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PRÓLOGO


Por una literatura infantil de alto nivel artístico
Diálogo con Jesús Cabel

Cuando recibió el consagratorio Premio Poeta Joven del Perú en 1975, yo estuve entre el público. Luego apareció Cruzando el infierno (1978), el libro ganador, y su lectura me impresionó favorablemente. Un dato personal me llamó la atención: el autor no provenía de Humanidades, sino de Ingeniería Química de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Busqué una entrevista con él, me la concedió y sin embargo me dejó colgado en un café del centro de Lima. Seguramente rabié, pero pronto fui conociendo su tarea incansable de crítico y antólogo, tanto de poesía peruana como de literatura infantil y juvenil.

Como investigador ha publicado numerosos libros, siempre rigurosos y políticos; tal vez los de mayor importancia, por su carácter precursor, sean aquellos que es preciso buscarlos hoy como aguja en un pajar: Literatura infantil en el Perú: debate y alternativa (Amaru, 1981); Literatura infantil y juvenil en el Perú: análisis y crítica (Sagsa, 1984); Nuestros cuentos infantiles (Sagsa, 1988); Poesía infantil peruana del siglo XX (Centro de Investigaciones de la Literatura Infantil y Juvenil del Perú, 1989); Literatura infantil y juvenil en nuestra América (Sagsa, 1984); Cuentos infantiles de nuestra América (Sagsa, 1984); Literatura infantil en el Perú, América y Europa (Sagsa, 1984)… hasta llegar al vademécum El Hipocampo y sus palabras (San Marcos, 2009).

Cabel es miembro correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua y ha sido inapreciable su papel por prestigiar y difundir el género infantil y juvenil. Junto con un grupo de intelectuales amigos —Eduardo de la Cruz Yataco, Roberto Rosario, Danilo Sánchez Lihón, Marcial Molina…— sostuvieron las vigas de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ) con una fe admirable. Vocación que nació en su infancia, en casa de su abuela, donde una biblioteca modesta le enseñó que los libros eran sus mejores amigos, como me reveló en esta entrevista: “No exagero cuando afirmo que de pequeño prefería un libro a un juguete”.

Fundadores y representantes

¿Podrías ofrecer tres o cuatro nombres fundamentales de nuestra tradición literaria infantil?

Claro que sí: Francisco Izquierdo Ríos, Carlota Carvallo de Núñez, Abraham Arias Larreta, Julio Garrido Malaver y Luis Valle Goicochea…

¿Qué los hace tan valiosos?

Izquierdo es aleccionador sin didactismos; Carlota es una maga de los personajes, Arias inventa el juego de las palabras, Garrido es confidencial y celebratorio, y Valle Goicochea nos descubre desde el hogar nuestra sensibilidad…; en todos ellos palpita a flor de piel el niño o niña que tenemos muy adentro.

Al margen de las discrepancias de contenido que suscita Juguetes de Alida Elguera, ¿puede considerarse el primer libro para niños publicado en el Perú? ¿Por qué?

Conocí personalmente a Alida Elguera gracias a los datos proporcionados por Catalina Recavarren. En parte, debo precisar que en la ponencia que desarrollé durante el Primer Encuentro de Escritores de Literatura Infantil, en 1982, afirmé que Juguetes era el libro de apertura de la literatura infantil en el país. Asimismo, declaré no compartir totalmente el contenido de los cuentos, cuyo hilo invisible es la Navidad presentada en pasajes diferentes y a veces arbitrarios, pero se trataba de una obra inicial que apareció en 1929 y fue reimpresa en 1958 y 1978.

¿Cuál sería entonces el libro fundacional de nuestra literatura infantil? ¿Una figura tan zarandeada como Ricardo Palma no merece una revisión? ¿Opinas que ha envejecido su mirada y su estilo, o que puede leerse con provecho en la escuela?

