Kitabı oku: «La vivacidad del Evangelio», sayfa 3
3 Fluidez
¿Alguna vez has viajado a un lugar en el que no se habla tu lengua nativa? Cuando yo servía como pastor de jóvenes, a menudo llevábamos a los estudiantes a viajes misioneros en lugares en donde la gente habla español. Para que cada uno estuviera preparado, nuestro traductor nos enseñó un curso rápido de español básico. El equipo aprendió a decir cosas como “Mi nombre es…”; “Tengo hambre”; y “¿Dónde está el baño?” (lo cual es muy importante). También nos enseñaron algunas diferencias culturales básicas para que cada persona del equipo fuera muy cuidadosa y no ofendiera a nadie de manera innecesaria. Invertimos algunos meses antes de nuestros viajes practicando español con otros que no conocían el idioma (tal vez esa no fue la mejor manera de aprender, ya que eso es como cuando un ciego guía a otro ciego).
Mi esposa, Jayne, quien definitivamente es más divertida que yo, aprendió “espanglish”. En sus ocurrencias, ella tuvo un poco de mucha diversión durante el proceso. Ella ponía la palabra “el” al frente de las palabras y “o” al final y usaba un poco de español por aquí y por allá: “Where-o is el bathroom-o?” “Me llamo is Jayne and I am very hungry-o”; o “My husband is very guapo and I want to kiss-o el jefe!” Todos estábamos muy entretenidos con sus ocurrencias.
Algunos miembros del equipo trataban de hablar inglés muy lento, pensando que la lentitud iba a dar como resultado una mayor comprensión en sus oyentes. Cuando las personas seguían sin entender, ellos hablaban todavía más lento y fuerte, asumiendo que la falta de comprensión era causada por la velocidad y el volumen, pero no por alguna deficiencia del idioma. Afortunadamente, las personas a las que estuvimos sirviendo ya se esperaban eso y por lo general se divirtieron con nuestras ocurrencias. Nuestro problema era que sabíamos lo suficiente para sonar como si conociéramos un poco de español, pero nunca supimos lo suficiente como para tener una conversación real.
A veces hacemos lo mismo con nuestro entrenamiento del evangelio.
Estoy muy agradecido de poder decir que recientemente ha existido un interés mayor por recibir entrenamiento para aprender a hablar del evangelio, tanto unos a otros dentro de la iglesia como con las personas de afuera. Sin embargo, me temo que nuestra eficiencia a veces ha sido menor de lo que esperábamos. La mayor parte de nuestro entrenamiento refleja el enfoque y la efectividad que tuvimos en nuestro entrenamiento del idioma para nuestras misiones interculturales de corto plazo, y eso nos ha llevado a tener experiencias similares.
Evanglish
En las clases de la escuela dominical o en los cursos de la iglesia, les enseñamos a los creyentes a rociar un poco de las verdades del evangelio en sus conversaciones. O les damos presentaciones cortas para compartir o diagramas para dibujar, lo cual funciona muy bien si las personas tienen preguntas acerca de lo que se aborda en la presentación o en el diagrama. Sin embargo, en la mayoría de los casos, nosotros y las personas con las que hablamos somos como barcos que pasan de noche, porque podemos estarles dando respuestas a preguntas que ellos no están haciendo o podemos estar hablando un idioma que ninguno de nosotros entiende correctamente.
Así que cuando “predicamos” fragmentos del evangelio, pensamos que estamos hablando el evangelio para otros, pero lo que la gente escucha no es la buena noticia. Eso puede contener elementos del evangelio, pero ellos no lo escuchan como una buena noticia porque no están escuchando las verdades de Jesús aplicadas a sus vidas y situaciones. Lo único que ellos reciben es un conjunto de frases que no tienen sentido en su contexto, cultura, o idioma.
“¿Por qué es que alguien tiene que morir por mí? ¿Cómo es que la sangre perdona pecados? ¿Qué es el pecado? ¿Por qué es tan importante lo que he hecho? ¿Cómo es que un hombre que vivió y murió hace dos mil años puede ayudarme?”
Así que mucha de nuestra plática suena un poco como el espanglish de mi esposa.
