Kitabı oku: «Pie De Cereza»
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CAÍDA UNO
CAÍDA DOS
CAÍDA TRES
CAÍDA CUATRO
CAÍDA CINCO
CAÍDA SEIS
CAÍDA SIETE
CAÍDA OCHO
CAÍDA NUEVE
CAÍDA DIEZ
CAÍDA ONCE
CAÍDA DOCE
CAÍDA TRECE
CAÍDA CATORCE
CAÍDA QUINCE
CAÍDA DIECISEIS
CAÍDA DIECIOCHO
CAÍDA DIECINUEVE
CAÍDA VEINTE
CAÍDA VEINTIUNO
CAÍDA VEINTIDOS
CAÍDA VEINTITRES
CAÍDA VEINTICUATRO
CAÍDA VEINTICINCO
CAÍDA VEINTISEIS
CAÍDA VEINTISIETE
CAÍDA VEINTIOCHO
CAÍDA VEINTINUEVE
CAÍDA TREINTA
CAÍDA TREINTA Y UNO
CAÍDA TREINTA Y DOS
CAÍDA TREINTA Y TRES
CAÍDA TREINTA Y CUATRO
CAÍDA TREINTA Y CINCO
CAÍDA TREINTA Y SEIS
CAÍDA TREINTA Y SIETE
CAÍDA TREINTA Y OCHO
CAÍDA TREINTA Y NUEVE
CAÍDA CUARENTA
CAÍDA CUARENTA Y UNO
CAÍDA CUARENTA Y DOS
CAÍDA CUARENTA Y TRES
CAÍDA CUARENTA Y CUATRO
CAÍDA CUARENTA Y CINCO
CAÍDA CUARENTA Y SEIS
CAÍDA CUARENTA Y SIETE
CAÍDA CUARENTA Y OCHO
CAÍDA CUARENTA Y NUEVE
CAÍDA CINCUENTA
CAÍDA CINCUENTA Y UNO
CAÍDA CINCUENTA Y DOS
CAÍDA CINCUENTA Y TRES
CAÍDA CINCUENTA Y CUATRO
CAÍDA CINCUENTA Y CINCO
CAÍDA CICUENTA Y SEIS
CAÍDA CINCUENTA Y SIETE
CAÍDA CINCUENTA Y OCHO
CAÍDA CINCUENTA Y NUEVE
CAÍDA SESENTA
Mythographers
Pie de Cereza
Ver 2.2.3
George Saoulidis
Copyright © 2019 George Saoulidis
Traducido por Simon Molina
Published by Tektime
All rights reserved.
Cover image Copyright © João de Souza Antunes Jr AKA Antunesketch
CAÍDA UNO
Cherry se quitó su morral de viaje de la espalda y se detuvo frente a la calle de su nueva casa. Había un letrero con el nombre “HPP”. Era el frente de una tienda con un apartamento encima de ella. Arrugó la nariz, lo pensó por un segundo y luego se sentó sobre su morral. Sacó su tableta y comenzó a dibujar lo que tenía enfrente.
La tienda de armaduras estaba en el medio, al lado de otra tienda que equipaba autos blindados a pedido; a la derecha se encontraba la tienda de botas. Sólo botas: botas raras, de cuero y de imitación de cuero, todas en vivos colores. Cherry dibujó todo lo que veía: los clientes que pasaban charlando entre ellos o con alguien que estaba fuera de su vista, viendo las vidrieras de las tiendas, las siluetas de los dueños adentro de ellas apenas visibles por el reflejo del sol, los autos estacionados en la calle y el grafiti en las paredes.
Esta no era la parte más agradable del pueblo. Sólo un par de calles en la Avenida Syggrou, la calle ciega donde los sueños van a morir. Sin embargo, a Cherry le parecía agradable.
Cualquier cosa resultaba agradable comparado con lo que tenía antes.
Una vez que hubo terminado, guardó el dibujo y puso su tableta en blanco para comenzar de nuevo con algunos detalles. Héctor estaba frente a su tienda poniendo una armadura en uno de su maniquís, no la había notado y estaba concentrado en su trabajo, sus diestras manos colocando las distintas piezas en el muñeco inanimado y ajustándolas como debía ser.
Cherry lo dibujaba todo: su expresión concentrada, su cabello oscuro, sus ojos.
