Kitabı oku: «Ciudad Carbón Destartalada»

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Ciudad Carbón Destartalada
Novela
Gift Foraine Amukoyo
Traductor: Simon Molina

Publicada por

TEKTIME

© 2020 – Gift Foraine Amukoyo

First Published in 2018

All Rights Reserved

First Printing, December 2018

Por una sociedad reestructurada y mejor

CAPÍTULO UNO

Inferknow estaba organizada de forma mezquina. Las casas de bajo costo de construcción tosca se apiñaban en grandes cantidades y nunca carecían de ocupantes. Con unas paredes delgadas que separaban a un inquilino del otro, las conversaciones en los apartamentos parecían una reunión en el ayuntamiento de la ciudad. En esta sociedad paralizada, ningún acto se mantenía privado. Los residentes observaban conscientemente todo tipo de peligro, desde botellas voladoras hasta balas perdidas.

Las chozas que bordeaban la costa eran más caras. Las personas que vivían cerca de la orilla del lago podían alimentar a los peces con sus desechos y respirar bocanadas de aire fresco. Los transeúntes se tapaban las narices debido al hedor apestoso que salía de las heces humanas en descomposición. El vecindario necesitaba una intervención ambientalista de salud antes de que un posible brote de enfermedad cayera sobre todos los habitantes.

Cerca del canal abierto, algunos adolescentes jugaban cartas en un desgastado tablero de billar. Estalló una pelea porque algunos hicieron trampa y el tablero de billar se convirtió en un ring de lucha libre. Las chicas se turnaban para saltar las cuerdas que giraban rápidamente. Un niño de seis años, lloraba con medio cubo de bollos fríos sobre la cabeza.

El niño recordaba lo que su madre le había advertido. ‘No regrese con un solo bollo o de lo contrario, tendrás tu lengua para cenar. ¿Está claro? Él asintió.

Tuvo suerte. Unos gánsteres le preguntaron la razón de su angustia. Los gánsteres le compraron la merienda completa y la distribuyeron a los niños que estaban alrededor. Una mujer, que fumaba un tabaco junto a un tanque de agua, le dio unas palmaditas en la espalda y le dio doscientos Nairas. Dobló el dinero en pequeños pliegues, que escondió en su cabello tupido y le hizo un saludo militar.

La ciudad era un lugar para hombres, mujeres y niños ingeniosos con extremidades nerviosas. La pereza solo traía hambre, denigración y opresión; los mendigos no luchaban en estas calles.

La población era multifacética. Los funcionarios asignados al censo siempre tenían dificultades para mantener al día el número de personas que vivían en Inferknow. Los residentes no respetaban las normas morales de la sociedad, sólo los dictados de la dura vida de la calle, el duro destino de la realidad. El imponente sistema opresor no asustaba a estas personas. Su preocupación era cómo manejar las circunstancias del mundo lo mejor que podían. Creían que un gran instrumento de cambio podría nacer entre uno de ellos; solo necesitaban una razón para continuar la lucha y quizás habría una luz al final del túnel.

CAPÍTULO DOS

Al atardecer era cuando la mayoría de los comerciantes nocturnos organizaban sus productos en puestos improvisados. No eran los buhoneros usuales que se encontraban en las escarpadas calles. Estos eran los suburbios de Inferknow alumbrados con bellos reflectores y con selecciones hechas por los vendedores de artículos de calidad dieciocho.

Una joven descarada se dirigió hacia un quiosco. El comerciante apenas levantó la vista del radio. Se había inclinado para oír los momentos importantes del fútbol en la radio chirriante. Se levantó de repente al ver a una de sus clientes habituales. Su aura era incontenible, cuando caminaba por la calle la gente volteaba y se fijaban en su atractiva figura sonrosada.

El comerciante se le acercó bastante. Como su admirador secreto le encantaba oler su fragancia siempre que llegaba. Ella se apoyó fuertemente en la puerta del quiosco. “Oye Protocolo, dame un paquete de condones y una botella de whiskey pequeña, rápido”. Masticaba chicle y hacía bombas con la goma.

Miró ensoñadoramente su hendidura descubierta sensualmente acentuada por su vestido de escote bajo. “¿Es para mujeres o para hombres?”

Irritada chasqueó sus dedos con sus uñas pulidas en su cara. “¿Estás ciego, no ves que la compradora es una mujer o es que alguna vez te he comprado un condón para hombre?” Habló entre dientes.

Petrificado, habría podido perforarle los ojos con sus uñas pulidas puntiagudas. Él apartó la cara. “En estos días, estoy confundido”. Tomó su orden y le entregó los artículos dentro de un nailon transparente.

