Kitabı oku: «Hombres, masculinidades, emociones»
Índice
Presentación
Algunos elementos para el debate sobre la intersección entre masculinidad y emociones
Masculinidad, emociones y delitos de alto impacto. Un estudio sociológico sobre hombres jóvenes privados de la libertad en Jalisco
Prácticas discursivas y socioconstruccionismo: abordaje de las emociones en la paternidad adolescente
La experiencia emocional de los hombres que no ejercen la custodia de sus hijos e hijas en el ejercicio de su paternidad
Construcción social de la afectividad en un grupo de hombres bogotanos
Autorías
Los diferentes capítulos de este libro fueron sometidos a evaluación de pares bajo el criterio doble ciego. La edición se realizó con recursos del proyecto número 236531 del Fondo SEP-CONACYT CB-2014-01.
Primera edición, 2020.
© Juan Carlos Ramírez Rodríguez, coordinador
© Juan María Cuevas Silva, María del Pilar Gómez González, Paulo Octavio Gutiérrez Pérez, Giovane Mendieta Izquierdo,
Juan Carlos Ramírez Rodríguez, Marcela Viridiana Sucilla Rodríguez
D.R. © UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas
Periférico Norte N° 799, Núcleo Universitario Los Belenes,
C.P. 45100, Zapopan, Jalisco.
Teléfono: +52 (33) 3770 3300
http://www.cucea.udg.mx/
ISBN 978-607-8676-44-6
Editorial Página Seis, S.A. de C.V.
Teotihuacan 345, Ciudad del Sol,
CP 45050, Zapopan, Jalisco
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Ilustración de cubierta: Aaron Rutten (Adobe Stock).
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Se editó para publicación digital en noviembre de 2020.
Presentación
Pocos hombres que hayan estudiado a los propios hombres y las masculinidades han llamado la atención sobre la vida emocional de los hombres, a veces como un reclamo, otras como una oportunidad para generar espacios relacionales proclives a la igualdad con las mujeres y otras para tener una mejor comprensión de cómo nos asumimos como sujetos de género (Galasinski, 2004; Kaufman, 1994; Seidler, 1989, 1994, 2000, 2005, 2006, 2007). También es pertinente dejar constancia de la recurrente mención de los hombres como poco expresivos emocionalmente, que parece tener una connotación de estigma, como si fuera una tara hereditaria. Las emociones se mencionan de manera recurrente en muchos estudios, pero no se analizan ni son el foco de atención y pasan prácticamente desapercibidas, como si fueran parte del paisaje. Por fortuna, esto empezó a cambiar desde hace poco tiempo y se puede identificar un número en ascenso de esfuerzos por entender el papel que juegan las emociones, analizadas como construcciones sociales (López Gallegos, 2008; López Gallegos y Ramos Tovar, 2018; Montes, 2013; Salguero Velázquez, 2018; Thagaard, 1997) y no como procesos intrapsíquicos, en la vida relacional de los hombres. Puede decirse que los aportes de las ciencias sociales (Kemper, 1990; Turner y Stets, 2009; Le Breton, 2009) empiezan a calar de manera sistemática en el subcampo de los estudios de género de los hombres y las masculinidades. Los trabajos reunidos en este volumen se enmarcan en este contexto.
Ana Josefina Cuevas, profesora de la Universidad Autónoma de Colima, puso en marcha en el año 2015 una iniciativa de seminario que denominó «Emociones y Ciencias Sociales». El seminario se estructuró en seis sesiones, iniciando en marzo y prolongándose hasta diciembre. Profesorado y estudiantado de distintas universidades nos dimos cita de manera alterna entre el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) y el Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), ambos de la Universidad de Guadalajara (UDG). El propósito del seminario fue propiciar la discusión teórica sobre emociones desde las ciencias sociales.
