Kitabı oku: «La juventud autómata»

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AGRADECIMIENTOS

A mis padres, José Luis Barbero López y María del Pilar Alcocer Clemente, por darme el mejor legado con el que enriquecer a una hija: una valiosa educación y unos férreos principios éticos y morales, pero sobre todo por darme siempre la opción de elegir mi propio camino. Os quiero de aquí a la luna.

A mis amigos, en especial Inés Matos González y Juan María González-Anleo, y a todos aquellos que han visto todo el proceso de creación de estas líneas; a todos ellos me gustaría agradecerles no solo sus aportaciones, sino su apoyo incondicional, sus palabras de aliento, asertividad y positivismo, y por descontado sus muchas y brillantes ideas. Por eso estas líneas van dirigidas especialmente a ellos.

INTRODUCCIÓN

Transcripción de la carta de Diego (Álvarez, 2016).


Papá, mamá, estos once años que llevo con vosotros han sido muy bueno y nunca los olvidaré, como nunca os olvidaré a vosotros.

Papá, tú me has enseñado a ser buena persona y a cumplir las promesas, además has jugado muchísimo conmigo.

Mamá, tú me has cuidado muchísimo y me has llevado a muchos sitios.

Los dos solos sois increíbles, pero juntos sois los mejores padres del mundo.

Tata, tú has aguantado muchas cosas por mí y por papi, te estoy muy agradecido y te quiero mucho.

Abuelo, tú siempre has sigo muy generoso conmigo y te has preocupado por mí. Te quiero mucho.

Lolo, tú me has ayudado mucho con los deberes y me has tratado bien. Te deseo suerte para que puedas ver a Eli.

Os digo esto porque ya no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir: por favor, espero que algún día podáis odiarme un poquito menos.

Os pido que no os separéis, papa y mamá. Solo viéndoos juntos y felices yo seré feliz.

Os echaré de menos y espero que algún día podamos volver a vernos en el cielo. Bueno, me despido para siempre.

Diego


Recuerdo perfectamente el día en que esta noticia salió a la luz; estaba en la cafetería de un buen amigo redactando parte de la metodología de la investigación de mi tesis.

Fue sencillamente aplastante; hacía pocos meses, en junio de 2016, se había producido el caso de Arancha. Una adolescente que también se había suicidado presuntamente por la persecución mediática de una serie de alumnos del centro educativo en el que estudiaba.

Aquello me horripiló de tal forma que no pude evitar llorar y empatizar con los padres, con el sufrimiento de ese niño que con tan solo 9 años había decidido suicidarse. Había optado por terminar con una vida que apenas comenzaba.

Después de aquello, obviamente tuve una larguísima conversación con mi director de tesis, la cual ayudo sin duda a que centrara definitivamente todo el marco de la metodología y gran parte del contexto teórico.

Estas líneas son un resumen de la investigación que realicé durante tres años y que dio como resultado la tesis que titulé Relaciones intergrupales y «ciberbullying» en el alumnado de ESO.

En estas páginas abordo un aspecto ciertamente complejo, de creciente interés no solo mediático, sino también social y, por supuesto, educativo. El bullying y su derivación a través de las redes sociales y TIC, el ciberbullying, son un fenómeno que se viene detectando en los últimos años en España y en el mundo. Se trata de un problema real que está causando auténticos quebraderos de cabeza en distintos sectores y en los componentes del sistema educativo; además, afecta de manera directa no solo al estamento docente en general, sino también a todos los miembros que lo componen, desde los propios alumnos a los padres, profesores y entidades relacionadas con los mismos.

Con la intención de dotar a estas páginas del peso que se merecen y poder ordenar las ideas, el presente libro constará de dos apartados; en primera instancia, un enfoque más teórico que indagará sobre la violencia desde los conceptos más generales a sus investigaciones y clasificaciones; posteriormente nos centraremos en el bullying escolar y el ciberbullying. En un segundo plano, este libro analizará la propia investigación y los resultados que se obtuvieron en ella.

