Kitabı oku: «La Sonrisa Escondida de Dios», sayfa 2

Yazı tipi:

Él continúa diciendo que Dios ha designado no solo quién ha de sufrir sino también cuándo, dónde, de qué manera, por cuánto tiempo y por qué verdad sufrirá32.

“El garfio de Dios está en su nariz”

Si ha habido pastores serios y amorosos en la historia de la iglesia quienes en tiempos de gran persecución han señalado a su pueblo a un Dios que no tiene control ni propósito en su sufrimiento, no lo sé. Pero tal consejo habría sido visto como falso y falto de amor por Bunyan, Cowper y Brainerd. Ellos conocían a otro Dios y vivían con una confianza diferente. Bunyan resumió así la participación de Dios en las persecuciones de Su pueblo:

Todos los caminos de los perseguidores son de Dios. Daniel 5:23. Por consiguiente, así como deberíamos, al mismo tiempo no deberíamos, tener temor de los hombres: les deberíamos tener temor porque nos van dañar, pero no les deberíamos tener temor como si se les hubiera dejado sueltos para que nos hicieran, e hicieran con nosotros, lo que les pareciera. La brida de Dios está sobre ellos, el garfio de Dios está en su nariz: sí, y Dios ha determinado los límites de Su ira, y si les permite llevar a Su iglesia al mar de la tribulación, no va a ser sino hasta el cuello, y hasta donde Él permita, y sin ser ahogados. 2 Reyes 19:28; Isaías 37:29; 8:7-8. Lo que sostengo es que el Señor los tiene bajo Su control y les da órdenes; en ningún momento se pueden lanzar contra Su pueblo sino con Su permiso y compasión en cuanto a lo lejos que pueden ir, y dónde se deben detener33.

Esta sólida visión del dominio de Dios sobre Sus enemigos es el fundamento del consuelo de Bunyan mientras ministra a su pueblo:

En pocas palabras, he hablado de todo esto… para mostrarles que nuestros sufrimientos son ordenados y dispuestos por Él, de manera que puedan siempre, cuando se vean metidos en tribulaciones por causa de Su nombre, no vacilar ni sentirse desorientados, sino mantenerse firmes, compuestos y resueltos en sus mentes, y decir, ‘Hágase la voluntad del Señor’. Hechos 21:14 … Por consiguiente, con cuánta bondad nos trata Dios cuando decide afligirnos por un poco de tiempo, para poder tener misericordia de nosotros con una bondad eterna. Isaías 54:7-834.

“Me dará lo que es mejor”

Esta es la visión de la bondad soberana y misteriosa de Dios que ha sostenido a los cristianos en cada siglo y en todas partes del mundo. Es la visión que subyace en decenas de himnos que el pueblo de Dios ha cantado a través de muchas tormentas. De hecho, los grandes himnos generalmente provienen de la experiencia del sufrimiento y demuestran por su existencia la verdad de su mensaje–que las aflicciones dan fruto para el pueblo de Dios. Los ejemplos no solo provienen de William Cowper, sino también de otros.

Karolina Wilhelmina Sandell-Berg (Lina Sandell) “era la hija de Jonas Sandell, pastor de la iglesia luterana en Fröderyd, Suecia. A la edad de veintiséis años, acompañó a su padre en un viaje en barco a Gotemburgo, durante el cual él cayó por la borda y se ahogó ante sus ojos. La tragedia afectó profundamente a Lina y la inspiró a escribir himnos”35; uno de los más conocidos es “Día en día”.

Día en día Cristo está conmigo,

Me consuela en el medio del dolor.

Pues confiando en Su poder eterno,

No me afano ni me da temor.

Sobrepuja todo entendimiento

La perfecta luz del Salvador.

En Su amor tan grande e infinito

Siempre me dará lo que es mejor.

