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“REITERACIÓN DE LAS DIFERENCIAS: RESPUESTA A DERRIDA”

POR JOHN R. SEARLE

Resumido por Gerald Graff*

En su “Respuesta a Derrida”, titulada “Reiteración de las diferencias”, John R. Searle se centra principalmente en cuatro aspectos relacionados del argumento de Derrida en “Firma acontecimiento contexto”: 1) la asimilación de Derrida del discurso hablado a la escritura; 2) el desafío que lanza al punto de vista que identifica el sentido de un enunciado con las intenciones del orador o del escritor; 3) las implicancias del concepto de “iterabilidad”, palabra con la cual Derrida designa la repetibilidad de las mismas expresiones en diferentes contextos (lo que, para Derrida, implica siempre una transformación); 4) su crítica del tratamiento de J.L. Austin de los speech acts ficticios como “parásitos” de los speech acts no ficticios, normales, o “serios”.

La “Respuesta” de Searle responde en mayor parte a la crítica de Derrida del concepto clásico de escritura “en tanto comunicación del querer-decir”. Searle contesta al argumento de Derrida según el cual, como dice Searle, “ya que la escritura puede y debe ser capaz de funcionar en la ausencia radical del remitente [sender/destinateur], del receptor [receiver/destinataire], y del contexto de producción, ésta no puede ser la comunicación del querer-decir [Intended meaning/vouloir dire] del remitente hacia el receptor” (p. 199). Searle argumenta que no es, como pretende Derrida, la “iterabilidad, la repetibilidad de los elementos lingüísticos”, lo que distingue a la escritura del discurso hablado, sino la permanencia [permanence/permanence] relativa de la escritura.

Searle hace notar que todo sistema de representación sujeto a reglas, sea escrito o hablado, debe ser repetible, ya que “de otra forma, las reglas no tendrían campo de aplicación” (p. 199). Además, el discurso escrito no se distingue del habla por la ausencia del receptor a la del remitente. Porque “una comunicación escrita puede tener lugar en presencia del receptor, como, por ejemplo, cuando hago una lista para ir de compras, o cuando deslizo una nota a mi acompañante durante un concierto o una conferencia” (p. 200). Searle concluye que “el fenómeno de la sobrevida [survival/survie] del texto no es lo mismo que el fenómeno de la repetibilidad”, porque el mismo texto “puede ser leído por muchos lectores diferentes, mucho después de la muerte del autor, y es este fenómeno de la permanencia del texto el que hace posible separar el enunciado [utterance/énoncé] de su origen [origin/origine], y distingue la palabra escrita de la palabra hablada” (p. 200).

Para Searle esta “confusión entre permanencia e iterabilidad” es central para la asimilación del habla por la escritura (p. 200) de Derrida. Él argumenta que “la forma en la que un texto escrito es apartado [weaned/sevré] de su origen es muy diferente de la forma en la que toda expresión puede ser separada [severed/détachée] de su significado [meaning/sens] a través de la forma de ‘iterabilidad’, que está ejemplificada en la cita” (p. 200). Ya que la “posibilidad de separar el signo [sign/signe] del significado [signified/signifié]” es un rasgo característico de todos los sistemas de representación como tales, “no hay nada especialmente grafemático” acerca de la separación (p. 201), ni nada que sea propio del concepto clásico de escritura descrito por Derrida.

Así, Searle se opone a lo que él toma como el argumento de Derrida, a saber, que el discurso escrito implica una “ruptura con las intenciones del autor en particular o con la intencionalidad en general” (p. 201). Searle sostiene, por el contrario, que “el hecho que la escritura pueda continuar funcionando en la ausencia del escritor, del remitente referido [intended receiver/destinateur], y el contexto de producción” no hace a la escritura menos portadora de una intencionalidad, la cual juega el mismo rol tanto en la comunicación escrita como en la comunicación oral. Searle admite que podemos “decidir hacer un quiebre radical (…) con la estrategia de entender la oración” como un enunciado intencional, que podemos “pensarla como una oración en inglés, apartada de toda producción u origen, supuesto o no. Pero aun así no escapa de la intencionalidad, porque una oración significante [meaningful/signifiante] es sólo una posibilidad permanente del correspondiente (intencional) acto del habla” (p. 202, es Searle quien subraya).

