Kitabı oku: «Visiones interdisciplinarias de la justicia terapéutica en México», sayfa 2

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2. Drogas prohibidas: antología del fenómeno

Una cosa es continuar la historia y otra repetirla

Jacinto Benavente (1866-1945), dramaturgo español.

A. Aspectos preliminares

La historia de la humanidad deja muestra clara del arraigado consumo de drogas: el uso de raíces y hierbas en rituales —o ceremonias de iniciación— ha sido una práctica común en varias culturas (tanto de occidente como oriente).1 Su empleo y consumo se puede constatar tanto en las sociedades más primitivas como en las civilizaciones más evolucionadas.2 Es decir, el consumo de drogas no constituye un fenómeno exclusivo —y particular— de nuestra época,3 tampoco puede concluirse que nace en la sociedad actual, y mucho menos que es propio e inherente de la sociedad mexicana.

Por otra parte, también queda de manifiesto que la valoración social del consumo de drogas ha variado según el lugar y el momento histórico, lo que ha provocado, a su vez, que diversas sean las reacciones manifestadas ante su concurrencia.4 Lo que ha implicado que esta práctica social, como cualquier fenómeno social, haya sido objeto de diversas apreciaciones sociales. En este orden de ideas, el consumo de drogas, por su naturaleza, puede ser contemplado desde diversos enfoques, puesto que contiene múltiples implicaciones, entre las que destacan: las médicas, las bioquímicas, las psicológicas, las sociológicas, las históricas, las éticas, las jurídicas, por mencionar algunas.5

A la par de las consideraciones anteriores, la antología histórica deja evidencia que el consumo de droga, durante siglos, no representó ningún problema y/o conflicto social. Tal como se observan múltiples antecedentes en muchas sociedades el consumo de drogas tuvo una finalidad medicinal y, en otros casos, empleado en festividades litúrgicas. Es hasta la historia reciente cuando se localizan las primeras reacciones en contra del consumo de sustancias prohibidas, en primer lugar, a manera de restricciones morales, en un segundo momento, mediante esquemas tributarios, hasta llegar a la actual prohibición internacional de drogas por sus repercusiones negativas que implican a la salud pública.

Después de las observaciones precedentes, también se tendría que agregar que la difusión ilícita de drogas, en la actualidad, representa uno de los mayores riesgos para la seguridad de muchas naciones, cuando estas actividades clandestinas de distribución de lleva acabo en el marco de organizaciones de delincuencia organizada trasnacional.6 En el presente, ante este panorama, de la mano de un marco normativo internacional, se han tenido que implementar esquemas de coordinación internacional entre naciones para enfrentarse al fenómeno de la distribución ilícita de drogas. Asimismo, desde hace décadas, cuerpos policiales internacionales y nacionales (Interpol, Europol, servicios y agencias de inteligencia) suman esfuerzos para hacer frente a esta problemática desde diversas ubicaciones geográficas del planeta.7

B. Drogas: siglos de convivencia pacífica

Dentro de la antología social se puede encontrar que el consumo de drogas durante siglos ha tenido una convivencia pacífica sin representar, su práctica, riesgo social alguno. En este orden de ideas, por ejemplo, el primer indicio del consumo de la adormidera y de cannabis sativa se da desde épocas muy tempranas, en el periodo Paleolítico (hombre de Cromagnon). Desde ese momento —hace más de veinte mil años— ya existía el contacto del ser humano con los estupefacientes. No obstante, es hasta el periodo Neolítico —siete mil a tres mil años a. C.— cuando se localizan las primeras evidencias que confirman la realización de actos de consumo respecto a sustancias que le provocaban una alteración en su conducta.8

Cada droga —por su naturaleza, así como por las condiciones socioculturales en las que han sido empleadas— ha tenido una evolución histórica distinta en su particular integración social, la cual dependerá, según sea la sustancia, de muy variados aspectos: geográfico, cultural, religioso y respectivo fin para su utilización. Dadas tales condiciones, se pueden apreciar diversos ejemplos históricos que así lo atestigua. De estos, algunos por su relevancia histórica se mencionan a continuación:

 Cannabis sativa, es una sustancia de origen asiático, en donde se utilizó hace cinco mil años con varios propósitos: curativos, religiosos e industriales (para la obtención de fibras).9

 El emperador Chino Chen-Nung elaboró en el año 2737 a. C., un libro sobre farmacopea en el que se habla del cannabis sativa describiéndolo como un útil analgésico, pero también advertía sobre la relación de peligros que podían acarrear al consumidor.10

