Kitabı oku: «Caballeros del rey», sayfa 3
3.2 La continuación de la guerra y la fluctuación del ejército del rey
A partir de entonces Alfonso V no tenía más remedio que convocar a las Cortes de sus reinos y negociar con la sociedad política de Aragón, Cataluña y Valencia una ayuda militar que le garantizase la defensa. Entre noviembre y diciembre, las Cortes del reino de Aragón reunidas en Valderobles y las del reino de Valencia reunidas en Traiguera-Sant Mateu, acordarían ayudar al rey sufragando la contratación de tropas: los estamentos aragoneses aceptaron el 4 diciembre financiar la soldada de cuatro meses de 1.000 caballos (750 hombres de armas y 250 pajes) y 1.000 infantes,[62] mientras los valencianos decidían el 9 de diciembre sufragar con el mismo tiempo de servicio otros 1.000 caballos (750 hombres de armas y 250 pajes).[63] Unos efectivos que no estarían dispuestos hasta mayo del año siguiente. Por el contrario, las Cortes catalanas de Tortosa rechazaban una ayuda militar y ofrecían únicamente en enero de 1430 un crédito de 30.000 flor. asegurado sobre el donativo del concilio clerical que ponía fin al cisma eclesiástico.[64]
La ausencia del rey del frente aragonés, por su negociación en Cortes en el otoño de 1429, coincidió con una mayor contundencia de la guerra en el reino de Valencia. En este reino, en octubre, los oficiales reales reclutaron a sueldo por tres meses un contingente de 500 hombres de armas capitaneados por el governador Eiximén Pérez de Corella;[65] una fuerza asoldada de caballería que, apoyada por milicias locales, realizaría una ofensiva a gran escala hacia tierras manchegas y murcianas a finales de año. El frente valenciano se había abierto en la segunda quincena de julio con cabalgadas castellanas desde Murcia que amenazaron Xàtiva, la segunda ciudad del reino, y gran parte de las comarcas valencianas meridionales y centro-orientales. El ataque de mayor impacto fue el de las tropas del adelantado de Murcia, Alfono Yáñez Fajardo, sobre los arrabales y alquerías de Xàtiva el 15 de julio. Durante julio y agosto, debido a las constantes cabalgadas castellanas, la ausencia de las compañías nobiliarias de gente de armas –con el rey en el frente aragonés–, la ineficiencia de las convocatorias de movilización general defensiva cursadas y las dificultades de obtener capital (secuestros de bienes de castellanos y de dinero de la Diputació del General, obtención de préstamos forzosos en la ciudad de Valencia, etc.), el Parlament reunido para la defensa del reino tuvo que adoptar una posición defensiva, acantonando contingentes asoldados de ballesteros y lanceros en castillos y villas de frontera (en Xiva y Bunyol 300 efectivos, entre Biar y Caudete, 100). El retorno del gobernador del reino y, con él, el del grueso de tropas de caballería valencianas, era la única posibilidad de preparar una contraofensiva. El inicio de la misma tuvo su antecedente en la expedición de la milicia de Xativa capitaneada por Joan Rotlà, lochtinent de governador de Xuquer enllà que en septiembre atacó Villena.[66] Aunque la verdadera ofensiva fue la de diciembre de 1429 dirigida por el governador Corella con una nutrida participación de compañías nobiliarias valencianas (500 caballos a sueldo) apoyadas por contingentes de ballesteros y milicias locales. Un ataque que derrotó al adelantado de Murcia y asestó un duro golpe a las villas castellanas de Almansa, Yecla y Villena.[67]
Con la llegada del nuevo año, 1430, la guerra se prolongaría con la apertura de un «frente interior» por la alineación pro-castellana del conde de Luna cuyas importantes posesiones en los reinos de Aragón y Valencia suponían una amenaza muy seria. Para ocupar sus señoríos, confiscados por la sedición del conde, hubo que desviar parte de las tropas movilizadas en los frentes aragonés y valenciano, en una campaña en la primera quincena de febrero, entre el 30 de enero y el 14 de febrero, en la que intervinieron 400 combatientes a caballo comandados por el rey y contratados en enero para servir durante dos meses.[68]
Tras esta operación, los máximos esfuerzos del Magnánimo se concentraban en mantener operativo un ejército suficiente para la defensa de la frontera de Aragón y de las posiciones consolidadas en Castilla, ya que para finales de la primavera se esperaba una dura ofensiva castellana. El problema era disponer de un mínimo potencial militar. El ejército que el rey estaba en disposición de reunir no le permitía bajo ningún concepto ofrecer ayuda militar a sus hermanos Enrique y Pedro y le obligaba a mantener una posición defensiva. Tras fracasar en la contratación al conde de Foix de 500 combatientes de caballería (250 hombres de armas y 250 pillarts) y 200 ballesteros a sueldo por cuatro meses,[69] dependía únicamente del medio millar de caballos (542) aglutinado alrededor de integrantes de la Casa Real,[70] esperando que las tropas que estaban siendo reclutadas y movilizadas por las Cortes de Aragón y de Valencia estuviesen pronto dispuestas.