Esta es la misma visión de la bondad soberana de Dios que encontramos en Seasonable Counsel [Consejo a tiempo] de Bunyan. Nuestro Dios es bondadoso más allá de toda medida. “En Su amor tan grande e infinito” cada día nos “dará lo que es mejor”. Con Su poder eterno y amorosamente distribuido nos “consuela en medio del dolor”. La verdad y la belleza de este himno fue el fruto de la aflicción y continúa ayudándonos a tenerlo todo “por sumo gozo” (Santiago 1:2) para que la aflicción de nuestras propias vidas pueda dar “fruto apacible de justicia” (Hebreos 12:11).

Bautista, anglicano, congregacionalista:

Todos justificados por medio de la fe

El sufrimiento de la persecución no fue otorgado igualmente a John Bunyan, William Cowper y David Brainerd. Sin embargo, hubo otra forma de aflicción que une a estos tres, y todos apreciaban el remedio, a pesar de que dio frutos muy diferentes en sus vidas. La aflicción fue la terrible agitación mental y oscuridad de la culpa delante Dios, y el remedio para ello fue la gran verdad bíblica de la justificación por gracia únicamente a través de la fe. Bunyan era bautista, Cowper anglicano y Brainerd congregacionalista. Una de las grandes misericordias de Dios es que, en sus tiempos, la doctrina de la justificación era clara y común para todos ellos.

“Entonces sí que cayeron las cadenas de mis piernas”

La Segunda confesión de Londres fue forjada por bautistas en la época de Bunyan y fue publicada en su forma final en 1689, el año después de su muerte. Construida sobre la Confesión de fe de Westminster, fue totalmente clara con respecto a la justificación.

A quienes Dios llama eficazmente, también justifica gratuitamente, no infundiéndoles justicia y rectitud sino perdonándoles sus pecados, y considerando y aceptando sus personas como justas; no por nada que hay en ellos o hecho por ellos, sino solamente por causa de Cristo; no imputándoles la fe misma, ni la acción de creer, ni ninguna otra obediencia evangélica como justicia; sino imputándoles la obediencia activa de Cristo a toda la ley y Su obediencia pasiva en Su muerte para la completa y única justicia de ellos por la fe, la cual tienen no de sí mismos; es don de Dios.

La fe que así recibe a Cristo y confía en Él y en Su justicia es el único instrumento de la justificación; sin embargo, no está sola en la persona justificada, sino que siempre va acompañada por todas las demás virtudes salvadoras, y no es una fe muerta sino que obra por el amor36.

Esta fue la verdad que rescató a Bunyan de los terrores de sentirse irremediablemente condenado. “Oh, nadie conoce los terrores de esos días, excepto yo”37. Luego vino lo que parecía ser el momento decisivo.

Un día, mientras entraba al campo… esta frase cayó sobre mi alma. Tu justicia está en el cielo. Y pienso que además vi con los ojos de mi alma a Jesucristo a la diestra de Dios; allí, digo, estaba mi justicia; de manera que dondequiera que estuviera, o hiciera lo que hiciera, Dios no podría decir de mí: él carece de mi justicia, porque la tenía justo delante de Él. También vi, además, que no era mi buen corazón el que haría mejor mi justicia, ni tampoco mi mal estado de ánimo el que la hacía peor, porque mi justicia era el propio Jesucristo, “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, Hebreos 13:8. Entonces sí que cayeron las cadenas de mis piernas. Fui liberado de mis aflicciones y mis hierros… Ahora también me volví a casa regocijándome por la gracia y el amor de Dios38.

“Creo que habría muerto con gratitud y gozo”

El fundamento sólido de Los treinta y nueve artículos de religión de la iglesia de Inglaterra (formulados en 1571) había existido por casi 150 años cuando William Cowper, el anglicano, experimentó el poder de su verdad sobre la justificación. El artículo 11, “Sobre la justificación del hombre”, dice:

Ante los ojos de Dios somos estimados como justos pero sólo por el mérito de nuestro Señor y Salvador Jesucristo por medio de la fe y no por nuestras propias obras o merecimientos. Por lo cual el hecho de que estamos justificados por la fe es sólo una doctrina muy benévola y reconfortante…39.

