Kitabı oku: «Ética y ciudadanía», sayfa 3
También en las prácticas las normas ocupan un campo de no poca importancia. Toda práctica está regulada por normas que orientan el conjunto de las actuaciones en las que se desarrolla la práctica misma; estas le dan la legitimidad a la práctica. Así, por ejemplo, en cualquier deporte sin unas reglas claras de juego —que se instauran y varían socialmente— el juego mismo carece de legitimidad. Son las normas un conjunto de acuerdos que orientan las actuaciones, garantizando que se conserven dichos actos dentro del marco de legalidad que se ha establecido. Las normas en las prácticas morales son igualmente fundamentales y, como lo decíamos en el apartado anterior, son constitutivas de la ética y la moral, garantizando la regulación de las actuaciones (Ricoeur, 2008).
Un tercer elemento debe ser estimado: las técnicas. Todo jugador, cocinero, escultor, artista, técnico o profesional cualquiera, necesariamente debe desarrollar unas técnicas que le llevan al triunfo; aquello aumenta las posibilidades de que su ejercicio práctico sea exitoso. Conocer las técnicas no garantiza que se desarrolle una buena práctica, pero sí posibilita reflexionar sobre cómo establecer espacios de simulación adecuados o cómo tener siempre presentes las reglas. En el caso de las prácticas morales, también deben existir técnicas que permitan mejorar lo que somos como humanos; el buen trato, el respeto, la participación son ejemplo de ello.
Finalmente, dos conceptos nos ayudan a comprender el asunto de la práctica. El primero de ellos es el de praxis que, como se dijo líneas atrás, tiene que ver con las acciones concretas que están orientadas por unos fines éticos. Praxis no es equivalente a lo práctico; va más allá: involucra la reflexión ética y moral sobre lo que hacemos, pero además las técnicas y las normas de eso que se realiza. El segundo es el concepto de telos, por el que se buscan los fines últimos de las cosas y se tiende hacia allá. En el caso del futbolista, su praxis va más allá del simple juego; tiene que ver con las técnicas que utiliza, las normas que acepta y las finalidades morales y éticas de su ser como deportista. De igual manera, en los asuntos de las prácticas morales, la praxis está orientada por unas finalidades de comprensión de lo bueno y lo malo, pero exige también un mínimo de reglas y unas técnicas (figura 2). En todo caso se necesita dominio de virtudes.
Estos elementos pueden ayudarnos a comprender las prácticas morales; aprender lo humano implica que se hace practicando. Si no se ha practicado el diálogo o la tolerancia, cuando nos enfrentamos a dialogar o a tolerar, no podremos hacerlo dentro de los cánones de humanidad que se nos exige. Si no se practica la justicia, la comprensión, el respeto, cuando estemos ante situaciones moralmente controvertidas que nos demandan diálogo, comprensión, respeto o justicia, no lo podremos hacer. Por ello, la educación para estas características humanas ha de estar siempre presente en todas las actuaciones; en las aulas o fuera de ellas.
Ahora bien, en el estado actual de la evolución de nuestras sociedades parece que la práctica de lo humano está determinada por la educación para la ciudadanía. Al respecto, Puig-Rovira (2010) nos recuerda que “los seres humanos estamos obligados a decidir de qué manera queremos vivir” (p. 64). Esta obligación a la que estamos llamados tiene que ver con la responsabilidad de pensar la mejor forma de asumir la existencia propia, la manera de vivir en colectivo, en armonía con todos los seres del planeta, pero —fundamentalmente— revisando las actuaciones pasadas, presentes y, en especial, aquellas que desearíamos realizar en el futuro, en clave de la ciudadanía. Es allí donde realmente elegimos el tipo de vida que queremos llevar y cómo dejamos un legado de vida a las generaciones venideras. Siguiendo a este autor, cabe decir que para construir ese orden que nos obliga a la constitución de la ciudadanía, es menester construir espacios para aprender a vivir; para ello, es importante: 1) aprender a ser, 2) aprender a convivir, 3) aprender a formar parte de la sociedad y 4) aprender a habitar el mundo. En estos aprendizajes, la educación para la ciudadanía ayuda a configurar un mejor mañana, siempre dentro del marco de las prácticas morales y los fines deseables como humanidad.
