Kitabı oku: «¿Sexo contra sexo o clase contra clase?»

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Evelyn Reed

¿SEXO CONTRA SEXO O CLASE CONTRA CLASE?


Sobre ¿Sexo contra sexo o clase contra clase?

¿Cuál es el origen de la opresión de la mujer?

¿La división del trabajo entre sexos fue siempre igual?

¿Cuáles son las características de la sociedad patriarcal?

¿Cómo se organizaba la humanidad antes del capitalismo?

¿Qué rol ocupaba la mujer en la comunidad primitiva?

¿Las relaciones fueron siempre monogámicas?

¿Cómo surgió la sociedad de clases?


EVELYN REED

Nació en 1905 en Haledoon, Nueva Jersey. Se mudó joven a Nueva York, donde estudió artes y pintura. Participó por primera vez en un acto político en 1934, contra la destrucción de los murales de Diego Rivera en el Rockefeller Center. Viajó a México, conoció a Trotsky con quien debatía frecuentemente, y en 1940 se incorpora al Socialist Workers Party. Allí conoce a George Novack, escritor marxista, con quien vive hasta sus últimos días. En 1951 ambos estaban en Londres, y ella comenzó su primer gran trabajo antropológico. Fue recién en 1965 que, en Nueva York, consiguieron los medios para publicar sus escritos. Evelyn se integra en 1970 al movimiento feminista norteamericano y en nombre del SWP realiza charlas en todo el país, difundiendo su investigación científica sobre el origen de la opresión de la mujer en la historia de la humanidad, y su evolución a lo largo de la sociedad de clases.

Este libro contiene: Mujeres: Casta, clase o sexo oprimido y La fraternidad-matriarcal: Sexo y trabajo en la comunidad primitiva

“Todo esto cambió con el nacimiento del capitalismo industrial y monopólico, y con la formación del núcleo familiar. Cuando grandes masas de hombres fueron despojados de sus tierras y de pequeños negocios para convertirse en trabajadores asalariados en las fábricas, no tuvieron nada para vender a los grandes jefes del capital más que su fuerza de trabajo para sobrevivir. Sus mujeres, relegadas de su área de producción campestre y del artesanado, devinieron en seres completamente dependientes de sus maridos para su mantenimiento y el de sus hijos. De la misma manera que los hombres dependían de sus patrones, las mujeres dependían de ellos”.

(Evelyn Reed)

Índice

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  Portada

  Sobre este libro

  Nota editorial

  Mujeres: Casta, clase o sexo oprimido

  La fraternidad-matriarcal. Sexo y trabajo en la sociedad primitiva De la ley de la selva al trabajo colectivo ¿El “patriarcado” del mono? La maternidad social y la fraternidad Madres sociales Supervivencias lingüísticas Hermanos sociales Lazos sociales Totem y Tabú Guerra y sexo División entre sexo y sociedad ¿Por qué el tabú? Conclusión: El gran trabajo colectivo

  Créditos

  Otros títulos de esta editorial

Nota editorial

Mujeres: Casta, clase o sexo oprimido, de 1970, y La fraternidad-matriarcal. Sexo y trabajo en la comunidad primitiva, de 1954 son los dos textos que dialogan en este libro. Ambos escritos por Evelyn Reed, una artista marxista estadounidense que vivió en Nueva Jersey, Nueva York, México, Londres, y de vuelta Nueva York, y dedicó su vida a la investigación antropológica profundizando su estudio en el origen histórico de la opresión de la mujer.

¿Cuál es el origen de la opresión a la mujer? ¿Cómo se organizaba la humanidad antes de este régimen social? ¿Había oprimidxs y opresorxs en esas comunidades primitivas? ¿La competencia sexual animal se relaciona con la opresión a la mujer? ¿De qué manera la formación de una sociedad dividida en clases perjudica al histórico rol de las mujeres? ¿La división del trabajo entre los sexos fue siempre igual? ¿Cuáles son las características de la sociedad patriarcal? ¿Qué rol ocupaba la mujer en la comunidad primitiva? ¿Las relaciones fueron siempre monogámicas? ¿Cómo surgió la sociedad de clases?

Para abordar la lucha presente con la firmeza y claridad que requiere, es imprescindible conocer la historia de la humanidad.

Una humanidad que se construye a sí misma como tal con el trabajo, organizando su alimentación y supervivencia en condiciones naturales pero hostiles. La evolución del trabajo, la propiedad privada, la familia como institución y el estado modifican el rol que cada sexo ocupa en la sociedad, todo se transforma de manera violenta y se extreman las condiciones que cada vez son menos libres.

En tiempos modernos e inmediatos, nos confunde creer que todo lo que pasa ahora está pasando por primera vez. Estamos transitando un estallido internacional que cuestiona la violencia sexual, la transformación libre de unx mismx, la identidad propia.