Me he dado cuenta de que la mayoría de los cristianos no sabe realmente por qué necesitamos el evangelio, qué es el evangelio, por qué es una buena noticia, y qué es lo que en realidad hace el evangelio—al menos no lo suficiente como para aplicarlo a las actividades cotidianas de la vida. No es que no puedan conocerlo bien, sino que muchos no están siendo equipados para convertirse en personas con fluidez en el evangelio. La mayoría de los creyentes se han convertido en personas que hablan un evangelio fragmentado, y que utilizan frases evangélicas de moda. Están hablando evanglish, pero no están hablando verdaderamente el evangelio de una forma en la que las personas puedan escuchar y creer. Dicen: “Pues predicamos el evangelio, pero ellos lo rechazan. Las personas tienen corazones duros y oídos sordos”.
Algunos de estos creyentes se envuelven en debates y comienzan a hablar más fuerte, como nuestros estudiantes en los viajes misioneros, pero lo único que logran es crear mayores objeciones contra el evangelio. Después citan pasajes de la Biblia acerca de regocijarnos en el sufrimiento por causa del evangelio, cuando, de hecho, las personas están rechazando lo que ellos dicen porque en realidad no están hablando la buena noticia.
Sí, yo sé que la Biblia enseña que el evangelio es la buena noticia para aquellos que se salvan y que es locura para los que se pierden, y que, por lo tanto, no va a tener sentido para todas las personas. Y también sé que no podemos hacer que las personas escuchen y crean. Algunos no lo van a hacer. Es Dios el que salva, y es el Espíritu de Dios Quién capacita a las personas para oír y entender la buena noticia acerca de Jesucristo (1 Corintios 1:18; 2:14).
Sin embargo, no estoy seguro de que podamos excusarnos cuando predicamos lo que nosotros creemos que es la “buena noticia”. Puede que no sea una buena noticia para nuestros oyentes si no nos damos el tiempo para escuchar, entender, y después hablar el evangelio hacia el quebrantamiento y el deseo real de sus almas, de una forma que ellos puedan escuchar—una forma que suena como la buena noticia de Jesús para ellos y para su situación actual.
Tenemos que mejorar en esto.
Puede ser algo gracioso cuando hablamos espanglish. Pero no es nada gracioso el hablar acerca del evangelio de Jesucristo y de las vidas de personas reales, quebrantadas, perdidas, y separadas de Dios.
Necesitamos convertirnos en personas con vivacidad del evangelio.
¿Cómo adquirimos la fluidez?
Puedes adquirir fluidez en un idioma cuando pasas de meramente traducir un idioma desconocido a uno que es más familiar, para interpretar toda la vida a través de ese nuevo idioma. La fluidez ocurre cuando puedes pensar, sentir, y hablar en un idioma. En un sentido el nuevo idioma se convierte en el filtro a través del cual percibes el mundo y ayudas a otros a percibir tu mundo y el suyo.
Yo pasé el segundo semestre de mi último año de estudios universitarios estudiando en España, para cumplir con mi requisito de idiomas. Antes de dejar Míchigan, tomé un curso de español básico, en el que aprendí algunos principios básicos de gramática y frases comunes. Era similar a las preparaciones de nuestro equipo misionero. Sin embargo, yo no iba a ir sólo una semana a servir con un grupo de estudiantes de habla inglesa. Iba a tomar clases universitarias en España, en donde la mayoría de mis interacciones sería en español por más de cuatro meses.
Vivía en una casa en donde la madre anfitriona no hablaba nada de inglés. Algunos de mis profesores sólo hablaban español, y la mayoría de las personas de la ciudad en la que vivía no hablaban inglés en lo absoluto. Durante el primer mes, cada noche llegaba exhausto a mi cama. La comunicación era algo desgastante. Tenía que escuchar atentamente a las personas cuando hablaban español (que al principio lo hacían bastante rápido), tenía que procesar cada palabra y cada frase, traducir al inglés, pensar en inglés lo que quería decir, traducirlo al español en mi cabeza, y decirlo al mismo tiempo que trataba de recordar cómo maniobrar mi boca para decir cada palabra correctamente. ¡Era agotador! Así que, durante ese tiempo, aprendí a escuchar mucho y a hablar muy poco, porque hablar era simplemente muy cansado.
