Kitabı oku: «Las desesperantes horas de ocio», sayfa 2
INTRODUCCIÓN
Al finalizar el siglo XIX el ambiente lúdico en Bogotá había variado con relación al que se podía observar desde tiempos de la Colonia: las corridas de toros ya no se realizaban en las plazas públicas de la ciudad, sino en lugares llamados circos, la ópera aparecía en escenario y las carreras de caballos y de velocípedos imprimían un toque de velocidad a la vida bogotana. Estas diversiones fueron adoptadas por la élite de la ciudad y representaron sus valores y posición social, en contraste con otras formas de diversión, como las riñas de gallos y los juegos de azar, prácticas que habían sido objeto de control y regulación tanto por autoridades coloniales como republicanas debido a su asociación con el vicio, la ociosidad y la barbarie.
La adopción de nuevos divertimentos en la élite bogotana se produjo con un cambio en la forma de organizar la vida lúdica de la ciudad. Si bien durante la Colonia y buena parte del primer periodo republicano las diversiones estuvieron circunscritas a las festividades religiosas y a los regocijos públicos como parte de las celebraciones civiles, a partir de las últimas décadas del siglo XIX se introdujo la noción de espectáculos públicos para nombrar aquellas diversiones con las que la élite de la ciudad comenzaba a entretenerse. Si los primeros fueron fomentados y patrocinados por la municipalidad de Bogotá —con aportes de algunos ciudadanos notables—, en el caso de los segundos fue la acción de individuos imbuidos de un espíritu empresarial lo que permitió a la élite bogotana obtener momentos placenteros y emocionantes con la ópera, las corridas de toros, las carreras de caballos y de velocípedos.
Pero además de asistir a los espectáculos públicos, los habitantes encumbrados de la ciudad podían pasar apacibles ratos al visitar los parques que habían sido construidos sobre las antiguas plazas coloniales. En ellos era posible dar paseos, contemplar jardines, escuchar conciertos musicales y observar la exhibición de objetos que resultaban de alguna novedad para los bogotanos. Todas estas actividades de diversión se desarrollaban durante periodos que no estaban anclados en las festividades civiles o religiosas, de modo que el sentido festivo que había caracterizado a la vida lúdica de la ciudad se fue difuminando para dar paso a un sentido compuesto por significados relacionados con la perfectibilidad del individuo y el progreso social.
Con el cambio en las formas de diversión cambió también la idea de tiempo asociada a ellas. Ya que la élite bogotana consideraba las diversiones festivas como ociosas y bárbaras, el segmento temporal en el cual se hacían aquellas fue concebido como un tiempo desperdiciado, mientras que el tiempo de los nuevos divertimentos se consideró un elemento esencial de la vida civilizada, tanto como el tiempo del trabajo, de la instrucción y del descanso. ¿Cómo se produce este cambio? ¿Cuáles son los factores que inciden en la transformación de la idea de tiempo ligada a la diversión? Estas preguntas constituyen el eje sobre el cual discurren las páginas que siguen. Se trata de observar, a través del proceso de introducción de nuevas prácticas lúdicas en la vida social bogotana, la formación de una concepción del tiempo que permitirá a la élite de la ciudad divertirse sin incurrir en ociosidad.
Se escogió comenzar la indagación en 1849, época significativa que vio nacer el primer gobierno liberal de la era republicana, y de especial importancia para los propósitos de esta investigación porque en dicho año se decretó oficialmente la celebración de la Independencia en Bogotá cada 20 de julio, festividad que se acompañaba con la realización de corridas de toros y otros regocijos en la plaza central. Estas conmemoraciones sirvieron como crisol de legitimación del régimen liberal, por lo que las fiestas patrias se desarrollaron como un espacio de disputa política dentro del cual se activaron distintos significados sobre las diversiones de origen colonial en oposición a los significados de los divertimentos adoptados por la élite bogotana.
