Kitabı oku: «¿Por Qué Confiar en la Biblia?»

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¿Por qué confiar

en la Biblia?

Greg Gilbert

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 2753

www.farodegracia.org

Publicado por:

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org

ISBN 978-1-629461-94-6

Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Crossway y 9Marks para traducir e imprimir este libro, Why Trust the Bible?, al español.

Why Trust the Bible?Copyright © 2015, by Gregory D. Gilbert Published by Crossway a publishing company of Good News Publishers Wheaton, IL 60187, USA

This edition published by arrangement with Crossway.

All rights reserved.

© 2017, por Publicaciones Faro de Gracia. Traducción al español realizada por Giancarlo Montemayor. Revision y diseño por Francisco Adolfo Hernández Aceves en colaboración con Kalós Grafx Studios. Todos los Derechos Reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio – electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro – excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

Contenido

CAPÍTULO UNO NO CREAS TODO LO QUE LEES

CAPÍTULO DOS ¿PERDIDO EN LA TRADUCCIÓN?

CAPÍTULO TRES TRANSMISIÓN: ¿COPIAS DE COPIAS DE COPIAS DE COPIAS?

CAPÍTULO CUATRO ¿ESTOS NO SON LOS LIBROS QUE BUSCABAS?

CAPÍTULO CINCO PERO, ¿PUEDO CONFIAR EN TI?

CAPÍTULO SEIS EL MOMENTO DE LA VERDAD: ¿REALMENTE SUCEDIÓ?

CAPÍTULO SIETE CONFÍA EN LA PALABRA DE UN HOMBRE RESUCITADO

UNA PALABRA FINAL: LA SIGUIENTE PREGUNTA

APÉNDICE: RECURSOS PARA CONTINUAR LA EXPLORACIÓN

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CAPÍTULO UNO NO CREAS TODO LO QUE LEES

No creas todo lo que lees. Todos saben eso.

Especialmente en nuestra nueva era del internet, si alguien creyera que todo lo que lee es verdad, sería una persona muy triste y confundida. Entre periódicos, diarios, revistas y servicios de “noticias” en línea que te tienden trampas para que hagas clic, una de las habilidades más valiosas que podemos aprender es la habilidad de distinguir la diferencia entre la realidad y la ficción; entre la verdad y la mentira. No queremos ser ignorantes, y estamos en lo correcto al no querer serlo.

En mi familia, mi esposa y yo hacemos un gran esfuerzo por enseñar a nuestros hijos la capacidad de leer y escuchar cuidadosamente; a no aceptar todo lo que leen o escuchan en sentido literal sino, más bien, a ponerlo a prueba y ver si es digno de confianza. Incluso a nuestra hija de cinco años le enseñamos a reconocer la diferencia entre las cosas que son “reales” y aquellas que son “solo una historia”. Ella ha aprendido bastante rápido:

 George Washington fue el primer presidente de los Estados Unidos. “Eso es real, Papa”.

 El tío Matt tiene un nuevo trabajo y ahora vive en otra ciudad. “Eso también es real”.

 Batman persiguió al Guasón y lo metió a la cárcel. “No, eso solo es un cuento”.

 Elsa construyo un castillo de hielo con su poder especial para congelar el aire, “Solo un cuento”.

 ¿Superman voló por el cielo? “Cuento”.

 ¿Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana…? “¡Cuento!”

Pero ahora hagamos de cuenta que se la pongo más difícil. Un hombre llamado Jesús nació de una virgen hace 2000 años, dice ser Dios, hace milagros como caminar en el agua y revivir hombres de los muertos, es crucificado en una cruz por los romanos, y luego resucita de los muertos y asciende al cielo donde ahora reina como rey del universo.

¿Cómo se supone que debe responder? “Mmm, ¿real?”

Si eres cristiano, entonces estoy seguro que así es exactamente como contestarías. Pero, seamos honestos. La cultura en la que estamos inmersos, en su mayoría piensa que es bastante extraño que una persona normal, aparentemente bien adaptada, se tome esa historia con seriedad. Y si tuvieran la oportunidad, probablemente sonreirían educadamente y preguntarían, “Está bien, pero ¿no tendría más sentido (o “no sería un poco menos ridículo) para todos, admitir que esas fantásticas historias sobre Jesús no son más que cuentos? ¿No es poco razonable pensar que esas historias se deben de tomar con seriedad y considerarlas verdad?”