Aprovechando esta coyuntura y teniendo en marcha el proyecto «La construcción social de las emociones y la masculinidad en el contexto de las relaciones laborales y familiares», financiado por SEP-CONACYT CB-2014-01 (No. de proyecto: 236531), se desarrolló un seminario paralelo (Seminario sobre Masculinidad y Emociones) en el que se discutía bibliografía específica sobre emociones y género, con énfasis en hombres y masculinidades, como parte de las actividades del Programa Interdisciplinario de Estudios de Género (PIEGE), del Departamento de Estudios Regionales – INESER, (CUCEA-UDG) y del Cuerpo Académico: Estudios de Género, Población y Desarrollo Humano (CA-429-CUCEA-UDG), articulado con el programa de Doctorado en Ciencias de la Salud Pública del Departamento de Salud Pública del Centro Universitario de Ciencias de la Salud de la UDG. En este seminario la discusión estaba centrada en resultados de investigación empírica. De esta manera, se empezó a desarrollar una reflexión tanto teórica, alimentada por el seminario «Emociones y Ciencias Sociales», como de aplicación de la teoría, pasando por análisis de orden metodológico. Entre los participantes del seminario de masculinidad y emociones nos encontrábamos profesores que mantenemos interés en esta temática particular, y estudiantes que desarrollaban su tesis. En todos los casos las discusiones trataban de alimentar los trabajos de tesis o investigaciones específicas del profesorado.
Concluido el seminario, en el año 2016, continuamos con una revisión de la bibliografía en extenso sobre hombres, masculinidades y emociones que devino en el artículo colectivo intitulado «Masculinidades y emociones como construcciones sociales: una revisión bibliométrica» (Ramírez Rodríguez, Gómez González, Gutiérrez de la Torre y Sucilla Rodríguez, 2017). A la par se estableció un trabajo de colaboración con Giovane Mendieta Izquierdo, académico de la Universidad Militar Nueva Granada en Colombia, junto a su equipo de trabajo, con el que inició una investigación sobre hombres en condiciones de desempleo y su vínculo con la experiencia emocional en la ciudad de Bogotá.
Durante el primer semestre de 2019, en el marco del PIEGE y del proyecto financiado por SEP-CONACYT, se organizó un segundo seminario denominado «Seminario de Emociones y Género», para continuar revisando de manera crítica literatura que discutía la intersección de estos dos campos de conocimiento.
Como resultado de los seminarios y de los trabajos de investigación que se vinieron desarrollando durante este período se presenta en este volumen una parte de los mismos. En el texto introductorio, Ramírez presenta una discusión que tiene como propósito tanto identificar como alentar temas de debate sobre hombres, masculinidades y emociones, con base en una revisión de la literatura, y discute la manera en que se utiliza la categoría masculinidad hegemónica, ampliamente referida en el subcampo de los estudios de género de los hombres, y en este caso en las aproximaciones empíricas al análisis de las emociones. Asimismo, explora en los distintos estudios las emociones como dispositivos en el ejercicio de relaciones de poder-resistencia-contrapoder, que es un elemento nodal en la producción y reproducción de asimetrías en las relaciones entre hombres y mujeres, pero también entre grupos de hombres. Los aportes teóricos sobre las emociones desde las ciencias sociales y humanidades han evidenciado entre otras, una faceta que se ha denominado como trabajo emocional, una forma de regular las emociones que implica la inversión de energía emocional. En este sentido se plantean preguntas y se proponen algunas posibles respuestas al siguiente cuestionamiento ¿la regulación o trabajo emocional es constitutivo de las diversas configuraciones de masculinidad? Si esto es así ¿qué implicaciones tiene para los hombres y las masculinidades? Por otra parte, se cuestiona la utilidad del análisis de las emociones como constelaciones, o como conjuntos de emociones que pueden parecer contradictorias en una misma situación.
Desde hace tiempo, las violencias son parte de la cotidianidad mexicana. La multiplicidad de su ejercicio y las repercusiones, a fuerza del golpe tras golpe, entumecen la percepción y las conciencias. Pérez Gutiérrez, esquivándolos a veces, soportándolos en ocasiones y rechazando el entumecimiento, se adentra y escarba en la vida de hombres jóvenes, al igual que en las maneras en las que han incorporado las violencias como un modo de asumirse como sujetos de género, o sujetos masculinos subyugados por las violencias que son calificadas como de alto impacto: homicidio, secuestro, parricidio, violación y extorción. En su búsqueda encuentra distintas dimensiones del fenómeno, entre ellas la emocional, que si bien se aludían en distintos planteamientos sociológicos como un componente de la violencia en que se involucran los jóvenes, no se desarrollaba un análisis particular, menos vinculado con la configuración de masculinidades. Las emociones relatadas por los hombres jóvenes que cometen delitos de alto impacto tienen un vocabulario emocional particular, entretejido con las prácticas de violencia, no como resultado, sino como dispositivo para la acción social.
