Kitabı oku: «Corazón y alma»

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CORAZÓN Y ALMA


HEVENS

CORAZÓN Y ALMA

EXLIBRIC

ANTEQUERA 2021

CORAZÓN Y ALMA

© Hevens

© de la imagen de cubiertas: Ignacio Patricio González

Diseño de portada: Ignacio Patricio González

Iª edición

© ExLibric, 2021.

Editado por: ExLibric

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artística o científica.

ISBN: 978-84-18730-25-2

HEVENS

CORAZÓN Y ALMA

Dedicado a mis hijos Nacho, Bárbara y Laura.

Índice

Lilit

Second life

Esperanza

Enamorarse

Ser 2 que sumamos 2

Imaginario

Imagina

Antes de amanecer

Ternura

Edén

Atardecer

Otoño

La flor más bella

Amor

Princesa

Paraíso de orquídeas

Tu nombre

Mia y David-pedir demasiado

Tus cosas

Celeste-azul claro

Reflexiones sobre el dolor

Café Mal de Amores

Nena

Cuerpo de mujer

Insomnio

Alma y cuerpo

El robo de fin de año

Ella

Estrella

Magia negra y magia blanca

El karma

Historias inconclusas

Sara

Decisión

Declaración de intenciones

Lucifer

Suerte de principiante

Sabrás qué hacer conmigo

Mediterráneo

Batalla en Constitución

Paraíso

Cementerio

El repartidor de sueños

Magia

Ivanna

Alicia en el país de las maravillas

Imposible

Twitter

50 cosas que odio de la gente

50 cosas que imagino que piensan los que conozco

Réquiem para un sueño

Una nueva esperanza

Aunibis

Manel

Carmina

El amor

Café

Extremos

El otoño

Intercambio

Érase una vez

El tiempo

Ser feliz

Viajeros

Otoño-primavera

Mover los sueños

Recuerdos de mi juventud

Mi silencio

Lilit

Pocas veces una hoja en otoño deja su hogar, cae y no toca el suelo porque una pequeña brisa la hace volar y volar y volar sin saber cuál será su destino.

Hoy es invierno. Nos preguntamos dónde encontró su nuevo hogar aquella hoja. ¿Alguien conocerá de dónde viene? ¿Conocerán su historia? Preguntas que no tendrán respuesta.

Cuando conocemos a Lilit (pronunciación Lit, diosa de la compasión) se agolpan pensamientos con preguntas similares. Me temo que solo habrá respuesta para unas pocas. Es nueva en el barrio; llegó hace dos meses y ya deja su perfume en las veredas por las que camina. Su cabellera ondeada color castaño, café y chocolate acompaña su bella cara y su estilizada figura. Es reflexiva, extrovertida, humilde y elige por propia voluntad mirar la primera vez siempre con inocencia para no perder y brindar una oportunidad a las cosas y las personas.

La ves caminar con soltura, con ropa informal. Calculando rápidamente, no aparenta más de treinta.

Con esmero, entusiasmo, voluntad y perseverancia intentaba colocar, a la derecha de la puerta principal, un cartel de metal anunciando su nombre, profesión y horas de atención. Llevaba dos horas intentando realizar la labor, sin éxito a la vista en el corto plazo, pensando y refunfuñando ¡que el verano llegaría! y no tendría colgada la información sobre ella, su trabajo y sus horarios. Algo impensado, un milagro con mayúscula: cogió su pañuelo azul y se secó el sudor de su frente; entonces los planetas se alinearon; el agua, el viento, la tierra y el fuego encontraron el equilibrio; el metal quedó sujeto a la pared. Una victoria sin precedentes para ella, sola ante el desafío. El cartel parecía que hacía siglos que estuviera estampado en el portal de entrada: «Lility ben Assem. Profesora de piano. 10 a 13-17 a 20».

Esa tarde llegó el piano, un Thomann reluciente color negro, utilizado siempre con delicadeza, ternura y musicalidad universal.