Por eso quiero compartir los datos que conseguí, los resultados de mi investigación. Tal vez así todos juntos podamos hacer algo, tomar conciencia del problema que tenemos; una vez seamos conscientes y tengamos los pies en la tierra tal vez logremos empezar a educar y tomar medidas que, aunque difíciles, no son imposibles. Si empezamos a responsabilizarnos de nuestras acciones, tal vez haya esperanza después de todo.

PRIMERA PARTE

ESTUDIO SOBRE LA VIOLENCIA:
CONCEPTOS, TEORÍAS, TIPOLOGÍAS E INVESTIGACIONES SOBRE LA AGRESIVIDAD

Amanece un día más, el sol brilla,

pero, para mí, es tan solo un día gris más.

La rutina, rutina, pero en mi caso un infierno

adornado con la brisa matutina;

camino con paso lento y pesado,

pensando que no pasaré por lo que ya he pasado,

esperando que esos «desgraciados»

piensen que han errado.

Entro bajo el arco que marca el comienzo

de una travesía larga. Soportando la lacra de ser juzgado

en una sala llamada aula.

Donde el juez se viste igual que yo,

donde el verdugo se sienta cerca de donde estoy yo.

¿Qué he hecho yo para merecer lo que estoy recibiendo?

¿Y quién es él para infligir todo el mal

que me está matando?


SIRYAN NÜRG, Grandes esperanzas

1

LA AGRESIVIDAD:
CONCEPTOS, TEORÍAS Y TIPOLOGÍAS DE LAS AGRESIONES

La violencia es el miedo a los ideales de los demás.

(MAHATMA GANDHI)


Una chica de 16 años se ha suicidado este viernes en Madrid. Se despidió de sus amigas por WhatsApp y se tiró al vacío desde la sexta planta de su bloque de pisos. Estudiaba en un instituto del sur de Madrid capital, en el que había padecido acoso escolar, según denunció su familia hace apenas un mes. La menor, con discapacidad intelectual y motora, contó a sus profesoras que otro alumno del centro le exigía dinero y la coaccionaba con mensajes (Álvarez, 2015).


Esta es la noticia que salió a la luz a través El País y que rápidamente fue también recogida por otros muchos medios, alertando de una situación extrema que, por circunstancias varias y tras no haberse tratado adecuadamente en su origen, tuvo el final más trágico de cuantos podían relatarse.

Desde el año 2006, tras varios informes y ponencias por parte de entidades tanto públicas como privadas (como es el caso del Defensor del Pueblo, además de varias fundaciones como ANAR, Mutua Madrileña, organizaciones como Save The Children, AMACAE, entre otras muchas), se ha puesto de manifiesto y alertado del fenómeno del acoso escolar en las aulas de los centros educativos. El fenómeno suscitó interés, por lo que se procedió al estudio por parte de diversos investigadores con el fin de indagar sobre variables y factores que influyen en el bullying, consecuencias para los actores del bullying y, por supuesto, epidemiología e incidencia ante este fenómeno que, a fecha de hoy, está en boca de todos.

Lamentablemente, parece que la sociedad no es consciente de la gravedad de estas situaciones dramáticas hasta que la prensa se hace eco de algunas de ellas, como la que abre este capítulo y cuyo caso ha pasado a las hemerotecas como «caso Arancha».

Un largo peregrinaje por hemerotecas y medios digitales me ha llevado a constatar que poco o nada se habla sobre el fenómeno del bullying y ciberbullying hasta 2010. Desde ese año y hasta la actualidad, el crecimiento de este tipo de noticias ha sido exponencial, por lo que la ciudadanía está más informada de los planes de acción tutorial y las medidas gubernamentales.


Gráfico 1: Noticias encontradas en la hemeroteca digital de diversos periódicos a partir del año 2010


Fuente: elaboración propia

Como se puede observar en el gráfico 1, la proporción de noticias sobre el tema existente en los distintos medios de comunicación escritos va en incremento desde el año 2009, siendo especialmente destacados los años 2015, 2016 y 2017.

