Kitabı oku: «Coaching para escribir con PNL»
Héctor D’Alessandro
Nacido en 1963 en Uruguay, es un escritor y coach de PNL. Ha ejercido diversas profesiones de las cuales ha sacado material para sus escritos de ficción y de ensayo. Estudió sociología, rebirthing, osteopatía y programación neurolingüística, es narrador oral, dinamizador cultural, blogger y coach especializado en el área de creatividad, además de mentor en escritura creativa. Ha sido premiado como ensayista y como cuentista, por jurados exigentes presididos por escritores de la talla de Eduardo Galeano, en Uruguay, en México y en España. Ha publicado biografías, auténticos best sellers, acerca de personajes outsiders muy famosos del Uruguay. Forma parte de la prestigiosa antología “Voces con vida” y ha ganado el premio que otorga el Kosmópolis de Barcelona con su relato “El perro que fuma”. Una antología reciente realizada por el Dr. Jurij Kunaver de Eslovenia lo ubica entre los escritores representativos de la actual literatura latinoamericana que tienen éxito en internet, gracias a su relato “El Cucaracho”.
Ediciones de Educación y Cultura de Puebla México edita “El cucaracho y otras aventuras”, una antología preparada y prologada por el gran escritor Marco Tulio Aguilera Garramuño que reúne cuentos que abarcan un periodo de treinta años de creaciones de Héctor D’Alessandro.
En esta antología, ha dicho Garramuño: “Si fuera posible meter los genes de Chéjov, Borges, Cortázar y Roberto Arlt en una máquina clonadora saldría una criatura semejante a Héctor D’Alessandro. Un hombre seductor, erudito, sabio, agradable, con un talento fuera de toda proporción.”
Sobre este libro.
Coaching para escribir es un libro sobre cómo activar la creatividad y motivarse para escribir. También resultará útil para otro tipo de seres creativos.
Coaching para escribir es un libro que combina una discurso original que deriva del discurso ensayístico al autobiográfico. Y en él se puede ver cómo ha construido el autor su propio camino creativo y de qué modo le han servido las diferentes propuestas que ha trabajado profesionalmente, como la PNL.
Este libro es realmente un libro de Coaching.
Y combina un discurso en donde el elemento subjetivo y biográfico muy audaz forma un entramado original con el factor de conciencia perceptiva propia del coaching con PNL.
Y de él obtendrán mucha motivación y creatividad sus lectores.
Coaching para Escribir con PNL
Héctor D’Alessandro
“Si intentas hacer unos cientos de esbozos de novelas, ninguno más largo de dos páginas, pero de tal claridad que cada palabras sea necesaria en sí misma; si escribes cada día anécdotas, hasta aprender a encontrar la forma más rica en significado, más eficaz; si eres infatigable en recoger y pintar tipos y caracteres humanos; si relatas sobre todo las cosas más difíciles y si escuchas relatar, con ojos y oídos atentos al efecto producido en los otros presentes, si viajas como un pintor de paisajes y costumbres…Finalmente se reflexiona sobre los motivos de las acción humana, no se desdeña ninguna indicación para instruirse en este campo y se hace, noche y día, colección de cosas semejantes. Y se dejan pasar, en este múltiple ejercitar, una decena de años: lo que se crea después en el laboratorio, puede también salir a la luz del sol”.
Friedrich Nietzsche
El acto de escribir es un modo de representar mis pensamientos; al hacerlo transcribo mis pensamientos originales en diferentes formatos: imágenes y conceptos. En la acción de coaching para escribir no percibo diferencias estructurales entre la composición de una trama de ideas y conceptos y una trama de imágenes, situaciones y escenas, veo así un concepto desagregándose en múltiples variables y puedo observar asombrado cómo una de estas variables cobra importancia radical en tal grado que pasa constituirse al menos por un tiempo como el elemento central que lo explica todo o hacia donde todo parece dirigirse momentáneamente; no otra cosa hago cuando desarrollo las líneas argumentales de la acción de un personaje y las diferentes características de su personalidad comienzan a tomar un protagonismo que altera a la totalidad de la trama y dan cuenta a nivel explicativo de buena parte de la misma. Nunca lo experimenté de otro modo y esto me ha permitido hacer transiciones no siempre claras para un cerebro sometido a la doma de la especialización. Escribir entonces y desarrollar creatividad son manifestaciones de un modo de estructurar profundo al que con herramientas como la PNL y otras que he ido adicionando luego de probarlas se puede acceder y volverlo consciente, convertirlo en aprendizaje, para la persona interesada.