En mi experiencia como cristiano y pastor, me es de mucho ánimo ver la firmeza con la que los cristianos parecen confiar en la Biblia. La creen, dan su vida por ella e intentan obedecerla. Cuando dice algo que desafía sus creencias o comportamiento, intentan someterse. En resumen, permiten que la Biblia funcione como el fundamento de sus vidas y de su fe. Sin embargo, mi experiencia también me dice que un buen número de cristianos no pueden verdaderamente explicar por qué confían en la Biblia. Sencillamente lo toman por sentado.

Claro que te dan muchas razones de por qué creen en ella. Algunas veces dicen que el Espíritu Santo ha trabajado en sus vidas para convencerlos. Otras, que la mejor evidencia de la veracidad de la Biblia es su obra en sus vidas o, simplemente, que “a mí me parece que es verdad”. Algunos te dan datos sobre como la arqueología corrobora algunas de las declaraciones de la Biblia. Otros, bajo presión, se dan por vencidos y sencillamente dicen, “Bueno, solo es cuestión de aceptarla por fe”.

Ahora bien, a su manera, todas estas razones para confiar en la biblia, son buenas y legitimas para los cristianos, pero más allá de ello, lo más probable es que ninguna de estas respuestas nos ayude mucho en convencer a alguien que todavía no confía en la Biblia. Al contrario, cuando un cristiano contesta ante los desafíos contra la Biblia con una respuesta tal como “simplemente la tienes que aceptar por fe”, lo más probable sea que el contendiente la escuchará y la tomará como una confirmación a todas sus dudas y se irá declarando victoria. “Ah, ¿lo ven? La verdad es que no hay ninguna razón convincente para creer en la Biblia. Es sencillamente cosa de... aceptarla por fe”.

Así que, si eres cristiano, permíteme decirlo de forma directa: ¿Por qué confías en la Biblia? ¿Cómo le explicarías a alguien que no cree en la Biblia la razón por la que tú sí confías en ella? Al terminar este libro, espero que puedas ser capaz de responder a esa pregunta; no una respuesta que te haga sentir bien aunque la otra persona piense que ganó el debate, sino una que, al menos, lo deje convencido de que necesita pensar un poco más sobre el tema. El apóstol Pedro escribió en 1 Pedro 3:15 que nosotros como cristianos debemos “estar siempre preparados para presentar defensa” de la esperanza que está en nosotros. En nuestros días, esa defensa tiene que empezar en esta primera pregunta, ya que mucho antes de que lleguemos a preguntas como, “¿Quién es Jesús?” o “¿Qué es el Evangelio”, se encuentra la pregunta que todos a nuestro alrededor quieren hacer y para la que, honestamente, dudan que tengamos una buena respuesta: “para comenzar, ¿por qué confías en la Biblia?”

Las tortugas llegan hasta el fondo

Antes de que continuemos, permíteme admitir algo desde ya, algo que probablemente no te sorprenda en lo más mínimo. Yo soy cristiano. Un cristiano totalmente convencido del cristianismo. Creo que la Biblia es verdad, creo que el Mar Rojo se dividió a la mitad, creo que las murallas de Jericó se derrumbaron y que Jesús caminó sobre el agua y sanó a enfermos y echó fuera demonios. Creo que Dios inundó con un diluvio al mundo y salvó a Noé, creo que Jonás fue tragado por un pez gigante y creo que Jesús nació de una virgen. Y, por sobre todas las cosas, creo que Jesús murió y después resucitó de los muertos, no en un sentido espiritual o metafórico, sino de forma corporal, histórica y verdadera. Yo creo todo eso.

Lo cierto es que no tiene sentido pretender lo contrario: La razón principal por la que creo que la Biblia es verdad es precisamente porque creo que Jesús resucitó de los muertos. Ahora bien, sea que estés o no de acuerdo conmigo sobre la resurrección, probablemente puedas ver por qué creer esto me lleva a la conclusión inevitable de que la Biblia es confiable. Esto es debido a que si Jesús realmente resucitó de los muertos, entonces la única conclusión posible y honesta a la que uno puede llegar es que Él realmente es quien dice ser. Si Jesús realmente resucitó de la tumba de la forma en la que la Biblia lo relata, entonces Él es verdaderamente el Hijo de Dios, el Rey de reyes y Señor de señores, el Camino, la Verdad, la Vida y la Sabiduría de Dios, tal como lo dijo. Y si eso es verdad, ¿no crees que tenga sentido decir que Él habla con la verdad y que, por tanto, debemos escucharlo? Ahora bien, una de las cosas que va más allá de toda duda razonable es que Jesús creía en la Biblia. En cuanto al Antiguo Testamento, esto es muy evidente; una y otra vez en Sus enseñanzas, Jesús autenticaba y aprobaba el Antiguo Testamento como Palabra de Dios. Respecto al Nuevo Testamento, aún cuando fue escrito años más tarde, en última instancia también descansa en la autoridad de Jesús, y los primeros creyentes sabían esto. En efecto, los dos criterios principales que usaron para atribuir la autoridad de Dios a algunos libros fueron 1) que esos documentos debían ser autorizados por uno de los apóstoles de Jesús, y 2) tenían que concordar en todo con la enseñanza misma de Jesús. Hablaremos sobre eso más adelante, pero el argumento es bastante claro. Una vez que estás convencido sobre la resurrección real de Jesús, la verdad y autoridad de la Biblia son las consecuencias naturales.

Entiendo que esto fue una manera rápida e impresionante de presentar la defensa pero entonces surge esta pregunta: ¿Cómo comenzar? En otras palabras, ¿cómo llegar hasta el punto de creer que Jesús realmente resucitó de los muertos? Me refiero a que no puedes simplemente decir que crees en la resurrección porque la Biblia lo dice, y que crees lo que la Biblia dice porque Jesús se levantó de los muertos, y que crees que Jesús resucitó porque crees en la Biblia, y que crees en la Biblia porque Jesús resucito y así sucesivamente. Un argumento así sería ridículo y circular. Me recuerda al pequeño niño a quien su maestra le preguntó por qué el mundo no cae en el espacio. “Porque está recargado sobre la espalda de una tortuga”, contestó el niño. “¿Y por qué no se cae la tortuga?”, preguntó de nuevo la maestra. “Porque está recargada sobre la espalda de otra tortuga”, dijo el niño. “¿Y por qué no se cae esa otra tortuga?”, insistió la maestra. “Bueno”, dijo el niño pensativo, “¡Es obvio que las tortugas llegan hasta el fondo!”

En este momento, antes de seguir, debemos reconocer que de una forma u otra, para todos nosotros “las tortugas llegan hasta el fondo”, sin importar cuál sea nuestra fuente de autoridad y conocimiento. Así que esto no es solo un problema para los cristianos. Si le preguntas a un racionalista por qué confía en la razón, te dirá “porque es razonable”. Si le preguntas a un lógico por qué confía en la lógica, te dirá, “Porque es lógico”. Si le preguntas a un tradicionalista por qué confía en la tradición, te dirá, “Porque todo el mundo siempre ha confiado en la tradición”. Incluso si quisieras ser un poco más sofisticado, pudieras decir que confías en la lógica o la tradición o la experiencia o en cualquier otra cosa porque es razonable hacerlo, pero eso solo crea un círculo ligeramente más grande, ya que ahora debes responder por qué confías en la razón para empezar. ¿Lo ves? De una forma u otra, todos terminamos con “tortugas hasta el fondo”. De hecho, creo que esa es probablemente una forma en la que Dios nos recuerda que somos finitos. Ser humano, por lógica, connota un recordatorio ineludible de que no conocemos todas las cosas.

Aun así, esto no quiere decir que no haya esperanza y que debamos renunciar a todo tipo de esperanza. Aun cuando es cierto, en un sentido filosófico y epistemológico, que finalmente todos nuestros argumentos descansan sobre una lógica circular, eso no quiere decir que no podamos llegar a una conclusión segura sobre la naturaleza de la realidad. Por supuesto, algunos filósofos radicales en ocasiones se han encogido de hombros y han dicho, “¡Bueno, me rindo! ¡Al parecer no podemos conocer nada!” Pero ese tipo de pensamiento tiende a encerrarte en una celda de aislamiento epistemológico (no podemos conocer a nada ni a nadie) que muy pocos de nosotros encontramos atractiva o necesaria. Entonces, lo que la mayoría de nosotros hacemos es comenzar con unas pocas presuposiciones—por ejemplo, la razón es razonable, la lógica es lógica, nuestros sentidos son confiables, el mundo y nosotros mismos realmente existimos, no somos, como a veces dicen “cerebros en un frasco”. Y a partir de esas presuposiciones, sacamos conclusiones seguras sobre nosotros mismos, sobre la historia, sobre el mundo a nuestro alrededor y sobre todo tipo de cosas.

Pero espera. El hecho de que sea necesario presuponer algunas cosas no quiere decir que puedas presuponer cualquier cosa que desees. Por ejemplo, no puedes presuponer que eres el presidente de los Estados Unidos. Tampoco puedes presuponer que eres un dios y que, por tanto, la verdad es cualquier cosa que tú pienses. Ni tampoco puedes presuponer que la última edición de un periódico amarillista es la Palabra de Dios, y que, por tanto, te provee una imagen precisa de la realidad. Estas serían presuposiciones completamente injustificables, y las personas se burlarían de ti por creerlas—y probablemente también te ingresarían a un manicomio. Pero esta es la cuestión: Más de una persona diría que eso es exactamente lo que los cristianos han hecho con la Biblia. Nosotros, sin tener ninguna razón, presuponemos que la Biblia es la Palabra de Dios, que todo lo que dice es verdad, y que, por consecuencia, Jesús resucitó de los muertos.

¿Pero qué tal si la falta no es tan flagrante? ¿Qué tal si existe una forma de llegar a una conclusión buena y segura en cuanto a la resurrección de Jesús de los muertos, sin presuponer que la Biblia es la Palabra de Dios? Si pudiéramos hacer eso, entonces seríamos capaces de evitar la acusación de circularidad flagrante e injustificada. Seríamos capaces de decir que incluso antes de concluir que la Biblia es la Palabra de Dios, llegamos a una conclusión segura de que Jesús sí resucitó de los muertos y, entonces, en base a esa confiable conclusión, imitamos a Jesús al aceptar la Biblia como la Palabra de Dios. Ese tipo de convicción sería muy diferente a una que simplemente se basa en un “salto de fe”. Sería una que no solo podría ser defendida de las objeciones de los escépticos, sino también podría retar su incredulidad. Eso sería, como Pedro escribió, una formidable “razón de la esperanza que hay en vosotros”.

El cristianismo como historia

La pregunta, por supuesto, es si realmente existe una forma de hacer eso. Para ir directo al grano, creo que sí la hay, y creo que podemos llegar a ella al hacer historia. En otras palabras, abordemos los documentos que componen el Nuevo Testamento, en primer lugar no como la Palabra de Dios, sino simplemente como documentos históricos, y veamos si sobre esa base podemos llegar a una conclusión confiable en cuanto a que Jesús resucitó de los muertos. Ni siquiera un no cristiano tendría alguna objeción inicial en contra de eso. Después de todo, abordar el Nuevo Testamento simplemente como una colección de documentos históricos no involucra ninguna defensa especial, ningún estatus especial, ninguna aseveración de verdad. Permitámosles hablar por ellos mismos en el “tribunal de opinión histórica”, por así decirlo.

Por otra parte, abordar el Nuevo Testamento como documento histórico tampoco debería levantar alguna objeción particular entre los cristianos. Después de todo, no es como si fuéramos a tratarlo como algo distinto de lo que ya es. Los documentos mismos del Nuevo Testamento afirman ser históricos; sus autores pretendían que fueran históricos. Por ejemplo, Lucas comienza su evangelio diciendo que él tiene la intención de dar a su lector, “por orden”, la vida y enseñanzas de Jesús. Podemos explicar eso de diversas formas, pero lo que es cierto es que Lucas estaba escribiendo historia. Entonces, seguramente no hay nada inapropiado sobre permitir que sus libros, junto a los de los demás autores, hablen como siempre tuvieron el propósito de hacerlo.

Pero aún más, el cristianismo, a diferencia de todas las religiones del mundo, se presenta a sí mismo como historia. El cristianismo no es primordialmente una lista de enseñanzas éticas o un conjunto de reflexiones filosóficas o “verdades” místicas o incluso un compendio de mitos y fábulas. En el corazón del cristianismo se encuentra una afirmación que declara que algo extraordinario ha sucedido en el transcurso del tiempo—algo concreto, real e histórico.

Una cadena de confiabilidad

Pero, aun si esto es así, hay otra pregunta que surge en este punto, y es la pregunta que vamos a intentar contestar en la mayor parte de este libro: ¿Son verdaderamente confiables los documentos del Nuevo Testamento— especialmente los cuatro evangelios—como testigos históricos? Es decir, ¿podemos confiar en ellos como información buena y confiable sobre los eventos de la vida de Jesús, especialmente en lo que concierne a Su resurrección, de tal forma que podamos decir, “Sí, estoy completamente seguro de que esto en realidad sucedió”? Por mi parte, yo creo que sí podemos confiar en los documentos del Nuevo Testamento, pero seamos realistas: llegar a esa conclusión tomará algo de trabajo, precisamente porque, al igual que con cualquier otro documento de historia, pueden surgir muchas preguntas sobre su fiabilidad en aspectos diferentes.

Para comprender lo que quiero decir con esto, míralo de la siguiente manera. Si, por ejemplo, lees en el evangelio de Mateo sobre cualquier evento en particular de la vida de Jesús, puedes contar al menos tres diferentes personas que han editado ese manuscrito, y, por lo tanto, han afectado la historia que estás leyendo de alguna manera u otra. En primer lugar (el más obvio de todos), se encuentra el autor mismo que originalmente escribió la historia. Segundo, por lo menos una persona (tal vez más) copió ese escrito original para transmitirlo a lo largo de los siglos hasta llegar a nuestras manos. Tercero, la persona (o comité) que tradujo esa copia de su lenguaje original a tu propio idioma natal para que ahora lo puedas entender. En cada paso de ese proceso, surgen preguntas que cuestionan seriamente si la historia que estás leyendo es confiable y si es un relato fiable de lo que realmente sucedió. Entonces, si retrocedemos en el tiempo desde hoy hasta al evento en sí, terminas con una cadena de cinco grandes preguntas:

En primer lugar, ¿podemos estar seguros que la traducción de la Biblia de su lenguaje original a nuestro propio idioma es precisa, o acaso dice cosas que el original jamás dijo?

Segundo, ¿podemos estar seguros que el escrito original ha sido transmitido con precisión por aquellos que lo copiaron a lo largo de los siglos, o ellos (acaso deliberadamente) añadieron, sustrajeron o cambiaron cosas de tal manera que lo que ahora tenemos ya no es lo que fue escrito originalmente?

Tercero, ¿podemos estar seguros de que tenemos el conjunto correcto de libros, y que no existe otro conjunto de libros que nos provea una perspectiva diferente—igualmente fiable y plausible—sobre la vida de Jesús? Es decir, ¿podemos estar seguros que estos libros son los inspirados y no otros?

Cuarto, ¿podemos estar seguros de que los autores originales eran dignos de confianza? Es decir, ¿realmente intentaban darnos un relato preciso de los eventos o tenían otro propósito—por ejemplo, escribir ficción o incluso engañar a la gente?

Y, finalmente, si podemos estar seguros que los autores en efecto pretendían proveer un relato preciso de los que sucedió, ¿acaso podemos estar seguros de que lo que ellos describieron realmente sucedió? En otras palabras, ¿podemos estar seguros de que lo que ellos escribieron es realmente verdad, o existen mejores razones para pensar que estaban equivocados?

¿Lo ves? Si logramos responder cada una de esas preguntas— ¿Traducción? ¿Transmisión? ¿Son estos los libros correctos? ¿Son confiables? ¿Son verdaderos? — con un firme “si”, entonces tendremos una cadena bastante sólida de fiabilidad que podemos trazar desde nosotros hasta los eventos en cuestión. Seremos capaces de decir con confianza:

1. Que tenemos buenas traducciones de los manuscritos bíblicos disponibles para nosotros,

2. Que esos manuscritos son copias precisas de lo que fue escrito originalmente,

3 Que los libros en cuestión son en efecto los libros mejores y correctos,

4. Que los autores de estos documentos realmente tenían la intención de decirnos con exactitud lo que sucedió, y

5. Que no hay ninguna razón de peso para creer que estaban equivocados sobre lo que vieron y registraron.1

De cualquier ángulo en que lo veamos, este sería un fundamento bastante sólido para pensar que realmente podemos aceptar la Biblia como un documento histórico fiable. Y si podemos hacer eso, entonces, por ende, podemos considerar el relato de la Biblia sobre la resurrección de Jesús y decir, “Si, yo realmente creo que eso sucedió. Al igual que creo en cualquier otro evento histórico, así también creo que Jesús resucitó de los muertos”.

Algunas consideraciones importantes

Ahora, permíteme decir tres cosas más antes de intentar comenzar a construir ese argumento histórico. Primero, ten en cuenta en todo esto que no estamos buscando lo que podríamos llamar “certeza matemática”. Ese tipo de certeza lógica es posible en matemáticas y algunas veces en la ciencia, pero nunca es posible al lidiar con la historia. Con cualquier evento histórico siempre habrá alguien en algún lugar capaz de inventar una alternativa al relato aceptado. Alguien pudiera decir: “Tal vez César no cruzó el Río Rubicón”. “Tal vez fue uno de sus generales vestido como Cesar, y logró engañar a todos. Sí, sí, sé que no hay ninguna razón para pensar eso, pero aun así es posible y, por lo tanto, no se puede tener seguridad de que César cruzó el Río Rubicón”. ¡Pero por Dios! Si objeciones como estas fueran suficientes para impedirnos sacar conclusiones firmes sobre la historia, jamás seriamos capaces de estar seguros sobre cualquier conocimiento del pasado. Por fortuna, aquí no estamos buscando certeza matemática sino, más bien, confianza histórica. No buscamos ser capaces de decir, “es una certeza matemática y lógica que César cruzó el Rubicón”, sino, más bien, “algunas personas reportan que César cruzó el Rubicón. Creemos que pretendían reportar lo que realmente pasó (y no engañar o inventar mitos), y no existe ninguna buena razón para pensar que estaban equivocados en su reporte. Por lo tanto, podemos estar seguros que Cesar sí cruzó el Río Rubicón”. Ese es el tipo de “certeza” que la historia busca, y demandar algo más es demandar algo que la historia jamás será capaz de otorgar.

En segundo lugar, ten en cuenta que la certeza histórica provee una confianza suficiente para actuar. En ocasiones he conversado con personas que afirman que no creen en ninguna cosa sin haberla visto o experimentado de primera mano. Si no pueden ver o experimentar algo, dicen ellos, entonces hay muchas dudas de por medio. Ahora bien, a primera vista, esa posición parece tener cierto respeto intelectual; parece ser un razonamiento cuidadoso e inteligente. Pero si lo analizas un poco, te darás cuenta que no hay nadie que viva bajo ese estándar. La verdad es que muchas veces ponemos nuestra confianza en cosas de las que no tenemos conocimiento o experiencia de primera mano. Piensa en esto. Yo no estaba presente cuando la constitución de los Estados Unidos fue ratificada, pero, como estadounidense, vivo con la confianza de que en efecto así fue, y también actúo en base esa confianza. No me niego a votar porque no tenga la certeza matemática de que realmente vivimos bajo una constitución ratificada. Este es otro ejemplo más apegado a la realidad: si llegamos al fondo de las cosas, la verdad es que no tengo un conocimiento directo de que mis padres sean en verdad mis padres; yo no recuerdo personalmente mi nacimiento, nunca nos hemos hecho una prueba de ADN, ¡y es posible que haya ocurrido algún error y que mi certificado de nacimiento haya sido falsificado! Bueno, por supuesto, es poco probable, pero, por otro lado, toda la evidencia que tengo parece apuntar al hecho de que mis padres son realmente mis padres y, por lo tanto, yo vivo y actúo siempre con la confianza de que así es.

Ese es el tipo de confianza que la historia puede proveer, y ese es el tipo de confianza que espero podamos alcanzar al pensar juntos a lo largo de las páginas de este libro; una confianza histórica que nos permita, incluso que nos obligue a decir, “Sí, yo creo que la resurrección de Jesús sucedió. No tengo una mejor explicación sobre los hechos. Y ahora actúo en base a esa confianza”.