Ciertamente era consuelo para el joven Cowper que había sido enviado a un manicomio por su depresión suicida. Allí, un hombre de Dios le presentó las verdades del evangelio una y otra vez. lentamente, Cowper comenzó a sentir algo de esperanza. Un día abrió la Biblia al azar, y el primer versículo que vio fue Romanos 3:25, “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Él marca su conversión a partir de este momento, porque, como él dice,

De inmediato recibí la fortaleza necesaria para creerlo, y los rayos del Sol de Justicia resplandecieron sobre mí. Vi la suficiencia de la expiación hecha por Él, mi perdón sellado en Su sangre, y la plenitud y totalidad de Su justificación. En un instante creí, y recibí el Evangelio… Si no me hubiera sostenido el brazo del Todopoderoso, creo que habría muerto con gratitud y gozo. Se me llenaron los ojos de lágrimas, y mi voz quedó entrecortada por la gran emoción que sentía; lo único que pude hacer fue mirar al cielo en silencioso temor, abrumado por el amor y asombro40.

Nuevamente es “la totalidad de la justificación [de Cristo]” lo que el Espíritu Santo utilizó para despertar y rescatar a Cowper de la oscuridad de la condenación que se había asentado sobre él. La guerra por el alma de Cowper no había terminado, pero la batalla decisiva había sido peleada y ganada por el evangelio de la justificación por gracia a través de la fe.

“Este camino de salvación, enteramente por la justicia de Cristo”

El Catecismo menor de Westminster formó el fundamento doctrinal de la vida y ministerio para David Brainerd, el congregacionalista (con inclinaciones presbiterianas41). Lo usó entre sus conversos indígenas42, ya que él mismo había crecido en él. La pregunta 33 es la siguiente: “¿Qué es la justificación?”, y responde: “La justificación es un acto de la libre gracia de Dios, mediante la cual perdona todos nuestros pecados y nos acepta como justos ante sus ojos, solamente a causa de la justicia de Cristo que nos es imputada, y que recibimos solamente por la fe”43. En el Día del Señor, 12 de julio de 1739, a la edad de veintiún años, Brainerd experimentó una conversión que marcó el resto de su vida.

En aquel momento, el camino de salvación se me abrió con tal sabiduría, eficacia y excelencia infinita, que me preguntaba si alguna vez debería pensar en algún otro camino de salvación; estaba asombrado de no haber dejado antes de lado mis propias maquinaciones para aceptar este camino tan encantador, bendito y excelente. Si mis propios deberes, o cualquier otra de las formas que antes había ideado, me hubieran podido salvar, mi alma entera [ahora] los habría rechazado. Me asombraba que todo el mundo no viera y acatara este camino de salvación, enteramente por la justicia de Cristo44.

Al igual que con Bunyan y Cowper, el “camino de salvación, enteramente por la justicia de Cristo”, es lo que rompe la oscuridad de la duda e incredulidad y despierta una nueva vida.

Y no solo al comienzo de su caminar con Dios, sino también al final de su vida, esta es la verdad que lo sostuvo. El sábado 19 de septiembre de 1747, menos de tres semanas antes de morir, escribió sobre cómo Dios lo sostuvo en un momento de auto-recriminación:

Casi de noche, mientras trataba de caminar un poco, mis pensamientos se volvieron así: “¡Qué infinitamente dulce es amar a Dios y estar totalmente entregado a Él!”. Sobre esto, se me sugirió: “Tú no eres un ángel, no eres vivaz y activo”. Ante lo cual, mi alma entera respondió de inmediato: “Tengo un anhelo tan sincero de amar y glorificar a Dios, como cualquier ángel del cielo”. Entonces se me sugirió de nuevo: “Pero tú eres inmundo, no apto para el cielo”. Entonces al instante aparecieron las benditas vestiduras de la justicia de Cristo, en las cuales no pude hacer menos que regocijarme y triunfar45.

