Kitabı oku: «La noche de Iguala»

Yazı tipi:

  Prólogo

  La noche de Iguala

  El testimonio de los sicarios

  El narcotráfico en Guerrero

  La Normal Rural Raúl Isidro Burgos, la historia guerrillera de Ayotzinapa

  El debate sobre la pira

  GIEI: No fue el Estado

  Epílogo

  Mapas de algunas organizaciones delictivas que operan en el estado de Guerrero




Agradecimientos

Son muchos los que han hecho posible esta publicación. Gracias sobre todo a mis directores en Excélsior, Olegario Vázquez Raña y Olegario Vázquez Aldir, porque buena parte de esta investigación se publicó, sin limitación alguna, en esas páginas, en la columna Razones. Gracias, junto con los Olegarios, a Ernesto Rivera, Ignacio Anaya y Pascal Beltrán del Río. Gracias a Ricardo y Benjamín Salinas, porque en adn40 de televisión Azteca, en el programa Todo Personal, pudimos no sólo relatar estas historias sino también mostrarlas a un público creciente, con absoluta libertad editorial, algo que siempre han garantizado Luis Armando Melgar y Luciano Pascoe, mis directores y queridos amigos. Gracias a Rafael Pérez Gay y Delia Juárez, que dieron cobijo a este trabajo y lograron esta excelente edición en Cal y Arena.

El trabajo de investigación tuvo dos pilares insustituibles: Adrián Castillo de los Cobos y Cristina Pérez Ocampo, con el apoyo, también, de Mauricio García.

Un adelanto de este trabajo se plasmó en el docudrama La Noche de Iguala, que realizamos en 2016 con mi gran amigo, el maestro Raúl Quintanilla, un filme boicoteado por ser políticamente incorrecto para aquellos que no se han molestado en diferenciar la propaganda de la investigación periodística.

Desde tiempo atrás, pero sobre todo desde hace ocho años, mi trabajo profesional va de la mano, aunque sea en forma paralela, con el de Bibiana Belsasso, que me abrió un nuevo mundo. Ella es insustituible.

Como diría Gustavo Cerati, gracias totales.

Prólogo

Cuando miras demasiado tiempo un abismo, el abismo mira también dentro de ti. Quien lucha contra un monstruo puede convertirse a su vez en un monstruo.

Friedrich Nietzsche

Cuatro años después de la desaparición y muerte de los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, no es verdad que no se sabe cuál fue su destino. Es inexplicable, por ejemplo, que se pida un nuevo peritaje en el basurero de Cocula cuando ya se realizó uno, avalado por cinco expertos internacionales, que sostuvieron que allí hubo un fuego que calcinó por lo menos diecisiete cuerpos y donde fueron encontrados restos que, siquiera en dos de los casos, fueron identificados como de las víctimas. Ese peritaje se realizó en Estados Unidos a pedido de la Procuraduría General de la República (pgr), los representantes de los familiares y el Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales, giei. El resultado es público.

¿Qué sucedió la noche del 26 de septiembre de 2014 en Cocula? Las autoridades y los familiares de las víctimas lo saben desde fines de ese año con toda claridad. Hay testimonios, algunos se han hecho públicos y otros no, de lo sucedido. Aquí les vamos a transcribir los más importantes. Son materiales que están en poder de las autoridades, de los familiares y de sus abogados. El relato es largo pero terriblemente contundente.

El 16 de enero del 2015, Felipe Rodríguez Salgado, alias El Cepillo o El Terco, uno de los jefes de sicarios de Guerreros Unidos, contó cómo, la noche del 26 de septiembre, le avisaron a las nueve y media de la noche que les llevarían unos “paquetes” (así les dicen a las víctimas). Iban ocho patrullas municipales, con entre 30 y 35 policías y entre 38 y 41 “paquetes detenidos amarrados con mecates, algunos con esposas y otros ensangrentados”. Se fueron con todos ellos en un camión de tres y media toneladas al basurero de Cocula. “Antes de llegar al basurero pateé a uno de los estudiantes que iba debajo de mí y le pregunté quién los había mandado. Me dijo que los mandó El Carrete (jefe del cártel de Los Rojos) de Cuernavaca y en ese momento le marqué un x en la espalda con pintura en aerosol”.

Dice El Terco que cuando llegaron al basurero los de abajo (iban todos apilados) estaban muertos por asfixia y que quedaban vivos unos 18 jóvenes.