Como los horizontes de sentido se han perfilado, no quisiera cerrar este capítulo sin dejar de referirme brevemente al libro Not for Profit. Why Democracy Needs the Humanities, de Martha Nussbaum (2010), quien propone la imperante necesidad de desarrollar ciertas habilidades en los individuos que les permitan situarse críticamente frente al consumo y a las principales problemáticas socioculturales, con una clara conciencia de lo humano y de la ciudadanía. La autora hace un llamado a revisar el hecho de que la democracia ha dejado de lado la reflexión por lo humano —en ello colabora todo el sistema educativo—, especialmente en las universidades donde se promueve la formación para la competitividad, la velocidad y el lucro, dejando de lado una formación humanística que lleve a una auténtica formación ciudadana. Dice la autora que debe cultivarse la humanidad en todos los seres humanos; se debe hacer de diversas formas, pero en su propuesta ha de realizarse por el desarrollo de habilidades en las que lo ético, lo moral y lo político entren en diálogo (figura 3).
De común tienen los breves esbozos de las propuestas de Innerarity, Puig-Rovira y Nussbaum que se deba pensar en el futuro a través de la ciudadanía y la reflexión por lo humano, más allá de una simple aceptación del ideal metodológico de la ciencia o la llana reflexión teórica. Es decir que debemos confiar cada vez más en lo humano que en nosotros nos permite tender al bien individual y común; de ese modo, podemos proponer acciones de transformación social. Sin embargo, para trazar el futuro debemos aprender a pensarnos como humanos, haciendo un pare frente a la aceleración de nuestra sociedad, cuestionando lo que se nos entrega como verdadero. También nos ha de ayudar el considerar que la idea de progreso puede estarse diluyendo (Innerarity, 2009, p. 189). No es que se busque eliminar el progreso, sino ver que el progreso por sí mismo no es un asunto automático; se trata de un progreso como seres humanos y no simplemente del progreso económico, en el que hemos devenido en un mundo casi en ruina, donde unas naciones ostentan el título de desarrolladas y otras no, o lo que es lo mismo, un tipo de seres humanos que han logrado progresar y desarrollarse dejando al resto de la humanidad en el nivel de humanos de segunda categoría por no alcanzar tales condiciones.
No obstante, este cambio, en el que rigurosamente es obligación teorizar y estudiar con la profundidad que se merece, ha de hacerse por vía práctica. Se trata de tomar acciones específicas, sencillas y concretas que nos permitan superar la inmovilidad a la que nos lleva la aceleración actual. El aula de clase es un lugar privilegiado, pero no el único. Aprender a ser humanos buenos se aprende con actos de humanidad. Aprender la ciudadanía se aprende practicando la ciudadanía. Se trata de decidir realizar actos de humanidad y de ciudadanía para con el sí mismo, para con el otro cercano y el otro lejano, pero especialmente con el compromiso político que como ciudadanos debemos asumir con el futuro para, tal como lo plantea Innerarity (2010), no seguir haciendo del futuro el basurero del presente.
REFERENCIAS
Aristóteles (1985). Ética nicomaquea. Ética eudemia. (J. Pallí Bonet, Trad.). Madrid: Gredos.
Barragán, D. F. (2009). El pacto de cuidados en la relación paciente y profesional de la salud visual y ocular (PSVO): una lectura desde Paul Ricoeur. Ciencia y Tecnología para la Salud Visual y Ocular, 7 (1), 137-145.
Conill Sancho, J. (2006). Ética hermenéutica. Madrid: Tecnos.
Gadamer, H. G. (2002). Acotaciones hermenéuticas. (A. A. Agud y D. A. Rafael, Trads.). Madrid: Trotta.
Innerarity, D. (2009). El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política. Barcelona: Paidós.
Nussbaum, M. (2010). Not for Profit. Why Democracy Needs the Humantes. New Jersey: Princenton University.
Puig-Rovira, J. M. (2010). ¿Cómo aprender a vivir? En J. M. Puig-Rovira, Entre todos. Compartir la educación para la ciudadanía (pp. 63-75). Barcelona: ICE Horosti.