Donde crece el fruto de la aflicción

¿No es notable que el canto de estos tres cisnes sufrientes fuera tan similar en los momentos cruciales de sus conversiones? La justicia de Cristo, fuera de ellos mismos, imputada a ellos únicamente por medio de la fe, no los hizo a ellos inútiles sino adoradores. No los condujo a la vida libertina, sino que los impulsó a la búsqueda de la santidad. No los dejó satisfechos de sí mismos, sino que los puso a predicar, escribir y evangelizar. Los sostuvo a través de todo el sufrimiento (para Cowper, con dificultad –1 Pedro 4:18) y formó la tierra sólida donde el fruto de la aflicción podía crecer sin que el árbol se rompiera.

Bajo la gracia soberana de Dios, entonces, lo que tenemos que agradecer por la gran alegoría de Bunyan y los himnos de Cowper y la vida de Brainerd es, primero, la gloriosa verdad bíblica de la justicia de Cristo imputada por la gracia únicamente por medio de la fe, y segundo, el misericordioso regalo de la aflicción. Hoy somos los beneficiarios del fruto de su aflicción. Y el designio de Dios en ello es que no nos desanimemos, sino que confiando en Él sepamos que alguien también se verá fortalecido por el fruto de la nuestra. Detrás de una ceñuda providencia, Él esconde un rostro sonriente. Puede que lo veamos mientras vivimos, o puede que no. Pero la Biblia entera está escrita, y todos los cisnes están cantando, para convencernos de que está allí, y que podemos y debemos “gloriarnos en las tribulaciones” (Romanos 5:3).


Se me hizo ver que si alguna vez iba a sufrir de manera justa, primero tenía que pasar sentencia de muerte sobre todo aquello que se pueda considerar propiamente como cosa de esta vida; incluso contarme a mí mismo, a mi esposa, a mis hijos, mi salud, mi disfrute y todo, como muertos para mí, y a mí mismo como muerto para ellos.

Lo segundo era, vivir sujeto al Dios que es invisible.


John Bunyan

Gracia abundante

1. “VIVIR SUJETO AL DIOS QUE ES INVISIBLE”

Sufrimiento y servicio en la vida de John Bunyan

“¡Te bendigo, prisión, por haber estado en mi vida!”

En 1672, a unos ochenta kilómetros al noroeste de Londres en Bedford, John Bunyan fue puesto en libertad después de doce años de prisión. Como ha sucedido con los santos que sufren antes y después de ese entonces, Bunyan encontró que la prisión había sido un don doloroso y fructífero. Él habría comprendido las palabras de Aleksandr Solzhenitsyn, 300 años más tarde, quien, como Bunyan, convirtió su encarcelamiento en una obra de arte explosiva que cambió el mundo. Después de su encarcelamiento en el gulag ruso de los “campos de trabajo forzados” de Joseph Stalin, Solzhenitsyn escribió:

Se me concedió sacar de mis años de prisión sobre mi encorvada espalda, que estuvo a punto de quebrarse bajo su peso, esta experiencia esencial: cómo un ser humano se convierte en malvado, y cómo se convierte en bueno. En la intoxicación de mis éxitos de juventud, me había sentido infalible, y era por lo tanto cruel. En los excesos de mi poder era un asesino y un opresor. En mis momentos de mayor maldad, estaba convencido de estar obrando bien, y tenía un buen abastecimiento de argumentos sistemáticos. Solo al estar tirado allí, sobre la paja medio podrida de la prisión, fue que sentí que se movía el bien dentro de mí por vez primera. Gradualmente, me fue revelado que la línea que separa el bien del mal no divide estados, ni clases, ni tampoco partidos políticos –sino que pasa a través de cada corazón humano–y a través de todos los corazones humanos… Por eso es que recuerdo mis años de prisión y digo, algunas veces para asombro de los que me rodean: “¡Te bendigo, prisión!”… He pasado suficiente tiempo allí. Alimenté mi alma allí, y digo sin titubear: “¡Te bendigo, prisión, por haber estado en mi vida!”46.