Searle agrega que “en la medida en que el autor dice lo que quiere decir, el texto es la expresión de sus intenciones” (p. 202), y que “la situación de la intencionalidad es exactamente la misma para la palabra escrita como lo es para la hablada: comprender que el enunciado consiste en reconocer las intenciones ilocucionarias del autor, y estas intenciones pueden ser más o menos realizadas perfectamente por las palabras enunciadas, ya sea escritas o habladas” (p. 202).

Searle, en seguida, aborda la interpretación de Derrida de la teoría de J. L. Austin de los actos de habla, argumentando que la versión de Austin dada por Derrida es irreconocible. Primero, Derrida falsificaría [mistakes/falsifie] completamente “el estatus de la exclusión de Austin de las formas parasitarias del discurso de sus investigaciones preliminares de los actos de habla” (p. 204). Searle argumenta que Austin excluyó las formas parasitarias de sus consideraciones, como una “estrategia de investigación” más que por una “exclusión metafísica”. Derrida se equivocaría, entonces, al encontrar aquí una “fuente [source/source] de profundas dificultades metafísicas” para la teoría de los actos del habla (p. 205). En efecto, el propósito de Austin simplemente consistiría en decir que “si queremos saber lo que es hacer una promesa o hacer una declaración, haríamos mejor por no comenzar nuestra investigación con promesas hechas por actores sobre un escenario”, en una obra o declaraciones acerca de los personajes de una novela, “porque en una manera bastante obvia, dichos enunciados no son casos estándar de promesas o de declaraciones” (p. 204).

Segundo, Derrida se equivoca cuando afirma que en el uso del término “parasitario” Austin pretende sugerir que hubo “algo malo o anómalo o no ‘ético’ en un discurso tal” (p. 205), mientras que Austin simplemente pretende indicar “una relación de dependencia lógica” sin que ésta implique ningún juicio moral, y “ciertamente sin que implique que el parásito sea de alguna manera inmoral viviendo a costa de su huésped [host/hôte]” (p. 205).

Tercero, según Searle, Derrida cree erróneamente que, “analizando actos del habla serios antes de considerar los casos parasitarios, Austin ha negado de alguna manera la posibilidad misma de que las expresiones puedan ser citadas” (p. 206). Derrida ha confundido aquí citacionalidad con el discurso parasitario (tanto como con la iterabilidad). Searle sostiene que, en el discurso parasitario, “las expresiones están siendo usadas y no mencionadas” (p. 206).

Cuarto, “Derrida asimila el sentido en el cual la escritura puede decirse parasitaria del lenguaje hablado, en el sentido en que la ficción, etc., es parasitaria del discurso no ficticio o estándar” (p. 207). Pero éstos son casos diferentes. La relación entre ficción y no-ficción es una de dependencia lógica, mientras que la dependencia de la escritura con el lenguaje hablado “es un hecho contingente acerca de la historia de las lenguas humanas y no una verdad lógica acerca de la naturaleza del lenguaje” (p. 207).

Quinto, la discusión de Derrida está atravesada de lado a lado por “la idea de que, de alguna manera, la iterabilidad de las formas lingüísticas (junto con la citacionalidad de las formas lingüísticas y la existencia de la escritura) sirve en contra de la idea de que la intención es el corazón de la significación y de la comunicación, y que, incluso, un entendimiento de la iteración mostrará la esencial ausencia de la intención en la actualidad del enunciado” (p. 207). Al contrario, “la iterabilidad de las formas lingüísticas, facilita y es una condición necesaria de las formas particulares de intencionalidad que caracterizan los actos de habla” (p. 208).

Searle sostiene que las performances de los actos de habla efectivos [actual/effectifs], escritos o hablados, son “acontecimientos singulares que se pueden datar en contextos históricos particulares” (p. 208). Los oyentes son capaces de comprender el número infinito de cosas nuevas que pueden ser comunicadas por actos de habla, porque “el orador y los oyentes son maestros del conjunto de reglas que llamamos reglas del lenguaje, y estas reglas son recursivas. Ellas permiten la aplicación repetida de la misma regla” (p. 208).

En conclusión, entonces, Searle argumenta que la iterabilidad –ejemplificada tanto “por el uso repetido del mismo tipo de palabra” como “por el carácter recursivo de reglas sintácticas– no es, como Derrida parece pensar, algo en conflicto con la intencionalidad de los actos lingüísticos, hablados o escritos, sino la necesaria presuposición de las formas que esa intencionalidad toma” (p. 208).

