situaciones se habían dado yo también estaba sufriendo. Al terminar de leerlo, lo entendí. Ese dolor no era amor. El amor no duele aunque no esté con nosotros, el amor es más. Está más allá de todo.
Y luego vino Magia más allá de esta vida, donde están mis hijos, mi amiga Inma, tú y un ángel que no supimos hasta después que era Rafa. Y es que me imagino a los dos, a ti y a él, divertidos viendo lo que pasa aquí abajo, cómo a veces torpes no captamos señales, cómo otras veces una brisa de viento, una ducha que se abre, un arco iris, nos permite volver a conectar con vosotros.
Y cierra la trilogía “21 gramos”, lo que no quiero que pase. No sé si será tal cual le has dictado, algo me dice que sí. Y tiemblo de pensarlo pero también con el convencimiento que todo lo que hemos vivido nos permite pensar que lo que esté por venir, será provisional y que nos reencontraremos otra vez, todos. Y que el amor estará presente como lo ha estado hasta ahora, jugando con nuestras almas, envolviéndolas para que podamos saber el sentido de la vida.
Qué bien lo has hecho: tres obras, tres momentos: pasado, presente y futuro.
Todos los días te doy las gracias porque sé que este hueco lo ocupo gracias a ti. Me diste el regalo de ver en primera línea como Quique recibe tus palabras y las transforma en obras de teatro, como una especie de éxtasis hace que fluyan las tramas. Me dejaste el regalo de estar cerca de ellos, de vivir donde vivo, de vivir lo que vivo. Tú me has mandado y sabes que no te defraudaré. Lo cuidaré, lo amaré cada día. Gracias por crear estas tres obras. Gracias por crear un Universo. Gracias más allá de esta vida.
Ana Peinado
PRÓLOGO PRIMERO
Tengo varias preguntas.
Cuando una persona muere, ¿a dónde se va todo ese amor que teníamos guardado para ella? ¿Qué pasa con todas las sonrisas, con todos los abrazos, con todos los besos que íbamos a regalarle? ¿Y con los momentos que íbamos a compartir? ¿Qué pasa con ellos? ¿A dónde se van?
¿Qué pasa si ahora no me parece bien que se haya ido? ¿Qué pasa si quiero que vuelva porque la echo de menos? ¿Qué pasa si estoy tan triste que siento que se me rompe el corazón cada vez que pienso en ella? ¿Qué pasa si se me olvida su voz o no me acuerdo de cuál era su olor?
¿Qué pasa si mañana encuentro el amor justo cuando pensaba que todo había terminado? ¿Qué pasa si soy feliz? ¿Qué pasa si sonrío? ¿Qué pasa si, por un momento, siento que todo vuelve a estar bien de nuevo? ¿Qué pasa si soy egoísta y no me siento culpable por ello? ¿Qué pasa si me quiero ir?
Una vez leí que una persona creó su propio archipiélago de personas. ¿Sabes para qué? Ella dijo que no quería vivir en un mundo donde las mentiras estuviesen a la orden del día y la falsedad se llevase por bandera. Ella, quería tener la posibilidad de vivir en un lugar donde nunca, nunca, se le mintiese.
Pero yo creo que va más allá, ¿sabes? Me refiero: puedes encontrar miles de situaciones y de lugares donde la gente no mienta. E, incluso, muchas veces, somos nosotros quienes luchamos por conseguir esas mentiras. Tú, mejor que nadie, sabes que a veces decir la verdad duele tanto… Como no queremos hacer daño, hacernos daño, mentimos. Necesitamos mantener nuestro corazón y el de aquellos a quienes queremos intacto y, por ahora, esa es la única manera que tenemos de salvarlo. Por eso creo que la idea de construir un archipiélago de personas va más allá. Creo que ella no se refería solamente a que le dijesen siempre la verdad. Ella quería formar un equipo. Quería contar con personas que fuesen su suelo firme cuando todo lo de alrededor se viene abajo. Quería saber, que pasase lo que pasase, ellos estarían ahí, que podría mirarles a los ojos y sentir que también, eso pasaría.