Con el año de 1900 se cierran los argumentos que se presentarán para tratar de responder a los cuestionamientos ya señalados. El haber escogido una época marcada por el inicio de la guerra de los Mil Días (17 de octubre de 1899-21 de noviembre de 1902) se explica por el hecho de que el enfrentamiento bélico trastornó la vida social de buena parte del país durante los tres años de su duración. Esto causó una profunda interrupción en el desarrollo de las diversiones en Bogotá, que solamente pudo ser retomado algunos años después de terminada la guerra, con elementos nuevos como los deportes, la diversificación de los cafés y el cinematógrafo. No está de más comentar que la guerra de los Mil Días indica el periodo de crisis y finalización del régimen político de la Regeneración, que había reemplazado al liberalismo radical a partir de 1880.
La escogencia de este periodo (1849-1900) busca trazar una línea continua de cambio entre las diversiones de origen colonial y las nuevas diversiones adoptadas por la élite de Bogotá en las últimas décadas del siglo XIX. Con esto se espera solventar una situación observada en las investigaciones que han tenido como temas la historia de la fiesta y del ocio en Colombia, a saber, que en ellas la reflexión sobre las diversiones se circunscribe a periodos específicos que no permiten encontrar las transiciones entre unas diversiones y otras. Así, los trabajos sobre la fiesta en Colombia se concentran en la Colonia preferentemente y los primeros años de la República, mientras que en las investigaciones cuyo tema es el ocio el análisis parte de los últimos años del siglo XIX en adelante, cuando las nuevas diversiones ya se encuentran instaladas.1
La reflexión sobre el proceso de transición de las diversiones y del cambio en los significados del tiempo sujetos a ellas se hace a partir de dos formas de abordar el objeto en cuestión. Una se refiere al juego entre representaciones y prácticas que implica la irreductibilidad de unas en otras o la inconveniencia de su separación tajante, y que propone una perspectiva de doble vía que permite observar de qué forma las primeras reestructuran el mundo social, es decir, cómo influyen en las formas de acción de los sujetos sociales, mientras las segundas generan nuevas categorías con las cuales la vida es representada (Chartier 2000, 25).
De esta forma, el problema que se ha venido planteando con relación a las diversiones adoptadas por la élite de Bogotá a finales del siglo XIX se entiende como un proceso en el que intervienen tanto las representaciones de las diversiones de origen colonial y europeo como las acciones o maneras de hacer —las prácticas— que transformaron o incorporaron unas diversiones específicas en la ciudad. Pero esta relación no se concibe de forma causal, de las representaciones a las prácticas o viceversa, sino como una articulación de acercamientos y distanciamientos temporales. Los argumentos ofrecidos en este trabajo tratan de mostrar los puntos —y momentos— de conexión entre las imágenes que la élite de Bogotá se formó respecto a unos divertimentos específicos y la forma como estos se fueron inscribiendo en la vida social de los bogotanos.
Una aclaración adicional parece pertinente para ilustrar —anticipadamente— la relación entre representaciones y prácticas. Una representación puede entenderse como la imagen construida sobre un objeto que no se encuentra presente y sobre el cual se comunica una idea que no es exactamente igual a él, pues está mediada por las divisiones del mundo social en el cual se encuentra inmerso el sujeto que la produce. Una representación, entonces, está contenida por las divisiones de la organización social y se expresa como un sistema de relaciones o lucha entre representaciones en la que se ordena y jerarquiza el mundo social (Chartier 1992, 57). De este modo, las imágenes construidas en torno a las diversiones expresan las divisiones de la sociedad bogotana y la forma como la élite de la ciudad interpretó dichas divisiones y el lugar que ocupó en ellas. Por otra parte, la transición de los divertimentos —o en las maneras de hacer lo lúdico— está relacionada con la formación de nuevas categorías o de representaciones sobre la vida social, entre las cuales se encuentra la concepción de tiempo inscrita en cada clase de diversión.