En tercer lugar, por favor ten en mente que este no es y no tiene la intención de ser un libro académico. No considera cada variación posible de cada argumento, y no provee todos los ejemplos o cláusulas posibles. Espero que no lo compares con los muchos libros extraordinarios que algunos cristianos han escrito sobre todos estos temas a través de los años. Si pones este libro junto a esos otros, encontrarás que no es tan completo como esos, ni tan grueso. Su objetivo es simplemente presentar un vistazo a los argumentos y consideraciones que me han convencido a mí—y a muchos otros más a través de los años—de las verdades bíblicas.

Una cosa más. Por el mismo hecho que este libro se mantiene a un nivel sencillo, te darás cuenta que se concentra en el Nuevo Testamento, y aún más específicamente, en los cuatro Evangelios. Esto significa que no trataré con cada detalle textual, de transmisión o relativo al canon, que surge cuando se estudia el Antiguo Testamento o incluso, cuando se estudian todos los libros del Nuevo. Pero entonces, tu podrías preguntarte, ¿acaso este libro no trata sobre toda la Biblia? La respuesta es que sí, pero no olvides que el explorar las evidencias del Nuevo Testamento, especialmente de los evangelios, usando las 5 preguntas anteriormente mencionadas, nos da una muy buena idea de los problemas y evidencias históricas concernientes a los demás libros. Y, algo todavía más importante, recuerda que a lo que queremos llegar es una certeza histórica de que Jesús se levantó de entre los muertos. Si podemos llegar a dicha certeza, entonces también tendremos una muy buena razón para confiar también en la confiabilidad del Antiguo Testamento. Entonces, ¿Cómo llegamos a la certeza histórica de que Jesús resucitó? Por medio de la determinación de si los evangelios, en particular, son testigos confiables de la historia. Esa es nuestra meta.

Así que repito, mientras otros libros de forma muy adecuada, discuten todos los pequeños detalles que surgen al considerar la confiabilidad de la Biblia, este libro presenta un resumen del argumento que me ha convencido a mí y a muchos otros de la verdad de la Biblia, un argumento cuya piedra angular es la resurrección de Jesús. Si dicho argumento te es de ayuda y, hasta cierto punto, convincente para ti, me alegro. Y si no es así, te animo a que continúes leyendo esos otros grandes y mejores libros.

Un primer paso

Si estás leyendo este libro y no eres cristiano, primero que todo, gracias por escogerlo y haber leído hasta acá. Por lo menos espero que encuentres aquí algo que te rete a pensar sobre los cristianos, sobre el cristianismo, sobre la Biblia y, en última instancia, sobre Jesús, en formas que tal vez sean diferentes a cómo has razonado hasta ahora. Espero que llegues a darte cuenta que nosotros los cristianos no creemos lo que creemos sin razón alguna. Por supuesto que pudieras marcharte sin creer el argumento que plantea este libro, pero espero que al menos seas capaz de decir que tal vez haya más en la fe cristiana de lo que pensabas cuando comenzaste a leer. Por otro lado, tal vez incluso seas capaz de decir más que eso. Tal vez llegues a la conclusión de que realmente puedes confiar en la Biblia y confiar en lo que ella dice. Si es así, entonces estarás comenzando una experiencia verdaderamente grandiosa, porque serás capaz de comenzar a pensar con seguridad en aquello de lo que la Biblia habla en primer lugar— Jesús el Cristo, y quien Él decía ser.

Si ya eres cristiano, entonces espero que este libro también sea de ayuda para ti. Espero te ayude a comprender mejor por qué confías en la Biblia, y después te ayude a capacitarte para hablar sobre esa confianza y defenderla de las objeciones de las personas que no confían en ella. La verdad es que, al final de cuentas, a pesar de que el mundo nos acusa con frecuencia, el cristianismo no requiere que las personas hagan un “salto de fe” irracional que los lleve a creer cosas ridículas y sin evidencia. Por el contrario, nuestro “salto de fe” real consiste en depender de Jesús para salvarnos de nuestros pecados, precisamente porque Él es eminente y completamente confiable.

¿Y cómo sabemos eso?

Bueno, porque la Biblia lo dice así.

¿Acaso no es cierto?

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140 s.
ISBN:
9781629461946
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