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EL DISPOSITIVO DESDE EL SABER-PODER

Llamo dispositivo a todo aquello que tiene,de una manera u otra, la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivos.

Agamben (2011)

Iniciar una presentación sobre el dispositivo como concepto implica su comprensión como “verdad”1 que se posiciona en los sujetos y que da cuenta de una relación entre saber y poder. De esta manera, el dispositivo adquiere significado y se ve permeado por una serie de relaciones derivadas de la posición de los sujetos en un determinado espacio. Del mismo modo, el dispositivo puede ser concebido como un medio a través del cual los sujetos son organizados y sancionados, con una correspondencia presente entre el saber y el poder que se hace visible en las acciones de los sujetos y, además, en la constitución del cuerpo refleja la creación de condiciones de subjetivación.

Así, a partir de la historicidad del concepto, se observa que existe una relación con la episteme como un saber que existe antes de todo, un saber ligado a la visión de sistema y estructura. Allí, el dispositivo es definido por un criterio de posición, cuyo significado se deriva explícitamente de su posición relativa dentro del conjunto (Moro, 2003, p. 33). Dicha posición puede hacer referencia al lugar que se ocupa en una serie de relaciones y que conduce a una verdad que se convierte en poder cuando los sujetos la apropian.

El dispositivo es una red que se establece entre los discursos, es una función estratégica y dominante que está inscrita en un juego de poder. Es también algo más general que la episteme, entendiendo esta como una plataforma o una capa de pensamiento donde se encuentran formaciones discursivas (enunciados, archivos) que permiten que la disciplina se establezca como un dispositivo que los hombres hacen en su relación social (en la escuela es bastante utilizado por su naturaleza discursiva). Según lo anterior, el dispositivo es más general que la episteme, y esta queda convertida como un dispositivo del discurso que separa lo calificable de lo incalificable.

La episteme es el campo de la arqueología en una concepción abierta desde la perspectiva foucaultiana. En su libro Vocabulario de Foucault, Castro (2004) afirma que a medida que Foucault se interesa por las cuestiones del poder y de la ética, el concepto de episteme será reemplazado, como objeto de análisis, por el de dispositivo y, finalmente, por el de práctica. El dispositivo es más general que la episteme; esta es solo un dispositivo específicamente discursivo, un dispositivo que permite separar lo incalificable científicamente de lo calificable, no lo falso de lo verdadero (Castro, 2004, p. 67).

En este sentido, y a partir de las reflexiones hechas por Foucault, surge un importante planteamiento de Moro (2003), cuando afirma que la episteme y el dispositivo presentan coincidencias, dado que los dos refieren distancias, diferencias y oposiciones dentro de sus múltiples discursos.

De esta manera, se articula el planteamiento de Deleuze (1990) al proponer cuatro líneas que componen el dispositivo: 1) la visibilidad de una intención; 2) el establecimiento de discursos, saberes, verdades; 3) la ocupación de un espacio y la regulación de las relaciones, y 4) las llamadas líneas de fuga, que se escapan a las anteriores líneas, como formas de poder y procesos de subjetivación. Este último componente permite visibilizar otra característica existente en el dispositivo: desde el poder también se generan formas de resistencia y transposiciones de los sujetos frente a un régimen de verdad.

Un primer referente a partir del cual se propone desarrollar la idea de que el dispositivo permite hacer análisis de lo social se encuentra en García (2011), quien expone el desarrollo teórico que han realizado Foucault, Deleuze y Agamben en torno a dicho concepto. Derivado de ello, García (2011) aborda una discusión centrada en las siguientes preguntas: ¿qué tipo de sujeto se constituye como efecto de saber-poder? ¿Se trata de un autómata fabricado según un estándar maquínico de producción? Adicionalmente, permite reconocer los tipos de dispositivo existentes y la manera como se configura la subjetividad a partir de este.

