Kitabı oku: «Del ¿por qué? a la adoración»

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Sinopsis

Es un estudio introductorio del libro del profeta Habacuc del Antiguo Testamento que muestra la revelación de la grandeza de Dios; descubre que realmente Él está en el control del mundo, los eventos históricos y de nuestras propias vidas. Basado en el estudio del mensaje de Habacuc, el autor muestra que las personas pueden confiar en Dios, incluso en los tiempos más oscuros.



Del ¿por qué? a la adoración:

Una introducción al libro de Habacuc

Jonathan Lamb

Original en inglés: From Why to Worship: An Introduction to the Book of Habakkuk

Langham Publishing

PO Box 296, Carlisle, Cumbria CA3 9WZ, United Kingdom

www.langhampublishing.org

© 2018 Jonathan Lamb

© 2018 Langham Publishing

© 2020 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Primera edición digital: julio 2020

ISBN Nº 978-612-4252-39-6

Categoría: Religión - Estudios bíblicos - Predicación

Primera edición impresa: julio 2020

ISBN N° 978-612-4252-38-9

Editado por:

© 2020 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Av. 28 de Julio 314, Dpto. G, Jesús María, Lima - Perú

Apartado postal: 11-168, Lima - Perú

Telf.: (511) 423–2772

E-mail: administración@edicionespuma.org

ventas@edicionespuma.org

Web: www.edicionespuma.org

Ediciones Puma es un programa del Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip)

Traducción: Sara A. Deik

Diseño de carátula: Daniel Leandro Flores

Edición: Jim Breneman y Alejandro Pimentel

Diagramación: Hansel J. Huaynate Ventocilla

Reservados todos los derechos

All rights reserved

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o introducida en un sistema de recuperación, o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio sea electrónico, mecánico, fotocopia, grabación o cualquier otro, sin previa autorización de los editores.

Esta traducción se publica en virtud de un acuerdo con Langham Publishing.

Salvo indicación especial, las citas bíblicas se han tomado de la Nueva Versión Internacional © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.

Introducción

El periodista John Simpson es el editor de noticias internacionales de la BBC y conoce muy bien la situación mundial actual. Dijo lo siguiente hace un tiempo: «a veces parece que existen tantas amenazas a nuestra vida y prosperidad que es difícil saber en qué concentrarse. La existencia humana se está pareciendo un poco a esos videojuegos donde eres un soldado que huye por un corredor interminable y llevas en mano un arma de fuego absurdamente grande, mientras que enemigos de toda clase aparecen por todos lados para atacarte».1

Y es cierto, ¿no? Ya sean las devastaciones naturales, el temor al cambio climático, la agitación en el Medio Oriente, la amenaza de gobiernos corruptos, el miedo subyacente y global al terrorismo, la escasez de agua, la recesión económica o la proliferación de armas nucleares, todas ellas han contribuido a un sentimiento global de inestabilidad y desconcierto. Tanto es así que en el libro The Age of Anxiety (La era de la ansiedad) los autores sugieren que si te preocupa lo que está ocurriendo en el mundo, deberías ver a un psiquiatra. Pero si no estás preocupado por lo que está ocurriendo en el mundo, ¡definitivamente deberías visitar a un psiquiatra!

En casi todos los países del mundo, las personas se preguntan: ¿quién está realmente en control? ¿Qué le sucede al mundo y hacia dónde se dirige? ¿En quién podemos confiar?

Estas preguntas también surgen en ámbitos evangélicos. Como lo veremos en las siguientes páginas, los cristianos enfrentan una gran variedad de presiones adicionales: se estima que la persecución afecta a unos doscientos millones de evangélicos en todo el mundo; además hay una gama de desafíos relacionados con el pluralismo religioso y el declive moral y espiritual. Esto no tiene que ver simplemente con eventos globales; se refleja también en la percepción de que nuestro propio mundo parece estar fuera de control.

Estos capítulos los preparé originalmente para una serie de exposiciones bíblicas que compartí en la conferencia Keswick en Inglaterra. El evento se organizó en torno al tema «¿Fuera de control?», y la breve profecía de Habacuc me pareció pertinente porque articula las preguntas que los creyentes nos planteamos, pero también expresa las certezas que debemos adoptar.