La otra forma de abordar el objeto de estudio toma prestada la idea de relaciones de interdependencia planteada por Norbert Elias. Según este autor los procesos histórico-sociales son el resultado no planeado de la conexión —en diferentes niveles de agregación— de las acciones intencionales de una gran cantidad de individuos, quienes se encuentran en una situación de mutua coacción o de dependencia (Elias 1997a, 281 y 391). Al respecto dice Elias:
En lugar de la imagen del ser humano como una “personalidad cerrada” […] aparece la imagen del ser humano como una “personalidad abierta” que, en sus relaciones con los otros seres humanos, posee un grado superior o inferior de autonomía relativa, pero que nunca tiene una autonomía total y absoluta y que, de hecho, desde el principio hasta el final de su vida, se remite y se orienta a otros seres humanos y depende de ellos. El entramado de la remisión mutua entre los seres humanos, sus interdependencias, son las que vinculan a unos con otros, son el núcleo de lo que aquí llamamos composición [figuración], composición de unos seres humanos orientados recíprocamente y mutuamente dependientes. (Elias 1997a, 44)
De esta manera, la formación de una concepción nueva de tiempo asociada a la diversión se entenderá como la expresión del entrelazamiento entre cuatro procesos: 1) las representaciones de las diversiones de origen colonial dentro de la disputa por la legitimación partidista en los primeros años de la segunda mitad del siglo XIX y la relación que tienen con las representaciones sobre las diversiones europeas; 2) la formación de un ámbito de los espectáculos públicos cuyo proceso central fue la desvinculación de las corridas de toros respecto a las fiestas patrias a partir de 1880; 3) la deslocalización de las plazas coloniales comenzando la segunda mitad del siglo XIX y la construcción de parques y jardines en dichos espacios a partir de 1870; 4) la representación del tiempo como un bien escaso que debe ser usado en beneficio de la perfectibilidad humana.
El comentario de un cronista de prensa en 1895 que, para invitar a los bogotanos a participar en un club ciclístico, se refería a las desesperantes horas de ocio que se podrían pasar sin tedio con la nueva entretención (“Club ciclista bogotano”, 1895b) condensa los cambios que se estaban operando en el orden de las diversiones bogotanas y que son objeto de este trabajo. Por un lado, muestra la concepción generalizada de una ciudad aburrida —sin diversiones— en comparación con las ciudades europeas, pero en la cual comenzaban a observarse algunas entretenciones nuevas que eran del gusto de la élite. Por otro, el uso prematuro de la palabra ocio indica la transición en la idea del tiempo asociada a la diversión, horas que los bogotanos podían pasar divirtiéndose sin sentirse culpables por no trabajar ni rezar o incumplir con las obligaciones diarias en esos segmentos de tiempo. Las horas de ocio de las que hablaba el cronista eran aquellas que ya no podían ser desperdiciadas —horas ociosas—, sino que debían ser aprovechadas al máximo para el mejoramiento de las facultades humanas, labor que otorgaría un lugar especial a las nuevas diversiones.
Las respuestas a las que se ha llegado en esta investigación parten de la observación y análisis de diferentes clases de fuentes. No podría haber sido de otro modo al abordar un objeto que en apariencia presenta tal nivel de fragmentación que hace olvidar que las diversiones de origen colonial se encuentran conectadas con los nuevos divertimentos de fines del siglo XIX. Se han consultado, en consecuencia, diarios de viaje, cuadros de costumbres, manuales de urbanidad, artículos de prensa, almanaques, guías de la ciudad, leyes y decretos, así como material de archivo, compuesto por informes oficiales, contratos, comunicaciones y cartas.
Cada uno de estos documentos se ha interrogado de manera diferente de acuerdo a las necesidades que fueron surgiendo en el transcurso de la investigación. De esta forma, por ejemplo, los diarios de viaje y cuadros de costumbres —documentos de carácter eminentemente voluntario creados con intencionalidad y dirigidos a públicos específicos (Bloch 2015)— se han abordado buscando las representaciones construidas en torno a las diversiones. Esto no quiere decir que dichos documentos no proporcionen información importante para la reconstrucción de secuencias de acontecimientos o del modo de ser de las prácticas sociales, sino que cuando han sido interrogados de esta última forma también se han hecho las mismas preguntas a otros testimonios, como los consignados en artículos de prensa o documentos de archivo, ejercicio comparativo que ha permitido minimizar las distorsiones que pueden presentar los documentos voluntarios debido a las intencionalidades del autor. De igual forma, a partir de los testimonios menos intencionales como contratos e informes, se han vislumbrado formas de representación que han sido comparadas con aquellas identificadas en los documentos voluntarios.