Alguien lo llamó desde la parte trasera de la tienda y gritó algo como respuesta. Rápidamente Cherry guardó el dibujo y abrió otra pantalla para dibujar su expresión de disgusto cuando movía su cabeza hacia atrás con los ojos aún fijos en su trabajo.
Patty apareció y Cherry volvió a guardar el dibujo y cambió a una nueva pantalla para incluirla en un doble dibujo. La dibujó rápidamente de memoria, fuerte, más grande, dominante. Héctor hizo un gesto con su mano, parecía enojado. Ella le corrigió algo, acercándose para ajustar la armadura de tal forma que recibiera más luz. Él respondió algo, ella levantó las cejas y él asintió, aparentemente de acuerdo con ella aunque de mala gana. Patty se fue diciendo algo que Cherry no pudo oír. Héctor frunció el ceño y continuó vistiendo sus otros maniquís.
Cherry capturó todo el intercambio en una tira cómica improvisada. Revisó toda la secuencia, ajustando un par de detalles, colocando algunos toques aquí y allá y añadiendo algunos detalles en las manos como fuese necesario. Las manos eran lo más difícil de dibujar, había practicado bastante, pero parecía que nunca sería suficiente.
Satisfecha con su tira cómica, le dio una mirada una vez más. Se imaginaba lo que dirían los globos de texto y las añadiría a la tira. Conocía a Patty, pero apenas conocía a Héctor así que puso su imaginación a trabajar. Masajeándose la cabeza y pensándolo por un minuto, tomó un paso mental hacia atrás. Bien, su conversación era la de una pareja casada por mucho tiempo, así que los pondría a hablar como tales.
“¿No te dije que los pusieras bajo la luz?” “¿Cómo los verán los clientes?” “¿Cómo los comprarán?”
“¡No me digas lo que tengo que hacer con mi tienda!”.
“No lo haría. Si alguna vez alguien viniera a comprar algo”. “Uuhm, uuhm”.
“¿Qué dijiste?”
“Nada Patty”.
“Bueno, bien, ahora todo parece bien. Estaré arreglando las alfombras arriba”.
Riéndose sola, Cherry levantó la vista. Héctor estaba en la parte de atrás y ya no lo podía ver, no desde su ángulo.
¿Cómo se suponía que llegaría hasta allí? “Hola, soy Cherry y ahora vivo aquí. ¿Cierto?” ¿Y luego dejaría caer su morral en una esquina?
Qué estúpido.
Todo era estúpido. El transeúnte era estúpido. Si, tú, déjala en paz. Ella pensaba que estaría allí logrando sus sueños, dibujando con los grandes o al menos, tendría su propia tira cómica en la web. Pero el programa de entrenamiento para Ciberpink era una locura y las heridas sufridas no la dejaban dibujar tanto como ella lo quisiera. Seguro, era rápida pero el bloquear golpes con los antebrazos significaba que sus manos apenas podían funcionar después, menos aún dibujar.
Ella sacó los datos de su programa veil para HPP. Era el mismo tipo de negocio, al que Héctor le cambió el nombre cuando se encargó de él después de su padre. La misma cosa durante casi cincuenta años. Cincuenta años. Cherry ni siquiera podía imaginarse esa cantidad de años, igual podía haber sido un siglo.
Héctor caminó alrededor de la tienda, buscando algo en los diferentes estantes. Héctor, el nuevo dueño. El hombre, quien para toda intención y propósito, tenía el poder de la vida y la muerte de ella, podía rastrearla, darle una descarga con una pistola Taser, intervenir en su salario y podía venderla.
Pero no parecía muy dispuesto a hacer nada de eso.
Cualquier otro dueño la habría rastreado al minuto de haberla comprado, probablemente le hubiese dado una descarga Taser para que se avispara. Héctor llamaba antes y la invitaba a su casa. Invitaba. Amablemente.
¿Quién coño era este tipo?
¿Y Patty? Lo adoraba. Ella nunca, nunca, jamás lo admitiría ante él, pero eran taaán obvio. No podía dejar de mencionarlo cuando hablaban con ella. Héctor esto, Héctor lo otro.
Cherry se detuvo y sopló en su mano, revisando su aliento. Necesitaba una menta o algo parecido. ¿Por qué estaba tan nerviosa? No era como si ya no lo hubiese conocido y también sabía que tenía una amiga allí. No, no era que estuviese preocupada, simplemente no quería hacerse muchas ilusiones. Estaba segura que tan pronto estuviera detrás de esas puertas las cerrarían al pasar y el monstruo aparecería. La bestia que se arrastra dentro de cada persona que tiene poder sobre otros.
