Kitabı oku: «Julito Cabello y las salchipapas mágicas», sayfa 2

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●6
Y ESE SÁBADOF

MI PAPÁ TOSIÓ EL SÁBADO como si hubiera comido una tortilla de bomba lacrimógena. (Metáfora, y fome).

Cof para allá, cof para acá. Y ninguna palabra. Solo cof.

Mi mamá andaba frenética. Esto significa que quería parecer tranquila, pero no le salía ni de casualidad. Por ejemplo, se puso a ordenar los juguetes de Beltrán.

—Beltrán, ¿qué es esto?

—Un pedazo de robot.

—¿Y sirve para algo?

—Sí, para ganarle a un pedazo de dinosaurio.

—¿Lo puedo botar?

—¿Por qué?

—Para ordenar. Tienes un montón de pedazos de juguetes y podríamos dejar solo los que están completos.

—No, mamita linda preciosa.

—¿No puedo botar ninguno?

—Es que ninguno está entero, mamá linda bella bonita de mi corazón. Son todos así.

Cabro chico extorsionador.

—¿Ni siquiera este oso sin relleno y con un solo ojo?

—Ese es el fantasma de un oso feroz ninja, mamá.

—¿Y este brazo con una espada?

—Sirve para el ataque volador antimarcianos. Es un arma secreta.

—¿Y este avión sin alas?

—Es el transporte silencioso que no ven los radares.

—¿Y este chupete?

—Ah, ese es de la María. Bótalo no más.

Y mi mamá, que solo quería tranquilizarse, separó, dejó todos los pedazos de juguetes antiguos y se fue a ver a la María con el chupete en la mano.

Parece que su limpieza terapéutica no le resultó.

Pobrecita.

Parece que la mugre es más relajante. ¡Ja!


●7
DOMINGOF

EL DOMINGO no fue mejor. Como mi papá andaba como zombi (con tos) y mi mamá estaba haciendo limpieza profunda de los baños (para tranquilizarse, jura), Beltrán estaba más loco que nunca.

Se fue al living y puso el equipo a todo volumen, apretó play y se escuchó “Pobre vaquita loca”. Puso cara de asco, sacó el disco, lo tiró por la ventana (eso pasa cuando no hay padres poniendo orden) y se puso a buscar en la radio.

Hasta que encontró rock. Y no cualquier rock. Era el rock más pesado que se puedan imaginar. Rage Against the Machine. ¡Uf!

Casi se despeinó con el sonido y luego se puso a tocar una guitarra imaginaria (eléctrica, no de palo).

—Julito, esto es rock. Soy un pato rockero, mira.

Y se puso a tocar la guitarra imaginaria con los dientes.

Se pasó. ¿Dónde vio eso? ¿En mini-YouTube?

Y estaba en la mitad de su pato-concierto, cuando entró nuestro papá, se acercó al equipo y no lo apagó. Lo desenchufó. Y fue como si hubiera desenchufado a Beltrán también, que se quedó como estatua (mascando su guitarra imaginaria).

Entonces, mi papá nos miró a los dos, con cara de loco (ojos como de pescado) y nos dijo:

—Niños, tendremos que apretarnos los cinturones.

Y se fue.

¡Plop!

¿Qué significará eso? ¿Que se nos caen los pantalones y se nos ven los calzoncillos o algo peor, ah?

No entiendo.

Por ahora.

●8
Y ESE LUNEF

NO SÉ QUÉ SONABA MÁS: si el despertador o mi papá.

COF-RING-COF-RING.

Cuando estábamos tomando desayuno con Beltrán, mis dos papás no hablaban. Solo salía una tos de vez en cuando, hasta que llegó el transporte escolar.

Dijimos “chao” con Beltrán, y nos fuimos.

Qué misterio, ¿no?

Ese día en el colegio no fue como para recordarlo. Tuve clases, tuve recreo, tuve clases. Vi a Beltrán en el patio, cuando estaba masticando una hoja de un árbol (era hámster de nuevo). Entonces hablé con Aarón, mi mejor amigo, y esta vez en vivo y en directo, para contarle lo que estaba pasando con mi papá.

—Preocúpate, hum.

—¿Por qué?

—Porque “apretarse los cinturones” significa, en lenguaje antiguo, que no hay plata. Que van a adelgazar por falta de comida.

—¿Eso significa que mi papá va a renunciar?

—¿Te queda alguna duda?

¡Uf!

La vida se pondrá difícil en la casa de los Cabello, parece.

¿Tendremos que comprar de ese papel de baño barato, el que hay en el colegio, ese que parece papel de lija?

De puro pensarlo, ya me dolió. Me dolió el alma (no sean mal pensados).


●9
EL DÍA DEL CINTURÓN

ESA TARDE, tres días después de “el” día, cuando mi mamá nos estaba dando la comida, nuestra casa estaba en silencio absoluto. Solo se escuchaba a Beltrán chupando sus tallarines.

¡Slurp!

Hasta que mi papá entró, en silencio también.

Y levantó la cabeza. Y habló.

¡Slurp!

—Bueno —señaló después del chupeteo de Beltrán—, familia, tengo algo importante que contarles. Me acabo de quedar sin trabajo.

—¿Te pusiste flojo, papá? —dijo Beltrán, tan atinado.

—No, hijo. Al nuevo director del diario no le gustan mis críticas. Y no estoy dispuesto a cambiarlas, por lo que me pidió la renuncia. Desde el día de hoy, ya no soy más crítico de restaurantes.

¡Slurp!