Quizás uno de los temas más estudiados sobre los hombres y las masculinidades sea la paternidad (o las paternidades). Gómez y Sucilla muestran dos facetas de su práctica en dos grupos de hombres con grandes diferencias y que prácticamente han pasado desapercibidos. Uno lo conforman aquellos que no tienen la custodia de sus hijas(os) y cuya única posibilidad es hacerlo bajo supervisión, como si estuvieran encarcelados, modo en que alguno de ellos lo refiere. Las tácticas que ponen en juego los hombres que desean convivir con sus hijas(os) para resistir el ejercicio de poder de quienes ostentan la custodia develan una faceta poco estudiada, ubicada en los márgenes. Las emociones están a flor de piel. El proceso judicial por la custodia, por acceder a convivir, aunque sea de manera supervisada, y finalmente conseguir pasar juntos al menos un ratito cada semana, está plagado de sinsabores y algunas alegrías. El otro grupo es el de los hombres adolescentes que se topan con la sorpresa de que serán papás, o que pese a su corta edad acuerdan y buscan con su pareja tener hijas(os). Asumir el hecho, hacerse responsables, enfrentar las reacciones de las respectivas familias de origen (de ella y de él), mirarse carentes de recursos, ver potencialmente coartadas sus aspiraciones escolares, entre otras, son las circunstancias que se evalúan y como parte de tal proceso entran en un circuito de valoraciones en las que las relaciones con los sujetos de su entorno posibilitan el surgimiento y expresión de emociones que contribuyen a tomar decisiones. Dos grupos de hombres con ejercicio de paternidades, por sus circunstancias, hacen más patente la importancia de las emociones en la vida como sujetos genéricos.
Mendieta y Cuevas evidencian la tensión en que se encuentran los hombres en condiciones de desempleo. La tensión envuelve la amistad con el grupo de pares. No es lo mismo tener recursos económicos para compartir con los amigos que pedirles prestado. Aislarse es un recurso para no verse expuesto ante la censura de aquellos que le demandan cumplir mandatos de una masculinidad que estos hombres se obligan a replantear, a resignificar. Recurrir al apoyo familiar, asumir tareas que consideraban inapropiadas para un hombre. Este acercamiento nos propone un juego de espejos, una confrontación de los sujetos entre el yo y el tú que se modifica en función de los sujetos con los que se relaciona en circunstancias que no son favorables para un sujeto masculino que ha crecido asumiendo como mandato trabajar y proveer.
Los textos reunidos convocan a una reflexión en este tema todavía secundario en los estudios de género de los hombres y que poco a poco va ganando un espacio propio por la centralidad que juega en la vida, al igual que en las relaciones de los hombres entre ellos y con las mujeres.
Queremos agradecer las observaciones y sugerencias de evaluadores externos anónimos que favorecieron el enriquecimiento de las versiones iniciales y que ahora en este texto final se ponen a la consideración del lector.
Bibliografía
Galasinski, D. (2004). Men and the language of emotions (Primera ed.). Nueva York, Estados Unidos: Palgrave McMillan.
Kaufman, M. (1994). Men, feminismm, and men’s contradictory experiences of power. En H. Brod y M. Kaufman (Eds.), Theorizing masculinities (pp. 142-165). Thousand Oaks, Estados Unidos: Sage Publicacions.
Kemper, T. D. (Ed.). (1990). Research agendas in the sociology of emotions.Nueva York, Estados Unidos: State University Of New York Press.
Le Breton, D. (2009). Las pasiones ordinarias. Antropología de las emociones. Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.
López Gallegos, A. M. (2008). Masculinidad y emociones: la ansiedad, la tristeza y la vergüenza en hombres desempleados en la ciudad de Saltillo. (Doctorado). Saltillo, México: Universidad Autónoma de Nuevo León.
