Kitabı oku: «1891: Historia naval de la Guerra Civil»

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© Gustavo Jordán Astaburuaga, 2019


Registro de Propiedad Intelectual Nº 308.549

ISBN edición impresa 978-956-17-0842-6

ISBN edición digital 978-956-17-0936-2

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Diseño: Alejandra Salinas C.

Corrector de pruebas: Osvaldo Oliva P.

Dibujo de portada: capitán de navío Tomás Schlack C.


HECHO EN CHILE

Índice

Agradecimientos

Prefacio

Capítulo I, Tecnología y Estrategia Naval en 1890

Capítulo II, Los Marinos de la Postguerra del Pacífico: de Latorre a Montt

Capítulo III, Crisis Política y Politización de las Fuerza Armadas en 1890

Capítulo IV, Inicio de la Guerra Civil y la Campaña del Norte

Capítulo V, Operaciones en la Zona Sur y Atlántica, y Hundimiento del Blindado Blanco Encalada

Capítulo VI, Operaciones desde el Hundimiento del Blanco Encalada hasta el Desembarco del Ejército Constitucional en Quintero

Capítulo VII, Las Batallas de Concón y La Placilla

Capítulo VIII, Logística en la Guerra Civil de 1891

Capítulo IX, Estrategia en la Guerra Civil de 1891

Capítulo X, Epílogo: del Incidente del Baltimore al Plan Centenario

Bibliografía

Cuadernillo I

Cuadernillo II

Cuadernillo III

Agradecimientos

Se desea agradecer en forma muy especial al arquitecto e historiador señor Cedric Purcell de la Vega por habernos facilitado sus exclusivos grabados y documentos para incluirlo en este libro.

De la misma manera, queremos agradecer sinceramente al capitán de navío Tomas Schlack Casacuberta por habernos facilitado algunos de sus dibujos originales.

Con los significativos aportes de estos dos historiadores, el valor histórico e iconográfico de esta obra se enriqueció sobremanera.

También deseamos formular nuestros especiales agradecimientos a Sarita Jordán Palet por su invaluable apoyo en la edición y corrección de los textos de este libro.

Queremos también agradecer la cooperación recibida de la Revista de Marina, del Archivo Histórico del Museo Naval y Marítimo Nacional, de la bibliotecaria de la Escuela Naval señora Karina Tapia, y de los bibliotecarios de la Academia de Guerra Naval, señora Rosina Burgos y suboficial Alejandro Sepúlveda, por su incondicional e invaluable apoyo en la investigación de esta obra.

Finalmente, agradecemos sinceramente el aporte de Fondo del Libro del Ministerio de las Culturas y de las Artes, que permitió financiar parcialmente este libro y a la Corporación del Patrimonio Marítimo por el patrocinio otorgado para difundir esta obra.

Prefacio

En el año 1891, después de varias décadas de convivencia democrática, estalló una Guerra Civil en Chile, generándose uno de los conflictos más debatidos por nuestros historiadores. Faltaba un libro dedicado a uno de los aspectos más importantes de esta guerra: su historia naval, el cual hoy presentamos.

Diferencias fundamentales entre los poderes Ejecutivo y Legislativo generaron una creciente polarización de la élite chilena, la que desembocó en la guerra más cruenta que registra la historia de nuestro país, produciendo enormes daños y ningún beneficio que no se pudiese haber logrado por otros medios.

Desde el momento en que el Presidente Balmaceda promulgó leyes apartándose de la Constitución, sus adversarios políticos optaron decididamente por la revolución. Ambos bandos requirieron el apoyo del Ejército y de la Armada para imponer por la fuerza su voluntad a sus adversarios. Gran parte de la Marina se volcó en favor del Congreso y la casi totalidad el Ejército actuó, inicialmente, en favor del Gobierno.

La Armada, con solo 1.400 marinos embarcados, gozó desde el inicio de esta guerra de un nivel incontrastable de control del mar y logró, durante los primeros meses, en conjunto con el incipiente Ejército Constitucional, conquistar la zona norte, fuente de los principales ingresos del país por los impuestos a las exportaciones del salitre.

