Kitabı oku: «Lo mejor de Dostoyevski», sayfa 4

Yazı tipi:

Calló y me apretó la mano con fuerza. A mí la agitación me impidió decir nada. Pasaron algunos instantes.

Bueno, está visto que no viene hoy dijo por último alzando la cabeza . Es tarde…

Vendrá mañana dije con voz firme y confiada.

Sí añadió ella alegrándose . Ahora veo que no vendrá hasta mañana. ¡Hasta la vista, pues, hasta mañana! Si llueve quizá no venga. Pero vendré pasado mañana, vendré pase lo que pase. Esté usted aquí sin falta. Quiero verle y le contaré todo.

Seguidamente, cuando nos despedimos, me dio la mano y dijo mirándome serenamente a los ojos:

En adelante estaremos siempre juntos, ¿verdad?

¡Oh, Nastenka, Nastenka, si supieras qué solo estoy ahora!

Cuando dieron las nueve se me hizo intolerable quedarme en el cuarto. Me vestí y salí a pesar del mal tiempo. Fui al lugar de la cita y me senté en nuestro banco. Hasta entré en su callejuela, pero me dio vergüenza y giré sobre los talones, sin mirar sus ventanas y sin dar más que dos pasos hacia su casa. Llegué a la mía dominado por la tristeza más grande que he sentido en mi vida. ¡Qué tiempo tan crudo y sombrío! Si al menos fuera bueno, me hubiera estado paseando allí toda la noche…

Bueno, hasta mañana. Mañana me lo contará todo.

Pero no ha habido carta hoy. Aunque bien mirado, sin embargo, quizá había de ser así. Estarán ya juntos…

Noche cuarta

¡Dios mío, cómo ha terminado todo esto! ¡Qué fin ha tenido!

Llegué a las nueve. Ella ya estaba allí. La observé desde lejos. Estaba, como aquella primera vez, apoyada en la barandilla del muelle y no me oyó acercarme.

¡Nastenka! exclamé haciendo un esfuerzo por contener mi emoción.

Ella al punto se volvió hacia mí.

¡Bueno dijo . de prisa!

La miré perplejo.

Pero, ¿donde está la carta? ¿Ha traído usted la carta? repitió asiéndose a la barandilla.

No, no tengo carta dije al fin . ¿Pero es que él no ha venido?

Ella se puso mortalmente pálida y me miró, inmóvil, largo rato. Yo había destruido su última esperanza.

¡Sea lo que Dios quiera! dijo al cabo con voz entrecortada . ¡Qué Dios le perdone si me abandona así!

Bajó los ojos y luego quiso mirarme pero no pudo. Durante algunos minutos probó a dominar su emoción, pero de pronto me volvió la espalda, puso los codos en la barandilla del muelle y se deshizo en lágrimas.

Basta, basta empecé a decir, pero, mirándola, no tuve fuerzas para continuar. Al fin y al cabo, ¿qué podía decir?

¡Pero qué inhumano y cruel es esto! empezó de nuevo . ¡Ni tan siquiera un renglón! Si al menos dijera que no me necesita, que no quiere nada conmigo… ¡Pero eso de no ponerme unas líneas en tres días seguidos! ¡Qué fácil le es agraviar a otros, ofender así a una pobre chica indefensa, cuya única culpa ha sido quererle! ¡Ay, lo que he sufrido estos tres días! ¡Dios mío, Dios mío! Cuando recuerdo que soy yo la que fue a verle por primera vez, que me humillé ante él, que lloré, que mendigué una migaja de amor siquiera… ¡Y después de eso…! ¡Oiga dijo volviéndose hacia mí, centelleantes sus ojos negros ; eso no puede ser, eso no puede ser así, eso no es natural! Uno de nosotros dos, usted o yo, se habrá equivocado. No habrá recibido la carta. Quizá ésta es la hora en que aún no sabe nada. ¿Cómo es posible? Juzgue usted mismo, dígame, por amor de Dios, explíqueme, porque yo no puedo entenderlo. ¿Cómo es posible portarse tan bárbara y groseramente como él se ha portado conmigo? ¡Ni siquiera una palabra! ¡Hasta a la persona más insignificante del mundo se la trata con más compasión! ¿Es posible que haya oído algo? ¿Es posible que alguien le haya dicho cosas de mí? gritó volviéndose, inquisitiva, hacia mí . ¿Qué piensa usted?