López Gallegos, A. M., y Ramos Tovar, M. E. (2018). La pérdida del empleo y su efecto en la identidad y afectividad masculina. En R. Enríquez Rosas y O. López Sánchez (Eds.), Masculinidades, familias y comunidades afectivas, (pp. 93-119). Guadalajara, México: Universidad Nacional Autónoma de Mexico, Facultad de Estudios Superiores Iztacala / Instituto Técnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).
Montes, V. (2013). The Role of Emotions in the Construction of Masculinity: Guatemalan Migrant Men, Transnational Migration, and Family Relations. Gender & Society, 27(4), (pp. 469-490). <doi:10.1177/0891243212470491>.
Ramírez Rodríguez, J. C., Gómez González, M. D. P., Gutiérrez de la Torre, N. C., y Sucilla Rodríguez, M. V. (2017). Masculinidades y emociones como construcciones socioculturales: una revisión bibliométrica.Masculinidades y cambio social, 6(3), (pp. 217-256). <doi:10.17583/mcs.2017.2734>.
Salguero Velázquez, M. A. (2018). Emociones y masculinidades: vivencia y significado en los varones. En R. Enríquez Rosas y O. López Sánchez (Eds.), Masculinidades, familias y comunidades afectivas (pp. 73-91). Ciudad de México, México: Universidad Nacional Autónoma de Mexico, Facultad de Estudios Superiores Iztacala / Instituto Técnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).
Seidler, V. (1989). Rediscovering masculinity reason, lenguaje and sexuality. Londres, Reino Unido: Routledge.
Seidler, V. (1994). Recovering the self morality and social theory. Nueva York, Estados Unidos: Routledge.
Seidler, V. (2000). La sinrazón masculina. Masculinidad y teoría social. Ciudad de México, México: Paidós / UNAM-PUEG / CIESAS.
Seidler, V. (2005). Young men & masculinities. Global cultures and intimate lives. Nueva York, Estados Unidos: Zed Books.
Seidler, V. (2006). Transforming Masculinities. Men, cultures, bodies, power, sex and love. Oxon, Reino Unido: Routledge.
Seidler, V. (2007). Masculinities, Bodies and Emotional Life. Men and Masculinities, 10(1), (pp. 9-21).
Thagaard, T. (1997). Gender, Power, and Love: A Study of Interaction between Spouses. Acta Sociologica, 40(4), (pp. 357-376). <doi:10.1177/000169939704000402>.
Turner, J. H., y Stets, J. E. (2009). The sociology of emotions. Nueva York, Estados Unidos: Cambridge University Press.
Algunos elementos para el debate sobre la intersección entre masculinidad y emociones1
Juan Carlos Ramírez Rodríguez
Un punto de partida
¿Cuál es el estado del conocimiento sobre la intersección entre masculinidad como subcampo de los estudios de género y emociones, entendidas como construcciones socioculturales? En un estudio previo (Ramírez Rodríguez, Gómez González, Gutiérrez de la Torre, y Sucilla Rodríguez, 2017), como parte de la elaboración del estado del arte, se identificaron una serie de elementos que lo caracterizan, entre ellos, los siguientes:
1. Es un ámbito del conocimiento que se encuentra en un proceso de exploración inicial. En los últimos 30 años, tomando como base 1985, se pudieron identificar 156 documentos. La mayoría aparecieron en revistas científicas, concentradas en bases de datos de artículos de texto completo, y en menor número como tesis de postgrado. De entre ellos apenas 78 reportaban información derivada de investigaciones empíricas.
2. En términos temporales, el número de publicaciones registra una tendencia creciente, en particular a partir de entrado el nuevo milenio. 2008 fue el año que tuvo el mayor número de publicaciones.
3. Las publicaciones aparecen fundamentalmente en lengua inglesa, en menor proporción en español y algunas en portugués. Si bien representan un sesgo por el tipo de bases de datos consultadas, que registran y sistematizan la información científica que de manera principal proviene del mundo anglosajón, proveen una perspectiva general de su tendencia. Es necesario ahondar en la producción latinoamericana, pero también aquella del mundo francófono y del germano, a los que se tiene un acceso limitado.