Héctor D’Alessandro
Vivimos una época extraordinaria en la cual ya no tendrás que pagar más para que te entreguen unos contenidos que están en cualquier libro, sino para que alguien preparado para ello te guíe en un proceso que necesariamente resultará en un aprendizaje.
Héctor D’Alessandro
Índice
Héctor D’Alessandro
Sobre este libro.
Presentación
PRIMERA PARTE
Coaching para escribir con Programación Neurolingüística
I
II
III
IV
V
SEGUNDA PARTE
Literatura y Niveles Neurológicos.
Introducción.
Los niveles neurológicos en acción.
TERCERA PARTE
No sabes que lo sabes y otros escritos.
No sabes que lo sabes o todo lo que necesitas saber para escribir una obra maestra.
Construcción de personajes. Personajes planos y redondos. Movidos por principios o por metas.
La Rejilla Forster-Weber de H. D’Alessandro para el análisis de personajes.
Personajes planos y redondos; movidos por principios o por metas.
Aplicación de la rejilla Forster-Weber de Héctor D’Alessandro.
La función narrativa del adjetivo.
Composición y tipo de frase.
Despedida
Contacto
Presentación
Coaching para escribir es un libro que tiene un propósito: generar en ti una movilización general del pensamiento que active tu creatividad. Y que al final, con toda la nueva información y la acción sutil que el propio texto ejerce en tu cerebro, te pongas en marcha y empieces a expresar todo eso que llevas tanto tiempo deseando escribir. El coaching es principalmente una acción, una interacción entre dos personas, durante la cual se mantiene un diálogo que potencia en el coachee sus capacidades y se despotencian sus limitaciones; aun así, este modo de ver la interacción es esclavo de un modo de hablar en el cual un actor es activo y el otro es pasivo y nada se dice en este modelo de lenguaje del beneficio que obtiene cognitivamente el coach que lidera momentáneamente la conversación para conducirla a fines interesantes, es decir que al final de la misma haya un horizonte más amplio para el cliente (coachee) y también para el coach (que conduce la conversación potenciadora). Este libro en ese sentido abre un dialogo y cuestiona varias verdades que no son tales sobre el aprendizaje par sustituirlas por procesos. Los elementos que se trabajan en el mismo son interesantes y se trata de llevarlos un poco más allá del nivel de la mera información. La falta de preguntas convierten al saber vivo en letra muerta, de otro modo no se entiende que durante ochenta años se haya aceptado como conceptos concluyentes la definición de “personaje” de E.M. Forster y no se haya visto la necesidad de ampliarla o mejorarla. En este libro y en mis talleres de lo que se trata es de pasar a la interacción con los otros y con uno mismo bajo bases de dialogo nuevas, ya sabemos que toda esa retórica de comparar las ideas propias con las de otros y confrontar es sólo retórica y que en realidad nos parecemos en la interacción comunicativa mucho más a maquinas binarias que a Sócrates. De lo que se trata es de conectar con el Sócrates interior que por algún motivo ha quedado en estado de narcosis.
Coaching para escribir es un libro que trata acerca de qué hacer con el propio cerebro para entender los intríngulis de la escritura creativa y qué hacer (usando el cerebro) para escribir con una destreza que pueda considerarse artística.
