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La Revolución creadora

Antonio Caso y José Vasconcelos

en la Revolución mexicana

La Revolución creadora

Antonio Caso y José Vasconcelos

en la Revolución mexicana

Guillermo Hurtado

México, 2020

Catalogación en la publicación UNAM. Dirección General de Bibliotecas

Nombres: Hurtado, Guillermo (Hurtado Pérez), autor.

Título: La revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la revolución mexicana / Guillermo Hurtado.

Descripción: Primera edición. | México : Universidad Nacional Autónoma de México, Secretaría de Desarrollo Institucional, 2016.

Identificadores: LIBRUNAM 1902147 (impreso) | LIBRUNAM 2092126 (libro electrónico) | ISBN 978 607 02 7983 6 (impreso) | ISBN 978 607 30 3802 7 (libro electrónico).

Temas: Caso, Antonio, 1883-1946 -- Crítica e interpretación. | Vasconcelos, José, 1882-1959 -- Crítica e interpretación. | México – Historia -- Revolución, 1910-1920.

Clasificación: LCC F1234.H864 2016 (impreso) | LCC F1234 (libro electrónico) | DDC 972.0816—dc23

Este libro fue sometido a un proceso de dictaminación por pares académicos externos a la Secretaría de Desarrollo Institucional de acuerdo con sus normas editoriales.

La revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la revolución mexicana.

Primera edición digital: 13 de noviembre de 2020.

D.R. © 2020, Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad Universitaria, Alcaldía de Coyoacán, C.P. 04510 Secretaría de Desarrollo Institucional Ciudad Universitaria, 8o. Piso de la Torre de Rectoría Alcaldía Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México

ISBN del libro electrónico: 978-607-30-3802-7

Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Hecho en México / Made in Mexico

Edición: Antonio Sierra Imagen de portada: Justo Sierra/IISUE/AHUNAM/Colección incorporada Justo Sierra Méndez/no. de inventario JS018.

Arreglo de portada: Enrique Sánchez / S y G editores

Formación: Rosa Alicia Castillo Jaén / S y G editores

Contenido

Prólogo

1. Sobre el título

2. De qué trata este libro

3. El método empleado: la historia intelectual

4. La filosofía y la Revolución mexicana: la posición estándar

5. La filosofía y la Revolución mexicana: el revisionismo

6. La filosofía y la Revolución mexicana: el post-revisionismo

7. Resumen del libro

8. Agradecimientos y dedicatoria

Capítulo uno: Hacia 1910

1.1. Introducción

1.2. Ideas centrales del positivismo mexicano

1.3. ¿Fue el positivismo una filosofía oficial?

1.4. Precursores intelectuales de la Revolución mexicana

1.5. El pensamiento de Francisco I. Madero

1.6. El ascenso del maderismo

1.7. Justo Sierra: Panegírico de Barreda

1.8. La formación del Ateneo de la Juventud

1.9. Justo Sierra: discursos del Centenario

1.10. La filosofía en las conferencias del Ateneo de la Juventud

1.11. El Ateneo de la Juventud y la Revolución mexicana

Capítulo dos: 1911-1920

2.1. Introducción

2.2. El Ateneo durante el maderismo

2.3. La crisis del maderismo

2.4. Antonio Caso: “El conflicto interno de nuestra democracia”

2.5. Los intelectuales durante el huertismo y después

2.6. Las ideas en la Convención de Aguascalientes

2.7. 1915: un año crucial

2.8. Antonio Caso: La existencia como economía, como desinterés y como caridad

2.9. Vasconcelos: Pitágoras

2.10. La dimensión ideológica de la Constitución de 1917

2.11. Antonio Caso en El Universal

2.12. Vasconcelos: El monismo estético y Estudios indostánicos

2.13. Otra mirada al clima de ideas: el sepelio de Amado Nervo

Capítulo tres: 1920-1924

3.1. Introducción

3.2. La caída de Carranza

3.3. Vasconcelos Rector

3.4. La Secretaría de Educación Pública

3.5. La cultura durante el obregonismo

3.6. Antonio Caso al servicio de la Revolución

3.7. La Revolución como empresa creadora

3.8. La rebelión delahuertista y el ocaso político de Vasconcelos

3.9. Caso: El concepto de la historia universal

3.10. Caso: El problema de México y la ideología nacional

3.11. José Vasconcelos en La Antorcha y en El Universal

3.12. Antonio Caso: Principios de Estética

3.13. Antonio Caso en Excélsior

Capítulo cuatro: 1924-1929

4.1. Introducción

4.2. La navaja de Vasconcelos

4.3. Vasconcelos: La raza cósmica

4.4. Vasconcelos: Indología

4.5. Antonio Caso: Historia y antología del pensamiento filosófico

4.6. La influencia de Dewey en la educación mexicana

4.7. La cultura durante el callismo

4.8. Caso: Sociología genética y sistemática

4.9. La creación del PNR

4.10. La campaña de 1929

4.11. El desenlace

Bibliografía

Los estudios filosóficos que yo he hecho, me han llevado al convencimiento de que a este mundo hemos venido para trabajar por su progreso, pues si únicamente pensamos en nosotros mismos, y queremos progresar solos, dejando atrás al resto de la humanidad, nuestro egoísmo nos ligará a ella de un modo más seguro y no solamente no haremos nada por ella, sino tampoco por nosotros mismos

Francisco I. Madero, 1909

Todas las filosofías de los hombres de ciencia no valen nada ante la acción desinteresada de un hombre de bien

Antonio Caso, 1916

Lo primero que urge cambiar es nuestra disposición ante la vida, sustituyendo al encono con la disposición generosa. Sólo el amor entiende, y por eso sólo el amor corrige.

Quien no se mueve por amor verá que la misma justicia se le torna venganza.

José Vasconcelos, 1929

Prólogo
1. Sobre el título

En 1907 Henri Bergson publicó L’évolution créatrice. Para el filósofo francés, además de la evolución que transforma la materia orgánica, hay una evolución espiritual que crea el arte, la moral y la religión. Las ideas de Bergson tuvieron un fuerte impacto entre los jóvenes intelectuales de México. Para algunos de ellos, la revolución que estalló en 1910 no sólo debía tomarse como una oportunidad para alcanzar la libertad política y justicia social, sino también para forjar un nuevo tipo de ser humano moldeado por los más altos valores morales, estéticos y espirituales. En otras palabras, ellos pensaban que la Revolución mexicana tenía que ser una revolución creadora.

2. De qué trata este libro

Esta investigación tiene dos propósitos intercalados. El primero de ellos es ofrecer una nueva versión de la historia de la filosofía mexicana durante la Revolución, en particular, del pensamiento de Antonio Caso y de José Vasconcelos. Esta selección puede parecer reducida pero no es en lo absoluto arbitraria: la filosofía mexicana de esos años se compendia, en buena medida, en la obra de ambos pensadores. No obstante, también me ocuparé de otros filósofos mexicanos y extranjeros que dejaron su huella en el pensamiento de ese periodo de nuestra historia.

El segundo propósito es entender el efecto que tuvo la revolución sobre la filosofía del periodo y el que ésta tuvo sobre aquélla. Sobre este tema se ha escrito mucho y se ha adoptado posiciones muy extremas: desde la de aquellos que sostienen que entre la revolución y la filosofía no hubo vínculo alguno, hasta la de quienes han encontrado relaciones causales fuertes entre ambas. Desde hace decenios el péndulo se inclina hacia el primer extremo. Un objetivo de este libro es mover el péndulo en el sentido opuesto sin caer en el segundo extremo.

La narración principal de este libro comienza el 22 de marzo de 1908, día en el que se realizó un homenaje a Gabino Barreda en la ciudad de México, y acaba el 10 de diciembre de 1929, fecha en la que Vasconcelos proclamó su Plan de Guaymas, en el que desconocía a los tres poderes. A primera vista, ambos acontecimientos nada tienen que ver entre sí, pero en esta obra servirán como los puntos extremos de un arco de la historia de México.

3. El método empleado: la historia intelectual

La orientación teórica de este libro cae dentro de lo que se conoce como historia intelectual. No analizaré aquí las diversas versiones de esta forma de hacer historia. Sin embargo, diré de manera breve cuál fue la metodología usada en esta investigación para que se entienda mejor cómo se distingue de otros estudios sobre el tema.1

En primer lugar, pretendo ofrecer una versión de la historia de las ideas filosóficas en México entre 1908 y 1929. Para realizar esta historia no sólo estudiaré las ideas de Caso, Vasconcelos y otros pensadores de la época, sino que también examinaré los diálogos y las polémicas que sostuvieron entre ellos. Pero me propongo ir más allá de una historia de las ideas filosóficas del periodo. Mi propósito es entender estas ideas —así como sus múltiples influencias, coincidencias y discrepancias— en el contexto en el que se produjeron. En un primer sentido del término, aludo al contexto intelectual, es decir, al entorno en el que los filósofos se desenvolvían: las instituciones académicas, las revistas, las cofradías culturales. Caso y Vasconcelos pertenecieron en sus mocedades a un grupo de intelectuales con quienes compartieron relaciones de magisterio, colaboración y amistad. Para entender en ese contexto las ideas de Caso y Vasconcelos, hay que colocar al Ateneo de la Juventud en el centro de la atención, pero también al círculo más amplio de intelectuales que rodeaba a Justo Sierra, Ministro de Educación de Porfirio Díaz y fundador de la Universidad Nacional en 1910. Si bien la llamada historia intelectual no se reduce a una historia de los intelectuales, el contexto de las ideas estudiadas en este libro está enfocado a la élite intelectual de México, lo que no significa, por supuesto, que no se tome en cuenta aspectos más amplios de la realidad mexicana. Por otra parte, todos los personajes de esta narración conocían la cultura literaria, artística y científica europea. Sin ese contexto más amplio tampoco podemos entender plenamente sus preocupaciones y propuestas. Tomar en cuenta el entorno internacional requiere la consulta de fuentes que normalmente se ignoran en los estudios de la historia de la filosofía en México. No basta con examinar las obras publicadas en el país o en idioma español para hacer historia de la filosofía de México: hay que consultar también las obras de los autores extranjeros leídos por los filósofos mexicanos del periodo en su idioma original. Tampoco basta con la revisión de los textos filosóficos; hay que consultar otros tipos de escritos: cartas, diarios, memorias, artículos en periódicos y en revistas, etcétera. En resumen, mi aproximación a la historia de la filosofía no es internista, es decir, no me restrinjo a examinar un conjunto de escritos de filosofía, sino que intento, además, entender, con la ayuda de otros documentos, la manera en la que aquellos escritos fueron leídos y recibidos por una comunidad más amplia de quienes se llamaban a sí mismos filósofos. Por último, si bien éste no pretende ser un libro sobre la cultura revolucionaria, ni sobre las mentalidades que surgieron en ese momento, no ignora esa cultura y esas mentalidades, aunque siempre dentro del entorno de las ideas y de los autores estudiados. Sería imposible no tomar en cuenta todo ello, ya que uno de los principales temas de estudio y discusión de los filósofos que estudiaré aquí fue precisamente la cultura y la mentalidad de los mexicanos, antes, durante y después de la tormenta revolucionaria.

4. La filosofía y la Revolución mexicana: la posición estándar

Para entender la singularidad de mi posición en torno al tema tan discutido de la relación entre la filosofía y la Revolución mexicana, es preciso que recuerde las opiniones ofrecidas al respecto.

Durante varios decenios del siglo XX, se defendió la tesis de que la Revolución mexicana había nacido sin ideas. Esta tesis esgrimida entre otros por Alfonso Reyes, Octavio Paz y Leopoldo Zea, se incorporó a la llamada “idea oficial” de la Revolución.2 Lo que se sostenía es que a diferencia de otras revoluciones del siglo XX, la Revolución mexicana había estallado sin la orientación de una ideología particular. Esta tesis se combinaba con otras tres que formaban parte de lo que se conoce —de manera un tanto vaga— como la “idea oficial” de la Revolución mexicana.3

La primera idea, corolario de la tesis anterior, consiste en que nuestra revolución se distinguía de todas las demás del siglo XX por no haber dependido de la importación de ideas extranjeras. Eso no sólo la hacía doblemente merecedora del adjetivo de mexicana, sino que funcionaba como un recordatorio para protegerla de la influencia perniciosa de ideologías exógenas, como el marxismo. La segunda tesis, elemento central de la historia oficial durante el siglo XX, fue que, al no tener un acta de nacimiento ideológica, nuestra revolución podía cambiar el rumbo de acuerdo con las necesidades de los mexicanos en cada momento; podía oscilar de izquierda a derecha, sin por ello traicionar sus ideales más básicos. Esto último fortalecía uno de los postulados principales de la “idea oficial”, a saber, el de la revolución permanente. Como los golpes de timón no podían traicionarla, la Revolución mexicana era capaz de sobrevivir a todos los vaivenes hasta que llegara a su meta: la libertad y la justicia para todos los mexicanos. La tercera tesis es más difícil de formular porque nunca fue desarrollada de manera doctrinaria —ni siquiera por Zea— pero la podríamos plantear de la siguiente manera: toda ideología política tiene flancos débiles, aspectos criticables, supuestos refutables, pero al ser la Revolución mexicana un movimiento que no nace por el intermedio de una ideología particular, se puede decir que brota de las necesidades más básicas del ser humano y es, por lo tanto, más universal por ser más concreta, más perdurable por ser más histórica, que otras revoluciones cuyo fundamento ideológico es endeble.

Ligada a la idea oficial de la Revolución mexicana se formuló una historia de la filosofía mexicana en el siglo XX que sostenía que la crítica al positivismo porfiriano por parte del Ateneo de la Juventud había sido un antecedente de la Revolución en el campo de las ideas. Esta tesis —planteada por los ateneístas Vasconcelos, Caso y Reyes, luego ratificada por Vicente Lombardo Toledano y Samuel Ramos y, por último, expresada en su versión canónica por Leopoldo Zea— sincronizaba el desarrollo de la filosofía mexicana con el movimiento revolucionario. Es importante aclarar que no se afirmaba que la filosofía intuicionista y espiritualista de los ateneístas hubiese sido la filosofía de la Revolución mexicana. Su cédula de participación revolucionaria la ganaban por su crítica al positivismo, base ideológica del porfiriato, no tanto por la filosofía que propusieran en su sustitución. Sin embargo, este asalto al bastión positivista se leía como una batalla en el campo de las ideas.

5. La filosofía y la Revolución mexicana: el revisionismo

A principios de los años setenta del siglo anterior, se realizó una crítica de la “idea oficial” de la Revolución desde varios frentes. El postulado de que la Revolución mexicana había sido un movimiento social inmaculado que había destruido un antiguo régimen corrupto para sustituirlo por otro más justo colapsó ante el peso de las objeciones que se fueron acumulando una a una. Los académicos revisionistas pusieron en duda que la Revolución hubiese sido un movimiento de corte popular y nacionalista como afirmaba la historiografía estándar. También rechazaron que siguiera con vida en la segunda mitad del siglo XX. Hacia 1960, para la mayoría de los jóvenes intelectuales, la Revolución mexicana, comparada con la cubana, parecía una grotesca momia. El revisionismo histórico de la Revolución que tuvo lugar en aquellos años no se entiende sin su trasfondo político. El discurso histórico oficial fue sustituido por otro más crítico pero que también respondía a otra agenda política. A partir de los años sesenta, la izquierda universitaria se propuso ganar la batalla sobre la interpretación de la historia de la Revolución mexicana. Y se puede decir que venció.4 La llamada versión oficial de la Revolución fue desmantelada y sustituida por otras que frecuentemente adoptaban una crítica de orientación marxista de la Revolución mexicana y del régimen político vigente en la segunda mitad del siglo XX.

El revisionismo histórico también puso en su mira la tesis oficial de que la Revolución había nacido sin ideas. En un importante artículo de 1975, Arnaldo Córdova rechazó que la Revolución mexicana hubiese carecido de una filosofía, pero negó tajantemente que el humanismo espiritualista de Antonio Caso y José Vasconcelos hubiese sido esa filosofía. La verdadera filosofía de la Revolución mexicana, afirmaba Córdova, había sido el cientificismo social positivista, como, por ejemplo, la obra de Andrés Molina Enríquez, Los grandes problemas nacionales.5 Las filosofías de Caso y Vasconcelos, según él, estuvieron enclaustradas en el estrecho reducto de la Universidad y no tuvieron repercusión alguna en el desarrollo ideológico y político de la Revolución.6 El impacto de ese artículo y luego de su libro de 1973, La ideología de la Revolución mexicana, fue muy grande y en la mayoría de los círculos académicos se convirtió en lectura obligada de la historia de las ideas en México.7

6. La filosofía y la Revolución mexicana: el post-revisionismo

En este libro rechazo tajantemente la tesis de que la Revolución nació sin ideas, incluso sin ideas filosóficas. Pero, en contra de Córdova, sostendré que es falso que la Revolución tuvo una filosofía predominante y que ella fue el positivismo social. Mi propuesta es que la Revolución recibió la influencia de no una sino varias filosofías o ideologías: el liberalismo decimonónico, el liberalismo reformista del XX, el anarquismo, el socialismo, la doctrina social cristiana, el positivismo social y el humanismo espiritualista de Caso y Vasconcelos. Negar la repercusión del pensamiento de ambos filósofos mexicanos en el proceso revolucionario —por restringida que haya sido— es un error que no nos permite entender a cabalidad ese periodo de nuestra historia. Caso y Vasconcelos no fueron filósofos encerrados en torres de marfil: ambos fueron intelectuales que influyeron en la Revolución mexicana y que dejaron que ese movimiento impactara en su pensamiento. Pero más allá de lo que Caso o Vasconcelos pudieron haber dicho o hecho, sostendré que hubo un clima de ideas en el campo revolucionario que encontraba su motivación más honda en un rechazo tajante del materialismo, ya sea del positivismo o del marxismo.

Este libro pertenece a un conjunto de estudios históricos recientes que pueden describirse como post-revisionistas.8 A diferencia de otros autores de la segunda mitad del siglo anterior, yo no combato la llamada “historia oficial”.9 La crítica a esa historia ya se hizo. Es más, se puede decir que esa historia oficial de la Revolución ya no existe. El régimen político que defendía —cada vez con menos entusiasmo— la también llamada historia de bronce desapareció antes de 2000 y lo que los gobiernos del siglo XXI han promovido —sí acaso— ha sido una patética historia de cartón.

Pero por otra parte, la narrativa histórica hegemónica sobre la Revolución desde finales del siglo XX —al menos en los salones de clases de las universidades públicas— ha sido la que antes pretendía ser la heterodoxa. Por eso, el término post-revisionista ha de entenderse no sólo como una descripción de lo que viene después del revisionismo, sino también como una revisión del revisionismo, lo que de ninguna manera supone volver al pasado, es decir, a una lectura ingenua, llana y oficiosa de la historia revolucionaria, pero sí dejar de repetir una y otra vez los tópicos y tropos de un revisionismo que se volvió esclerótico. Este libro pretende ofrecer una lectura diferente de la historia de las ideas en la Revolución mexicana que nos sirva de inspiración para enfrentar los retos del presente.10