4. De la metodología empleada en los estudios empíricos predomina el acercamiento cualitativo, y en un segundo término cuantitativo y mixto.
5. Existe una gran cantidad de temáticas específicas, sobre las que se están explorando las intersecciones entre el género de los hombres y las emociones, que agrupamos en las siguientes categorías: ciclo de vida; cuerpo; raza; cultura; cultura emocional; trabajo emocional; espacio público y relaciones sociales; familia; relaciones interpersonales; salud; sexualidad; trabajo; violencias, vulnerabilidad y estructura social. Cada una de estas categorías contempla una diversidad de temas.
El estudio de carácter bibliométrico realizado proporciona una perspectiva general sobre el estado del conocimiento que requiere complementarse al menos en dos direcciones: una de orden tanto teórico como metodológico y otra en que se discutan en detalle las implicaciones temáticas de los distintos estudios que agrupamos en las categorías enunciadas con antelación.
En este trabajo se trata de responder las siguientes preguntas:
1. ¿Cómo se están concibiendo y utilizando algunos conceptos sobre la teorización de género de los hombres (Bourdieu, 2000; R. W. Connell, 2003; Holter, 2005) y su relación con las emociones (Gordon, 1990; Le Breton, 2009; Turner y Stets, 2009)?;
2. ¿El estudio de las emociones en su intersección con el género de los hombres y las masculinidades aporta conocimientos para entender si contribuyen o no en la (re)producción de (a)simetrías sociales de género, tomando como referente las relaciones de poder-resistencia-contrapoder (R-P-R-CP)?;
3. ¿Se utiliza una o diferentes formas de regulación emocional relacionadas con las configuraciones de masculinidades?; y
4. ¿Los estudios sobre masculinidades y emociones discuten estas últimas a manera de constelaciones?
Encuadre metodológico
Con el propósito de dar respuesta a las interrogantes planteadas, nos basamos en la revisión sistemática de cada uno de los estudios recuperados en una revisión bibliométrica realizada (Ramírez Rodríguez et al., 2017), que incluyó la búsqueda de la información en las bases de datos de la red de bibliotecas de la Universidad de Guadalajara, a saber: Academic One File Unique; Annual Reviews; Cambridge Collection; Ebsco; Emmerald; Global Issues in Context; Informe Académico; Ingenta Connect; Jstor; Lippincott Williams & Wolkins; ProQuest; Science Direct; Scopus; Web of Science; Wiley; Dialnet; Scielo; Eric y CONRICYT. El periodo de tiempo consultado abarca toda la información disponible hasta junio de 2016, que incluyó artículos que resultaron de investigación empírica, sin límite por país de origen. Los términos de búsqueda fueron masculinidad y emociones. Se utilizaron sinónimos atendiendo a los lineamientos de Rumsey (2008). La información detallada sobre el proceso seguido se puede consultar en Ramírez Rodríguez et al. (2017).
Los textos fueron revisados poniendo particular atención en la manera de conceptualizar la masculinidad; las R-P-R-CP; los procesos de regulación emocional y las emociones en términos de la conformación de constelaciones. La manera como se concibe cada uno de estos aspectos está descrita al inicio de cada sección y es tratada de manera particular más delante.
Los artículos fueron catalogados y almacenados en un repositorio para su ordenamiento, revisión y análisis. Se elaboraron dos bases de datos para su manejo, una en EndNote, que permite hacer una ordenación bibliográfica y elaboración de notas de contenido; y otra en Excel, para su clasificación. A partir de ellas se elaboró un ordenamiento sobre los cuatro ámbitos previamente enunciados, que se discute en el siguiente apartado.
Notas para una discusión sobre hombres, masculinidades y emociones
A continuación, presento algunos de los aspectos que considero pueden contribuir a debatir sobre la intersección entre emociones y masculinidad: en primer término, muestro el uso de la categoría masculinidad; enseguida las implicaciones que tienen la intersección emociones-masculinidad en términos de las R-P-R-CP; en la tercera sección se muestran algunos aspectos sobre la regulación emocional y se finaliza con una incursión en las constelaciones de emociones.