Si bien el libro de Habacuc se conoce por su final «Aunque la higuera no florezca… aun así, yo me regocijaré en el Señor» (Hab 3.17-19), no encontraremos en él soluciones fáciles ni aleluyas baratas. Habacuc ha recorrido un riguroso camino desde las quejas e interrogantes perplejas del capítulo uno hasta el culto que rinde aquel que ha descubierto que, cuando lo ha perdido todo y no le queda nada, Dios es suficiente.

Mientras predicaba estos capítulos, me puse a reflexionar sobre los fundamentos de la fe en un mundo incierto. Me sucedió en un tiempo en el cual enfrentábamos una serie de problemas de salud como familia, que no solo provocaron en nosotros las mismas preguntas que se hizo Habacuc, también nos dirigieron hacia una fe más arraigada en los buenos propósitos de Dios. Estoy especialmente agradecido por el apoyo de mi esposa, Margaret, y mis tres hijas, Catherine, Rebecca y Ana, quienes nos acompañaron durante esta etapa en nuestras vidas. Estamos conscientes de que nuestros desafíos son relativamente insignificantes comparados con las difíciles realidades que enfrentan algunos de nuestros compañeros de la fe.

Los movimientos de Predicación Langham están funcionando por todo el mundo, y muchos de nuestros lectores viven en países que reflejan algunos de los temas que aborda Habacuc: por una parte, la persistente hostilidad hacia el pueblo de Dios y el constante deterioro social (resumido en los últimos versículos del capítulo 3: «los campos no producen alimento»); sin embargo, por otra parte, la notable fe de la comunidad creyente que, por encima de la decadencia política, social y económica, permanece fiel al Señor.

El estilo y la estructura del material que una vez prediqué se han mantenido, pero al revisar estos capítulos intenté asegurarme de que sean legibles y he añadido sugerencias para la reflexión y discusión en grupo, con la esperanza que el lector pueda realizar el mismo viaje que hizo Habacuc: del ¿por qué? a la adoración.

Jonathan Lamb

Oxford, febrero de 2018

1. John Simpson, Not Quite World’s End (London: Pan Books, 2008).

Cómo usar este libro

En esta guía de estudio analizaremos el libro de Habacuc, que solo tiene tres capítulos, así que cubriremos cada una de las secciones de la profecía y a menudo haremos una pausa para explorar un versículo o una frase clave.

Es importante tener un panorama general del libro ya que representa algo así como un peregrinaje espiritual para Habacuc, y ojalá que también lo sea para nosotros. Aunque estemos más familiarizados con ciertas secciones, es importante trabajar este libro sistemáticamente porque las fuertes declaraciones de fe y de culto a Dios al final de Habacuc son aún más impresionantes si seguimos de cerca su desarrollo.

Las preguntas en cada capítulo nos ayudarán a entender los principios que se explican en el comentario y aplicarlos a nuestras propias vidas y situaciones. Puedes utilizar esta guía para tu propio tiempo con el Señor o como parte de un estudio grupal.

Cómo usar este libro para el estudio individual

Comienza orando y leyendo los pasajes específicos y el comentario de los mismos un par de veces antes de mirar las preguntas. Puede serte útil escribir tus respuestas a las preguntas y otros pensamientos que te surjan a partir del texto. Escribir te ayudará a reflexionar en las temáticas del libro y en cómo se aplican específicamente a tu propia situación. Comparte lo que estas aprendiendo con un amigo. Oren juntos para que puedan aplicar todas estas lecciones a sus propias vidas.

Cómo usar este libro en grupos: recomendaciones para sus dirigentes

En preparación para el estudio, comienza orando y leyendo un par de veces los pasajes para el estudio y el comentario de los mismos. Si están disponibles en tu país, usa también otros recursos como diccionarios bíblicos y comentarios.

Al inicio de cada capítulo encontrarás el objetivo del mismo, es la esencia del pasaje y por lo tanto la verdad que quieres que el grupo recuerde. Con esto en mente, decide cuáles serán las preguntas y actividades a las que les dedicarás más tiempo. Añade preguntas que sean pertinentes para el grupo o para la situación de tu iglesia. Anima a tu grupo a leer el pasaje y la sección del comentario antes del estudio semanal.

Asegúrate de separar tiempo al final del estudio para la sección Reflexiona y responde, para que los participantes del grupo puedan aplicar lo que están aprendiendo a su propio contexto.