Mire, Nastenka, mañana voy a verle de parte de usted.

¿Y qué?

Le pregunto todo y le cuento todo.

¿Y qué? ¿ Y qué?

Usted escribe una carta. No diga que no, Nastenka, no diga que no. Le obligaré a respetar el comportamiento de usted, se enterará de todo, y si…

No, amigo mío, no interrumpió . Ya basta. No recibirá de mí una palabra, ni una sola palabra, ni una línea. Ya basta. Ya no le conozco, ya no le quiero, le olvidaré…

No terminó la frase.

Cálmese, cálmese. Siéntese aquí, Nastenka dije haciéndola sentarse en el banco.

¡Pero si estoy tranquila! Basta, así es la vida. Y estas lágrimas ya se secarán. ¿Es que cree usted que me voy a matar? ¿Que me voy a tirar al agua?

Mi corazón rebosaba de emoción. Quise hablar, pero no pude.

Diga prosiguió, cogiéndome de la mano , ¿usted no se portaría así, ¿verdad? ¿No abandonaría a quien hubiera venido a usted por su propia voluntad? ¿Usted no le echaria en cara, con burlas crueles, el tener un corazón débil y crédulo? ¿Usted la protegería? ¿Usted pensaría que era una muchacha sola, que no sabía mirar por sí misma ni cuidarse del amor que sentiría por usted… que ella no tenía la culpa …. que, en fin, no tenía la culpa de… que no había hecho nada malo? ¡Ay, Dios mío, Dios mío!

¡Nastenka! exclamé por fin sin poder dominar mi agitación . Nastenka, usted me está atormentando, usted me destroza el corazón, usted me mata. ¡Nastenka, no puedo callar! ¡Tengo que hablar, decir todo lo que me oprime aquí, en el corazón!

Al decir esto me levanté del banco. Ella me cogió de la mano y me miró con asombro.

¿Qué le pasa? preguntó por fin.

Escuche dije con decisión . Escúcheme, Nastenka. Todo lo que voy a decirle es absurdo, todo es quimérico y estúpido. Sé que nada de ello puede realizarse, pero no puedo seguir más tiempo callado. ¡En nombre de lo que usted sufre ahora, le ruego de antemano que me perdone!

Pero, ¿esto qué es? preguntó cesando de llorar y mirándome con fijeza, mientras en sus ojos sorprendidos brillaba una extraña curiosidad . ¿Qué le pasa?

Esto es quimérico, lo sé, pero la quiero a usted, Nastenka. Eso es lo que pasa. Ahora ya lo sabe usted todo agregué remachando lo dicho con el brazo . Ahora verá usted si puede hablar conmigo como hablaba hace un momento y si puede escuchar al cabo lo que voy a decirle..,

Bueno, ¿y qué? me cortó Nastenka . ¿Qué hay de nuevo en eso? Ya sabía que me quería usted, aunque creía que me quería así, sencillamente, sin segunda intención… ¡Ay, Dios mío!

Al principio, sí, sencillamente, pero ahora…, ahora soy exactamente como usted cuando fue a verle a él con el hatillo de ropa. Pero todavía peor, Nastenka porque entonces él no queria a nadie, mientras que ahora usted quiere a otro.

¿Qué dice usted? No le entiendo a usted en absoluto. Pero dígame, ¿con qué fin, es decir, no con qué fin, sino por qué se pone usted así tan de repente? ¡Cielo santo, estoy diciendo tonterías … ! Pero usted…

Nastenka quedó desconcertada del todo. Se le encendieron las mejillas y bajó los ojos.