Ella lo sabía, eso iba a pasar, estaba segura. Estaría bien durante algunos días, diablos, incluso durante algunos meses, pero la bestia surgiría. Patty estaba equivocada. Ningún hombre era inmune a ello.
Esperando lo peor, se echó el morral a la espalda y caminó hacia su nueva casa.
Entonces se acobardó, se detuvo y se devolvió.
CAÍDA DOS
Se hacía tarde. El timbre de la puerta sonó y Héctor fue a atenderla.
¿Es Cherry? Dile que la he estado esperando por años”, dijo Pickle gritando a través de las habitaciones.
Héctor regresó con una caja. Era una cava de una marca local de refrescos, Loux. “No, no era ella, un mensajero dejó esto, y…” leyó la Nota de Entrega. “Oh, en realidad es para ti”. La deslizó sobre la mesa hacia ella.
Pickle se animó. “¿Para mí? ¡Oh! ¿Qué es?” Abrió la cava y encontró un tesoro adentro. “Vaya, por las tetas de Atenas. ¡Es increíble!”. Destapó una botella agitable y la sostuvo en alto.
Héctor se inclinó hacia la cava haciendo una mueca. “¿Qué es eso?
“Es Jugo de Pepinillos Granizado. ¡Nunca se me hubiese ocurrido! ¡Es genial, toma, pruébalo!” Ella apuntó la pajita hacia él.
Levantó la mano. “Asco, no gracias, puedes quedarte con mi parte”.
En ese momento Pickle notó el color. “Ay, tengo un mal presentimiento”.
“¿Qué?”
“Es amarillo verdoso”.
“¿Y? Es colorante artificial, simplemente”.
“No, no, ve, el color está demasiado diluido y no concuerda con la acidez propia de un pepinillo”.
Héctor parecía divertido y resignado. “¿Cuál es la cantidad de ácido apropiado para el pepinillo?”
Ella se encogió de hombros con la mirada hacia un lado. “Uh, algo como un rico bosque verde, tú sabes, como pepinillo”.
Héctor no parecía impresionado, habló poniendo la lengua entre sus labios. “Uh-Uh. Como sea. ¿Vas a probarlo?”
El granizado estaba frío, la condensación cubría la botella. Tomo la pajita con sus labios y tomó un sorbo. “Si, está dulce. Eso no es bueno”.
“¿Cómo se supone que deba estar?”
Pickle puso cara de “¿Estás bromeando?”. “Ácido, por supuesto”.
Se lamió los labios saboreándolos. “Deja como un cierto sabor residual grato. Esta bebida no está hecha para los amantes del pepinillo”.
“¿Verdaderamente? Maldición, bótala entonces”. Trató de alcanzar la cava.
“¡Coño, no!” Se quejó apartándola.
Él se rio. “Bien, entonces ¿qué quieren?” Volteó la Nota de Entrega y leyó en voz alta. “Estimada Patricia Georgiou, sería un honor si tú y tu dueño probaran nuestro nuevo sabor granizado y estuviesen de acuerdo con un patrocinio nuestro. Hemos adjuntado los términos del contrato propuesto. Realmente nos gustaría trabajar con ustedes, por favor pónganse en contacto con nosotros si tienen alguna pregunta y haremos lo mejor que podamos para solucionar cualquier problema”.
Los ojos de Pickle se abrieron con asombro. “Quiere decir… Quiere decir que yo…”
Héctor le brindó una amplia sonrisa y asintió. “¡Que acabas de conseguir un patrocinador!”.
Pickle soltó una risa de alegría y luego la ahogó. Levantó un dedo. “No lo digas”.
Héctor se recostó en la pared y levantó los hombros con aire presumido. “Sólo iba a decir-“
“¡No lo digas!” Pickle tomó la cava apretándola con sus brazos y corrió hacia su cuarto.
“En serio, todo lo que iba a decir era-“
“¡No digas un carajo!” gritó a través de las habitaciones.
“¡Te lo dije!” gritó Héctor, sintiéndose pleno.
Cerró la puerta de un puntapié.
“Un ‘gracias Héctor’, sería agradable, sabes, ¡ya que te lo dije!” gritó.
Pickle contuvo su respuesta.
Podía oír sus pasos que venían hacia su puerta. Él habló a través de ella, su voz sonaba amortiguada. “¿Entonces vamos a rechazar el patrocinio?