Lilit se embarcaba en su nueva empresa con entusiasmo. Décimo sueño que ponía en marcha y que no podía fracasar. Todos sus ahorros sumados a un préstamo bancario eran su capital de inicio. Las señales indicaban que esta vez comenzaba con buen pie. Dos niñas de primaria y un chico y una chica de instituto fueron sus primeros alumnos.

Era la séptima vez que pasaba por delante del portal de la profesora. Esta sería su oportunidad para llamar a su puerta y hablar. Pero ¿hablar de qué si lo único que le importaba eran sus ojos, su cabello, sus pechos, sus caderas? En definitiva, estaba locamente enamorado y ya no aguantaba más este suplicio de no estar cerca de ella.

—Buenas tardes. ¿Qué necesita, buen hombre?

—Unas clases de piano. ¡Mejor digamos retomar y aceitar las bisagras!

—Pase usted. Las clases se imparten cinco días a la semana.

¡A Leo le parecían pocas! Las primeras fueron una vergüenza para él. No sabía que el piano tenía teclas y que cada una ofrecía un sonido distinto, pero puso todo su empeño para aprender. Eso sí, tenía muy buen oído.

Lilit desde el principio se dio cuenta de por qué Leo pagaba por las clases y también de que a ella le gustaba. Por la solicitud sabía que él tenía 35 años. Se veía que se mantenía bien, pues aparentaba treinta. Cabello castaño abundante, ojos verde claro y manos grandes.

Primero desconfiaba, pero al poco tiempo se empezó a sentir muy bien a su lado. Cuando comenzó la enseñanza de las notas en una partitura, Lilit se enamoró de Leo. Faltaba un paso para que cada uno supiera los sentimientos del otro. Eso pasaría el viernes al terminar su clase Leo.

El corazón de Lilit palpitaba más que cualquier día ese viernes y no sabía por qué. A las doce del mediodía recibió un mensaje de Leo en el teléfono: «A las 19 necesito hablar contigo de algo muy personal». Se preparó entonces con su mejor ropa. Sabía que sería el primer día de su nuevo amor. Su mente, a toda velocidad, repasaba mentalmente sus últimos amores y ninguno fue como el de Leo ahora. Repetía sin cesar: «¡Sí, sí, sí!».

Esa tarde pasó volando. Recordaba (no sin pena, pero sí con un gran respiro de libertad) cómo un acto casual, su último divorcio, la trajo a esta casa para trabajar como profesora de piano y le regaló este amor con Leo.

Llegaron las 17:00, las 18:00, las 18:55. Roció toda la casa con su perfume. Estaba excitada, necesitaba calmarse para vivir este momento en toda su magnitud.

Sonó el timbre de la entrada, abrió la puerta. Leo, con saco y corbata y con una rosa roja en la mano, entró a la casa y le dio a Lilit un beso en la mejilla. Se sentaron en el living. Entonces Leo, con su mejor voz, le dijo:

—Lilit, podré escalar y llegar a las altas cumbres, navegar en los cinco océanos, conocer países exóticos, pero nada llenará mi corazón y mi alma si no estuvieras conmigo en la aventura de amarte, protegerte y quererte. Lilit, te quiero con toda mi alma, como niño, como un hombre. Me comprometo a hacerte feliz. —Ella solo atinó a responder con un abrazo y un infinito beso en los labios.

Ya es primavera, nacen nuevas hojas, flores multicolor y este amor entre Leo y Lilit.