G. G.

* El texto se ha contrastado con su versión original en inglés (“Summary of ‘Reiterating the Differences’” en Derrida, J. Limited Inc. Evanston: Northwestern University Press, 1988, pp. 25-27). Hemos consultado, de todas maneras, la publicación completa del texto (“Reiterating the Differences: A reply to Derrida”) que apareció en la revista Glyph, I, 1977, pp. 198-208 (la paginación indicada aquí entre paréntesis, referirá a esta edición), así como su traducción al francés, “Pour réitérer les différences: réponse à Derrida”, realizada por Joëlle Proust (Paris: Editions de l’eclat, 1991). En algunos casos, hemos añadido entre corchetes los conceptos que, respectivamente en inglés y francés –y separados por un guion–, se inscriben en cada contexto. [N. del T.].

LIMITED INC a b c…

d

HUBIERA podido fingir comenzar por un “falso” comienzo, mi inclinación por lo falso no requiere ser demostrada. Hubiera podido simular lo que en francés se llama una “faux départ” (insto al traductor para que mantenga las comillas, los paréntesis, las itálicas, y el francés). Y al margen planteo (insto a los editores a que observen esta recomendación) la siguiente cuestión. La dirijo a Searle. Pero ¿dónde está él? ¿Lo conozco? Quizás él no leerá jamás esta cuestión. Si la lee, será después de muchos otros, como yo, y tal vez sin entenderla. Tal vez la entenderá sólo en parte y sin juzgarla totalmente seria. Otros probablemente la leerán después de él. ¿Cómo es esto posible? ¿Qué es lo que esto implica? Esto es lo que me interesa.

Cuando digo que no conozco a J. R. Searle, esto no es “literalmente” “verdadero”. Esto parece querer decir que nunca me lo he encontrado “en persona”, “físicamente”, pero, con todos estos coloquios, no estoy seguro; y en cualquier caso, aunque no lo he leído lo suficiente (más, sin embargo, de lo que él parece haberme leído, este es mi primer homenaje), lo que leo en “Reiterating the Differences: A Reply to Derrida” [“Reiteración de las diferencias: Respuesta a Derrida”] me da el sentimiento de una gran familiaridad. Es como si lo conociese desde siempre. Volveré a hablar de esta extraña familiaridad.

Pongo, pues, al margen (¿por qué hace falta ya repetir?) “pongo a la izquierda” (idioma intraducible) la cuestión que comienza por “¿Cuál es la naturaleza del debate…”

¿Cuál es la naturaleza del debate que parece abrirse aquí? ¿Dónde, aquí? ¿Aquí? ¿Es esto un debate? ¿Ha tenido lugar? ¿Se abre? ¿Desde cuándo? Desde Platón, sopla el soplido con rapidez en los bastidores, y el actor repite desde Platón. ¿Continúa? ¿Se afirma? ¿Pertenece a la filosofía, traducimos, a la seriedad filosófica? ¿A la literatura? ¿Al teatro? ¿A la moral? ¿A la política? ¿Al psicoanálisis? ¿A la ficción? ¿Cuál es su lugar, si tiene lugar? ¿Estos enunciados, éstos, son “serios” o no? ¿”Literales” o no? ¿”Ficticios” o no? ¿“citacionales” o no? ¿usedor “mentioned”? ¿“standard” o no? ¿”Vacíos” o no? Todas estas palabras, lo juro, y además se puede verificar, son “citas” de Searle.

Y repito (¿por qué hace falta aún repetir?) yo habría podido fingir la partida falsa [faux départ] y comenzar con lo que me parecía ser el “primer” enunciado, utilizado o mencionado de la Reply, tal como lo he leído, por primera vez en manuscrito.

Arriba, a la izquierda, sobre el título, leí esto

Copyright © by John R. Searle

Añadido a mano, por encima de la ©, la data: 1977. Recibí el manuscrito en la víspera de la navidad de 1976. El uso de esta mención (que encuentro en el texto publicado por Glyph, esta vez, como se debe, en la parte inferior [en bas] de la primera página) había perdido todo valor en 1976 (nadie ha abusado de eso) o en otro lugar, o entre comillas, como es aquí el caso, en medio de una página que ninguna persona normal (salvo tal vez yo) soñaría atribuir a la mano de John R. Searle.

