Kitabı oku: «La isla de la Resurrección»

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La isla de la resurrección.

La vida y muerte de

James Vileneuve

Iván Escobar

La isla de la resurrección.

La vida y muerte de

James Vileneuve


Primera edición: marzo de 2021

© Grupo Editorial Insólitas

©

ISBN: 978-84-122773-4-0

Difundia Ediciones

Hilarión Eslava, 30

28015 Madrid

info@difundiaediciones.com

www.difundiaediciones.com

Todos los personajes, establecimientos, organizaciones y otras denominaciones de este libro, son absolutamente ficticios y provienen exclusivamente de la mente del autor.

Cualquier parecido con la realidad es sólo coincidencia.

El único objetivo siempre ha sido contar una historia cautivadora, sin transgredir al lector de ninguna forma posible.

I. EL AGUJERO

Despierto. Abro mis ojos después de unos segundos y me doy cuenta que no recuerdo nada. Nada de nada.

¿Cómo es posible?

¿Dónde estoy? Al parecer en un agujero donde sólo hay oscuridad. No siento nada más, además de donde estoy acostado… es como una tela de alfombra. Es cómodo, podría dormir horas aquí, de hecho, creo que lo hice, pero siento que el espacio no es muy grande.

¿Quién soy? Ya empiezo a recordar algunas cosas y dentro de ellas a esa paranoica y rebelde mujer rubia, gritando con ira mí nombre, una y otra vez…

—¡James! ¡James!

¿Quién es esa mujer? Rememorarla hace que me duela el estómago. Creo que la odio, aunque siento un poco de atracción por ella, mejor dicho, ahora que la recuerdo mejor, siento que enloquezco con tan sólo ver su cara, sus ojos de color “azul como el mar” y su hermoso cuerpo. La amo. Pero, ¿por qué?

¿Recuerdo a alguien más? No. ¿Por qué no recuerdo? ¿Tendré algún tipo de enfermedad que me imposibilita recordar lo que me ha pasado? ¿Amnesia, Alzheimer? Creo que Alzheimer no sería mi caso, debido a que aún soy un hombre de cuarenta años que está muy lejos de la tercera edad. Ya veo, empiezo a recordar algunas cosas mientras pienso…

Pero, más importante aún, ¿Por qué estoy aquí? Me siento como en casa. No hay sonidos, existe la tranquilidad absoluta y creo que estoy donde quiero estar. Súbitamente, comienzo a ver una pequeña, diminuta luz a un costado de este agujero, que en realidad ya no parece un agujero sino una simple habitación aislada del resto del mundo. Debe ser un manicomio. Me acerco a la luz y veo una ventana hacia el interior de una casa. Al juzgar por los muebles de aquella habitación, esa debe ser la sala de estar de la residencia. Hay una mujer sentada en la silla, cosiendo algo. Creo que es un pantalón.

Su nombre es Clara.

Por cada segundo que paso mirando a esta mujer, me doy cuenta que conozco cada detalle de su existencia y que la amo profunda e incondicionalmente. Su cabello pelirrojo, sus ojos de color verde esmeralda, su tez blanca, limpia y pura, su cuerpo robusto, pero no exagerado, hacen que mi cara sonría y que mi cuerpo sienta hormigueos. Clara, la mujer más bella y buena que he conocido en mi vida, y estaré agradecido de por vida por lo que ha hecho por mí. Ahora que lo pienso… ¿qué hizo por mí? No lo recuerdo, sólo siento agradecimiento hacia ella.

Entonces, en este agujero, hay un hombre que no recuerda ni cómo, ni cuando, ni por qué llegó ahí, y pero sí recuerda dos mujeres, de dos distintas maneras muy especiales. De una mujer siente que está encantado por ella, que tiene la suerte y placer de estar o haber estado a su lado, que todos los días son especiales gracias a su cariño, su amor y su bondad, y de la otra mujer siente que está locamente, obsesionado por tenerla, la desea tener entre sus brazos. Lo único que sé es que nadie puede estar con dos mujeres a la vez… al menos en esta cultura, por lo tanto, deduzco que cada una de ellas pertenece a una determinada época de mi vida, y con esto, asumo que en el presente estoy con Clara, más allá que recuerde a la rubia sin nombre, como si fuera ayer.