Tres elementos teóricos relacionados con la noción de tiempo son transversales a todo el cuerpo del texto: sucesión, duración y ritmo. Con relación a los dos primeros, Norbert Elias (1997b) ha acuñado las nociones de conceptos referidos a la estructura y conceptos referidos a la experiencia para dar cuenta, en el primer caso, de la forma como las sociedades conectan secuencias de procesos (antes y después) mediante referencias externas (los ciclos del sol, las horas en un reloj o un calendario), y, en el segundo caso, para indicar las concepciones de presente, pasado y futuro que, al no expresar un continuum ni una relación causal entre acontecimientos sucesivos, manifiestan “una determinada manera de vivir los procesos” (Elias 1997b, 93).
La noción de ritmo vincula sucesión y duración al evocar intensidades, prolongaciones, acortamientos, repeticiones, pausas y velocidades, es decir, al marcar la pauta con la cual se perciben la secuencia de los acontecimientos y el tiempo histórico:
Así, para hablar de ritmo no basta la repetición monótona de un movimiento. De hecho, tienen que aparecer tiempos fuertes y débiles: repeticiones y discontinuidades, suspensiones y cambios. El ritmo supone, así, un tiempo diferenciado en cadencias y velocidades, en repeticiones y novedades. (Valencia 2007, 106)
Otros instrumentos teóricos menos centrales serán desarrollados en el transcurso del texto, por lo que acá solamente se hará una breve mención de ellos y de su relación con cada capítulo. El primer capítulo del trabajo contiene un contexto general del periodo histórico estudiado en clave de diversiones. Allí, a partir de la descripción de las formas de divertimento en Bogotá se van incorporando elementos de la fisonomía de la ciudad y de la vida política y económica del país. Por otro lado, la dinámica lúdica de Bogotá se conecta con algunos aspectos relacionados con las diversiones en otras ciudades capitales de América Latina y de Europa. La intención de este capítulo es proporcionar una visión amplia del problema que se tratará en los capítulos subsiguientes.
En el segundo capítulo se analizan las representaciones sobre distintas clases de diversión desde tres puntos de observación diferentes: la mirada de la élite bogotana sobre las diversiones de origen colonial practicadas en la capital de la República, la de esta misma élite sobre las diversiones europeas y la mirada de los extranjeros que llegan a la ciudad sobre las diversiones coloniales y aquellas de origen europeo. En este capítulo es importante la noción de ociosidad como categoría histórica más que como concepto, y en este sentido como significado relacionado con una disposición negativa frente al trabajo.
Acá se entiende por élite aquel grupo social minoritario que mantiene una posición predominante con relación a los demás grupos sociales, la cual le permite orientar las tendencias de la vida de una sociedad específica en cuanto a los aspectos económicos, políticos y culturales. En el periodo de estudio, este grupo social en la ciudad de Bogotá estuvo conformado por grandes comerciantes, rentistas, ricos propietarios, hacendados, altos funcionarios del gobierno, empresarios e intelectuales. Sin embargo, fue entre estos últimos tres sectores donde comenzaron a gestarse las representaciones y los procesos de difusión que conducirían a la adopción de los nuevos entretenimientos entre el conjunto de la élite.
En el tercer capítulo se aborda lo que podría entenderse como el proceso de adopción de diversiones por parte de la élite bogotana. Aunque es un capítulo construido en torno a las prácticas, las representaciones identificadas en el primer capítulo alimentan el análisis mediante su articulación a la narrativa histórica. Una aclaración es importante en este punto: debido a la pluralidad semántica con que los diferentes sujetos se refieren a las prácticas de diversión, la denominación de dichas prácticas a medida que se avanza en el periodo estudiado se modificará de acuerdo con la tenue tendencia observada en la forma que tienen los sujetos de nombrarlas. De esta forma, las denominaciones de diversión y recreo se usarán para referirse a las prácticas coloniales y europeas, mientras que espectáculos públicos, entretenimientos, actividades de solaz y esparcimiento tendrán el sentido de las actividades adoptadas por la élite bogotana.