Primero he debido resistir la tentación [envie]de contentarme con un comentario (en el sentido norteamericano) sobre esta cosa. Digo esta cosa porque no sé cómo nombrarlo. ¿De qué tipo de performance se trata, si es una? Todo el debate podría reconducirse: ¿John R. Searle “firma” su respuesta? ¿Utiliza [use] su derecho a responder? ¿Sus derechos de autor? Pero ¿qué le hace, pues, temer que esto pueda ser cuestionado, que se intente robarle, que se malentienda el tema [sujet], que uno se atribuya su producción original? ¿Cómo sería esto posible? ¿Es esto, pues, expropiable? ¿Alienable? ¿Quién soñaría con contrafirmar o imitar su firma? ¿Por qué repetir este gesto y qué significaría tal repetición? ¿Por qué debería, querría permanecer [rester] fuera-de-texto, por encima del título o por debajo del cuadro “normal” de la página? ¿Cómo se regulan aquí todas las relaciones con el contexto jurídico-político del “copyright”, con toda la complejidad de su sistema y de su historia? ¿Qué es un copyright para los enunciados que pretenden seriamente la verdad? Que yo reivindique el copyright, “for saying things that are obviously false” [“para decir cosas que son manifiestamente falsas”], nada más legítimo. Pero que John R. Searle esté tan atento a su copyright for saying things that are obviously true, da para reflexionar sobre la verdad del copyright y el copyright de la verdad.

¿No sería suficiente repetir esto

“ “Copyright © 1977 by John R. Searle” ”

para reconstituir, poco a poco pero ineluctablemente, todas las piezas de este “improbable” debate?

¿Cuál es la infelicidad de esto, quiero decir, del sello de Searle? ¿Reside en que si Searle dice la verdad cuando afirma que está diciendo la verdad, lo obviously true, entonces el copyright no tiene efecto, y carece de interés: todo el mundo podrá, podría de antemano, haber reproducido lo que él dice. El sello de Searle es robado por adelantado. De ahí la angustia y la compulsión por sellar (to seal, no es así) la verdad. Pero inversamente, si Searle tenía oscuramente el sentimiento de que él no decía lo obviously true, y que no era obvio para todo el mundo, entonces él intentaría apasionadamente, y siempre inútilmente, preservar esta originalidad, incluso dando sospechas, en virtud de su sello repetido y por tanto dividido, de que su confianza en cuanto a la verdad que afirma detentar, mal disimula una gran inquietud. “Sello dividido”, se lo puede verificar, es una cita de Firma acontecimiento contexto de la sección que juega con las firmas y nombres propios “it . . . divides its seal “ (p. 194) [“Elle... en divise le sceau” [“Ella… divide el sello”], Marges, p. 392 [aquí, p. 51-52].

¿No sería suficiente reproducir esto

“ “ “Copyright © 1977 by John Searle” ” ”

para reconstituir, lenta pero inexorablemente, todas las piezas del más improbable debate?

Acabo de decir esto para evitar la imprudencia o la prisa de llamar speech act al acontecimiento de un tal sello. ¿Es esto una firma? ¿Si fuese un speech act, cuál sería su estructura, su fuerza ilo- o perlocucionaria, etc.? Y, por supuesto, ¿cómo podría estar seguro de que John R. Searle mismo (¿quién es?) sea de hecho el autor? ¿Tal vez sea algún miembro de su familia, su secretario, su abogado, su asesor financiero, el “manager” de la revista, un comodín o un homónimo?

O incluso D. Searle (¿quién es?), cercano a quien John R. Searle reconoce su endeudamiento: “I am indebted to H. Dreyfus and D. Searle for discussion of these matters” [“Estoy en deuda con H. Dreyfus y D. Searle por la discusión de estos asuntos”]. Esta es la primera nota de la Reply. Este reconocimiento de endeudamiento no pertenece simplemente a la serie de cuatro notas a pie de página, ya que su llamada no se encuentra en el texto sino en el título, sobre el cuadro y, muy curiosamente, mi nombre – “Reply to Derrida.”1

Si hay una deuda de John R. Searle a D. Searle con respecto a esta discusión, entonces el “verdadero” copyright debería retornar (y esto es lo que se sugiere sobre el cuadro de este tableau vivant) a un Searle dividido, multiplicado, conjugado, partido. ¡Qué complicada firma! Aún más complicada cuando la deuda incluye a mi viejo amigo H. Dreyfus, con quien yo mismo he trabajado, discutido, intercambiado, de modo que si es a través de él que los Searle me han “leído”, “comprendido” y “respondido”, entonces yo también puedo reclamar alguna “acción” u “obligación”, si no algún “holding” en la sociedad de este “copyright”. Y es verdad que, ocasionalmente, he tenido la sensación –a la que volveré– de haber cuasi dictado esta respuesta. “Yo”, reclamo, pues, también el copyright de la Reply.