En fin, si dejamos de lado a estas dos personas, quizás nada de mi vida vale la pena recordar. ¿Será el “destino”, quien ha decidido esto? ¿Es una prueba de Dios? ¿Es una oportunidad para empezar de cero? Quizás deba tomarlo como tal, no sé si esta es mi vida ahora, pero trataré de comportarme correctamente hasta empezar a recordar cosas, y espero que así, mi vida pasada comience a tener sentido. Creo que llegó la hora de salir de aquí.

Busco cuidadosamente por las paredes, la puerta de esta habitación oscura, y lo primero que encuentro es un interruptor, el cual ansiosamente oprimo. Se enciende la luz de la habitación levemente, y veo que no hay nada de muebles, excepto una alfombra roja que cubre todo el piso del cuarto, paredes blancas y brillantes, y en una de éstas, un solo aparato. Es un calendario, pero no cualquier tipo de calendario, sino que uno electrónico. Esto me da a entender que su diseño extremadamente avanzado exclama a gritos cuán pasado de moda estoy. En el encabezado de éste, contiene el año, más abajo el mes y el día, posteriormente la hora, los minutos y segundos transcurridos. Así, puedo darme cuenta que estamos en el año 2025, en el mes de Julio, el día siete y que son las ocho horas con dieciséis minutos y cuarenta segundos. Un dato absolutamente irrelevante para mí, debido a que no recuerdo ni siquiera si este año indicado en el calendario es legítimo o es parte de una broma. Lo único relevante para mí es el hecho de que el calendario está aquí, en esta habitación, porque probablemente fue diseñado para mi enfermedad. Estoy asumiendo con esto que están haciendo un experimento conmigo, quizás llevo muchos años aquí en un sueño muy, muy profundo, o tal vez sólo estoy loco y esto de olvidar las cosas me pasa siempre.

Lo próximo que miro, es mi ropa. Estoy usando una especie de pijama. Así que, más preguntas. ¿Yo duermo aquí? ¿Esta es “mi” habitación? ¿O sólo vine a tomar una siesta y desperté no recordando nada, luego me dejaron acá porque soy un ebrio o drogadicto, y la forma más segura de tenerme encerrado es en una habitación con un calendario electrónico dentro? Son varias opciones.

Al asomarme por la ventana, veo que Clara voltea a verme y veo esos ojos de los que me enamoré, y siento nuevamente que se me eriza la piel de una forma indescriptible. Pero al momento que fija su mirada en mí, sus facciones realizan una expresión de sorpresa, pero a la vez desilusión, y en menos de un segundo, vuelve a trabajar en el pantalón que está cosiendo. Pero, ¿por qué ha hecho eso? ¿Le hice daño a esta mujer, que me dio esa fría mirada? Se me llenan los ojos de lágrimas y un fuerte dolor se despliega en mi pecho, es un dolor de culpa por lo que había sucedido. Lo sé de alguna forma. Lo más sabio será esperar un momento antes de salir, por mi propio bien.

Estuve sentado por los siguientes veinte minutos… o quizás más, analizando la situación. ¿Estaré loco? ¿Cuáles pueden ser mis primeras palabras al momento de salir de aquí? Sólo diré “hola” y vemos que sigue después. No debiera preocuparme tanto, algo me dice que soy bueno para reaccionar e improvisar como todo un “galán”, ante este tipo de situaciones. Giro la manija de la puerta lentamente, y finalmente salgo de la habitación, muy temeroso. Camino hacia ella y antes de saludarla, ella se adelanta y me dice:

—Así que decidiste salir de tu agujero, James.

—¡Hola! —le digo.

Después de lo que le dije, hubo silencio durante algunos segundos, y ella siguió con su trabajo.

—¿Cómo dormiste? —pregunta sin mirarme.

—¡Bien! Gracias —le digo.

Después de esa absurda respuesta, ella no se dirigió más hacia mí, y se dedicó a su trabajo. Creo que entendí en ese momento, que ella supo lo de mi memoria y creía que yo la recordaría mejor. Sabe que estoy enamorado de ella, sin duda, pero trataré de que ella me lo diga primero.