Para dar inicio al desarrollo de este escrito, puede rastrearse la perspectiva foucaultiana explícita en una entrevista de 1977. Precisamente, en este evento se abordó la problematización del dispositivo como concepto a partir de tres niveles que orientan su comprensión. En un primer nivel, el dispositivo es entendido fundamentalmente como red, ya que enmarca las relaciones o los vínculos entre elementos heterogéneos, tales como discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, leyes, medidas y enunciados científicos. El segundo nivel se encuentra en la naturaleza de dicha red, que permite justificar u ocultar una práctica. Finalmente, se encuentra el nivel del acontecimiento2 histórico, que como respuesta a una urgencia, posibilita el dispositivo.

La importancia del dispositivo se instala en el momento en que dichos discursos, instituciones, construcciones arquitectónicas, reglamentos, leyes, enunciados científicos, proposiciones filosóficas y todo tipo de situaciones permiten el control del individuo; pero, además, se encuentra en que el dispositivo es entendido como una especie de formación que surge en un momento histórico dado a partir del acontecimiento.

En este orden de ideas, resulta pertinente reconocer la conceptualización que García (2011) hace sobre el dispositivo:

El término dispositivo en ocasiones es utilizado como un concepto general en tanto hace referencia a la red de relaciones que existen entre sus elementos y en otras para hacer referencia a los elementos en sí mismos, instituciones (cárcel, fábrica, escuela, hospital, entre otras), disposiciones arquitectónicas (panóptico), discursos, procedimientos, reglamentos, artefactos o formas de subjetividad (por ejemplo, el dispositivo de la sexualidad) (p. 2).

Lo que queda claro, entonces, es que un dispositivo no se reduce exclusivamente a prácticas discursivas, sino que también incluye prácticas no-discursivas. Allí, la relación, asociación, interrelación o articulación entre estas prácticas resulta un requisito indispensable:

Para Foucault, los discursos se hacen prácticas por la captura o pasaje de los individuos, a lo largo de su vida, por los dispositivos, produciendo formas de subjetividad; los dispositivos constituirían a los sujetos inscribiendo en sus cuerpos un modo y una forma de ser (García, 2011).

Lo anterior se explica por cuanto los dispositivos inscriben en los cuerpos un conjunto de praxis, saberes e instituciones cuyo principal objetivo es gobernar, controlar, orientar, dar un sentido que se supone útil a los comportamientos, gestos y pensamientos de los individuos. Ello amplía los términos que están relacionados con la palabra dispositivo, más allá de la institución. De igual manera, lo que define al dispositivo es la relación o red de saber-poder, situada histórica, espacial y temporalmente. Un ejemplo de esto es el panóptico o el panoptismo, definido por Foucault así:

El principio general de una nueva “anatomía política” cuyo objeto y fin no es la relación de soberanía sino las relaciones de disciplinas. […] Se puede, entonces, hablar en total de la formación de una sociedad disciplinaria en este movimiento que va de las disciplinas cerradas, especie de “cuarentena social”, hasta el mecanismo generalizable del panoptismo (García, 2011, p. 12).

Para Díaz (2005), en su libro La filosofía de Michel Foucault, las relaciones de poder comprenden acciones sobre acciones caracterizadas por la capacidad de “unos” para poder “conducir” las acciones de otros. En este contexto es indispensable la libertad de los participantes para generar diagramas de agenciamiento o dispositivos, ya que la lucha agónica, pasando a través de dominados y dominantes, es, a su vez, una estrategia de producción.

Al respecto, Castro (2004) menciona que el dispositivo es un objeto de la descripción genealógica, y aclara que posteriormente Foucault hará referencia a los dispositivos de saber, sexualidad, alianza, subjetividad y verdad. Es así como en la red de relaciones que conforman el dispositivo está implicada una forma determinada de ejercicio del poder y de configuración del saber que hace posible determinados efectos de verdad y realidad.