Predicar de Habacuc

Un breve comentario para los predicadores. Este libro forma parte de los Recursos de Langham Predicación, que sirven a los movimientos de Predicación Langham establecidos alrededor del mundo. En el movimiento animamos a los predicadores a enfocarse en tres puntos, y espero que cada uno de estos puntos esté ejemplificado en esta guía de estudio.

* Primero, ¿estoy siendo fiel al pasaje bíblico? ¿estoy reflejando el significado del pasaje de manera que realmente pueda expresar lo que el autor original quiso que sus oyentes entendieran?

* Segundo, ¿estoy siendo claro? ¿el mensaje está estructurado de tal manera que mis oyentes pueden realmente entender la fuerza y el flujo del pasaje?

* Tercero, ¿estoy siendo relevante? ¿estoy haciendo conexiones pertinentes con las vidas de mis oyentes, demostrando cómo este pasaje bíblico se aplica a los desafíos en sus vidas personales, familiares y eclesiales, así como también a la cosmovisión de su cultura?

Estas son tres preguntas clave que cualquiera que busque explicar un pasaje bíblico debe hacerse, ya sea al predicar, al dirigir estudios bíblicos o al explicar un pasaje bíblico a otra persona.

Primera parte

¿Por qué?

Habacuc 1.1–2.1

¿Por qué?

Introducción a la primera parte

«A comienzos del siglo XXI, la humanidad se encuentra en una trayectoria insostenible, una trayectoria que, a menos que cambie, podría llevar a una catástrofe a gran escala». Así inicia James Martin su libro El significado del siglo XXI,2 que expresa un sentimiento cada vez más familiar. A continuación, ofrece una propuesta optimista para «asegurar nuestro futuro». Sin embargo, un profundo temor persiste en los corazones y las mentes de muchos de nosotros. Alrededor del mundo, las inquietudes son las mismas: ¿quién está en control? ¿Qué está ocurriendo en el mundo y hacia dónde va todo?

Estas preguntas resuenan con el estado de ánimo de nuestra cultura. Enfrentamos una espantosa variedad de incertidumbres. Hay dudas sobre el choque de civilizaciones, la violencia perpetrada por extremistas religiosos y la confusión moral que surge a partir de opiniones libertinas de todo tipo. Sentimos que hemos entrado en una era de incertidumbre donde nadie está en control. Es una falla sísmica en nuestro mundo, una profunda vulnerabilidad que mucha gente expresa.

Y no solamente tiene que ver con eventos globales. Se refleja también en una inquietud en nuestro mundo personal que muchas veces parece estar fuera de control. Recuerdo una conversación con el pastor de una iglesia en Londres, que confesó padecer esta inquietud. Él tenía setenta años, cincuenta como cristiano, y tuvo la pesada responsabilidad pastoral de consolar a una pareja joven que había perdido a su hija de cuatro años de una manera trágica. Este evento le hizo reconsiderar todo lo que creía sobre el sufrimiento y el carácter de Dios. No estaba amargado, pero sí profundamente perplejo. No podía entender cómo una tragedia como esta podía encajar con su entendimiento de Dios y su mundo. Muchos de nosotros confesamos haber pasado por una experiencia similar; nos damos cuenta de que existen muchas cosas en este mundo que aparentemente contradicen nuestra confianza en Dios.

Veremos a partir de la historia de Habacuc que una espiritualidad bíblica auténtica no teme confrontar realidades adversas. Habacuc insiste en que este mundo pertenece a Dios y que se involucra en él. Todos nosotros, tarde o temprano, confrontamos un punto de tensión entre lo que creemos acerca del carácter de Dios y sus propósitos y la realidad que nos rodea. Muchas veces descubrimos que nuestra experiencia no concuerda con nuestras creencias. Claro que podemos vivir vidas superficiales, separando ambos mundos. Podemos esquivar conversaciones sobre la difícil realidad de nuestro mundo y las certezas de nuestra fe. Nos imaginamos que la mejor descripción de la fe es aquella definición infantil: «tener fe es creer en cosas que sabes que no son ciertas». Lo que creemos y lo que ocurre en el mundo no parecen coincidir.