Pero, para poder entender el ciberbullying en su totalidad, considero importante no solo el análisis de la violencia y sus teorías, sino los roles que participan en este tipo de acciones, los efectos que tienen sobre los roles, los planes que existen para su prevención y, más importante, qué aspectos legales hay que tener en cuenta por tratarse de agresiones realizadas sobre menores.


1. Definición de agresividad, conceptos y teorías


Es inevitable en todos los seres vivos la conducta agresiva, puesto que dicho comportamiento obedece a uno de los impulsos más primarios.

El término «agresión» ha sido explicado y definido a lo largo del tiempo. Tanto en el reino animal como en los comportamientos humanos durante las sucesivas etapas evolutivas del hombre.

Agresión tiene su origen en el latín aggressio-ōnis. Según la definición de la RAE (2017), es «el acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño».

Sin embargo, esta definición es una de las muchas empleadas por distintas entidades y autores. Entre ellos destaco los siguientes.

Dollard, en 1939, definía la agresividad como aquella conducta cuyo objetivo es dañar a una persona o un objeto. Posteriormente, en 1961, Buss manifestó que la conducta agresiva era una respuesta que produce un estímulo doloso en el organismo.

Bandura, en 1972, concluyó que era una conducta adquirida y controlada por reforzadores, cuya naturaleza es perjudicial y destructiva.

En 1973, Patterson la definió como un evento aversivo dispersado contingentemente a las conductas de otra persona. Diez años después, Spielberger expresó que era una conducta voluntaria, punitiva o destructiva dirigida a una meta concreta, destruir objetos o dañar a otras personas.

Serrano, en el año 1998, puntualiza que es una conducta intencional que puede causar daño físico o psicológico. La RAE, en 2001, lo define como un ataque o acto violento que causa daño. Por último, en 2002, Anderson y Bushman manifestaron que era cualquier conducta dirigida hacia otro individuo que es llevada a cabo con la intención inmediata de causar daño.

En todas las definiciones existen elementos comunes, como la intencionalidad y las consecuencias negativas dentro de una amplia variedad expresiva, que por lo general se encuentra enmarcada en el aspecto físico. No obstante, como en cualquier definición, existen matices.

Según exponen Carrasco Ortiz / González Calderón (2006), «para algunos autores, centrados en el estudio sobre la agresividad física infantil (Tremblay, Japel, Pérusse, McDuff, Boivin, Zoccolillo y Montplaisir, 1999; Tremblay, 2003), ninguna de estas tres características ha de ser consustancial a la definición de esta conducta […] Por tanto, de acuerdo con estos autores, la delimitación de la agresión bajo estos presupuestos (diversidad, intencionalidad y aversión) no siempre se corresponde con la realidad y ha retrasado y dificultado el estudio de la conducta agresiva en los niños» (p. 8).

En nuestro caso, en que la investigación se concentra en la adolescencia, el criterio expresado por los autores que estudian las primeras fases del desarrollo es interesante, pero no puedo obviar las diferencias significativas existentes como consecuencia de la edad evolutiva de los sujetos, y con ellos variables en las conductas agresivas determinadas por la maduración cognitiva y el desarrollo psicosocial y moral del individuo.

Para tener una comprensión mayor de lo que implica la definición de agresión, y con ello llegar al foco de interés de este estudio, es importante matizar algunos aspectos conceptuales y no solo procedimentales.


a) Diferencias entre agresión y agresividad


La agresión se vivencia como un momento o una situación concreta, mientras que la agresividad es un estado permanente latente en el sujeto, que se manifiesta en todas las situaciones o en la mayoría de ellas.


b) Diferencias entre agresión, ira y hostilidad


Las definiciones en sí resultan ambiguas, por lo que no es de extrañar que en muchos estudios hayan llegado a solaparse.

La ira se refiere a una emoción, una de las cinco emociones básicas en los seres humanos, delimitada normalmente por la intensidad, y que fluctúa entre una leve irritación a una rabia o furia intensa.