“¿De repente tenemos mucho dinero? ¡Claro que no!” se burló ella. “Abre la puerta”
Héctor echó un vistazo al interior del cuarto. “Obviamente, estoy de acuerdo” dijo. “¿Entonces qué hacemos? No puedes endorsar un producto que no te gusta”.
“Fácil, voy a ir a sus oficinas a decirles qué es lo que tienen que arreglar. ¡Va a ser increíble!”
“Ay, ya lo siento por ellos”. Héctor hizo una mueca, cerró la puerta y se fue.
Pickle se subió a la cama y sostuvo el envoltorio de hielo color orina en sus brazos y tomó otro sorbo. Umm, no. Demasiado dulce. Y si, definitivamente iba a arreglar este producto.
CAÍDA TRES
Héctor sabía cuál sería el voto de ella, podía verlo en sus ojos brillando. Lo otro, era un paso mayor así que para comenzar, realmente no era tan emocional. En realidad no sabía cómo funcionaban los patrocinios, así que le hizo una pregunta a Tony y éste respondió enviándole unas instrucciones. Era bastante fácil, muy parecido a un contrato de cadena de bloques como cualquier otro. Lo revisó un par de veces con el guion del lenguaje simplificado de Tony y vio que era correcto. Ninguna cláusula escondida, ninguna trampa legal extraña que pudiera ver. Parecía que estos tipos en realidad querían este trato. Dijo “Joder”, tomó un trago de ouzo y lo aceptó.
Esperó un par de minutos por las confirmaciones y luego revisó las estadísticas de Pickle:
Nombre | Patricia Georgiou |
Alias | Pickle |
Fortaleza | 2 |
Velocidad | 1 |
Estrategia | 3 |
Sensualidad | 1 |
Talla de Copa | D |
Aumentación | 22% |
Equipo | Pies |
Posición | Ejecutora (Espada y Escudo) |
Victorias | 4 |
Derrotas | 71 |
Ingresos | 5500 |
Patrocinador | Jugos de Pepinillo Granizados |
Mil euros más cada mes, añadidos así como así a su cuenta. Definitivamente podría trabajar con eso, especialmente con todos los gastos ocultos de poseer un equipo. Era una locura, pedían mierda en la que él ni siquiera había pensado. Logos, sitios web, servicios de streaming, gerentes de medios sociales y por contrato estaba obligado a proporcionárselos al torneo de Ciberpink. Los mirones necesitaban un ojo de cerradura para espiar, tú sabes. Tenías que hacerlo lo suficientemente grande y asequible en línea por medio de menús ordenados, desplegables en orden descendiente de lujuria. Afortunadamente, Tony siempre estaba dispuesto a arreglar todo para él. Se había hecho prácticamente indispensable. Héctor ni siquiera sabía dónde estaba alojado el sitio web del equipo, mucho menos trabajar en él. El hombre podía ser insufrible algunas veces, pero era un mago con las computadoras. Y se babeaba sobre el teclado desde que comenzó a estar todo el día alrededor de las atletas Ciberpink. Héctor decidió dejar que el hombre tuviera sus perversiones. Atrasaría algunos pagos por ahora, pero le pagaría su parte justa. Estaba haciendo cosas en las que Héctor ni siquiera había pensado. Había conectado noticias y automatizaciones que Héctor ni siquiera entendía. Todos los fanáticos lujuriosos serían notificados al segundo de la actualización en el patrocinio, pronto pondrían sus órdenes en línea. Las lenguas de los fanáticos en color pepinillo, era algo divertido de imaginar.
Héctor sacudió la cabeza. Ciertamente, un mundo raro para vivir.
Se levantó, miró por la ventana hacia la calle iluminada. La gente aún caminaba a pesar de que las tiendas estaban cerradas a esa hora. Por supuesto, el comercio no se detuvo sólo porque el programa de horario fijado por el gobierno había terminado. Héctor vio al vendedor de drogas usual en la esquina, un muchacho de apenas 17 años, y como era de esperarse, una joven conversando con él para conseguir un toque. Tenía el cabello corto, una buena figura y arrastraba un morral de viaje detrás de ella-
Cherry del coño.
Héctor corrió por las escaleras y salió de la tienda, cruzó la calle y de manera casual dijo, “Hola, Mike”.
“Hola Sr. Troy, ¿Qué pasa?” dijo el joven confundido, mirando alrededor. Ambos sabían que Héctor no era su cliente usual.