¿Qué hacer, Nastenka, qué hacer? Soy culpable, he abusado de… Pero no, ¡qué va! No, Nastenka. Conozco esto, lo siento, porque me dice el corazón que tengo razón y que de ninguna manera puedo agraviarla o injuriarla. Era amigo de usted y sigo siéndolo. No ha cambiado en nada. Mire cómo se me saltan las lágrimas, Nastenka. ¡Que se me salten, pues! No molestan a nadie. Ya se secarán…

¡Pero siéntese, siéntese! dijo obligándome a sentarme en el banco . ¡Ay, Dios mío!

No, Nastenka, no quiero sentarme! yo ya no puedo seguir aquí más tiempo; usted no me verá ya más. Voy a decirlo todo y me voy. Sólo quiero decir que usted no hubiera sabido nunca que la quiero. Yo hubiera guardado el secreto y no la hubiera martirizado aquí y en este momento con mi egoísmo. Pero es que no he podido aguantar más; usted misma empezó a hablar de esto, usted misma ha tenido la culpa, toda la culpa, y no yo. Usted no puede alejarme de su lado…

¡Pero claro que no, no señor, yo no le alejo de mi lado! dijo Nastenka, ocultando, la pobre, su confusión como mejor pudo.

¿No me aleja usted? Pues entonces yo mismo me voy. Me voy, sólo que antes le contaré a usted todo, porque cuando usted hablaba hace un momento no podía quedarme quieto en mi asiento; cuando usted lloraba, cuando usted sufría porque… (voy a decirlo tal como es, Nastenka), porque es usted desdeñada, porque su amor no es correspondido, ¡yo sentía, por mi parte, tanto amor por usted, tanto amor! Y me daba tanta pena no poder ayudarla con ese amor… que se me partía el alma y… ¡y no pude callar y tuve que hablar, Nastenka, tuve que hablar!…

¡Sí, sí! ¡Hábleme, hábleme así! dijo Nastenka con un gesto delicado . Quizá le parezca extraño que se lo diga, pero… ¡hable! ¡Ya le diré más tarde! ¡Ya le contaré todo!

¡Me tiene usted lástima, Nastenka, sólo lástima, amiga mía! A lo hecho, pecho. Agua pasada… ¿no es verdad? Bueno, ahora lo sabe usted todo. Algo es algo. ¡Muy bien! ¡Todo está ahora bien! Ahora escuche. Cuando estaba usted ahí sentada llorando, yo pensé para mis adentros (¡ay, déjeme decir lo que pensé!) pensé que (claro que esto, Nastenka, es imposible)… pensé que usted… pensé que usted, no sé cómo…, bueno, por algún extraño motivo ya había dejado de quererle. Entonces y yo ya pensaba esto, Nastenka, ayer y anteayer , entonces yo hubiera hecho de modo… hubiera hecho sin duda de modo que usted me hubiera ido tomando cariño, porque usted misma dijo, usted misma afirmó, Nastenka, que ya casi me quería. Ahora, ¿qué más? Bueno, esto es casi todo lo que quería decir: sólo queda por decir lo que pasaría si usted me tomara cariño, nada más. Escuche, amiga mía (porque de todos modos es usted mi amiga), yo, por supuesto, soy un hombre sencillo, pobre, muy poca cosa, pero no importa (estoy tan confuso, Nastenka, que no doy pie con bola); sólo sé que la querría de tal manera… de tal manera la querría, que si usted siguiera queriéndole a él, si siguiera queriendo a ese hombre para mí desconocido, vería usted que mi amor no sería para usted una carga. Usted sólo notaría… sólo sentiría a cada instante que junto a usted latía un corazón honrado, honrado, un corazón ardiente, que para usted… ¡Ay, Nastenka, Nastenka! ¿Qué ha hecho usted conmigo?