Futuras investigaciones me aclaran que El Palma de la Juventud de Ricardo Palma, quien desde 1883 tenía escrito el “Preludio” que encabezaría una colección de tradiciones infantiles, solicitadas por el diario La Prensa de Buenos Aires, recién aparecen impresas en 1921. En este sentido, Palma es el fundador de este género, no solo por el aspecto cronológico, sino que dentro de las características de la literatura infantil encontramos que deben de predominar las descripciones claras y breves; los diálogos ágiles, elaborados con frases que trasmitan pensamientos completos en pocas palabras; la acción ininterrumpida que mueva a la curiosidad, a toda la imaginería posible y al humor. Bien podríamos estar refiriéndonos a algunas de las características más elementales y saltantes de la tradición. Palma es un clásico y tiene el privilegio de no envejecer.

¿No consideras que Valdelomar representa el punto de inicio de nuestra literatura infantil republicana? Sus cuentos se anticipan a los de Alida Elguera y Vallejo, incluso a los poemas de Vallecito y Arias Larreta.

Creo que el aporte decisivo de Valdelomar a la literatura infantil y juvenil peruana e hispanoamericana está en su narrativa, donde destacan nítidamente tres cuentos: “El caballero Carmelo” (ganador de un premio en 1913), “El vuelo de los cóndores” y “El hipocampo de oro”. Son tres personajes que desarrolla: un gallo llamado Carmelo, una niña Miss Orquídea y el caballito de mar con su interlocutora, la señora Glicina. A la preciosa descripción del paisaje, Valdelomar convoca voces que vienen del pueblo humilde, del hogar austero pero esperanzado y una voz dulce pero a su vez terrible. Una voz que discurre serena, pero que nos estremece por su poder de evocación.

Son cuentos nostálgicos de su propia infancia…

Es verdad. Es la voz que rememora el oasis de su aldea y también el camino desértico y pedregoso de la costa. No me cabe la menor duda de que él se aferró a su infancia hasta convertirse en un niño eterno y contemplativo. Sin embargo, no es suficiente para considerarlo el representante primigenio de este género. Por la densidad y conjunto de su obra, Palma, repito, es el indiscutible fundador de la literatura infantil y juvenil en nuestro país.

La Primer Nueva Crónica y Buen Gobierno de Guamán Poma de Ayala fue escrita hacía 1615 y es en mi opinión, un portento de nuestra cultura. Una mezcla de discurso, iconografía y cosmovisión batalladora por una noción de peruanidad. ¿Qué lugar crees le corresponde a la obra de Guamán Poma en nuestra literatura infantil?

Estoy plenamente de acuerdo contigo, la Nueva Crónica no solo es la confluencia de la imagen y la palabra o el discurrir de la historia que implica valoraciones con objetividad, sino también el doloroso y fructífero encuentro entre Occidente y las civilizaciones andinas, donde aparece toda la sabiduría de la tradición oral de la época. Esto es lo que habría que adaptar a la literatura infantil. Basadre decía que toda historia verdadera es historia del presente; es decir, la historia que tenemos ahora que revisar para que no vuelva a repetirse. Los niños y los jóvenes, felizmente, no están exentos de esta tarea crítica y creativa.

¿En qué sentido las crónicas de la Conquista y de la Colonia pueden constituir un material de lectura en las escuelas e incluso una base para la recreación de nuestra literatura infantil?

En las crónicas de la Conquista y la Colonia se encuentra la materia prima que los docentes deben aprovechar para iniciar a los niños en el itinerario de conocimiento de nuestro país, y paralelamente descubrir toda esa mitología ancestral que surge con extraordinaria naturalidad. La labor que realizaron los cronistas pertenece a un género literario singular que debería ser fuente de inspiración para los escritores de literatura infantil y juvenil. No neguemos el valor educativo de las crónicas, muy por el contrario, hay que rescatar de ellas las lecciones aún ocultas para que puedan, al más corto plazo, ser celebradas por los estudiantes.

¿Te parecería un acierto la adaptación de las crónicas?

