Kitabı oku: «Más allá de la pareja», sayfa 6

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Una declaración de derechos de las relaciones

En 2003, Franklin publicó una «Declaración de Derechos de las Relaciones Secundarias» en su web en expansión. Rápidamente se convirtió en la página más popular y más controvertida de toda su web. Muchas personas en ese momento se oponían a la idea de que las relaciones secundarias debieran tener derechos en absoluto. Aquí ampliamos la «Declaración de Derechos de las Relaciones Secundarias» a una «Declaración de Derechos de las Relaciones». Para desarrollar esta lista, examinamos otros documentos que definían «derechos», desde documentos de las Naciones Unidas a reglas de organizaciones contra los malos tratos. Creemos que se debe superar un listón bien alto para que algo sea considerado un derecho. Estos son los que pasaron la prueba. Tienes derecho, sin tener que sentir vergüenza o culpa por ello, y sin que te puedan acusar de nada, a:

En todas las relaciones íntimas:

• Estar libre de coerción, violencia e intimidación.

• Elegir el nivel de implicación e intimidad que desees.

• Revocar el consentimiento para todo tipo de intimidad en cualquier momento.

• Que te digan la verdad.

• Decir no a lo que se te pida.

• Tener y expresar puntos de vista diferentes.

• Sentir todas tus emociones.

• Sentir y comunicar tus emociones y necesidades.

• Marcar límites respecto a tus necesidades de privacidad.

• Marcar unos límites claros en las obligaciones que aceptes.

• Buscar un equilibrio entre lo que aportas a la relación y lo que recibes.

• Saber que con quien tienes una relación trabajará contigo para resolver los problemas que surjan.

• Elegir si quieres tener una relación monógama o poliamorosa.

• Crecer y cambiar.

• Cometer errores.

• Terminar la relación.

En las relaciones poliamorosas:

• Decidir cuántas relaciones quieres tener.

• Elegir tus propias relaciones.

• Tener el mismo derecho con cada una de tus relaciones a decidir la forma que va a adoptar tu relación con ella.

• Elegir el nivel de tiempo e implicación que ofrecerás a cada relación.

• Entender con claridad cualquier regla que se aplique a tu relación antes de formar parte de ella.

• Discutir con tus relaciones las decisiones que te afectan.

• Tener tiempo a solas con cada una de tus relaciones.

• Disfrutar de la pasión y momentos especiales con cada una de tus relaciones.

En una red poliamorosa:

• Elegir el nivel de involucración e intimidad que deseas tener con las otras relaciones de tus relaciones.

• Que se te trate con amabilidad.

• Buscar compromiso.

• Tener relaciones con personas, no con relaciones.

• Que se respeten los planes que hayas hecho con quien tienes una relación; por ejemplo, que no se cambien en el último minuto por razones triviales.

• Que cada persona te trate como igual, no como subordinada, incluso cuando existan diferentes niveles de compromiso o responsabilidad.

Consentimiento, honestidad y autonomía

La «Declaración de Derechos de las Relaciones» incluye tres importantes ideas entrelazadas que necesitan un poco más de elaboración, porque son fundamentales para el tipo de poliamor ético que estamos defendiendo: consentimiento, honestidad y autonomía.

El consentimiento se refiere a ti: tu cuerpo, tu mente y tus decisiones. Tu consentimiento es necesario para acceder a lo que es tuyo. Las personas a tu alrededor tienen autonomía personal: No necesitan tu consentimiento para actuar, porque sus cuerpos, mentes y decisiones no son de tu propiedad. Pero si su conducta se cruza con tu espacio personal, necesitarán tu consentimiento.

La mayoría nos encontraremos situaciones, a lo largo de nuestra vida –quizá en el trabajo, con nuestra familia de origen o en la calle– en las que tenemos que protegernos emocionalmente y aceptar cierta pérdida de control sobre nuestras vidas, nuestras mentes o incluso nuestros cuerpos. Pero nunca debemos tener que hacer eso con nuestros seres queridos. Esto puede parecer obvio, pero no te confundas: es una idea radical.