Las fuerzas militares constitucionales triunfaron ante las balmacedistas, que eran numéricamente superiores en razón de 3 a 1, porque la Escuadra logró mantener el control del mar durante la guerra y, utilizando sabiamente la movilidad que otorga el poder naval, materializó una adecuada estrategia ofensiva conjunta con el naciente Ejército Constitucional, que logró dividir sistemáticamente a las fuerzas balmacedistas, tanto en las campañas efectuadas en la zona norte como en la de la zona central, logrando batirlas en detalle y vencer.

Este conflicto ocurrió en medio de masivos programas de modernizaciones del Ejército y de la Armada. Los nuevos cazatorpederos Condell y Lynch, que se incorporaron a la Marina Balmacedista, eran los buques más modernos de su tipo en el mundo, y lograron hundir, mediante un ataque con torpedos, al blindado Blanco Encalada, uno de los buques capitales de la Escuadra, hecho que fue una noticia de carácter mundial en su época.

Para los autores este libro ha sido toda una aventura leer numerosos libros antiguos (y también recientes) y revistas de marina de la época, para sumergirnos en el mundo de Chile de fines del siglo XIX y tratar de descubrir cómo la Escuadra, reducida en sus efectivos, y el nuevo Ejército Constitucional, creado de la nada, en solo ocho meses, lograron el triunfo final contra un Ejército numéricamente superior, mejor dotado logísticamente y triunfador de la Guerra del Pacífico, lo que no deja de ser un hecho enormemente sorprendente hasta el día de hoy.

De la Historia Naval de la Guerra Civil de 1891, se dedujeron numerosas lecciones de estrategia y logística, que están tratadas en sus respectivos capítulos.

La masiva politización de las Fuerzas Armadas previa a esta guerra, propiciada por primera vez en Chile por el Gobierno del Presidente Balmaceda, y el creciente nivel de violencia política alcanzado en el año 1890, también se analizan en el respectivo capítulo, por considerar su relevancia en los hechos que ocurrieron posteriormente.

Pese a los miles de bajas ocasionadas en este conflicto, que equivaldrían hoy a casi 52.000 chilenos (guardando la proporción de la población existente en Chile en 1891 con la actualidad) la sociedad fue capaz, en un relativo breve plazo, y tras diferentes leyes de amnistía, de ir superando poco a poco estas profundas heridas existentes entre los chilenos.

Las lecciones de esta Guerra Civil y la forma como los chilenos se reencontraron después de este conflicto, deberían iluminarnos para guiarnos en las disputas políticas internas actuales respecto de nuestro pasado reciente.

En este conflicto, se comprobó una vez más, al igual que en todas las guerras sostenidas desde nuestra independencia, que Chile depende vitalmente del mar para su seguridad, y que quien controle nuestro mar, controlará a nuestro país. Consecuentemente, la Armada deberá contar siempre con fuerzas navales suficientes para disuadir a nuestros potenciales adversarios de atacar nuestro tráfico marítimo, territorio o población, afectando a la seguridad nacional.

También se deduce que la clave del éxito está en el accionar conjunto de las Fuerzas Armadas, como lo fue en este caso entre la Escuadra y el Ejército Constitucional.

Todas las guerras son extremadamente complejas y la Guerra Civil de 1891 no fue la excepción. Sin embargo, los autores del libro hemos tratado de presentar al lector este conflicto en la forma más simple y gráfica posible, haciendo uso de una amplia bibliografía e iconografía.


CAPÍTULO I

Tecnología y Estrategia Naval en 1890


Los grandes avances de las ciencias que tuvieron lugar en el siglo XVIII, trajeron como consecuencia lo que hoy conocemos como la segunda revolución industrial del siglo XIX, generándose cambios tecnológicos de gran magnitud en los ámbitos de los materiales, la propulsión, electricidad y precisión de las máquinas, que tendrían como efecto una mejora sustancial en el diseño de los buques de guerra y sus sistemas de armas, revolucionando la táctica, la logística y la estrategia navales.

En la década de 1830, se inició la experimentación masiva con la propulsión a vapor en los buques, incorporándose posteriormente las hélices en aquellos a contar de 1842, fecha en que aparecen instaladas en el navío francés Napoleón. En 1840, arribaron a nuestro país los vapores a ruedas Chile y Perú, revolucionando el ambiente tecnológico y marítimo regional1.