De esta forma, la propuesta de Deleuze (1990) se centra en que “el dispositivo es una máquina para hacer ver y hacer hablar, que funciona en determinados regímenes históricos de enunciación y visibilidad” (citado en García, 2011). Estos regímenes distribuyen lo visible y lo invisible, lo enunciable y lo no enunciable, al hacer nacer o desaparecer un discurso o una práctica que, de tal forma, no existirían fuera de ellos. La inteligibilidad de un dispositivo en función de su inscripción en un determinado régimen u orden que hay que reproducir se relaciona con la noción de relaciones sociales de saber-poder. En esa medida, un dispositivo, para Deleuze (1990), implica fuerzas que van de un punto singular al otro, formando una trama, una red de poder, saber y subjetividad:

[El dispositivo] es una especie de ovillo o madeja, un conjunto multilineal. Está compuesto de líneas de diferente naturaleza, y esas líneas del dispositivo no abarcan ni rodean sistemas cada uno de los cuales sería homogéneo por su cuenta (el objeto, el sujeto, el lenguaje), sino que siguen direcciones diferentes, forman procesos siempre en desequilibrio, y esas líneas tanto se acercan unas a otras como se alejan unas de otras. Cada línea está quebrada y sometida a variaciones de dirección (bifurcada, ahorquillada), sometida a derivaciones. Los objetos visibles, las enunciaciones formulables, las fuerzas en ejercicio, los sujetos en posición son como vectores o tensores. De manera que las tres grandes instancias que Foucault distingue sucesivamente (saber, poder y subjetividad) no poseen en modo alguno contornos definitivos, sino que son cadenas de variables relacionadas entre sí (p. 155).

A partir de la definición que realiza Foucault, Deleuze elabora un análisis que permitirá estudiar el dispositivo en toda su dimensión, pues define las líneas que están circunscritas a la red, las cuales forman un constante desequilibrio que se hace necesario para generar nuevas formas de las variables (saber-podersubjetivación). Para este autor es claro que los dispositivos tienen como componentes líneas de visibilidad, de enunciación, de fuerza, de subjetivación, de ruptura, de fisura y de fractura que se encuentran entre sí; por ello, propone la filosofía de los dispositivos y no acepta la universalización de estos: “Lo uno, el todo, lo verdadero, el objeto, el sujeto no son universales, sino que son procesos singulares de unificación, de totalización, de verificación, de objetivación, de subjetivación, procesos inmanentes a un determinado dispositivo” (Deleuze, 1990). Y derivado de ello, plantea:

Las dos primeras dimensiones de un dispositivo, o las que Foucault distingue en primer término, son curvas de visibilidad y curvas de enunciación. Lo cierto es que los dispositivos son como las máquinas de Raymond Roussel, según las analiza Foucault, son máquinas para hacer ver y para hacer hablar. La visibilidad no se refiere a una luz en general que iluminara objetos preexistentes; está hecha de líneas de luz que forman figuras variables e inseparables de este o aquel dispositivo. Cada dispositivo tiene su régimen de luz, la manera en que esta cae, se esfuma, se difunde, al distribuir lo visible y lo invisible, al hacer nacer o desaparecer el objeto que no existe sin ella. No es solo pintura, sino que es también arquitectura; tal es el “dispositivo prisión” como máquina óptica para ver sin ser visto. Si hay una historicidad de los dispositivos, ella es la historicidad de los regímenes de luz, pero es también la de los regímenes de enunciación. […] En tercer lugar, un dispositivo implica líneas de fuerzas. Parecería que estas fueran de un punto singular a otro situado en las líneas precedentes; de alguna manera “rectifican” las curvas anteriores, trazan tangentes, envuelven los trayectos de una línea con otra, operan idas y venidas, desde el ver al decir e inversamente, actuando como flechas que no cesan de penetrar las cosas y las palabras, que no cesan de librar una batalla. La línea de fuerzas se produce “en toda relación de un punto con otro” y pasa por todos los lugares de un dispositivo. Invisible e indecible, esa línea está estrechamente mezclada con las otras y sin embargo no se la puede distinguir. Es la línea que corresponde a Foucault y cuya trayectoria él vuelve a encontrar también en Roussel, en Brisset, en los pintores Magritte o Rebeyrolle. Se trata de la “dimensión del poder”, y el poder es la tercera dimensión del espacio interno del dispositivo, espacio variable con los dispositivos. Esta dimensión se compone, como el poder, con el saber. Por fin Foucault descubre las líneas de subjetivación. Esta nueva dimensión suscitó ya tantos malentendidos que dio trabajo precisar sus condiciones. Más que ningún otro, este descubrimiento nace de una crisis producida en el pensamiento de Foucault, como si este hubiera tenido que modificar el mapa de los dispositivos, encontrarles una nueva orientación posible, para no dejarlos que se cerraran simplemente en líneas de fuerza infranqueables, que impusieran contornos definitivos. […] También aquí una línea de subjetivación es un proceso, es la producción de subjetividad en un dispositivo: una línea de subjetivación debe hacerse en la medida en que el dispositivo lo deje o lo haga posible. Es hasta una línea de fuga. Escapa a las líneas anteriores, se escapa. El sí-mismo no es ni un saber ni un poder. Es un proceso de individuación que tiene que ver con grupos o personas y que se sustrae a las relaciones de fuerzas establecidas como saberes constituidos: es una especie de plusvalía. No es seguro que todo dispositivo lo implique [cursivas agregadas] (Deleuze, 1990, p. 157).