¿Cómo es posible que un hombre bendiga su propio encarcelamiento? La vida y obra de Bunyan nos dan una respuesta. Justo antes (según parece47) de ser puesto en libertad, a la edad de cuarenta y cuatro, Bunyan puso al día su autobiografía espiritual, llamada Gracia abundante. En ella recordaba las penurias pasadas en los últimos doce años, y escribió acerca de la forma en que Dios le había capacitado para sobrevivir e incluso florecer en la cárcel de Bedford. Uno de sus comentarios me dio el título para este capítulo.

Él cita del Nuevo Testamento donde el apóstol Pablo dice: “Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Corintios 1:9). Después agrega:

Por medio de esta Escritura se me hizo ver que si alguna vez iba a sufrir justamente, debía primero pasar sentencia de muerte sobre todo aquello que se pueda considerar propiamente como cosa de esta vida, incluso contarme a mí mismo, a mi esposa, a mis hijos, mi salud, mi disfrute y todo, como muertos para mí, y a mí mismo, como muerto para ellos. Lo segundo era, vivir sujeto al Dios que es invisible, como dice Pablo en otro lugar; la manera de no desmayar es “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18)48.

No he hallado frase alguna en todos los escritos de Bunyan que capte mejor la clave de su vida aparte de esta: “Vivir sujeto al Dios que es invisible”. Él aprendió que si hemos de sufrir bien, debemos morir, no solo al pecado, sino también a las imperiosas exigencias de cosas que son preciosas e inocentes, incluyendo entre ellas la familia y la libertad. Mientras estaba en prisión él confesó con respecto a su esposa y a sus hijos: “De alguna manera quiero demasiado a estas grandes Misericordias”49. Entonces debemos aprender a “vivir sujeto al Dios que es invisible”, no solo porque Dios es superior a los placeres del pecado, sino también porque Él es superior a los placeres sagrados también. Todo lo demás en el mundo debemos contarlo como muerto para nosotros, y nosotros para ello.

Él aprendió esto de sus prisiones y aprendió de Pablo: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14). La muerte para el mundo era el costoso corolario de la vida para Dios. El mundo visible murió para Bunyan. Él vivió en “el Dios que es invisible”. Cada vez más esta fue la pasión de Bunyan desde el momento de su conversión siendo un joven casado, hasta el día de su muerte, a los sesenta años de edad.

Sufrimiento: normal y esencial

En todo lo que he leído de Bunyan, lo que más me ha impresionado es su sufrimiento y cómo reaccionó ante este, lo que el sufrimiento hizo de él y lo que puede hacer de nosotros. Todos venimos a nuestras tareas con una historia personal y numerosas predisposiciones. Yo me acerco a John Bunyan con una idea creciente de que el sufrimiento es un elemento normal, útil y esencial en la vida cristiana y el ministerio. No solo nos hace madurar, apartándonos del mundo, y nos enseña a vivir en Dios, como dice 2 Corintios 1:9, sino que también capacita a los ministros para fortalecer a la iglesia50, y capacita a los misioneros para alcanzar a las naciones con el evangelio51 de la gracia de Dios.