La hostilidad es un conjunto de acciones negativas que desembocan en última instancia en la agresión y en conductas agresivas dirigidas a una meta concreta.


c) Diferencias entre agresión y violencia


Una definión válida es la expresada por Carrasco Ortiz / González Calderón (2006). «El término “violencia” se suele emplear para referirse a conductas agresivas que se encuentran más allá de lo “natural”, en sentido adaptativo, caracterizadas por su ímpetu, intensidad, destrucción, perversión o malignidad, mucho mayores que las observadas en un acto meramente agresivo, así como por su aparente carencia de justificación, su tendencia meramente ofensiva contra el derecho y la integridad de un ser humano, tanto física como psicológica o moral, su ilegitimidad, ya que suele conllevar la ausencia de aprobación social e incluso su ilegalidad, al ser a menudo sancionada por las leyes» (p. 10).

La OMS (2002) también define la violencia como «uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas posibilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones» (p. 5).


d) Agresión vs. delito y crimen


Hay que discernir y diferenciar que no siempre las conductas agresivas incurren en un delito o crimen. Estas dos últimas acciones están tipificadas por los diversos códigos penales de los distintos países.

Para la RAE (2017), un delito es «un quebrantamiento de la ley o una acción u omisión voluntaria o imprudente, la cual está penada por la ley».

Un crimen es un tipo de delito cuya gravedad reside en la acción voluntaria de matar o herir a alguien gravemente. En consecuencia, tan solo un determinado grupo de conductas agresivas podría llegar a considerarse como un delito o una acción criminal.


2. Explicación y teorías de las agresiones


La agresividad ha sido explicada desde multitud de enfoques; desde el de la biología a la psicología, sin obviar la antropológica, encontrando con ella numerosos enfoques y teorías que la explican.

Según expresa Gómez (2014, párr. 13), «la preocupación de los psicólogos por el fenómeno de la agresividad comenzó a sistematizarse a finales del siglo XIX con William James, quien lo definió como un “instinto”, idea que ampliaría más tarde Freud al considerarlo como un “impulso innato”».

En este apartado desarrollaré aquellas teorías de las agresiones más importantes y que resultan más afines a la investigación, sin ignorar el resto de las teorías, que siempre han sido un potente precedente de cara a revisiones y ampliaciones.


a) Teorías de las agresiones y los modelos instintivos


Perspectiva etológica, cuyos autores más relevantes son Tinbergen (1951) y Lorenz (1963). Esta teoría considera el comportamiento agresivo como un elemento intrínseco al proceso de selección natural. El comportamiento data de adaptaciones filogenéticas de bases fisiológicas, las cuales se modifican según la especie a través de secreción hormonal, impulsos nerviosos centrales y otras variables genéticas.

Perspectiva socio-biológica. El autor más representante es Wilson, en el año 1980. Este enfoque es considerado un modelo que defiende que la herencia genética está íntimamente relacionada con el aprendizaje.


b) Teorías de las agresiones y los modelos biológicos


Modelos neuroquímicos. Los autores de referencia son Weil y Malhherbe, en 1971; Persky, en 1985; Kandel y Dolan, en 2001. Según este enfoque, la agresión y las conductas agresivas se relacionan con la presencia de diversos neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina, que, según sus niveles de concentración, tanto por exceso como por defecto, verán modificada la conducta agresiva del sujeto. Por otro lado, la conducta agresiva está estrechamente asociada a niveles altos de adrenalina.

Modelos neuroendocrinos. Su representante fundamental es Kandel, el cual afirma que es innegable que las hormonas endocrinas afectan a ciertos comportamientos humanos. En el caso de las hormonas esteroides, como la testosterona, hacen que ciertos autores postulen que la conducta agresiva es más propia del sexo masculino que del femenino, por la presencia y los niveles de concentración de la citada hormona.