Que no nos sorprenda, que el capitalismo intente vendernos nuestra propia lucha, reemplazando al patrón hombre por mujer.

Que no nos distraigamos de una visión amplia como la historia misma, que nos preguntemos siempre por qué, desde cuándo, cómo, en qué contexto, de qué manera, cómo evolucionó cada circunstancia. Quiénes piensan qué, quiénes accionan, cómo y de qué lado está cada quien siempre.

Desde esa comprensión histórica y política podremos pararnos hoy ante la gran responsabilidad que tenemos como clase, de trabajar en nosotrxs mismxs para construirnos día a día como una sociedad más libre, y en ese acto permanente construir también nuestra revolución.

“La revolución la preparan los explotadores, los capitalistas, los proletarios, los sacerdotes, la policía, los conservadores, los liberales, los progresistas.

Los revolucionarios no preparan la revolución, la hacen”

Tkatchov

Ailén Micaela

Mujeres:
Casta, clase o sexo oprimido


Mujeres: Casta, clase o sexo oprimido1

¿Cuál es el origen de la opresión de la mujer?

Quienes sostienen la idea de que la mujer constituye una casta o una clase deducen que no es el capitalismo sino los hombres el principal enemigo. Esta posición orienta una falsa estrategia en nuestra lucha por la liberación.

En el escenario actual de la lucha por la liberación de la mujer encontramos un nivel ideológico muy superior a los movimientos feministas del siglo pasado. Muchas de las corrientes de participación en esta lucha consideran hoy el análisis marxista del capitalismo y adhieren a la explicación de Engels sobre el origen de la opresión de la mujer, que se desarrolló a través de la construcción de la sociedad de clases, fundado en la familia, la propiedad privada y el Estado.

Pero aún subsisten importantes malentendidos e interpretaciones erróneas en las posiciones marxistas que han llevado a mujeres, que se consideran a sí mismas radicales o socialistas, a confundirse y estar teóricamente muy desorientadas. Influenciadas por el mito de que las mujeres han estado condicionadas desde siempre por su función reproductora, suelen concluir que la opresión a la mujer tiene sus orígenes en las diferencias sexuales biológicas. En realidad, las causas son exclusivamente históricas y sociales.

Algunas de estas teorías sostienen que la mujer constituye una clase o casta especial. Estas definiciones no solo están alejadas de la visión del marxismo sino que llevan a la incorrecta conclusión de que no es el sistema capitalista sino el hombre el principal enemigo de la mujer. Propongo debatir este argumento.

El aporte del método marxista, en este terreno, que ha sentado las bases para explicar la génesis de la degradación de la mujer, puede resumirse en los siguientes puntos:

Primero, las mujeres no han sido siempre el sexo oprimido o el “segundo” sexo. El estudio de la prehistoria y la antropología demuestran lo contrario. Durante la sociedad primitiva, que fue la época del colectivismo tribal, las mujeres estuvieron a la par del hombre y eran reconocidas por ellos como iguales.

Segundo, la degradación de las mujeres coincidió con la ruptura del clan comunitario matriarcal y su reemplazo por la sociedad dividida en clases junto a sus instituciones: la familia patriarcal, la propiedad privada y el poder del Estado.

Los factores claves que provocaron esta alteración en la posición social de la mujer se desarrollaron a la par de una transición de una economía y trabajo basado en la caza y la recolección, a un modo de producción más avanzado constituido por la agricultura, la ganadería y la artesanía urbana.

La división primitiva del trabajo entre los sexos fue sustituida por una división social del trabajo mucho más complicada. El trabajo eficiente y organizado dio lugar a una acumulación de excedente productivo, que condujo primero a pequeñas diferencias y luego a profundas divisiones entre los distintos estratos de la sociedad.

Como los hombres desempeñaban el rol principal en la agricultura, los proyectos de irrigación, construcción y la ganadería, la riqueza excedente generada fue gradualmente asignada a ellos como su propiedad privada. Esto potenció la institución del matrimonio y la familia para ofrecer un marco legal a los bienes de los que eran dueños, así como a la herencia de sus propiedades. Con el matrimonio monogámico, la esposa fue colocada bajo el completo control de su marido, quien tenía así la seguridad de tener hijos legítimos como herederos de su riqueza.

Al apropiarse los hombres de la mayoría de las actividades sociales de producción, y junto a la aparición de la institución familiar, las mujeres fueron relegadas al hogar, a servir a sus maridos y familias. El aparato estatal surge como necesidad de reforzar y legalizar las instituciones de la propiedad privada, la dominación masculina y la familia patriarcal, que luego la religión santifica.

