Kitabı oku: «Franquismo de carne y hueso», sayfa 8
Aquellos fastos eran vividos como un importante acontecimiento en la localidad y dejaban huella en los vecinos asistentes, especialmente los de las zonas rurales cuya existencia transcurría de forma rutinaria y monótona, que difícilmente podrían olvidar el día en que vieron en persona a algún ministro o al mismísimo Caudillo. El vecindario se preparaba para la ocasión engalanando las calles con colgaduras en los balcones y el día señalado se echaba a la calle en masa, al tiempo que la banda de música del pueblo amenizaba la jornada. Durante la celebración de los actos inaugurales el público aplaudía y vitoreaba a las autoridades asistentes mientras vertía comentarios favorables e incluso entusiastas. Al día siguiente, el boato del acontecimiento era recogido en portada por el periódico local, que le dedicaba varias páginas en las que se incluían fotografías en las que muchos vecinos podían verse reconocidos.

Entrega de llaves de «casas baratas» en Villacarrillo (Jaén) en los años cincuenta. Fuente: Archivo personal de Francisco Coronado.
Encontramos un buen ejemplo en Almería, donde el primero de diciembre de 1944 el ministro de la Gobernación, Blas Pérez González, visitó la barriada de trescientas catorce viviendas construidas por Regiones Devastadas en la Carretera de Ronda. Según relató el jefe provincial de FET en un parte interno, aquel día la plaza de esta barriada se encontraba «completamente abarrotada por los invitados, beneficiarios y público». Durante su discurso el ministro elogió la labor del Gobierno, del que dijo que había instaurado «un régimen de verdadera justicia social y ha logrado una paz constructiva para la patria, de la que pocas naciones gozan». La multitud no dejó de aclamarlo y, al concluir su intervención, «expresó su desbordante entusiasmo con muestras de cariño y estimación» hacia el ilustre visitante.121 También en Cádiz se vivieron momentos de júbilo en julio de 1946, coincidiendo con el décimo aniversario del «Glorioso Movimiento Nacional». En la capital se entregaron ocho viviendas amuebladas a varias familias de «productores» modestos. Y en el pueblo de Bornos el jefe provincial de Falange y el mismísimo Franco asistieron a la firma de la escritura por la que el inc adquiría unas fincas para la construcción de casas que habrían de ser entregadas, junto a diversas parcelas, a ciento ochenta y siete familias de la localidad. Durante el acto «hubo mucho entusiasmo y se vitoreó al Caudillo».122
Pero fue en la década de los sesenta cuando tuvieron lugar mayor número de inauguraciones, coincidiendo con el mayor impulso dado a la política de construcción en estos años. En junio de 1960, por ejemplo, fueron entregadas cien viviendas por valor de trece millones de pesetas a los trabajadores de las minas de Alquife (Granada). La inauguración contó con la presencia del obispo de Guadix-Baza y de otras autoridades granadinas, que fueron recibidas en la plaza del nuevo poblado por los beneficiarios y sus familias, así como por los niños y niñas de las escuelas de Alquife. Tras la interpretación de la «Marcha de Infantes» por parte de la banda de música, comenzó la ceremonia de bendición de los nuevos hogares y de ofrecimiento a la Virgen de Begoña, patrona del nuevo barrio. Pronunciados los correspondientes discursos, se entregaron las llaves a los beneficiarios. Finalmente, el acto concluyó con la interpretación del himno nacional y con la «entusiasta y cariñosa» despedida brindada por el vecindario a las autoridades.123
Un año y medio después, en enero de 1962, el ministro Gual Villalbí visitaba la provincia de Sevilla para evaluar daños y organizar la reconstrucción tras los destrozos ocasionados por las recientes inundaciones que provocaron el derrumbe de numerosas chozas. Los damnificados fueron realojados en refugios habilitados en los almacenes Luca de Tena, que habían sido debidamente acondicionados y en los que cada familia disponía de dos habitaciones independientes y de servicios. Allí el ministro «conversó detenidamente con los vecinos interesándose por sus problemas y escuchando de todos que actualmente viven en mejores condiciones que las modestas viviendas que han abandonado».124 En la jornada siguiente visitó los terrenos en los que en los próximos días habrían de levantarse con carácter urgente dos mil viviendas para los afectados por las inundaciones. Finalmente, Gual Villalbí fue despedido «cariñosamente» por multitud de sevillanos agradecidos que ya se referían a él como «el ministro de Sevilla».125