Puig-Rovira, J. M. (2003). Prácticas morales. Una aproximación a la educación moral. Barcelona: Paidós.
Ricoeur, P. (2008). Lo justo 2. Estudios, lecturas y ejercicios de ética aplicada. (T. Domingo Moratalla y A. Domingo Moratalla, Trads.). Madrid: Trotta.
ACTIVIDAD: LA CONSTRUCCIÓN DE ESCENARIOS ANALÍTICOS
La construcción de escenarios es una herramienta de simulación que permite vislumbrar las posibles consecuencias o desarrollos de una acción en conjuntos finitos de variables. En el caso de la educación superior, esta herramienta didáctica se utiliza con mayor frecuencia para: 1) determinar la viabilidad y aplicabilidad de una estrategia en una situación problémica, 2) analizar los niveles de utilidad de la estrategia para los agentes, actores y comunidades involucrados, y 3) definir los límites de pertinencia de la estrategia en contextos culturales y sociales específicos.
Después de leer este capítulo queremos proponer el siguiente ejercicio:
1 Dividan el grupo en tres partes. Cada una se encargará de investigar la condición de la mujer en comunidades con diferencias culturales significativas, por ejemplo, una comunidad indígena apartada desvinculada de los aparatos de escolarización, una comunidad religiosa con rígidas pautas de vida y de comportamiento, y una comunidad educativa abierta y orientada al pragmatismo. Entre otras cosas pueden preguntarse: ¿cuáles son las prácticas de crianza de las niñas y en qué difieren con las del varón en cada una de ellas? ¿Qué expectativas se tienen de las niñas a futuro? ¿Cuál es la condición social y legal de la niña y la mujer dentro de estas comunidades? ¿Cuáles son las formas de ascenso o reconocimiento social de la mujer en su interior?
2 A lo largo de nuestro escrito desarrollamos tres condiciones para el desarrollo adecuado de nuestra práctica ética y moral: un espacio de simulación, el establecimiento legítimo de normas y la conformación de técnicas que aseguren una práctica exitosa. Queremos reflexionar sobre cada una de ellas a partir de la investigación arriba propuesta; para ello proponemos las siguientes preguntas:
¿Cuáles son las expectativas que se tienen sobre el desarrollo de la mujer dentro de cada comunidad y qué características tienen los espacios que se han configurado para tal fin?
¿Qué normas se han definido para modelar la conducta y el comportamiento de la mujer dentro de cada comunidad? ¿Cuáles de estas normas se consideran moralmente fundamentales y cuáles tienen un carácter meramente formal o incluso accesorio? ¿A qué obedece esta división?
¿Qué técnicas debe desarrollar una mujer en el interior de cada comunidad para realizar con éxito su práctica moral y qué manifestaciones o indicadores están socialmente reconocidos?
3. Debido a que la globalización introduce a marcha forzada a las comunidades alejadas de la tradición occidental en las lógicas del beneficio inmediato y la instantaneidad de los medios de comunicación, queremos reflexionar sobre la manera en que elementos como la aceleración, la inmovilidad y lo urgente se apropian en estas comunidades. Para ello proponemos el siguiente ejercicio:
Realicemos un cuadro comparativo que contenga los estadios de desarrollo de la mujer en cada una de las comunidades investigadas, con sus respectivos indicadores de realización y tiempos contemplados para cada uno de ellos. A partir de ello preguntémonos:
¿Estadios como la infancia, la adolescencia, la juventud y la madurez, junto con sus respetivos indicadores de realización (adquisición de la cultura escrita, titulación profesional, capitalización y matrimonio) son comunes a todas las sociedades? ¿Qué trasformaciones de orden moral se suceden a partir de la representación de la mujer globalizada en estas sociedades?
¿Cómo captan este tipo de comunidades las urgencias propias de la era global y cuáles de ellas son apropiadas, particularmente por las mujeres? ¿Cómo influyen dichas urgencias en la reformulación del proyecto trascendental de cada comunidad?