—Tengo una pregunta —le digo siendo irónico, debido a que tengo un millón de ellas en este momento—. ¿Por qué me diste esa mirada?

—Tú sabes por qué lo hice —me responde con un tono de voz muy frío.

—No. No lo sé, lo prometo.

—¿Ah, sí? Eso es típico de ti.

—Quisiera saberlo, pero no puedo recordar nada de nada. Sólo recuerdo que tu nombre es Clara y que te amo.

Ella me mira con cara de sorprendida nuevamente y con mucha emoción, casi salen lágrimas de sus ojos. No pude controlarme, sólo lo dije. En esta ocasión, no puedo intuir si es una sorpresa de felicidad o tristeza. Le pregunto:

—¿Estás sorprendida porque no recuerdo nada? Al parecer ya me ha pasado antes esto y tú debieras saberlo, pude notarlo por el enorme calendario que hay en esa habitación.

—No estoy sorprendida por eso —me dice.

—Entonces, ¿por qué te sorprendiste? —le pregunto.

—¡Porque dijiste que me amabas, James! —exclama con mucha conmoción, y esta vez las lágrimas sí caen de sus ojos—. Hace mucho tiempo que no me lo decías de esa forma.

En realidad, no pensé en decirle que la amaba, son palabras que han salido sin permiso de mi boca, pues lo que siento por ella es demasiado fuerte. Tanto la amo, que me parece raro que no se lo haya dicho en mucho tiempo. ¿Acaso soy una persona que no demuestra sus sentimientos a nadie? Puede ser que por eso sentía este dolor tan fuerte dentro de mi pecho. Me lo estaba guardando al parecer, y eso hace que mi amor por ella crezca dentro de mí, y mientras no pudiera expulsar ese sentimiento, sería un peso que traería conmigo toda la vida.

—Quizás eres distinto esta vez, James —me dice sin mirar y volviendo a ser indiferente—. Quizás este “reseteo” sea distinto a los demás, y ahora sí las cosas puede cambiar.

—Espera un momento… ¿un “reseteo”? —le pregunto desconcertado.

—Eso es lo que te hace “no” recordar.

—¿Y por qué dices que este “reseteo” sea distinto al de los demás? No entiendo.

—Es que en las últimas ocasiones eres poco sincero, nunca me dices lo que realmente sientes. Nunca me había pasado que me dijeras de un principio que no recordabas nada, y sobre todo… que me ames —sus ojos volvieron a inundarse de lágrimas.

Ahora entiendo, porque lo primero que pensé fue en no decir nada. Esa es mi personalidad entonces, soy una persona poco sincera, por sobre todas las cosas. También debo tener un lado bueno, supongo, sino ella no estaría conmigo. Volviendo al tema, le respondo:

—De verdad es lo que siento, Clara. No sé porque no te lo dije antes, ya que es un sentimiento muy fuerte.

—Eso hubiese servido mucho mientras estábamos juntos, James.

—¿Ya no lo estamos? —pregunto ilusionado.

—Hace mucho tiempo.

Qué lástima. ¿Qué hiciste, James, para echar a perder esta relación? ¿Acaso eres un idiota? ¿Cómo pudiste dejar a esta mujer, si aún la amas? O quizás puede ser que ella me haya dejado.

—Piensas mucho —me dice Clara—. Se te nota. ¿Quieres recordar?

—Cuando hablas de reseteo, ¿a qué te refieres?

—No fueron mis palabras, fueron las del doctor Reed. Tú sabes, yo no puedo explicar cosas científicas como esas. Mejor vamos a verlo mañana, si tú quieres, y así él te explicará bien.

—Está bien. Vamos a verlo mañana —le digo muy entusiasta.

—Ahora ve a descansar, es tarde.

—¿Dónde duermo?

—Actualmente estabas durmiendo en tu “agujero”. Pero tu habitación es la de allá —me indica con el dedo.

—¿Y tú?

—Dormimos en habitaciones separadas, James —me dice sonriendo—. Es lo primero que debes saber.