La honestidad es una parte indispensable del consentimiento. Poder compartir, en la medida de tus posibilidades, quién eres realmente cuando estás en una relación es fundamental para que esa relación sea consensuada. Debes darle a quienes tienen una relación contigo la oportunidad de tomar una decisión informada para tener esa relación. Si mientes u ocultas información fundamental, privas a esa persona de la posibilidad de tener una relación consensuada contigo. Si una de tus relaciones tiene sexo con una docena de aventuras de una noche, puede que esté rompiendo alguno de vuestros acuerdos, pero no ha dejado de respetar (todavía) tu consentimiento. Si luego tiene sexo contigo –o se relaciona contigo íntimamente, incluyendo la intimidad emocional– sin contarte lo que ha hecho, no ha respetado tu consentimiento, porque te ha privado de la posibilidad de tomar una decisión informada.

Es especialmente importante comunicar cosas que pueden ser motivos para romper la relación, o que pongan en peligro la salud emocional o física de tus relaciones. Quien tiene una relación contigo tiene derecho a decidir cómo quiere participar en una relación contigo al recibir esa nueva información. Algunos ejemplos podrían ser la actividad sexual con otras personas, el consumo de drogas, la adquisición o uso de armas y la conducta o impulsos violentos. Debe contarse todo lo que sepas o sospeches que puede ser un motivo para romper la relación. No puedes obligar a alguien a tomar una decisión que quieres que tomen, y mentirles u ocultarles información, porque les niegas la posibilidad de saber que podían elegir.

Cuando la gente habla de falta de honestidad, a menudo se refieren a mentiras flagrantes. Según su definición más sencilla, una mentira es una afirmación que objetivamente no es verdad. Pero hay otros tipos de mentiras. Por ejemplo, Franklin habló con una mujer casada, que engañaba a su marido, y decía «¡No estoy mintiendo, porque no le estoy diciendo que esté siendo fiel!». En realidad, estaba mintiendo: estaba ocultando una información que, si él la supiese, habría cambiado su valoración de la relación. Cuando hablamos de honestidad en este libro, lo hacemos desde el punto de vista de que mentir por omisión sigue siendo una mentira.

A veces, cuando la gente se enfrenta al concepto de mentira por omisión, dice: «No mencionar algo no es una mentira. No le cuento a quien tiene una relación conmigo cada vez que uso el baño, ¡y eso no es mentir!». Esto nos lleva a la idea de relevancia. Una omisión es una mentira cuando es calculada para ocultar información que, si la conoce la otra parte, sería relevante para ella. No contarle cuánto tardaste en cepillarte los dientes no es una mentira por omisión. No contarle a quien tiene una relación contigo que estás teniendo sexo con quien te limpia la piscina sí lo es.

La autonomía está muy relacionada con el consentimiento. A mucha gente se le ha enseñado que si tenemos el poder de tomar nuestras propias decisiones –de tener autonomía personal– nos convertiremos en monstruos, por lo que debemos renunciar a parte de nuestro poder de decisión a favor de una autoridad externa (lo que se supone que de algún modo mágico nos protege de volvernos monstruos). Esta idea permea toda la sociedad, pero también parece dar forma a nuestra manera de construir las relaciones íntimas. Sin entrar a debatir si la gente es intrínsecamente buena o mala (u otra cosa), te pedimos que te fijes en tus relaciones y te preguntes si respetas su capacidad de decisión –incluso si su decisión te duele, incluso si no es lo que tú habrías elegido– porque no podemos dar nuestro consentimiento si no podemos decidir.

Empoderar a las personas para que tomen sus propias decisiones es en realidad la mejor manera de tener tus necesidades cubiertas. Las personas que se sienten desempoderadas se pueden volver peligrosas. Comunicar nuestras necesidades, y dotar a otras personas de la capacidad para poder cubrirlas, a menudo tiene mejores resultados que restringir o coartar a otras personas para cubrirlas. (Hablaremos más en el capítulo 13 sobre qué queremos decir con «empoderamiento».)

Cuando es complicado actuar de forma ética

Aceptar el poliamor te puede exponer a mucha más incertidumbre y más cambios de los que experimentan quienes tienen relaciones monógamas. Cada nueva relación es un cambio radical en potencia. (Ver capítulo 14, a partir de la página 365.) Cada nueva relación puede cambiarte la vida. Y eso es bueno, ¿verdad? Piensa en tus mejores relaciones. ¿Puedes pensar en cualquier relación realmente buena que no cambiase tu vida de una manera importante? La primera vez que tuviste una relación a largo plazo, ¿cambiaron cosas en tu vida? La primera vez que te enamoraste y esa persona también se enamoró de ti, ¿te cambió la vida? Cada persona con la que te relacionas tiene probabilidades de cambiar tu vida, sea mucho o poco. Si no fuese así, bueno ¿para qué hacerlo? Lo mismo le sucede a tus relaciones y a las nuevas personas con las que se relacionan. Y cuando cambia su vida, también cambia la tuya.