El cuarto capítulo trata sobre los cambios espaciotemporales relacionados con los espectáculos públicos y las actividades de esparcimiento de finales del siglo XIX en Bogotá. A partir de la transformación de las plazas coloniales en parques y jardines se analiza la formación de una esfera temporal diferenciada del tiempo festivo religioso y patrio. Acá tendrá un lugar central la idea de espacio de representación de Henri Lefevbre (2013). La noción de burguesía o de estilo de vida burgués que se utiliza en este capítulo y el siguiente no solamente tiene el sentido del gusto adquirido, sino también de la adquisición de una incipiente disposición calculadora, tanto de la economía como del tiempo, orientada al progreso como problema fundamental del individuo.
El último capítulo trata sobre la relación entre una concepción racionalizadora del tiempo en beneficio del perfeccionamiento humano y los significados de las nuevas diversiones de la élite bogotana. Se trata de observar cómo el tiempo vinculado a estas diversiones fue significado bajo la idea de utilidad, en oposición a la de ociosidad, con la cual había sido definido el tiempo de las diversiones de origen colonial. En este capítulo la noción de aceleración en Reinhart Koselleck (2003) y Hartmut Rosa (2011) constituye el eje subyacente de la narración.
Antes de terminar esta introducción se ha querido ofrecer al lector un panorama de las investigaciones colombianas que se han hecho sobre la historia de la vida cotidiana, la fiesta, el ocio y los espacios de diversión. El propósito de este balance consiste en mostrar el punto de partida analítico en relación con las nociones que sirven de apoyo y los vacíos que dejan entrever el camino que tomará la argumentación general. Pero el aparte también puede ser de especial interés para quien desee contrastar las tesis propuestas en este trabajo con las que otros autores han establecido, o incluso para aquellos lectores que tengan curiosidad por uno de los temas que se incluyen en este balance y quieran profundizar en ellos con la lectura directa de los textos. En todo caso, si el deseo de quien se encuentra leyendo estas páginas es adentrarse directamente en el ambiente lúdico bogotano del siglo XIX, puede saltarse las pocas páginas que siguen con la esperanza de que al finalizar la lectura de este texto encuentre motivos suficientes para regresar a esta segunda parte de la introducción.
OCIO, FIESTA Y ESPACIOS DE DIVERSIÓN: BALANCE HISTORIOGRÁFICO
Indagar sobre las diversiones decimonónicas de la élite bogotana implica acercarse a un campo poco definido, construido a partir de un conjunto de investigaciones cuya característica principal es una mezcla de dispersión y escasez. Entonces, la primera noción en la que puede apoyarse intuitivamente el investigador para abordar el tema es la de vida cotidiana, con la cual busca obtener un cuadro más o menos detallado de la cuestión y una aproximación que permita orientar el derrotero y definir más claramente las pesquisas por realizar.
En los trabajos sobre la vida cotidiana de Colombia en el siglo XIX las diversiones han ocupado un lugar compartido con aspectos como la vivienda, la familia y el matrimonio, las formas de higiene, el abastecimiento de víveres en los mercados, los gustos de la población, las festividades, el vestido y la comida. De esta forma, las diversiones estarían inscritas en aquello que podría llamarse quehacer diario o vida diaria de la gente, aquello “que se resiste al cambio, expresado en las formas de mayor arraigo, en las costumbres, en los hábitos, que son parte de la forma de ser de una sociedad, de su forma de pensar, de actuar, de su imaginario” (Castro 1996a, 10).
Dentro de estos trabajos se puede mencionar el de Catalina Reyes y Lina González (1996) sobre la vida doméstica en las ciudades republicanas, en el que diversiones como los juegos de azar, las corridas de toros, las riñas de gallos, los paseos en los alrededores de la ciudad o en sus parques, las tertulias, los bailes y las visitas son descritas como formas de interrupción del monótono y tranquilo ritmo de la vida diaria en las ciudades republicanas, ritmo conformado por los hábitos diarios del baño, las comidas, la siesta, los oficios religiosos y las labores domésticas (Reyes y González 1996, 227-230).