Coaching para escribir es un discurso construido para despertar en tu cerebro el deseo de aprender usando procedimientos discursivos propios de la PNL. La programación neurolingüística es conocida como el “modelado de la excelencia” y dispone de una gama importante de estrategias para realizar ese objetivo: aprender cómo hacen las personas aquello que hacen de modo excelente, modelar el modo como los mejores en una disciplina hacen eso que tan bien saben hacer para poder reproducirlo. PNL es la sigla de programación neurolingüística y hace referencia a la presencia activa de “programas” en el cerebro que determina el modo en que representas la experiencia vivida en tu interior. Neurológico porque esa representación interna tiene su correlato a nivel de toda la neurología y se puede observar externamente en los movimientos de ojos, la postura corporal, alteraciones del sistema involuntario y varios otros procesos. Y, finalmente, lingüística porque se observa para intervenir, modificar o potenciar el elemento lingüístico como un emergente expresivo de sucesos que están actuando en la profundidad inconsciente. Las herramientas de PNL que aquí se mencionen se mostrarán en su efecto al ser utilizadas.
Coaching para escribir es un libro que trata acerca de cómo ponerse en una actitud interior, emocional y neurofisiológica adecuada y excelente para alcanzar niveles cada día superiores de desempeño en escritura creativa.
Coaching para escribir es un libro que trata acerca del vínculo que existe entre autoconocimiento, desarrollo personal y creatividad. Tres procesos que concurren para afianzar la expresión por escrito de lo más excelente que una persona puede llegar a mostrar al mundo. No hay creatividad sin autoconocimiento y no puede producirse autoconocimiento sin desarrollo personal, asociación esta última que implica una dimensión ineludible de profundidad.
Coaching para escribir es un libro que trata acerca del desarrollo de nuestras capacidades creativas vinculado a un autoconocimiento que implica la toma de conciencia de distintas personalidades interiores que nos habitan y de las cuales es interesante disponer como recursos conscientes. La creatividad mediante este tipo de coaching que he implementado invita a conocer quién está escribiendo a través de mí, dicho de otro modo: cuando escribo quién está escribiendo en cada momento. Una toma de conciencia que va mucho más profundamente que el simple esclarecimiento de qué tipo de narrador ficcional, científico o filosófico estoy utilizando. Esta toma de conciencia ahorra mucho trabajo y direcciona de un modo muy poderoso.
Coaching para escribir es un libro que trata acerca de personas y de valores y de cómo éstas son guiadas y motivadas por estos últimos. Descubrir, entonces, qué valores son realmente tuyos (más allá de los heredados, los aceptados por conveniencia, porque queda bien, porque son socialmente bien vistos o porque eran tradicionales en tu educación) hará que las fuentes de tu inspiración sean realmente significativas y tu motivación poderosa.
Coaching para escribir es una herramienta para que cualquier persona que quiera expresar su creatividad pueda alcanzar el nivel de excelencia que merece y pueda desarrollar su potencial.
Coaching para escribir con PNL es un proceso de activación de la persona a nivel de su aprendizaje. Esta activación requiere el uso simultáneo por parte del coach de todas las herramientas necesarias de PNL y de lo que no sea PNL para comprender y modelar el proceso de su cliente y poder facilitarle el acceso a su estado de creatividad. Cualquier persona que no conozca la PNL puede comprender este libro y además encontrará en este libro información que le estimulará a recabar más información. Con la finalidad de transmitir de un modo claro una información profunda muy trabajada en la práctica he centrado toda la explicación en el poderoso instrumento conocido como “niveles neurológicos”. Debe quedar claro de todos modos que en el contexto de la sesión de coaching para escribir no se trabaja de un modo exclusivamente intelectual con los niveles neurológicos; es un proceso neurológico y físico. Este punto me interesa esclarecerlo debido a que más de una vez las personas me suelen decir que la PNL “es mental” y cuando comienzo a explicar algo más los instrumentos de la PNL, cobran conciencia de que se trata de un proceso holístico, en el que no está ausente ninguna dimensión de la persona en el momento de la comunicación de aprendizaje dinámico.
En PNL toda comunicación humana puede leerse como un proceso de aprendizaje. Se utilizan distintos instrumentos como los niveles neurológicos o por ejemplo el metamodelo del lenguaje y el modelado que actuando conjuntamente potencian la comunicación entre personas a su máximo nivel, a su versión más poderosa.