La aparición del telégrafo en esos años supuso una mejora sustancial en las comunicaciones y en las capacidades de mando y control de las fuerzas de militares. Por primera vez en la historia, fue posible transmitir hasta 50 caracteres por minuto a personas ubicadas a miles de kilómetros. El telégrafo permitió dirigir las operaciones estratégicas de la Guerra de Crimea desde Londres en 1853.

También apareció el fusil con el ánima rayada o estriada, logrando hasta un 50% de blancos a 360 metros de distancia. En 1841, debutó la aguja percutora en las armas de fuego de los soldados, aumentando la razón de fuego de los fusiles de 2 a 7 tiros por minuto.

A contar de la década de 1840, se amplía la difusión de los ferrocarriles y del telégrafo, revolucionando la movilidad en la guerra terrestre, lo que se verá directamente reflejado en la Guerra Civil de 1891. En este sentido, “la invención del ferrocarril constituye una revolución en sí misma porque cambiaron todas las concepciones anteriores acerca de los factores básicos de la estrategia: fuerza, espacio y tiempo”2. Es así como, en el año 1859, el famoso mariscal prusiano Helmuth von Moltke comprobó la eficiencia del transporte de las tropas terrestres, usando los ferrocarriles, logrando una velocidad promedio superior en 6 veces a la mejor velocidad lograda por Napoleón3.

En la década de 1850, el hierro sustituyó a la madera como el principal material de construcción de los buques de combate.

En 1866, se instala el primer cable telegráfico sumergido en el océano Atlántico, uniendo a Europa con América. En 1876, Graham Bell patentó la invención del teléfono. Previamente, en 1852, se había iniciado la instalación de la telegrafía4 y, en 1880, se inicia la instalación de teléfonos en Chile5.

Durante la segunda parte del siglo XIX, los buques de guerra recibieron constantes mejoras en su diseño, aumentando su capacidad de recibir castigo y su desplazamiento, alcanzando hasta las 15.000 toneladas. Su velocidad se incrementó gradualmente hasta alcanzar los 20 nudos6 (37 kilómetros por hora), mejorando sustancialmente sus capacidades artilleras.

La propulsión naval a vapor generaría la necesidad de reabastecimiento de carbón como combustible, aumentando los costos de operación de los buques y creando la necesidad de contar con bases navales dotadas de aquel insumo o de buques de apoyo carboneros. En lo sucesivo, la guerra naval perdería gran parte de la incertidumbre que se generaba por la navegación a vela (que dependía de los vientos reinantes), aumentando cada vez más el valor de la tecnología en el éxito en los combates navales.

En 1852, el industrial alemán Friedrich Krupp logró fabricar cañones de acero. Este nuevo material fue aplicado en diferentes áreas de la construcción naval, tales como en la fabricación de calderas y planchas de metal, utilizadas en los cascos y corazas de los buques. Entre 1850 y 1870, el precio del acero cayó a la mitad de su valor original, posibilitando su introducción en forma masiva en la construcción naval.

Con la destrucción casi completa de la flota turca en la batalla de Sinope, en 1853, a manos de una flota rusa en la Guerra de Crimea, desaparecieron todas las dudas existentes acerca del efecto de los proyectiles explosivos: habían causado estragos en los buques de madera turcos.

A partir de entonces, comenzó una competencia entre las corazas y la artillería: “primero fueron construidos buques de hierro y luego buques de acero, provistos tanto de corazas laterales como de cubiertas blindadas, con puentes y torres de artillería protegidas por gruesas planchas de acero. Fueron fabricados aceros especiales capaces de resistir los impactos de la artillería, al mismo tiempo que se trataba de producir mejores cañones aptos para disparar a distancias cada vez mayores proyectiles que pudieran perforar las mejores corazas de los buques enemigos. También fue mejorado el diseño y el compartimentaje de los buques, capacitándolos para soportar grandes castigos”7.

En 1854, en Suecia, se desarrolló el primer cañón de retrocarga estriado experimental con éxito8, aumentando la precisión terminal y el alcance máximo efectivo de sus proyectiles9. Ese mismo año, Chile ordena construir su primer buque propulsado a vapor: la famosa corbeta Esmeralda, que comandaría Arturo Prat en el Combate Naval de Iquique10.