Pero, ¿quién, yo [moi]?

e

¿Quién, yo [moi]?

Entre los muchos elementos que los “autores” (tres + n) de la “Reply to Derrida”,2 han descuidado (no puedo hacer el recuento) hay por lo menos éste: la “firma” de Firma acontecimiento contexto. O más bien, las firmas, ya que difícilmente pudo haber escapado a la atención de nadie que hay un gran número de ellas y que extrañamente están situadas en el borde inferior (¿dentro? ¿fuera?) de un capítulo precisamente titulado Firmas. Un gran número y de diversos tipos, que parecen citarse ellas mismas (¿puede citarse una firma y, en caso afirmativo, cuáles son las consecuencias?) y constituir los objetos del estudio, los temas o ejemplos de un análisis como sello del analista. ¿Quién firmó Firma acontecimiento contexto? ¿Y si el plural del subtítulo del capítulo “Firmas”, fuera a señalar no sólo la multiplicación de la firma, lo que tiene lugar al final del texto, sino que por estar también en el texto, por ser “objeto” del texto, ya no simplemente firma, a pesar de que aún firme, no estando, sobre el borde, totalmente en el texto, ni totalmente fuera de él? ¿Quién decidirá? Y si se tiene en cuenta que el final de Firma acontecimiento contexto es también el final del libro, del libro titulado Márgenes, todo el contexto de esta pregunta se extiende necesariamente más allá del artículo que nuestros tres + n autores han extraído [prélevé] y en el cual están tomados [prélevé]. Este contexto se extiende y se complica aún más por el hecho de que la misma operación se repite de otra manera en otros libros que fingí (pretendí) firmar, por ejemplo, La escritura y la diferencia, o Glas.

¿Quién firmó Firma acontecimiento contexto? ¿Y quién falsificó [contrefait] la firma en una Nota entre paréntesis y en el margen “(… That dispatch should thus have been signed. Which I did, and, and counterfeit, here. Where? There J. D.)” [“(… Tal envío debía entonces estar firmado. Lo que yo he hecho y falsificado [contrefais] aquí. ¿Dónde? Allí. J. D.)”]? Además: ¿se puede confundir el firmante y el autor? E incluso si se pudiera (hipótesis pura), ¿la firma se confunde con la escritura, digamos la mención, de un nombre propio en la parte inferior de un texto? ¿Dónde pasa, en este caso, el límite entre la mención y el uso? ¿Y el nombre propio se confunde con el nombre patronímico (incluyendo nombres de pila o iniciales) registrado en los registros oficiales? Abandono aquí estas cuestiones que, por decirlo de pasada, he intentado tratar en otra parte, de otra manera. Para permanecer [rester] en la “firma” del Firma acontecimiento contexto, ésta parece presupuesta por la “Reply to Derrida” como algo sentado, como si fuera tan clara y tan cierta como un copyright garantizado por convenciones internacionales (garantizado hasta cierto punto y desde una fecha relativamente reciente). Ahora, si me permito insistir y recordar que nada de esto es ni simple ni seguro, es porque estas preguntas no son ajenas a nuestro debate. El sentido común o la filosofía tradicional dirían que está ahí el “objeto” “central” del “debate” entre “Searle” y “yo”.

Efecto de una operación más o menos deliberada, intencional, consciente, ficticia, irónica, entre use y mention, indecisa entre la citación y la no-citación, Firma acontecimiento contexto parece cerrarse, además de una Nota entre paréntesis respecto de la cual sería difícil saber si está en el texto o fuera de él, con “mi” firma manuscrita (auténtica, por lo tanto, se podría decir), reautenticada en varias ocasiones por mis iniciales en el margen (denominada rúbrica [paraphe] en el código contractual), y por “mi” “nombre propio” en su forma oficial, es decir, convencional.