 Existen documentos, como el tratado chino, Rhyya sobre botánica, del siglo xv a. C., que mencionan al cannabis sativa.11

 En India, Egipto y Persia se pueden localizar testimonios documentales que demuestran que ya era conocido dicho estupefaciente.12

 Civilizaciones como la sumeria y egipcia usaron con gran generosidad el opio —droga adictiva por excelencia—, sin dejar testimonio escrito sobre ningún opiómano. El dato es notable debido a la utilización, en ocasiones, diaria de dicha droga —en las famosas triacas o antídotos— como remedio preventivo de diversas dolencias.13

 Con finalidades medicinales las culturas asiáticas emplearon el cáñamo; con los mismos fines las culturas americanas emplearon la hoja de coca.14

En otro sentido, en la Antigua Grecia —primer antecedente de la cultura occidental— se localizan una gran cantidad de testimonios y vestigios arqueológicos que evidencian que la droga estuvo presente en la vida cotidiana de los griegos antiguos, quienes conocían y consumían una gran variedad de sustancias tóxicas para distintos propósitos, ante todo, para usos religiosos (casi siempre estaban presentes en sus rituales más importantes),15 médicos (los tratados de medicina de la época contienen una multiplicidad de recetas que contenían diversas drogas)16 o para festividades sociales.17 Durante varios siglos los griegos convivieron con estas sustancias sin que fuesen consideradas como un peligro o un obstáculo para el desarrollo social de su pueblo.18 En realidad, se puede considerar que su actitud ante la droga fue muy laxa, sobre todo a partir de que permitían su utilización en las ceremonias religiosas y festividades.19

Por otro lado, los antiguos judíos y los primeros romanos fueron demasiado tolerantes con el uso de sus drogas. Tal circunstancia se puede concluir por diversos testimonios —que aporta la historia— en donde se muestra evidencia de la indulgencia de dichos pueblos respecto al consumo de sustancias capaces de perturbar la conciencia. Para ellos, como se puede interpretar, el vino tenía una significación especial en algunas de sus fiestas y lo consideraron como símbolo de su cultura.20 Los romanos del imperio —al igual que los antiguos griegos— tuvieron una continua utilización de drogas tales como el opio y sus derivados.21

Tomando de referencia los antecedentes descritos, tuvieron que pasar varios siglos de historia para localizar la primera censura al uso de la droga. De hecho, todo parece indicar que llega con los primeros cristianos y su doctrina, quienes criticaron —con vehemencia— las ceremonias de los antiguos griegos, en especial, los misterios eleusinos y las fiestas dionisíacas, las que consideraron una manifestación de exceso e inmoderación, comportamientos apreciados dentro de su doctrina como pecaminosos. De esta forma, el éxtasis y la ruptura de la conciencia que incitan tales sustancias empezaron a ser una pasión que debía ser reprimida y un exceso que, habiéndose cometido, debería ser castigado.22

Como ya se ha señalado, las drogas en el paso del tiempo han tenido una importante connotación terapéutica. En este sentido, Galeno de Pérgamo (140-200 d. C.) —el más destacado médico de la antigüedad después de Hipócrates— recomendaba narcotizar a los pacientes enfermos con opio, mandrágora23 y beleño, en aquellos supuestos en los que el dolor era insoportable. A pesar de ello, el mismo ya advertía que los narcóticos de alta consistencia podían ocasionar grandes trastornos a la salud y hasta la muerte.24

En la Edad Media —tras la invasión y dominación de los moros en España— aumentan de manera significativa las creencias sobre una serie de poderes mágicos que se les atribuía a algunas hierbas, en lo particular, esto se hacía por medio de la Escuela de Hechicería de Córdoba y Toledo.25 Durante el transcurso de la Alta Edad Media, algunas drogas orientales ya no solo eran consideradas como medicinales sino que además se les atribuían cualidades alimenticias, por ejemplo, en China algunos pasteleros elaboraban dulces que contenían entre sus ingredientes estas sustancias.26