En 1855, los franceses inventaron las calderas de tubos de agua, aumentando su eficiencia térmica. Como resultado, las plantas propulsoras de los buques de guerra británicos aumentaron desde 5.200 caballos de fuerza (hp), en 1861 a 14.000 hp en 1892. Al final del siglo XIX, era común la operación de calderas con presiones de hasta 250 libras por pulgada cuadrada en los buques de guerra11.


Fragata francesa Gloire, grabado de la época. Colección particular.

Derivado de los desarrollos anteriores, en 1858, Francia construyó el primer buque acorazado, el Gloire, de 78 metros de eslora y 5.600 toneladas de desplazamiento, de propulsión a vapor, con una velocidad 12 nudos (22.2 kilómetros por hora). Este nuevo buque marcó un antes y un después en el diseño de los buques de guerra: fue un cambio revolucionario, totalmente innovador, que dejó obsoletos a todos los buques de guerra construidos anteriormente.

Al año siguiente, en 1859, Gran Bretaña construyó su primer acorazado, el Warrior, de 117 metros de eslora y con 9.000 toneladas de desplazamiento, y “superó en todos los aspectos al Gloire, sus cañones eran rayados de retrocarga, logrando alcanzar 14 nudos (26 kilómetros por hora), con lo cual se convirtió en el buque de guerra más rápido del mundo”12.

En 1860, se descubre la pólvora de quema progresiva, contribuyendo al desarrollo de los cañones de ánima rayada, haciendo posible el disparo de proyectiles más pesados a mayores distancias y con una mayor capacidad de penetración de las corazas navales. Hacia 1875, ya se había generalizado la construcción de cañones navales de ánima rayada y de retrocarga13. Sin embargo, debido a graves accidentes de explosiones en estos cañones por defectos en sus cierres, la Armada Británica no los incorporaría al servicio hasta la década de 188014.


Blindado británico HMS Warrior. Colección particular.

En la Guerra de Secesión estadounidense (1861-1865), aparecen las célebres unidades Merrimack y Monitor, comprobándose la utilidad de los blindajes en los buques de guerra. Esta guerra combinó todos los progresos de la revolución industrial existentes y, como sucede muchas veces, sus lecciones fueron largamente ignoradas por el resto de los países. En este conflicto, se reinicia la experimentación con los submarinos, los torpedos y minas marinas15. Un submarino Confederado, el Hunley, hundió por primera vez a un buque de la Unión16.

En esta guerra, igual que en la guerra Franco Prusiana, las bajas provocadas por los rifles fueron 10 veces superiores a las provocadas por la artillería terrestre17, ante lo cual los prusianos decidieron abandonar las tácticas de infantería de orden cerrado, adoptándose tácticas de orden abierto, las que serían aplicadas por el Ejército Constitucional18, pero no por los balmacedistas, en 1891.

En la década de 1860, se inicia una revolución en la táctica naval con la aparición del torpedo autopropulsado Whitehead. El torpedo y las minas navales agregarían una nueva dimensión a la guerra naval: la guerra submarina.

En 1861, la fragata acorazada francesa Solferino fue el primer buque moderno construido con un espolón. La capacidad operativa de esta innovación quedó demostrada con el hundimiento del buque italiano Re I´talia en la batalla de Lisa en 1866. Veremos esta arma en acción en el hundimiento de la corbeta Esmeralda por los espolonazos del Huáscar, el 21 de mayo de 1879 en Iquique19.

El buque de guerra británico Vanguard, en 1869, fue el primero en utilizar dos máquinas propulsoras que accionaban dos hélices independientes20.

En 1874, se construía el primer buque torpedero por la firma británica Vosper Thornycroft; era una embarcación de 20 toneladas y 16 nudos de velocidad (30 kilómetros por hora)21. El torpedo se incorporó como un arma gradualmente en los cruceros, destructores, cazatorpederos y acorazados.

En 1877, entra al servicio el fusil Mauser de repetición, fabricado de acero, que se convirtió en el arma estándar de los ejércitos europeos. La primera ametralladora manual había aparecido en la Guerra de Secesión Estadounidense. Posteriormente, en 1884, se desarrolló la ametralladora Maxim, que era completamente automática, logrando disparar hasta 600 tiros por minuto22.