Después de algunos meses de estar inmerso constantemente en el español en toda clase de actividades—escuchándolo en cada lugar al que iba, leyéndolo en cada señalamiento, escuchando la radio y la televisión en español, y hablándolo la mayor parte del día—me desperté un día dándome cuenta de que había estado soñando en español. Algo había cambiado. Se volvió algo normativo para mí ver algo y describirlo en mi cabeza con palabras e ideas en español.
Gradualmente, dejé de traducir cada palabra y cada frase, porque comencé a pensar en español. Incluso recuerdo haberles llamado a mis padres en Míchigan y, sin pensarlo, hablarles en español hasta que ellos me interrumpieron para recordarme que ellos no entendían lo que estaba diciendo.
Me había vuelto fluido en el español.
Inmersión en el evangelio
Yo creo que ese es el tipo de fluidez que Dios quiere que Su pueblo experimente con el evangelio. Él quiere que ellos sean capaces de traducirle al mundo a su alrededor y al mundo que está dentro de ellos, a través de los lentes del evangelio—las verdades de Dios reveladas en la persona y la obra de Jesús. Las personas con fluidez en el evangelio piensan, sienten, y perciben todo a la luz de lo que ha sido cumplido en la persona y la obra de Jesucristo.
Ellos ven el mundo de una manera diferente. Piensan diferente. Sienten diferente.
Cuando ellos escuchan a las personas, ellos piensan: “¿Cómo es que eso se alinea con las verdades del evangelio? ¿Qué cosa acerca de Jesús y Su obra puede ser una buena noticia para esta persona hoy? ¿Cómo puedo llevar la esperanza del evangelio a esta vida o a esta situación, de manera que esa persona experimente la salvación y Jesús sea glorificado?”
Cuando ellos ven películas, ven los temas del evangelio, y también son capaces de identificar cuales temas representan un falso evangelio. Ellos comienzan a evaluar las narrativas de la cultura a su alrededor a la luz de la historia de los propósitos redentores de Dios en Cristo Jesús, y aprenden a percibir en dónde Dios puede ya estar obrando a su alrededor, preparando el suelo de una comunidad o de corazones individuales, para que las semillas del evangelio sean sembradas.
Pero lo más importante es que, aquellos que están creciendo en la fluidez del evangelio están experimentando una transformación continua en ellos mismos.
Ellos experimentan un cambio continuo a medida que las verdades del evangelio son traídas a sus pensamientos, creencias, emociones, y acciones, lo cual los lleva a una mayor semejanza a Cristo cada día.
Ellos siguen creciendo en Cristo en cada aspecto, porque están aprendiendo a escuchar y hablar las verdades de Jesucristo en todo.
Están adquiriendo fluidez en el evangelio.
El evangelio se está volviendo su lengua nativa, porque fue a través del evangelio que ellos nacieron de nuevo. Es por medio del evangelio que ellos se encuentran creciendo en Cristo. Y ellos están convencidos de que el evangelio los va a sostener hasta el final y los va a perfeccionar en la verdadera imagen de Cristo.
Para usar lenguaje teológico, el evangelio se está volviendo su lengua nativa porque ha provocado su regeneración, justificación, y adopción; y está provocando su santificación; y en última instancia provocará su glorificación. El evangelio es el inicio, la mitad, y el final de su nueva vida en Cristo.
El evangelio es todo para ellos.
Pero la fluidez del evangelio no se adquiere sólo en el salón de clases de las reuniones del domingo por la mañana. En otras palabras, las personas no adquieren fluidez a través de clases o a través de escuchar de manera pasiva las predicaciones—ni tampoco leyendo un libro.
Sino que adquieren esa fluidez por medio de la inmersión en la cultura de hablar el evangelio.
Necesitas recibir un entrenamiento formal en los fundamentos del evangelio, así como aprender un idioma requiere de conocer las bases de la gramática, el vocabulario, y las estructuras de las oraciones. Por esa razón, le dedico la siguiente sección de este libro al “evangelio”, para establecer los principios básicos de éste. Necesitas conocer los fundamentos del evangelio en el orden correcto para que adquieras fluidez en el evangelio.
Sin embargo, el entrenamiento formal por sí mismo no hace que te vuelvas fluido. Eso sólo ocurre a través de la inmersión en una cultura en la que se habla el evangelio, y a través de la práctica constante. Tienes que conocerlo, escucharlo constantemente, y practicar la manera de proclamarlo. Por eso, las tres secciones finales tienen los títulos: “El evangelio en mí”, “El evangelio con nosotros”, y “El evangelio para otros”.