Por otra parte, se sabe también del uso —durante siglos— de hongos alucinógenos en la América precolombina. Con relación a este punto, se dice que en sus escritos, Cristóbal Colón alude a la caoba que los nativos de las tierras por él descubiertas extraían por las fosas nasales.27 Los colonizadores también hacen referencia al hecho de haberse encontrado con diversas sustancias. En este mismo orden y dirección, los conquistadores españoles al descubrir América —momento en el que se considera el inicio de la Edad Moderna— se encontraron con una importante variedad de drogas las cuales destinarían para varios fines: económicos, políticos y religiosos.28 Durante este periodo se destaca —de forma significativa— el antecedente que corrobora que a los indios sudamericanos —de la zona Andina— se les pagaba sus jornadas de trabajo con hojas de coca, explotándoles de esta manera y consiguiendo, por otra parte, un mejor rendimiento.29Con referencia a lo anterior, el médico y cronista español del siglo xvi Agustín de Zárate —en su libro Historia y descubrimiento de la provincia del Perú (escrito a petición del entonces príncipe Felipe II)—, narró que en algunos valles crecía la planta llamada coca, apreciada por los indios de esas regiones más que al oro y a la plata. Abundando en este punto, lo especial y relevante de tal planta —según el cronista— consistía en que quienes masticaban sus hojas obtenían una leve euforia, estimulación y un estado de alerta, al grado de que no sentían frío, sed o hambre.30

Cuando llegó Francisco Pizarro al Perú en 1536 el consumo de la hoja de coca por los indígenas era masivo. Fue él quien por primera vez envío dicho vegetal a España.31 Su consumo —en esa época— ocasionó un importante debate en sobre su uso. En lo tocante a este aspecto, mientras que —por una parte— los eclesiásticos se oponían a que se utilizara; los comerciantes y soldados —por otra parte— contaban con una opinión discrepante a favor de su consumo.32 Ante tales divergencias, la Corona hizo pública la Ley Real de 1569, en la que se determinó que el consumo de la coca era esencial para el bienestar de los indios andinos, pero en ella también se pedía a los misioneros que pusieran fin al uso idólatra de tal planta.

Mientras tanto, otras drogas como el opio continuaban con su particular historia: los médicos árabes conocían bien sus distintos usos curativos y sus mercaderes lo introdujeron en oriente, donde se empleó para combatir la disentería.33 Debido a su toxicidad se desacreditó cayendo en desuso. Después de muchos años, Paracels, uno de los padres de la alquimia, vuelve a popularizar su uso. En 1680, Sydenham, famoso médico inglés (1624-1689) en uno de sus libros comenta que, entre los remedios que Dios todopoderoso ha dignado dar al hombre para aliviar sus sufrimientos, ninguno es tan universal y eficaz como el opio.34

C. Drogas: el nacimiento de un conflicto

A la mitad del siglo xvii, cuando en China se popularizó la práctica de fumar opio aparecieron —por primera vez— algunos problemas serios de adicción.35 En el siglo xviii la adicción era tan grave que los chinos intentaron prohibir el cultivo del opio y su comercio con los países occidentales. En ese momento, el mercado ilícito de opio tuvo un significativo incremento y para 1793 la capitanía británica de las Indias Orientales ya había conseguido el dominio exclusivo de la importación de dicha sustancia.36 Los ingleses no respetaron la prohibición y desafiaron así a las autoridades de la nación oriental.

Durante esa época el Comandante Lin Tse Hsú realizó la destrucción de grandes volúmenes de opio depositados en las bodegas de Cantón, lo que provocó la primera guerra del opio que se llevó a cabo entre China e Inglaterra, en los años de 1839 a 1842. La segunda de las contiendas se disputó de 1856 a 1858 y, la última, de 1859 a 1860. En todas las luchas armadas resultaron derrotados los chinos.37 De esta forma fue como los ingleses obtuvieron el monopolio del tráfico mundial del opio. Además, entre otros beneficios, consiguieron que se les entregara el territorio insular de Hong Kong e importantes sumas de efectivo por concepto de indemnización.38

Por otro lado, en lo que respecta a la particular antología del hachís, el ejército francés conoció la droga cuando, al mando de Napoleón, realizaba operaciones de guerra en Egipto. Fueron estos militares los que importaron dicha sustancia a Europa. El conquistador galo, al percatarse de las peligrosas consecuencias de su empleo, prohibió su consumo decretando una Orden de 8 de octubre de 1800, pues —según se decía en la misma— los que consumen esta planta pierden la razón y son presa de delirios violentos que les hacen entregarse a excesos de todas clases.39