En 1886, la Revista de Marina anunciaba el nuevo fusil austriaco Mannlicher, de 5 tiros de repetición, “cuyos cartuchos vacíos desaparecen automáticamente después de cada tiro y que un hombre diestro podría llegar a disparar hasta 35 tiros por minuto23. En 1889, aparecía la pólvora sin humo, la que sería utilizada en los cartuchos de estos fusiles por parte de los soldados constitucionales en las batallas de Concón y Placilla en la Guerra Civil de 1891.

Gradualmente, los cañones navales aumentaron sus calibres hasta alcanzar 305 milímetros; se crearon los proyectiles penetrantes con espoletas retardadas; se aumentaron los espesores de los blindajes hasta los 500 milímetros, incrementándose los costos de la construcción de los acorazados en forma exorbitante.


Diagramas de los acorazados británicos HMS Devastation y HMS Thunderer. T. A. Brassey, The Naval Annual, 1891.

Pero al final de esta carrera armamentista, ninguna coraza, por especial o gruesa que fuera, era capaz de soportar la capacidad de penetración de los proyectiles de los cañones navales, cada vez más poderosos24. El compartimentaje se generalizó en los buques de guerra como una forma de obtener mayor sobrevivencia y protección para el personal, ya que era imposible diseñar corazas tan gruesas que impidieran la penetración de todo tipo de proyectiles25.

En 1883, el primer buque en contar con alumbrado eléctrico a bordo fue el crucero norteamericano Trenton26.

A nivel nacional, una síntesis del desarrollo de la tecnología naval, entre las décadas de 1860 y 1890, la tenemos en las características de los blindados Huáscar, Blanco Encalada y Prat, como se indica a continuación:


Blanco Encalada27 Prat28

De las características comparadas de los blindados Huáscar y Prat, que representan 25 años de progreso tecnológico, se puede deducir: un gran aumento del desplazamiento, de la velocidad máxima, del espesor de las corazas y del número cañones y ametralladoras de bajo calibre de alta cadencia de fuego, junto con el reemplazo de cañones de avancarga por los de retrocarga, incrementando su máximo alcance efectivo de 2.000 a las 10.000 yardas29. También se destaca la incorporación en el acorazado Prat de los tubos lanzatorpedos y la electricidad.

APARICIÓN DE LAS ARMAS SUBMARINAS Y SU APLICACIÓN EN LA GUERRA NAVAL

Las nuevas armas submarinas vinieron a llenar un vacío en la guerra naval de la época: la necesidad de los países más pobres de defenderse de los más poderosos, “el torpedo y el torpedero cambiaron el orden de las cosas, suministró al más débil un medio de defensa para proteger su propio territorio”30.

Como ya se mencionó, después de la Guerra de Crimea, se dejó sentir la necesidad de reforzar los cascos de los buques para hacerlos más resistentes a la artillería de la época, y que el acorazado Gloire había superado todas las expectativas fundadas en su diseño, pues era prácticamente invulnerable a toda la artillería naval existente. Teóricamente, en los combates entre buques acorazados, ni la artillería ni los espolones eran armas resolutivas31, sin embargo, los torpedos y las minas submarinas sí eran capaces de hundir a estos buques.

En este ámbito, el teniente Fuentes de la Armada comentaba en una Revista de Marina de 1890 que: “la defensa de costa por medio de gruesa artillería no es por cierto la única que requiere para encontrarse militarmente protegida. Falta un complemento muy importante que en las guerras modernas desempeña un rol importante: la defensa de puertos y surgideros por medio de minas marinas”32.

La mayoría de los buques torpederos33, en 1885, tenían alrededor 40 metros de eslora y un desplazamiento inferior a 100 toneladas. Sus roles tradicionales eran la defensa del litoral y “atacar a las escuadras enemigas”34. Considerando sus fortalezas y debilidades, “el torpedero no era un arma de día, sino que de noche”35.