Yo creo que quizá le pasó un poco como a mí, que un día perdió a alguien. Así, de la noche a la mañana sin poder pelear porque se quedase, y sintió que las preguntas no hacían más que acumularse en su cabeza. Y se asustó porque pensó que estaba mal. Que no estaba llegando a la altura. Que estaba defraudando a alguien. Y se asustó porque, ¿sabes qué? Por muy fuerte que nos sintamos, por muy invencibles que creamos que somos los seres humanos, por muy extraordinarios que seamos, solo nos hace falta perder el abrazo de la persona a la que queremos para que todo nuestro mundo se derrumbe y necesitemos, como sea, encontrar suelo firme.
Por eso pienso que creó su archipiélago de sinceridad.
Y me he dado cuenta que yo ya lo he encontrado. Que cuando te fuiste, y no pude pelear por que te quedases, sin saberlo, lo creé. Porque necesité suelo firme. Y, la verdad, es que lo encontré. Pero hoy me he dado cuenta que nunca os pregunté si queríais formar parte de ese archipiélago.
Y quiero que ambos forméis parte de él. ¿Se lo preguntas mañana y me decís que os parece la idea?
Ahora me tengo que ir. Javi me está llamando y ya sabes como es. Es igualito a papá y para ellos un «ven» significa que ya estás llegando tarde.
Por cierto, se me olvidaba. ¿Tú has leído el libro de papá? Yo creo que te va a gustar. No tengo duda alguna de que él aprendió a ser magia contigo, y este libro, al igual que él, lo es.
Mañana hablamos y me dices qué piensas de todo esto, ¿vale?
Te quiero con locura.
Con amor,
Eva
PRÓLOGO SEGUNDO
Escribir algo para alguien especial es una tarea complicada. No por no saber qué escribir, sino por dejar en claro lo que le quieres decir. Me encomendaron un prólogo y yo le escribiré una carta.
Siempre recuerdo que nadie muere hasta que no se olvida, y normalmente esto se le atribuye a personas famosas. No sé si Enrique será famoso o no. Ni tampoco sé si está tratando de dejar una huella en el mundo. Pero, amigo, te diré algo: dejas un poco de ti en todas aquellas vidas que tuvieron el placer de entrelazarse con la tuya, incluso solo por un efímero momento.
No me ceñiré a escribir lo típico que todos escribís, o escribiríais, si se os pidiera hacer un prólogo. Os dan la oportunidad para decirle y hacerle saber todo lo que pensáis o sentís acerca de él. Perdonad, pero yo no desecharé este momento.
Me enseñaron a jugar la partida tal cual venía. Después, aprendí a destrozar el juego, bien por quemarlo, bien porque no me parecía justo. Aun así, se juega. La muerte y el dolor es algo que nunca podrás cambiar, y esto bien lo sabe Enrique.
¿Quién soy? No lo sé. Ayúdame. Sigue escribiendo y ayúdame. Déjame entrar en ese mundo mágico, de amor y dolor donde quiero desfallecer y no sentir. O sentir de más. Déjame, déjame llorar a tu lado. O simplemente junto a tus letras, tus escritos. ¿Podrás hacerlo?
¿Sabéis? Esto que ha empezado ahora ya había comenzado hace ya algún tiempo. ¿Eso de publicar? Eso, sí, pero, ¿lo de sentir como un condenado y de vez en cuando expresarlo en escritos? Puf... Demasiado tiempo hace ya.
Nunca podré expresarlo. Expresar el inmenso agradecimiento a sus jodidas letras, sus poemas, sus novelas, obras de teatro... Sus jodidas y malditas palabras. Disculpad por excederme, pero hay palabras que cortan más profundo que cualquier cuchillo.
Fui educado, como dice la película, para sacarle el meollo a la vida: heredé el don y la agonía de llorar en folios y sonreírle a un lápiz. Pero no lo cambio. No quiero cambiar quienes me educaron. Ojalá, algún día, lea alguno de mis más profundos escritos. Ojalá, algún día la gente valore tus obras como yo lo hago con 21 gramos, o la que sea.
No sabrá nunca lo mucho que lo he necesitado, ni lo mucho que los echo de menos.
Hasta luego,
Javi.
Pd: yo nunca digo adiós. Te quiero, Enrique, te amo.