—Está bien, buenas noches —le digo riendo.

Llego a mi cuarto. Es grande y bonito. Tengo un televisor, una cama, un closet y un mueble para guardar cosas. La habitación tiene olor a “nuevo”. Parece que nadie ha estado aquí en mucho tiempo. Está todo limpio. Supongo que tendré que esperar hasta mañana para poder entender más mi vida.

Ya se hizo de día, no pude dormir nada. Eso me pasó por estar tan ansioso por saber lo que me diría el doctor. Imaginé tantas cosas… Prefiero no pensar nada mejor, hasta ir a verlo.

De repente, empiezo a sentir un dolor en mi cabeza, y un sonido muy fuerte y agudo, como un cambio de sintonía de radio, que se acerca hacia mí, o creo que está dentro de mi mente sonando cada vez más fuerte. Trato de calmarme y de no pensar nada, pero el dolor sigue creciendo, y los ruidos también. De pronto, todo se vuelve de color gris, similar a un cambio de canal de esos televisores antiguos. ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué ese sonido y esas visiones? ¡El dolor crece y crece! ¡No puedo controlarlo…!

El dolor y los ruidos súbitamente desaparecen. Abro mis ojos, y al parecer yo también desaparecí...

Me doy cuenta que me encuentro en otro lugar. Es un lugar oscuro, donde hay un viento muy fuerte que me hace asumir que estoy afuera de mi casa, en otra parte que no conozco. Al recobrar completamente mi vista, noto que estoy en el medio de una calle, acostado de espaldas. A cierta distancia mía, hay un hombre tendido en el piso también. Estamos rodeados de árboles. ¿Qué es esto? ¿Un bosque? Estoy en una especie de carretera, o algo así. Pero, ¿cómo llegué aquí? Si estaba en casa con Clara. ¿O eso era un sueño, y esto es la realidad? No lo sé, esto se siente muy real, a decir verdad. Tengo tanto frío que me dan ganas de gritar. Me cuesta trabajo moverme, la persona a algunos metros de mí aún sigue inconsciente.

Después de algunos segundos, empiezo a sentir la sensibilidad de mis piernas y brazos. Puedo moverme. Siento que todo mi cuerpo recobra el sentido de a poco. Mientras estoy a punto de levantarme del suelo, escucho una voz, que grita desde lejos. Apenas esta voz se empieza a acercar, puedo distinguir abiertamente lo que está diciendo:

—¡James! ¡¿Dónde estás?! ¡James!

Al escuchar esto, sé inmediatamente de quien se trata. Es la rubia de ojos azul mar. Me está buscando. Decido gritarle, para que me encuentre, pero… no puedo. No me sale la voz. ¿Acaso me quedé mudo? Empiezo a ver la silueta de esta mujer que se acerca, pero no hacia mí, sino al otro hombre que está en el piso. Llega a donde se encuentra él y le dice:

—¡James! ¿Dónde has estado, amor? Te busqué por todos lados.

Me acerco lentamente a ver al hombre acostado, y me doy cuenta que es… ¡soy yo! Soy yo, pero más joven, quizás una década atrás. ¿Por qué me pasa esto? ¿Será simplemente una visión? ¿O un recuerdo real de mi vida? De todas formas, si es un recuerdo, siento como si de verdad estuviera aquí, aunque realmente no lo estoy, considerando que mi otro “yo” está aquí con la rubia.

—¿Amor, que te ha pasado? Estás cubierto de sangre… ¿Estás herido? ¿Te duele algo? —Me pregunta de forma muy cariñosa y preocupada.

—Te amo, Amanda, te amo —le responde mi otro yo, despertando muy mal herido.

Su nombre es Amanda. Ella está, o al menos, estuvo enamorada de mí, y yo de ella, y ciertamente estuvimos en una relación. Pero, ¿Qué me pasó esa noche? ¿Por qué estaba en el medio de la calle todo ensangrentado y herido? Obviamente no lo recuerdo. Luego Amanda y el joven James se levantan cuidadosamente, y Amanda le dice:

—Vámonos, amor. Vamos a casa.