Soy influenciado en mi forma de leer a Bunyan tanto por lo que veo en el mundo de hoy, como por lo que veo en la Biblia. Cuando leas esta página, los focos de sufrimiento habrán cambiado desde que la escribí. Pero la realidad no habrá cambiado –y no cambiará mientras el mundo permanezca y la Palabra de Jesús se mantenga firme. “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33). “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos” (Mateo 10:16). Hoy en día, las iglesias están siendo quemadas en algunos países y jóvenes cristianos están siendo asesinados por las turbas anti-cristianas. Los cristianos padecen hambre y esclavitud de forma sistemática. China perpetúa su represión oficial de la libertad religiosa y sus largos encarcelamientos. La India, con sus mil millones de habitantes y diversidad sin igual, se agita con tensiones entre las principales religiones y sufre violencia esporádica. El estimado de la cantidad de cristianos que son martirizados cada año sobrepasa toda nuestra capacidad para llorar como deberíamos52.

Mientras escribo, veo miles de personas muertas al paso de los huracanes o por terremotos. Veo centenares de muertos en las guerras. Veo treinta y tres millones de personas en todo el mundo infectadas con VIH, el virus que causa el SIDA. Casi seis millones de personas son infectadas con este virus cada año (once personas por minuto). “Para finales del año [2000], habrá diez millones de huérfanos del SIDA”53. Más de 6 000 personas están muriendo de SIDA cada día. Y, por supuesto, en mi propia iglesia veo personas sufriendo de tuberculosis y lupus y enfermedades del corazón y ceguera, sin mencionar los centenares de dolores emocionales y congojas por relaciones, que las personas cambiarían en cualquier momento por una buena amputación.

Y al acercarme a la vida y los sufrimientos de Bunyan, veo en la Biblia que “es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22); y la promesa de Jesús: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15:20); así como la advertencia de Pedro: “No os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 Pedro 4:12); y el realismo absoluto de Pablo, según el cual, nosotros “que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:23); vemos también el recordatorio de que “nuestro hombre exterior se va desgastando” (2 Corintios 4:16) y que toda la creación “fue sujetada a vanidad” (Romanos 8:20).

Cuando miro a mi alrededor en el mundo y en la Palabra de Dios, tengo la sensación de que lo que necesitamos de Bunyan es un vistazo a cómo él sufrió, y cómo aprendió a “vivir sujeto al Dios que es invisible”. Quiero eso para mí y para mi familia y para la iglesia en la que sirvo y para todo el que lea este libro. Porque nada glorifica más a Dios que el que mantengamos nuestra estabilidad y nuestro gozo cuando perdemos todo excepto a Dios. Ese día llegará para todos y cada uno de nosotros, y haríamos bien en prepararnos, y ayudar a las personas que amamos a prepararse.

Los tiempos de las secuoyas

John Bunyan nació en Elstow, a kilómetro y medio de Bedford, Inglaterra, en 1628, el mismo año en que William Laud se convirtió en obispo de Londres durante el gobierno del Rey Carlos I. La conexión con el Obispo Laud es importante porque no podemos comprender los sufrimientos de Bunyan sin tener en cuenta el contexto religioso y político en que él vivió.

En aquellos días había conflictos tremendos entre el Parlamento y la monarquía. El Obispo Laud, junto con Carlos I, se oponían a las reformas de la Iglesia de Inglaterra que deseaban los puritanos –aquellos pastores y maestros que entre 1550 y 1700 anhelaban ver a la Iglesia de Inglaterra “purificada” con verdad bíblica y fuego, y a quienes J. I. Packer llama las Secuoyas de California en el bosque de la cristiandad54. Tanto Laud como el Rey Carlos presionaron para llevar a toda la Iglesia de Inglaterra a la conformidad con la Alta Iglesia, de acuerdo con los lineamientos del Libro de Oración Común –contra la conciencia de muchos puritanos.