En suma, es por medio del dispositivo como el sujeto puede expresarse o no, “hablar o no”, convertirse y ser. El dispositivo ofrece elementos para la observación y el análisis de las interacciones sociales, y hace evidentes las estructuras y los recursos de poder y saber en la construcción de subjetividades que configuran una idiosincrasia e identidad particulares y diferenciadas de los sujetos. En el interior del análisis social, permite deconstruir los diversos flujos de dominación, a través de la modelación de los discursos de verdad en múltiples elementos.

Además, el dispositivo está determinado tanto por las prácticas sociales como por el poder que las traspasa a través de formaciones discursivas y no discursivas. Para el pensamiento clásico, lo discursivo sería el soporte de la institución, mientras que para Foucault sería todo lo que el individuo aprende y lo constriñe.

El punto en el cual el aporte de Agamben (2006) se introduce en la discusión consiste en plantear que no solo existen los individuos y los dispositivos, sino que existe un tercer elemento que, a su juicio, resulta fundamental para entender los procesos de subjetivación, individualización y control: “El cuerpo a cuerpo entre individuo y los dispositivos” (Agamben, 2006).

El sujeto es, entonces, lo que resulta de la relación entre lo humano y los dispositivos, ya que estos existen solo en la medida en que subjetivan, y no hay proceso de subjetivación sin que sus esfuerzos produzcan una identidad y, a la vez, una sujeción a un poder externo. De este modo, cada vez que un individuo “asume” una identidad, también queda subyugado. Así, Agamben (2006) define el dispositivo como cualquier cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes.

Adicionalmente, en la discusión se retoma la importancia de efectuar un acercamiento genealógico al concepto de dispositivo planteado por Foucault y, posteriormente, hacer una ampliación de este a otros contextos históricos. En principio, se hace referencia al término positividad utilizado por Foucault en La arqueología del saber y su relación con las ideas expuestas por Hyppolite (1948) en el capítulo “Razón e historia” del ensayo Introduction à la philosophie de l’histoire de Hegel (Introducción a la filosofía de la historia de Hegel), donde analiza obras de los autores Berne y Francfort, a partir de los conceptos hegelianos de positividad y destino.

Respecto al concepto de positividad, Agamben cita a Hyppolite para detallar el antagonismo entre la “religión natural”, que corresponde a la relación de la razón humana con lo divino de manera inmediata y general, y la “religión positiva” o “religión histórica”, configurada por el conjunto de prácticas, normas y creencias que se constituyen en mandatos impuestos al individuo en sociedades y momentos históricos determinados.

A partir de estas precisiones, se analiza la unificación dialéctica de la historia y la razón en Hegel, que será cuestionada posteriormente por Foucault a través de las tesis que retoman el conflicto como mecanismo para indagar los modos específicos en que las positividades inciden en las relaciones, los mecanismos y los juegos de poder. Allí, los dispositivos ocupan el lugar de los universales cuestionados constantemente por Foucault, y reafirman el nexo existente entre los seres vivos y el elemento histórico, constituido por el conjunto de procesos de subjetivación, instituciones y reglas en el que se concretan las relaciones de poder.