Agustín García Reyes, El Chereje, detenido desde octubre de 2014, cuenta que “al llegar al basurero El Jimy estacionó la camioneta y ambos empezamos a bajar a los estudiantes que traíamos atrás, los jalamos de los pies y los arrojamos al piso boca abajo y los cuatro (que iban en la camioneta pequeña) estaban vivos”. Enseguida, dice El Chereje, “llegó la camioneta grande y El Cepillo (el Terco), El Jona, El Pato, El Chequel, El Güereque y El Primo, así como El Bimbo y El Pajarraco empiezan a bajar a los estudiantes que iban amontonados y estaban acostados a lo largo unos sobre otros, boca abajo. No iban amarrados y los comienzan a bajar y los dejan a todos acostados boca abajo y los amontonan… les empiezan a preguntar a qué venían a Iguala. Y los estudiantes, dice, al principio no respondían nada, pero los mismos estudiantes nombraron a una persona apodada El CochilocoEl Terco y El Pato le empiezan a preguntar al Cochiloco a qué habían venido. Y él respondió que por la esposa de Abarca… Le disparan en la cabeza a unos veinte o veinticinco. El Terco nos dice a mí y al Bimbo que empecemos a jalar los cuerpos que ya estaban muertos y los ponemos a la orilla del basurero… el primo del Bimbo y La Rana los agarran de pies y manos y los arrojan al basurero… a los que quedaban vivos los bajaron caminando al fondo del basurero, unos veinte aproximadamente”. Distintos testimonios de los sicarios detenidos coinciden en que éstos fueron muertos a palazos.

“Comenzamos a amontonar muchas piedras y empezamos entre todos a acarrear los cuerpos hacia el círculo y los vamos acomodando. El Terco les echa diésel o gasolina de un galón de veinte litros, les prende fuego con un encendedor y les vamos echando leña y plástico… comienzan a arder y yo, –dice El Chereje– sigo juntando botellas, llantas, cualquier plástico para que no se apagara el fuego”.

Cuando los están quemando, cuenta otro sicario, Salvador Reza Jacobo, El Lucas, que “le echaron relajo a El Jona y le dijeron ‘a que te rajas, Jona, a comerte un pedazo de carne humana’ y el Jona agarró un pedazo de carne y se lo comió. Dijo El Jona que sabía bueno y El Pato dijo que cuando se están quemando huele mejor que la carne asada”.

Cuenta El Chereje y coinciden los demás sicarios que “permanecimos cerca de quince horas, hasta que nos dieron las cinco de la tarde… esperamos que se enfriaran las cenizas y los recogimos con la mano y unas botellas. Sólo había una pala. Ocupamos cerca de ocho bolsas de basura… llegamos al río San Juan como a las seis de la tarde y empezamos a arrojar las bolsas completas al río y de ahí nos regresamos”.

Esa es la terrible historia, relatada por los victimarios, confirmada por pruebas y peritajes, de lo ocurrido la noche del 26 de septiembre de 2014. Lo saben las autoridades, los padres y sus representantes.

Cuatro años después del secuestro y asesinato de los jóvenes de Ayotzinapa en Iguala, debemos y podemos tener ya un corte de caja. Existen elementos suficientes para establecer no una versión, sino una verdad jurídica que sirva para hacer justicia a los jóvenes pero también para que ya no impere la impunidad entre quienes están usando Ayotzinapa para fines que nada tienen que ver con la justicia, los derechos humanos o la seguridad.

Hoy sabemos qué ocurrió el 26 de septiembre en Iguala, cómo fueron los muchachos agredidos, detenidos, llevados a las instalaciones policiales en Iguala, entregados a la policía de Cocula y a un grupo de narcos, trasladados al basurero de ese municipio, incinerados y sus restos arrojados al río. Hay más de un centenar de detenidos, testimonios y confesiones; restos identificados que confirman los dichos; autores materiales e intelectuales detenidos y confesos. Por supuesto que falta por hacer, pero manipular los hechos como intentan algunos grupos es inaceptable, en primer lugar, para los familiares de las víctimas, pero también para el resto de la sociedad. No fue el Estado el que mató a los jóvenes de Ayotzinapa, no participó en esos hechos el ejército, fueron narcotraficantes, ligados a policías y autoridades municipales y posiblemente locales.