El cambio le da miedo a mucha gente, y prepararse para las relaciones poliamorosas en muchos sentidos consiste en valorar y mejorar nuestra capacidad de manejar los cambios. Incluso solo pensar sobre ello, respirar profundamente y decir: «Sí, sé que mi vida está a punto de cambiar», ya es un gran paso para prepararte a vivir poliamorosamente.

En algunos casos, para alguna gente, las circunstancias pueden hacer el cambio más duro de lo normal. Por ejemplo, si ya has sufrido algún otro cambio importante –un trabajo nuevo, o una mudanza, o haberte casado o divorciado, o un nuevo bebé–, los cambios adicionales te pueden provocar mucho más estrés de lo que lo harían normalmente. En esas situaciones es común que la gente mire al poliamor y a la manera en que podría cambiar sus vidas, e intentan limitar la cantidad de cambios que pueden suceder. En nuestra experiencia, esta táctica no funciona demasiado bien y alberga la posibilidad de provocar consecuencias negativas, como veremos en los capítulos 10 y 11.

Un caso muy común son las relaciones que tienen bebés. Un ejemplo que conocemos personalmente es el de una pareja con dos bebés muy pequeños, uno de muy pocos meses. La madre sufría un intenso estrés, como sucede a menudo en situaciones similares, y era emocionalmente voluble. Por esa razón, la pareja tenía un montón de límites para controlar las relaciones que tenía cada cual. Esas restricciones estaban causando mucho sufrimiento a la novia del padre, que estaba profundamente enamorada de él, pero se encontró con que la relación con él no podía desarrollarse, al mismo tiempo que se veía obligada a prestar servicios a la pareja, como ser su niñera, si quería seguir en contacto con él.

En situaciones así es fácil recurrir a ideas como «poner a las criaturas primero». Claramente, padres y madres necesitan ser capaces de vivir sus vidas de una manera que les permita cuidar de las necesidades de sus criaturas y darles un hogar amoroso y estable (hablaremos sobre esto más adelante). Pero demasiado a menudo, esa necesidad se usa como un escudo multifuncional para impedir cualquier análisis sobre cómo la conducta de la pareja está afectando a otras relaciones. Todo lo que parezca una crítica puede ser calificado como un ataque al derecho de la pareja a cuidar de sus criaturas.

No te equivoques, las criaturas cambian cosas. No eligieron venir a este mundo, ni eligieron a las personas que cuidan de ellas o toman decisiones por ellas. Solo poco a poco y con sufrimiento, durante muchos años, las criaturas son criadas para llegar a tener independencia y capacidad personal: la habilidad para planificar, para aprender y tomar decisiones racionales, para desarrollar su propia opinión y su responsabilidad personal, para dar o negar su consentimiento.

Cuando llegan criaturas a un hogar, por primera vez hay personas auténticamente inmaduras en la casa, haciendo demandas infantiles y egoístas que tienen legitimidad moral real y que hay que gestionar. Puedes elegir cómo te enfrentas a estas cuestiones, pero no puedes ignorarlas. Las criaturas añaden una nueva dinámica categóricamente diferente a la situación, y, especialmente cuando son muy jóvenes, restan tiempo y atención de manera considerable a los asuntos de adultos. Pero aun así eso no significa que puedas usar sus necesidades como chantaje emocional o como excusa para las conductas poco éticas de las personas adultas con las que se relacionan.

Tener ética significa tenerla con todo el mundo, relaciones y criaturas. Las criaturas no son un comodín en cuestiones éticas: es posible ser un padre o madre responsable y tener ética en tus relaciones. Hablaremos de los enfoques éticos del poliamor cuando hay criaturas, con historias reales de crianzas poliamorosas, en los capítulos 13, 15, 17 y 24.