“Oh, todo está bien. Oye Cherry, no te había notado”. Héctor se recostó del poste de luz.
Cherry frunció el ceño. “Si viniste hasta aquí a detenerme-“
Héctor levantó una mano, “En realidad déjame detenerte ahí mismo. La verdad, no me importa, pero sí sé que este joven empresario le vende una mercancía de mierda a la gente que es nueva en el vecindario”. Lentamente se volvió hacia Mike para verlo.
Estaba aterrado. “Sr. Troy, yo nunca, honestamente”. Le arrebató el pucho de cocaína de la mano a Cherry y se lo cambió por otro. Volviéndose hacia ella le dijo, “la próxima vez déjame saber que conoces al Sr. Troy, ¿estamos amor?”
Cherry cruzó los brazos y miró hacia un lado. “Cómo sea”.
“¿Estamos listos? Ven al piso de arriba, Patty te ha estado esperando todo el día, estaba preocupada por ti”.
Cherry lo siguió un par de pasos y se detuvo en el pavimento. “¿Qué vas a hacer, darme un sermón? “¿Quitármelo?”
Héctor se volvió hacia ella y puso su mano en alto. “¿Tú tienes, qué, veintidós años? Quiere decir que eres una adulta y no, para ser honesto, preferiría que no uses drogas en mi casa, pero si la alternativa es que te la pases en la calle, drogada en cualquier callejón, entonces sin lugar a dudas, entra. Patty ha estado yendo de aquí para allá todo el día, me está volviendo loco”.
Comenzó a caminar y Cherry permaneció sin moverse.
“Voy a entrar, la puerta está abierta para cuando decidas qué hacer”, dijo Héctor en voz alta mientras se alejaba.
Después de un puchero audible, escuchó el morral que se deslizaba por la calle hacia él.
CAÍDA CUATRO
“¡Cherry!” Exclamó Pickle y la abrazó. No, la abrazó muy fuertemente.
“Hola, ya estoy aquí. Hurra”, dijo con una sonrisa forzada.
“¡Por fin!, estaba preocupada porque nunca respondiste los correos. No importa, déjame mostrarte el lugar. Esta es la casa, y esta es…”
Pickle continuó hablando y hablando acerca del lugar, como si estuviese atolondrada. Cherry no quería arruinar su estado de ánimo, pero no sentía lo mismo. Seguro, confiaba en su amiga, y de alguna forma estaba segura que no era ningún tipo de trampa, pero ya había sido maltratada demasiadas veces. No podía evitar que esperara a que cayera el otro zapato.
“Esta es la cocina, prácticamente es el salón de reuniones. Este es el ouzo de Héctor, hay una provisión suficiente si es que puedes beberlo. Este estante es mi despensa de pepinillos, puedes tomar cuantos quieras”. Ella tomó una jarra completa de pepinillos.
“Vaya, gracias…” Cherry se rio.
“Y ese es nuestra habitación, dormiremos juntas esta noche y lo primero que haremos mañana es conseguirte una cama, ¿Te parece?”
Cherry se encogió de hombros y dejó que le cargara el morral que estaba en la esquina. Pickle estaba como atolondrada, señalando cosas a la izquierda y a la derecha. “Este es el baño, podemos usar el de arriba. Héctor lo dejó para nosotras. Este es el cuarto de los trastes, nunca toques nada de allí, de todas maneras, son sólo cajas llenas de polvo. Esta es la habitación de Héctor, ahora vamos abajo”. Tres escalones antes de llegar al piso, se sentó y el resto lo susurró. “Este es el mejor sitio para espiar a Héctor mientras trabaja sin molestarlo. Es una vista agradable mientras uno se come una botana”. Pickle mordió un pepinillo y se puso a mirar.
Héctor estaba sin camisa, sudando frente a la fragua. Era de alta tecnología construida para trabajos de precisión que incluso podía hacer piezas para naves espaciales, pero sin embargo despedía un calor del carajo. Una chimenea de meta material a base de grafeno enviaba el calor hacia afuera Estaba construyendo partes para sus armaduras, en cierto momento hacía un trabajo pesado golpeando sobre metal con martillos y vertiendo aleaciones derretidas en moldes y al momento siguiente hacía un delicado trabajo de costura mezclando los materiales blandos y fuertes en una perfecta amalgama.