¿El contacto con el ritmo vertiginoso de la sociedad global y sus urgencias plantean un mejoramiento de la calidad de vida de los miembros de las comunidades investigadas o suponen para ellos un camino de realización? Finalmente, ¿en qué aspectos de la vida de estas comunidades resulta viable, pertinente y útil la apropiación de los elementos éticos y morales propios de la sociedad global?
Para saber más
Bas, E. (1999). Prospectiva. Herramientas para la gestión estratégica del cambio. Barcelona: Ariel Practicum.
Garduño, R. (2004). Prospectiva para todos. Construcción de escenarios. México: UNAM-DGAPA-FCPS.
Hevia, A. (2005). Metodología de escenarios: ¿utopía o concreción prospectiva en las ciencias sociales? Recuperado de http://www.iaeal.usb. ve/90/90-3.pdf
Miklos, T. (2000). La prospectiva como alternativa para la construcción social de futuro. En Memorias del IV Encuentro de Estudios Prospectivos Región Andina: Sociedad, Educación y Desarrollo (Medellín, Colombia). Recuperado de http://www.esumer.edu.co/prospectan.html
van der Heijden, K. (1998). Escenarios. El arte de prevenir el futuro. México: Panorama.
Etica, religión y legalidad: concordancias y diferencias
Félix Martín Riaño Cocknub{*}
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
Se puede afirmar que la ética es un sistema de saberes que tiene como objeto la investigación y el análisis de la conducta humana libre. Esto quiere decir que hay un claro componente teórico, pero que involucra aspectos prácticos, precisamente por ocuparse de la conducta humana. La dinámica del análisis ético es por una parte descriptiva, es decir, señala el cómo se comportan las personas en su cotidianidad, en sus diversas circunstancias, y cómo deberían comportarse, siendo este último el aspecto prescriptivo o normativo que expresa lo deontológico, el deber ser.
La ética, ante todo, es un constructo teórico o conjunto de teorías que se sustentan en una serie de instrumentos intelectuales como valores, categorías y principios para el análisis de la moralidad. Esto explica de algún modo cómo se han registrado en el transcurso de la historia diferentes modelos de interpretación, con enfoques tan opuestos como el de Kant y el utilitarismo, el de Aristóteles o el hedonista de Aristipo. De esta forma, se entiende que la ética en sentido estricto y por ser reflexión acerca de la conducta moral, es teórica y, a la vez, una disciplina académica que aporta referentes para la conducta social.
Podemos, desde esta perspectiva, comparar la ética con la psicología, disciplina que se relaciona en su objeto formal de estudio como lo es la conducta humana. La psicología también ofrece enfoques opuestos; por mencionar alguno, el psicoanálisis y la psicología cognitivo conductual son tan distantes en sus interpretaciones acerca de la conducta, que hasta poseen diferente método de estudio. Cuando se conocen todos los esfuerzos acerca de la comprensión de la conducta moral, se entiende su dificultad y la exigencia de rigor investigativo.
La disciplina ética tiene de por sí un fundamento: el conocimiento de la naturaleza humana; entonces, la antropología tiene que aportar elementos necesarios como teoría integral de la existencia humana. Si la reflexión a la cual invita este capítulo trata sobre las concordancias y diferencias entre ética, religión y legalidad, entonces nos remitiremos a lo que plantea la antropología. Veamos.
ALGUNAS CONSIDERACIONES ANTROPOLÓGICAS
La ética, como disciplina humanística, se fundamenta en los estudios acerca del hombre. Aristóteles aportó a la antropología, señalando los elementos constitutivos de la naturaleza humana. Sin alguna claridad conceptual acerca de ello, hubiese sido imposible la formulación de una metafísica, de una lógica y de un discurso en lo relativo a la política.
Para Aristóteles era bien clara la naturaleza social del hombre, un ser lanzado por sus necesidades a una dinámica de relaciones intersubjetivas que, en su complejidad, forman la filigrana del tejido social. De esta forma, la sociedad funcional era orgánica, semejante a un cuerpo que era tan solo posible por la contribución de sus partes que, como órganos vivos, determinaban la solución a necesidades y problemas. El hombre, por lo tanto, sencillamente no puede ser tal en aislamiento social. Este es el carácter gregario de la condición humana, irrenunciable a su natura.