Recuerda que no siempre será un buen momento en tu vida para añadir nuevas relaciones. Si tienes hijos/as y no puedes soportar la idea de tu pareja teniendo otras parejas sin, digamos, instaurar una jerarquía, podrías esperar hasta que tus criaturas sean algo mayores antes de comenzar una nueva relación. Si tú (o con quien tienes una relación) estáis luchando con la ansiedad, inseguridad, depresión u otros problemas que te dejan (o le dejan) llorando bajo las sábanas cuando estás con otra persona, podrías ir a terapia y aprender algunas estrategias de resolución de conflictos, o evitar totalmente el poliamor, en lugar de incluir a una nueva persona en tu vida para rodearla, metafóricamente, de vallas con alambre de espino para que no se acerque demasiado. Si estás manejando un engaño reciente, podría ser mejor que trabajases con tus relaciones actuales cómo aumentar la confianza mutua antes de poner a prueba esa confianza con una nueva persona.

Si una determinada decisión en la relación, como aplicar el derecho a veto a una de las relaciones (ver capítulo 12) es inmoral, no te excuses diciendo «pero es que debo hacerlo porque…». Intenta reenfocar la situación. En lugar de buscar relaciones que te permitan tratarlas de manera poco ética, poner en compromiso su autonomía o mantenerlas a distancia, pregúntate si en tu situación debes buscar nuevas relaciones. Dicho de otra manera: no es ético herir a una persona para proteger a otra. Es mejor autoexaminarte, fijarte en tus relaciones y preguntarte qué necesitas hacer, individual y colectivamente, para poder tener relaciones en las que trates bien a todo el mundo.

Tomando decisiones éticas

Tomar decisiones éticas no siempre es fácil. Esa es la clave, porque la medida de los valores de una persona está en lo que hace cuando las cosas se complican. Creemos que cada decisión que afecta a otras personas debe ser examinada desde una perspectiva ética. Las relaciones éticas son algo que hacemos, no algo que tenemos. Tener una ética personal significa fijarse en las consecuencias de nuestras elecciones en otras personas. Para tomar decisiones éticas y tratar a otras personas con una actitud empática, necesitas tener unos sólidos principios personales. Construir esos sólidos cimientos es algo que trataremos en el siguiente capítulo, que inicia la Parte 2: Caja de herramientas poliamorosas.

#ALGUNAS PREGUNTAS QUE PUEDES HACERTE

Estas son algunas de las preguntas que nos podemos hacer al tomar decisiones que afectan a otras personas y que nos pueden ayudar a guiarnos hacia unas relaciones éticas:

• ¿He desvelado toda la información relevante a todas las personas afectadas por mi decisión?

• ¿Han podido aportar su punto de vista todas las personas a las que afecta? ¿Me han dado su consentimiento sobre los aspectos en los que mi decisión invade sus límites personales?

• ¿Mi decisión impone obligaciones o expectativas a otras personas sin su aportación ni consentimiento?

• ¿Estoy buscando cubrir mis necesidades a costa del bienestar de otras personas?

• ¿Estoy imponiendo unas consecuencias a las que a otras personas les costará negarse?

• ¿Estoy ofreciendo a las otras personas la misma consideración que espero por su parte?

Parte 2:
Caja de herramientas poliamorosas
4
Autocuidados

Para ser una buena persona,

tienes que querer ser siempre

mejor de lo que eres ahora.

P. Z. Myers

El poliamor es fascinante. Pero según vayas leyendo este libro, podrías empezar a preguntarte por qué querría nadie seguir ese camino. Te estamos pidiendo mucho. Te decimos lo que puede ir mal e ilustramos nuestras enseñanzas con ejemplos de los líos y conflictos que hemos tenido en nuestras propias relaciones. Viendo eso, podrías tener la tentación de abandonar diciendo: «¡El poliamor me parece algo muy complicado!».

Pero el poliamor es fascinante. Abriéndonos a múltiples conexiones románticas, hemos construido unas vidas increíbles, llenas de amor y felicidad. Cada persona a quien hemos invitado a nuestras vidas las ha hecho mejores. A pesar de todos los malos momentos, no dudaríamos ni una fracción de segundo sobre si volveríamos o no a una vida monógama. La gente que nos quiere y cuida enriquece nuestras vidas. Cada relación que hemos tenido, todas las relaciones que hemos construido, nos han hecho más fuertes, hemos aprendido de ellas, nos han apoyado, nos han hecho mejores personas.