Hay manipulación en los voceros y los abogados de los familiares, y también en el llamado giei. Existe manipulación cuando se dice que los jóvenes estuvieron en un cuartel militar cuando no existe una sola prueba en ese sentido; es un sinsentido decir que se usaron hornos crematorios para quemar sus restos; o asegurar que no pueden quemarse los cuerpos en las condiciones en las que dicen los investigadores. Primero, porque no existe razón alguna, móvil alguno, para haber realizado esas acciones. Segundo, porque lo que sí existe es el testimonio de los actores reales sobre cómo sucedieron los hechos.

De lo que no hay respuesta es de otras cosas. La primera es saber por qué esa noche mandaron a los jóvenes desde la Normal de Ayotzinapa hasta Iguala. Primero les dijeron que irían a Chilpancingo, y ya en los autobuses, robados, por cierto, les dijeron que iban a Iguala. A esa misma hora se estaba realizando el informe de la esposa del presidente municipal, María de los Ángeles Pineda, cuyos hermanos y padres fueron líderes del cártel de Guerreros Unidos, ella misma identificada como una de las jefas de esa organización. El líder de Guerreros Unidos declaró, al ser detenido en Cuernavaca, que él no participó de los hechos pero que estuvo informado de ellos y que sus sicarios en Iguala lo que le dijeron es que había llegado un grupo de Los Rojos (un cártel enemigo de Guerreros Unidos, que tiene fuerte presencia en Chilpancingo y en toda la zona aledaña a Ayotzinapa) para matar adversarios.

La versión aparentemente era falsa: podría haber entre los estudiantes dos o tres personajes que tuvieran historias diferentes (los únicos que llevaban cabello largo y que eran responsables del grupo, existen testimonios al respecto también) pero la enorme mayoría eran jóvenes de primer ingreso, que acababan de comenzar en la Normal y que tenían la obligación de participar en marchas, eventos o manifestaciones como las que se suponía tendrían que hacer en Iguala. Alguien se encargó de decirle a Los Rojos que iban a atacarlos, por eso el nivel de violencia contra los jóvenes. ¿Quién los envió, quién hizo confundir a un grupo de estudiantes desmadrosos con un comando de sicarios, quién ordenó una muerte tan brutal? ¿Dónde están los líderes y directores de la Normal de Ayotzinapa que no han dado la cara ni proporcionado una explicación sobre su papel en estos hechos?

Lo cierto es que los secuestros y muertes de Iguala han servido para muchos de los objetivos de estos y otros grupos. El nivel de violencia y vandalismo es inaceptable: decenas de bienes públicos y negocios privados destruidos; carreteras bloqueadas y casetas de cobro tomadas para hacer negocio, tanto que hasta los manifestantes se pelean entre ellos para ver quién se queda con esos recursos; pérdidas por más de mil millones de pesos de empresas privadas, grandes y pequeñas, por el robo sistemático a sus transportes; centenares de autobuses de pasajeros secuestrados, en ocasiones quedándose con los equipajes.

La lista es muy amplia y la impunidad ante estos hechos es absoluta. Ese tipo de violencia es parte de una agenda política desestabilizadora donde participan desde grupos armados hasta organizaciones políticas extremadamente radicales (y los cacicazgos locales que muchas veces utilizan para su beneficio a unos y otros, como también lo hacen los grupos criminales, se llamen Rojos o Guerreros Unidos, o cualquiera de los que operan en el estado).

Esta investigación intenta mostrar cómo y por qué sucedieron los hechos de Iguala. Cómo funciona el narcotráfico en Guerrero, cómo se relaciona con estos grupos, por qué los jóvenes fueron muertos con tanta brutalidad y saña y quiénes son los verdaderos responsables. También explica por qué la labor en la investigación que realizaba el giei se terminó convirtiendo en un intento proselitista basado en dichos, rumores y simples falsedades. Pero, ante todo, con base exclusivamente en pruebas documentales, se narra lo que sucedió la noche del 26 de septiembre de 2014, por qué sucedieron los hechos y quiénes fueron los responsables.

La noche de Iguala1

Estos demonios no son ni locos ni cuerdos. Se mueven como fantasmas en un mundo de tinieblas y problemas morales y crueles. Si fueran menos cobardes se suicidarían; si tuvieran un poco más de carácter serían santos. En verdad buscan la luz, pero la buscan completamente sumergidos en el barro. Y ensucian lo que tocan.