Oliver Cromwell –un puritano campeón dentro de la esfera política– fue elegido al Parlamento en 1640, y en 1642 estalló la guerra civil entre las fuerzas leales al rey y aquellas leales al Parlamento–y a las reformas que ansiaban los puritanos. En 1645, el Parlamento tomó el control de la monarquía. El Obispo Laud fue ejecutado el 10 de enero de ese año, y el uso obligatorio del Libro de Oración Común fue derrocado. La Asamblea de Westminster completó la Confesión de Westminster para la iglesia Presbiteriana dominante en 1646. El rey, Carlos I, fue decapitado en 1649, y su hijo, Carlos II, huyó al continente. Cromwell dirigió el nuevo Estado hasta su muerte en 1658. Su principal preocupación era por un gobierno estable con libertad de religión para puritanos como John Bunyan y otros. “A los judíos, quienes han sido excluidos de Inglaterra desde 1290, se les permitió regresar en 1655”55.

Después de la muerte de Cromwell, su hijo Richard no pudo mantener unido el gobierno. El deseo de lograr estabilidad con un nuevo rey fue en aumento. ¡Cuán rápidamente puede cambiar el favor del hombre! El Parlamento se volvió en contra de los no-conformistas como John Bunyan y aprobó una serie de decretos que resultaron en mayores restricciones para los predicadores puritanos. Carlos II fue traído a casa en lo que se conoce como la Restauración de la Monarquía y fue proclamado rey en 1660, el mismo año en que Bunyan fue encarcelado por predicar sin la aprobación del Estado.

Dos mil pastores expulsados

En 1662, fue promulgada el Act of Uniformity [Acta de uniformidad] que exigía que se aceptaran, de nuevo, el Libro de oración común y las ordenaciones Episcopales. En agosto de ese año, dos mil pastores puritanos fueron forzados a dejar sus iglesias. Doce años más tarde, las cosas tomaron un mejor rumbo con la “Declaración de Indulgencia Religiosa”, la cual resultó en la liberación de Bunyan, quien recibió licencia para predicar y su llamado como pastor oficial de la iglesia noconformista de Bedford. A pesar de todo esto, la inestabilidad política siguió hasta que falleció en 1688 a la edad de sesenta años. Estuvo encarcelado en otra ocasión a mediados de la década de 1670, cuando escribió El progreso del peregrino56.

Estos fueron los días de los sufrimientos de John Bunyan, y debemos tener cuidado de no exagerar ni tampoco subestimar el terror de aquellos días. Los exageraríamos si pensáramos que fue torturado en la cárcel de Bedford. De hecho, algunos carceleros le permitían salir para ver a su familia o hacer viajes breves. Pero los subestimaríamos si pensáramos que no se halló con frecuencia en peligro de ser ejecutado. Por ejemplo, en los Juicios Sangrientos de 168557, más de trescientas personas fueron ejecutadas en los condados occidentales de Inglaterra por hacer nada más que lo que hacía Bunyan como pastor no-conformista.

Angustia joven y temor

Bunyan aprendió de su padre el oficio de trabajar en metales, o de “hojalatero”58. Recibió la educación ordinaria entre los pobres, aprendiendo a leer y escribir, pero nada más. No tuvo estudios superiores formales de ningún tipo, lo cual hace más asombrosos aún sus escritos e influencia. Los sufrimientos más notables de su vida comenzaron siendo un adolescente. En 1644, cuando tenía quince años, su madre y hermana murieron en menos de un mes. Su hermana tenía trece años. Para aumentar su dolor, su padre se volvió a casar un mes después. Todo esto sucedió mientras a pocos kilómetros de distancia, en ese mismo mes de tantas pérdidas, el rey atacó una iglesia en leighton y “comenzó a cortar y herir a diestra y siniestra”59. Y más tarde, aquel mismo otoño, habiendo Bunyan cumplido ya los dieciséis años, fue reclutado por el Ejército Parlamentario y durante alrededor de dos años se lo llevaron de su hogar para prestar servicio militar. Según él mismo recuerda, hubo momentos horrendos, como por ejemplo la ocasión en que un hombre tomó su puesto de centinela, y fue herido en la cabeza con una bala de mosquete y murió60.