No dejamos de oír que el poliamor es un trabajo duro. No estamos de acuerdo. Al menos no por las razones que la gente dice. Pero ¿desarrollar las habilidades necesarias para tener éxito en las relaciones poliamorosas? Eso es otra historia. Aprender a comprender y expresar tus necesidades, aprender a hacerte responsable de tus emociones… eso es un trabajo duro. Una vez has desarrollado esas habilidades, las relaciones poliamorosas no son tan duras. Las habilidades de las que estamos hablando no son todas exclusivas de las relaciones poliamorosas: son beneficiosas para cualquier tipo de relación. Pero el poliamor será muy, muy difícil sin ellas. Estas habilidades tienen que ser aprendidas. Y, por desgracia, no se enseñan a menudo.

Piensa en ello como labrar la tierra antes de plantar en un huerto, para que las plantas crezcan más fácilmente. Estás aprendiendo una manera de abordar las relaciones que te ayude a manejarlas con tranquilidad. ¿De qué habilidades estamos hablando? Comunicación. Manejo de los celos. Honestidad, una actitud compasiva, comprensiva. Las habilidades para las relaciones son un fenómeno emergente; son fruto de desarrollar nuevas maneras de entender las relaciones y reflexionar sobre ti. Una vez entiendes las relaciones de otra manera, poner en práctica esas habilidades en tus relaciones se vuelve algo natural. Cuando has aprendido a manejar bien la comunicación, la empatía y la autoconciencia, si la honestidad y el manejo de los celos se han convertido en parte de tu manera de entender la vida, se vuelve fácil manejar múltiples relaciones románticas.

Esas actitudes y aptitudes se manifestarán también por sí mismas más allá de tus relaciones. Por ejemplo, los celos son el espantajo que la gente menciona más a menudo. Se combaten más eficazmente al desarrollar una autoestima fuerte y al enfrentarse a los demonios personales de la inseguridad. Valora, en tu caso particular, qué deseas y necesitas realmente en una relación, y aprende sobre las herramientas de comunicación útiles para pedirlo. Llega a una idea clara de qué es aceptable para ti y qué no. Todas esas habilidades también te hacen más fuerte en otros aspectos. Son habilidades para la vida en general, y te ayudarán cuando estés buscando un nuevo trabajo o comprando un coche.

Lo mismo se aplica a cuestiones como la comunicación y la honestidad en las relaciones. Habitúate a la franqueza y la honestidad con las personas que te rodean y es probable que descubras que no necesitas esforzarte para comunicarte con tus amantes, sino que se convierte en algo automático. Desarrolla la costumbre de comportarte con honradez, y toda tu vida se volverá más sencilla y tranquila. Desarrollar estas cualidades personales cuesta trabajo, sin duda, pero no es trabajar en la relación: es trabajar en ti. Te benefician más allá de la relación. ¡De hecho, ese esfuerzo es beneficioso hacerlo incluso si no tienes ninguna relación!

Hablamos de varios conceptos importantes en este capítulo y el siguiente. Temas como la honradez, la valentía, la valía personal, la empatía. No te asustes. No son un estado al que tienes que llegar, y no hay un listón que debas superar antes para ser una persona lo «suficientemente buena» para ser poliamorosa. Estos principios están pensados como pautas, como estrellas polares que nos orienten. No existen unas características innatas que debas tener sino prácticas que debes cultivar, habilidades que has de aprender.

Obviamente, dos capítulos de este libro apenas pueden arañar la superficie del trabajo personal que supone aprender a poner en práctica un poliamor ético. Lo que exponemos aquí no es un manual de instrucciones, sino un conjunto de principios que creemos que son cruciales para construir relaciones abiertas éticas y sólidas. Estos principios solo son un punto de partida; necesitarás recursos adicionales. Los libros que consideramos imprescindibles para cualquiera que todavía deba trabajar en ser más consciente, marcar sus límites y crear relaciones íntimas sanas son los de Harriet Lerner y Brené Brown incluidos en el apartado de recursos de las páginas 469-472, en concreto The Dance of Intimacy y The Gifts of Imperfection.

Y si, en tu caso, de lo que hablamos aquí va ligado a cuestiones de salud mental, como ansiedad grave, depresión o baja autoestima, valora siempre la posibilidad de recurrir a ayuda profesional para trabajar en esos asuntos. Te hacemos esta recomendación como personas que han pasado tiempo en terapia y han visto el poder de transformación de una buena ayuda psicológica. Algunos problemas no pueden resolverse con libros de autoayuda. Cuando te enfrentes a uno de esos problemas, te animamos a buscar la ayuda que necesites, no te avergüences ni te tortures por hacerlo. Consulta las páginas 646-649 para buscar información de profesionales de la salud mental que sepan sobre no monogamia.