Se van caminando lentamente, a través de los árboles. El joven James cojea y se queja durante el camino, Amanda cuidadosamente lo sujeta de un brazo. Decido seguirlos lentamente. Yo también estoy herido, al parecer, pero no tengo ninguna herida en mi cuerpo, sólo me cuesta trabajo caminar. Se dirigen a una casa grande, blanca y muy iluminada, que se encuentra dentro del bosque. Esa no es mi casa. Quizás es la de ella. Este es un pequeño pueblo que se encuentra rodeado de árboles y asumo ahora que ambos vivíamos en ese lugar, juntos.

Justo antes de verlos llegar a la casa, empiezan nuevamente los sonidos de cambio de sintonía de radio, que se acercan hacia mí de manera muy fastidiosa. Todo se empieza a poner gris nuevamente. No hay dolor de cabeza, aunque mucho ruido. Todo se torna borroso y, en menos de un segundo, se va el ruido y también la imagen de la casa que estaba mirando, donde se supone que vive Amanda y el “joven” James, y en un abrir y cerrar de ojos, vuelvo a la casa, donde me encuentro a Clara frente a mis ojos. Está mirándome mientras yo estaba acostado teniendo esa visión… o recuerdo. Apenas me ve reaccionar me pregunta preocupada:

—¿Qué pasa, James? ¿En qué piensas?

—Tuve un sueño muy raro.

—¿Sueño? —pregunta extrañada— ¿Por qué dices que fue un sueño si estuviste con los ojos abiertos todo el tiempo? Llevo mirándote durante diez minutos, te hablaba y no contestabas. Esto nunca te había pasado.

¡¿Qué?! Si esto nunca me había pasado, entonces, ¿qué pudo haber sido eso? Ella sorprendida me pregunta:

—¿Qué pasó entonces? ¿Recuerdas algo?

—Si. Estaba acostado, escuché un sonido como de radio, después empecé a sentir un fuerte dolor de cabeza. El sonido y el dolor se hicieron cada vez más grandes y después… ¡me fui!

—¿Te fuiste? —pregunta desconfiadamente.

—No sé cómo, pero ya no estaba aquí, en esta habitación. Estaba en una carretera en medio de la calle, me encontré a mí mismo en el suelo y una chica llamada Amanda me estaba buscando.

—¿Amanda? ¿Estás seguro?

—Sí.

—Entonces no me interesa tu sueño —me dice seria—. Mejor arréglate que ya nos vamos donde el doctor Reed.

Ciertamente supe, por alguna razón, que no debía mencionarle a Amanda, pero lo hice de todas formas. Quería saber si la conocía y, en efecto, demostró que sí. ¡Qué bueno que me interrumpió y no llegamos a la parte que le decía que la amaba! Eso hubiese sido incómodo. Bueno, quizás por eso lo hizo, Clara no quería escuchar esa parte. Entonces conoce toda mi historia con Amanda.

Salimos de la casa, camino hacia el hospital. Mientras transitamos en dirección a nuestro destino, pasamos por algunas avenidas donde pasea mucha gente y también autos circulan por la calle. Presiento que estamos en una zona central de una ciudad, debido a la cantidad de personas recorriendo las calles. Me doy cuenta que mientras converso con Clara, varias personas me miran fijamente, al menos una vez, mientras que otros se quedan mirándome disimuladamente, pero por mucho tiempo. ¿Qué les pasa a estas personas? ¿Acaso nunca habían visto un tipo tan “apuesto” como yo? ¿O acaso será que olvidé ponerme pantalones? Me miro de pies a cabezas, para asegurarme de saber si hay algo raro en mí, luego miro a Clara, a quien la llevo tomada de la mano, y ella me dice:

—No te sorprendas, James, eres un hombre millonario. Hay gente que te conoce, por eso te miran.

—¿Millonario, yo? —le pregunto asombrado.

Llegamos a una plaza que está rodeada de gente también. De todas las personas que veo en la plaza, hay una persona que me llama particularmente la atención. Es un hombre de piel morena, pelo negro y corto, con una poco de barba. Este hombre me da curiosidad, pues lleva un cartel grande y blanco, que dice:

“¿Por qué escoge esta vida, señor Vileneuve?”