También es importante el texto de Beatriz Castro (1996b) donde se afirma que las reuniones populares en chicherías, las nuevas formas de socialización de la élite en bares y clubes sociales, los escasos espectáculos en la ciudad —fundamentalmente el teatro— y la celebración de festividades religiosas, que traían tras de sí distintas formas de diversión, constituían aspectos públicos centrales de la vida cotidiana en Colombia a finales del siglo XIX. Para esta autora, “las nuevas formas de socialización, principalmente de élite, fueron las que se establecieron y transformaron las formas de diversión [mientras] los entretenimientos populares tendieron a mantenerse con mayor arraigo y cambiaron poco” (Castro 1996b, 269).
Otro texto de esta tendencia —aunque referido al siglo XX— es el de Patricia Londoño y Santiago Londoño (1989), que se incluye acá con el fin de complementar el cuadro de los trabajos sobra la vida cotidiana. En este texto los autores afirman que el despliegue de distintas formas de diversión se produjo como consecuencia del proceso de industrialización y de la reglamentación de la jornada de trabajo, que permitió “institucionalizar el uso del tiempo libre” en 1934 (Londoño y Londoño 1989, 349). De esta forma, llegaron al país el cine, los deportes y formas nuevas de música y baile, como el tango, el jazz y la polka. La vida apacible de finales del siglo XIX, según los autores, cambió en todos sus aspectos, incluidas las diversiones, con el proceso de modernización y especialmente con el de industrialización, afirmación en la cual coinciden los tres textos comentados hasta el momento.
Una primera aproximación a las diversiones de finales del siglo XIX por medio de los estudios de la vida cotidiana permite obtener un panorama amplio del acervo disponible de entretenimientos, compuesto por la celebración de festividades, pasatiempos privados, espectáculos públicos y formas de sociabilidad tanto populares como de élite. Por otro lado, proporciona una visión de mediano plazo que articula todo el siglo XIX y no solamente sus últimas décadas, a partir de lo cual se evidencian continuidades y rupturas, como la permanencia de las riñas de gallos y el surgimiento de clubes sociales y cafés, por ejemplo. Sin embargo, el que las prácticas de diversión se encuentren entrelazadas con otros aspectos de la vida diaria —y en ocasiones subsumidas en ellos— hace perder a las diversiones especificidad y el análisis se torna poco profundo respecto de ellas. De esta forma, parece más apropiado abordar dichas prácticas a partir de tres aspectos que se derivan de los estudios de la vida cotidiana: el ocio, la fiesta y los espacios de diversión.
En los trabajos que tratan la historia de las diversiones en Colombia desde la noción de ocio, o incluso desde la de tiempo libre, se pueden observar dos tendencias. La primera se centra en cómo las élites del país buscaron ocupar el tiempo que sobraba después de la jornada laboral. La estrategia fundamental mediante la cual ese grupo social buscó resolver este asunto fue el control del tiempo libre de los obreros y el intento por fomentar e inculcar en la población la adopción de prácticas específicas realizables durante el tiempo externo al trabajo.
Así, Alberto Mayor (1994) describe cómo se desarrolló dicha estrategia durante la década de 1930 en el contexto de la industrialización, de la reducción de la jornada de trabajo y de la influencia del fordismo. La tesis del autor consiste en que el control del tiempo libre estuvo relacionado tanto con la lucha contra el comunismo por parte de la Iglesia católica como con los procesos de racionalización del trabajo, es decir, que de la forma como se ocupara el tiempo disponible de los obreros dependía la garantía del orden social y el rendimiento del trabajador en su puesto de trabajo (Mayor 1994, 377).