Second life

No soy ningún profeta ni un visionario, no tengo un sexto sentido y no comprendo a mi entorno más allá de lo que mis ojos pueden ver o mis oídos escuchar, pero estoy convencido de que las cosas suceden por una razón concreta. Sé que existe una ley de causa-efecto que afecta a todo el universo. Todo efecto específico se produce gracias a una causa determinada. Soy un hombre con tierra firme bajo sus pies que cree en la igualdad de oportunidades y que dicho derecho no se encuentra a la vuelta de la esquina y muchas veces se debe luchar fuertemente para obtenerlo. La cuestión es que no se consigue ese derecho buscando escapes emocionales o mentales, es decir, haciendo cosas para evadir la realidad. La realidad se debe enfrentar, nunca ocultarla, nunca taparla, nunca tomar la dirección contraria simplemente para evitarla. La actitud de evadir la realidad es la madre de todas las adicciones y siempre causa un dolor mayor que enfrentarla. Dicha adicción es la causa de un efecto muy perjudicial, tanto físico como emocional y mental: pérdida temporal o permanente de la noción de uno mismo como persona. Esto significa no poder valorarse en su justa medida y no tener ningún tipo de control sobre nuestras decisiones. La realidad virtual, cuando se convierte en una adicción, causa indefectiblemente el efecto antes descrito. Todos tendríamos que apuntalar, luchar y hacer crecer nuestra primera y única vida y no sucumbir ante la oferta facilista de pagar y hacer crecer una segunda vida virtual.

Esperanza

Llena de esperanza mi alma al despertar y vislumbrar que otro día se presenta, como dice Serrat, con todo por descubrir, que tomarlo o dejarlo pasar solo depende de mí. Sentir que he tomado un día virgen y que puedo moldearlo como yo me lo imagine me da fuerza y voluntad para comenzar a caminarlo. Además, me regalan la posibilidad de elegir otro camino, eso por si el que caminaba ayer algún problemita me haya dado. En este preciso instante viene a mi memoria un refrán que siempre me repetía mi mamá: «Más vale camino conocido que otro por conocer». Bueno, debo ser sincero, no sé si el refrán era con camino, con amigo, con mujer, con pareja o alguna otra cosa. Lo que sé es que ahora con camino pega muy bien. Como últimamente los riesgos me desafían, voy a elegir otro camino, solo por lo nuevo y el riesgo. Viejo camino, no me has defraudado. Y te digo más: me has regalado hasta ayer una de mis mejores travesías. ¡Adiós, viejo camino! Te dejo en buen estado para que otro pueda elegirte y caminarte.

Tengo cargadas las pilas (es decir, ¡estoy repilas!), tengo la mochila en la espalda con todo lo que necesito y, lo mejor, no pesa casi nada. Solo cargo con uno o dos buenos recuerdos, ningún prejuicio, ningún rencor, ninguna tragedia, ningún engaño, ninguna maldad, ninguna bronca, ningún mal recuerdo, ningún enojo, algo de buena suerte y, para completar el espacio, mucho amor. Todo lo que mis ojos pueden ver es colorido, sin muchas curvas, ni bajadas ni subidas abruptas y una fragancia a vainilla en el aire y muchas muchas nubes en el cielo. El nuevo camino promete. Mi alma está en paz con mi espíritu y mi mente no deja de imaginar aventuras y descubrimientos.

A poco de comenzar el viaje, cuando una sensación de euforia embriagaba mi mente, mis ojos percibieron a alguien que venía en sentido contrario. Detuve mis pasos y cuanto más se acercaba sabía de quién se trataba. Cuando llegó hasta mí nos sonreímos y nos dimos un abrazo. Nos sentamos al lado de un gran nogal, que debía de tener más de cien años. Sus hojas tenían gran tamaño y bailaban en conjunto al ritmo de una suave brisa, produciendo un viento que despeinaba al más peinado.

Era una cita en toda regla y me entregué a ella convencido de que no había nada urgente que impidiera la intimidad de esta reunión. Sentados sobre la mejor alfombra verde, que solo se podía encontrar bajo aquel nogal, hablamos mirándonos a los ojos hasta el atardecer. Cuando el sol todavía se mostraba entero, ella sacó un termo (la verdad, no sé de dónde lo sacó), sirvió un mate y me lo alcanzó diciendo: «¿Quieres un mate de guaraná?».