La fluidez del evangelio empieza en ti, después se ejercita con una comunidad, y finalmente se expresa al mundo que necesita escuchar acerca de Jesús.
Tu desarrollo constante en el evangelio ocurre de la mejor manera a través de involucrarte en una iglesia que proclama el evangelio—un grupo de personas que se reúnen constantemente para escuchar la buena noticia de Jesús hablada. Por favor, si quieres crecer en la fluidez del evangelio, reúnete con una iglesia que constantemente predica la buena noticia de Jesucristo. También estoy convencido de que las personas necesitan participar a lo largo de la semana en una comunidad evangélica o una misión, o en una comunidad misional,1 donde los miembros consistentemente lleven el evangelio y lo compartan unos con otros en sus propias vidas y en las vidas de aquellos que todavía no creen en Jesús.
Cada vez que inicio una nueva comunidad misional, comienzo por pedirle a las personas que compartan sus historias. Las animo a que escuchen con “oídos de evangelio” lo que la gente cree que los ha salvado y los está salvando. También los animo a escuchar en busca de quién o qué es el héroe de cada historia.2 y paso varias semanas estableciendo los fundamentos del evangelio, asegurándome que las personas entiendan el evangelio, qué es lo que hace, y cómo es que se aplican las verdades de Jesús en las actividades cotidianas de la vida. Al igual que mi curso básico de español mientras estaba en la universidad, si las personas han de adquirir fluidez al momento de hablar del evangelio, tengo que establecer en ellas los fundamentos del evangelio.
Después animo a los miembros del grupo a que nunca se conformen con tener un tiempo juntos en el que no escuchen bien y no busquen oportunidades para hablar de Jesús en las conversaciones que tienen o en las situaciones que están enfrentando. No es una buena noche de comunidad cristiana si Cristo no está presente en nuestros pensamientos y conversaciones. Necesitamos tener conversaciones acerca de Jesús cada vez que nos reunimos. Él es la única razón por la cual existimos y funcionamos en este mundo.
La fluidez en un idioma requiere de una inmersión en una comunidad de personas que hablan esa lengua constantemente. La fluidez en el evangelio requiere de una inmersión en una comunidad de personas que estén tan saturadas del evangelio de Jesucristo que no puedan evitar hablar de las verdades de Jesús, sin importar a dónde vayan o en qué situación se encuentren.
Hablando de Jesús siempre
Hace muchos años, una joven estuvo durante el verano con nosotros para cumplir un requisito de su internado en la universidad. Al final del verano, nuestro equipo de liderazgo le organizó una fiesta de despedida. Durante la fiesta, le dimos un momento para que reflexionara acerca del tiempo que pasó con nosotros. Uno de nuestros líderes le preguntó qué había sido diferente a lo que ella esperaba.
Ella se detuvo por un momento y después dijo: “Bueno, esto puede sonar un poco extraño, pero lo que más me sorprendió fue lo mucho que hablan de Jesús. Es decir, ya sé que creemos en Jesús y que se supone que todo se debe tratar de Jesús, pero ustedes hablan de Él todo el tiempo. Cada día, en cada reunión, en cada situación— siempre están hablando de Jesús.
“Al principio yo creí que eran extraños. Después, comencé a pensar que tal vez se trataba de algo mal en mí—que no conocía y amaba realmente a Jesús. La iglesia de donde vengo habla acerca de Jesús aquí y allá—especialmente cuando tenemos un domingo evangelístico. Sin embargo, la mayoría de la enseñanza se trata de nosotros—de lo que tenemos que hacer y cómo necesitamos cambiar. Puede ser que escuchemos tres ideas clave acerca de cómo administrar mejor nuestro tiempo, o cinco principios para involucrarnos en el servicio. Pero no escuchamos a Jesús siendo predicado cada semana a través de cada texto de la Biblia, y en realidad no hablamos de Jesús cada vez que estamos juntos.
“Para ser honesta, cuando estuve con ustedes, comencé a cuestionar si verdaderamente era salva. Y, bueno, no estoy segura de cómo decir esto, pero creo que finalmente comencé a conocer y a amar a Jesús durante este verano con ustedes. ¡Simplemente era imposible escaparse de escuchar entre ustedes cuán grande es Jesús!”