Quiero especificar que los textos incluidos en este libro tienen diferentes objetivos. Algunos son explicativos, otros son modeladores, es decir: explicando lo que la palabra escrita hace en tu cerebro, te lo va haciendo. El texto que integra la tercera parte de este libro y que se titula “La función narrativa del adjetivo” posee una dimensión de aprendizaje que es la siguiente: está escrito de tal modo que mientras los lees puedes permitir a tu cerebro que se esponje, se abra y asimile en la misma lectura el proceso que se le está invitando a hacer: desfocalizar la atención de ciertos elementos textuales y la focalización en otro tipo de elementos.
PRIMERA PARTE
Coaching para escribir con Programación Neurolingüística
I
Que trata acerca de qué hacer con el propio cerebro para entender los intríngulis de la escritura creativa y qué hacer (usando el cerebro) para escribir con una destreza que pueda considerarse artística.
En este y en todos los otros capítulos, quiera o no, hablaré de mí. Hablaré y pondré ejemplos que permitan al lector ver y sentir cómo aprendí a resolver problemas creativos y qué inventé para resolverlos.
En el arte de escribir hay una situación que se presenta al comienzo y es qué quiero escribir y qué nivel quiero alcanzar. Esto será determinado en buena medida por el nivel de las lecturas que uno realice con vistas a aprender.
Cuando mencionamos las lecturas estamos mentando la soga en la casa del ahorcado: aquí está el segundo conjunto de situaciones que se deben resolver. Puede resumirse este conjunto como: escritura y lectura.
Vamos a por el primer asunto: qué quiero escribir y qué nivel quiero alcanzar.
A los ocho años de edad yo ya sabía que me dedicaría a escribir y mi primer proyecto de libro fue una antología de la sabiduría universal. Frases que iba recopilando de distintas fuentes: “El tesoro de la juventud”, otras enciclopedias, el “Martín Fierro”, lo que decía mi padre y lo que yo le escuchaba decir a la gente.
Recuerdo que lo abandoné con un mal sabor de boca, pues a poco de comenzar a anotar algunas frases de aquellas que anotaba en un cuaderno de tapas rojas me invadió una suerte de pesadumbre y agobio absolutos. El peso de la tradición, como decía Marx, “oprimía mi cerebro”. Apasionado y lapidario como era, determiné que la sabiduría popular no existía, si acaso existía, se trataba en realidad de una suerte de estupidez generalizada que penetraba en el cerebro de las personas bajo la forma de algún extraño virus que si lograba aislar y combatirlo de un modo eficaz y si la humanidad recuperaba la cordura, seguro que me darían el premio Nobel de literatura o de química o de medicina, en esto tenía dudas.
La realidad cerebral es que aquellas frases manidas en mi imaginativa mente no lograban hacer mella ni influenciarme de ningún modo que me resultase estimulante.
Recuerdo que por esa época yo me pasaba pidiendo permisos y exenciones para faltar a diferentes clases deliberativas en el colegio, alegando que conocía de antemano el conjunto de opiniones que cada uno defendería y de cómo esas polémicas nos conducirían a unas discusiones parecidas a callejones sin salida. Era realmente un niño con una gran autoestima, y recibía en consecuencia alguna que otra sanción por ello.
Sobre esto de los diálogos que conducen a encierros, muy pronto me di cuenta que el cerebro estaba diseñado de tal manera que hablando conmigo mismo también me podía conducir a un callejón sin salida que estaba ilustrado de un modo muy claro por aquella frase hecha que decía que “una palabra lleva a la otra”. Esta expresión significaba para mí una experiencia vital, profunda, dramática por momentos y en la medida que me fui aventurando en la adolescencia y en una muy intensa juventud, los callejones de la mente se convirtieron para mí en auténticos molinos de viento de la mente contra los cuales inventé todos los modos posibles de lucha y finalmente salí derrotado para poder llegar al fondo de mí mismo.