Un analista español afirmaba en esos años que: “convencidos de las cualidades del torpedo y del torpedero, hay muchos que no creen en su eficacia, porque aseguran que el atacante será avistado en la luz de día a suficiente distancia para ser batido por los cañones de tiro rápido Nordenflet, Hotckiss y Maxim. Se olvidan que 100 torpederos de 100 pies de eslora valen lo que cuesta un acorazado moderno. En consecuencia, el torpedo y los torpederos son, actualmente, enemigos poderosísimos de los buques acorazados”36.

En un artículo publicado en la Revista de Marina, en 1888, titulado “Torpedos, la condición presente de la guerra submarina”37, traducido del libro británico Brassey´s de 1887, se presenta un completo análisis de la evolución de todos los torpedos (tanto autopropulsados como de botalón) y minas existentes en el mundo, su utilidad, empleo táctico, etc.

Los buques torpederos tuvieron su mayor auge en la década de 1880, entrando en declinación a contar de 1895, por el desarrollo de las redes antitorpedos, los proyectores de iluminación eléctricos, los cañones navales de tiro rápido y, especialmente, por la puesta en servicio de los buques tipo cazatorpederos, de igual o mayor velocidad, superiores en capacidades artilleras y capacidades marineras, destinados a neutralizar a los “torpederos” antes de que estos llegasen a atacar a los acorazados38. El ejemplo nacional de los cazatorpederos modernos lo tenemos en el Condell y Lynch, que tendrán una destacada actuación en la Guerra Civil de 1891.

EL TORPEDO WHITEHEAD: EL PRIMER TORPEDO AUTOPROPULSADO EXITOSO

El ingeniero británico Robert Whitehead diseñó, en 1866, el primer torpedo autopropulsado del mundo. Este torpedo utilizaba una máquina recíproca de 2 cilindros accionada con aire comprimido de 350 libras por pulgada cuadrada, logrando una velocidad de 6.5 nudos (12 kilómetros por hora), y un alcance máximo efectivo de 200 yardas. Su patente fue vendida inicialmente a la Marina austriaca.

En 1869, “el genial Whitehead ideó el platillo hidrostático asociado a un péndulo, para actuar sobre el timón de profundidad, solucionando el problema del control de inmersión de su torpedo”39. En 1875, le añadió dos hélices contra rotatorias para que el torpedo navegara manteniendo el rumbo más estable. Gran Bretaña había adquirido las patentes de los torpedos Whitehead en 1870; Francia, Alemania, Italia y Rusia fueron los siguientes países que las compraron. En 1880, ya se habían vendido 1.500 de estos torpedos alrededor del mundo.

En 1877, Whitehead desarrolló un nuevo modelo de su torpedo, con una velocidad de 18 nudos (33.4 kilómetros por hora) con el objeto de lograr un alcance de 830 yardas y de 22 nudos para un alcance de 200 yardas, pero no sería sino hasta 1895 en que se incluiría un giroscopio en el torpedo, con lo que conseguiría una gran precisión en su rumbo. En 1887, la versión más moderna del torpedo Whitehead tenía un alcance máximo efectivo de 430 yardas a una velocidad de 27 nudos (50 kilómetros por hora), y podía recorrer una distancia de 600 o 1.500 yardas a velocidades de 21 y 15 nudos, respectivamente40. Contaba con una carga de combate de 70 kilos de pólvora.

La experiencia había determinado que la efectividad de los ataques de estos torpedos se reducía sustancialmente con el movimiento del blanco. El guardiamarina chileno Alberto Fuentes Gana, embarcado en un buque de la Armada Británica, informaba, en 1886, que “la distancia de los lanzamientos de los torpedos Whitehead había sido entre 150 a 350 yardas” en ejercicios efectuados por la flota británica en el Canal de la Mancha en ese año41. Este mismo oficial indicaba que estos torpedos serían instalados en los blindados chilenos en su modernización efectuada en Gran Bretaña, indicando que “hace unos meses se ha adquirido el secreto de los torpedos Whitehead y el blindado Blanco Encalada llevará los tubos de lanzamiento correspondientes”42.

En los ejercicios efectuados en 1884, la Armada italiana logró 70 impactos de 170 lanzamientos sobre un blanco de 100 metros de eslora navegando a 13 nudos; la velocidad del torpedero era 17 nudos y la distancia de lanzamiento de los torpedos era de entre 300 y 400 metros43.