Roberto Arlt

1. La llegada

El 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero –municipio situado a 200 kilómetros al sur de la Ciudad de México–, todo mundo esperaba una gran fiesta. Se alistaban los últimos detalles para que a las 18:00 horas, en la plaza cívica Las Tres Garantías, María de los Ángeles Pineda Villa, esposa del alcalde perredista José Luis Abarca Velázquez, rindiera su segundo informe de labores como presidenta del Sistema de Desarrollo Integral de la Familia (dif) municipal. El acto tenía no sólo relevancia como festividad local, implicaba el lanzamiento de la también perredista como sucesora de su marido en el ayuntamiento.

A 123 kilómetros de distancia, en la localidad de Ayotzinapa, en el municipio de Tixtla, alrededor de 95 alumnos de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos se alistaban para, a bordo de dos camiones de la empresa Estrella de Oro –con números 1531 y 1568– que habían secuestrado la víspera, viajar a Chilpancingo y ahí recabar dinero para financiar su participación en la marcha conmemorativa de la matanza del 2 de octubre. Aunque su plan tenía otro componente más ambicioso: querían hacerse de 25 camiones para poder viajar en caravana a la Ciudad de México, pues así lo habían determinado en una asamblea de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, conocida por sus siglas como la fecsm, la cual se había efectuado el 21 de septiembre de 2014.

Alrededor de las 16:00 horas, Bernardo Flores Alcaraz, estudiante conocido como El Cochiloco, se dirigió hacia la zona de la Normal donde mantenían retenidos los camiones y le dijo al chofer de la unidad 1531 que se preparara, según recuerda este último. Cuarenta minutos después llegó un grupo de jóvenes, la mayoría de primer grado, que podía identificarse en esa condición porque tenía la cabeza rapada como parte de una novatada que es común en la Normal. El chofer del autobús 1531 en su declaración ante la Procuraduría General de la República declaró que el jefe de los jóvenes que fue asignado para su unidad fue un “güero flaquito”.

Describió además la vestimenta de los muchachos, la cual denotaba que se trataba de jóvenes en su mayoría de origen humilde: algunos llevaban playeras de color rojo, otros blancas, otros camisetas azules, otros color café; incluso uno llevaba una playera rosa. Unos usaban huaraches, otros sandalias y algunos más, tenis. En la unidad 1568 quedó al mando El Cochiloco quien durante todos los trayectos estuvo de pie junto al chofer, para coordinar las acciones del resto de los normalistas.

Su salida de la escuela fue entre las 16:30 y las 17:30 horas. No pudieron llegar a Chilpancingo porque la policía federal se los impidió. Sólo llegaron a las inmediaciones a las 17:50 horas. En ese sitio, Flores Alcaraz les dio una segunda orden: dirigirse a Iguala. Les dijo, de acuerdo con las indagatorias del caso, que iban a secuestrar camiones para trasladarse a la Ciudad de México el 2 de octubre. Los camiones entonces se enfilaron hacia el norte del estado y llegaron a su destino, Iguala, entre las 19:30 y las 20:00 horas.

El autobús número 1568 se detuvo en el restaurante La Palma ubicado en la colonia Rancho del Cura, a diez kilómetros del centro del municipio, mientras el número 1531 se dirigió a la caseta de Iguala, a cuatro kilómetros del ayuntamiento. En el lugar, los jóvenes que iban a bordo se bajaron a botear. Entre las 20:15 y las 20:30 horas, cuando ya caía la noche, estudiantes encapuchados que venían en el vehículo de El Cochiloco pararon un autobús de la línea Costa Line –de la empresa Estrella Roja del Sur, con número económico 2513– y se apoderaron de él no sin algunos problemas pues el chofer les hizo ver que traía pasajeros y no los podía dejar abandonados en el lugar. Algunos viajeros, molestos, pidieron hablar con quien iba a cargo de los estudiantes y, tras una negociación, los normalistas aceptaron que les entregaran el vehículo en la central de camiones de Iguala. Una decena de muchachos trepó entonces a la unidad que emprendió el camino hacia ese punto ubicado entre las calles De Salazar, Hermenegildo Galeana e Ignacio Manuel Altamirano, en el centro de la ciudad.