En muchas conversaciones con compañeros del colegio o del barrio empecé a quedarme mudo, con una especie de mudez propia del pensante que está buscando una respuesta ponderada que satisfaga a lo que están requiriendo de él. Atribuyo esto al hecho de que yo era un niño que leía mucho y a que consultaba todas mis situaciones conflictivas reales e incluso las inventadas, con mi padre para que me explicara que haría él en cada caso. Para mí, mi padre era un sabio y tener que verlo bajo ópticas, ya no negativas, sino meramente realistas, en la adolescencia y finalmente superarlo, fue dramático para mi adolescencia y para la formación de un ego adulto y profesional. Sobre todo porque me dediqué a escribir y además con una carga de ambición poco menos que balzaciana y esto implica un desarrollo intelectual, si has tenido un padre intelectual, resolver el peso de su sombra sobre ti puede implicar algo de trabajo; ya os contaré.
Escribo para personas que quieran poner todas su creatividad al servicio de lo que escriben y que cuando lo hagan se sientan creativos, experimenten que están creciendo, que están aprendiendo de sí mismos —la gran señal del crecimiento— y que experimenten el cariño por la tarea que hacen que yo he logrado llegar a sentir.
Por los motivos expuestos en el párrafo anterior es que me expongo, a nivele personal, a un punto al que no llegan otros autores y tampoco tienen porqué hacerlo. Pero yo creo que en la vida si quieres algo que realmente tenga valor has de exponerte y exponerme significa para mí: poner el alma en ello.
Luego, sí: puedes escribir artículos o manuales que realmente no lleguen a interesarte lo suficiente, un tipo de trabajos que yo también hice, más bien como redactor que como escritor. Y aún en ese caso, se redacta mejor si un se siente realizado. En este sentido, este libro es útil para quien quiera algo más bien técnico y quien desee algo más vivencial.
Bien, el caso es que a los quince años de edad decidí que iba a escribir un cuento: mi primer cuento. Tenía un título rimbombante. “El Dios asesinado ante los ojos indiferentes de la plebe”. Dado que en esa época leía a Nietzsche (“Así habló Zaratustra”) y a José Ingenieros (“El hombre mediocre”), no me extraña que aquel engendro abominable que la literatura ha perdido para siempre tuviera un título de aquella calaña. Fue una experiencia muy frustrante. Se lo leí a un par de amigos íntimos que me toleraban cualquier aberración. Y cuando se lo fui a leer a una tercera persona no tan íntima, lo cual aseguraba un cierto juicio más objetivo, recuerdo que empecé a leer el título y sentí el calor intenso en mis mejillas y le dije a aquel chico: “mejor lo dejamos, no es tan bueno mi cuento.”
No lo leí. Mi vergüenza se convirtió en un ataque de rabia y destruí el texto y lo quemé. Luego estuve un par de días de mal humor y finalmente resolví que debía aprender más antes de mi segundo intento con un relato. Así fue que decidí que tenía que leer y aprender de mis lecturas. Estuve tres años leyendo y sin escribir nada. Sólo apuntes en diferentes cuadernos donde anotaba cosas que me parecían interesantes. Debo aclarar que no me sentía en modo alguno disgustado por no escribir, simplemente vivía, no me torturaba por no escribir. En realidad no sabía si me interesaba escribir, lo que sí sabía es que me interesaba leer. Era una época en que me leía un libro al día.
Me reunía en mi casa con un grupo de amigos con quienes leíamos libros en voz alta. Sólo leíamos y disfrutábamos, no comentábamos nada. Me hice macrobiótico. Y un día de abril de 1981 en que concurrí al bachillerato en el IAVA (Instituto Alfredo Vázquez Acevedo), me entretuve mirando libros en la Librería del Sportman y allí descubrí y me compré y me leí esa misma tarde noche, dos libros: “Trópico de Cáncer” de Henry Miller y “La cantante calva” de Eugenio Ionesco. Terminé a medianoche el “Trópico” y antes de prepararme el mate para continuar leyendo ya tenía claro que quería dedicarme a escribir y para ello empezaría dejando de concurrir al bachillerato (estaba en el último año) y poniéndome a escribir y leer. Al cabo de aquella noche sabía tres cosas: que el tipo de escritor que yo quería ser necesitaba una profusa formación literaria y en otras distintas disciplinas, el desarrollo de una filosofía personal resultado de mi experiencia en la vida y obviamente: experiencia. Sé positivamente que otros escritores y muchos de los escritos que se hacen a lo largo de la vida, no necesitan de todos estos prerrequisitos, pero éstos eran los míos. La autoexigencia marcó mi destino de escritor, y frases como la de Truman Capote en “Música para camaleones”, donde compara el don de escribir con un látigo que dios te entrega para autoflagelarte me venía a medida a mí, al que yo era en esa época.
