Kitabı oku: «La sexualidad en la discapacidad»
ISBN: 978-84-18095-37-5
Diseño: Gerardo Miño
Composición: Eduardo Rosende
© 2014, Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl
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Índice de contenido
Introducción. Acerca de la nomenclatura
Capítulo 1. Aspectos biológicos de la sexualidad en la discapacidad, por Jaime Tallis
Desarrollo sexual humano
Las hormonas
Desarrollo puberal. Desarrollo sexual y sexualidad
Retardo mental
Etiología
Aspectos biológicos de la sexualidad en la discapacidad intelectual
Síndrome de Down
Fragilidad del Cromosoma X
Trastornos del espectro autista
Causas de los trastornos del espectro autista
Sexualidad
Trastornos motores
Aspectos biológicos de la sexualidad en la discapacidad motora
Prevención de embarazos
Abuso sexual
Educación sexual
Bibliografía
Capítulo 2. Historias dis-culpadas. Diferentes formas de vivir la sexualidad, por Jorge Casarella
Los amores de Lucy
Porque ella es linda
La visita higiénica
El don Juan de las empleadas domésticas
Un piropeador inmutable
Tú me perteneces
Reflexiones sobre estas historias
Epílogo.¿Se pueden modificar las conductas?
Apéndice. En primera persona. Entrevistas a padres con hijos discapacitados
Capítulo 3. Personas, no ángeles. Comprender la sexualidad en la discapacidad, por Jorge Casarella
¿La sociedad actual está preparada para este reconocimiento?
El tratamiento: enfrentando los prejuicios
El mecanismo de desmentida o los niños eternos
El debut sexual: del trauma al placer
La importancia del rol de los padres
La masturbación: ¿cómo regularla y cómo hacer para construir un espacio de intimidad?
La pregunta por el futuro
A modo de conclusión
Capítulo 4. La Educación Especial y el derecho a una Educación Sexual Integral, por Norma Filidoro
Introducción: el desconcierto, la incertidumbre
Discursos que atraviesan a la escuela
Cuando se trata de la Educación Especial
Una operación lógico-simbólica: la sexuación
Bueno, pero ¿qué hacemos?
Prohibir
Masturbación
Esos besos
Punteo final
Bibliografía
Capítulo 5. Representación social, por Jaime Tallis
Retardo mental
Discapacidad motora
Cambiar la imagen
Discapacidad motora-sexo-cine. El asistente terapéutico sexual
Políticas sociales activas
Bibliografía
INTRODUCCIÓN
Acerca de la nomenclatura
Hace un tiempo volcamos en el libro Sexualidad y discapacidad (Buenos Aires, Miño y Dávila editores, 2005) los aportes al tema que distintos profesionales realizaron en el marco de una jornada interdisciplinaria. Volvemos ahora a esta difícil temática, pero orientando el texto hacia padres y docentes, ya que nuestra práctica cotidiana recoge una alta inquietud, necesidad de conocimientos y pautas de manejo para hijos y alumnos con discapacidades diversas.
Pensamos que este incremento en la demanda se origina, por un lado, en la mejora de la atención médica y los apoyos terapéuticos para niños y jóvenes con trastornos del neurodesarrollo, lo cual permite preguntarse en la actualidad sobre un tema que antes estaba postergado por las necesidades asistenciales primarias. Por otro lado, la sociedad globalmente ha abierto un espacio para plantearse el tema de la sexualidad en sus distintas facetas, en algunos casos de forma burda y comercial, en otros casos en forma seria y profunda.
También han contribuido a esta creciente inquietud, el incremento permanente de la inclusión en escuelas comunes de niños y jóvenes con discapacidades mentales y/o físicas, provocando en los docentes dificultades significativas en el manejo conductual y cognitivo de este grupo de alumnos.