También durante aquel mes se vivieron escenas similares en Jaén con motivo de la visita del ministro de la Vivienda, Martínez Sánchez-Arjona, a distintos pueblos de la provincia en los que expresó su voluntad de solucionar el problema de las cuevas. En La Carolina fue recibido por el vecindario «en masa», que lo aclamó en el camino hasta la iglesia. Más tarde, desde el balcón del palacio de Carlos III en la plaza del pueblo, fue ovacionado mientras agradecía la acogida brindada y expresaba su voluntad de trabajar sobre el terreno. En Mengíbar, donde volvió a prometer soluciones para el problema de la infravivienda, se le dispensó igualmente un «entusiasta» recibimiento, con las calles adornadas y el vecindario congregado.126 Y en Jaén capital recordó que había más de diez mil viviendas en construcción en la provincia. Por la mañana, en un gesto de demagogia, penetró en el interior de algunas de las cuevas de la circunvalación y «conversó con sus moradores». Por la tarde, el gobernador civil lo instó a facilitar viviendas «en condiciones humanas» a las humildes familias de los suburbios que lo habían recibido «con el cariño de quienes esperan con esta visita una ayuda, una frase de cariño o unas promesas de aliento que mitiguen su modesta condición». El ministro respondió que haría realidad «la consigna de nuestro Caudillo» de acabar con las cuevas en el plazo más breve posible, promesa por la que fue «largamente ovacionado».127 Al día siguiente se dirigió a Jódar, uno de los pueblos de la provincia que acusaba mayor déficit de viviendas, donde «fue recibido entusiásticamente por todo el vecindario concentrado en la plaza principal del pueblo que se encontraba profusamente adornada». Allí visitó a los moradores de las cuevas y les ofreció una vivienda «más humana», siendo «entusiásticamente vitoreado» por una multitud que también gritó vivas al Caudillo Franco.128
Días después iniciaba un viaje a Las Canarias para asistir al acto de entrega de 1.300 viviendas en Santa Cruz de Tenerife y La Laguna construidas por el inv. Allí aprovechó para anunciar la construcción de 6.000 viviendas más en el plazo de cuatro años y para sacar pecho por la «eficiente política de profundo sentido social del Caudillo». Pero el episodio más populista llegaría después de la entrega de llaves, cuando el ministro visitó el santuario Cristo de La Laguna. Allí coincidió y conversó con dos mujeres «muy emocionadas» que rezaban ante la imagen para dar las gracias a Cristo por haber resultado beneficiarias de dos de las nuevas casas.129
También el año 1965, el de mayor número de viviendas de protección estatal construidas, dejó numerosos actos plagados de promesas e inauguraciones. Uno de ellos tuvo lugar en enero en los pueblos granadinos de Íllora y Montefrío, donde las autoridades provinciales ofrecieron varios solares para escuelas y hogares ante el desbordante «entusiasmo» del vecindario, que engalanó las calles, disparó cohetes y vitoreó a los visitantes.130 Unos meses después el gobernador civil de Jaén entregaba las llaves de cincuenta viviendas en la localidad de Torredonjimeno y de veintidós más en la de Jamilena, construidas respectivamente por la OSH y el Patronato «Padre Rojas», ante la aclamación de los vecinos. Al día siguiente inauguraba otras cincuenta viviendas en La Carolina en un acto «entusiasta y de fervorosa adhesión» en el que fue «constantemente ovacionado».131
No hay duda de que todas estas muestras de adhesión fueron magnificadas tanto por las autoridades como por la prensa oficial en su voluntad de hacer propaganda a favor de la magnanimidad de la dictadura y de sus políticas sociales. Sin embargo, los beneficiarios de las viviendas subvencionadas que construyó el régimen recuerdan con agradecimiento el día en que recibieron las llaves de sus nuevos hogares. Es el caso de algunos vecinos de La Montiela, una localidad fundada en Córdoba en 1966 por el INC, a quienes les fue entregada una casa y una parcela de tierra al instalarse en el nuevo poblado. Uno de los colonos asegura que, «de las familias que vivíamos aquí, lo que más nos interesaba era la vivienda y encontrarnos aquí una buena casa», a lo que otro añade que «nos gustó mucho la casa, que habíamos salido de unas casas que teníamos que no eran casas, y llegamos aquí y muy contentos». Como este, muchos vecinos hacen hincapié en el radical contraste entre su alojamiento anterior y el que ahora estrenaban, recordando que pasaron «de estar en la miseria a estar aquí en una casa tan hermosa», lo cual los «llenó de alegría». En este sentido, una de las mujeres rememora:
Pues ya ves tú, de estar viviendo con mi madre en una habitación de alquiler en el Valle que ni tenía luz eléctrica ni tenía agua (que tenía yo que ir a por agua), pues cuando yo vine y me dieron la casa, pues imagínate. Le digo a mi marido: Parece como si me hubiera tocado la lotería. Porque es que es así, yo decía: «Ya tengo mis habitaciones para mis hijos».132
2. OTRAS POLÍTICAS SOCIALES DE LA DICTADURA
El régimen obligatorio de Seguro de Enfermedad, establecido tras una preparación meditada y completa, es la más grande de las empresas acometidas por nuestro Movimiento Nacional y viene a colmar el insondable abismo que hoy significa el abandono en que tienen su salud y su vida sectores extensísimos de nuestro pueblo.133
Franco fue el que puso las paguitas, las pagas. Antes no había nada. Cuando se llegaba a mayor qué iban a tener esas personas. Y míralo, para adelante va la cosa. Antes no había nada, nada más que maldad.134
En los años del «desarrollismo» la dictadura hizo gala de un notable «ingenierismo». Además de por la construcción de grupos de viviendas de protección oficial, apostó por la política de obras públicas, especialmente de tipo hidráulico. Como ocurriera con las casas baratas, las inauguraciones fueron pomposamente publicitadas por la propaganda franquista que, por fuerza de llevarlas constantemente al Noticiero Documental (NO-DO), logró que la célebre expresión «queda inaugurado este pantano» perdurase en el imaginario popular de los españoles. Las grandes obras, a menudo presentadas como un mérito personal de Francisco Franco, brindaban una ocasión perfecta para el populismo. Así se puso de manifiesto en Estepona (Málaga) en 1966, cuando el Ayuntamiento resolvió nombrar Huésped de Honor a la Señora Doña Carmen Polo de Franco en agradecimiento por la construcción del Paseo Marítimo, «ilusión soñada durante tantos años por los habitantes de esta Ilustre Villa, hoy conseguido gracias a la paz del Caudillo Franco».135
También el Instituto Nacional de Colonización (INC) cosechó importantes éxitos de cara a la opinión pública, como se deduce de los actos de inauguración de los nuevos pueblos de colonización. Los que tuvieron lugar en abril de 1961 con motivo de la creación de Loreto y Fuensanta, en la provincia de Granada, contaron con la presencia del mismísimo jefe de Estado. Tras visitar la zona regable de Cacín y presenciar una demostración de los riegos por aspersión, el Caudillo disfrutó de un «apoteósico recibimiento» en la ciudad de Granada.136 De igual forma, el Servicio de Concentración Parcelaria y Ordenación Rural, creado en 1953 y reconvertido en 1962, pudo contribuir a mejorar la imagen de la dictadura. Como se reconocía en 1963, su labor –aunque insuficiente– resultaba «de positivo interés» y su gestión producía «satisfacción» en todos los medios nacionales, tal y como venían recogiendo las Organizaciones Sindicales Agrarias.137
Asimismo, las ayudas para cursar estudios pudieron reportar simpatías al régimen, por tímidas que fuesen. Este habría sido el caso de las «Becas del Generalísimo para huérfanos» de las que se beneficiaron numerosos jóvenes de la provincia de Jaén durante la segunda mitad de los años cuarenta y los cincuenta, algunos de ellos con pensión completa para estudios superiores durante cinco años.138 Este mismo efecto pudieron tener las mejoras experimentadas en el campo de la asistencia médica, con grandes hitos como el restablecimiento del Instituto Nacional de Previsión (inp) en 1938, la fundación de la Obra Sindical «18 de julio» en 1940 o el nacimiento del Seguro Obligatorio de Enfermedad en 1942. Aunque resultaron insuficientes, pudieron contribuir a ensanchar el grupo de consentidores hacia la dictadura. Hay que tener en cuenta que fueron convenientemente publicitados y que eran percibidos, más que como un derecho, como una concesión del régimen.139 Hacia esta dirección parece apuntar la persistencia en el imaginario popular del mito de la Seguridad Social que, aunque nació en virtud de la Ley general de bases de la seguridad social de 1963, por aquel entonces no tenía carácter universal, pues tan solo cubría a determinados colectivos y bajo supuestos concretos.