Este punto de tensión aparece con frecuencia en la Biblia, ya sea en la literatura sapiencial, los salmos o en los profetas, y es exactamente la experiencia que tuvo Habacuc. Porque como todo buen profeta, Habacuc anuncia la palabra de Dios a su pueblo. Pero lo que es especialmente interesante es que él también expresa nuestras inquietudes a Dios. Habacuc confronta a Dios con su confusión, y al hacerlo, habla por nosotros. ¿Realmente Dios está en control? Mientras miraba al desconcertante panorama de su mundo, ¿cómo podía Habacuc estar seguro de que este Dios era el Dios del universo, el Dios que dice gobernar desde su trono? Según Habacuc, Dios había hecho tantas promesas a su pueblo —que por medio de ellos «todas las naciones del mundo serian bendecidas»— sin embargo no parecía que estas promesas se cumplían. El nombre de Habacuc puede significar «abrazar», lo cual expresa cómo él acogió, en su corazón, los sufrimientos y dolores de su gente. Este significado también puede darnos una pista de su propia lucha con Dios mientras lidiaba con toda clase de cuestionamientos desconcertantes.

Sin embargo, Habacuc es un libro sobre los propósitos de Dios para su pueblo y para su mundo. En el curso de tres capítulos, veremos cómo Dios ayuda al profeta a entender esa realidad.


El estado de ánimo de nuestra era: ¿Puedes pensar en asuntos que aumentan el sentido de incertidumbre entre los que te rodean en el trabajo, la iglesia o en tu hogar?El punto de tensión: ¿Estás de acuerdo en que existe un punto de tensión entre lo que los cristianos creen y lo que sucede alrededor del mundo? ¿Dónde percibes esta tensión más agudamente?¿Por qué algunos cristianos prefieren negar o ignorar esta tensión?La esencia de la fe: hemos sugerido que muchas veces las personas se imaginan a la fe como una actitud extrañamente irracional —«creer en cosas que sabes que no son ciertas». Piensen juntos en otras definiciones de fe que podrían ofrecer a un amigo escéptico.

El capítulo 1 comienza con un diálogo entre Habacuc y el Señor, regido por la pregunta «¿por qué?». El diálogo contiene tres secciones principales, las cuales examinaremos en los siguientes dos capítulos.

2. James Martin, The Meaning of the 21st Century (London: Eden Project Books, 2006), 3.

Capítulo 1

El problema de Habacuc


Objetivo: Entender las luchas de un verdadero creyente

Tema central

Si alguna vez como cristianos somos tentados a creer que una fe genuina en Dios disipa todas las dudas y cuestionamientos, el libro de Habacuc empieza con una dosis de realismo bíblico. Aquí tenemos a un hombre de fe, que es bastante valiente como para confrontar a Dios con sus luchas.

Lee: Habacuc 1.1-11

Versículo Clave: Habacuc 1.2-5

Estructura:

1. El problema de Habacuc (1.1-4)

a. Llevando una carga (1.1)

b. Pidiendo ayuda (1.2-4)

2. El propósito de Dios (1.5-11)

a. Dios está obrando (1.5)

b. Dios está en control (1.6)

1. El problema de Habacuc (1.1-4)

a. Llevando una carga (1.1)

Una «carga»: esa es la traducción literal de la palabra con la que inicia la profecía, «esta es la profecía que el profeta Habacuc recibió en visión» (1.1). Lo que recibió fue una carga. Habacuc era un hombre con una carga pesada en su mente y su corazón. Como todos los profetas, recibió una palabra del Señor que representaba un mensaje desafiante para sus tiempos, una pesada palabra profética de parte de un Dios de juicio. Pero la carga también tenía que ver con el peso que cargaba en su corazón. La profecía expresa cómo se sentía al ver lo que estaba sucediendo en su propio país, entre su propia gente. Lo podemos ver en sus primeras palabras (1.3-4). «¿Por qué…?»

Habacuc estaba abrumado por esta pregunta. Vivía en Jerusalén, en los últimos días del siglo siete a. C., después del reinado de Josías. El rey Josías fue un gran rey, que introdujo toda clase de reformas. Josías había tenido una experiencia de conversión cuando era joven, había redescubierto la ley, derribado los altares paganos y restaurado el templo. Hubo, en ese tiempo, un período de prosperidad y estabilidad en el que Dios bendijo a la nación. Pero lo siguió el rey Joaquín, quien rápidamente revirtió toda la buena obra que Josías había logrado. Bajo su reinado el pueblo ignoró la ley de Dios, pero continuaba esperando la bendición divina porque, después de todo, ellos eran el pueblo de Dios. Sin embargo, gradualmente se instaló un deterioro espiritual que traería graves consecuencias para la nación.