Sobre la categoría masculinidad
La categoría más utilizada en los artículos revisados es masculinidad hegemónica. Consideramos que esta categoría requiere problematizarse a fin de ser utilizada en los estudios particulares sobre emociones y masculinidad. Para tal efecto conviene recuperar los elementos que la constituyen. Masculinidad para R. W. Connell «es un lugar en las relaciones de género, en las prácticas a través de las cuales los hombres y las mujeres ocupan ese espacio en el género, y en los efectos de dichas prácticas en la experiencia corporal, la personalidad y la cultura» (Connell, 2003, p. 109). Aun a riesgo de ser reiterativos, conviene analizar los componentes de este concepto. Por una parte, está enmarcado en el campo de las relaciones de género. La masculinidad es un lugar de dichas relaciones en términos binarios: hombres vs. mujeres. Las relaciones para Connell se dan en tres estructuras específicas: las relaciones de producción, las relaciones de poder y las relaciones de cathexia, todas ellas interrelacionadas (Connell, R. W.,1987, 2003). Esto quiere decir que explorar la masculinidad implica necesariamente identificar el lugar que ocupan los hombres en cada uno de estos espacios de relación teniendo como referente a las mujeres. Reconocer el lugar de la relación permite describir su condición para enseguida analizarla. Ahí podrían hacerse observaciones de los elementos o componentes que entran en juego. Su dinámica puede evidenciar sinergias y contradicciones de cada uno de estos espacios de relación al interior y entre ellos. Enseguida habría que explorar los efectos de dichas prácticas en al menos tres dimensiones: cuerpo, personalidad y cultura.
El concepto propuesto por Connell reviste cierta complejidad. Para fines de apropiación del concepto quiero exponerlo utilizando un modelo matricial de tres entradas. La primera entrada es el componte de diferenciación sexual: hombres-mujeres. Si nos ceñimos al uso de los términos, está haciendo alusión de manera plural a los sujetos denominados hombres y mujeres, no existe un universal, sino un particular diverso, lo que da lugar a que el sujeto considerado hombre tenga formas también variadas de establecer vínculos con el sujeto mujer(es). La segunda entrada está constituida por los espacios de relación en donde participan los sujetos: producción (la división del trabajo en función del género), poder (subordinación de mujeres) y cathexis (la construcción del deseo sexual). Cada uno de ellos son estructuras organizacionales normalizadas, esto es, con determinadas prescripciones que establecen criterios de participación en términos temporales y espaciales en que los sujetos (hombres, mujeres) se involucran. La tercera entrada está caracterizada por las repercusiones que los sujetos (hombres) tienen para sí mismos en términos ontológicos, los hombres no son entes abstractos, sino que son, en cuanto, cuerpos. Las relaciones se objetivan, si, en sus relaciones sociales en los distintos espacios (pero ante todo en el cuerpo), un cuerpo está regido por elementos de orden biológico con una temporalidad que obedece al ciclo de vida desde el nacimiento y aún antes de él, y que puede llegar a la vejez o a encontrar en distinto momento del propio ciclo a la muerte, incluso en un cuerpo transformado y asumido con una identidad masculina, como es el caso de los hombres transexuales y transgénero (Connell y Messerschmidt, 2005). Además, tiene efectos en la personalidad, en la manera de constituirse y representarse a sí mismo y ante otros sujetos. Dicha forma de (re)presentarse está influenciada por los distintos ámbitos de relación. Por último, también repercute en la cultura, pero ¿qué entender por cultura? Este es un campo de estudio amplio y complejo, las acepciones de cultura son múltiples. Más que entrar en una discusión sobre la misma, que escapa al propósito de este trabajo, aquí recupero la propuesta de L. White (citado por Thompson) y el añadido elaborado por J. Thompson (1998). White entiende la cultura como «el patrón de significados incorporados a las formas simbólicas —entre las que se incluyen acciones, enunciados y objetos significativos de diversos tipos— en virtud de los cuales los individuos se comunican entre sí y comparten sus experiencias, concepciones y creencias. El análisis cultural es, en primer lugar y ante todo, la elucidación de estos patrones de significado, la explicación interpretativa de los significados incorporados a las formas simbólicas» (Thompson, 1998, p. 197), a lo que Thompson complementa, al señalar que están «en relación con los contextos y procesos históricamente específicos y estructurados socialmente en los cuales, y por medio de los cuales, se producen, transmiten y reciben tales formas simbólicas». (Thompson, 1998, p. 203). Las repercusiones en la cultura giran en torno a los procesos de significación simbólica, que en este caso se desprenden del orden de género y de manera particular del lugar que ocupan los hombres en tales relaciones.