Sin embargo, en este epígrafe no nos centramos en estas medidas del régimen, sino en otras dos políticas sociales que buscaron –si bien con éxito dispar– reducir las hostilidades y granjear nuevas simpatías a la dictadura. Nos referimos a la beneficencia durante los difíciles años cuarenta y a las «traídas de aguas» al calor del «desarrollismo» en la década de los sesenta.
2.1 «La sonrisa de Falange». El Auxilio Social y la beneficencia
Como ocurriera bajo otros regímenes autoritarios como el de Mussolini, el franquismo no renunció a la política asistencial.140 El régimen de Franco canalizó la ayuda social fundamentalmente a través del Auxilio Social (AS), inicialmente llamado Auxilio de Invierno. Esta institución benéfica dependiente del partido único nació de la mano de Mercedes Sanz Bachiller y Javier Martínez de Bedoya, quienes se inspiraron para su creación en la Winterhilfe nazi.141 Sus fondos provenían de la propia Falange, pero también de lo recaudado gracias a la colaboración ciudadana con el «Día del Plato Único» o el «Día sin Postre», una suerte de impuesto indirecto de carácter patriótico, así como de los donativos particulares recabados a través de cuestaciones o de las suscripciones en la «Ficha Azul». AS actuó durante los años cuarenta en un contexto marcado por el silencio y el hambre con el ambicioso objetivo de mitigar la miseria reinante y poder así adoctrinar y controlar a los asistidos, al tiempo que acabar con la mala imagen que acarreaba la mendicidad en el espacio público. Pero AS persiguió también mejorar la imagen de la dictadura y convertirse en lo que Ángela Cenarro calificó como «la sonrisa de Falange», uno de los organismos más amables del partido de José Antonio, un «contrapunto a las políticas de terror y venganza» del régimen franquista.142
La actividad de esta institución falangista fue acompañada de una pomposa propaganda destinada a convencer de sus bondades. La publicidad fue especialmente significativa durante la guerra, cuando se asistía a las hambrientas poblaciones recién «liberadas» por las tropas franquistas repartiendo comida en plena calle. Días después de darse por concluida la contienda, el diario granadino Ideal informaba de la apertura de un comedor de AS «para los que fueron perseguidos», esto es, «para quienes sufrieron la prisión, por patriotas, en las cárceles rojas». La noticia continuaba anunciando alimentos abundantes para los necesitados, «que encuentran todo el calor de hermandad de manos de las camaradas de Falange». Por su parte, el diario falangista Patria llevaba a sus páginas del 21 de junio de 1942 una nota en la que se detallaba el reparto en las instituciones de AS de Granada de 8.391 raciones de cocido con patatas y carne, cerezas y pan.143
Entre los beneficiarios de AS hubo muchas mujeres, sobre todo embarazadas sin recursos; niños, fundamentalmente huérfanos o miembros de familias necesitadas, y ancianos. En mayo de 1938, por ejemplo, todavía en plena contienda, la Junta Local de Beneficencia ponía a disposición de la delegada de AS de Estepona (Málaga) la cantidad de 186 ptas. para la adquisición de dos cajas de botes de leche condensada para las madres pobres que no podían amamantar a sus hijos ni adquirir la leche para alimentarlos.144 Los vencidos no quedaron excluidos de estos beneficios, aunque muchos percibieran la aceptación de la ayuda procedente de la dictadura como una humillación, por lo que se mostraron reacios a tomarla. Al contrario, las predilecciones de AS se dirigían a los hijos de los republicanos. En los Hogares Infantiles entraron niños huérfanos, abandonados y pobres, pero preferiblemente aquellos cuya formación estuviese en peligro «por las condiciones morales de los padres». Se buscaba recuperar a aquellos menores para la causa de la «Nueva España», que con este tipo de acciones demostraba su magnanimidad con los desafectos.145 Así lo ponía de manifiesto el falangista Raimundo Fernández Cuesta en 1951:
Por eso cuando Auxilio Social establece comedores o cocinas, cuando entra en auxilio de las poblaciones recientemente liberadas, no investiga la idea política ni religiosa de los que atiende. Por eso nuestros Hogares recogen a los hijos de los rojos y los que no lo son. Por eso hace pasar por Auxilio Social a las mujeres españolas, para educarlas en la idea de la solidaridad nacional.146
Como contrapartida, la dictadura trató de adoctrinar a los auxiliados buscando que se sintieran agradecidos por las prestaciones recibidas y que se comportaran de acuerdo con los principios del régimen. Como explicaba el jefe provincial de Falange de Granada, se trataba de «ocuparse de estos desgraciados incorporándolos con todo cariño a nuestros ideales».147 Así se evidenció en abril de 1949 cuando se repartieron alimentos a unas cuatrocientas familias del Barranco de la Zorra, una de las zonas más marginales de la capital granadina. A todas ellas «alcanzó un beneficio económico a la vez que una satisfacción espiritual».148 AS se perfiló como un excelente instrumento de control social y quienes trabajaban en él, como «pescadores de almas rojas».149 Como expresó en 1944 el jefe provincial de Jaén, se hacía
preciso pensar en la transformación de estas instituciones (de as) en otras donde se complemente la asistencia material con la educación religiosa, patriótica y moral (…) única manera de dar cima a esta empresa para que los once mil niños que aproximadamente reciben asistencia en nuestros comedores se eduquen en los postulados falangistas.150
Además de este objetivo adoctrinador y controlador, el asistencialismo franquista buscaba barrer la miseria de los espacios públicos evitando la mala imagen que le reportaban los cuadros de pobreza. Se trataba de evitar la triste estampa de niños, mujeres y ancianos harapientos que mendigaban por las calles mugrientas. Así se puso de manifiesto en 1939 cuando el alcalde de la localidad almeriense de Alboloduy instaba a su homónimo de Alhama a evitar que los vecinos de este pueblo mendigasen las subsistencias en el espacio público de su municipio «en bien de nuestro régimen y de la Patria». El regidor estimaba que tan denigrantes escenas acarreaban «un aspecto triste para este vecindario impropio a las actuales circunstancias, perjudicando y desprestigiando a nuestra causa Nacional Sindicalista».151 Asimismo, en 1946 el jefe provincial y gobernador civil de Málaga daba órdenes para la recogida de los niños dedicados a la mendicidad y para su reclusión en las escuelas del Ave María, además de poner en marcha un comedor público en la plaza de Santa María, una zona «plena de cuevas y gitanos», en el que se distribuían diariamente quinientas raciones de comida.152
Pero estas pretensiones de AS se vieron lastradas por los numerosos obstáculos que hubo de afrontar la institución, que limitaron su capacidad de actuación y redundaron en su desprestigio e impopularidad. E incluso suscitaron algunas acciones de resistencia como las protagonizadas por quienes se negaron a llevar el emblema de la institución en la solapa (capítulo 3). AS tuvo que lidiar con el problema del déficit de infraestructuras (locales, vehículos, etc.) en buenas condiciones, o el de las luchas intestinas entre los diferentes sectores del falangismo, fundamentalmente en los momentos iniciales con la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera por hacerse con el control del Servicio Social. Pero su principal hándicap fue la falta de presupuesto para abordar una tarea tan ingente como la de la beneficencia en «los años del hambre», así como las corruptelas y las malas prácticas existentes en el seno de la institución, especialmente durante la posguerra.153 En consecuencia, los beneficios consignados resultaron insuficientes y, a menudo, de muy mala calidad.