“Por favor, toma tu dinero y asegúrate de darme el cambio completo” Le tiró el dinero a la cara.

Él atrapó el billete de mil Nairas. Lo puso en uno de sus hondos bolsillos laterales. “Oh nena, ¿no hay nada para los muchachos?”

“¿Porque me sigues mientras hago mi trabajo o qué? Un cabrío tacaño como tú, que masajeas tu pene erecto detrás de tu estúpido quiosco. Deberías venir al burdel para que tengas un buen placer sexual, tacaño tonto”

Estaba asombrado que ella supiera que su pene estaba erecto. “Oh nena, eres demasiado”.

“Hum, algún día voy a tener que lidiar con tus formas de delito. Te crees muy lista, eh. Veo tu cara como un condón usado. Todas mis pequeñas, pequeñas, Nairas contigo son suficientes para construirme un bungaló en mi ciudad”.

El comerciante sonrió porque de hecho estaba haciendo una fortuna con sus clientes regulares. Sacó dinero de su otro bolsillo para darle el vuelto. Después de contar el dinero para asegurarse que estaba completo, la mujer salió seductoramente a través de un portón negro.

Mujeres de distintas formas, tamaños, tallas y complexión caminaban alrededor con poca ropa.

“¿Faith, fueron condones lo que saliste a comprar?” Preguntó Mama.

“¿Qué otra cosa me habría hecho salir a esta hora del día?” Salí a buscar algunas herramientas para el trabajo”. Tengo un cliente de emergencia. Quiere algo caliente para el frío”. Sonrió sin motivo.

“Por favor, ¿me puedes dar algunos?”

“Mama, ni siquiera estoy segura que me alcancen. De la manera en que veo a ese tipo, parece que ha estado bastante tiempo sin sexo”.

Mama rió suavemente. “Así que está verdaderamente cachondo. Ok, no quiero retrasarte más. Espero que Protocolo tenga más condones. Por la forma en que el negocio está creciendo, alguna marca de condones debería establecer una fábrica en la calle Good Evening”. Se rieron.

Dos chicas conversaban acerca de Mama. Estaban en un juego de ludo escandaloso que hacía su conversación poco audible para otras personas. ”Mírala, que vieja tan desvergonzada”. Dijo Fassa.

“¿Cuándo se retirará del negocio para que unas jóvenes amantes como nosotras entremos a manejarlo?” dijo Gwen. Evaluó su sexy figura y se subió los senos que ya resaltaban gracias a su sostén acolchado.

Fassa admiró su propia piel brillante. “Mi hermana, yo me pregunto, de todos los clientes que entran aquí buscando placer, ella logra casi el treinta por cientos de los hombres con facilidad, mientras que nosotras que luchar para tener diez clientes en un día”

“Por favor, no exageres, Pero me pregunto que ven los jóvenes y los viejos en esa vieja vagina arrugada”.

“Yo creo que ella usa algún tipo de magia para aumentar su faena. He oído que va a algún hechicero de vez en cuanto para renovar sus encantos”.

“Yo creía que iba a visitar a su hija. Siempre lleva comida a su hija, quien es una enfermera”.

“¿Y tú crees esa tontería? Chica, me sorprendes. Son sólo formas de disfrazar sus movimientos. ¿En verdad tiene una hija? ¿Alguna vez has visto que alguien la venga a visitar como madre, o familia?

“Bebé, eres increíble. ¿Qué hija estaría orgulloso de una madre que trabaje en la prostitución y querría que lo vieran cerca de donde trabaja?”

“¿La hija de Grace no vive con ella?”

“Vamos, esa es todavía una niñita, Gwen, no se compara con nada, además, Grace es una loca. ¿Qué clase de mujer criaría a alguien en este medio ambiente? Menos aún a una niña. Ruego por esa niña para que su madre se retire de este negocio antes de que se convierta en una adolescente. Esa mujer no está nada bien, debe estar loca. Incluso, podría llevar a esa niña a ejercer este negocio al vestirla como una prostituta”. Fassa suspiró ante esta posibilidad y limpió el tablero de ludo de las fichas que había ganado.

“Crees que lo estás haciendo bien hablando y ganando al mismo tiempo. ¿No es verdad?”

“Suenas como si alguna vez me hubieses ganado en este juego”. Fassa lanzó los dados sobre el tablero, “si esa mujer tiene una hija como se dice, entonces le doy kudos por darle a su hija una buena vida. Puedo apostar mis juegos a que ella usó la prostitución para hacer de su hija lo que es hoy”.