Modelos neurobiológicos. Los principales defensores de esta teoría son Raine, Buchsbaum y La Casse, en 1997; Drexler, Schweitzer, Quinn, Gross, Ely, Mamad y Kilts, Pietrini, Guazleelli, Basso, Jaffe y Grafmann, además de Blair y Cipolotti, en 2000. Para este enfoque, la agresividad está vinculada a una disminución en el funcionamiento y la operatividad de determinadas áreas prefrontales o lesiones en el córtex orbitofrontal y el gyrus parietal superior. Por otro lado, numerosos estudios destacan el papel del complejo amigdaloide y del hipotálamo en la aparición de diversas reacciones defensivas, entre las que se encuentran la ira y la agresión.


c) Teorías de las agresiones y los modelos del drive o impulso


Teoría de la excitación-transferencia. En 1979, Zillman, cuya base central de esta teoría es la «activación» a la hora de manifestar una conducta agresiva.

Un ejemplo que suele utilizarse en esta teoría es la del padre que llega extenuado tras un largo y duro día de trabajo y, ante cualquier mínimo estímulo o situación de conflicto –el llanto de un bebé, un plato que se cae y se rompe– se produce como reflejo un comportamiento agresivo.

Dicho comportamiento no se suele dirigir hacia el foco principal o desencadenante del comportamiento o excitación. Al contrario, arremeterá contra cualquier persona u objeto presente.

Teoría del síndrome AHA. Entre los años 1983 y 1995, autores como Spielberger, Reheiser, Sydeman y Moscoso expusieron que la conducta agresiva se relaciona con ciertas emociones como ira y hostilidad. Un acontecimiento genera una emoción –ira–, que se ve influida por una actitud negativa hacia los demás –hostilidad–, y puede desembocar en una acción violenta –agresión–, con consecuencias también de índole negativa.

Teoría de la frustración-agresión. Los representantes más destacados son Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears, en 1939, y Miller en 1941. Todos ellos ponen de manifiesto que la agresión y la conducta agresiva se produce cuando se genera una frustración o interferencia. Es decir, que la consecución de una meta u objetivo no se vean realizados. En revisiones posteriores, Miller concluye que la frustración no siempre encadena una agresión abierta. En ocasiones, los sujetos desarrollan alternativas para enfrentarse a la frustración. Cuando se logra esto, la tendencia agresiva queda inhibida.

No obstante, si la frustración permanece, es posible que, a pesar de estas alternativas, la agresión y el comportamiento agresivo aparezcan.

Teoría de la frustración-agresión revisada. Los principales autores son Pastore, Worchel, Averrill, Weiner, Graham y Chandler. En revisiones posteriores se ha demostrado y matizado la relación existente entre frustración y agresión. Para que exista un comportamiento agresivo es necesario que se den determinadas características, entre las que destacan:

1) Su carácter de arbitrariedad, injusticia o ilegitimidad.

2) El grado de satisfacción anticipada de la meta que se frustra y la atribución de intencionalidad que se hace sobre la fuente que frustra.

Teoría de la aproximación conductual y desde la psicología animal. En 1975, expuesta por Keehn y Ulrich. El modelo conductual determina que la agresión es una conducta dependiente de las condiciones ambientales; como consecuencia, si se controla este factor, la agresividad se verá mitigada.

Primera formulación de Berkowitz. En 1970, sus primeras conclusiones se explican a partir de los principios del condicionamiento clásico. Posteriormente modificó su teoría con elementos cognitivos que detalló en sus investigaciones.


d) Teorías de las agresiones y los modelos basados en la aproximación cognitiva


Aproximación cognitiva neoasociacionista. Entre 1983 y 1993, Berkowitz propone un nuevo modelo por el que la agresividad, a la que denomina agresión aversivamente estimulada, es el resultado del afecto negativo producido por la experiencia de un suceso o acontecimiento desagradable. Para Berkowitz, el modelo explicativo de la conducta agresiva quedaría representado en la siguiente secuencia:

1) Un acontecimiento aversivo genera un afecto negativo o sentimiento desagradable.