Estos estudios aristotélicos permiten establecer lo importante y comprometida que está la conducta humana para lo social, ya que si el hombre es social, es por su conducta de relación, pero no una conducta de relación al margen de la dimensión de moralidad. Toda conducta humana es una expresión de intencionalidades, fines y racionalidad; también implica impacto o consecuencias en el otro, es decir, en la sociedad. La conducta de uno de los individuos que conforman grupo, por su acción o por su omisión, puede ocasionar un impacto positivo o no en una comunidad determinada.
Por esto, la teoría de la virtud es lo más consecuente con lo ético, porque lo ético se soporta sobre la dinámica de la virtud y esta conduce a la felicidad que, en últimas, contribuye a la armonía de la vida social. Es decir, el hombre alcanza su perfección en una relación con el otro y lo otro. Y si siempre se actúa bien, hay habitud, hay costumbre, se regulan las conductas sociales y todo marchará bien.
La ética en Aristóteles es política; no se pueden deslindar, no hay fronteras entre la una y la otra; sin lo ético en el sentido del logro del bien común, lo político se hace disfuncional.
Estas dinámicas en la interacción humana generan un universo de interpretaciones y creencias, de similitudes y diferencias, de maneras de ser, que constituyen el cosmos de nuestra experiencia vital. Empleando un término muy familiar para todos, estamos haciendo relación con la cultura.
LA CULTURA
Este concepto es víctima de un uso reduccionista de su significado. Siempre se le menciona como una de sus manifestaciones solamente. A diario se escuchan expresiones como: Iremos a una actividad cultural, la conferencia deuna muestra de danzas... o una exposición de pintura... o una obra teatral-, como si solamente estos eventos representaran lo esencial de la cultura. Se toma la parte por el todo.
Lo racional e intelectual del hombre, su capacidad de inventiva, su voluntad, su libertad, su comprensión de lo intrahistórico, le han permitido la construcción de una mediación que le ha hecho posibles los diversos procesos para su propio perfeccionamiento. Esta mediación es lo que se ha llamado cultura, el ethos cultural que, como afirmara santo Tomás, es la segunda naturaleza humana.
La cultura es una construcción social que permite cohesión y dirección en busca de fines y logro de propósitos, y que va íntimamente unida a la experiencia particular de los diversos grupos humanos. Esto es lo que permite hablar de contextos de culturas que están marcadas por algunas diferencias y particularidades, que han sido moduladas por los procesos históricos como tales.
Por señalar un ejemplo, la lengua o sistema de comunicación lingüística, considerada como un producto cultural complejo, es el elemento que coadyuva a la cohesión social y permite las diversas dinámicas de cambio. Siendo así, es uno de los factores más drásticos de un choque cultural; se entiende cuando se desconoce un código de lengua como el alemán o cualquier otro en relación con el castellano. La cultura lo implica todo, es el aporte del hombre a la naturaleza que le rodea, es la resignificación de su realidad, es el situarse en el mundo.
En las costumbres, los hábitos y los usos está el origen, la generación de la cultura. Pero esta dinámica de la conducta humana se considera importante en cuanto que trasciende hasta lo más profundo del ser, es decir, se internaliza de una manera tal que va modelando esquemas en el pensamiento, permite construir mentalidades definidas, esquemas de sensibilidad o maneras muy especiales de sentir y esquemas de valoración o formas de cargar de sentido la compleja realidad. Estos esquemas cincelados por las costumbres, los hábitos y los usos, es decir, por la dinámica humana, constituyen la identidad de un grupo, el ropaje que le caracteriza, sus maneras de ser, sus maneras de enfrentar la realidad y resolver las necesidades, retos y problemas.
Por esto, la cultura es cambiante y a la vez transformadora. En una dinámica espiral, permite advertir el fenómeno de las culturas como algo diacrónico, que varía con el transcurso del tiempo, pero a la vez sincrónico en el sentido de la coexistencia de diversas formas culturales que, en este momento de globalización, es más notoria con la llamada diversidad cultural de los pueblos del mundo, hoy por hoy muy cercanos gracias a la tecnología de las telecomunicaciones y de los medios de transporte, que permite observar con simultaneidad asombrosa rasgos tan diversos del modo de ser del hombre en el mundo.