Mauricio Archila (1990), por su parte, observa principalmente en el control del tiempo libre el temor de las élites hacia “la existencia de espacios en que los obreros, especialmente los varones, socializaran su inconformidad con el orden social” (Archila 1990, 153), por lo cual se debía evitar la proliferación y reproducción de dichos espacios mediante el fomento de otro tipo de actividades. Además, la existencia de un tiempo libre, dice el autor, se convirtió en un asunto problemático para distintos sectores sociales:
Para los empresarios era un tiempo dilapidado en diversiones que perjudicaban la disciplina laboral. Para la Iglesia católica la inmoralidad era la que presidía en los ratos de ocio. Para el Estado, en el tiempo libre era donde se fraguaban las rebeliones. Y para los revolucionarios era cuando se alienaba a las masas. (Archila 1990, 146)
De otro lado, para Santiago Castro-Gómez (2009) el problema con el tiempo de ocio consistía en que las actividades desarrolladas en dicho tiempo no representaban el ideal moderno de velocidad que yacía en la subjetividad de las élites colombianas. De lo que se trataba entonces era de alejar a la población de prácticas parsimoniosas realizadas en el tiempo libre y de incorporar unas nuevas actividades —tales como los deportes, el cine y los bailes— que funcionaran como dispositivos de producción de una subjetividad acorde con dicho ideal.
Independientemente del fin que haya tenido, el control del tiempo libre se implementó mediante el fomento de actividades que reemplazaran las que se desarrollaban en dicho tiempo y que habían sido heredadas de épocas anteriores. De esta forma, por medio de las organizaciones católicas y de los “secretariados sociales” de las empresas se ofrecían cursos de capacitación a los obreros y se organizaban bailes, reinados y eventos deportivos, al mismo tiempo que se destacaban las ventajas de otro tipo de diversiones, como el cine, el teatro y los paseos familiares (Archila 1990; Castro-Gómez 2009; Mayor 1994).
La segunda tendencia consiste en la descripción de las actividades de ocio y su relación con las clases sociales. En los textos de María del Pilar Zuluaga (2007, 2012a, 2012b) se describen las diversiones de las élites sociales bogotanas como actividades de consumo ostensible y se analizan dentro de una perspectiva que, basada en la noción de distinción social, da cuenta de la distancia entre ellas y los sectores populares, resultante de los marcadores simbólicos que dicho consumo generaba. Pero el análisis también pretende adentrarse en la reflexión sobre los procesos de formación de identidad en la élite de la ciudad, pues para esta autora “analizar lo que hace durante su tiempo libre la clase dominante en un periodo determinado nos permite conocer sus gustos, sus intereses, su conducta, la creación de identidad, el nivel de satisfacción y de integración social” (Zuluaga 2012b, 8).
Otras investigaciones pertenecientes a esta tendencia se han concentrado en la adopción por parte de los sectores populares de las actividades de ocio practicadas por las élites, especialmente los deportes. En este sentido, Diana Alfonso (2012) y Daniel Polanía (2012) han concebido la popularización del ocio como un proceso de flexibilización del consumo de las élites, el cual transita desde los clubes sociales, los colegios de élite, las instituciones públicas y los discursos de la prensa hasta la formación de clubes deportivos. De acuerdo con estas investigaciones, el bajo costo que tenían los deportes, su facilidad de práctica y la asignación de propiedades intrínsecas —como, por ejemplo, su potencial eugenésico y civilizatorio— constituyeron factores de gran importancia para fomentar, más que cualquier otra actividad, su adopción por parte de los sectores populares.
Finalmente, Mauricio Archila (1990) —autor que también está referenciado en la primera tendencia— comenta que los procesos de popularización y difusión de las actividades de ocio no fueron totalmente efectivos, por lo que identifica en las formas particulares de diversión de la clase obrera (aquellas que continuaron vigentes con la entrada del siglo XX) mecanismos de resistencia a los ritmos impuestos por la disciplina capitalista del trabajo. Así, por ejemplo, el autor observa en el consumo de alcohol de la clase obrera una forma de solventar las duras jornadas de trabajo y la extrema vigilancia de los patrones, lo que sitúa a bares, tabernas y tiendas como espacios de socialización libre, donde, además del alcohol, circulaban la música popular, los bailes, los juegos tradicionales y de azar.