Por otra parte consideramos que el lenguaje no es neutro, la elección de una palabra o una denominación implican una adjudicación de significados que corresponden a los valores y creencias de un grupo social en un recorte histórico y cultural. En este contexto, la implicancia de “normal” y “anormal” depende de los valores que ese conjunto de individuos rescata como los deseables y adecuados para la sociedad.
Hay denominaciones peyorativas que han caído en desuso, como “subnormal”, “oligofrénico”, “retrasado”, “minusválido” (¿vale menos?). Otras perduran indebidamente en ámbitos legales o administrativos, como “invalidez” (¿no vale?) o “insania”.
También implica una adjudicación de valores la denominación de “escuela especial”, que aún persiste (¿qué es lo especial de estos niños?). El cambio a “individuos con necesidades especiales” tampoco cierra la brecha de implicaciones semánticas de discriminación, incluso de sobreprotección. Por ello afirmamos que encontrar denominaciones que no etiqueten generando efectos estigmáticos es una tarea compleja. El término “incapacidad” conlleva la idea de una ubicación de la persona por fuera de toda posibilidad de funcionamiento social; por ello hemos resuelto utilizar en esta obra el término “discapacidad”, ratificado en el año 2006 por las Naciones Unidas en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
El texto de la Convención entiende como personas con discapacidad a “aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”.
Es preferible el uso de “persona con discapacidad” al de “discapacitado”, ya que esta última denominación involucra una connotación valorativa y estigmática, mientras que la primera refiere más a aspectos de humanización.
A lo largo de esta obra trataremos de abordar en forma integral y comprensiva la sexualidad en los trastornos del desarrollo físico y mental. Con ese fin, en el capítulo 1, Jaime Tallis efectúa una reseña de los aspectos biológicos del retardo mental, los trastornos del espectro autístico y las patologías motoras, en especial la parálisis cerebral infantil. El autor también se refiere a la determinación y el desarrollo sexual tanto en los niños sin dificultades como en los que presentan discapacidades motoras y físicas.
En el capítulo 2, Jorge Casarella aborda el trabajo que desde el psicoanálisis se hace del tema de la sexualidad en la discapacidad, e ilustra con testimonios y entrevistas cómo las familias vivencian la problemática en su vida cotidiana.
El mismo autor, en el capítulo 3, reflexiona sobre la necesidad de comprender e incluso reconocer la sexualidad del discapacitado por fuera del prejuicio y la negación, a la vez que resalta la importancia de la palabra hablada para la superación de estos obstáculos.
Por su parte, Norma Filidoro, en el capítulo 4, desarrolla las manifestaciones de la sexualidad en el ámbito escolar y propone pautas para un abordaje comprensivo de las mismas.
Por último, en el capítulo 5, Tallis se explaya sobre la representación social de la sexualidad en las personas con discapacidad y, además de desarticular falsas creencias en torno a ello, aborda el tratamiento que se le ha dado al tema en algunas producciones cinematográficas.
Creemos que la presente obra será de gran utilidad para comprender y responder a las demandas de un grupo de jóvenes que cotidianamente tratan de desarrollarse de la mejor manera posible dentro de sus dificultades.
Jaime Tallis
Capítulo 1
Aspectos biológicos de la sexualidad en la discapacidad
Jaime Tallis
Desarrollo sexual humano
La determinación del sexo en los humanos está dada por la constitución de los cromosomas. Nuestra especie tiene 46 cromosomas dispuestos en pares, uno de origen paterno y otro materno; 22 pares de estos cromosomas son llamados somáticos y contienen toda la información sobre la constitución corporal (¿y psíquica?); el par que completa es el llamado sexual, el cual, además de su aporte a la constitución de la especie, posee todos los genes relativos a la determinación sexual.
Los cromosomas sexuales se denominan Y o X. El sexo masculino está determinado por el par XY, y el femenino está definido por el par XX.