Este era el contexto del ministerio de Habacuc. Estaba viendo cómo el pueblo se alejaba de Dios, el creciente deterioro en el entretejido moral de su sociedad. Es claro por el lenguaje que utiliza en los versículos 3 y 4: «¿Por qué me obligas a ver tanta violencia e injusticia? Por todas partes veo sólo pleitos y peleas; por todas partes veo sólo violencia y destrucción. Nadie obedece tus mandamientos, nadie es justo con nadie. Los malvados maltratan a los buenos, y por todas partes hay injusticia».

«Violencia» era una palabra frecuente en sus labios. Habacuc vivía en una sociedad sin ley, conformada por un pueblo decidido a olvidar lo que Dios les había dicho y dispuesto a vivir a su propia manera. Ese pueblo desobedecía la ley, y tanto sus sacerdotes como sus profetas estaban irremediablemente afectados. Como lo expresa el versículo 4: «Por lo tanto, se entorpece la ley». Se descartaba la palabra de Dios. La justicia fue reemplazada por la anarquía. El rey Joaquín construyó maravillosos palacios para sí mismo, explotando a la gente en el proceso, pero nunca mostró arrepentimiento. Los sacerdotes, políticos y funcionarios públicos siguieron el ejemplo del rey. Perpetuaron la violencia y la injusticia, aumentando la confusión moral en lugar de resolverla. Con razón Habacuc declara: «el impío acosa al justo» (1.4). Los pocos que permanecieron fieles a la palabra del Señor estaban rodeados de comportamientos impíos, que amenazaba con acabar con toda señal de vida espiritual.

¿Por qué Dios permitía que su pueblo actuara así? ¿Por qué Dios le hacía ver todo eso (1.3)? Su carga era de tal decepción y desilusión que estaba al borde de la desesperación. Solo Dios podría ayudar en esta situación.


¿Si tuvieras que escribir una queja como la de Habacuc, que dirías acerca de tu mundo?¿Hay momentos en que sientes una carga en tu corazón por lo que está ocurriendo?

b. Pidiendo ayuda (1.2-4)

¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo he de quejarme de la violencia sin que tú nos salves? (1.2)

Esta es la segunda características de los primeros versículos: Habacuc no solo lucha con el problema, lucha también con Dios. Estas palabras están escritas con cierta intensidad. Implican que Habacuc clama, grita, ruge: «¡Ayúdame, Señor! ¿Por qué permites que pisoteen tu ley? ¿Por qué permites que tu pueblo se aleje?» Es importante notar que la verdadera crisis de Habacuc no era simplemente el tremendo deterioro que veía en el pueblo de Dios. Su crisis surge porque él clamaba y clamaba, pero parecía que Dios no escuchaba (1.2).

¿Hasta cuándo?

¿Por qué?

Estas dos preguntas no nos son ajenas. Después de haber clamado por un buen tiempo, es difícil no concluir que tal vez a Dios no le interesa nuestra situación. ¿Por qué se burlan de la justicia? ¿Por qué se ignora la violencia? ¿Por qué Dios no interviene con su juicio? De hecho, podríamos seguir. ¿Para qué orar? ¿Para qué tener fe? Lo sentimos como una tremenda carga. En cuanto a Habacuc, todo le parecía descalabrado. El problema no era simplemente el pecado de la gente, que ya era bastante, sino también el aparente retraso en el actuar de Dios. Parecía una mancha en el carácter justo de Dios.

Al leer y releer estos versículos, empezamos a sentir lo que Habacuc sintió. No era tanto un problema intelectual sino un dolor sentido y profundo. Estas preguntas no son meramente académicas. Como lo expresó el novelista Peter de Vries, «el dolor es un signo de interrogación que se engancha como un anzuelo en el corazón humano». Para muchas personas, cualquier explicación es mejor que el silencio, cualquier razón es mejor que la confusión y la incertidumbre. En esos momentos, es muy importante hacer lo que hizo Habacuc: admitir nuestro desconcierto. Contrario a lo que se supone, a los cristianos se les permite hacer eso. Muchas veces nos cuesta mucho vivir con semejantes preguntas, porque sentimos que debemos tener respuestas para un mundo con preguntas. Nos resulta muy difícil convivir con el misterio.