No llore, no quiero que llore dijo Nastenka levantándose rápidamente del banco . Vamos, levántese, venga conmigo. No llore más, no llore siguió diciendo mientras me enjugaba las lágrimas con su pañuelo . Bueno, vamos; puede que le diga algo… Sí, si ahora él me abandona, si me olvida, aunque yo todavía le quiero (no me propongo engañarle a usted)… Pero escuche y contésteme. Si yo, por ejemplo, le tomara cariño a usted, es decir, si yo… ¡Ay, amigo mío, amigo mío! ¡Cómo me doy plena cuenta ahora de que le ofendí cuando me reí de su amor, cuando le elogiaba Por no haberse enamorado de mí … ! ¡Ay Dios! ¿Pero cómo no preví esto? ¿Cómo no lo preví? ¿Cómo pude ser tan tonta? pero, en fin, estoy decidida. Voy a contarle todo…

Mire, Nastenka, ¿sabe lo que voy a hacer? Me alejo de usted. Sí, eso, me voy de su lado. No hago más que martirizarla. Ahora le remuerde la conciencia porque se rió usted de mí, y no quiero… eso, no quiero que, junto a la pena que siente…, yo, por supuesto, tengo la culpa, Nastenka, pero… ¡adiós!

Deténgase y escúcheme. ¿Es que no puede esperar?

¿Esperar qué?

Yo le quiero a él, pero esto pasará, esto tiene que pasar. Es imposible que no pase, está pasando ya, lo siento… ¿Quién sabe? Quizá termine hoy mismo, porque le odio, porque se ha reído de mí, mientras que usted ha llorado aquí conmigo, porque usted no me hubiera repudiado como él lo ha hecho, porque usted me quiere y él no, porque, en suma, yo le quiero a usted… ¡Sí, le quiero! Le quiero como usted me quiere a mí; y, a decir verdad, yo misma se lo he dicho antes, usted mismo lo oyó. Le quiero porque es usted mejor que él, porque es usted más noble que él, porque, porque él…

La emoción de la pobre muchacha era tan fuerte que no terminó la frase; puso la cabeza en mi hombro, luego en mi pecho y rompió a llorar amargamente. Traté de consolarla, de convencerla, pero no cesaba en su llanto; sólo me apretaba la mano y decía entre sollozos: «¡Espere, espere, que acabo en seguida! Quiero decirle… no piense usted que estas lágrimas… esto no es más que debilidad; espere a que pase … » Por fin se serenó, se enjugó las lágrimas y proseguimos nuestro paseo. Yo hubiera querido hablar, pero ella siguió diciéndome que esperara. Guardamos silencio … Al fin, sacó fuerzas de flaqueza y rompió a hablar …

Mire empezó a decir con voz débil y trémula, pero en la que de pronto empezó a vibrar algo que entró en mi corazón y lo llenó de dulce alegría , no me crea usted liviana e inconstante. No piense que soy capaz de cambiar y olvidar tan ligera y rápidamente… Le he querido a él un año entero y juro por lo más sagrado que nunca, nunca le he faltado, ni con el pensamiento siquiera. Él ha desdeñado esto y se ha reído de mí ¡qué se le va a hacer! Me ha agraviado y me ha lastimado el corazón. No… no le quiero, porque sólo puedo querer lo que es generoso, lo que es comprensivo, lo que es noble porque yo soy así y él es indigno de mí bueno, ¿qué se le va a hacer? Mejor es que haya obrado así ahora y no que más tarde me hubiera enterado con desengaño de cómo es… Bien, ¡pelillos a la mar! Pero ¿quién sabe, mi buen amigo? prosiguió, apretándome la mano . ¿Quién sabe si quizá todo el amor mío no fue más que un engaño de los sentidos, de la fantasía? ¿Quién sabe si no empezó como una travesura, como una chiquillada, por hallarme bajo la vigilancia de la abuela? Quizá debiera amar a otro, y no a él, no a un hombre como él, sino a otro que me tuviera lástima y… Pero dejemos esto, dejémoslo interpuso Nastenka, a quien ahogaba la agitación , sólo quería decirle… quería decirle que sí, a pesar de que le quiero a él (no, que le quería), si, a pesar de eso, dice usted todavía…, si siente usted que su cariño es tan grande que puede con el tiempo reemplazar al anterior en mi corazón… si de veras se compadece usted de mí, si no quiere dejarme sola en mi desgracia, sin consuelo, sin esperanza, si promete amarme siempre como ahora me ama, en ese caso le juro que la gratitud …. que mi cariño acabará siendo digno del suyo… ¿me cogerá usted de la mano ahora?