Puede haber alteraciones en la determinación del sexo; distintas combinaciones definen cuadros genéticos patológicos (síndrome de Klinefelter (XXY), síndrome de Turner con un solo X, etc.) donde junto a distintos síntomas se afectan las características distintivas de los sexos. El gameto femenino (óvulo) siempre porta un cromosoma X, mientras que el masculino (espermatozoide) puede aportar un cromosoma X o uno Y, por lo que se dice que el macho define el sexo de la descendencia.
Al mismo tiempo que definen la pertenencia biológica sexual, los cromosomas son los responsables de generar las características sexuales secundarias. ¿Qué queremos decir con esto? Pues que en los mamíferos placentados existen características sexuales primarias, secundarias, terciarias y cuaternarias; las primeras corresponden a la constitución cromosómica; la secundarias son las determinadas por la distinción de las gónadas (testículos-ovarios), la cual es estrictamente cromosómica y, en general, no es influenciada por el ambiente. El cromosoma Y lleva un gen que codifica un factor determinante testicular, este factor se encarga de organizar la gónada hacia testículo en lugar de ovario. Entonces, los caracteres sexuales secundarios, la formación de ovarios y testículos, son procesos dirigidos y definidos genéticamente.
Cuando no hay una definición clara de estos caracteres secundarios (hermafroditismo), la adjudicación del sexo debe ser dada por la constitución cromosómica; aunque hemos asistido en el último tiempo a cambios en la jurisprudencia que dejan de lado esta afirmación absoluta.
Los caracteres sexuales terciarios incluyen el sistema de conductos masculino y femenino y a los genitales externos. Un macho mamífero tiene pene, vesículas seminales y glándula prostática, mientras que la hembra tiene vagina, cuello uterino, útero, trompas de Falopio y glándulas mamarias. Estas características sexuales terciarias, presentes desde el nacimiento, son, en general, determinadas por hormonas secretadas desde las gónadas (testículos y ovarios).
Los caracteres sexuales cuaternarios aparecen con la pubertad por la acción hormonal; así, es parte de la virilidad la voz ronca, la distribución del vello, la calvicie, etc., mientras lo femenino implica la voz más aguda, el crecimiento del cabello, la ausencia de barba y bigote; el ancho de las caderas, etc.
Antes de recordar el desarrollo puberal, debemos hacer una síntesis sobre el sistema endocrino, el responsable de la producción, secreción y regulación hormonal.
Las hormonas
Las hormonas son sustancias secretadas por células especializadas, localizadas en glándulas de secreción interna o glándulas endocrinas (carentes de conductos), o también por células epiteliales e intersticiales cuyo fin es regular la función de otras células. Son transportadas por vía sanguínea o por el espacio intersticial y hacen su efecto en determinados órganos o tejidos diana (o blanco) a distancia de donde se sintetizaron.
El sistema hormonal está comandado por una glándula, la hipófisis, localizada en el sistema nervioso central, que a su vez recibe las instrucciones para su funcionamiento de otra zona del encéfalo, el hipotálamo, regulando así el medio interno de acuerdo a cambios que se producen en el mismo por estímulos internos o externos.
La hipófisis tiene tres porciones, el lóbulo anterior, el posterior y el intermedio. Del lóbulo anterior se segregan las siguientes hormonas:
- Hormona del crecimiento (STH): estimula el desarrollo corporal y es la principal responsable del crecimiento orgánico. Su efecto fundamental se ejerce a nivel de los huesos largos.
- Tirotrofina (TSH): actúa estimulando a la glándula tiroides y provocando el aumento de la secreción de las hormonas de esta última. Hay un mecanismo de feed back, por el cual frente a una disminución de la hormona tiroidea en sangre se incrementa la secreción de la TSH, y a la inversa.
- Adrenocorticotrofina (ACTH): actúa estimulando la secreción hormonal de las glándulas suprarrenales.
- Gonadotrofinas: la hormona estimulante de los folículos o foliculoestimulante (FSH) y la hormona luteinizante (LH) actúan sobre el testículo y el ovario estimulando la formación de espermatozoides y la ovulación, como también el incremento de la secreción de las hormonas sexuales segregadas por dichas glándulas.