En 1877, durante la guerra ruso-turca, dos lanchas torpederas rusas hundieron a la cañonera turca Intibakh con uno de estos torpedos.

El primer ataque exitoso a un buque acorazado fue en 1891, cuando los cazatorpederos Condell y Lynch hundieron al blindado Blanco Encalada mediante el ataque con torpedos Whitehead, como lo veremos en los próximos capítulos.

ESTRATEGIA NAVAL CLÁSICA

“La estrategia naval debe estar relacionada con la estrategia terrestre”44.

El gran efecto que tuvo la revolución industrial en la tecnología de la guerra naval, como lo analizamos en los párrafos precedentes, originó, hacia fines del siglo XIX, toda una corriente de renovación de las teorías de estrategia navales.

En esta parte del capítulo, revisaremos los principales conceptos de las teorías de la estrategia naval clásica publicadas a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, las teorías estratégicas de la Jeune École y, finalmente, concluiremos con algunas consideraciones relacionadas con la guerra anfibia, que son de particular interés por la operación anfibia efectuada en Quintero en agosto de 1891.

La estrategia marítima, según el famoso estratega naval británico, Julián Corbett, “son los principios que rigen a una guerra en la cual el mar es un factor esencial con el propósito de determinar las relaciones mutuas del Ejército y la Marina en el plan de guerra”45.


Diagrama de los acorazados franceses Amiral Baudin y Formidable. T. A. Brassey, The Naval Annual, 1891.

La estrategia marítima había sido aplicada por siglos en forma natural, pero durante la época de navegación a vela muy pocas personas se preocuparon de escribir los principios de esas teorías. A contar de 1870, repentinamente todo parecía diferente: en los últimos 30 años los avances tecnológicos, las nuevas armas navales y los sistemas de propulsión habían cambiado las capacidades de los buques de guerra en forma significativa, por lo que los marinos empezaron a pensar que las viejas estrategias habían quedado obsoletas.

Para dar respuestas a estos complejos problemas, algunos teóricos empezaron a formularse profundos cuestionamientos: ¿Cuáles son las relaciones entre la Armada y el Ejército? ¿Cuánto había cambiado la estrategia naval con las nuevas tecnologías? ¿Cómo serían las batallas navales del futuro? ¿Cuál debería ser la estructura ideal de la fuerza naval en un escenario de costos crecientes y recursos cada vez más limitados?

Los pioneros en tratar de resolver estos temas fueron el vicealmirante Phillip Colomb y el profesor Julián Corbett, británicos, y los contralmirantes Stephen Luce y Alfred T. Mahan, norteamericanos, quienes se focalizaron en desarrollar las teorías de estrategia en base al estudio de la historia naval de la época de la vela. Así nacieron los fundamentos de estrategia naval clásica que conocemos hoy.

En forma paralela, a contar de 1870, se desarrolló también la corriente estratégica de la escuela francesa denominada la “Jeune École”, que nació del estudio de experiencias operacionales de los nuevos medios navales.

No cabe duda que Gran Bretaña se consolidó, en el siglo XIX, como la potencia marítima dominante a nivel mundial. En 1873, se había creado la Academia de Guerra Naval de Greenwich. El fundador del pensamiento estratégico naval moderno británico fue el almirante británico Phillip Colomb, quien fue premiado en 1878 con una medalla de oro por su libro Great´s Britain Maritime Power, otorgada por el Royal United Service Institute (R.U.S.I.). Durante 14 años, el almirante Colomb se desempeñó como profesor de estrategia naval de la Academia de Guerra Naval Británica.

En 1884, se creó la Academia de Guerra Naval de los Estados Unidos, siendo designado como uno de sus profesores el capitán de navío Alfred T. Mahan. En 1890, el mismo año que este último publicaba su famoso libro La Influencia del Poder Naval en la Historia, el almirante Colomb publicó su libro Guerra Naval, en cuya introducción afirma que “fue inducido a escribirlo después de observar, con cierta sorpresa, una concepción generalizada de que nunca han existido leyes que gobiernen la guerra naval, o las que existían desde la época de los buques a vela, han sido completamente superadas por el advenimiento de la propulsión a vapor, los buques metálicos, los cañones de retrocarga estriados y los torpedos”46.