ACTO ÚNICO
ESCENA PRIMERA
Eva está apoyada en una baranda de madera. Desde ese lugar se aprecia el lago, rodeado de un bosque denso, cubierto todo por el cielo plomizo que permanentemente predomina en la zona. Su expresión es dura, deja la mirada como perdida en el horizonte. Es donde se encuentran las almas atormentadas, y aunque no es su caso, a veces sí necesita dejar que sus sentimientos se muestren tal como los siente, aunque no sean los más oportunos para desarrollar su misión.
Ángel: Duro tránsito, ¿cierto? (Pregunta mientras continúa ordenando la habitación).
Quique: No sabría decirle. Estoy algo confuso. No sé dónde me encuentro. ¿Trabaja aquí?
Ángel: Realmente me encargo de otra sección, pero una amiga me ha pedido que lo atienda yo.
Quique: ¿En qué me ha de atender? (Pregunta aún aturdido, contemplando la habitación en su conjunto).
Ángel: (Algo indeciso). Bueno, en hacerle más fácil su llegada a este lugar. En ayudarle a hacer el primer contacto antes de iniciar sus tareas (duda un instante), aunque habrá tiempo de hablar de eso.
Quique: Fíjese que sigo abrumado. Es como si hubiese hecho un viaje muy largo y el cansancio me hubiera dejado aturdido.
Ángel: Ese aturdimiento es muy habitual. Efectivamente, es como un viaje largo, ¿y usted, se siente como si no le quedaran fuerzas? (Se detiene cerca de algo parecido a una cama). Y, sin embargo, se encuentra sereno, feliz ¿cierto?
Quique: (Lo mira de manera intensa). Sí, lo ha descrito perfectamente. Me ha dicho varias cosas y ahora mismo…
Ángel: Mi recomendación es que no intente comprender todo en este instante. Es preferible que deje fluir los acontecimientos. Verá como después todo le resulta mucho más fácil.
Quique: (Levantándose de la silla y dando pequeños pasos por la habitación). Antes mencionó algo acerca de unas tareas, que tendría que encargarme de no sé muy bien qué.
Ángel: No se preocupe ahora por ellas. Le habrán dicho que vendrá alguien a hablar con usted, ¿verdad?
Quique: Sí (duda un instante). No sé quién, pero sí. Me dijo que vendría una persona para informarme de cuál sería el proceso a seguir (hace una pausa). ¿El proceso? ¿De qué proceso me estaría hablando? Cada vez estoy más aturdido. Por cierto, disculpe, no me he presentado, yo soy…
Ángel: Quique (sonríe). Sí, me han dicho su nombre. Yo soy Ángel (le estrecha la mano). Encantado.
Quique: ¿Es usted la persona que debía esperar?
Ángel: No. De hecho, siéntese y aguarde un momento, voy a ver si ha venido ya.
(Quique se sienta y Ángel sale por una puerta que da paso a un lugar completamente diferente. Se trata de una pradera llena de luz, con el color verde unido al azul de un cielo celeste. Hay un banco y en él una mujer de edad indeterminada, viste traje de chaqueta blanco. Observa cómo Ángel se aproxima).
Eva: ¿Ya?
Ángel: Lo que se dice preparado no está, pero o hablas con él o yo no sé muy bien qué debo decirle. Entre las tareas de las que no le he hablado, el proceso que le han dicho y que no sabe a qué se refiere, y que no sabe dónde está… (hace una pausa para mirarla). Ayúdame.
Eva: (Sonríe). Aunque tengas dudas, tu manera de responder a sus preguntas te aseguro que le ayuda en el proceso de tránsito. ¿Ya no recuerdas cuando tú llegaste?
Ángel: ¿Me sentía tan torpe como él?
Eva: (Sonríe con más intensidad). Mucho más.
Ángel: ¡Vaya! parece que no mejoro con el paso del tiempo (hace una pausa). ¿Te encuentras bien?
Eva: Sí (le acaricia la mano). Siéntate un instante conmigo.
Ángel: (Sentándose en el banco). Dime (la observa con dulzura).
Eva: No soy capaz de decirte cómo me siento. No encuentro palabras. Solo puedo decirte que han sido demasiados años esperando. Y es curioso porque sabiendo perfectamente qué hablar con él, me resulta muy extraño saber que está aquí.