También me pregunto si tenemos el mismo sentimiento de carga que tenía Habacuc cuando miramos a nuestra propia comunidad cristiana. ¿O hemos caído en una relajada aceptación del statu quo, una apatía espiritual que tan fácilmente puede acomodarse entre el pueblo de Dios? Me pregunto si tenemos la misma agonía espiritual y la misma honestidad ante Dios. Habacuc pudo gritar su queja gracias a su conocimiento de Dios: «Si esto es cierto acerca de ti, Dios, ¿por qué no estas actuando?, ¿por qué el retraso?».


No es fácil hacer esto, pero ¿puedes describir, para los compañeros cristianos de tu pequeño grupo, un tiempo en el que hayas experimentado esta clase de confusión? Cuando Dios parece no responder a nuestras oraciones: ¿Cómo nos sentimos? ¿Cómo sobrellevamos la situación?¿Estarías de acuerdo en afirmar que una señal de una vida cristiana indiferente es no preocuparse por estas preguntas? ¿Por qué?

2. El propósito de Dios (1.5-11)

En la siguiente sección, Dios le responde a Habacuc. Comienza con la palabra «Miren» (1.5), que retoma la queja de Habacuc en el versículo 3: «¿Por qué me haces presenciar calamidades?». Ahora Dios le pide cambiar de perspectiva, a una más amplia: «¡Miren a las naciones! ¡Contémplenlas y quédense asombrados! Estoy por hacer en estos días cosas tan sorprendentes que no las creerán, aunque alguien se las explique» (1.5). Eso es exactamente lo que Habacuc tenía que hacer: tener una perspectiva más amplia.

Tomemos en cuenta dos características importantes de la respuesta de Dios a las preguntas de Habacuc:

a. Dios está obrando (1.5)

Primeramente, Dios había escuchado la oración de Habacuc, y él ya estaba obrando. Dios no estaba quieto, indiferente a los problemas que Habacuc le expresó. No, dice Dios, ya estoy obrando, si solo tuvieras ojos para verlo. Dios estaba detrás de una serie de eventos devastadores que cambiarían el curso de la historia en los días de Habacuc; Dios no había abandonado sus planes. Judá y todas las naciones estaban todavía bajo la atenta mirada de Dios. Él estaba dando una solución al problema que tanto le preocupaba a Habacuc:

Estoy incitando a los caldeos,

ese pueblo despiadado e impetuoso,

que recorre toda la tierra

para apoderarse de territorios ajenos.

Son un pueblo temible y espantoso,

que impone su propia justicia y grandeza…

Ridiculizan a los reyes,

se burlan de los gobernantes;

se ríen de toda ciudad amurallada, …

su pecado es hacer de su fuerza un dios.

(1.6, 7, 10, 11)

Esta es una descripción de la devastación que los babilonios estaban por causarle al pueblo de Dios. No estaría fuera de lugar en nuestro mundo del siglo XXI. Los babilonios eran culpables de promulgar el terrorismo internacional, la limpieza étnica y el ejercicio de un poder despiadado. Era una implacable fuerza militar que aplastaba todo lo que podía.

A veces tenemos expectativas particulares acerca de cómo Dios debería trabajar en nuestras vidas y en nuestro mundo. Pensamos que sabemos cómo Dios debería responder a nuestras oraciones. Por tanto, es importante notar que Dios dice: miren cuidadosamente. Habacuc estaba mirando (1.3) pero ahora necesitaba hacerlo desde una perspectiva muy diferente. Una vez vi una caricatura de Charlie Brown leyendo un libro muy de cerca. Lucy le pregunta qué está haciendo. «Estoy leyendo entre líneas» —él responde. Eso es lo que tenemos que hacer. Tenemos que comenzar a ver otra historia, a darnos cuenta de que por debajo de la superficie de las historias de nuestras vidas y las del mundo hay otra realidad: Dios está obrando.