Me parece extraño el mensaje sin sentido que entrega este hombre, y de alguna forma se me queda trabado en la mente. ¿Por qué escoge esta vida, señor Vileneuve…? Creo que Clara no lo vio. ¿Está insinuando este hombre, que la persona a la que dirige esas palabras, debe suicidarse? “¿Por qué escoge esta vida?”, es como decir… ¿Porque sigues viviendo? ¿Por qué lo haces?

En fin… llegamos al hospital donde atiende el doctor. Es el “Hospital Central de Tampa”, eso me da una pista de donde estamos. Me encanta Florida y me encanta aún más el calor, ahora que lo recuerdo. Pido a la recepcionista que por favor nos deje ver al doctor, ya que no teníamos reserva con él. La recepcionista llama al doctor, y él accede a atendernos. Nos dejaron esperar en la puerta de su oficina, hasta que terminara de atender a su paciente actual.

Transcurridos algunos minutos, vemos que la puerta de la oficina se abre, sale un paciente de ésta, y el doctor se despide de él. Mientras cierra la puerta, le grito:

—¡Doctor Reed!

—¿Si? —responde él.

—Soy yo, James. ¿No me recuerda?

El doctor me observa, me reconoce inmediatamente y me dice:

—¡Hola James, tanto tiempo sin vernos! He estado ocupado en estos días, pero pasa, por favor.

Ingresamos a su consulta médica, la cual contiene muchas cosas tradicionales de una oficina de doctor, pero el único detalle distinto, es que el doctor tiene muchas cajas de píldoras en su mesa. Obviamente debe tratarse de un loquero, y yo antes de esto, debí estar tomando quince píldoras al día cada seis horas.

—Doctor, le presento a Clara —le digo—, aunque ustedes ya deben conocerse.

—Sí —dice el doctor, agachando la cabeza y mirándome extrañamente—. Hola, Clara.

—Hola, doctor —responde Clara educadamente—, es un gusto verlo otra vez.

¿Qué fue esa mirada del doctor Reed? ¿Acaso no se lleva bien con Clara? ¿Cómo es que alguien pueda odiar a esta bella mujer? No lo entiendo. Pero no quiero preguntar nada más, sólo dejaré que el doctor examine mi archivo. Mientras está buscando, le pregunto:

—Doctor, quiero saber a qué se refiere Clara con “reseteo”. ¿Es así como denominó mi enfermedad?

—Esa no sería mi explicación profesional, lo dije de esa forma para que me entendieran. Tu caso, James, es denominado “mentis capitii textilem”…

—¡Cielos! —exclamo.

—…que es un término en latín que significa “Agujero mental”. Esta enfermedad habita en individuos muy especiales, cuya inteligencia es superior al resto de la población humana.

—¿Está seguro que habla de mí, doctor? —le pregunto irónicamente.

—Si bien es una neuropatología, o sea, una enfermedad relacionada con las neuronas, no quiere decir que es una enfermedad degenerativa, como el Alzheimer. De hecho, tu cerebro está en buenas condiciones.

—¡Qué bueno saber eso! —le digo aliviado.

—La explicación más simple es: Nuestro cerebro contiene placas, éstas contienen la información de nuestra vida y de lo que sabemos, es decir, todos nuestros recuerdos, gustos, preferencias, etcétera. La mente, en individuos como tú, tiene tanta información, que no puede retenerla en el espacio físico residente del cerebro. Debido a esto, el subconsciente almacena “agujeros”, casi intangibles al ojo humano, y en éstos arroja información, para así no dañar mayormente al cerebro y provocar la muerte del individuo. La información perdida es “guardada”, y que según un estudio realizado, puede ser muy variable. Una persona puede olvidar cinco minutos, así como puede olvidar cinco años.

—Yo he olvidado todo, doctor. Lo único que recuerdo es a Clara y a Amanda, aparte de eso nada más.

—¿No recuerdas nada de tu vida, James? —Pregunta el doctor— ¿Estás seguro? ¿A mí tampoco me recordabas?

—No, doctor. Nada de nada.

