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BAZAR

Ayer me pusieron a la venta

en la tienda de la esquina,

en el estante de arriba,

y por mucho que ocupaba,

nadie podía verme,

y pasé el día viendo desfilar gente,

que se sabía mi nombre,

pero no me miraba.

En unos años rebajarán el precio,

pero ya seré otro producto,

más viejo;

más pequeño no,

aunque pudiera parecerlo.

Si espero lo suficiente

y las crisis lo permiten,

ya sería una antigualla,

y eso tiene otro valor

que es difícil precisar.

Si me compras algún día,

que sepas que si no supe amar,

por lo menos, lo intenté,

y que guardo en mi etiqueta tu fotografía,

que aunque esté en color sepia,

sigue contando lo mismo.

EL HOMBRE ELEFANTE

Soy el hombre elefante,

sin almohadas suficientes,

sin su barraca mugrienta,

sin entrada que me precie,

ni guionista que me escriba.

Busco pares concluyentes,

palomitas sin maíz,

campos en barbecho,

cargas soportables,

médicos que me atiendan

sin temor a los contagios,

confesiones de despecho.

Soy el hombre elefante,

el cabeza de cartel,

mariposa despiadada,

habitando estómagos sin hambre;

mamífero compatible,

que huye de regentes

con escopetas cargadas,

de suturas acordadas,

de campos concentrados,

de risas justificadas.

LA GENTE IMPORTANTE

La gente importante no aprueba presupuestos,

ni se tira los trastos en escaños necios,

ni tertulia sobre regentes huidos,

ni amantes revenidos.

La gente importante te visita si estás solo,

te ayuda a cruzar la calle,

te da indicaciones,

te llama cuando los demás te olvidan,

te coge de la mano si agonizas,

llora tu pérdida.

La gente importante no hace estadísticas,

ni convierte en un número lo que te importa.

La gente importante te mira a los ojos,

no les importa llorar, aunque la mires,

escucha cuando hablas,

sabe tu nombre y sabe nombrarlo.

La gente importante no necesita casas grandes,

duerme en camas compartidas,

te deja hueco,

no respira fuerte para no robar tu aliento,

no hace ruido al despertar,

y si faltas, lo lamenta.

La gente importante no estudia ingenierías,

prefiere anatomías,

para saberte tocar,

para dar con las teclas,

que te hagan vibrar.

Lo demás es accesorio

y lo pone en los grafitis,

que otros deben borrar;

que no importa tu rostro,

si reconocen tu obra.

La gente importante no reserva mesa,

se sabe bien recibida,

no alza la voz,

camina de puntillas,

se calla a tiempo,

se pone la mascarilla,

no besa anillos,

no mea fuera del tiesto.

La gente importante asume riesgos,

acepta culpas,

vive al día,

pide perdón.

FANTASMA

Yo no quiero ser fantasma,

si no impongo condiciones,

si no elijo los pasillos

que conduzcan a tu alma.

Yo no quiero ser fantasma,

ni habitar en tus desvanes,

que después cuando te duermes,

no distingo mis contornos,

y eso es lo que más me duele,

que si no cierras los ojos,

ya no te acuerdas de mí.

Yo no quiero ser fantasma,

ni tener sábanas blancas,

ni cadenas arrastrando,

ni una tumba a mi nombre,

tan llena de flores secas,

que pretendan retirarlas.

Yo no quiero ser fantasma,

para volver a estar solo,

que si lo sé, no me muero,

y si espero tres días,

igual me resucitan,

aunque no me queden fotos,

ni haya signos de violencia,

ni tampoco me apetezca,

que nada es lo que parece,

ni lo que hubieras querido,

pero no pidas milagros,

si antes no los has pagado.

ALGÚN DÍA SE HABLARÁ DE MÍ

Algún día se hablará de mí,

y entonces ya será tarde,

pero no sé para quién,

ni lo pienso preguntar,

que saber demasiado

solo conduce a los acantilados

que quisiste visitar,

que eran demasiado bajos

para tus expectativas,

y por eso no saltaste,

y porque no había nadie grabando,

y entonces, ¿para qué?

Algún día se hablará de mí

y seré famoso,

y si me buscas en Google,

tendré tantas entradas

como las que luzco ahora,

que tienen sus salidas

y sus vistas al mar,

desde el que lanzo la botella,

que tu mar me devuelve dos veces cada día,

y eso es cosa de la luna,

que me da la espalda,

aunque me muestre su cara.

Algún día se hablará de mí,

pero yo no quiero hacer daño,

ni causar temor,

ni estragos,

ni resquemores,

ni estar en el momento justo

en el lugar equivocado,

ni ocupar telediarios.

Prefiero esas portadas que nadie quiere leer,

que pasan desapercibidas,

que reciclan algunos,

que envuelven las cosas delicadas,

que no empapan tus lágrimas

en las mudanzas obligadas,

que después alguien estira

y aún les queda otra vida.

Algún día se hablará de mí

y tendré mi marco,

¿por qué no mi estatua?,

que otros derribarán,

que es otra manera de estar de actualidad,

que cuanto más nieva,

más grande será el deshielo,

y con tanta agua se entristecen los alcoholes,

se emborracha menos gente,

les da por pensar,

y es lo que hay que evitar.

Algún día se hablará de mí,

pero no será hoy,

ni mañana.

Tal vez en otra ocasión,

con más público,

sin tanta silla triste

que nadie puede ocupar.

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

No quiero disculparme por hacer

lo que creo que debo,

aunque alargue mi condena,

aunque alimente mi insomnio.

Si tengo que morir contra esa roca,

que sea esa roca,

otra no me vale,

que para sucedáneos,

ya tengo la vida,

que mitiga esas bestias

que mantengo a raya,

pero por poco tiempo,

porque pugnan por salir,

lo justo para escapar

por el quicio de tu puerta,

a otro mundo paralelo

del que no regresaré,

porque ya tengo mi clon,

y no se parece a mí.

Eso es lo que soy.

No me pidas, por favor,

lo que no me atrevo a ser.

PORCENTAJES

Los porcentajes suelen mentir,

como los amantes,

como las facturas,

como las estadísticas,

porque la mentira es dinámica

y los humanos estáticos,

y en eso consiste el juego,

en separar con una barra los ceros,

y después redactar informes

que te cuenten entre líneas

cuál es tu parte de culpa

y buscar maneras de mirar para otro lado,

de esquivar las balas que llevan tu nombre

y descansar en literas barridas por tu viento.

Los porcentajes son amigos de las bombas,

porque caen en cualquier sitio,

caminan de la mano de los látigos

que rasgan vestiduras

y buscan aliados en libros de cuentas,

en balances asexuados,

de notarios vendidos al mejor postor,

que esto es una subasta y a eso hemos venido.

Los porcentajes no beben alcohol,

pero te chupan la sangre,

buscan culpables,

puertas mal cerradas,

cansancios,

vías de escape,

y te dan ventaja,

pero no la aprovechas,

y cuando el tiempo pasa,

y pasas revista,

las cosas ya han cambiado,

y lo que ayer te valía,

hoy ya es cosa del pasado.

Los porcentajes son eso,

te lo dijeron mil veces,

ni te valen como excusa,

ni te llenan la nevera,

ni te barren los portales.

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