Antes de leer a Miller, yo había leído “El jugador” de Dostoyevski, “Papá Goriot” de Balzac y sobre todo “La muerte de Iván Ilich” y estos libros habían dejado en mí marcadas de un modo muy claro ciertas ideas en formación acerca de la existencia. Dostoievski en esa novela me transmitió cierto idea de que hay que conocer mundo y psicologías individuales peculiares para escribir, Balzac reafirmó ciertas ideas negativas acerca de la vida social y de los métodos de obtención de éxito, algo un poco tanguero que se resistía a morir en mi, y Tolstoi en ese libro me reveló el poder de la literatura para guiarte en un camino y mostrarte los senderos y las ideas que pueblan un camino vital e intenso por el contrario a un destino burocrático, absurdo y estadístico como es el de un funcionario público según aquella manera de ver las cosas. Yo vi en el deterioro de Iván Ilich el deterioro futuro de mi padre, de algún modo aprendí a leerlo por anticipado, aprendí en realidad algo más profundo: que si una persona se identifica solamente con una actividad, con su desempeño profesional y lo separa de la corriente vital principal, vive escindido y como sin sangre y cuando abandona su rol laboral o profesional, la muerte viene a abrazarlo puesto que ha perdido dentro de sí al mejor y quizás al único personaje que sabía representar. Yo vi morir a mi padre cuando perdió el propósito central de su vida, aquella labor que le otorgaba identidad, autoestima, una buena autoimagen y que también le permitía ejercitar sus mejores capacidades al mismo tiempo que esconderse en ella para no ahondar en otras áreas —para entrar en las cuales quizás no tenía herramientas ni hubiera podido desarrollarlas jamás.
Al día siguiente leí “Trópico de Capricornio”, que me arrastró literalmente a cumbres desconocidas para mí donde se respiraba un aire tan intenso que yo ya no quería bajarme nunca más de allí. Quería sentir, escribir, vivir y morir en ese nivel; todo lo que estuviera por debajo, era una banalidad y un sinsentido.
El libro de Henry Miller fue el detonante realmente de que descubriera al escritor que había en mí. Y buena parte de ello tiene que ver, creo yo, el que en el acápite del libro Miller ponga una cita de Emerson que dice algo así como que “de este libro saldrán otros libros”.
Los “Trópicos” y “Primavera Negra” fueron mi primera poética. Detrás de ellos vinieron otros que me permiten afirmar que algunas de las jornadas más inolvidables de mi vida fueron el día que leí “El tambor de hojalata” o el día que leí “Sobre héroes y tumbas”.
¿Cómo llegué a estos títulos? A los quince años, tras la fallida experiencia de escribir mi primer cuento, me puse a trabajar en una librería muy famosa de Montevideo, “La feria del libro” y con el dinero que gané allí durante unas vacaciones, me compre una máquina de escribir y manuales, introducciones e historias de las mas diversas literaturas. Leí los cánones para saber qué debía leer. ¿Cómo los leía? Aquí viene la respuesta que sorprende a mucha gente. Pasaba a máquina los libros. El primer libro completo que escribí, largo además, fue “La literatura norteamericana del Siglo XX” de Heinrich Straumann, publicado por el Fondo de Cultura Económica de México. De este modo aprendí a escribir a máquina y no había noche en que no tuviera algo que escribir porque estaba todo el tiempo pasando libros enteros a máquina. (Ya lo saben no hay excusa: siempre pueden estar escribiendo, y con excelsa calidad.) Así descubrí algo que hice mío de un modo totalmente inconsciente y que nadie puede entenderlo si no lo vive. Un método que para mí era el método evidente y que no vi reflejado jamás en nadie hasta leerlo en el libro de Tobías Wolf “Vieja escuela”. Para entender qué es lo que hace un autor y cómo logra hacerlo, nada mejor que “modelarlo” como se dice en PNL, y la manera es transcribir sus textos. Es la manera en que aprendes un ritmo interno que ese autor imprime a sus producciones;sin pasar por la experiencia de “volver a escribirlo” como en“Pierre Menard autor del Quijote” de Jorge Luis Borges nunca se puede entender y hacer carne en uno.