Minutos después, los normalistas que permanecían en los dos puntos a los que originalmente arribaron, Rancho del Cura y la caseta, terminaron su labor de boteo. Sin embargo, en ese momento El Cochiloco recibió una llamada del grupo que se había dirigido a la terminal, solicitándole apoyo porque, tras haber llegado al lugar, alrededor de las 20:45 horas, el secuestro de más unidades que tenían previsto realizar se complicó: el chofer que los había trasladado los dejó encerrados en el vehículo, en la zona de los andenes, y ellos, tras pasar algunos minutos, mientras los operadores de la línea intentaban pedir instrucciones a la Ciudad de México, con desesperación habían roto los vidrios a pedradas. El Cochiloco les respondió al instante y dio la orden de dirigirse a la terminal.

Alrededor de las 21:10 horas los normalistas llegaron a la central a apoyar a sus compañeros apostados en los autobuses Estrella de Oro 1531 y 1568, y, ejerciendo violencia, tomaron dos camiones más de la empresa Costa Line, con los números 2012 y 2510. Un chofer se resistió y fue golpeado por ellos.

La unidad que llevó hasta ahí al primer grupo –número 2513–quedó con los vidrios rotos, y ya no fue utilizada en las siguientes acciones. Pero con los dos camiones recién tomados sumaban ya cinco los que hasta ese momento se habían visto involucrados en los acontecimientos (los números 1531, 1568, 2513, 2012 y 2510).

Un sexto camión, el Eco ter (Transportes Estrella Roja) con número 3278, que tiempo después sería motivo de una polémica tras ser denominado como “el quinto camión” por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, giei, también fue abordado por alrededor de catorce estudiantes. Eran los primeros acontecimientos violentos que se suscitaban durante esa noche y que derivarían en una cacería brutal, de la que los normalistas serían las principales víctimas y habría 43 desaparecidos2, porque desde que se presentaron en Iguala, no sólo la policía registraba sus movimientos: también Sidronio Casarrubias Salgado, jefe máximo de la organización delictiva Guerreros Unidos, al igual que células de sicarios y halcones a su servicio, tenía conocimiento de todo lo que ocurría.

El matrimonio Abarca-Pineda

A esas horas, en la plaza Las Tres Garantías, ubicada a unas seis cuadras de la terminal, el informe de María de los Ángeles Pineda Villa había terminado y su esposo, el alcalde José Luis Abarca, así como funcionarios y habitantes del municipio, festejaban con un baile amenizado por un grupo de música de banda. Un sello populista característico del matrimonio desde su arribo al poder dos años antes, el 30 de septiembre de 2012, cuando la carrera política de José Luis Abarca, ubicado entonces como un próspero empresario, se encontraba en un momento determinante, pero acompañado de una sombra: para serlo había dado un salto socioeconómico inexplicable.

Quienes lo conocían sabían que cuatro décadas atrás, el edil vendía aretes, collares y pulseras de oro y plata de casa en casa y un poco antes, con su abuelo Isidoro, sombreros que compraba en Toluca y llevaba a Iguala. Esa situación había cambiado repentinamente: en 2008 anunció que invertiría 300 millones de pesos en la construcción de un centro comercial, la Plaza Tamarindos. Su negocio inició con seis locales, pero al año siguiente ya tenía diecinueve en Guerrero y otros seis en Morelos: se había convertido en el mayor comerciante de oro del municipio.

Pobladores de Iguala cuentan que los caminos de Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, se cruzaron en una tienda de vestidos de novia que poseía el abuelo de éste, adonde llegaban Pineda Villa y su madre, Leonor, a vender las prendas que ellas mismas cosían. Poco después, Abarca y Pineda contraerían matrimonio. María de los Ángeles también se volvería rica y poderosa.

En ambos crecerían las ambiciones políticas que irían encontrando cauce: en el año 2010, cuando Ángel Aguirre Rivero3 buscaba la gubernatura de Guerrero, por la coalición Guerrero Nos Une, Abarca buscó a Lázaro Mazón, quien entonces era coordinador de la campaña del ex priista, para ofrecerle la realización de un evento para el candidato en el centro joyero de Iguala.