Ángel: No tengo tanta experiencia como tú, pero se me hace muy difícil creer que nos podemos acostumbrar a este momento.
Eva: Pero es lo que tenemos que hacer. Es la mejor manera de mostrarles el amor que sentimos hacia ellos.
Ángel: No sé si yo seré capaz (entristece su mirada).
Eva: (Acercándose a él). Lo harás muy bien, Ángel. No tengas la menor duda. Cuando llegue…
Ángel: Cuándo ella llegue serán tantos los sentimientos que se cruzarán que quizás no esté preparado.
Eva: Te aseguro que lo estarás, simplemente sentirás que es una situación extraña, pero sabrás cómo afrontarla. Por ella (sonríe).
Ángel: Ya, sé que es así, pero ahora que estoy viviendo la situación contigo verdaderamente me resulta muy extraño.
Eva: No te preocupes (le acaricia la mejilla).
Ángel: Gracias.
Eva: Y si te parece bien dile que entre, o ¿piensas dejarlo en la habitación cada vez más aturdido? (Ríe).
ESCENA II
Eva sigue en el banco, sentada, contemplando cómo se va acercando Quique, reflexionando sobre ese momento absolutamente mágico. Éste, todavía abrumado por las sensaciones vividas, no se ha dado cuenta de quién le espera, hasta que estando muy cerca…
Quique: ¡Eva! (Grita emocionado al verla).
Eva: (Recibiéndolo en sus brazos). ¡Tanto tiempo! (Se queda en ese abrazo que pareciera eterno).
Quique: (Sin dejar de abrazarla, se distancia un poco para poder contemplarla). Ni un solo día dejé de hablar contigo, ni un solo día dejé de echarte de menos, ni un solo día dejé de pensar en este momento (hace una pausa, está muy emocionado). Ahora todo volverá a tener sentido. No puedo creerme que… Ahora lo entiendo.
Eva: ¿Todavía aturdido? (le indica que se siente a su lado, en el banco). Ha sido un largo viaje.
Quique: Sí, fue todo tan extraño... no sabía dónde me encontraba, me encontré con ese señor que arreglaba la habitación y de repente (la mira intensamente), tú (sonríe).
Eva: Y, ahora, ya estás aquí. Has podido comprobar que no te engañé (sonríe). Te dije que aquí serías muy bien recibido. Y el lugar, como puedes observar, es ideal para hablar y tratar cualquier asunto que sea necesario para que tú estés bien.
Quique: Pero háblame de ti, Eva. Necesito saber tantas cosas que no sé por dónde empezar. Todo este tiempo te hablé de mis inquietudes, de nuestros hijos y…
Eva: Aquí es diferente (sonríe acariciándole la mejilla). Iremos hablando de todo, pero ahora lo importante es que tú te ubiques adecuadamente, con serenidad, comprendiendo todo lo que ha de suceder. Lo primero, ¿cómo te sientes?, ¿todo quedó bien cerrado?
Quique: Sí (queda pensativo). Imagino que te refieres a Paula. Me marchaba y necesitaba cerrar nuestra historia de amor. Gracias por soportarme tantas veces hablando de ella.
Eva: (Sonriendo). No tienes que darme las gracias. Entendía que era lo que necesitabas, y sabes que yo siempre hubiera estado ahí (hace una pausa). Y entonces te despediste de ella (deja un instante cargado de silencio), ¡a través de una carta!
Quique: Lo hablé contigo, recuerda. No me atreví a decirle que debía marcharme, no era capaz de hacerle daño mirándola a los ojos, y preferí hacerlo dejando mis palabras sobre un papel en el que transmitiera que mi amor había sido sincero, bello y eterno (hace una pausa), como el sentido hacia ti y…
Eva: Hacia Ana (sonríe).
Quique: Sí Eva, sabes que después de terminar la relación con Paula, la única persona que fue capaz de devolverme a la senda del amor fue Ana. Hasta el último suspiro de mi existencia.
Eva: La senda de amor que construiste con Ana se cruzó con el Universo Más allá de esta vida y creasteis situaciones maravillosas. Los libros, los talleres, todo se hizo con tanto amor.
Quique: Lo hicimos con vuestra ayuda. Desde luego fue algo impresionante. Ana mostró todo el amor que era capaz de darme en un momento muy complejo. En una situación en la que solo las personas que son especiales pueden regalarte esos sentimientos.