Cherry también observaba y distraídamente aceptó un pepinillo de la jarra y lo masticó. Héctor se parecía a Hefesto trabajando en su fragua. Pero en vez del pequeño, voluminoso jefe del Olimpo, éste era alto, delgado, con músculos hechos para el trabajo, en nada parecido al típico físico culturista hinchado. Las muchachas observaban los músculos que se distendían y contraían, dirigiendo cada golpe del martillo hacia el sitio preciso al que apuntaba. Cherry podía ver que no había correcciones ni golpes errados., ningún gasto de material. Era como ver a un pintor usar la brocha en el lugar y ángulo preciso para completar una obra maestra. Un pintor con un martillo y músculos relucientes, delgado, y cabello oscuro con una barba corta y el pecho peludo que terminaba en una línea de pelo más oscuro en su bajo estómago y que seguía dentro de su pantalón… después de un largo momento, susurró, “Iba a burlarme de ti por completo en un principio, pero definitivamente puedo ver lo atractivo que esto resulta”.
Ambas masticaron más pepinillos disfrutando de la vista en silencio.
“Se me olvidó buscar toallas sanitarias, ¿puedes compartir algunas?” Dijo Cherry mientras se quitaba la ropa en el cuarto.
Pickle sonrió y señaló el closet. “Abre ese”.
Cherry lo hizo y en cuanto lo abrió una pila de toallas y tampones de todas clases de productos para el período cayeron al piso alrededor de sus pies. Ella gritó, “¿Qué? Oh, tú lo planeaste, ¿No? Ja. Muy cómico, que madura eres. ¿Qué significa todo esto?” Recogió una caja de la pila.
Pickle se puso un pijama cómodo y se abrazó las piernas cerca de Cherry. Héctor no sabía que comprarme, así que compró dos de cada una.
Cherry comentó. “¡Oh, eso es adorable!”
Pickle se rio entre dientes y trajo otra almohada.
“Entonces… ustedes dos… ¿sabes? ¿Han hecho algo?” preguntó Cherry, mientras iba hacia el baño.
“¿Hacer qué?”
Cherry se detuvo e hizo una imitación con el dedo en el hueco metiéndolo y sacándolo.
Los ojos de Pickle se abrieron más. “¡No! Uh Uhm, no”
Cherry volteó la cabeza hacia un lado “¿De verdad? Yo hubiera pensado otra cosa”.
“¡No!” chilló Pickle. “¿Por qué lo haría?” protestó con una voz en un tono alto.
Cherry entrecerró los ojos “Así… No te importa que yo…” Movió su dedo alrededor señalándose lugares.
“Todo tuyo”. Pickle negó con la cabeza vigorosamente.
Al regresar del baño, Cherry encontró a Pickle que sostenía su bolsa de droga. Tenía el ceño completamente fruncido. Cherry intentó restarle importancia. “Yo… uh, no la quería. No sé en qué estaba pensando, en verdad. Estaba afuera, lista para venir para acá y entré en pánico”.
Entraste en pánico y ¿fuiste a comprar drogas?” Dijo Pickle, suspirando suavemente.
“Si. Creía que iba a estar en la misma situación con un dueño diferente. Era un acto final de desafío ¿sabes?”
“No, realmente no”, dijo Pickle simplemente poniendo la bolsa de droga de regreso en el tocador.
“Ahora que lo dije en voz alta me parece estúpido a mí también. Debí haber confiado en ti. Dijiste que aquí era grandioso y yo quería creerlo. Todavía lo creo… Es sólo qué…” Cherry se sentó en la cama y se cubrió la cara.
Pickle la abrazó. “Lo sé Carolina, lo sé”.
Sintiéndose segura y amada por primera vez en años, en los brazos de una figura materna, Cherry soltó las lágrimas y sollozó en silencio. Pickle la sostuvo acariciándole el cabello con los dedos, tarareando suavemente. La besó en la frente. “Ahora estás a salvo, no dejaré que te pase nada”.
Cherry soltó todo lo que tenía por dentro, llorando a chorros
Poco después, subieron a la cama. Una atolondrada Pickle la abrazó bien fuerte, “Soy la gran acariciadora”.
“¿Por qué tienes que ser la gran acariciadora?” Se quejó Cherry sin que lo dijera en serio.
“Porque soy más vieja”, dijo Pickle de manera casual.
Cherry se retorció. “Ay chica, tu exoesqueleto se está clavando en mi espalda. Es una tortura”.
“Cuando tengas tu propia cama te liberarás de esta tortura. Ahora cállate y deja que te acaricie”.