Para finales de mayo e inicios de junio el rey de Aragón, primero en Cariñena y luego en Tarazona, preparaba una angustiosa defensa, esperando la concentración de las tropas asoldadas y realizando convocatorias de movilización general defensiva, la mayor parte frustradas, en Aragón, Cataluña y Valencia.[71] Contratados directamente por la tesorería no pudo reunir más que 500 caballos[72] y los efectivos acantonados en tres castillos castellanos ocupados (22 hombres de armas y 103 ballesteros entre Cihuela, Deza y Borovia).[73] Los 1.000 combatientes a caballo pagados por los estamentos aragoneses sólo estaban dispuestos para la defensa de Aragón y no para ninguna incursión en Castilla, al igual que los 1.000 caballos sufragados por los brazos valencianos, quienes también se oponían a salir del reino descuidando la defensa de sus fronteras. La situación era dramática: siendo muy optimista sólo reuniría cerca de 3.000 caballos. El 8 de julio salía de Tarazona para acantonarse y defender la frontera sur de Calatayud.[74] La única alternativa posible era una solución negociada. Finalmente la ofensiva castellana no llegó a producirse ya que el 25 de julio se ponía punto final a la guerra con la publicación de las treguas de Majano, acordadas por las embajadas de Castilla y la Corona de Aragón nueve días antes.[75] Las treguas cerraban una guerra no deseada por el rey y aceleraban la desarticulación del conjunto del ejército aragonés.
4. LA EXPEDICIÓN MEDITERRÁNEA DE 1432
En pleno mes de junio de 1430, concentrado en la defensa de la frontera de Aragón, Alfonso V expresaba su anhelo de entrendre en los afers d’ Itàlia ab tot ànim e voluntat en cuanto se liberase de las complicaciones castellanas.[76] Las treguas de Majano abrían la posibilidad de retomar por fin la empresa napolitana. Una posibilidad que no desaprovechó. A lo largo de 1431 se iniciaron intensos preparativos navales y militares en las ciudades de Barcelona y Valencia, centros neurálgicos de la expedición naval de 1432, denominada en la documentación como «lo viatge que [el rey] entén fer vers les parts marítimes per honor e reverència de Deu, exalçament de sa reyal corona e aucmentació de sos regnes e terres».[77] De la experiencia de su anterior operación naval de 1420, el rey había sacado la conclusión de que debía centralizar los dispositivos en las dos principales ciudades de la Corona, y a la vez procurarse una financiación libre de negociación en Cortes en la medida en que fuese posible. De hecho, ni se convocaron los estamentos aragoneses ni los valencianos, pero sí los catalanes: el 20 de julio de 1431 convocaba Cortes en la ciudad de Barcelona que se inauguraban el 18 de agosto.[78] Sin embargo era consciente que tendría que negociar duramente con la sociedad política catalana para obtener un subsidio. Así para proveeerse de capitales con rapidez recurrió desde el principio a operaciones crediticias (en Barcelona con mercaderes y en la ciudad de Valencia, créditos de la ciudad y del obispado asegurados con rentas patrimoniales) que le reportaron cerca de 105.100 flor.[79]