Eva: ¿Te refieres a la última vez que se encontró contigo?
Quique: No Eva, me refiero al hecho de que siguiera enamorada de mi durante el tiempo en el que yo procuraba entender ese otro amor que viví con Paula. Cuando ella tenía que sufrir, sin comprender, cómo podía seguir con Paula y, sin embargo, Ana verse obligada a optar por abandonarme deseando acercarse a mí, sin que yo la dejara.
Eva: En alguna ocasión te he dicho que tú eres amor y, en consecuencia, es lógico que todo él sea un reflejo enorme en el que la persona que te ame se vea reflejada, viviendo la felicidad de estar junto a ti. Nunca olvides que Ana sintió ese amor contigo.
Quique: O el dolor de no estarlo (su expresión se endurece). Ana sufrió mucho esta otra perspectiva del reflejo.
Eva: Pero todo siguió su curso y habéis sido muy felices hasta que tuviste que marchar.
Quique: Sí, eso es cierto. Por eso te decía que sí creo que todo quedó bien cerrado antes de venir aquí, contigo.
Eva: (Cambiando el sentido de la conversación). ¿Qué te parece este lugar? ¿Lo imaginabas así?
Quique: Sí, cada vez que hablaba contigo dibujaba en mi mente este sitio, estos colores. Es el paraíso. Pero, ¿y el resto de…? (Duda, sin saber cómo continuar).
Eva: De almas, Quique (sonríe). Cada alma está en su quehacer. Ayudando, contemplando, encargando tareas, recibiendo a nuevas almas… Están en diferentes asuntos.
Quique: ¿Todas las almas tienen tareas que realizar?
Eva: Claro, la vida continúa y…
Quique: ¿La vida continúa?
Eva: La muerte simplemente es el final de una etapa y la puerta de tránsito hacia esta otra, en la que nos encontramos tú y yo ahora. Sí, Quique, la vida continúa y nosotros somos los elementos encargados de que la conexión entre ambas dimensiones siga estando bien.
(Quique, reflexivo, se levanta del banco camina en torno a él, observa a Eva, disfruta del brillo de su mirada).
Quique: ¿Cuál es tu tarea?
Eva: Esperar a que llegaras, y una vez aquí ayudarte a que te acostumbres a este entorno, que lo conozcas bien, para entonces encargarte el trabajo que te corresponde.
Quique: Bueno, tú dirás (sonríe).
Eva: No tengas prisa, prefiero que antes paseemos y veas un lugar que me gusta especialmente, y que te facilitará comprender mejor todo lo que acontecerá a partir de ahora.
ESCENA III
Eva y Quique han paseado por la maravillosa pradera, hasta llegar a un lugar de una belleza extraordinaria. Un lago en mitad de un pequeño bosque. Es muy diferente al lugar donde se encontraron. En este predominan los grandes árboles, el azul marino de las aguas serenas del lago y el sonido de la tranquilidad.
Eva: (Apoyada en un mirador de piedra en la orilla del lago). ¿Recuerdas el experimento de los 21 gramos?
Quique: Claro, aquellos 21 gramos que desaparecían del cuerpo de la persona en el instante preciso de su fallecimiento, y que tanta controversia creó en el mundo científico.
Eva: Aquel investigador fue muy intuitivo. Supo acercarse a la esencia de nuestra realidad una vez se inicia el tránsito. Pero hay más (su mirada es desafiante). Hay tanto que comprender una vez aquí que lo más importante es que intentes cuanto antes vivir todo con la máxima serenidad.
Quique: ¿A qué te refieres con vivirlo con serenidad?
Eva: Todo ha de fluir desde la tranquilidad de saber que lo previsto e imprevisto no existe, simplemente las situaciones se suceden, como deben ocurrir, y nosotros procuramos el engranaje perfecto en esa sucesión de vida que va dándose.
Quique: Creo que ya nada me va a sorprender especialmente (ríe). Fuiste tan especial entonces (hace una pausa), y lo eres tanto ahora.
Eva: (Le acaricia su mejilla). Si supieras la de veces que he estado cerca de ti y he tenido que ser una brisa de aire la que recorriera tu cuerpo en lugar de mis manos, o el sonido que llegaba a tu mente y que no eras capaz de identificar (se emociona).