Como ha señalado en su oportunidad Marc Soriano (2005), creo que la adaptación significa someter el texto a una cantidad de modificaciones que lo convierten en un producto acorde con los intereses y el grado de comprensión de los menores.

Sabes, sin embargo, que las adaptaciones tienen sus detractores.

Muchas veces me he preguntado si habrá que dejar que los niños entren a la vida con un bagaje que los ignora, correr el riesgo de que jamás conozcan los hechos que sustentan su identidad. En este sentido, la adaptación aparece como una necesidad histórica.

¿Crees que nuestra tradición de literatura juvenil es menos desarrollada? ¿Quiénes son los autores más destacados?

En efecto, la literatura juvenil es más reciente y por eso no ha sido atendida en su real magnitud. Por ejemplo, tenemos a Rutsi, el pequeño alucinado (1947), de Carlota Carvallo; Templado (2004), de Jorge Eslava; En la tierra de los árboles (1952), de Francisco Izquierdo; o Sueño y verdad de América (1969), de Ciro Alegría; pero hay un autor que destaca con nitidez, me refiero a Carlos Villanes Cairo (Junín, 1945), quien cuenta con más de una veintena de títulos y es un best seller en Europa.

¿Y Óscar Colchado?

Óscar Colchado es fundamentalmente un excelente narrador, cuyo personaje “Cholito” se ha convertido en un clásico en nuestra literatura infantil. Su principal aporte es haber incorporado el cuento popular, los mitos, las leyendas, creencias y tradiciones de sabor ancestral a nuestra literatura infantil y Adriana Alarco, cuya obra teatral ha merecido justos premios y traducciones, es la autora más prolífica del género, pero aún su obra no ha logrado la audiencia mayor que se merece.

A propósito de la obra de Adriana Alarco, ¿a qué atribuyes el escaso desarrollo del teatro infantil en nuestro país? Conozco pocos montajes y obras publicadas, pese a los beneficios formativos que siempre se le ha atribuido a este género.

En mi guía de autores y libros de literatura infantil y juvenil del país encontramos alrededor de medio centenar de obras publicadas en este género, dentro de los que destacan las obras de Abraham Arias Larreta, Ismael Contreras, Jorge Díaz Herrera, Sara Jofré, Alberto Mego, Ernesto Ráez, César Vega Herrera, Lorenzo Zavala y Omar Zilbert. Sin embargo hoy prácticamente no hay dramaturgos como no hay auditorios, ni escenografía, ni música… ni todo aquello que concierne al teatro. Sucede también que este género que tanto éxito tuvo en las escuelas ha desaparecido de las aulas y cada vez se habla menos de teatro infantil… Es una lástima que el Ministerio de Cultura no lo promueva.

La crítica literaria

¿Cómo se produce en ti el viraje de la poesía al estudio de la literatura infantil y juvenil?

En realidad yo no he abandonado la poesía; continúo escribiendo, pero de una manera más reposada. No tengo ni he tenido apuro por publicar libros de poesía. Sucede que conocer a Francisco Izquierdo Ríos y luego sumergirme en la literatura infantil me condujo a buscar sus raíces, a indagar por sus autores, a investigar a fondo por este género que es toda una revelación, también, de la condición social, económica y cultural de los niños del país.

Considero que eres uno de los pioneros del estudio de la literatura infantil y juvenil…

Personalmente creo que los auténticos pioneros fueron Francisco Izquierdo Ríos y Carlota Carvallo de Núñez. Ambos, excelentes narradores, intentaron organizar un historial de lo que había venido sucediendo en el género. A partir de las primeras observaciones que aparecen en La literatura infantil en el Perú (1969) del primero y El papel de la literatura infantil (1967) de la segunda, se inicia un proceso de búsqueda y análisis con dimensiones a nivel nacional que puede comprobarse en mi libro Literatura infantil en el Perú (1981), que aparece cuando el maestro Izquierdo Ríos nos abandonaba físicamente. En mi caso, sigo preocupado por develar los libros y los autores que nos precedieron y darle mayor organicidad crítica y sistematización al conjunto de obras que conforman una historia admirable de la literatura infantil y juvenil del país.