Pero: 1. La nota dice que “yo” (¿quién?) “falsifico” [contrefais] esto que digo que “hice”, lo que quiere decir que re-hago [re-fais] (citando mi firma: pero, ¿se puede citar una firma?) e “imito” con vistas a engañar (que en francés, como en inglés, es el significado predominante de “falsificación” [contrefaire]). Naturalmente, el J. D. que pretende garantizar la identidad del “yo” y del signatario no está ella misma garantizada más que por la presunta autenticidad de la firma manuscrita. Esta última, sin embargo, está explícitamente designada como “falsificada” [contrefaite] y se reproduce, typofotográficamente, en miles de ejemplares. Searle mismo podía imitarla fácilmente.

2. No es por el autor de Speech Acts que lo aprenderé, mencionar su nombre no es usar[lo] en una firma. Escribir el nombre propio no es firmar (aunque en el uso norteamericano de la firma, la diferencia gráfica entre la escritura de su nombre y la firma sea difícil de controlar. Si escribo mi nombre al final de un cheque, no tendrá el valor de mención que tendría en la tarjeta que relleno en un avión o un hotel).

3. No voy a entrar, aquí al menos, en las numerosas complicaciones suplementarias derivadas de la publicación de Firma acontecimiento contexto en un libro, multiplicando la reproducción de mi firma, luego en traducciones: ¿un nombre propio puede traducirse? ¿y una firma? ¿Y cómo los elementos “comunes” –siempre hay– de un nombre propio resisten la contaminación de las lenguas? Con el fin de dar cuenta de todo tipo de necesidades sobre las cuales no puedo explicarme aquí, he jugado mucho, en otros textos, con “mi nombre”, con las letras y sílabas Ja, Der, Da. ¿Es mi nombre aún propio, y mi firma, cuando, en las proximidades de “There. J. D.” (Pronunciado, en francés, aproximadamente Der J. D.), en proximidad a Wo? Da, en alemán, a “Her. J. D.” en danés, comienzan a funcionar como cuerpos integrales o fragmentados, o como segmentos enteros de nombres comunes, o incluso de cosas? Así, sin entrar en estos parasitajes suplementarios (¿cuándo y dónde comenzaron?), que repiten y cada vez deportan un “acontecimiento” denominado original, que es por sí mismo dividido y múltiple (comunicación oral precedida de un texto escrito sobre el tema de la comunicación, en un coloquio que se dice filosófico, contexto en el cual los tres + n autores no dan cuenta alguna) me conformaré con plantear una pregunta sobre la firma “propiamente” manuscrita, y que en Firma acontecimiento contexto se llama “improbable”: improbable, es decir, teniendo pocas posibilidades [chances] de advenir y en cualquier caso imposible de probar. Esta palabra, “improbable”, que se ha podido leer más arriba (“debate improbable”) sería, así, una cita clandestina. Ahora bien, esta es mi pregunta: ¿qué pasa, qué pasaría en lo que respecta a los tres + n autores de la Reply, si les digo (¿dónde? “Aquí”) esto: estoy dispuesto a jurar que esta firma no es de mi mano. No estoy hablando aquí de su multiplicación en miles de “copias” impresas, ni del nombre propio en mayúsculas que la sostienen, haciéndola legible y capaz de ser autenticada, ni de sus relaciones infinitamente complejas, sino de la “primera” vez manuscrita, de la forma “” de la cual se puede leer “aquí” la reproducción. ¿Se afirmaría que, en este caso, “mi” firma habrá sido “imitada”? ¿Pero por quién? Porque imito y reproduzco sin cesar mi “propia” firma. Esta firma es esencialmente “imitable”. Y siempre ya. En francés se diría que elle s’imite, en un equívoco sintáctico que me parece difícilmente reproducible: se la puede imitar, y ella se imita a sí misma. Esto es todo lo que pido a mis interlocutores reconocer. De esta cosa tan simple, las consecuencias, se verá a continuación, son ilimitables [illimitables].