¿Recuerdan el testimonio de Pablo en Filipenses 1? Estaba en prisión, y para un activista como Pablo esto debió de ser muy frustrante. Pero él escribió: «Hermanos, quiero que sepan que, en realidad, lo que me ha pasado ha contribuido al avance del evangelio» (Fil 1.12). Pablo describía la manera en que el evangelio crecía. ¿Pero cómo era posible? La prisión no era una plataforma ideal. Pero Pablo estaba enfatizando que, aunque él estaba en prisión, Dios no estaba frustrado. Dios estaba obrando. Pablo pudo leer entre líneas; vio otra historia. Por un lado, todos los días estaba encadenado a uno de los soldados del César; cuatro equipos de cuatro soldados, una audiencia cautiva. Sabemos que desde muy temprano hubo miembros de la familia imperial que se convirtieron en cristianos. El evangelio estaba llegando a círculos sociales inalcanzables, extendiéndose hasta el mismo Nerón. Pablo también mencionó que otros cristianos se animaron a hablar la palabra de Dios sin temor (Fil 1.14). Pablo tenía ojos para ver eso, no importaba cuán poco prometedora se veía la situación, había otra historia: Dios estaba obrando.

Habacuc se había quejado de la indiferencia de Dios. Ahora Dios responde diciendo que hará cosas tan sorprendentes que las naciones «no las creerán, aunque alguien se las explique» (1.5). A menudo necesitamos un cambio de perspectiva cuando miramos las situaciones que nos rodean. Tal vez perteneces a una iglesia muy pequeña o estás trabajando en una situación muy exigente. O tal vez vives en un país donde la iglesia está bajo mucha presión, o tu situación personal y familiar no es la que soñaste. En todas estas circunstancias, no debemos perder de vista la verdadera realidad, en la cual Dios está obrando.


¿Podrías pensar en otros ejemplos, en la Biblia o en tu propia vida, donde, a pesar de las apariencias, Dios estaba en acción?Hemos sugerido que debemos aprender a ver «otra historia», a «leer entre líneas». ¿De qué maneras podemos cultivar esta manera alternativa de mirar la vida?

b. Dios está en control (1.6)

La segunda realidad implícita en la respuesta de Dios es que él está en control: «Estoy incitando a los caldeos» (1.6). Dios no solo está obrando, sino que también actuará de acuerdo a sus propios planes y propósitos. Muchos años atrás, Martyn Lloyd-Jones escribió un excelente comentario bíblico acerca del libro de Habacuc, en el cual describió la decisión de Dios de usar a los babilonios como la «providencia inesperada y los instrumentos inusuales» de Dios.3 Eso es exactamente lo que Habacuc debió de haber pensado. ¿Incitando a los caldeos? De hecho, eso sería parte de la confusión de Habacuc, porque Dios estaba diciendo, en otras palabras, que todo empeoraría antes de mejorar.

Lo preocupante para Habacuc era que, aunque los babilonios conducían esta gran maquinaria de guerra, Dios era el comandante. ¿Por qué Dios estaba haciendo esto? Primero, porque era parte de la disciplina que él aplicaría sobre su pueblo. Habían ignorado su justicia, así que recibirían justicia babilónica. Si el pueblo de Dios era culpable de perpetuar la violencia y la destrucción, violencia es lo que recibirían. Esa fue la respuesta de Dios.

Los babilonios no estaban simplemente bajo la autoridad soberana de Dios; eran un instrumento para los propósitos de Dios. Estos versículos subrayan una verdad muy profunda: Dios es el soberano de la historia. Aunque sea difícil de entender, Dios es incluso amo y Señor de aquellos poderes despiadados en el mundo. Él está en control incluso del desarrollo que sucede en las naciones paganas. Calvino, escribiendo acerca estos versículos, dice: «No es por su propio instinto sino por el impulso oculto de Dios… Dios puede utilizar los vicios del hombre para ejecutar su juicio. Los malvados son guiados de aquí para allá bajo el poder oculto de Dios».4 Pudo haber parecido que era la destreza del ejército babilónico la que eventualmente les daría éxito, pero fue Dios quien los levantó para cumplir sus propósitos. Dios estaba en control.

Es vital que esta verdad se asiente en nuestras mentes y corazones. Exactamente este mismo principio aparece en el Nuevo Testamento. Los primeros cristianos estaban aturdidos por la crucifixión de Jesús. En su reunión de oración, dijeron que Herodes, Poncio Pilato, los gentiles y el pueblo de Israel habían conspirado en contra de Jesús. Pero añadieron «para hacer lo que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera» (Hch 4.28). La iglesia primitiva se dio cuenta que los eventos en Jerusalén no estaban fuera de control. Había otra historia. Tenía que ver con el poder de Dios, su voluntad y decisión.

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142 s. 5 illüstrasyon
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9786124252396
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