El siglo xix dejaría constancia que en el desarrollo de las sociedades futuras sería común el diligente perfeccionamiento y descubrimiento de nuevas y más poderosas drogas. La muestra más inmediata de tal afirmación se encuentra en la cocaína (alcaloide que se obtiene de las hojas de la planta de la coca y que se empleó con diversos fines por los incas). Dicha sustancia fue aislada por primera vez en el año de 1855, utilizándose como anestésico local en cirugía menor. Poco después, producto del descubrimiento reciente de la morfina (1827), nace un producto de carácter sintético, elaborado a manera de polvo blanco y cristalino, la heroína (1898), narcótico de gran potencia cuyo consumo se realiza mediante inhalación, inyección subcutánea o inyección intravenosa.40

A finales del siglo xix y principios del xx, exceptuando los casos del opio en China, y la fugaz prohibición en Egipto del hachís por Napoleón, es evidente que en las sociedades occidentales existía una notoria tolerancia ante tales sustancias —producto tal vez de que ya no era tan importante la influencia de la Iglesia católica dentro de su vida social y del triunfo del pensamiento racional—, situación que duraría hasta las dos primeras décadas del siglo xx. En estos años las drogas fueron reguladas más no perseguidas, por lo que sus consumidores tampoco sentían presión alguna de parte de la ley en caso de consumirlas. Este espacio de tiempo, previo al nacimiento del prohibicionismo que arranca con la Ley Seca en Estados Unidos contra los alcoholes (y prosigue con numerosas prohibiciones de sustancias psicoactivas empleadas por minorías étnicas), se caracteriza por la falta de un sentimiento colectivo de miedo o queja con relación a los peligros de los estupefacientes.41

En la década de los años cincuenta, con la aparición de los beat en Estados Unidos, una nueva generación que desafiaba el estilo de vida convencional,42 empieza una renovada dinámica en la antología de ciertas sustancias que influye en el nacimiento de la revolución lisérgica de la década de los años sesenta.43 A tal movimiento se agregarían nuevos subgrupos, aparecerían en escena el LSD y el uso de estupefacientes (entre ellos los derivados cannábicos), a fin de conseguir “la comunidad con el cosmos”. De la misma forma, nacerían nuevos estilos en la pintura, en la música, en la literatura, entre los más importantes, hasta que, al fin, se asiste a la presentación en sociedad de un nuevo tóxico: la heroína.44

A principios de la década de los años sesenta se pasaría al actual periodo internacional prohibicionista.45 Para la década siguiente, el tráfico de cocaína constituyó la cara más lucrativa y novedosa del comercio ilícito de sustancias tóxicas.46 A pesar de que el empleo de la cocaína como droga se conocía desde hacía siglos, fue hasta esa época cuando su consumo masivo se convirtió en un gran problema para la salud pública.47

A finales del siglo xx y principios del actual, adquieren gran protagonismo las denominadas drogas de diseño. Con la aparición de esas sustancias se añade un peligro más para la salud de la comunidad y se da una nueva dinámica al comercio ilícito de drogas, originando una nueva paradoja, en los países que de manera tradicional han sido importadores, ahora se convierten en exportadores de sustancias prohibidas —Estados que desde siempre han sido productores y vendedores de esos productos tóxicos— pasan a ser compradores de las drogas elaboradas en laboratorio.48

Hoy en día, la droga ilícita49 es un producto atractivo para grandes organizaciones criminales, con su prohibición se abre un importante mercado ilícito. La ilegalidad de su comercio la ha convertido en un producto de elevado precio, dados los márgenes comerciales que retribuyen los riesgos de traficar con sustancias tan perseguidas. Esto ha provocado, como indica un grupo de especialistas, “la aparición de poderosas organizaciones de traficantes con un poder económico sin parangón en toda la historia de la criminalidad y que en sus niveles medios y superiores eluden fácilmente la persecución penal”.50 También, ha causado o agravado “la marginación social de una buena parte de los consumidores que no pesen los medios económicos necesarios para adquirir la droga, lo que les obliga a realizar actividades asociales o a caer en la delincuencia”.51

Para nadie es un secreto que desde hace décadas el tráfico de sustancias ilícitas ha establecido contacto con otros sectores criminógenos, por ejemplo, guerrilleros en Iberoamérica,52 grupos financieros en todo el mundo,53 sectores políticos y empresariales,54 que lo convierten en un delito de mayor peligrosidad social y difícil persecución, ya que con estas conexiones criminales, las organizaciones que trafican con drogas consiguen fortalecer aún más su poderío económico y sus márgenes de impunidad.55

Si bien, en el presente la difusión ilícita de drogas constituye un problema de universal,56 sus formas de operar variaran según las circunstancias que rodeen al país del que se trate. En España, por ejemplo, su comercio ilícito está determinado por diversos factores:

 Geográfico: puerta de entrada de Europa para los traficantes africanos y americanos, cierra la salida del mar Mediterráneo y comparte costa con Portugal en el Atlántico, proximidad al paraíso fiscal de la Colonia Británica de Gibraltar.