En esta tarea, ¿a quiénes reconoces como compañeros de ruta?

Es una excelente expresión “compañeros de ruta”, pues en verdad, hay muchos y muy buenos, espero no ser injusto: Manuel Pantigoso, Roberto Rosario, Luzmán Salas, Saniel Lozano, Ernesto Ráez, Eduardo de la Cruz, Milciades Hidalgo, Manuel Ibáñez Rosazza, Rigoberto Meza Chunga, Óscar Colchado, Carlota Flores, Danilo Sánchez, Adriana Alarco, Arnaldo Panaifo, Federico Latorre… Todos ellos con el mejor ánimo y predisposición de comprometerse con el arte, la cultura y la literatura de los niños.

Sin duda tienen un gran mérito. Te pido que destaques los especiales valores artísticos de algunos de ellos.

Veamos… Manuel Pantigoso tiene publicaciones y premios de teatro infantil y creatividad, sin embargo su obra en conjunto procura ser crítica y reflexiva; Roberto Rosario es un promotor cultural innato, cuidadoso antólogo y un gran narrador, cuyas historias parten de su propia biografía; Luzmán Salas es el estudioso de la literatura infantil cajamarquina, con gran soporte teórico ha sabido deslindar las diferentes corrientes de dicha literatura y plasmarlas en obras memorables; Saniel Lozano es otro de los impulsores y teóricos de la literatura infantil, ha profundizado acertadamente en la llamada literatura oral; Ernesto Ráez es un hombre dedicado al teatro infantil, con propuestas muy originales y con una posición de la “utilidad” del teatro; Eduardo de la Cruz se especializó en el género infantil a partir de los mismos niños. Toda su obra estuvo dedicada, ejemplarmente, a este objetivo que legó en diferentes libros; Milciades Hidalgo es otro de los principales teóricos de la literatura infantil en relación a la educación y las nuevas tendencias metodológicas para enseñar y hacer literatura infantil desde las aulas…

¿Y en el campo de la crítica cuáles consideras han sido los mejores aportes de aquel movimiento pionero?

Diría que Rumbos de la literatura infantil y juvenil (1996) y Alero de los sueños. Seis rutas para la literatura infantil (2005), compilado y coordinado por Saniel Lozano y Manuel Pantigoso, respectivamente. Son libros que reúnen los mejores trabajos que desde la crítica han apuntalado no solo la importancia sino la proyección de la literatura infantil en el país. Puede comprobarse con estos trabajos que, a partir de la década del 1980, ha habido la necesidad de reflexionar sobre nuestra literatura infantil. La crítica no ha sido un quehacer permanente, es verdad, pero se ha realizado en medio de una avalancha de publicaciones, muchas de ellas frágiles al tiempo y a la propia literatura.

En tu concepción, según entiendo, la literatura posee un irrenunciable componente social y político. ¿Consideras que la literatura infantil y juvenil no escapa a este criterio?

La literatura infantil es también la literatura en general, sujeta a la calidad y a un alto nivel artístico; caso contrario no es literatura, ni es infantil. En este sentido, no está exenta de ese irrenunciable componente social y político, que no significa hacer desde esta literatura un portavoz social o político. Es imposible que los problemas sociales o políticos de alguna forma no aparezcan en la obra, a pesar de la voluntad del propio autor.

¿Cuáles te parecen los temas más relevantes de nuestra literatura infantil y juvenil?

Hay un tema secreto que de alguna manera nos revela tal como somos, me refiero a la literatura oral que se encuentra de sustento en las obras de varios autores; también el tema de la aventura realizada por humanos o animales, que recrea paisajes insospechados del país, y en menor proporción la temática del hogar, que nos revela la situación del niño peruano en general.

Los vasos comunicantes

También ha habido una legión admirable de ilustradores y, sobre todo, ilustradoras, ¿podrías recordar los nombres más relevantes?