Bunyan no era creyente cristiano durante ese tiempo. Él nos dice: “Había pocos que me igualaran, especialmente teniendo en cuenta mi edad… en cuanto a maldecir, jurar, mentir y blasfemar contra el santo nombre de Dios… Hasta que llegué al estado del matrimonio, era el líder mismo de todos los jóvenes que andaban conmigo, metidos en todo tipo de vicios e impiedades”61.

Valiosos libros vinieron con su esposa

Él “llegó al estado del matrimonio” cuando tenía veinte o veintiún años, pero nunca conocemos el nombre de su esposa. Lo que sí sabemos es que era pobre, pero tuvo un padre piadoso que había muerto y le había dejado dos libros que ella trajo consigo al matrimonio: The Plain Man’s Pathway to Heaven and The Practice of Piety [El camino claro del hombre al cielo y La práctica de la piedad]62. Bunyan dijo: “En estos dos libros algunas veces leía con ella, y yo también encontraba en ellos algunas cosas que me eran algo agradables; pero en ningún momento sentí convicción”63. Pero la obra de Dios había comenzado. Dios estaba atrayendo irreversiblemente al recién casado Bunyan hacia Él.

John y su esposa tuvieron cuatro hijos: Mary, Elizabeth, John y Thomas. Mary, la mayor, nació ciega. Esto no solo aumentó la inmensa carga de su corazón por cuidar de Mary y de los demás, sino que también hizo de su encarcelamiento, cuando Mary tenía diez años, una separación agonizante64.

“Tu justicia está en el cielo”

Durante los cinco primeros años de matrimonio, Bunyan se convirtió profundamente a Cristo y a la vida de la iglesia no-conformista y bautista en Bedford. Llegó a estar bajo la influencia de John Gifford, el pastor de Bedford, y se mudó de Elstow a Bedford con su familia, uniéndose a la iglesia de allí en 1653, aunque no estaba tan seguro como ellos de que fuera cristiano. El pastor Gifford, escribe Bunyan, estaba dispuesto a considerarlo un cristiano, “aunque creo que no tenía mucho fundamento para hacerlo”65. Es difícil fijar una fecha para su conversión porque al relatar el proceso en Gracia abundante casi no incluye fechas o épocas. Pero fue un proceso largo y agonizante.

Él estaba absorto en las Escrituras pero no hallaba paz ni seguridad. Hubo épocas de grandes dudas acerca de las Escrituras y de su propia alma. “Todo un diluvio de blasfemias, contra Dios, contra Cristo y contra las Escrituras se derramó sobre mi espíritu, para mi gran confusión y asombro… ¿Cómo es posible decir que los turcos tienen tan buenas escrituras para demostrar que su Mahoma es el Salvador, como las que tenemos nosotros para demostrar a nuestro Jesús?”66. “En ocasiones, mi corazón se volvía excesivamente duro. Aunque se me hubieran dado mil libras por una sola lágrima, no podía derramar ni una”67.

Cuando pensó que ya estaba firme en el evangelio, comenzó una temporada de tinieblas abrumadoras seguida de una terrible tentación cuando escuchó estas palabras: “Vende y sepárate de este Cristo tan bienaventurado… Deja que se vaya si quiere”. Nos dice: “Sentí que mi corazón consentía libremente a aquello. Oh, la diligencia de Satanás; oh, qué desesperada es la situación del corazón humano”68. Durante dos años, nos dice, estuvo en la fatalidad de la perdición. “Temía que este pecado mío tan malvado fuera el pecado imperdonable”69. “Oh, nadie conoce los terrores de aquellos días, más que yo mismo”70. “Me resultaba muy difícil orar a Dios porque la desesperanza me estaba consumiendo”71.

Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.

₺307,72
Yaş sınırı:
0+
Hacim:
181 s. 3 illüstrasyon
ISBN:
9781629462196
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:

Bu kitabı okuyanlar şunları da okudu