“Hum, tienes razón. Es muy bueno si eso es así. Ahora que lo pienso, la Grace en verdad es estúpida. Ruego porque hagamos suficiente dinero para comenzar nuestro negocio de fotografía y maquillaje. Tenemos que salir de este burdel para que podamos casarnos y tener nuestros niños en una buena urbanización. De verdad que quiero ser una fotógrafa a tiempo completo”, dijo Gwen.

“Mi sueño es hacer decoraciones para bodas y celebridades. Le pido a dios que nos ayude a lograr nuestros sueños”. Dijo Fassa. Ambas dijeron Amen en coro y se enseriaron con el juego.

En este sitio, la prostitución era un negocio diurno. Las alas de la asociación regional las protegían. Las mujeres ya no tenían que esconder su negocio. Sólo las que no tenían permiso huían cuando las fuerzas de la asociación hacían redadas en busca de prostitutas ilegales. Las leyes protegían los derechos de las trabajadoras sexuales contra los clientes que se rehusaba a pagar por sus servicios o las molestaban.

CAPÍTULO TRES

Algunos trabajadores cargaban equipo pesado sobre sus cabezas y sus hombros. Caminaban de manera fuerte y torcida sobre un terreno desigual. Un joven corpulento con músculos visibles y bien definidos le quitó un tubo de los hundidos hombros de un viejo y lo llevó hasta uno de los almacenes.

La compañía Borrows Steel era la primera en la ciudad en funcionar durante más de dos años. Ubicada en un área densamente poblada con mano de obra barata que trabajaba de día y de noche iba por la vía rápida para ganarse el reconocimiento como la tercera compañía más grande de la colonia. Se burlaba del nivel de vida de las comunidades locales a través de sus oscuros paquetes de pago y su tasa de empleo inestable.

El sitio era un medio de riesgo probado para sus trabajadores. Diariamente, los trabajadores rogaban que pudieran protegerse de los peligros ya que trabajaban sin precauciones de seguridad. Los trabajadores oyeron el fuerte sonido del reloj central. Marcaba el final de un día de trabajo. Después de limpiarse los sudados cuerpos con camisas sucias, se alineaban y llenaban sus datos personales en un papel para recibir sus pagos.

El contratista vino para aplaudirles su esfuerzo por el día de hoy con un comentario repugnante sobre que ellos eran ‘los ejemplos que otros trabajadores debían emular’. Revisó los nombres en la lista y le entregó el efectivo al supervisor para que les pagara. Satisfecho con la forma en que el supervisor repartía los sobres, el contratista se subió a su Land Rover que estaba estacionada fuera de los podridos portones de entrada. El camino estaba lleno de trabajadores que caminaban lentamente. Le gritó al chofer para hiciera sonar la corneta.

Sacó un pañuelo del bolsillo de su camisa y se secó el sudor de la frente. “No puedo perder mi cita. Por favor, suena la corneta del carro para que estos tontos lentos se aparten del camino”.

“Sí señor”. El chofer encendió el estéreo. Tarareó cuando su canción favorita comenzó a sonar. Cantó la letra, “Oh, babi chévere…menea tu cintura. Mi babi estás buenísima… estás bien… haz girar esa cosa. Oh, gastaré todo mi dinero en ti”. “Oga, yo sé que a ti también te gusta esta canción”. Le subió el volumen al radio y sonrió. Se movió al ritmo de la canción.

“No me gusta la canción. Cállate y conduce”. Se quitó el casco de su cabeza calva sudada. “Enciende el aire acondicionado. Me pregunto cómo esta gente trabaja en medio de este calor. Deben estar adaptados al infierno”, se quitó las pesadas botas de trabajo, “y apaga el radio”.

Aunque el chofer estaba acostumbrado a los impredecibles cambios de humor de su jefe, su explosión lo confundió porque lo había visto bailar al ritmo de esa canción en los clubes. El contratista podía pagarle a un DJ ambulante para que tocara esa canción sin parar.

El camino no tenía un buen sistema de drenaje. Las reparaciones defectuosas en ambos lados constituían un estanque que hacía que el camino estuviese muy congestionado. A medida que la gente se apartaba para que pasara el carro, el chofer se movía lentamente para evitar salpicarlos con el barro.

Este era su primer día en el trabajo. Ezekiel contaba el dinero pagado por el nuevo día de un trabajo que duraría seis meses. Estaba decepcionado. La cantidad de efectivo en su sobre resultó ser dos mil, distribuidos en billetes de denominación de doscientos Nairas. Cuando él y otros más tomaron el trabajo no tenían idea de la escala salarial. El abultado sobre que les había sido entregado a él y sus colegas, les había dado esperanza que la paga los ayudaría a resolver algunas necesidades perentorias.