La verdad es que a mí siempre me pareció lo más normal pasar a limpio, no ya un libro entero de trescientas páginas sino un par de folios para entender y comprender la mecánica interna de un texto, y luego sí analizarlo utilizando herramientas más o menos sofisticadas, pero sí pasar en todos los casos por la escritura. (Dos de los autores mas influyentes del siglo veinte se sabían de memoria y podían recitar en voz alta una obra completa de prosa o poesía en cierto modo "musical" de otro gran autor. Francis Scott Fitzgerald a la hora de escribir "El Gran Gatsby" había memorizado “Tierra Baldía” de T S. Eliot, y Gabriel García Márquez para cuando escribe "Cien años de soledad" hacía ya años que se sabia de memoria "Pedro Páramo" de Juan Rulfo.)
El “aprender modelando” la escritura de otro por el sencillo método de trascribirlo o memorizarlo (luego he desarrollado otros métodos de lectura que potencian esta posibilidad de aprendizaje a niveles muy superiores) opera como una suerte de incorporación inconsciente de una estructura, similar a cuando aprendemos los pasos de baile de alguna danza, al comienzo directamente los “copiamos” e intentamos atenernos a ellos digamos al pie de la letra, con la máxima exactitud, luego, cuando la totalidad del cuerpo ha memorizado ese modo de funcionar se empiezan a hacer audaces modificaciones, pero nunca antes de dominar a la perfección el modelo estructural general que gobierna a ese arte. En la escritura sucede igual, cuando se escoge trascribir a otros autores que uno considera maestros, incorporamos a fuerza de hacer lo mismo que ellos su modo de estructurar una representación escrita.
Yo fui descubriendo el arte de la escritura así, inventando mis propios métodos, algunas personas, cuando retomé años luego los estudios universitarios, me preguntaban que porqué no me dedicaba a estudiar para profesor de literatura, pero yo sabía con absoluta claridad algo que nadie podía entender por el sencillo hecho de que no eran escritores, y es que lo que hace un profesor de literatura tiene relación con lo que hace un escritor en la misma medida que puede tener relación el mecánico del coche con el corredor de formula uno.
Durante un tiempo fui actor en Teatro Uno, de Alberto Restuccia, y muchas personas se asombraban de mi capacidad de memorizar, lo que no sabían era que a mí para memorizar me bastaba con pasar a limpio por escrito el texto que me correspondía decir, pero no pasarlo a limpio de cualquier modo sino dividiendo el texto de acuerdo a un criterio de priorización de los distintos elementos que componen a la oración: sujeto, verbo y predicado.
Estaba estableciendo sin saberlo las bases de mi sistema de coaching personal para despertar una mente creativa.
Bien, ya os he contado de un modo narrativo unas cuantas anécdotas vitales sobre qué hice con los textos que se acercaban a mí y qué hice con mi cerebro para entenderlos y para poder ganar un nivel de competencia similar. Lo primero que puedo afirmar es que cuando uno lee, tanto si es un periódico de determinada tendencia como una revista especializada o la obra de prosa poética más sofisticada e intertextual, debe situarse en la posición del autor, no debe concederse menos a sí mismo. Algo que no nos debería resultar difícil de hacer: repetir las cosas una infinidad de veces, dado que en el colegio nos repiten las cosas unas y otra vez en el entendido de que si lanzas cien veces un dardo a una diana en algún momento darás en el blanco. Lo que nos hace “comprender” la manera de hacer algo tras infinitas repeticiones más o menos fallidas es la creencia depositada en nosotros de que por nuestra edad o por el desarrollo de otras capacidades medibles y presentes de un modo constatable en nosotros “tenemos” que aprender. El peso de ese “tenemos” es mayor de lo que se pueda nadie imaginar, es la base de un acuerdo de construcción colectiva de la realidad del aprendizaje. Es de alguna manera una profecía auto cumplida.