2) Por su vinculación con pensamientos, recuerdos, reacciones expresivas motoras y otras emociones negativas asociadas a una tendencia de lucha, generan finalmente un sentimiento de ira rudimentario, que finalmente conduce a las inclinaciones conductuales agresivas, consistentes, bien en arremeter contra un blanco disponible, bien en la urgencia de herir a alguien. Si el sentimiento derivado del afecto negativo da lugar a un sentimiento de temor rudimentario, fruto de las asociaciones a pensamientos, recuerdos o reacciones expresivo-motoras correspondientes a una tendencia de huida, el resultado, en lugar de la ira y la agresión, sería de terror, y sus inclinaciones conductuales, de escape.

Teoría social cognitiva de Bandura. Entre los años 1973 y 1986, Bandura defiende que la agresión es causada por los procesos de pensamiento sobre la motivación. Es decir, que la conducta está determinada por la interacción con el ambiente, los factores personales y conductuales. En cuanto a los factores cognitivos, se ha de tener en cuenta, como centro fundamental de interés, los procesos vicarios, la autorregulación y la autorreflexión del sujeto. Según Bandura, la conducta agresiva se suele mantener siempre que constituya para el agresor un medio de lograr beneficios y satisfacer sus objetivos.

Desde su análisis del aprendizaje social de la agresión, este mismo autor expone tres tipos de mecanismos:

Mecanismos que originan la agresión. Entre estos destacan el aprendizaje por observación y el aprendizaje por experiencia directa.

Mecanismos instigadores de la agresión. Otros procesos que propician la conducta agresiva son la asociación del modelado con consecuencias reforzantes, la justificación de la agresión por el modelo como socialmente legítima, la aparición de activación emocional y la aparición de instrumentos o procedimientos específicos para propiciar un daño.

Mecanismos mantenedores de la agresión. Estos mecanismos se refieren al reforzamiento externo directo. Ejemplo: recompensas materiales o sociales, disminución de una estimulación aversiva, reforzamiento vicario y autorreforzamiento.

Modelo del déficit en el procesamiento de la información. Sus defensores son D’Zurilla y Goldfried, en 1971; Weiner, en 1985; Dodge y Coie, en 1987; Huesman, en 1988; Dodge y Crick, en 1990 y 1994; por último, Pakaslahti, en el año 2000. Según esta teoría, los distintos factores emocionales, conductuales, fisiológicos y sociales son los responsables de la memoria sociocognitiva, responsable de actuar en la mediación de los problemas. Así, los sujetos agresivos tienden a tener o mostrar dificultades en la búsqueda de estrategias adecuadas.

En el año 2000, Pakaslahti propone unas fases que se dan durante el procesamiento de los conflictos, y que diferencia a los sujetos agresivos de los no agresivos:

Fase 1. Orientación hacia el problema social.

Fase 2. Interpretación y análisis de la situación.

Fase 3. Formulación de una meta.

Fase 4. Generación de estrategias para resolver y manejar el problema.

Fase 5. Evaluación de la estrategia más adecuada para resolver el conflicto.

Fase 6. Ejecución conductual de la estrategia mejor evaluada.

Modelo de Huesmann. Acuñado por Huesmann en 1988 y posteriormente por Huesmann y Miller en 1994. En este enfoque se propone la hipótesis del guion. Según este autor, la exposición a imágenes violentas, de la televisión en concreto, son las responsables de los comportamientos agresivos. Los guiones son interiorizados desde la infancia. En consecuencia, condicionará la respuesta del sujeto ante determinadas situaciones. Para que un guion se constituya son necesarias las siguientes condiciones:

1) Que los eventos ocurran en el ambiente.

2) Que las personas puedan comportarse como respuesta a esos eventos.

3) Que la emisión de las respuestas resulte con la probabilidad esperada y deseada.


e) Teorías de las agresiones y los modelos de dinámica familiar y agresión


Modelo de la coerción de Patterson. Patterson, entre 1982 y 1986; DeBaryshe y Ramsey, en 1989, y más recientemente Eddy, Leve y Fagot, en el año 2001. Ponen de manifiesto la importancia de los patrones coercitivos que muestran los ciudadanos a la hora de manifestar conductas agresivas. Se entiende por patrón coercitivo la situación que se da entre un adulto y un niño, en la que en una interacción cada uno de los sujetos trata de imponer su criterio al otro, reprimiendo la idea o el deseo de la otra parte. Esta situación produce una escalada de la tensión entre ambos sujetos.