Ellos y ellas surgen a medida que se impulsa la literatura infantil y se convierte en un fenómeno editorial. Del setenta hacia atrás casi no existen libros infantiles ilustrados con gusto y calidad. Es cierto que la imagen juega un rol fundamental y que hay un gran complemento entre literatura e imagen, que permite apreciar la excelencia de las historias. Puedo destacar los nombres de quienes prácticamente se iniciaron con nosotros: Jesús Rojas, José Alcalde, Percy Gavilán, Blanca Santander, Nobuko Tadokoro, Gredna Landolt, Maruja García, Olga Flores, Consuelo Amat y León, y Leonel Pantigoso. Otros que ya figuraban en escena de manera solitaria eran Francisco Izquierdo López, Víctor Escalante y la excelente Charo Núñez.

¿Qué lugar le das a lo que llamo “las fronteras de la literatura infantil”, como el cine y el cómic? ¿Enriquecen o entorpecen la creación y difusión de la escritura y lectura de la literatura?

Lo que ocurre con el cine y el cómic —nacidos a fines del siglo XIX en occidente y convertidos en hijos de la revolución de los medios masivos de comunicación—, como también la televisión, es que han demandado atención por las actitudes y los valores en niños y jóvenes. Hay muchos estudios de los procesos de alienación y dependencia cultural al respecto. Se ha hablado y escrito sobre esto, sea con serenidad, irritación o desesperación.

¿Y tú dónde te ubicas?

Yo opto por la reflexión y ser positivo no solo en el estudio de la atracción que indudablemente ejercen, sino en ver qué hay detrás del gozo de los niños y jóvenes por estos medios. Permíteme citar a Italo Calvino: “quizás en el futuro, habrá otras maneras de leer que nosotros no imaginamos. Me parece que es un error desdeñar toda novedad tecnológica en nombre de los valores humanísticos en peligro. Pienso que cualquier medio de comunicación y difusión de las palabras, de las imágenes y de los sonidos puede fomentar nuevos desarrollos creativos, nuevas formas de expresión…” (Como se citó en Neveleff, 1995). Suscribo plenamente esta reflexión.

Con relación a los encuentros que organizaba la APLIJ, a partir de la década del ochenta, ¿cómo los recibían los maestros de escuela en provincias?

Es en 1982, cuando se realizó en Lima el “I Encuentro Nacional de Escritores de Literatura Infantil”, que se aprecia una plena participación, así como un mayor interés por todo lo que se relaciona a la infancia y su literatura. Desde entonces se han celebrado algo más de treinta encuentros nacionales y dos congresos en lugares distintos del país, congregándose a nuevos escritores y, asimismo, redescubriendo una realidad precaria y heterogénea que es la que afrontan muchos niños en el país.

¿Cuál fue el primer encuentro realizado en provincia?

En 1983, el encuentro en Cajamarca, que abrió definitivamente las puertas a un público plural que esperaba atento ser convocado, y entre ellos, en primera fila, los maestros de escuela no tardaron en hacerse presentes.

Por último, ¿te produce alguna desazón que no se valore la labor que ustedes desarrollaron?

La APLIJ no ha contado ni cuenta con ningún tipo de apoyo gubernamental y así inició una acción inédita en el contexto cultural del país. Si esto es reconocido o no por la burocracia que maneja la cultura en nuestro país, es otro asunto; si los diarios, por ejemplo, no se preocupan o no les interesa dedicarle un espacio a los encuentros de la APLIJ, que son realmente sorprendentes y aleccionadores, ¿quién se pierde la opción de hacer cultura? Aún más, a los medios de comunicación les interesa muy poco lo que esté vinculado al arte, la literatura y la cultura en general de los infantes. Personalmente, y estoy seguro que pasa lo mismo con muchos colegas del país, si bien nos preocupa la actitud gubernamental, esto no impide que redoblemos esfuerzos por continuar en la brega y hacernos escuchar.


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