Nastenka grité ahogado por los sollozos . ¡Nastenka, oh, Nastenka!

¡Bueno, basta, basta! ¡Bueno, basta ya de veras! dijo, haciendo un esfuerzo para calmarse . Ahora ya está todo dicho, ¿verdad? ¿No es así? Usted es feliz y yo soy feliz. No se hable más del asunto. Espere, no me apure… ¡Hable de otra cosa, por amor de Dios!…

¡Sí, Nastenka, sí! Con eso basta, ahora soy feliz… Bueno, Nastenka, bueno, hablemos de otra cosa. ¡A ver, a ver, de otra cosa! Sí, estoy dispuesto…

No sabíamos de qué hablar, reíamos, llorábamos, decíamos mil palabras sin ton ni son. Marchábamos por la acera y de repente volvíamos sobre nuestros pasos y cruzábamos la calle. Luego nos parábamos y volvíamos al muelle. Parecíamos chiquillos…

Ahora vivo solo, Nastenka decía yo , pero mañana… Ya sabe usted, Nastenka, que, por supuesto, soy pobre. En total, no tengo más que 1.200 rublos, pero eso no importa…

Claro que no. Además la abuela tiene una pensión y no será una carga. Tenemos que llevarnos a la abuela.

Desde luego hay que llevarse a la abuela… Ahora bien, también está Matryona…

¡Ah, sí, y nosotras tenemos a Fyokla!

Matryona es buena, pero tiene un defecto. Carece de imaginación, Nastenka, carece por completo de imaginación. Pero eso no tiene importancia.

Ninguna. Pueden vivir juntas. Entonces se muda usted a nuestra casa.

¿Cómo? ¿A casa de ustedes? Muy bien, estoy dispuesto.

Sí, como inquilino. Ya le he dicho que tenemos un desván en lo alto de la casa y que está vacío. Teníamos una inquilina, una vieja de familia noble, pero se nos fue, y sé que la abuela busca ahora a un joven. Yo le pregunto: «¿Por qué un joven?» Y ella dice: «Porque ya soy vieja; pero no vayas a creerte, Nastenka, que te estoy buscando marido.» Yo sospechaba que era para eso…

¡Ay, Nastenka!

Y los dos rompimos a reír.

Bien, basta ya. ¿Y usted dónde vive? Ya se me ha olvidado.

Ahí, junto a uno de los puentes, en casa de Barannikov.

¿Esa casa tan grande?

Sí, esa casa tan grande.

Ah, sí, ya sé, es una casa hermosa. Bueno, pues ya sabe que mañana la deja y se viene con nosotras cuanto antes…

Pues mañana, Nastenka, mañana. Estoy algo retrasado con el pago del alquiler, pero no importa… Voy a recibir mi paga pronto y…

Y ¿sabe?, quizá yo dé lecciones. Yo misma me instruiré y daré lecciones…

¡Magnífico! Y yo recibiré pronto una gratificación, Nastenka…

De modo que mañana será usted un inquilino…

Sí, e iremos a oír El Barbero de Sevilla, porque lo van a poner pronto otra vez.

Sí que iremos dijo riendo Nastenka . No. Mejor será que vayamos a oir otra cosa en lugar de El Barbero.

Bueno, muy bien, otra cosa. Claro que será mejor. No había pensado…

Hablando así, íbamos y veníamos como aturdidos, como caminantes en la niebla, como si no supiéramos qué nos pasaba. A veces nos parábamos y charlábamos largo rato en un mismo lugar; a veces reanudábamos nuestras ¡das y venidas y llegábamos hasta Dios sabe dónde, y allí vuelta a reír y vuelta a llorar… De pronto, Nastenka decidió volver a casa. Yo no me atreví a retenerla y quise acompañarla hasta la puerta misma. Nos pusimos en camino y al cabo de un cuarto de hora nos hallamos de nuevo en nuestro banco del muelle. Allí suspiró y alguna lagrimilla volvió a bañarle los ojos. Yo quedé cohibido y perdí un tanto mi ardor… Pero ella, allí mismo, me apretó la mano y me arrastró de nuevo a caminar, a charlar, a contar cosas…

Ya es hora de que vaya a casa, ya es hora. Pienso que debe ser muy tarde dijo por fin Nastenka , ¡basta ya de chiquilladas!