Nos animó mucho el escuchar eso.
La fluidez del evangelio se desarrolla al estar inmersos en una comunidad que está saturada de Jesús. Una comunidad saturada de Jesús conoce y habla del evangelio cada día en cada situación, de manera que todas las partes de nuestra vida crecen en Cristo, y con el tiempo son transformados plenamente por la sumisión a Jesucristo, Quien es todo para nosotros (Efesios 1:22–23; 4:15; Colosenses 1:15–20).
Así es como se adquiere la fluidez del evangelio, pero comencemos con lo que es el evangelio.
¿Qué es el evangelio?
Parte 2 El evangelio
4 La verdadera historia
Cuando aprendes un nuevo idioma, estudias vocabulario (palabras y sus significados), gramática (cómo estructurar las palabras para construir oraciones significativas), y cultura (qué es lo que las palabras significan dependiendo del contexto). Cuando eres niño, aprendes el idioma oralmente en la cultura en la que vives, y esa cultura tiene un papel muy importante en la manera en la que entiendes y hablas ese idioma. De hecho, algunas definiciones del diccionario no siempre concuerdan con los significados culturales de esas palabras, porque el contexto cultural les da un nuevo significado.
Por ejemplo, el diccionario de la lengua española define a un gato como: “Mamífero carnívoro de la familia de los félidos, digitígrado, doméstico, de unos 50 cm de largo desde la cabeza hasta el arranque de la cola, que por sí sola mide unos 20 cm, de cabeza redonda, lengua muy áspera, patas cortas y pelaje espeso, suave, de color blanco, gris, pardo, rojizo o negro, que se empleaba en algunos lugares para cazar ratones.”3 Por otra parte, yo crecí creyendo que los gatos eran demonios que buscaban matar a los niños pequeños, si les era posible, y al mismo tiempo eran animales que me causaban problemas respiratorios fuertes, por causa de mis reacciones alérgicas a ellos—lo cual, por supuesto, yo lo entiendo como la forma en la que Dios quiso protegerme de los malos espíritus.
Yo sé que eso suena un poco extremo, pero creo que ya entendieron el punto.
Después, conviviendo con algunos amigos afroamericanos, aprendí que un gato es un hombre adulto que tiene alguna habilidad muy particular—tal como dones musicales, habilidades para hablar, para los deportes, o para predicar. “¡Escucha a ese gato! ¡Es hierba!” (y obviamente no se refieren a algo que se puede fumar).
De manera que, la cultura moldea el lenguaje.
De la misma forma, el lenguaje moldea la cultura. ¿Quieres cambiar la cultura? Cambia o redefine el lenguaje. Nosotros cambiamos o redefinimos el lenguaje a través de la historia. Si quieres un lenguaje nuevo o redefinido, cuenta una historia nueva.
Las historias le dan significado al lenguaje. Cada palabra que conocemos tiene un significado por causa de alguna historia en la que esa palabra fue definida.
Si yo digo: “Aslan”, algunos de ustedes piensan en un rey león que se parece a Cristo. Y cuando leen las palabras El Rey León, algunos de ustedes piensan en Simba y empiezan a cantar: “¡Yo quisiera ya ser el rey!” Algunos de ustedes no saben de qué estoy hablando porque no leyeron El león, la bruja, y el ropero de C. S. Lewis ni tampoco vieron la película animada de Disney acerca del cobarde león joven que se convirtió en el valiente Rey de la selva. Y probablemente, después de haber leído estas oraciones juntas, algunos de ustedes ahora están buscando paralelos o diferencias entre esos temas mientras comparan ambas historias.
Las historias de nuestras vidas son especialmente poderosas para moldear la manera en la que entendemos e interpretamos el lenguaje. Para algunos, la palabra padre es un término maravilloso que revive toda clase de emociones tiernas—amor, cariño, y sentimientos de provisión y protección. Cuando otros escuchan la palabra padre, sienten abandono, rompimiento emocional, rechazo, y temor.
La cultura moldea el lenguaje. El lenguaje moldea la cultura. Y las historias tienen el poder para redefinir o crear un nuevo lenguaje. Nuestras palabras tienen significado por causa de las historias en las que son usadas. Y nosotros entendemos nuestras palabras a partir de la historia en la que nos encontramos.