- Prolactina: actúa sobre las glándulas mamarias estimulando la producción y secreción de leche luego del parto.
Del lóbulo posterior se segregan:
- Oxitocina: actúa sobre la musculatura lisa del útero estimulando sus contracciones para provocar el parto. Aparte es considerada la hormona del apego.
- Vasopresina u hormona antiduirética (ADH): actúa sobre los riñones regulando la reabsorción de agua contribuyendo a mantener el balance hídrico del organismo.
Por último, el lóbulo intermedio segrega la hormona estimulante de los melanocitos (MSH), que favorece la síntesis del pigmento melanina en la piel.
La glándula tiroides está ubicada en el cuello por delante de la laringe y de la tráquea. Produce y segrega dos hormonas, la tiroxina y la triiodo-tironina, esenciales para varias funciones metabólicas. Actúan sobre el crecimiento y la maduración; su deficiencia congénita produce retraso del crecimiento físico e intelectual; si el lactante no es asistido tempranamente se instala un retardo mental.
Las glándulas paratiroides están ubicadas por detrás y a los costados de la tiroides. Producen y segregan las parathormonas, hormonas que actúan en el metabolismo del calcio y fósforo, interviniendo en la calcificación de los huesos y la tonicidad muscular.
Las glándulas suprarrenales se ubican sobre los polos superiores de ambos riñones. En el interior se diferencian una corteza externa y una médula interna. La corteza segrega la aldosterona, que actúa en el riñón en la reabsorción del cloruro de sodio (Cl Na); la hidrocortisona, que ejerce importante actividad en el metabolismo de los glúcidos y la corticosterona, cuyos efectos son parecidos a los de la hidrocortisona, por lo cual ambas suelen englobarse en los llamados corticoides.
La médula suprarrenal segrega las catecolaminas. La adrenalina (o epinefrina) constituye el 80% de la secreción de la médula, mientras que la noradrenalina (norepinefrina) es el 20% restante. Ambas hormonas son simpaticomiméticas, es decir imitan los efectos de la estimulación simpática por el sistema nervioso autónomo. Las catecolaminas ayudan al organismo a prepararse para combatir el estrés y regulan el funcionamiento de varios órganos.
El páncreas a través de sus dos hormonas, la insulina y el glucagón, tiene un rol decisivo en el metabolismo de los carbohidratos.
Por último, y ya vinculados directamente al tema del desarrollo puberal, tenemos los órganos de reproducción femeninos y masculinos.
En los ovarios, los folículos producen óvulos que, fecundados por los espermatozoides masculinos, darán origen a los embriones, y también se segregan un grupo de hormonas denominadas estrógenos, necesarias para el desarrollo de los órganos reproductores y de las características sexuales terciarias y cuaternarias. Otra hormona es la progesterona, que ejerce su acción principal sobre la mucosa uterina en el mantenimiento del embarazo. También actúa junto a los estrógenos favoreciendo el crecimiento y la elasticidad de la vagina. Los ovarios también elaboran una hormona llamada relaxina, que actúa sobre los ligamentos de la pelvis y el cuello del útero y provoca su relajación durante el parto, facilitando de esta forma el alumbramiento.
Los testículos son cuerpos ovoideos pares que se encuentran suspendidos en el escroto. Las células de Leydig de los testículos producen una o más hormonas masculinas, denominadas andrógenos. La más importante es la testosterona, que contribuye al desarrollo de los caracteres sexuales masculinos, influye sobre el crecimiento de la próstata y vesículas seminales, y estimula la actividad secretora de estas estructuras. Los testículos también contienen células que producen gametos masculinos o espermatozoides.