Debí explayarme largamente sobre esta cuestión, pero entre todas las restricciones contextuales que pesan sobre nosotros, está la –económica– de los límites espaciales (a pesar de la hospitalidad generosa de Glyph, que sin embargo debe tener algún interés en invitar a tales parásitos a su mesa) y temporales (el tiempo que puedo dedicar a esta larga correspondencia transcontinental y sobre todo a lo que decentemente podemos pedir a los lectores). Lo que quise señalar con este presunto falso comienzo fue, en primer lugar, que esta otra mano, tal vez, y ninguna otra, dictó la Reply a los tres + n autores. Volveré a esto. Y que la cuestión del “copyright”, a pesar o debido a su lugar marginal o fuera de texto (pero nunca importa dónde, sin lo cual, absolutamente desplazado, el © perdería todo valor), no debería ser eludida, en ninguno de sus aspectos: jurídico-económico, político, ético, fantasmático o pulsional, etc. Luego, que la palabra “improbable”, en la primera versión (francesa) del texto, la que fue publicada sin la firma manuscrita en las Actas del Coloquio (La communication, Montreal, 1973) es la penúltima palabra del texto. La última, que no es, pues, mi firma, es “firma”: “la más improbable firma”. Y finalmente, ante una Reply donde se lee tanta confianza en la posibilidad de distinguir entre “standard” y “no-standard”, “serio” y “no serio”, “normal” y “anormal”, la “citación” y la “no-citación”, lo “vacío” y lo “no-vacío”, lo “literal” y lo “metafórico”, lo “parasitario” y lo “no-parasitario”, etc., ante una Reply tan tranquilamente dogmática con respecto a la intención y al origen de un enunciado o de una firma, querría recordar, antes de todo argumento “serio”, que el terreno es resbaladizo, cambiante, minado. Accidentado y no sólo por accidente. Accidentado de manera abisal.

f

Seamos serios.

Frente a este speech act (“seamos serios”), los lectores tal vez se sientan autorizados a creer que el presunto signatario de este texto sólo ahora comienza a ser serio, sólo ahora se compromete a una discusión filosófica digna de este nombre, admitiendo, por tanto, que aún no lo había hecho.

Pero seamos serios. ¿Por qué tengo tanta dificultad para ser serio en este debate, al que me han invitado, a su vez, a participar? ¿Por qué he tenido tanto placer al aceptar esta invitación? Nada me obligó, y podría haber cedido a la tentación de sugerir a los lectores interesados simplemente releer Firma acontecimiento contexto en lugar de obligarme a comentar o a repetirme más de una vez. ¿De dónde proviene el placer que siento en esta repetición, y en la prolongación del debate, o más bien de la “confrontación”? Acabo de citar la Reply. La palabra “confrontación” aparece dos veces en el mismo párrafo, una vez en cada frase, la segunda para dar a leer, en el presente, que entre Austin y yo “the confrontation never quite takes place” [“la confrontación nunca tiene lugar”]. ¿Es porque the confrontation never quite takes place que tengo un placer tan duradero? ¿Porque yo también lo creo, un poco, un poco solamente, no del todo, not quite? ¿O es, por el contrario, porque estoy muy emocionado, lo confieso, por esta escena? Por la estructura, sea de denegación, seducción, coqueta fascinación, bajo su franqueza viril, de estos speech acts de la Reply, que lleva a cabo la “confrontación” diciendo que ella no ha tenido lugar, e incluso, en el presente, entre el último Austin y yo, que ella no tiene lugar, o al menos no completamente, not quite, tanto porque me lo he perdido (missed), y porque ya estaba muerto (“a theory that Austin did not live long enough to develop himself”!) [¡“una teoría que Austin no vivió lo suficiente para poder desarrollar por el mismo”!] cuando lo había perdido, lo que me dejaría en efecto pocas chances. Aparentemente, los speech acts de la Reply hacen todo lo posible para que esta confrontación no tenga (haya tenido) lugar, e incluso para que ella no tenga lugar (jamás), o al menos no del todo, not quite, y sin embargo la producen, esta confrontación que pretendían evitar, que declaran inexistente sin poder detenerse de participar en ella, de confirmar y desarrollar el acontecimiento por el gesto mismo de sustraerse. Se diría: pero se trata de la confrontación Austin-Derrida cuando la Reply afirma que ella “never quite takes place”. Y son los tres + n autores de la Reply quienes, presentándose casi como los herederos legítimos de Austin, haciendo incluso fructificar la herencia, disponiendo finalmente de la “general theory of speech acts” prometida a la descendencia norteamericana del profesor de filosofía de Oxford, son ellos quienes, en tierra prometida, provocan la confrontación. Pero, ¿la habrían provocado si no hubiese tenido, ya, un poco, lugar? ¿Qué es tener lugar (¿dónde? ¿Cuándo? ¿Hasta qué punto?) para una “confrontación” de este tipo? ¿Y quién afirmaba estar en busca de una “confrontación”, un enfrentamiento, cara a cara, declarado, de dos interlocutores o adversarios identificables, dos “discursos” que serían idénticos a sí mismos y localizables?

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ISBN:
9789569441448
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