Sin reparar en estas características generales de la cultura, sería difícil entrar a exponer aspectos relativos a la ética, la religión y la legalidad: concordancias y diferencias que son el motivo del presente capítulo y que se ampliarán al campo de lo social como generalidad y de lo técnico.
La aproximación a este análisis se abordará desde lo normativo, esto es, en cuanto que la norma explica suficientemente el carácter de lo ético, lo religioso, lo legal y jurídico, lo técnico y lo social, estableciendo con mayor claridad las concordancias y diferencias de estas categorías.
LAS NORMAS SOCIALES
Recordemos que el hombre es gregario por naturaleza, es decir, que conforma grupos, agregados, clase y comunidad. Que, como producto de la actuación con su realidad, genera una dinámica muy particular que se llama cultura; que la cultura se modifica permanentemente y se enriquece, y que se manifiesta en contextos definidos por las relaciones del grupo.
La cultura se constituye en la mediación y la posibilidad de perfeccionar la comunicación y de desarrollar procesos de transformación que mejoren las condiciones de vida. De esta manera, la cultura se presenta como una necesidad para el desarrollo de procesos netamente humanos y se internaliza como aprendizaje en cada uno de los individuos que la conforman. Esto es lo que se denomina socialización y comienza a partir del nacimiento. En la socialización se van adquiriendo rasgos y maneras de ser características a cada grupo o contexto particular, que permiten la inclusión efectiva en el grupo.
La cultura igualmente hace posible la ritualización, como una forma de aceptación convencional de maneras de ser y de actuar. Estas ritualizaciones solo son posibles a partir de las normas, unas explícitas otras tácitas, unas conocidas y divulgadas en escritos, otras inconscientes pero que van configurando un campo semiótico de significaciones y simbolizaciones.
Un ejemplo muy sencillo que nos permite comprender estas interacciones es la clase. Para que este ritual social sea posible y se constituya como ritual, debe implicar una hora de inicio y otra de finalización; la asistencia tanto de los estudiantes como del profesor es obligatoria; los estudiantes deben ocupar siempre su pupitre; el profesor debe llamar lista y puede estar en su escritorio o recorrer el salón mientras divulga los conocimientos previamente convenidos, evalúa, sugiere, hace observaciones. Esto es posible por la existencia de normas, algunas presentes en el reglamento estudiantil, otras en las cláusulas del contrato laboral del profesor o en otro tipo de disposiciones reglamentarias. Sin estas normas sería imposible la existencia de ese ritual social llamado clase. Pero hay otro tipo de normas más sutiles y no muy conscientes que siempre funcionan y que contribuyen igualmente a la existencia de este rito cultural.
Veamos: el profesor ingresa al aula, sus estudiantes ven que este camina a su escritorio, saluda, organiza sus documentos, observa el tablero, etc. Estas pueden ser conductas repetitivas, es decir, costumbres; “esto es normal” quiere decir que se ajusta a las normas, pero las sutilezas son poco perceptibles. Si el profesor rompiera alguna de estas normas sutiles o normas culturales, se expondría a ser sancionado. ¿Cómo? Con el desconcierto de sus estudiantes y sus risas, con el ridículo. Sigamos ilustrando este ejemplo. Vamos a suponer que el profesor, al pasar el umbral de la puerta del salón, cae de rodillas y así se dirige a su escritorio. Con esta conducta no estaría agrediendo ni la integridad física ni la moral de los estudiantes, pero estos reaccionan con sus risotadas e interpretaciones; para algunos puede estar padeciendo un problema mental, para otros sería simplemente algo “anormal”. Los estudiantes permiten este hecho; la clase siguiente sucede lo mismo y así todas las clases. Al final todos aceptan la conducta del profesor, pero los profesores de aulas cercanas se enteran de esto y deciden hacer lo mismo con las mismas consecuencias. Esta conducta tiene tanta aceptación que, después de mucho tiempo, se convierte en una manera obligatoria para ingresar al aula en las universidades y, si no se efectuara esta conducta, ya sería mal visto. Así, podemos advertir que la costumbre hace ley, quien legisla las normas sociales es la costumbre y la sanción es el ridículo.