La beneficencia franquista se vio desbordada ante la alarmante magnitud de la miseria de posguerra, especialmente con la llegada del frío y el aumento del paro. Esto fue lo que ocurrió en el invierno de 1939 en Garrucha (Almería), una de las localidades más afectadas por el hambre donde las muertes por inanición entre abril y agosto de aquel año se cifraban en treinta y nueve personas. El jefe local estimaba que las trescientas raciones diarias de comida que entregaba AS resultaban un remedio insuficiente ante la «dramática situación» por que atravesaba el municipio, donde prácticamente la totalidad de los cinco mil vecinos requerían asistencia.154 Por su parte, el jefe provincial de Granada reconocía en 1942 que tan solo podían atender a la mitad de las personas necesitadas.155 Dos años después el jefe provincial de Jaén se veía obligado a admitir la «ineficacia de los comedores infantiles, cuyos asistidos viven el mayor de los abandonos».156 Y en marzo de 1946 el jefe provincial de Málaga explicaba que el funcionamiento de AS y otras obras asistenciales se veía restringido por la reducción del crédito y del número de plazas disponibles en comedores y hogares.157
Además, la calidad de la ayuda repartida en los comedores de AS dejó a menudo mucho que desear, lo que hizo calar el descontento en delegaciones como la de Huesca, donde en agosto de 1940 se extendió un gran malestar «por lo mal que se daba de comer en tan benemérita institución».158 En el comedor de Estepona (Málaga) se vieron obligados a dejar de suministrar en caliente el 30 de enero de 1942, cuando pasaron a proporcionar únicamente auxilios en frío. Al año siguiente el jefe local solicitaba al delegado provincial del AS de Málaga la revocación de esta decisión lamentando que, «además de desvirtuar el fin para que la Obra fue creada, no llena suficientemente las necesidades de los asistidos». La medida se hacía especialmente incomprensible en los meses de invierno cuando «por la crudeza del tiempo necesita el organismo de otra alimentación más eficaz». Finalmente, en septiembre de 1943 el jefe local se veía forzado a reconocer que el comedor de AS no respondía a las necesidades del momento, proponiendo su clausura y la inauguración en su lugar de una Cocina de Hermandad capaz de proporcionar comida diaria a 75 asistidos, «dando así cumplimiento al espíritu de nuestra doctrina nacional-sindicalista al poder compartir la vida familiar los ancianos y niños auxiliados».159
Algunos de quienes acudieron a estos centros benéficos en busca de un plato caliente guardan aún en su memoria la escasez y la mala calidad de lo consignado. Es el caso del vecino de Teba (Málaga) Juan Jiménez, hijo de un republicano asesinado durante la guerra que sufrió el estigma familiar durante los años cuarenta, quien todavía recuerda las exiguas cantidades que le repartían en el comedor de AS del pueblo: «Había una señora, que ella era la que hacía las lentejas y los garbanzos… que te echaba más caldo que garbanzos».160 Otro de los asistentes a estos comedores benéfico-asistenciales fue el vecino de Alhama de Almería (Almería) Cristóbal Rodríguez, cuyo padre pasó más de dos décadas enfermo en la cama, lo que obligó a su madre a practicar actividades estraperlistas y a él a empezar a trabajar siendo solo un niño. Tampoco él ha olvidado cómo en la sede local de AS
te hacían una caldera como en el ejército, cuatro patatas y medio saco o un saco de lentejas, y agua, y con eso te llenaban el plato. El que estaba bien para ir pues allí mismo en el comedor había mesas, llevaba su plato, su cuchara y un bollito chiquitito. Y el que estaba a lo mejor enfermo o malo, pues iba el familiar con la ollita y se lo echaba en la olla para que se lo llevara (…) Antes como en el ejército, dos cucharones de lentejas con una patata, ni carne ni nada, y un trocito de bollito.161
El mal funcionamiento de AS nacía a menudo de la escasez de fondos para acometer su ambiciosa empresa. La insuficiencia de recursos fue una constante durante toda la posguerra hasta el punto de que, como ocurriera en la provincia de Granada, numerosos comedores de AS no tuvieron más remedio que echar el cierre ante la falta de víveres.162 A agravar este problema vinieron las resistencias de muchos vecinos a colaborar con el «Día del Plato Único» o el «Día sin Postre», entre cuyos contribuyentes había muchos morosos. En localidades como Teba (Málaga) algunos esgrimían una supuesta precariedad para no colaborar con la beneficencia municipal, solicitando una rebaja de la cuota (de unas 4,40 ptas. en el caso del Plato Único y de 0,45 en el del Día sin Postre) o directamente su baja del padrón. Así lo hicieron en 1939 Francisco Vázquez o Rafael Arroyo, sin que la Junta Local de Beneficencia accediese a lo solicitado al estimar que contaban con medios económicos suficientes.163