—Esto sí es extraño —me dice sorprendido—. Es primera vez que te ocurre. También noto que tu personalidad ha cambiado. Otras veces has llegado más arrogante y presumido, asumiendo que sabías lo que te pasaba, o al menos eso fingías. Ahora eres un tipo nuevo. Se nota. Quizás nunca más te pase nuevamente esta enfermedad.

Al parecer era una persona que no tenía muchos amigos, mi “inteligencia superior” me hacía un hombre demasiado seguro de mí mismo. Recordando lo que me sucedió anoche, le menciono al doctor:

—Pero creo que aunque el ciclo de mi agujero mental ya terminó, hay otro que está empezando.

—¿A qué te refieres? —me pregunta el doctor.

—Tuve un recuerdo anoche, pero antes de eso, sentí un fuerte dolor de cabeza, y muchos ruidos, luego escuché como un cambio de sintonía radial, y desaparecí de mi casa. Después de unos segundos, aparecí en otro lugar. No era sólo un recuerdo, sino algo tan real, que sentía que estaba allí, además me vi a mí mismo allí, más joven, junto con Amanda.

Clara me observa enfadada. El doctor se queda pensando por un rato, y después sonríe, demostrando saber lo que ha sucedido, me mira y me dice:

—Es por eso que soy y me gusta ser doctor. Creo que la naturaleza es tan perfecta como nadie lo podría imaginar. Lo que supongo que debe estar sucediéndote en este momento, es que tu subconsciente está reuniendo la información que envió al agujero, colocándola nuevamente donde corresponde y al hacerlo, tú empiezas a recordarlo todo. Ahora, me imagino que es demasiada actividad eléctrica dentro de tu cerebro, y los dolores deben reflejar eso. Una actividad como tal no puede pasar desapercibida. Probablemente vendrán más de esos síntomas y sonidos de sintonía radial, como dices, y espero que no acaben contigo.

—Pero doctor, ¿cómo sé que eso fue real? —le pregunto.

—No sé si fue real. Pregúntale a la chica rubia si fue real.

No tengo idea donde está Amanda. ¿Cómo podría saber, sólo yo, si esas imágenes ocurrieron en algún momento de mi vida? Y sólo estuvimos ella y yo esa noche. Sé que lo que debo hacer ahora es encontrar a Amanda, pero no creo que sea bueno que Clara lo sepa. Trataré de hacerlo de forma discreta.

—Bueno, eso es todo. Me imagino que si tiene más problemas me vendrá a ver, ¿no? —dice el doctor.

—Obviamente que lo haré, hasta luego doctor Reed —le digo mientras le extendí mi mano.

—Hasta luego, señor Vileneuve.

Mi mente se queda en blanco por un momento.

—¿Señor Vileneuve? —le pregunto confundido.

—¿Acaso no recordaba su apellido? —me pregunta sonriendo—. Bueno, espero que a medida que pase el tiempo, vaya recordando más cosas. Hasta luego.

El doctor me extiende su mano y nos despedimos. Salimos con Clara de su oficina.

Yo soy el señor Vileneuve. James Vileneuve. Es el apellido que estaba escrito en el cartel del muchacho de la plaza. Es, además, un apellido canadiense. ¿Soy canadiense? ¿Un canadiense en Tampa? Es posible, aunque no creo que yo lo sea, pero puede que existan pocos Vileneuve aquí. Quizás yo soy el señor Vileneuve que busca ese sujeto. Clara me mira mientras caminamos de vuelta a la casa y me dice:

—No eres canadiense, James. Tus padres lo eran. Tú naciste en Tampa.

—¿Mis padres lo eran? —Le pregunto bastante sorprendido.

—Ellos fallecieron hace mucho tiempo, antes que yo llegara a tu vida.

—Ya veo. Por eso quizás no siento tanta pena al saberlo.

—Nunca me hablas de ellos tampoco. Quizás no fueron tan buenos padres.

—Creo que sí lo fueron, pero siento “algo” más por ellos. No lo sé. En todo caso, justamente estaba pensando si era canadiense. ¿Acaso tienes poderes telepáticos?