 Cultural: en el caso del tráfico procedente de Sudamérica, pues al tener costumbres e idioma en común, se facilita la comunicación entre los participantes dedicados al comercio ilícito de estupefacientes de ambas zonas del mundo.

 Económico: se tiene conocimiento que en el sur (Costa del Sol) y Levante (Barcelona y Valencia), existe una gran cantidad de grupos criminales que realizan de manera permanente operaciones relacionadas al tráfico ilícito de drogas —tráfico de armas y blanqueo de capitales— a través de la inversión de sumas millonarias en el sector inmobiliario de esa región.57 Dentro del territorio español se conforman como las principales actividades relacionadas con el comercio ilícito de drogas: el tráfico de hachís (procedente de Marruecos) y el de cocaína (oriundo de Colombia),58 aunque últimamente se ha dado un gran auge entre sectores jóvenes de la población el consumo de las denominadas drogas de diseño.59

En el caso particular de México, por su posición geográfica, se convierte en un puente natural entre los países sudamericanos productores de droga y el mercado donde habita el mayor consumidor de drogas ilícitas del mundo: Estados Unidos. A lo anterior hay que agregar que los intereses generados por el poderoso mercado de las drogas ilícitas —ya consolidado en Estados Unidos, Europa y con progresivo aumento en todo territorio nacional—60 ha generado una violencia crónica conectada con el citado tráfico ilegal en ciudades como: Tijuana, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Guadalajara y Culiacán.61

La corrupción política —institucional y policial— en México ha coadyuvado a la proliferación de poderosos grupos criminales que trafican con droga ilícita en territorio nacional. Según informes de la antes Procuraduría General de la República (PGR), hoy Fiscalía General de la República (FGR), en el país, en las últimas décadas, el mapa histórico criminal de estas organizaciones ha sido el siguiente:

 En el pasado, hermanos Arellano Félix (cártel de Tijuana); Osiel Cárdenas Guillén (cártel del Golfo), después operado por el grupo criminal denominado los Zetas; Amado Carrillo Fuentes, al inicio, después por Vicente Carrillo Fuentes y Vicente Carrillo Leyva (cártel de Juárez). Asimismo, los hermanos Valencia (cártel del Milenio); Sandra Ávila Beltrán (“la Reyna del Pacífico”) y Juan Diego Espinoza (“el Tigre2), Joaquín Guzmán Loera (“el Chapo”) y los hermanos Beltrán Leyva (“la sociedad”), en su momento, el cártel de Sinaloa y, en la última década, por “el Chapo” Guzmán e Ismael (“el Mayo”) Zambada; De la misma manera, operaron Ignacio Coronel, Ismael Zambada García (“el Mayo”) y Juan José Esparragoza (“el Azul”) la derivación del cártel de Juárez que opera en Sinaloa; los hermanos Amezcua (reyes de la anfetaminas) y Pedro Díaz Parada, en zar de la marihuana en Oaxaca en una extensión del cártel de Tijuana.62

Actualmente, son diversas familias las que tienen influencia y liderazgo al interior del cártel de Sinaloa. En este sentido, los hijos de “el Chapo”, conocidos como “los chapitos” Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar y la familia de “el Mayo” Zambada, son los líderes más visibles del grupo criminal. También, otros informes indican el grupo de allegados a Rafael Caro Quintero, los Cázarez Salazar, así como parientes de Juan José Esparragoza Moreno “el Azul” y de la familia de Dámaso López Núñez “el licenciado”, continúan con influencia relevante dentro de este grupo cartel de drogas. Asimismo, junto a los hermanos del clan González Valencia, conocido como “los Cuinis” y su cuñado, Nemesio Oseguera Cervantes “el Mencho”, líder del cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), son quienes, a nivel nacional e internacional, dirigen los cárteles mexicanos de drogas con mayor expansión. No obstante, el CJNJ es considerado el de mayor crecimiento y penetración en los últimos años.63