Enamorarse

No existía nada discordante, nada que me hiciera sentir o pensar que no estaba en el lugar en el que debía estar. Nunca había tomado mate de guaraná; mi boca lo recibió con gran gusto y disfrute hasta el último sorbo. A ella todo le maravillaba: el nogal, sus hojas, la hierba verde y la musicalidad que producía el viento. Entonces mi cuerpo experimentó una suave sacudida, acompañada de palpitaciones en mi corazón. Fue en ese momento cuando sentí que me estaba enamorando otra vez de su alma. Ella siempre fue encantadora (más precisamente, «encantadora de mí»), pero esta vez utilizaba su don para encantarme con mucho más cariño y mucho mucho amor. Quizás no se diera cuenta inmediatamente, pero su mirada y sus palabras solo transmitían amor hacia mí.

No me importa cuántas señales me indicaron la dirección correcta para estar ahora junto a él ni tampoco el tiempo que he tardado. Siento que me estoy enamorando de su alma. Sabía que por algo traía el termo y el mate con yerba con guaraná. Cuando lo vi caminando hacia mí comenzó a erizarse mi piel y al principio no sabía por qué, pero al recordar sus besos comencé a caminar más rápido. Después de estar sentada junto a él, de hablar sin que importara el tiempo y de intercambiar muchas palabras bonitas ya no tenía dudas: quería besarlo.

Ella es toda dulzura, de los pies a la cabeza. Me sentía tan bien que poco a poco me fui acercando y me di cuenta de que ella también se acercaba. La hierba verde no ponía resistencia y en un momento de valentía la miré a los ojos, puse su mano izquierda sobre mi corazón y le dije lo más claro posible: «Te quiero».

Ella asintió con una sonrisa y me dio un beso apasionado que hizo temblar mis rodillas. El abrazo fue inevitable y otra cosa hubiera sido inevitable si no fuera porque el sol se despidió, dejando poca claridad y muchas sombras alrededor del nogal. Tomé su mano, nos levantamos, nos sacudimos la hierba y sonreímos. Sin soltarnos las manos seguimos hablando y comenzamos la marcha. ¿Hacia dónde? Esa es otra historia.

Ser 2 que sumamos 2

(Yo): «Es nuestra primera vez. Almacenemos mucha paciencia y mucho amor en nuestras mochilas. Y no te olvides del termo y el mate. Pero este es mi camino y está recién elegido y está en estado virgen para mí. ¿Y el tuyo?».

(Ella): «El mío está cerca y, lo mejor, cuando necesite un paso que me permita ir al tuyo ahí estará el puente que una nuestros caminos. Un ángel lo hizo posible; dice que nuestro amor es puro y trasciende hacia los cielos y nuestra eternidad. Nuestros caminos serán independientes, pero cuando necesitemos estar juntos nada ni nadie lo impedirá. Cuando necesitemos nuestra individualidad habrá otro puente disponible para que yo pueda volver a mi camino».

(Yo): «Un ángel me regala la misma magia para que cuando quiera ir a tu camino a buscarte también tenga un puente disponible y otro cuando quiera volver».

(Ella): «Te iré a buscar por las noches para crear para los dos la magia que nos una y haga crecer nuestro amor. Tengo claro que cuando quiera pasear o viajar te iré a buscar para acordar el rumbo. Y más claro aún tengo que cuando quiera besarte o abrazarte iré más rápido que un rayo a buscarte. Amor, cuando sienta que tú necesitas ayuda iré a tu camino y si es necesario luchar contra un enemigo lo haré. No importa su tamaño ni cuántos sean: ¡los venceremos!».

(Yo): «Solo el amor puede crear estos vínculos para consolidar una pareja. No importa qué dirección siguen nuestros caminos; siempre tendremos un puente mágico que nos unirá. No importa el tiempo que caminemos juntos un mismo camino; siempre tendremos un puente mágico para volver al punto exacto donde dejamos lo que estábamos haciendo individualmente. ¿Qué te parece, amor?».