—Bueno, si la telepatía es conocer mucho a una persona y saber qué es lo que piensa con sólo mirarla, entonces sí, tengo esos poderes —me dice sonriendo tiernamente.

Asumo entonces que Clara no siempre ha estado conmigo. No es un amor desde niñez el que tenemos. Eso podría predecir que cuando estuve con Amanda quizás no la conocía a ella. O quizás sí. ¿Qué habrá pasado con Amanda? Le pregunto muy cuidadosamente a Clara:

—¿Amanda también está muerta entonces?

—¿Por qué quieres saberlo? —me pregunta con un tono medio alterado y síntomas de celo—. ¿Acaso quieres ir a visitarla?

—Sólo quiero responder todas las preguntas que tengo en mi mente, Clara.

Cada vez que pienso en Amanda, se me vienen a la cabeza muchos encuentros íntimos con ella. No puedo evitarlo. Quizás fue una persona muy apasionada y eso era lo que más me gustaba de ella. Espero que Clara nunca lo sepa.

Pasamos nuevamente por la plaza donde se encontraba ese hombre extraño con su cartel. Miro minuciosamente buscándolo por todos lados, pero no está. Quizás fue una imaginación más de mi cerebro dañado, o es alguna visión que tengo desde que adquirí la “Mentis Capis Texin”… o como se llame.

Llegando a la puerta de mi casa de la mano con Clara, siento nuevamente el sonido de radio, el cual es un sonido muy molesto, tanto como el que sentí cuando estaba acostado. ¿Volverá a pasar otra vez? Apenas siento más dolor de cabeza, me detengo y le grito a Clara:

—¡Detente por favor! Me está viniendo nuevamente lo mismo de anoche.

—¿En serio? Recuéstate en la vereda, James.

—Me siento bien, es sólo este dolor y el sonido. ¿No lo escuchas?

—No, no escucho nada parecido a radio o sintonía de radio.

Después de estar unos segundos detenidos, el dolor finalmente se detiene. Abro la puerta de la casa, pero antes de entrar a ella, empiezo a ver todo gris.

—¡Ahora viene! —le grito a Clara.

—¡Sujétate de mí! —me responde ella.

Los dolores comienzan otra vez, los sonidos cada vez más fuertes y la imagen más gris. Sé que vendrá otra vez, esta vez es más fuerte que antes. ¡No…!

De repente, todo esclarece. Vuelven súbitamente todos los colores a mi vista. Esta vez aparezco en un parque, hay algunos árboles alrededor y el pasto es muy verde y limpio, rodeado con flores, y al frente mío una edificación, muy grande. Parece una escuela, es lo primero que se me viene a la mente. Empiezan a aparecer muchos adolescentes, con uniformes, mochilas en sus espaldas y cuadernos en sus manos, supongo que no me equivoco. Comienzo a escuchar mucho ruido, de los mismos alumnos que conversan mientras se dirigen al establecimiento.

—¡James! ¡James! — grita una persona.

¿Será a mí al que llaman? Pues aquí hay mucha gente, y muchos “James”, tal vez.

De pronto, miro hacia atrás y veo a… ¿soy yo? Definitivamente soy yo. Mi otro yo otra vez, caminando vestido con un horrible uniforme, mochila en la espalda y cuaderno en la mano. Un James totalmente despeinado y lleno de acné. Es un “adolescente” James. Asumo que ver la pubertad de uno mismo no es nada agradable. Prefiero en este momento estar viejo y acabado que estar como entonces. Se acerca caminando el “púber” James con ese chico que gritó mi nombre. Yo, de alguna forma, podía moverme y seguirlos mientras ellos caminan y conversan. El púber James toma la palabra:

—¿Estás nervioso, amigo? —le dice.

—No, James —dice el otro joven—. El primer día de la secundaria lo estoy esperando hace mucho tiempo. Por fin conoceremos todas estas chicas lindas, que quedarán rendidas a mis pies.

—Eres un presumido —le dice el adolescente James riendo—. Te apuesto que no sabes nada de chicas y te orinarás si alguna mujer te habla en el primer día de clases. Siempre has sido así, Ismael.

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201 s. 3 illüstrasyon
ISBN:
9788412277340
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