Quique: Eva…
Eva: Que sea un alma con experiencia no evita que algo parecido a la melancolía se acomode en mí, y tenga que trabajar para que siga su camino y no se quede demasiado tiempo.
Quique: (Observando la impresionante belleza del lugar). Corrijo lo dicho, creo que seguiré de sorpresa en sorpresa (sonríe).
Eva: Bueno, sigamos mejor hablando de los 21 gramos (recompone su estado emocional). Esos 21 gramos, que pesa exactamente nuestra alma, son los que llegan a este lugar. Concretamente a este lago maravilloso que estás contemplando. Una vez depurados de la potencial toxicidad que puedan arrastrar de la otra vida se transforman en la imagen que observas (lo mira con intensidad). Que estás viendo en este momento.
Quique: ¿Pesas 21 gramos nada más?
Eva: Exactamente 21, sí.
Quique: ¡Pero tu cuerpo!
Eva: La realidad de este cuerpo es por necesidad. Lo necesitamos para realizar mejor nuestras tareas aquí. Si adoptáramos nuestra verdadera presencia se complicaría algo, por ejemplo, esta comunicación que estamos teniendo.
Quique: ¡Vaya!
Eva: Adquiriendo esta realidad nos resulta más fácil, por ejemplo, sintonizar con la persona que aún sigue en la otra vida. Podría crearse una situación compleja de comprender por parte de ellos y, probablemente, algunos que se muestran reacios al principio mostrarían más reticencias.
Quique: ¿Sintonizar? (Pregunta abrumado por la información que está recibiendo).
Eva: (Sonriendo). Habrás podido comprobar que cuando nos marchamos, nuestros seres queridos necesitan seguir en contacto con nosotros (hace una pausa). Desean estar con nosotros. De ahí, la necesidad de tener un medio con el que poder comunicarnos con ellos. Esta transformación lo hace todo más sencillo, porque tampoco es fácil establecer ese canal de comunicación que facilite cumplir con su deseo.
Quique: Sin embargo, hay algo que no comprendo.
Eva: Dime (mantiene la dulzura eterna de su mirada).
Quique: Yo solo me comunicaba contigo (mira hacia el horizonte y continúa). Con nadie más.
Eva: Nosotros solo podemos sintonizar con aquellos de los que quedaron, esperando que realmente quieran comunicarse, y además abran su mente para poder llegar a ellos.
Quique: Siempre quieren.
Eva: No, a veces desean disminuir su pena y simplemente verbalizan en voz alta deseos, temores, rabia… En muchas ocasiones, lamentablemente, se quedan en esas emociones tan devastadoras y entonces nosotros no tenemos posibilidad de entrar en conexión.
Quique: Yo también lo he hecho (se muestra serio). Y, sin embargo, sí hemos podido comunicarnos.
Eva: No, tú incluías esas emociones en nuestras conversaciones, porque tu sabías que yo estaba ahí, y abrías tu mente de una manera extraordinaria (hace una pausa). No fue así de fácil con nuestros hijos, por ejemplo, ni con muchas otras personas.
Quique: ¿Qué quieres decir con eso?
Eva: Javi y Eva lo intentaron desde la rabia, el dolor, la frustración, y así sintonizar resulta imposible. Fue esa la razón por la que iniciamos el Universo Más allá de esta vida, con aquel maravilloso libro que escribiste. Sabíamos que así podíamos llegar a ellos.
Quique: ¡Más allá de esta vida!
Eva: Enviarte a un ángel e iniciar el camino de aquella obra fue el principio para que todo a tu alrededor cambiara. Y de hecho tú percibías que tanto Javi como Eva iban modificando sus sentimientos.
Quique: ¿Todo estaba previsto?
Eva: Sí.
Quique: Fue muy bonito, pero hubo momentos de excesivo sufrimiento para algunas personas cercanas que se vieron alejadas de mí.
Eva: Ya, lo sé, pero no se puede hacer de otra forma.
Quique: Me sigue pareciendo tan increíble.
Eva: Lo sé, aún recuerdo cuando llegué y me costó mucho tiempo comprender todo lo que ahora te transmito, pero todo tenía que suceder así.
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