(Ella): «Me parece genial, me pone ¡repilas! tener esta doble seguridad. Estar juntos para crear magia, mucho amor y regalar felicidad. Estar separados para autorrealizarnos y poder ser reconocidos individualmente. Y, lo más increíble y hermoso, poder estar juntos todo el tiempo que queramos y “ser 2 que sumamos 2”».

Imaginario

Entro a tu habitación evitando hacer ruido para darte una sorpresa. Son exactamente las 4:00 horas de tu madrugada, ni un segundo más ni un segundo menos. Estás descansando después de una jornada fuerte de trabajo. Has tenido que tomar decisiones a conciencia y pensar alternativas cuando algún obstáculo se interponía en tu camino. Te contemplo como cuando veo un gran diamante pulido que produce su propia luz. Temo despertarte; te mereces dormir y que nada ni nadie moleste tu descanso. Duermes profundamente. Entonces me decido acercarme a tu cama y echarme a tu lado como si de una pluma se tratara. Eres lo más bonito que mis ojos alguna vez han visto, una mujer completa y con una delicada elegancia para acometer el descanso de su cuerpo. Estás boca arriba, tapada únicamente por una suave sábana de seda blanca, que marca tu suave respiración y todo tu cuerpo como si de una obra de arte se tratara, dibujando los distintos territorios y límites de tu hermoso cuerpo. Cierro mis ojos; entonces mi mente dibuja un imaginario con un recorrido que va desde la punta de los dedos de tus pies hasta el cénit de tu cabeza.

Escalo por la planta de tu pie derecho, descanso sobre tus dedos, que, inmóviles, me ayudan a mantener el equilibrio. Me deslizo como en un tobogán por tu empeine hasta tu tobillo. Apetece otro descanso porque en el próximo recorrido debo caminar con sigilo y equilibrio, debo caminar por zonas resbaladizas. Si acaso tuviera una caída ahora me perdería el recorrido. Como si fuera todo un experto, llego a tu rodilla. Todo un monumento de unión y flexibilidad. Sigo mi camino; sin querer te hago cosquillas cuando paso por tu muslo. Sin querer te pones de costado hacia el lado contrario y, por más equilibrio que hago con mis brazos abiertos, caigo sobre la cama y termina abruptamente mi recorrido. Pero no me doy por vencido.

Imagina

Lo importante no era cuántos intentos fallidos, sino saber aprovechar al máximo el intento exitoso. Estando tú de costado, durmiendo, no podía llevar adelante mi aventura. Entonces te hago suavemente cosquillas sobre tu espalda, salgo pitando hacia un lado de la cama y tú, bella como una princesa, te vuelves mirando el cielo. Llega mi recorrido nuevamente donde lo dejé, pero esta vez no ha habido cosquillas en tu muslo. El siguiente destino, tu vientre. Tan bien estoy ahí que me siento a descansar un rato para hablar con tu ombligo, que, por más que insisto, no me cuenta ningún secreto tuyo. Tomo la decisión de seguir recto hasta tu cuello, pasando por el pequeño valle entre tus colinas. Sería inconsciente si me quedo un solo segundo en dicho valle. Primero, porque treparía a una de tus colinas para dormir en ella; y segundo, seguro que esta actividad te despierta y, como mínimo, hace que te pongas boca abajo y muera aplastado pero feliz. Ya en tu cuello, me deslizo hasta tus cabellos y como un tarzán viajo por ellos hasta el cénit de tu cabeza. Conclusión: ¡un recorrido alucinante!

Al abrir mis ojos tú sigues descansando plácidamente. Te has puesto de costado, tipo cucharita, y tus manos sacan de tus piernas la sábana de seda blanca que las cubría. Tus piernas son una tentación difícil de rechazar. Me recuesto al lado de tu espalda, intento lentamente ponerme en cucharita junto a ti. El roce de mis piernas con las tuyas me inyecta adrenalina por todo mi cuerpo. Rezo para no despertarte, pero mi cuerpo responde con una inquebrantable excitación y te despiertas, aunque me reconoces y no te asustas. Sucederá lo inevitable.

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