—Por eso tendremos que empezar a ahorrar, hasta que encuentre un nuevo trabajo.

¡Slurp!

—Les pido que apaguen las luces, que se duchen corto y que no desperdicien la comida. Tenemos que cuidar cada peso a partir de ahora.

¡Slurp!

—Por ejemplo, dejaremos de tener televisión por cable e internet.

¿Slurp?

Ahora entendí lo de apretarse el cinturón.

¡Uf! Se me fue hasta el aire. Quedé desinfladito.

De más que ahora necesito cinturón.

●10
LLUVIA DE IDEAS

ESA SEMANA fue realmente extraña (más aún).

Rara.

Mi papá se paseaba en pijama por la casa, mientras mi mamá iba a trabajar a su revista. Había conseguido escribir más para recibir más monedas, por lo que decía “chaíto” en la mañana y llegaba bien tarde, con una cara de súper agotada.

Mientras tanto, mi papá ordenaba y cocinaba hasta que nos íbamos al colegio. Y cuando no estábamos, lo visitaban sus amigos jurásicos para ver cómo estaba con la falta de pega y para tener unas reuniones algo climáticas. Mi papá les decía “tormentas de ideas”, y era cosa de ver una pizarra donde, parece, llovían esas ideas de sus amigos.

Por ejemplo, decía “fortalezas”. Y debajo ponían:

—Bueno para comer.

—Cocina decente.

—Tose mucho (broma).

—Escribe entretenido.

—Sabe de restaurantes.

Después decía “debilidades”:

—Tose mucho (no, es broma).

—No le gusta la grasa.

—Cocina con poca sal.

—Es demasiado honesto.

Esto último sí que es raro. ¿Es una desventaja ser “demasiado honesto”?

¿Es tan cruda la verdad?, ¿como un sushi? Pobre papito mío de mí. ¡Snif!

●11
DESPUÉS DE LA TORMENTA

FUERON COMO DOS o tres días con los amigos de mi papá invadiendo la casa. Se comieron todo y se tomaron todos los vinos caros que mi papá tenía como “inversión” (¡ja, ja, ja!).

Hablaban, hablaban, hablaban. Uno le recomendó fundar una universidad de la comida. Otro le dijo que escribiera sus memorias. Uno le señaló que hiciera libros de cocina.

Con Beltrán los veíamos hablar y comer, hablar y tomar, y no se iban nunca.

Mi mamá estaba hecha una furia. Solo hacía grrr (como la pantera del zoológico a las 9 a. m., antes del bistec de desayuno).

Beltrán ponía rock y había que cerrarle la puerta, porque o si no, los viejos no se escuchaban entre ellos. Y, además, la María podía despertarse.

En eso estuvieron, hasta que se terminó el pan, la mantequilla, el jamón, el queso y el vino. Entonces dijeron “chao”, todos al mismo tiempo, y se fueron (se acabaron hasta el papel del baño).

Mi papá quedó lleno de ideas, con la pizarra llena de frases y el refrigerador vacío.

Entonces, mi mamá, suave y cortante (es una pantera), le preguntó:

—¿Alguna idea buena?

—Sí.

—¿Muy buena?

—Sí, mi amor.

—Pero no estás muy convencido.

—Sí, lo estoy, pero es un cambio profundo en nuestras vidas.

¡Glup! ¿Iremos a vivir a una cueva? ¿Daremos la vuelta al mundo en un velero? ¿Iremos a colonizar la Antártica?

—Ya, Julio, dime.

—Poner un restaurante en nuestro garaje.

What?

¿Ponerse del lado del enemigo? ¿Un crítico de comida cocinando?

Mejor me voy a estudiar.

Parece que algún día tendré que ser yo el que mantenga esta casa, creo. Y ser el nuevo Super Mario Cabello.


●12
EL “PAPÁ CRISÁLIDA”

ESA NOCHE, mi papá se encerró en su escritorio. Se puso a estudiar libros de cocina y a navegar por internet.

Estaba planificando su golpe, su profundo cambio de vidaf.

¡Jaf!

Mi mamá se notaba preocupada, pero tenía que mantener la casa en movimiento, con bebé, pato rockero y yo. Nos mandó a la cama bien temprano. Yo creo que para quedarse meditando (y juntando miedo).

Yo, en mi cama, también estaba pensando (a veces lo hago, idiotas, qué creen).

¿Y si poníamos un restaurante chino que se llamara El Wantán con Carne? Podría resultar, porque nunca tienen carne, sino un pedacito de grasa que parece de espinilla o de liposucción de China.

Qué asco.

¿Y si ponemos una parrillada? No creo. Mi mamá, vegetariana, se muere primero. Además que contaminaríamos ene. Y toda esa sangre… ¡aj!

¿Y un restaurante de pizzas? Yo sé hacer pizzas… pero mejor que no. No quiero trabajar y es maltrato infantil. Ni muerto.

¿Y un restaurante vegetariano? Mi mamá, feliz-feliz. Pero mi papá, triste-triste.

Le gusta el pasto, pero nunca tanto.

¿Qué podía ser?

¿La Casa de los Aros de Cebolla?

¿El Rey de la Papa Frita?

¿Burger Cabello?

Me dormí con crujidera de tripas.

¿Cuál será la solución?

¿Poner una marisquería? Mejor que no, porque Beltrán vería cómo cocinan a su jaiba mascota y a su pescado amigo.

Estamos en un verdadero problema.

Y sin postre.

Me cruje la guata. ¿Ya lo había dicho?

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