Estas precisiones se amplían a través de la búsqueda que realiza Agamben de las diferentes acepciones del concepto de dispositivo en diccionarios franceses. La primera lo ubica como parte de un juicio que dispone o plantea una decisión jurídica; la segunda lo define como los modos en que se disponen las partes que componen una máquina, o el funcionamiento del mecanismo en sí mismo; y la tercera aproxima el concepto de dispositivo al de estrategia, a través de su significación como un conjunto de medios que se establecen para la consecución de un fin.

Luego de esta precisión, el autor presenta la investigación El reino y la gloria: por una genealogía teológica de la economía y del gobierno (Agamben, 2009). En ella describe los aspectos centrales del término oikonomia, que tiene diferentes miradas. Por un lado, se plantea su incidencia en la teología, como una práctica que, además de atender a un problema o una situación concretos, remite al asunto de la Trinidad, explicado por la teología cristiana a partir de la trilogía Padre, Hijo y Espíritu. La distribución que se propone desde esta postura teológica para sustentar su crítica al politeísmo surge a través de la división en estas tres figuras. El lugar de Dios es único y está definido por su ser y sustancia, a diferencia del Hijo, que pasa a ser el encargado de la economía, la gestión y el gobierno de los hombres. De esta manera, el término oikonomia se constituyó en el dispositivo que introdujo el dogma trinitario y estableció la separación entre la ontología del ser y la acción económica y política.

A partir de estas tres significaciones mencionadas previamente se constituye el eje del dispositivo que plantea Foucault: “Un conjunto de prácticas y mecanismos (invariablemente discursivos y no discursivos, jurídicos, técnicos y militares) que tienen por objetivo enfrentar una urgencia para obtener un efecto más o menos inmediato” (Agamben, 2006).

Desde este referente, Agamben equipara el planteamiento de Foucault sobre los dispositivos y el uso del término dispositio a la mirada teológica, por cuanto divide la actividad de gobierno del ser y enfatiza en el proceso de subjetivación que tiene como intencionalidad la producción de un sujeto. También establece la relación con el concepto de Ge-stell planteado por Heidegger, que, más allá de su significación como aparato, se constituye en el mandato que dispone unos modos de acción en el hombre. Dogma trinitario, dispositio, dispositivo y Ge-stell se configuran, para el autor, en referentes de una economía que articula prácticas, saberes, instituciones y medidas, cuya finalidad es la gestión y el gobierno, control y encauzamiento de los modos de racionalidad, gestos y comportamientos del hombre.

Desde esta comprensión, Agamben (2006) describe su tesis sobre el dispositivo, que parte de la división entre los seres vivos y los dispositivos que permanecen aferrados siempre a ellos, cuya meta es su gobierno y orientación al bien: “Llamo dispositivo a todo aquello que tiene, de una manera u otra, la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivos” (Agamben, 2006).

Desde una perspectiva genealógica, surge el papel del dispositivo como su objeto de descripción y de acercamiento a toda una tipología, que incluye dispositivos carcelarios, disciplinarios, de saber, poder, verdad, subjetividad, sexualidad, entre otros. En estos mecanismos circulan relaciones de poder, se establecen formas de organización de los sujetos en términos económicos, se constituyen determinadas subjetividades y se da paso a lo que desde la anatomopolítica le permitiría al sujeto volverse más productivo o doblegar su voluntad. Así, los dispositivos se diferencian de la episteme, que se ubica como un dispositivo netamente discursivo.

En este sentido, se confirman tres situaciones que componen un dispositivo:

1) Es un conjunto heterogéneo que incluye virtualmente cualquier cosa, desde lo lingüístico y lo no-lingüístico, hasta el mismo título: discursos, instituciones, edificios, leyes, medidas de policía, proposiciones filosóficas, etc. El dispositivo en sí mismo es la red que se establece entre estos elementos.

2) El dispositivo siempre tiene una función estratégica concreta y se inscribe en una relación de poder.