Así que, ¿cómo nos convertimos en una cultura centrada en el evangelio que esté llena de personas con fluidez en el evangelio? Necesitamos un lenguaje del evangelio que esté correctamente moldeado por la historia del evangelio.
Todos nosotros estamos viviendo nuestras vidas bajo la influencia de una historia dominante. Percibimos el mundo y las interacciones humanas a través de historias que conocemos y creemos. Para muchos de nosotros, esa es nuestra historia de origen, nuestra historia familiar. Esa es una historia más pequeña dentro de una historia más grande, y a veces eso nos lleva a tener percepciones equivocadas de Dios, de nosotros mismos, de otros y del mundo a nuestro alrededor. En algunos casos, creemos mentiras muy grandes.
Pero existe una historia verdadera. Y esa es la historia de Dios que encontramos en la Biblia. Es la historia que redime, sana, y completa nuestras historias personales—las pequeñas historias que están dentro de la verdadera historia.
Así que, hablaremos de la composición del evangelio (similar al vocabulario) y cómo es que tiene significado en nuestras vidas (similar a la gramática), pero primero necesitamos tener la historia general, porque esa es la verdadera historia que le da la esencia al significado del evangelio.
Otros autores han dedicado libros enteros4 a la verdadera historia, y esos libros son herramientas muy útiles5 que pueden guiar a un grupo en conjunto a través de esta historia, pero por causa de los propósitos de este libro, yo sólo voy a caminar a través del resumen de la narrativa de la verdadera historia, utilizando cuatro momentos clave: La Creación, la caída, la redención, y la nueva Creación.
La Creación
“En el principio (…)Dios”. (Génesis 1:1).
Así es como empieza la historia—con Dios.
Dios ha existido eternamente en comunidad—Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo—un Dios en tres personas, existiendo en perfecta unidad. No existía nada más.
En el principio, Dios creó por Su Palabra. Él creó los cielos y la tierra de la nada. Él habló y todo llegó a ser.
La Palabra de Dios dio origen a la obra de Dios.
Dios designó un hermoso lugar lleno de todo lo necesario para la vida, en el que los humanos podían vivir.6 Después Él creó al hombre y a la mujer a Su imagen y semejanza. El Dios invisible creó a los humanos para que fueran una demostración visible— un retrato—de cómo es Él. Después de crear, Dios dijo que todo era bueno en gran manera, y luego descansó de la obra de Creación. Esencialmente Dios estaba diciendo: “Hice un gran trabajo, estoy satisfecho con lo que hice. Esto es justo”. Dios quería que el hombre y la mujer supieran que Él los había declarado buenos—Él los declaró justos.
La Palabra de Dios es poderosa y verdadera. Su obra es buena en gran manera. Descansa en ello.
¿Por qué eso es tan importante?
Bueno, si todo llegó a existir a través de la Palabra de Dios, y si todo lo que llegó a existir a través de la Palabra de Dios es bueno, entonces debemos confiar y depender completamente de la Palabra y la obra de Dios. Tenemos nuestra existencia a través de Su Palabra y su obra. Por lo tanto, nuestra identidad, propósito, y verdad tienen que ser encontrados en la Palabra de Dios y en la obra de Dios.
No sólo al principio—siempre.
Las preguntas: “¿quién soy?” y “¿por qué estoy aquí?” no tienen por qué ser respondidas fuera de lo que Dios dice y lo que Dios hace.
Y antes de que vayamos más lejos, pregúntate a ti mismo: “¿En quién confío o de qué dependo para determinar mi propio valor?
Dios también creó un trabajo para el hombre cuando formó un huerto para que él lo cuidara. Él le mandó al hombre, diciendo: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16–17). Dios llamó al hombre para que lo mirara a Él, no a la Creación ni a su trabajo, para conocer su identidad. Él llamó al hombre para que lo mirara a Él para encontrar propósito y verdad. Comer de ese árbol sería esencialmente darle la espalda para ir en busca de otra fuente de identidad, propósito, y verdad.
Dios llamó al hombre a que confiara en Él y lo obedeciera: “Cree lo que te digo que eres. Confía en lo que Yo he hecho para que seas quién eres. Y como resultado, haz lo que te mando”.