AS tampoco se libró de las corruptelas que, además de redundar negativamente en su funcionamiento al mermar los fondos disponibles, acarreaban el descrédito de la organización falangista. Encontramos un ejemplo en el pueblo jiennense de Villanueva del Arzobispo, donde a finales de 1939 un vecino denunció el desvío de productos de los almacenes del AS local para el disfrute particular de los familiares del delegado de la institución, pues «mientras en el pueblo casi se carece de azúcar, el padre [de este cargo] no ha carecido de este artículo para su industria de confitería». Así, mientras este hacía dulces y golosinas que solo podían adquirir los más pudientes, «a los niños que se asiste en Auxilio Social se les da una comida bastante deficiente». Además, señalaba que «con alguna frecuencia faltan de los almacenes latas de conservas y otros artículos», que con toda probabilidad eran sustraídos y colocados en el mercado negro. El propio párroco del pueblo, que se refería a los miembros del Ayuntamiento como enamorados de la obra de José Antonio y del Caudillo», explicaba que «el rumor público dice que [la labor de as] no es todo lo pulcra que debiera».164 También en 1940 era cesado el secretario de la delegación malagueña de AS después de que uno de los proveedores de pan de los comedores denunciase que le cobraba una comisión del 2 % sobre el importe de las facturas, que abonaba la Obra, como compensación por haberle adjudicado el abastecimiento de este artículo.165
Poco después, el jefe provincial de Málaga se veía obligado a concertar el servicio de comidas en los comedores infantiles y Cocinas de Hermandad con una comunidad de religiosas debido, entre otras cuestiones, a que en las cocinas de AS eran frecuentes «las irregularidades y filtraciones». La medida fue interpretada por algunos como el reconocimiento de la incapacidad política del Movimiento.166 Por su parte, a finales de 1943 el gobernador civil de Granada tuvo que amonestar duramente al alcalde de Órgiva ante las reticencias que mostraba a la hora de consignar al AS los productos incautados procedentes de prácticas estraperlistas que eran depositados en las dependencias municipales. De esta forma había procedido tras la intervención de 189 kg de harina de maíz y 154 kg de aceite, con el probable objetivo de colocarlo de nuevo en el mercado negro para su beneficio personal.167 Aquel mismo año la Falange local de Estepona (Málaga) lamentaba las malas prácticas en el seno de la delegación de AS que jugaban en contra de la erradicación de la necesidad y la mendicidad. Concretamente, se refería a decisiones como la de emplear el arroz destinado a AS a una paella campestre durante la pasada Navidad, consignar a los auxiliados judías «averiadas» que el delegado había adquirido para la siembra, o privar a los asistidos de la ración de azúcar y jabón durante los meses de enero y febrero «por haberla vendido el delegado seguramente en provecho».168
Sin embargo, a pesar de todas estas problemáticas, del burdo populismo y de la evidente pretensión adoctrinadora, para un gran número de auxiliados esta institución benéfica significó un balón de oxígeno en el que poder respirar en el asfixiante contexto de posguerra. Los Comedores, las Cocinas de Hermandad o la Obra Nacional del Ajuar, donde recibían alimentos, medicamentos, ropa e incluso juguetes, representaban para muchos de los asistidos un pequeño alivio en medio de la debacle. También la ayuda de las divulgadoras sanitario-rurales de la Sección Femenina, que durante los años cuarenta desempeñaron una intensa actividad en el campo benéfico-asistencial que ha sido calificada como «revolución nacional-asistencial»,169 fue recibida de buen grado. En la provincia de Zaragoza, por ejemplo, Auxilio Social facilitó, durante el frío enero de 1941, ciento treinta y nueve prendas de vestir, once comidas diarias a ancianos «desamparados e impedidos» y veinte racionamientos fríos a «pobres vergonzantes».170 También aquel año el AS de Montejícar (Granada) repartió ropas, alpargatas, dos comidas extraordinarias y un donativo en metálico entre los ancianos y los niños pobres del pueblo con motivo de la festividad de la Patrona, la Santísima Virgen de la Cabeza, el día 12 de septiembre.171 Y en la provincia de Jaén llevaron a cabo campañas de vacunación y de alimentación infantil que alcanzaron, respectivamente, a 37.000 y a 47.000 niños.172 Por su parte, en Almería las chicas de Pilar Primo de Rivera, convertidas en auténticas «gestoras de la miseria»,173 emplearon en 1944 un donativo de la Jefatura Provincial para socorrer a familias necesitadas de Garrucha, a las que entregaron veintiocho prendas de vestir y veinte pares de alpargatas.174
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