Algo similar podría ser el tomar con la mano los espaguetis y succionarlos ruidosamente en un elegante restaurante italiano; imaginemos cómo nos mirarían las personas cercanas a nuestra mesa.
Pero hay normas culturales aun más sutiles. Es el caso de los segundos que se nos permite mirar los ojos de un desconocido. En nuestra cultura serían unos tres o cuatro segundos; si el tiempo de la mirada se prolonga, se trasgrede la norma y eso provoca reacciones sancionatorias y múltiples interpretaciones. Esto se puede constatar en el bus urbano, un verdadero laboratorio sociológico donde puede ocurrir que, si observo a alguien y este se entera, de inmediato retiro mi mirada; o cuando la silla va de frente a otra silla la norma dice que no nos podemos mirar directamente a los ojos; o en el ascensor la norma sugiere mirar el número que indica el piso antes que mirar al desconocido. Estas normas no se expresan en algún escrito, pero funcionan y, si se transgreden, se nota la sanción.
Lo mismo sucede con el espacio personal, que en nuestra cultura va de cincuenta a sesenta centímetros para la interacción; si se rompe esta regla, se produce un choque cultural y múltiples interpretaciones. No siempre la norma es la misma de cultura a cultura. Por ejemplo, los judíos, en el caso de la mirada, toman más tiempo para observar los ojos de un desconocido y esto tiene una causa: el sentimiento de hermandad en el reconocimiento del otro como alter ego, por ser una comunidad de origen milenario. También en el pueblo escocés es diferente el espacio para la comunicación interpersonal: los escoceses permiten menor espacio, lo cual puede provocar un choque o “hecho fastidioso” en la relación con individuos de otras culturas. Se podrían mencionar las normas existentes para leer la numeración de la cédula de ciudadanía o del teléfono, normas construidas por procesos históricos y repeticiones o costumbres.
Podemos concluir que la conducta humana comienza a ser modulada con las normas sociales, respondiendo a la necesidad de organización y armonización de los grupos humanos.
LAS NORMAS TÉCNICAS
Si las normas sociales contribuyen a la organización y armonía de la sociedad, las normas técnicas permiten el desarrollo de todos los procesos que impliquen creatividad, inventiva y esfuerzo intelectual. Son necesarias en cuanto conducen al logro de los propósitos y a los estándares de calidad exigidos. Estas normas implican afectación en la conducta que tiene que ver con estos procesos rigurosos. Quienes imponen estas normas son los diferentes saberes implicados, y el desconocimiento o trasgresión de estas normas tiene como sanción el no logro de los objetivos. Uno de los ejemplos sería el desconocer las normas técnicas obligatorias para la elaboración de una tesis doctoral; así no se llegaría a la aprobación del trabajo.
LAS NORMAS RELIGIOSAS
La centralidad de la cultura la constituye el sistema de creencias religiosas. Tenemos el caso de la importancia del cristianismo para Occidente o del taoísmo para China, o del hinduismo para la India, o del budismo para ciertas regiones de Asia. La religión se manifiesta como un fenómeno auténticamente sociológico y, como tal, tiene elementos teóricos o dogmáticos, éticos, cultuales o litúrgicos que tienen poder de convocatoria social y de adhesión a las prácticas que propone.
La religión propone una cosmovisión de la realidad y una interpretación del sentido de vida eficaz para las relaciones humanas y sus procesos de perfeccionamiento. La fe, de naturaleza suprarracional, permite construir un modo de vida que acerque al creyente a la experiencia de Dios. La revelación y la literatura sagrada ofrecen testimonios de vida y compromiso que constituyen un modelo para imitar.
La vivencia religiosa exige unos comportamientos definidos y para ello son necesarias las normas legisladas por Dios y la misma religión. La no observancia de las normas implica la sanción eterna que el alma sufrirá luego de la muerte física. En los procesos de transformación de la vida a partir de lo religioso, intervienen factores emotivos, afectivos y racionales que permiten una eficacia anímica en la actuación de las personas; es decir, es el proceso que incide más profundamente en la modulación de la conducta humana, cuando hay fe, convicción y autenticidad.