Desarrollo puberal. Desarrollo sexual y sexualidad
La pubertad es el período final del crecimiento y maduración del niño en el cual alcanza la capacidad reproductiva; es una etapa de transición entre la infancia y la edad adulta. Comienza cuando aparecen los caracteres sexuales cuaternarios y aumenta la velocidad de crecimiento; más adelante los jóvenes van experimentando cambios somáticos y psicológicos que progresan ordenadamente, hasta que al final alcanzan la talla adulta, la madurez psicosocial y la fertilidad.
La pubertad se inicia por una secuencia de cambios madurativos regulados por factores neuroendocrinos y hormonales, que actúan bajo control genético e influjo ambiental (luz, nutrición, altura, nivel socioeconómico). Los cambios fisiológicos de la pubertad, entre los que cabe considerar la maduración sexual y el crecimiento adolescente, dan comienzo gracias a un incremento en la producción de las hormonas activadoras que mencionamos, secretadas por la glándula hipófisis en su porción anterior.
La aparición del botón mamario es el primer signo puberal de las niñas, y puede inicialmente ser unilateral. En general unos meses después del inicio del desarrollo mamario aparece el vello pubiano y más tarde el vello axilar. El crecimiento del útero y de la vagina ocurre simultáneamente con el desarrollo del seno y también se agrandan los labios y el clítoris. El desarrollo puberal se completa con la primera menstruación (llamada menarca), que suele presentarse entre dos y tres años después de la aparición del botón mamario. Durante los primeros dos a tres años después de la menarca, los ciclos pueden ser irregulares, con intervalos variables entre los sangrados menstruales.
En tanto que los niños comienzan su desarrollo puberal entre los 9 y 14 años con aumento del tamaño testicular y de la rugosidad del escroto, ambos consecuencia de la secreción de gonadotropinas y esteroides sexuales. La aparición del vello pubiano se inicia en el escroto y en la base del pene. Crece el vello axilar y el facial en los extremos del labio superior y la voz se torna más grave. La espermatogénesis (formación de espermatozoides) es un fenómeno tardío que se observa hacia el final del desarrollo puberal. En algunos adolescentes varones puede haber crecimiento mamario transitorio uni o bilateral que no representa una alteración patológica, sino que es parte del desarrollo.
Así como el comienzo de la menstruación puede ser causa de preocupaciones para la chica, la erección incontrolada y la eyaculación inicial pueden sorprender y preocupar a algunos chicos púberes.
Con respecto al crecimiento de la talla y el desarrollo muscular, el estirón es más tardío en los varones y se produce con mayor intensidad que en las niñas. La duración del desarrollo puberal en los varones es más prolongada que en las mujeres, de aproximadamente cuatro a cinco años, al final de los cuales alcanzan su estatura definitiva.
Estas referencias al desarrollo puberal, que implica el desarrollo sexual, no son equivalentes al desarrollo de la sexualidad. Podemos considerar de un modo genérico que la misma es consecuencia de la interacción del sujeto −formado por cuerpo y psique−, su medio sociocultural y las experiencias de vida. Es decir, la sexualidad es un universo complejo en el cual intervienen aspectos tanto biológicos como psicológicos y sociales; comprende una serie de condiciones culturales, sociales, anatómicas, fisiológicas, emocionales, afectivas y de conducta, relacionadas con el sexo que caracterizan de manera decisiva al ser humano en todas las fases de su desarrollo.
El desarrollo de la sexualidad anticipa a la pubertad y podemos decir que desde la infancia hasta la vejez ocurren cambios en la sexualidad del individuo que exceden los cambios físicos de la pubertad; si bien es cierto que con los mismos se incrementan los deseos que han sido reprimidos. Los impulsos sexuales que acompañan al amor adolescente alcanzarán gran intensidad, expresándose en una acentuación de la masturbación o en el contacto sexual transitorio.
La etapa de la adolescencia es considerada como el período de desarrollo más difícil de asimilar por parte de las personas, quizás porque esta etapa psicológica es compleja, ya que en ella existen cambios físicos, sexuales, psicológicos, cognoscitivos y sociales a los que tiene que ajustarse el joven y que van a influir en su vida adulta.