Sí, Nastenka, pero lo que es dormir, no dormiré ahora. Yo no me voy a casa.

Yo parece que tampoco voy a dormir. Pero acompañeme usted.

Por supuesto.

Esta vez, sin embargo, es preciso que lleguemos hasta mi casa.

Claro. Por supuesto.

¿Palabra de honor?… Porque alguna vez habrá que volver a casa.

Palabra de honor contesté riendo.

Bueno, andando.

Andando.

Mire el cielo, Nastenka, mírelo. Mañana va a hacer buen día. ¡Qué cielo tan azul! ¡Qué luna! ¡Mire cómo la va a cubrir esa nube amarilla, mire, mire! No, ha pasado junto a ella. ¡Mire, mire!

Pero Nastenka no miraba la nube, sino que, clavada en el sitio, guardaba silencio. Un instante después comenzó a apretarse contra mí con una punta de timidez. Su mano temblaba en la mía. La miré… Ella se apoyó contra mí con más fuerza aún.

En ese momento paso junto a nosotros un joven. Se detuvo de repente, nos miró de hito en hito y luego dio unos pasos más. Mi corazón tembló.

Nastenka dije yo a media voz . ¿Quién es, Nastenka?

Es él respondió con un murmullo, apretándose aún más estremecida contra mí.

Yo apenas podía tenerme de pie.

¡Nastenka! ¡Nastenka! ¡Eres tú! exclamó una voz tras nosotros y en ese momento el joven dio unos pasos hacia donde estábamos.

¡Dios mío, qué grito dio ella! ¡Cómo temblaba! ¡Cómo se libró forcejeando de mis brazos y voló a su encuentro! Yo me quedé mirándolos con el corazón deshecho. Pero apenas le dio ella la mano, apenas se hubo lanzado a sus brazos, cuando de pronto se volvió de nuevo hacia mí, corrió a mi lado como una ráfaga de viento, como un relámpago, y antes de que yo me diera cuenta, me rodeó el cuello con los brazos y me besó con fuerza, ardientemente. Luego, sin decirme una palabra, corrió otra vez a él, le cogió de la mano y le arrastró tras sí.

Yo me quedé largo rato donde estaba, siguiéndoles con la mirada. Por fin se perdieron de vista.

La mañana

Mis noches terminaron con una mañana. El día estaba feo. Llovía, y la lluvia golpeaba tristemente en mis cristajes. Mi cuarto estaba oscuro y el patio sombrío. La cabeza me dolía y me daba vueltas. La fiebre se iba adueñando de mi cuerpo.

Carta para ti, señorito. El cartero la ha traído por correo interior dijo Matryona inclinada sobre mí.

¿Una carta? ¿De quien? grité saltando de la silla.

No tengo idea, señorito. Mira bien. Puede que esté escrito ahí.

Rompí el sello. Era de ella.

«Perdone, perdóneme me decía Nastenka , de rodillas se lo pido, perdóneme. Le he engañado a usted y me he engañado a mí misma. Ha sido un sueño, una ilusión… ¡No puede imaginarse cómo le he echado de menos hoy! ¡Perdóneme, perdóneme!

»No me culpe, porque en nada he cambiado con respecto a usted. Le dije que le amaría y ya le amo, y aún le amo más de la cuenta. ¡Ay, Dios mío! ¡Si fuera posible amarles a ustedes dos a la vez! ¡Ay, si fuera usted él! »

«¡Ay, si él fuera usted!» me cruzó por la mente. ¿Recordé tus propias palabras, Nastenka?