Modelos centrados en los hábitos de crianza. Patterson y Olweus, en 1980; Hanson, Henggeler, Haefele y Rodick, en 1984, y Gershoff, en 2002. Todos los autores proponen un modelo específico de conducta que se da entre padres e hijos. Este enfoque subraya cómo determinados modelos de crianza parental fomentan la conducta agresiva. Ejemplo: el rechazo de los padres, los problemas y falta de apoyo en aspectos afectuosos, la falta de supervisión o la comunicación deficitaria.

Modelo del apego. Bowlby, entre 1969 y 1980; Ainsworth, en 1979; Cohn, en 1990; Greenberg, Speltz y DeKlyen, en 1993, y Lyons Ruth, en 1996. Su hipótesis se basaba en que las experiencias tenidas con los cuidadores, progenitores, son interiorizadas y asumidas como modelos de referencia sobre otros.

Si las figuras de apego son sanas, el desarrollo será correcto, pero si las figuras de crianza son desajustadas, el niño interiorizará modelos hostiles, desconfiados e inciertos. De estos últimos modelos, el niño desarrollaría una tendencia a mostrar comportamientos agresivos.

Modelo del desarrollo de la conducta agresiva de Olweus, desarrollada en 1980. La hipótesis principal en el comportamiento agresivo parte de dos aspectos. Por un lado, el propio temperamento difícil del niño y, por otro, rechazo de las figuras paternas, en especial de la madre.

Olweus también decía que la conducta agresiva se debe fundamentalmente a una disciplina autoritaria y disciplina permisiva. Las mayores consecuencias se detectaron en las actitudes demasiado permisivas y en las de rechazo materno.


Tabla 1. Resumen de las teorías de las agresiones
Modelos instintivos Perspectiva etológica Perspectiva sociobiológica
Modelos biológicos Modelos neuroquímicos Modelos neuroendocrinos Modelos neurobiológicos
Modelos del drive o impulso Teoría de la excitación-transferencia Teoría del síndrome AHA Teoría de la frustración-agresión Teoría de la frustración-agresión revisada Aproximación conductual y desde la psicología animal Primera formulación de Berkowitz
Aproximación cognitiva Aproximación cognitiva neoasociacionista Teoría social cognitiva de Bandura Modelo del déficit en el procesamiento de la información Modelo de Huesmann
Modelos de dinámica familiar y agresión Modelo de la coerción de Patterson Modelos centrados en los hábitos de crianza Modelo del apego Modelo del desarrollo de la conducta agresiva de Olweus


3. Tipologías de las agresiones


Debido a la naturaleza multidimensional de la agresión y los comportamientos agresivos en general, existe un amplio espectro en el cual debe tenerse en cuenta tanto los factores fisiológicos como los psicológicos.

En los últimos años, muchos autores han propuesto diversas clasificaciones, en las que aparecen a menudo matices muy sutiles.


Tabla 2. Clasificación de las agresiones según su naturaleza
Autores Tipos de agresiones Descripción
Buss (1961); Pastorelli, Barbarelli, Cermak, Rozsa y Caprara (1977); Valzelli (1983); Galen y Underwood (1997) Agresión física Ataque a un ser vivo mediante armas o elementos corporales, con conductas motoras y acciones físicas que implican daños corporales.
Agresión verbal Respuesta oral que resulta nociva para el otro a través de insultos o comentarios de amenaza o rechazo.
Agresión social Acción dirigida a dañar la autoestima de los otros, su estatus social o ambos, a través de expresiones faciales, desdén, rumores sobre otros o la manipulación de las relaciones interpersonales.

Fuente: Carrasco Ortiz / González Calderón (2006).

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