Éste se efectuó el 9 de enero del 2011 y Abarca lo dirigió. Ahí comprometió su apoyo y el de otros joyeros a Aguirre Rivero. A partir de ese día, Abarca se involucró en la campaña no sólo con apoyo moral sino también aportando millones de pesos. Igual hizo su esposa, quien incluso acompañó al candidato a giras y mítines y lo haría mas tarde ya con Aguirre como gobernador.

El empuje definitivo para la incursión de Abarca en la política provino del propio Mazón, quien se convertiría en secretario de Salud del estado, tras haber ocupado un escaño en el Senado y la propia alcaldía de Iguala. Se convertiría en padrino de aquél influido también por una relación añeja que los unía: María Velázquez, tía de José Luis, inició el negocio del oro en la familia y surtía a Lázaro algunas piezas para que éste pudiera venderlas y así pagar su carrera de médico. Con el paso de los años, Mazón pagó el favor con el impulso a Abarca para que llegara a la presidencia municipal de Iguala, el tercer municipio en importancia del estado de Guerrero.

Y para hacerlo llevó a su protegido ante la dirigencia del prd como aspirante externo a la candidatura y amenazó con renunciar si no lo aceptaban. David Jiménez Rumbo, líder del grupo Guerrero y de la corriente Alternativa Democrática Nacional, impulsaba a Justino Carbajal Salgado, sobrino de Félix Salgado Macedonio, mientras que el entonces gobernador, Ángel Aguirre, estaba con Óscar Díaz, quien era el aspirante mejor posicionado en las encuestas internas.

En medio de la pugna de corrientes intervino el dirigente nacional del prd, Jesús Zambrano, y contra la voluntad de muchos militantes del sol azteca, designó a José Luis Abarca como su candidato a la alcaldía. María de los Ángeles Pineda asumiría la función de operadora política y abriría un cauce a la consolidación de sus ambiciones políticas.

Una vez instalados en el ayuntamiento, Pineda ocupó la titularidad del dif. Llamaba la atención que su oficina tenía las mismas dimensiones que la de su esposo, además de tener poder total sobre la policía y sobre los empleados del ayuntamiento a quienes trataba con dureza. A su servicio tenía tres secretarias y dos ayudantes, pues además de poseer y ejecutar una agenda propia, determinaba en gran medida las actividades de su marido. Incluso en un momento dado, Abarca pasaría a un segundo plano dejando en manos de su esposa el protagonismo que requería para poder sucederlo en el cargo, en 2015. Y lo estaba logrando.

El 7 de septiembre de 2014, la originaria de Cayuncha, Zirándaro, estaba de plácemes: había ganado la elección interna del prd como consejera estatal cobijada por Los Chuchos, la corriente perredista Nueva Izquierda, y se perfilaba como aspirante a la alcaldía. También era uno de los principales enlaces con el entonces gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, y aún protagonista en las giras del mandatario con su esposa Laura del Rocío Herrera.

Y mientras Pineda Villa de Abarca se codeaba con las altas esferas de la política guerrerense y escalaba posiciones, el grupo criminal del que presuntamente era líder, Guerreros Unidos, se iba asentando cada vez más en Iguala. Sus principales actividades delictivas eran el lavado de dinero, el secuestro, los levantones, el trasiego de drogas y el cobro de piso, y, al tiempo que la banda criminal sentaba sus reales en Iguala, lo hacían también en al menos otros catorce municipios del estado en las regiones norte y Tierra Caliente, además de distintas regiones de Morelos y del Estado de México. Paradójicamente, Abarca había llegado a la alcaldía con un discurso en el que denunciaba la inseguridad creciente.

El antecedente criminal, en el caso de Pineda Villa, era de tipo familiar: María de los Ángeles y sus cuatro hermanos, Julio Guadalupe, Alberto, Mario y Salomón, además de sus padres, fueron parte del cártel de los Beltrán Leyva, que disputaba las plazas de esas entidades al sur del país con el Cártel de Sinaloa, encabezado por Joaquín El Chapo Guzmán.

De acuerdo con información de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada, cuando los Beltrán Leyva operaban al servicio de El Chapo, los integrantes de la familia Pineda Villa operaban en Zihuatanejo, Guerrero, y en municipios de Morelos. Aunque poco a poco fueron encontrando su destino y pagando las consecuencias de sus actividades relacionadas con el crimen organizado.