«¡Dios sabe lo que yo haría por usted ahora! Sé que está usted apesadumbrado y triste. Le he agraviado, pero ya sabe usted que quien ama no recuerda largo tiempo el agravio. Y usted me ama.

»Le agradezco, sí, le agradezco a usted ese amor. Porque ha quedado impreso en mi memoria como un dulce sueño, un sueño de esos que uno recuerda largo rato después de despertar; siempre me acordaré del momento en que usted me abrió su corazón tan fraternalmente, en que tomó en prenda el mío, destrozado, para protegerlo, abrigarlo, curarlo… Si me perdona, mi recuerdo de usted llegará a ser un sentimiento de gratitud que nunca se borrará de mi alma… Guardaré ese recuerdo, le seré fiel, no le haré traición, no traicionaré mi propio corazón; es demasiado constante. Ayer se volvió al momento hacia aquél a quien ha pertenecido siempre.

»Nos encontraremos, usted vendrá a vernos, no nos abandonará, será siempre mi amigo, mi hermano. Y cuando me vea me dará la mano… ¿verdad? Me la dará usted en señal de que me ha perdonado, ¿verdad? ¿Me querrá usted como antes?

»Quiérame, sí, no me abandone, porque yo le quiero tanto en este momento… porque soy digna de su amor, porque lo mereceré… ¡mi muy querido amigo! La semana entrante nos casamos. Ha vuelto enamorado, nunca me olvidó. No se enfade usted porque hablo de él. Quisiera ir con él a verle a usted; usted le cobrará afecto, ¿verdad?

»Perdónenos, y recuerde y quiera a su

Nastenka.»

Leí varias veces la carta con lágrimas en los ojos. Por fin se me escapó de las manos y me cubrí la cara.

¡Mira, mira, señorito! exclamó Matryona.

¿Qué pasa, vieja?

Que he quitado todas las telarañas del techo. Ahora, cásate, invita a mucha gente, antes de que el techo se ensucie otra vez…

Miré a Matryona… Era todavía una vieja joven y vigorosa. Pero no sé por qué, de repente se me figuró apagada de vista, arrugada de piel, encorvada, decrépita. No sé por qué me pareció de pronto que mi cuarto envejecía al par que Matryona. Las paredes y los suelos perdían su lustre; todo se ajaba; las telarañas agrandaban su dominio. No sé por qué, cuando miré por la ventana, me pareció que la casa de enfrente también se deslustraba y se ajaba, que el estuco de sus columnas se desconchaba, se desprendía, que las cornisas se ennegrecían y agrietaban, y que las paredes se cubrían de manchas de un amarillo oscuro y chillón…

Quizá fuera un rayo de sol que, tras surgir de detrás de una nube preñada de lluvia, volvió a ocultarse de repente y lo oscureció todo a mis ojos. O quizá la perspectiva entera de mi futuro se dibujó ante mí tan sombría, tan melancólica, que me vi como soy efectivamente ahora, quince años después, como un hombre envejecido, que sigue viviendo en este mismo cuarto, tan solo como antes, con la misma Matryona, que no se ha despabilado nada en todos estos años.

¿Pero suponer que escribo esto para recordar mi agravio, Nastenka? ¿Para empañar tu felicidad clara y serena? ¿Para provocar con mis amargas quejas la angustia en tu corazón, para envenenarlo con secretos remordimientos y hacerlo latir con pena en el momento de tu felicidad? ¿Para estrujar una sola de esas tiernas flores con que adornaste tus negros rizos cuando te acercaste con él al altar … ? ¡Ah, nunca, nunca! ¡Que brille tu cielo, que sea clara y serena tu sonrisa, que Dios te bendiga por el minuto de bienaventuranza y felicidad que diste a otro corazón solitario y agradecido!

¡Dios mío! ¡Sólo un momento de bienaventuranza! Pero, ¿acaso eso es poco para toda una vida humana?

FIN

Yaş sınırı:
0+
Litres'teki yayın tarihi:
16 ekim 2024
Hacim:
3230 s. 1 illüstrasyon
ISBN:
4064066442279
Yayıncı:
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin PDF
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 4, 23 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre