Kitabı oku: «La Revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana», sayfa 5

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El espiritismo llegó a México en la segunda mitad del siglo XIX. Su principal divulgador fue el general Refugio González. En 1872, él tradujo El evangelio según el espiritismo de Kardec, fundó la revista La Ilustración Espírita e impulsó la creación de la Sociedad Espírita Central de la República Mexicana. En años posteriores, la doctrina espírita se difundió por medio de las actividades de la Sociedad, la publicación de la revista y la traducción de otras obras dentro de esta corriente, labor en la que participaron figuras como Federico Gamboa e Ignacio Mariscal. Fue muy comentada la polémica que tuvo lugar en el Liceo Hidalgo, en 1875, entre defensores y detractores del espiritismo. Entre los primeros destacaba el joven Santiago Sierra, hermano de don Justo, y José Martí, el intelectual cubano; en el grupo contrario estaba la plana mayor del positivismo oficial: Gabino Barreda, Justo Sierra y Francisco Pimentel. En el entorno político, los espiritistas se aliaban con los católicos contra el materialismo de los positivistas, pero también se aliaban con los positivistas, masones y protestantes contra la influencia del clero. Cuenta Vasconcelos que a principios del siglo XX, un grupo de sus amigos y él se interesaron en el fenómeno del espiritismo e incluso leyeron los libros de Kardec. Sin embargo, sus intereses no siguieron por allí y su maestro de psicología en la Escuela Nacional Preparatoria, Ezequiel A. Chávez, les recomendó estudios que desacreditaban al espiritismo.76

Madero dio a conocer sus creencias espíritas en varios escritos que han sido rescatados en años recientes.77 El compendio de dichas creencias es su libro Manual Espírita, publicado en 1911 y firmado con el pseudónimo de Bhima. Este libro está redactado con la misma estructura que el Libro de los espíritus de Allan Kardec, en forma de preguntas y respuestas. Madero dedica su obra a los jóvenes y a los obreros. A los primeros les repite lo que había afirmado en la sección sobre educación de La sucesión presidencial en 1910. Madero dice dirigirse a los jóvenes que no han “bebido en las fuentes impuras del materialismo” y en cuyos corazones “no ha hincado sus garras el desconsolador escepticismo”.78 Pero quizá lo más interesante, dado el contexto político, es el mensaje a los obreros. Lo cito:

Nos dirigimos igualmente al obrero, al desheredado de la fortuna, al que no encuentra consuelo en un culto que su razón rechaza; que no encuentra justicia en el materialismo, porque sólo le enseña el triunfo del más fuerte, el premio del más apto para la lucha, y él se considera el más débil, el menos apto en esa desenfrenada lucha por la vida, y no cree justo que su destino sea perecer después de una vida miserable y laboriosa.79

Obsérvese cómo en estas líneas Madero hace una dura crítica al culto —al católico, se entiende, no hace falta mencionarlo de nombre— así como al materialismo y al evolucionismo social de los positivistas.

Lo que hoy podría resultar más inquietante es que Madero parece pedir a los obreros que no se desesperaren por su triste situación. Los obreros no deben sufrir porque cuando conozcan la ley de la retribución entenderán que su vida “no se desarrolla en al miserable cuadro de una existencia terrestre, sino que tiene por tiempo la eternidad, por espacio el Universo.”80 ¿Pide Madero resignación a los obreros? ¿Acaso uno es el discurso del candidato presidencial que buscaba obtener votos y otro distinto el del maestro espiritista que pretendía cambiar conciencias? Cualquier respuesta tiene que matizarse. En la sección final del Manual Espírita, Madero recomienda a los obreros que no desesperen, ya que su situación presente es resultado de sus encarnaciones anteriores y esa condición no puede modificarse bruscamente. La violencia política no es la solución, sino el trabajo ordenado, continuo y perseverante. Pero a fin de cuentas, añade, las diferencias de posición en el mundo sólo importan si se asume la tesis materialista de que ésta es nuestra única existencia. Mas si se adopta la doctrina de la pluralidad de existencias y, además, la ley de la retribución del espíritu a través de las reencarnaciones, los pobres de hoy pueden confiar en la promesa de Jesús de que “los últimos serán los primeros”. Sin embargo, Madero no pensaba que los pobres debían caer en una resignación inmovilista. Los obreros podían cambiar sus vidas para bien por medio de la práctica de las virtudes. Por otra parte, en sus discursos políticos, Madero siempre insistió en que los problemas sociales y económicos de México tendrían que encontrar una solución legal dentro de la democracia. Ni su revolución, ni su gobierno prometieron jamás la realización inmediata de un paraíso en la Tierra.81

En el capítulo V, dedicado a la moral espírita, Madero declara que la felicidad radica en el mandamiento de Jesucristo: “Amaos los unos a los otros”. Al igual que Kardec, Madero sostiene que mientras más se extienda el radio de dicho amor: a la familia, la comunidad, la patria, la humanidad entera, mayor será la felicidad. Para ello, se tiene que evitar el egoísmo, la vanidad, la ira, la pereza, el alcoholismo. Las personas también tienen que ocuparse de las cosas públicas, es decir,

…. que procuren tomar parte directa o indirectamente en ella por medio de su voto y se den cuenta de la importancia trascendental de que sean respetadas las leyes y los derechos de cada quien, porque cualquier atropello contra algún miembro de la colectividad puede serlo contra cualquiera de los otros y desde el momento en que un gobernante no respeta la ley, no tiene otra regla a qué sujetar sus actos sino sus propias pasiones.82

He aquí la puerta que comunica el espiritismo de Madero con su lucha política. En una tiranía, las personas no tienen libertad para ocuparse de los asuntos públicos y, por ello, no pueden extender sin estorbos el radio de sus acciones orientadas por el amor al prójimo. Sin libertad política, los pueblos no avanzan en su desarrollo espiritual, porque aunque cada quien posea libre albedrío, las condiciones de sometimiento, ignorancia y pobreza no permiten que la mayoría de la población pueda avanzar en el perfeccionamiento de su conciencia. Por otra parte, sin libertad no florece la virtud, sino el vicio. En las tiranías se forman pesadas redes de corrupción que hunden a los pueblos en la degeneración moral. Pero para Madero, su actividad política no sólo estaba fundada en su creencia —digamos teórica— en la moral social de la filosofía espírita. Lo que era excepcional, lo que todavía hoy nos sigue asombrando, es que él estaba convencido de que su lucha por la democracia era un mandato de la Providencia. Así se lo habían hecho saber con toda claridad los espíritus más elevados que se habían comunicado con él para informarle que había sido elegido para la salvación de México. Madero tenía que cumplir con esta misión, incluso si ello le costaba la propia vida. Todo esto lo sabemos porque él mismo se lo hizo saber a su padre en una serie de cartas escritas a finales de 1908 y principios de 1909.83

Repito: no se puede entender la conducta de Madero, el hombre público, si no conocemos las creencias de Madero el espiritista.84 Sin embargo, no hay que caer en el error de sostener que no se puede entender al maderismo sin el espiritismo. El movimiento político encabezado por Madero adoptó valores sociales compartidos por millones de mexicanos que no eran espiritistas. En la defensa pública que hacía Madero de estos valores no hubo jamás una mención explícita de la doctrina espírita (tanto así que muchos de sus colaboradores cercanos no supieron de su espiritismo). Y además, esos mismos valores, como la libertad o el altruismo, también fueron enarbolados por otros opositores al régimen, por ejemplo, los anarquistas y los católicos. Por eso podemos hablar de un clima de ideas en el cual brotó el movimiento revolucionario. Y en la conformación de ese clima, la filosofía mexicana tuvo una participación destacada.

1.6. El ascenso del maderismo

La sexta reelección de Porfirio Díaz en 1904 generó un amplio debate acerca del futuro de México. El célebre discurso de Francisco Bulnes ante la Cámara de Diputados resume de manera brillante los temores frente al hecho de que la reelección fuese el único recurso para preservar la tranquilidad política y el desarrollo económico.85 Bulnes sostiene que el reto, una vez que se reeligiera Díaz por sexta ocasión, era crear instituciones, estructuras estables, para ya no depender de un gran hombre, ni de ningún otro hombre, que seguramente sería menos grande que don Porfirio. El país tenía que transitar de un orden basado en la autoridad personal del caudillo a uno basado en instituciones políticas estables. El diagnóstico era preciso y la ruta clara. Para ahorrarse otro proceso electoral en 1908 y dar tiempo a la preparación de la transición estructural, el periodo presidencial se extendió de cuatro a seis años. Además, el sistema se blindó ante la eventualidad de que Díaz muriera o quedara discapacitado en el poder: se creó la vicepresidencia, que fue ocupada por Ramón Corral.

Los científicos pensaban que era indispensable crear un partido oficial que pudiera garantizar la realización de un programa de gobierno de largo plazo. Este partido no podría ser único, pero sí tendría que ser hegemónico, pues sólo así se garantizaría la continuidad en las políticas: una especie de PRI avant la lettre. Sin embargo, Díaz, que siempre se cuidó de no darle todo el poder a los científicos, no aprobó la creación de ese partido político. Tal parece que don Porfirio era incapaz de entender la política más allá de los nombres propios. Y los nombres que manejaba para el tema de la sucesión eran muy pocos y todos con objeciones: Limantour, Reyes, acaso Teodoro Dehesa. El tiempo pasó sin que se hiciera nada en serio y la elección de 1910 empezó a aparecer en el horizonte. Quien alebrestó el gallinero —para usar una metáfora avícola como las que a él le gustaban— fue el propio Díaz. En una entrevista concedida al periodista estadounidense James Creelman a finales de 1907, Díaz aseguró que México estaba listo para la democracia y que él vería con buenos ojos la formación de grupos políticos. El impacto de la entrevista en la opinión pública fue fulminante. De repente, pareció que se abría el juego político. Fue entonces que muchas miradas se volvieron hacia Bernardo Reyes. De inmediato surgieron clubes de apoyo para su candidatura a la vicepresidencia. Pero él no declaraba sus intenciones. Como alguna vez dijera Madero, Reyes era valiente con los débiles pero cobarde con los poderosos. No se atrevía a lanzarse sin el apoyo de Díaz y cuándo éste no se lo dio, no rompió con él y con los científicos para buscar el poder por su cuenta. De manera humillante, aceptó un insignificante encargo oficial y salió rumbo a Europa. La desilusión entre sus simpatizantes, que no eran pocos, fue mayúscula. Muchos de ellos se pasaron al bando de Madero. Las redes ya estaban hechas, lo que faltaba era alguien que se atreviera a usarlas.

Madero transformó la política mexicana desde antes de la Revolución. La creación del Partido Nacional Antireeleccionista en 1909 marca el nacimiento de la democracia moderna mexicana. Éste era un partido basado en principios, no en la promoción de una persona o un grupo. Era también un partido nacional, es decir, que abarcaba no sólo todo el territorio nacional, sino todas las clases sociales y grupos de otra índole: regionales, sindicales, religiosos. Con la creación del Partido Nacional Antireeleccionista en tan poco tiempo y con tan pocos recursos, para no hablar ya de los obstáculos a los que se enfrentaba, Madero demostró ser un político visionario, hábil, un líder de proyección nacional. La labor de Madero fue frenética: se entrevista con las principales personalidades de la oposición, negocia con ellos, hace pactos, viaja por el país, forma grupos de simpatizantes en cada ciudad que visita, da discursos, es una máquina de hacer política en un país que vivía adormecido. De la nada, en unos cuantos meses, funda un partido con presencia en la mayor parte de la República. En este periodo, Madero atrae a su causa a opositores al régimen que luego serían personalidades destacadas de la historia de México como Aquiles Serdán y José María Pino Suárez, por mencionar sólo a dos de una larga lista. También logra que se le unan intelectuales respetados como Francisco Vázquez Gómez, Fernando Iglesias Calderón, Toribio Esquivel Obregón y otros intelectuales más jóvenes pero que luego ocuparían un sitio destacado en la historia de México como José Vasconcelos, Luis Cabrera, Félix Palavicini, Roque Estrada y Moisés Sáenz.

La Convención que se celebra en la ciudad de México del 15 al 17 de abril de 1910 nombra a Francisco I. Madero como candidato a Presidente y a Emilio Vázquez Gómez como candidato a Vicepresidente. El programa del Partido Nacional Antireeleccionista va más allá del sufragio efectivo y la no-reeleción, y adopta un conjunto de reivindicaciones que preocupaba a los miembros del partido, que, como sabemos, venían de toda la República. Estos temas tocan una serie de asuntos agrarios, laborales, indígenas, educativos y de política interior y exterior que serían retomados por los revolucionarios en los planes lanzados por las diversas facciones. Se puede decir, por lo tanto, que éste es el protoprograma de la Revolución, puesto que aborda muchos de los asuntos discutidos en años posteriores.

El discurso que Madero ofrece en Puebla el 15 de mayo de 1910 merece una consideración especial, ya que en él ofrece la que quizá sea la exposición más completa y más radical de lo que sería su proyecto de gobierno. Madero comienza su alocución señalando la importancia de la educación, no sólo de la pública, sino de la privada, que siempre debería ser protegida por el principio constitucional de la libertad de educación. Ningún niño debe quedar fuera de la escuela y es responsabilidad del gobierno que esto sea así, sobre todo, afirma, en las comunidades indígenas, que han estado marginadas y que de esta manera podrían integrarse al resto de la comunidad nacional. Para Madero la educación es la base de la vida democrática, el instrumento que nos permite que en un régimen de libertad podamos gobernarnos a nosotros mismos de una manera correcta y beneficiosa. Posteriormente, Madero considera el fenómeno de la lucha entre el capital y el trabajo que tenía lugar en Europa. Dice así:

Si esperamos a que los patrones por sí solos vayan a mejorar la situación de los obreros y vayan a darles pensiones, podremos esperar muchos años, porque desgraciadamente el capital es siempre conservador y egoísta.86

Es tarea del gobierno impulsar en el Congreso un paquete de leyes laborales que protejan al trabajador sin que perjudiquen los intereses legítimos de los patrones. Pero los trabajadores también deben organizarse de manera libre en sindicatos para luchar por sus intereses y para ayudarse entre sí. Para lograr estos fines, la instrucción pública será indispensable y también habrá que combatir los vicios del juego y el alcohol. Por lo que respecta al tema agrario, Madero sostiene la tesis de que:

…la agricultura no puede llegar a su apogeo ni dar sus verdaderos frutos cuando no está la propiedad territorial repartida entre pequeños agricultores.87

Madero afirma que no será fácil lograr tal cosa, pero que, por el momento, los terrenos nacionales se reservaran para formar colonias agrícolas entre pequeños productores y para repartirlos entre los indígenas, especialmente entre los mayas y yaquis. De esta manera se podrá poner fin a la sangrienta guerra con estos pueblos indígenas, porque, afirma:

…nosotros creemos que esas guerras tienen por origen la ambición de unos cuantos que han querido despojar a esos hermanos nuestros de terrenos que han cultivado por tiempos inmemoriales.88

Por último, Madero toca el tema de la discriminación laboral de los mexicanos en su propio país. Dice así:

…es obligación del gobierno mexicano dar la preferencia a los mexicanos en los empleos públicos de todas clases. Sólo en nuestro país se ha visto el caso curioso de que los extranjeros gocen de mayores prerrogativas que los mexicanos, y no se crea por esto que enarbolamos algún principio antiextranjero.89

Otro discurso histórico es el que ofreció el 22 de mayo en la ciudad de Orizaba, Veracruz, en la que aún estaba fresco el recuerdo de la represión a los obreros de Río Blanco. Madero afirma que el pueblo derrocará a la dictadura en el campo de batalla de las urnas. Una frase de este discurso “vosotros no queréis pan, queréis únicamente libertad”, se ha tergiversado para decir que a Madero no le interesaba la cuestión social.90 Mas cuando se le lee de manera íntegra y se le conecta con todo lo demás que sostenía Madero en aquella gira, se puede constatar que semejante acusación es una calumnia. La cita completa es la siguiente:

Del gobierno no depende aumentaros el salario, ni disminuir las horas de trabajo, y nosotros, que encarnamos vuestras aspiraciones, no venimos a ofreceros tal cosa, porque no es eso lo que vosotros deseáis; vosotros deseáis libertad, deseáis que se os respeten vuestros derechos, que se os permita agruparos en sociedades poderosas, a fin de que unidos podáis defender vuestros derechos; vosotros deseáis que haya libertad de emitir el pensamiento, a fin de que vuestros sufrimientos puedan ilustraros, puedan enseñaros cuál es el camino que os llevará a vuestra felicidad; eso es lo que vosotros deseáis, señores, y es bueno que en este momento, que en esta reunión tan numerosa y netamente democrática, demostréis al mundo entero que vosotros no queréis pan, queréis únicamente libertad, porque la libertad os servirá para conquistar el pan. Los que piden pan, señores, son los hombres que no saben luchar por la vida, que no tienen energías suficientes para ganarlo, que estén atenidos a un mendrugo que les dé el gobierno; pero vosotros no sois de esos…91

Hay que distinguir dos líneas de ideas en esta cita. La primera es que no depende del gobierno que los trabajadores obtengan mejores condiciones laborales, sino de los trabajadores mismos, que una vez que estén organizados en sindicatos poderosos lograrán esos fines. Por esa razón, sugiere Madero, no le toca a él prometer que habrá mejores sueldos o menos horas de trabajo una vez que llegue al poder, sino la libertad, que permitirá a los obreros alcanzar sus objetivos. La segunda línea es que los trabajadores no piden pan al gobierno, sino que piden libertad. Los obreros, dice Madero, no quieren ser dependientes de la caridad o de los subsidios; ellos se bastan a sí mismos, lo que quieren es ser libres para ganarse el pan de manera digna. En la cita anterior, Madero pasa de una secuencia de ideas a la otra de manera abrupta y eso puede generar confusiones. Es claro que cuando Madero dice “lo que vosotros queréis” no está reportando lo que su auditorio quiere, sino lo que Madero considera que ellos deben querer. La frase “conquistar el pan” que usa deliberadamente en el discurso connotaba la obra de Kropotkin, La conquista del pan, por lo que buscaba encontrar un eco favorable entre quienes habían leído o escuchado la propaganda anarquista.

El 7 de junio de 1910 Madero fue detenido en San Luis Potosí, junto con su colaborador Roque Estrada, acusados de promover la sedición. El 23 de julio, Madero sale de la cárcel y escapa con rumbo a los Estados Unidos. Era evidente que el gobierno no iba a permitir la realización de elecciones libres y que la existencia de un partido de oposición después de la reelección de Díaz era improbable. Madero entiende que la única opción que le queda es la de las armas.

En lo que sigue del capítulo retrocederemos a los primeros días de 1908 y nos trasportaremos a la ciudad de México. Mientras que en San Pedro de las Colonias, Madero apenas comenzaba a urdir un plan de acción, en la capital de la nación la actividad política ya estaba acelerada por la publicación de la entrevista de Creelman y por los primeros movimientos de los simpatizantes de Bernardo Reyes. La República de las Letras no era ajena a estos sucesos. Allí también había luchas de poder que tenían como trasfondo la elección presidencial de 1910. Es en ese entorno que surge el movimiento del Ateneo de la Juventud y una de sus banderas principales: la crítica a la filosofía positivista.