Kitabı oku: «Las Inmortalidades», sayfa 2
CapÃtulo 2
Lo primero que generó la aversión general contra los eternos fue la envidia, por el deseo de los mortales comunes de ser como ellos, unos celos disfrazados no obstante de deseo de justicia, como sucede casi siempre. Posteriormente, cuando se apreció de manera generalizada el aburrimiento existencial de los inmortales, no desapareció la hostilidad contra ellos, sino que para alimentarla se habÃa añadido una especie de desprecio por la condición que sufrÃan, ese desprecio que aparece lamentablemente, en los espÃritus menos nobles, hacia aquellos que consideran, por cualquier razón, como distintos. El desprecio se expresaba a veces en forma de sarcasmo burlón, con observaciones como estas: «¡Les está bien empleado a esos prepotentes que querÃan ser superiores a nosotros y se daban tantas Ãnfulas!», «¡FÃjate en esos millonarios! Se han gastado una fortuna para alcanzar el aburrimiento, esas cabezas de chorlito», o como esta otra, más dura: «¡Sus caras alegres se han convertido en rostros pálidos como el culo!». En la última fase se generó en muchos mortales, no en todos, ya que seguÃan existiendo algunos no despiadados, un odio puro por los eternos. La mecha la habÃa encendido un caso, llamado por los medios «La carnicerÃa de ParÃs», cuya noticia habÃa dado la vuelta al mundo de inmediato con gran escándalo. El hecho se habÃa producido después de la vuelta a viejo calendario, exactamente en el año 2509, habiéndose ya destruido las instalaciones Vida Eterna, por lo que el número de los inmortales, todos censados por obligación legal, se mantenÃa entonces en 1003 personas, también porque la eternidad originada por el procedimiento Vida Eterna no era transmisible, ya que el proceso hacÃa estériles a quienes se habÃan sometido a él. Algunos inmortales sà tenÃan hijos y nietos, pero todos fruto de concepciones precedentes. Para llegar al apogeo del odio entre la conciencia colectiva se llegó al convencimiento, que ya estaba en lo más profundo de las mentes antes de la carnicerÃa de ParÃs, de que de no le habrÃa sido posible de ninguna manera a un mortal reaccionar con éxito a un ataque violento de un mortal que hubiera decidido herirle o matarle, debido a la tristemente famosa facultad de los eternos de regenerarse poco después de haber sido ellos mismos heridos o aparentemente muertos. Por tanto, en caso de agresión, la única posibilidad de defensa, que solo habrÃa podido ejercerse si enfrente del inmortal violento se encontraran muchas personas, habrÃa sido sujetarlo con cuerdas o cadenas, impidiendo asà sus movimientos. Seguramente ya se habÃan producido agresiones por parte de un eterno contra un mortal antes de la carnicerÃa de ParÃs y además, en cuatro siglos, debÃan haber sido muchas, pero solo después de esta matanza se habÃa extendido por todas partes una airada obsesión colectiva contra los eternos. Lo que habÃa pasado era que uno de los inmortales, un hombre fornido que aparentaba tener unos treinta años o con más de cuatrocientos años de edad real, Louis Villon, célebre por haber sido uno de los dos magnates que habÃan financiado la investigación del Instituto Privado Bertrand Russell que desembocó en el procedimiento Vida Eterna y que al principio no habÃan dado fruto, una tarde en el campo en los alrededores de ParÃs, al entrar andando en su propia villa después de un paseo para hacer la digestión, fue atacado por tres perros doberman instigados contra él por cuatro jóvenes mortales pertenecientes, como luego pudo averiguar Villon, a una banda de una decena de vándalos racistas que tenÃa como primer objetivo enfrentarse a los odiados eternos. Louis Villon habÃa sido literalmente despedazado por los perros y luego sus amos se habÃan alejado psicológicamente saciados de sangre junto con sus animales. Villon renació entre grandes sufrimientos, lleno de rabia contra esos miserables y realizó indagaciones al dÃa siguiente mediante investigaciones privadas para descubrir su identidad. Una vez supo lo que necesitaba sobre esos malhechores, en lugar de denunciarlos, el multimillonario habÃa querido llevar a cabo una venganza personal y, por la noche, cuando su club estaba vacÃo de gente, lo habÃa incendiado. La banda ocupaba una chabola de madera en el campo en los alrededores de ParÃs, no lejos de la villa del eterno. Sin embargo uno de los bandidos, que vivÃa en un caserÃo cercano al club, apenas a unos ochenta metros, habÃa visto huir al incendiario y la noche siguiente se lo habÃa contado a los demás miembros. No mucho después, tras echar abajo la puerta de entrada a la villa de Villon, los diez juntos habÃan invadido la morada con sus tres perros, empuñando antorchas, con la más que verosÃmil intención de responder dando fuego a la construcción. El propietario y sus dos sirvientes, mortales comunes de mediana edad, marido y mujer, habÃan acudido ante el estruendo del derribo de la puerta, se habÃan reunido en la entrada, habÃan visto a los invasores, habÃan tratado de enfrentarse valientemente a ellos y habÃan sido agredidos por los perros, incitados por sus amos. Los tres habÃan sido despedazados horriblemente, pero mientras que los sirvientes estaban irremediablemente muertos, Villon se reconstituyó poco a poco hasta reaparecer incólume. Entretanto los delincuentes, con sus animales, habÃan empezado a explorar las demás habitaciones de la casa, con la probable intención de robar en ella. El propietario, armado con dos escopetas y dos pistolas que guardaba en un armario junto a la entrada, preso de una ira como no habÃa sentido en toda su larguÃsima existencia, mató en primer lugar a los tres dobermann que, habiendo advertido su olor, habÃan dejado a sus amos y corrÃan gruñendo hacia él para atacarle. Luego, ya ciego de rabia, llegando hasta los agresores, Villon habÃa asesinado a cuatro, uno tras otro. Los otros seis decidieron huir después de esto. Al reconocer el juez instructor la legÃtima defensa, Villon no habÃa sido condenado, mientras que los delincuentes sobrevivientes habÃan sido arrestados, juzgados y condenados. Sin embargo la impresión general ya era muy hostil a los inmortales. Asà que los medios, recogiendo y exprimiendo esa profunda aversión, habÃan presentado el episodio arrojando sospechas sobre Villon. Bajo una fuerte presión popular, apoyada por los propios medios, los lÃderes estatales habÃan decidido por fin la promulgación de una ley que autorizaba la concentración de todos los eternos en un lugar aislado. Esta norma, promulgada con un decreto del gobierno aprobado casi inmediatamente por el Parlamento, se habÃa aplicado de inmediato. Los eternos, al ser todos conocidos por la autoridad gracias al censo anterior, habÃan sido capturados uno a uno por fuerzas de la policÃa de paisano, que se les habÃan acercado individualmente con diversos pretextos o estratagemas: los policÃas les habÃan esposado firmemente y llevado a la cárcel, donde habÃan permanecido recluidos encadenados. Cuando fueron capturados los 1003 inmortales, sin que faltara ninguno, fueron transportados todos juntos, en realidad con todo el respeto posible y aprovechando las comodidades de abordo, sobre un gran hidroplano transoceánico y habÃan sido desembarcados y recluidos para siempre sobre el atolón coralino de Rapa Nui, más conocido como la Isla de Pascua, situado en el centro del PacÃfico, muy lejos de cualquier otra tierra, a más de 3.600 kilómetros al oeste de la costa de Chile y a 2.075 al este de las cuatro islas volcánicas del archipiélago Pitcairn, situado en el PacÃfico meridional. Sin embargo se habÃa concedido a los exiliados constituir sobre la isla su propio estado independiente. La comunidad serÃa completamente autosuficiente gracias a los nuevos recursos de esa isla, antes poco hospitalaria, que habÃa sido preparados por adelantado por el Estado mundial con los métodos fertilizantes más modernos y además debido a los aparatos y cyborgs para el cultivo y la producción industrial que la misma autoridad habÃa proporcionado a los exiliados. La supervivencia de los eternos también estaba garantizada por su número limitado y por el hecho de que eran estériles. En cuando a los poquÃsimos exponentes de la población nativa de Rapa Nui, no se les habÃa consentido permanecer allà y se les habÃa obligado a mudarse a la mayor de las islas Pitcairn, deshabitada desde hacÃa tiempo, también con altas indemnizaciones, pagadas en especie, que les habÃa asignado el Estado. Inmediatamente después del desembarco de los exiliados se habÃa colocado en torno y por encima de toda la isla un campo de fuerza, impenetrable materialmente, que impedÃa tanto a los eternos abandonar la isla como a los mortales acceder a ella. En particular, los ya difundidos aparatos del sistema Radiotransporte Instantáneo de Seres Vivientes, inventado una decena de años antes por los ingenieros Green y Berusci, capaz de radiotransportar seres humanos, animales y cosas, no se podÃa utilizar ni para entrar ni para salir, sin contar que, evidentemente, no se le habÃa proporcionado a los deportados, igual que no se les habÃa proporcionado embarcaciones ni medios aéreos.
Con el paso del tiempo, el mundo se habÃa olvidado de la existencia de los inmortales.
HabÃan sido las mismas autoridades las que habÃan ordenado ese olvido, eliminando de las memorias electrónicas cualquier noticia sobre ellos. Para la historia oficial, no habÃan existido nunca. Pero si durante un largo periodo ninguno habÃa oÃdo hablar nunca de esos 1003 eternos, el futuro sin embargo tenÃa guardado para ellos una reaparición clamorosa, la fama y⦠algo más. Pero hasta el nuevo advenimiento esencial, tendrÃa que producirse un acontecimiento cuya causa desencadenante estarÃa en la Tierra, pero sus consecuencias tendrÃan origen muy lejos de nuestro planeta.
CapÃtulo 3
Otto Bauer, quincuagenario catedrático de AstrofÃsica Posteinsteiniana en la Universidad Libre de BerlÃn (Freie Universität Berlin antes del triunfo de la lengua anglomundial y la desaparición de las lenguas nacionales), además de director del Ente de Investigación de la Vida Extraterrestre estaba a punto de acabar su lección:
â⦠y como ya sabéis por mi colega de TeorÃa de la Investigación y es aceptado comúnmente desde hace más quinientos años, ya en el siglo XX el filósofo de la ciencia Karl Raimund Popper habÃa establecido que toda teorÃa, para poder definirse como cientÃfica, debÃa poder ser falsada. AsÃ, por ejemplo, el psicoanálisis era filosófico pero no cientÃfico, porque el concepto de inconsciente, por definición, no es experimental y por tanto no se puede falsar cientÃficamente. Por el contrario, la hipótesis cosmológica geocéntrica era indudablemente cientÃfica, porque habÃa podido falsarse con certeza por Isaac Newton. A su vez, la teorÃa newtoniana era cientÃfica porque se reducÃa a un simple caso particular de la más amplia teorÃa einsteiniana y también esta última era cientÃfica en cuanto, y esto es lo que nos interesa en definitiva, fue refutada parcialmente por el Grupo Post-einsteniano de la Universidad de TurÃn, que, gracias al descubrimiento de las ondas ultrafotónicas, demostró en 2515, hace exactamente dos años, la posibilidad de superar, en teorÃa infinitamente, la velocidad de la luz. Y es también sobre la base de este descubrimiento de que gracias a las ondas ultrafotónicas acortamos enormemente los tiempos de las comunicaciones interestelares como espero poder contactar finalmente con una civilización alienÃgena.
Sonó el timbre de fin de la clase.
âNos vemos el próximo dÃa âhabÃa dicho el prof a modo de despedida y levantándose se habÃa dirigido a grandes pasos a su estudio.
Durante casi toda la hora habÃa estado nervioso porque, poco después de empezar la lección, su ayudante principal le habÃa advertido que habÃa llegado un mensaje de la Comisión de Financiación: casi seguro que era la decisión que esperaba desde hacÃa meses.
â¡Maldita sea!
Se habÃa oÃdo al docente en toda la planta:
â¡Burros fanáticos! ¡Esas ratas de sacristÃa, esos psÃquicos subdesarrollados creen que pueden mandar al diablo nuestra investigación! âBauer, cuyo rostro hacÃa un momento estaba completamente encarnado por la excitación, habÃa empalidecido después de acabar de leer el breve mensaje, luego se quedó sin palabras durante unos segundos, con la perilla leonada que le temblaba sobre el agudo mentón, y finalmente habÃa explotado. Le resultaban inconcebibles tanto la repuesta como la motivación: ¡además con letras mayúsculas, como para ofenderle!
Se rechaza la solicitud de fondos porque
EL PROYECTO ES MANIFIESTAMENTE ILÃGICO.
Fdo. El Presidente de la Comisión
- Prof. Dra. Marisa Zanti -
âYo la mato, a esa imbécil âhabÃa expresado entonces el desilusionado catedrático, desplomando su corpachón sobre la butaca de su mesa, siempre con la larga perilla temblando sobre su barbilla.
Su ayudante principal, dándose cuenta en ese momento, por su recuerdo de tantas otras crisis nerviosas de ese hombre irascible, de que la escasez de aire en los pulmones le habrÃa impedido que la hiciera callar, habÃa intervenido finalmente:
âPerdone, profesor, pero me parece que puede recurrir, ¿verdad?
âHmmm⦠âhabÃa casi gruñido el otro, sin responder.
«Ya, este es el momento en que debe enfurruñarse», habÃa razonado la doctora conteniendo la sonrisa y le habÃa dejado tranquilo. Como esperaba, después de un rato el profesor habÃa hablado:
âUsted entiende, querida Steiner, que esto nos impedirá encontrar vida extraterrestre, quién sabe durante cuánto tiempo. Y sin embargo, con la nueva posibilidad de lanzar al espacio ondas ultrafotónicas, en lugar de las lentÃsimas ondas de radio, estoy completamente seguro de que esta vez tendrÃamos éxito. Además, también estoy seguro de que la respuesta a nuestro recurso serÃa también negativa.
âNo entiendo por qué nos han dicho que no.
â¡Yo sà lo entiendo! âSe habÃa enfadado de nuevoâ: Por razones ¡piense un poco! Re - li - gio - sas. ¿Se da cuenta de qué grupo de cretinos? ¡Por razones religiosas!
âPerdone la ignorancia: ¿qué tiene que ver la religión?
âLa ignorancia no es de usted: ¡es de ellos! ¡Estoy convencido de que esa es una comisión de beatos, igual que es notorio que lo es la presidenta! ¡Seguro que también lo son todos los demás! Tienen miedo de que tengamos éxito, acabando asà con su fe: piense en dónde iba a acabar su religión si descubriéramos seres inteligentes de otros planetas.
â¡Maldita sea! ¿Tiene Zanti de verdad tantas cosas que hacer? âEl profesor Bauer esperaba desde hacÃa veinte minutos, en pie, en el pasillo del último piso del Ministerio Mundial de la Ciencia: como un centinela, estaba parado delante de la puerta de la oficina de la presidenta de la comisión.
Una hora antes habÃa subido a un avión de lÃnea suborbital en ruta hacia ParÃs: querÃa, o más bien exigÃa, obtener explicaciones inmediatas. Iban a oÃrle si no eran exhaustivas.
âDespués de todo, usted no tiene cita âhabÃa comentado con voz indiferente el robot ujier de la entrada, desde su puestoâ. Ya es mucho que la profesora haya aceptado recibirle.
En el rostro del cientÃfico habÃa aparecido una expresión malvada. Se habÃa dirigido de inmediato hacia la máquina plantándole los ojos en los objetivos. El autómata se habÃa echado atrás acabando pegado a la pared. Sin embargo, si Bauer habÃa tenido antes una mala intención, no la habÃa expresado al llegar al ujier, sino que, mostrando en la boca una sonrisa forzada, le habÃa dicho en tono dócil:
âTe ruego que se lo pidas. Hm⦠Te lo agradecerÃa.
â¡Asà está mejor! âhabÃa aprobado el otro y rápidamente fue a llamar a la puerta de la presidenta. Luego, entreabriendo la puerta sin esperar respuesta y metiendo la cabeza en la habitación, habÃa poco más que susurradoâ: Profesora, ese Bauerâ¦
âSÃ, ya he acabado âhabÃa respondido una voz femeninaâ. He oÃdo los lamentos del profesor, pero estaba a punto de recibirlo: en un minuto, hazlo pasar.
âEl señor está servido âhabÃa dicho a Bauer el robot, colocándose delante de él con la mano derecha abierta, sobre la cual el profesor habÃa puesto un soft-dream, una especie de botoncillo eléctrico sintetizado por la industria precisamente para la relajación mental de los autómatas.
«Este ya lo he soñado», se habÃa dicho mentalmente el robot con decepción, después de haberse introducido el botón eléctrico en la ranura pectoral apropiada y haber examinado la propina.
La presidenta era una mujer de unos setenta años, flaca, de ojos cerúleos, pelo blanco muy corto, nariz larga y estrecha, boca pequeña y sin maquillaje: la única coqueterÃa era la eliminación total de las arrugas con el método ambulatorio Darendhörf.
Bauer, aunque sabÃa que no le iba a ser fácil, se habÃa prometido mantenerse tranquilo. Al saludar a Zanti habÃa conseguido además sonreÃr:
âNo entiendo por qué no se ha aceptado nuestra solicitud: ¡no me han explicado nada! Francamente, no veo por quéâ¦
â⦠¿Por qué se trata de un proyecto ilógico? âLa presidenta habÃa sonreÃdo a su vez desde el otro lado de la mesa, haciéndole una señal para que se sentara.
âJustamente. Después del descubrimiento de las ondas ultrafotónicasâ¦
â No se trata de eso, profesor. Se trata de filosofÃa. De hechoâ¦
â¿Qué diantres tiene que ver la filosofÃa? Um⦠perdóneme, no quiero ser maleducado, solo entenderâ¦
A Bauer se le encendió la cara:
â¡Vaya, tal y como yo pensaba!
âEspere, profesor, porque no lo ha entendido. Sepa que casi todos los miembros de la comisión, salvo otro y yo, son ateos como usted. Y se trata precisamente de esto: de que el ateÃsmo no se concilia en absoluto con la probabilidad de que en nuestro cosmos haya otras criaturas inteligentes.
â¿Qué está diciendo? ¡En todo caso es lo contrario! Hablemos claro: sois los creyentes los creyentes los que tenéis miedo de que se encuentren extraterrestres y de esa manera se acabe vuestra trola religiosa âToda su cara estaba enrojecida.
âNi soñarlo, profesor Bauer. ¿Cómo podrÃamos habernos impuesto el otro miembro y yo contra diez ateos? Pero si no se tranquiliza, haré que le echen.
â⦠Está bien, siempre que me lo explique, pero si no me convenceâ¦
â⦠¿Me dará un puñetazo? âY se habÃa reÃdo.
âN⦠no, naturalmente, pero en el recurso que presentarÃa, indudablemente me iban a oÃr.
âEstá en su derecho y ahora escuche, si quiere. En cuanto a los principios religiosos que usted se teme, sepa, aunque esto se lo digo a puro tÃtulo informativo, que creemos que la Revelación se refiere exclusivamente al género humano y nunca a los innumerables proyectos posibles de Dios para el universo, incluida la creación de extraterrestres. ¡SerÃa maravilloso encontrar otras posibles inteligencias! FÃjese en que se fuera atea, en lugar de posibles habrÃa dicho inverosÃmiles.
Bauer habÃa sacudido la cabeza con desaprobación.
âSÃ, de verdad. FÃjese bien: ¿por qué la comisión nunca ha considerado, con una mayorÃa de diez contra dos que sigue su propia visión atea, profesor, que creer en criaturas extraterrestres en nuestro cosmos serÃa ilógico y que probablemente serÃa un despilfarro acabar financiando la investigación?
â¿Un despilfarro?
âEspere. Suponemos que su hipótesis como ateos es que la vida apareció por puro azar, ¿verdad?
âSe entiende que sÃ.
âAsà que no parece muy probable en ese caso que exista un único universo, el nuestro.
âPeroâ¦
âEspere. Usted sabe que en los últimos siglos se han encontrado millones de planetas que orbitan en torno a millones de estrellas y que ni siquiera uno ha sido capaz de alojar vida inteligente. Vidas inferiores sÃ, pero superiores no. Además a todos estos mundos les falta algo y, en primer lugar, en torno a ninguno de ellos orbita un satélite como nuestra Luna, sin la cual tampoco existirÃamos. Seguramente sabe que desde hace muchÃsimo tiempo hay una relación inseparable entre nuestros dos mundos: cuando la Tierra era todavÃa muy joven e informe, otro plantea, más o menos de la masa de Marte, en lugar de asentarse en torno al Sol impactó con enorme violencia contra el nuestro, su materia se mezcló, parte de ella se incorporó a nuestro mundo y otra parte de dicha combinación de elementos acabó en órbita, primero formando un anillo en torno a la Tierra, compactándose luego en un único cuerpo y convirtiéndose en la Luna. ¿Algo casual? Bueno, yo no dirÃa tanto. Sin embargo, es cierto que la Tierra sin la Luna no serÃa como es y, como he dicho, que nosotros tampoco lo serÃamos. En primer lugar, no habrÃa mareas, debidas a la atracción lunar, esas mareas que influyeron enormemente en el nacimiento de la vida sobre la Tierra, ya que las formas biológicas se desarrollan velozmente y de la mejor manera donde las condiciones ambientales son crÃticas y, por tanto, se adaptan al perfeccionamiento genético y al desarrollo cerebral: son por el contrario las situaciones estáticas las que representan negatividad para la vida, porque hacen que las formas biológicas elementales no evolucionen y acaben extinguiéndose. Sin embargo, los océanos, sometidos a las imponentes mareas provocadas por la Luna, que en el pasado estaba bastante más cercana a nosotros y ejercitaba una atracción mucho mayor, fueron en un pasado muy lejano los laboratorios más eficaces para el crecimiento de formas biológicas cada vez más complejas. En segundo lugar, es a la Luna a la que se debe esa relativa estabilidad del clima terrestre en el curso de las estaciones, que ha permitido florecer la vida. Y también el alternarse de las estaciones se debe al choque entre planetas del que derivó la Luna, ya que debido a él la inclinación del plano de rotación dejó de ser perpendicular a su plano orbital y obtuvo un ángulo óptimo de 23º. Asà se produce la variación, a lo largo del año, de la inclinación de los rayos del Sol y, por tanto, la sucesión de las diversas estaciones. Eso no es todo: la Luna mantiene firme esa magnÃfica inclinación, con un efecto estabilizante sobre nuestra órbita, mientras que los cambios orbitales serÃan gravemente dañinos para la vida.
âEste bien, presidenta, estoy de acuerdo con estas cosas, que evidentemente ya sabÃa y he escuchado solo por mi natural amabilidad.
La presidenta habÃa contenido la risa con dificultad, conociendo bien la rudeza del hombre que tenÃa delante.
El cual habÃa proseguido:
âEstará sin embargo de acuerdo en que solo porque no se haya encontrado hasta ahora no tiene por qué no existir al menos un mundo como la Tierra que posea un satélite como la Luna y que orbite en torno a una estrella gemela de nuestro Sol. En todo el universo y ¿quién sabe? tal vez incluso en nuestra galaxia.
âEs verdad profesor, pero de hecho le he hablado de probabilidades, no de certezas: también creo que su hipótesis basada en el mero azar, tiene una posibilidad muy baja y, entiéndalo bien⦠los fondos se dispensan mientras la posibilidad de éxito no se considere Ãnfima.
âUmâ¦
âEn el caso de la existencia de un Ser trascendente creador y ordenador del universo se podrÃa suponer la existencia de otras especies inteligentes en nuestro mismo universo. Indudablemente la cosa serÃa diferente si se demostrara la existencia de diversos universos paralelos al nuestro, esos universos que, ya a finales del milenio pasado, los cientÃficos habÃan conjeturado sin poder demostrarlos experimentalmente en la realidad, ni siquiera hoy. Solo si existieran realmente esos cosmos se podrÃa considerar como no demasiado improbable la existencia, no por intervención divina, sino por azar, de otra vida inteligente en alguno de ellos. Si por tanto es necesario imaginar billones y billones de universos paralelos para hacer suficientemente creÃble la aparición de otras vidas inteligentes por mero azar es obvio que, para un cientÃfico ateo como usted, deberÃan excluirse lógicamente otras criaturas inteligentes en nuestro universo, el único en que usted podrÃa investigar con las ondas ultrafotónicas.
âUmâ¦
âSolo la hipótesis de los cientÃficos creyentes, como yo, de que haya un Ente personal, un Dios creador y ordenador, no hace improbable la idea de extraterrestres en nuestro universo y le vuelvo a asegurar que yo serÃa la primera en querer que se descubrieran, porque serÃa maravilloso encontrar otras criaturas de Dios. Por eso se ha equivocado completamente al pensar que fui yo la que denegó su solicitud.
â⦠¿Y si yo hubiera sido creyente?
âLos miembros de la comisión son personas respetuosas con las teorÃas coherentes de los demás. Como hombres con dudas, al ser cientÃficos, saben que, según la epistemologÃa popperiana, no son cientÃficas ni las hipótesis de los infinitos universos ni la del Ente creador, ya que ni Dios ni, al menos por ahora, otros universos son experimentables. Sencillamente se trata de teorÃas aceptadas en ausencia de otras más verosÃmiles, hipótesis que tienen el 50% de probabilidad cada una: Es como en los tiempos del matemático Blaise Pascal y su apuesta por Dios al 50%. Si usted fuera creyente, profesor, indudablemente, en nombre de la duda cientÃfica y de la lógica, también la mayorÃa atea de la comisión, considerando además su enorme fama, le habrÃa respondido que sÃ, no pudiendo oponer más que el propio 50% asimismo no cientÃfico. Pero asÃ, cuando usted se declara desde el inicio como ateoâ¦
â⦠Una hipótesis al 50%, ¿ verdad? Ya, ya, después de todo es una idea que también se podrÃa considerar, ¿no es cierto? De hecho, escúcheme: inmediatamente, valiéndome del derecho de apelación, presentaré una nueva teorÃa según una hipótesis deÃsta. Pero usted está segura de que luego me darán los fondos, ¿verdad?
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