Esta es, brevemente, la aproximación marxista al origen de la opresión de la mujer. Su subordinación no tiene origen en su sexo biológico, sino que es el resultado de los cambios sociales que han destruido una sociedad igualitaria como la gens matriarcal, sustituyéndola por una sociedad clasista patriarcal que, desde su nacimiento, fue caracterizada por su discriminación y desigualdad de todo tipo, incluida la desigualdad entre los sexos. El desarrollo de este tipo de organización socioeconómica estructuralmente opresiva, fue el único responsable de la caída histórica de las mujeres.

Pero la caída de las mujeres no se puede comprender en su totalidad, ni se puede elaborar una correcta alternativa social y política para su liberación, sin considerar qué sucedió a la par con el hombre. Es muy frecuente pasar por alto que el sistema patriarcal clasista, que ha hecho desaparecer el clan matriarcal y sus relaciones sociales comunitarias, ha destruido también las relaciones masculinas: el fratriarcado, esto es, la fraternidad tribal de los hombres. El derrocamiento de la mujer fue de la mano con la subyugación de la masa de hombres trabajadores por la clase patronal.

La importancia de estos desarrollos se puede ver con más claridad si examinamos el carácter fundamental de la estructura tribal que Lewis Morgan, Engels y otros han descrito como el sistema del comunismo primitivo. El clan comunitario fue tanto una hermandad de mujeres como una hermandad de hombres. La hermandad de mujeres, esencia del matriarcado, era destacada por su carácter colectivo. Las mujeres trabajaban juntas como una comunidad de hermanas; su trabajo social proveía ampliamente al mantenimiento de toda la comunidad. Criaban también sus hijos en comunidad. Una madre no hacía distinción entre sus hijos y los hijos de sus hermanas del clan, y los niños y niñas, consideraban a todas las mujeres adultas como sus madres. En otras palabras, la producción comunitaria y las propiedades comunitarias iban acompañadas también de una crianza comunitaria.

La contrapartida masculina a esta hermandad entre mujeres, era la fraternidad entre hombres, que era fundada con los mismos valores comunitarios que la de las mujeres.

Cada clan o cada conjunto de clanes que comprendía la tribu eran vistos como una fraternidad desde el punto de vista masculino, y como una hermandad o matriarcado desde el punto de vista femenino.

En esta fraternidad-matriarcal, los adultos de ambos sexos no solo producían para cubrir las necesidades básicas de la vida en conjunto, sino que proveían y protegían a los niños de la comunidad. Estos aspectos hicieron de la hermandad y fraternidad un sistema de comunismo primitivo.

Así, antes de que la familia tuviera un padre individual al mando, la función de la paternidad era social, y no una función familiar del hombre. Además, los primeros hombres que desarrollaron funciones paternales no fueron los compañeros o “maridos” de las hermanas del clan, sino sus propios hermanos. Esto no fue únicamente porque los procesos fisiológicos de la paternidad eran desconocidos, sino, porque este hecho era completamente irrelevante en una sociedad basada en el colectivismo productivo y de relaciones, y en la crianza común de los niños y niñas.

Aunque esto nos pueda parecer extraño hoy en día, que estamos acostumbrados a la forma familiar de crianza de niños, era perfectamente natural en la comunidad primitiva para el clan de los hermanos, o los “hermanos maternos”, ejercer estas funciones paternales con los hijos de sus hermanas, que más tarde fueron responsabilidad de los padres individuales de cada hijo.

El primer cambio en este sistema de clan hermana-hermano se debe a la creciente tendencia de la pareja, o de la “familia de a pares” tal como lo han llamado Morgan y Engels, a vivir juntos en la misma comunidad y casa. Sin embargo, la cohabitación no modificaba la esencia de la forma de relaciones colectivas o el papel productivo de la mujer en la comunidad. La división del trabajo según el sexo, efectuada entre hermanas y hermanos del clan, se transformó gradualmente en una división sexual del trabajo entre maridos y esposas.

Pero mientras predominaron las relaciones colectivas y la mujer continuaba siendo parte de la producción, permanecía, en mayor o menor medida, la originaria igualdad entre los sexos. La comunidad entera continuó proveyendo a cada miembro de la pareja unida, así como cada miembro individual de esa unidad contribuía su labor a la actividad común.

Por lo tanto, la familia de pareja, como aparece en los comienzos del sistema familiar, era completamente diferente al núcleo familiar de nuestros tiempos.

En nuestro competitivo y despiadado sistema capitalista, cada pequeña familia debe nadar por sus propios medios o ahogarse, no cuenta con ninguna ayuda externa. La esposa depende del marido y los niños deben contar con sus padres para sobrevivir, incluso si como asalariados son desempleados, o enferman o mueren.

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