Ezekiel estaba aturdido. No había manera que pudiera ahorrar con esta mísera paga. Pensó en dejar el trabajo. El agente laboral al que le pagaría el diez por ciento de su salario le había dicho que la paga en ese trabajo era buena. Hizo un cálculo mental sobre la cantidad de deudas que tenía que pagar antes de llegar a su casa. Tendría que irse por la canal para evitar a sus acreedores. Ezekiel sonrió con sorna y continuó su camino.

CAPÍTULO CUATRO

Unas horas después, el jefeDaggers sonrió cuando el contratista entró en su habitación privada con un gran bolso de cuero, lo abrió para mostrarle unos billetes de dólares bien arreglados. El jefeDaggerss se frotó las palmas de las manos y bailó enérgicamente a costa de los pobres trabajadores.

“El propio Don, te dije que funcionaría, esta es tu vía a hacerte rico”, dijo el jefeDaggers.

“Sí, jefeDaggers, lo creo. Esa gente es tonta, especialmente los jóvenes. Ni siquiera preguntaron cómo funcionaría. Simplemente firmaron por sus estómagos flaco”. Rieron de manera siniestra.

“Te lo dije, así es cómo funcionan las cosas en el ministerio, si alguien se queja, arréglalo con un bono y verás cómo se afanan horadando la tierra para ahorrar algo de vez en cuando, una paliza y un quiebre”.

“Sí, así lo dijiste. Seguramente se gritarán y se atacarán a la garganta entre ellos como bulldogs hipnotizados”.

La criada les sirvió bebidas. Chocaron sus copas de vino sin darse cuenta de su mirada repulsiva hacia ellos. Ella detestaba sus comentarios, pero ocultó su desdén hacia sus jefes. “Gente despreciable, ojalá que hubiese escupido en esas copas de vino”, murmuró.

“Elizabeth, ¿por qué sigues aquí? ¿Quieres que te despida? Le preguntó el jefe Daggers.

“No señor, no señor, le pido disculpas”, dijo Elizabeth. Se apretó la bandeja dorada vacía contra su pecho y se escurrió hacia la cocina.

Los hombres procedieron a un estudio exclusivo en una profunda discusión. Luego el contratista se dejó caer en una silla sin brazos y estiró las piernas.

“Ahora tendrás que llenar otro formulario. En vez de las dos mil Nairas que les pagas a ellos, pondrás de manera personalizada diez mil Nairas por contrato con el gobierno. Haz un listado y envíale la parte del ministro del trabajo a su cuenta”, dijo el jefe Daggers

“Bien hecho jefe Daggers”. Dijo el contratista. “La forma en que inflaste el proyecto en cinco millones de Nairas en realidad me sorprendió. Creí que los pocos millones adicionales de los que habías hablado eran algo moderados, sin lugar a dudas, eres un hombre inteligente”. Sorbió vino.

“Mi hermano, así es como logramos este estilo de vida lujoso y debemos mantenerlo a cualquier costo”. Rieron y chocaron sus copas.

Jerry entró sin tocar. “Papá, adivina qué, mi amigo Dan va a tener su fiesta de cumpleaños en América y voy a necesitar tu jet privado”.

“Seguro hijo y diviértete en la fiesta. Mis muchachos pondrán algunas cosas en el jet.” Jerry se veía confundido. El jefe Daggers dijo rápidamente, “Pondrán cosas para tu comodidad”.

“Ah, ok papá, eres lo máximo, gracias”. Le hizo una señal de pulgares arriba.

“De nada hijo, ¿me imagino que te divertiste en la pista de carreras hoy?

“Seguro que sí. Probamos la máquina en las carreteras principales. Aunque hubo un pequeño accidente. Mi moto atropelló a una mujer embarazada. No logró sobrevivir. Tuvimos suerte que tu amigo el policía nos rescató de una turba enojada”.

“Ese es mi muchacho, luchador, rápido y furioso. Hijo, ven a saludar a mi amigo. Olvídate de ese incidente. Le tocaba morir. Más tarde hablaré con el inspector”.

“Jerry le estrechó la mano al contratista. “Encantado de conocerlo. Jerry Daggers, el humilde hijo del magnate de los negocios”

“No necesitas presentarte, el parecido es asombroso. Me dice que tu padre sin lugar a dudas fue un hombre buenmozo cuando joven. Alégrate de haber nacido dentro de una gran dinastía”.

“Es gracias al Señor, mi hermano”. Dijo orgullosamente el jefe Daggers mientras Jerry lanzaba las llaves de su moto y las atrapó en el aire cuando Jerry salía.