El concepto de masculinidad planteado por Connell, al trasladarlo a un modelo matricial, nos permite advertir el grado de complejidad que se trata de dilucidar. La masculinidad es un fenómeno social que tiene múltiples articulaciones que ordena distintos niveles y dimensiones de la realidad social. Este es el marco para entonces ubicar el concepto de masculinidad hegemónica, que supone la subalternidad.
Para Carrigan, Connell y Lee (1987), la masculinidad hegemónica2 es: «la manera en que un grupo particular de hombres ‘habita’ posiciones de poder y riqueza, y como legitiman y reproducen relaciones que generan su posición de dominación» (Carrigan et al., 1987, p. 179). Si bien ya apuntamos los elementos constitutivos de la masculinidad, ahora toca identificar aquellos que definen la hegemonía, que de acuerdo a estos autores es una manera particular de ubicarse en el lugar de las relaciones de género por parte de «un grupo particular de hombres», aquellos que ostentan dos características: poder y riqueza. Es desde esa posición que ejercen la dominación, que a su vez es una posición que se legitima, y a partir de la cual establecen relaciones con otros sujetos. La otredad, claramente especificada en el concepto de masculinidad, referido explícitamente a las mujeres, ahora deja una brecha abierta para incluir en esa otredad a hombres que no cumplen con el criterio de poder y riqueza. La dominación se legitima y se reproduce. Los mecanismos y las dinámicas de legitimación, si recurrimos al concepto gramsciano, transitan desde la persuasión hasta la violencia, y tienen por objetivo generar el consenso (Gramsci, 1984), la aceptación de que la manera en que se establecen las relaciones es la regla, la norma e incluso podría decirse, lo que más «conviene» al orden social. La subalternidad desde luego no es necesariamente pasiva, por lo que los mismos autores añaden: «La construcción de la hegemonía no es una cuestión de jaloneos entre grupos ya formados, más bien tiene que ver con la formación de tales grupos» (Carrigan, Connell y Lee, 1987, p. 181). Si bien coincido en que construir hegemonía es un proceso de tensiones entre grupos, las mismas y otras tensiones se continúan de manera subrepticia o abierta una vez que se han formado tales grupos, en este caso entre los hombres que ostentando riqueza y poder conforman un grupo cuya legitimidad es crecientemente cuestionada por los movimientos de mujeres y feministas, pero también por hombres que se encuentran en posiciones de subalternidad, ejerciendo la capacidad de agencia (Connell y Messerschmidt, 2005) adquiriendo una dinámica de continua transformación.
Connell y Messerschmidt (2005) consideraron que en el uso de la categoría de género también deben contemplar el análisis del nivel local (relación cara-cara), regional (estado-nación) y global (transnacional), así como sus interrelaciones.
El panorama que ofrece el uso de la categoría masculinidad hegemónica es complejo porque implica dar cuenta de procesos diversos, a saber: 1. La posición de hombres vs. mujeres; 2. las estructuras de relaciones productivas, de poder y de cathexia; 3. sus efectos en la cultura, en la personalidad y en la corporalidad; 4. la formación de grupos; 5. la generación, dinámica, sostenimiento y/o cuestionamiento de legitimidad del orden establecido; y 6. el nivel de análisis (local-regional-global). Eso no significa que cada vez que se utiliza este concepto requiere por fuerza analizar cada uno de los componentes en juego, pero si es pertinente reconocer cuál es el ámbito de análisis, en otras palabras, la delimitación y apropiación crítica que se hace del mismo. A continuación, se destacan algunas facetas de los estudios.