3) Es algo general, un reseau, una red, porque incluye en sí la episteme, que es, para Foucault, aquello que en determinada sociedad permite distinguir lo que es aceptado como un enunciado científico de lo que no lo es.

De esta manera, es posible afirmar que en la base de cada dispositivo se encuentra un deseo de felicidad, y es precisamente la captura y la subjetivación de este deseo en una esfera separada lo que constituye su potencia específica. Esto significa que la estrategia que debe adoptarse en el “cuerpo a cuerpo” con los dispositivos no puede ser simple, ya que se trata de liberar lo que ha sido capturado y separado por los dispositivos, para devolverlo a un posible uso común. Así, el dispositivo es pensado estratégicamente, pero los sujetos no siempre son conscientes de esa relación que se está tejiendo en la red, por formar parte de ella (Martínez, 2012).

Para Agamben, el dispositivo es un término técnico decisivo en la estrategia del pensamiento de Foucault. Lo usa con frecuencia sobre todo a partir de la mitad de los años setenta, cuando empieza a ocuparse de lo que llamó la gubernamentalidad o el gobierno de los hombres. Y aquí resulta significativo recordar que el dispositivo trata de controlar las líneas de fuga de la gubernamentalidad, que proponen los espacios que constituyen dispositivos de seguridad. Precisamente, Foucault se encarga de estudiar las tecnologías donde el Estado se ocupa de organizar la vida de las poblaciones y de crear unas mejores formas de existencia dentro de unas condiciones de seguridad para la población.

En esta medida, Martínez (2012) plantea que hacer visible el dispositivo es una entrada muy fuerte para decir cómo se están constituyendo los sujetos. Una situación que permite describir este enunciado se encuentra en el ejemplo del colegio, que es visto como un dispositivo de seguridad que pretende regular los posibles peligros sociales. Si el niño es un peligro social, hay que organizarlo, hay que constituirlo en el sujeto que requiere la sociedad.

De esta forma, se evidencia la propuesta de Agamben al afirmar que los sujetos mismos terminan siendo el dispositivo; por tanto, crean todo un discurso de seguridad desde el yo dispongo. Los dispositivos de seguridad no buscan prohibir la circulación para que todas las cosas queden en su lugar, sino producir una movilidad de aquello que se espera. En otros términos, los sujetos pertenecen y se apropian de ciertos dispositivos, establecen una identidad con estos y obran allí creando nuevas estrategias que permitan su funcionamiento y desechando lo que ya no es; por ende, se configuran unas relaciones de poder que están definidas en la capacidad de afectar a otros.

El dispositivo pretende gestionar la producción en términos capitalistas, en términos de una producción; por tanto, gobernarse significa organizar el movimiento hacia la producción de unos cálculos de probabilidades en lugar de imponer una ley a los cuerpos. Una ley que dejaba quieta a una persona ahora busca generar un movimiento en un espacio.

Según los puntos de encuentro entre los diferentes autores mencionados a lo largo del escrito, se evidencia que aunque los sujetos se encuentren en los dispositivos y aunque los procesos de subjetivación sean constantes, las relaciones de poder no son fijas; por ello, tiene sentido mencionar una vez más a Deleuze (1990):

Lo actual no es lo que somos sino que es más bien lo que vamos siendo, lo que llegamos a ser, es decir, lo otro, nuestra diferente evolución. En todo dispositivo hay que distinguir lo que somos (lo que ya no somos) y lo que estamos siendo: la parte de la historia y la parte de lo actual. La historia es el archivo, la configuración de lo que somos y dejamos de ser, en tanto que lo actual es el esbozo de lo que vamos siendo. De modo que la historia o el archivo es lo que nos separa de nosotros mismos, en tanto que lo actual es eso otro con lo cual ya coincidimos (p. 159).

En este momento resulta oportuno decantar el lugar teórico del dispositivo en los tipos o clases que han sido nombrados de manera emergente a lo largo del escrito; por ello, se desglosará a continuación la comprensión de los dispositivos de sexualidad, seguridad y persona.

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Yaş sınırı:
0+
Hacim:
182 s. 5 illüstrasyon
ISBN:
9789588844541
Telif hakkı:
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