Ezekiel dejó caer el sobre con los calmantes sobre la cama. Se sentó en la única silla del cuarto. Su casa estaba muy ordenada y arreglada para un cuarto en un sitio desvencijado. No podía relajarse sin tomar un baño. Se rascó la quijada y el abdomen.

Se olió sus axilas y puso una cara divertida por el olor desagradable. Un tambor que había llenado hasta el borde le dio la bienvenida. Ezekiel había llenado el tambor con agua en la mañana y lo había asegurado con un candado fuerte antes de salir a trabajar.

“Oh no, no de nuevo”. Se frotó el cabello por la frustración. No era que le gustaba el estilo afro, si no que su cabello no había sentido las tijeras del barbero en muchas semanas porque no quería gastar su dinero espectacularmente. Este era su primer trabajo después que la compañía de seguros había reducido la nómina.

Enojado, Ezekiel pensaba por qué algunos de sus vecinos tenían que acabar con toda el agua y no tomar baldes como lo habían hecho en otras ocasiones. Estaba cansado de que la mayoría de sus vecinos sacaran agua de su tambor como si este fuera la reserva del complejo. “Ah, quisiera darles un baño completo en el mar y ahogarlos”. Apretó los puños y enseñó los colmillos.

Al contrario de la mayoría de los inquilinos del complejo que tenían hermanos más jóvenes o niños, podían enviar a buscar agua a intervalos regulares. Ezekiel no tenía ninguno de ellos, así que el generalmente llenaba su tambor antes de irse a trabajar todas las mañanas. Rápidamente se bañaba con cubos de agua y se quitaba el jabón de su cuerpo con una toalla pequeña. Le quedaban algunos minutos para encontrarse con sus amigos para una reunión en la noche.

Dos mujeres se sentaron en una mesa de trabajo redonda. Era el departamento de enfermería del Cuerpo de Paz. Estaban trabajaban hasta tarde en la noche. La oficina estaba en silencio mientras se ocupaban de llenar los reportes semanales de sus especialidades.

El director les había dado tres horas de plazo y les quedaban treinta minutos para finalizarlos. Gloria era una enfermera militar, mientras que Rachel era una civil. Gloria se levantó para buscar agua fría del dispensador.

“Que sean dos, por favor”, le dijo Rachel.

“Una para mí también, por favor, yo quiero agua tibia. El dolor de garganta me está matando”, dijo amablemente Temba, la secretaria.

Te he dicho que apagues el aire acondicionado si te molesta tanto”, dijo Gloria.

“Y, chicas, les he dicho que no se preocupen. No quiero que estén incomodas por mi conveniencia”, Temba tosió suavemente.

“Deja tranquila a la niña, probablemente quiere disfrutar del frío aquí. Puede que se haya ido la luz cuando llegue a su casa” Dijo Rachel riéndose.

“Rachel, por una vez en tu vida, compórtate seriamente”, le dijo Temba y le lanzó una bola de papel.

“En realidad no estás tomando en serio el mejorarte”. Gloria apagó el aire acondicionado y levantó las persianas mientras iba a sentarse.

Temba sonrió. “Gracias, ahora me siento mejor”.

“Sabía que así sería. De nada”.

Rachel presionó una tecla en el tablero con entusiasmo. “¡Guao! Gracias a dios que hoy es viernes.¿Quien más ha terminado? Ya he terminado este reporte”. Rachel saco tres entradas para el cine de su bolso. “¿Quién está interesada? Se abanicó con las entradas y se acomodó el cabello.

“Tres entradas. Niña tienes dinero”. Dijo Gloria.

“¿Quién tiene dinero para gastarlo en estas cosas? ¿Yo? Un novio me los dio. Él sabe que somos las tres mosqueteras del pueblo, así que ustedes, damas, tienen dos. No puedo dejar que no se diviertan” Ella movió cintura sobre el asiento.

“¿Cuál de los novios?” Preguntó Gloria.

“Dinos”. Le dijo Temba.

“El del mall” Sonrió Rachel.

“Chica, por favor, no te aproveches de ese tipo. En verdad veo amor en esos ojos. Está completamente enamorado de ti niña”, le advirtió Gloria.

“En verdad si le tienes tanta lástima, entonces anda y hazle caso a su amor. Yo no, niñas, yo soy una libre pensadora. Me divierto sin ninguna atadura. No soy culpable de lo que él sienta”.

“Hum Rachel, no digas que no te advertí. Miró a Temba. “Hermana, eres testigo. Espero haber dicho lo correcto”. Temba asintió y Rachel les sacó la lengua.

El intercomunicador sonó y Gloria lo atendió porque Temba tenía un ataque de tos. “Hola señor, es Gloria”.

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