Cuando los Beltrán Leyva y el cártel de Sinaloa se fragmentaron, la familia Pineda se mantuvo leal a los primeros. El 6 de mayo de 2009, cuando ya los Abarca habían inaugurado el Centro Joyero de Iguala y comenzaban a buscar opciones políticas, fueron detenidos los padres de María de los Ángeles, de nombre Salomón y María Leonor (la misma señora que años atrás vendía vestidos de novia a la tienda del abuelo de Abarca), junto con otros doce integrantes de una célula de los Beltrán Leyva. Fueron presentados por la policía federal incluso en televisión y, en esa ocasión se identificó al matrimonio Pineda Villa como el principal responsable de la operación de narcomenudeo en Morelos. Cuatro meses después, en septiembre, dos de los hermanos de María de los Ángeles, Alberto, a quien apodaban El Borrado, y Mario, El mp, fueron asesinados por grupos rivales. Sus cuerpos fueron encontrados a la vera de la Autopista del Sol, también en Morelos.

El 16 de diciembre de 2009, elementos de la Secretaría de Marina-Armada de México dieron un importante golpe al abatir, en un departamento del conjunto residencial Altitude, a Arturo Beltrán Leyva. El hermano de El Barbas, Héctor, El H, quien había sido su mano derecha, heredó el liderato, sin embargo, no pudo mantener el control del grupo criminal y el cisma fue inevitable. Algunos de sus aliados, como su jefe de sicarios, Édgar Valdez, La Barbie, decidieron encabezar sus propias células y dividirse las plazas de Guerrero, Morelos y el Estado de México, pero la detención de este último, en 2010, y de otros cabecillas como José Vázquez, El Indio, gestaron una nueva generación criminal.

Los distintos integrantes del clan de los Beltrán Leyva comenzaron a disputarse la sucesión y aparecieron en escena Guerreros Unidos, Los Rojos, La Barredora, el Cártel Independiente de Acapulco y el Cártel de la Sierra que iniciaron una guerra, una carnicería, para quedarse con el control de Guerrero.

Guerreros Unidos en Iguala

Guerreros Unidos, la organización delictiva que esa noche empezaba a exhibir toda su capacidad de organización para actuar con violencia ante lo que consideraba una invasión de territorio, se había apoderado de Iguala desde años atrás. En 2010, al frente de Guerreros Unidos estaban los hermanos Salomón y María de los Ángeles Pineda Villa.

A Salomón le decían El Salo o El Molón, y había sido detenido poco antes de la caída de Beltrán Leyva en 2009 y recluido en el Centro de Readaptación Social de Matamoros por delincuencia organizada, delitos contra la salud, acopio de armas de fuego de uso exclusivo del ejército y posesión de cartuchos reservados para las Fuerzas Armadas. Desde el penal dirigía la organización. Sin embargo, por errores en la integración de la averiguación previa, un juez de Tamaulipas ordenó su liberación en 2013. La pgr informó sobre su captura en octubre de 2014.

El grupo Guerreros Unidos logró consolidar su poder hasta el punto de disputarles las plazas a cárteles como La Familia Michoacana o Los Caballeros Templarios. Desde que fueron detectados, inteligencia militar ha dado seguimiento a sus actividades y ha clasificado a la organización criminal como sumamente violenta, ya que surgió de sicarios y de grupos como Los Pelones, que habían sido el brazo armado de los Beltrán Leyva.

En los últimos años, Guerreros Unidos ha tenido varios líderes, algunos de los cuales han sido capturados, aunque la organización sigue operando. El principal fundador fue Cleotilde Toribio Rentería, El Tilde, quien inició su carrera bajo el cobijo de Édgar Valdez Villarreal. Tras la detención de La Barbie, El Tilde se sumó al Cártel Independiente de Acapulco, pero más tarde lo abandonó para crear el grupo denominado La Barredora y se disputó a sangre y fuego el control de Acapulco con sus ex compañeros.

Se separó también de La Barredora para fundar Guerreros Unidos, que comenzó a operar en los municipios de Iguala, Coyuca de Catalán, Taxco y Ciudad Altamirano, en Guerrero, y en Cuernavaca, Morelos. Cleotilde Toribio Rentería fue detenido en junio de 2012 junto con el contador de la organización, Mario Saúl Farfán Ortiz. Tras esa captura, Mario Casarrubias Salgado, El Sapo Guapo, tomó el control de Guerreros Unidos y amplió la influencia del grupo al Estado de México.

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