Hasta este punto de la historia, el hombre seguía solo. Todavía no tenía una ayuda idónea. Estaba sin amigos, sin compañeros, sin pareja—sólo tenía a los animales. Y Dios dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo (esto es un buen recordatorio de que el perro no es el mejor amigo del hombre).
Así que Dios hizo una ayuda idónea para el hombre. Él puso a dormir al hombre y tomó una costilla de su cuerpo. La primera cirugía de la historia del mundo trajo la primera mujer, hecha de un hombre. Cuando el hombre despertó de su sueño, vio la belleza frente a él y exclamó: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (Génesis 2:23).
La mujer fue hecha del hombre. Y juntos, eran una imagen de la unidad y la comunidad de Dios. Dios les mandó: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread” (Génesis 1:28). Fueron llamados a someterse a Dios, gobernar la tierra en representación de Dios, y llenar la tierra con más portadores de Su imagen que hicieran lo mismo.
Un mandato para amar, trabajar, y gobernar de una manera en la que fuera demostrado a toda la Creación cómo es Dios.
Un huerto bueno y hermoso.
Un hombre y una mujer viviendo en amor armonioso y puro, desnudos y sin vergüenza, disfrutando diariamente el uno del otro, trabajando y gobernando la Creación, e interactuando con Dios en medio de ellos.
¡Todo eso era muy bueno! Pero estaba a punto de cambiar.
La caída
Ellos no creyeron. No confiaron en la Palabra de Dios ni en Su obra.
El problema fue la incredulidad. La acción fue el pecado. El resultado fue la muerte.
La Serpiente, el Diablo, convenció a la mujer de que la Palabra de Dios era mentira y que Su Obra no era buena: “Dios sabe que ustedes no son tan buenos como podrían ser. Él sabe que si ustedes toman el control de sus acciones en sus manos entonces serán mucho mejores. Ustedes pueden ser como Dios si tan solo comen del fruto que Él les dijo que no comieran”.7
Ella creyó la mentira y comió del fruto, después le dio a su esposo, y él también comió.
Dios les había dicho que ellos eran en gran manera buenos— estaban hechos a Su imagen y semejanza. Pero ellos no lo creyeron. En lugar de eso, le creyeron al Diablo, el padre de mentira. Dios les había dicho que ciertamente morirían si comían del fruto. Pero ellos no lo creyeron. En lugar de eso, ellos creyeron la mentira del Diablo, que ellos no morirían. Y como resultado de su rebelión, el pecado entro al mundo, y eso trajo muerte y destrucción.
Cuando compartí Romanos 6:23 con nuestra comunidad misional hace poco, una nueva creyente del grupo preguntó: “Si la paga del pecado es muerte, y si Dios le prometió a Adán y Eva que ciertamente morirían si comían del fruto, ¿por qué no murieron?”
“Bueno, sí murieron”, respondí.
“Pero ¿por qué no murieron inmediatamente?” ella replicó.
Parecía que ella entendía la severidad de la rebelión y se preguntaba por qué Dios no los había aniquilado en ese mismo momento.
Yo respondí: “La muerte a la que Dios se refería no era únicamente una muerte física. Era una muerte espiritual, relacional, y física. Además, si los hubiera destruido ahí mismo, ese hubiera sido el fin de la humanidad. Y Dios no quería destruir a la humanidad. Él los amó y quiso salvarlos. Quiso rescatarlos de las consecuencias de su pecado”.
Después expliqué a qué me refería con muerte espiritual, relacional, y física.
Adán y Eva se rebelaron en contra de Dios por buscar en otro lugar su identidad, su propósito, y su verdad. Ellos se apartaron del dador y sustentador de la vida para ir con aquel que, por el contrario, está comprometido con tomar y destruir la vida.8 Esto los llevó a la muerte espiritual, o el rompimiento de su relación con Dios. Cambiaron el someterse y creer en Dios por el confiar y someterse a Satanás.
En ese momento, Adán y Eva le entregaron a Satanás la autoridad que Dios les había dado sobre el mundo. Se suponía que ellos tenían que gobernar al mundo en representación de Dios. Pero ellos le dieron esa autoridad al Diablo, quien ahora es conocido como “el dios de este siglo” (2 Corintios 4:4; cf. Juan 12:31).
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