Con estos fondos inició una contratación de tropas que presentó dos frentes de reclutamiento, administrados ambos desde la tesorería, en las ciudades de Barcelona y Valencia, donde a partir de principios de septiembre de 1431 se abrieron las correspondientes taules d’acordament.[80] Correspondió a Barcelona, ciudad en donde Alfonso V permanecía desde mediados de marzo de ese año, inaugurar oficialmente la contratación de tropas, tanto gent d’armes como ballesters, mediante una espectacular ceremonia de apertura el 6 de septiembre. Ese día una solemne procesión, presidida por el rey, secundado por el obispo y clero barcelonés y por caballeros portando los estandartes y banderas de la armada, partía de la catedral de Barcelona hacia la plaza de la Llotja. Ante el portal de la misma, donde estaba instalada la taula d’acordar, se había construido un entarimado para albergar la ceremonia. A la llegada del cortejo, Alfonso V subía al escenario instalándose en un sitial bajo una gran bandera con armas reales de Aragón, mientras los diferentes caballeros izaban los estandartes y banderas a sus flancos. Seguidamente el capitán de la flota, mossèn Ramón de Perellós, arrojaba monedas hacia los asistentes y se dirigía a la taula d’acordar contigua al escenario, depositando 15.000 flor. para contratar las tropas, dando por oficialmente inaugurado el enrolamiento. El objetivo de tan solemne ritual era proclamar de forma grandiosa que el Estado ofrecía sueldo a quien quisiese alistarse pero también, indirectamente, realizar un llamativo acto público para reafirmar el objetivo estatal de monopolizar la conducción y ejercicio de la guerra. En la citada taula d’acordar, el tesorero, Francesc Sarçola, comenzaría a contratar tropas durante dos meses hasta el 6 de noviembre, concentrándose el reclutamiento de las compañías de caballería entre los días 6 y 28 de septiembre. Paralelamente en la ciudad de Valencia, Pere Ferrer, oficial de la tesorería comisionado para administrar allí los alistamientos, abría, desde la segunda quincena de septiembre, una taula d’acordament en la plaza de la Llotja de dicha ciudad para contratar gent d’armes, y desde el 4 de noviembre otra taula d’acordar, ubicada en la plaza de la Figuera, encargada de enrolar la tripulación de la galera real (marinos, remeros y combatientes), la primera inaugurada con una ceremonia similar a la de Barcelona.[81] Al igual que el tesorero, Pere Ferrer comenzaba a contratar compañías armadas el 22 de septiembre tarea que prolongaría hasta el 24 de octubre. En otoño el acordament en Barcelona quedaba concentrado en el reclutamiento de ballesteros, mientras que en Valencia se procedía a iniciar el alistamiento del personal de la galera real: hasta inicios de 1432 ninguna de las taules volvería a contratar compañías de gente de armas. Durante el mes de enero (entre los días 2 y 28) en Barcelona se reanudaba el reclutamiento de compañías, al igual que ocurriría en Valencia entre enero y febrero.
En conjunto se contrató el servicio de tres meses de 1.000 ballesteros, organizados en 40 condestabilías (compañías a cargo de condestables) de 25 efectivos y un total de 239 comitivas de gente de armas que aportaban un contingente de 1.021 combatientes de caballería, entre hòmens d’armes (510) y pillarts (511),[82] en el trancurso de dos ciclos de pagos en Barcelona y Valencia: entre septiembre y octubre de 1431 en adelanto de un mes de soldada (acorriment de sou) y entre enero-febrero de 1432 en cumplimento de dos meses más (acorriment e paga complida). En consonancia con el proyecto de reunión y salida de la flota previsto para finales de marzo, el rey pretendía concentrar las tropas contratadas a lo largo de la primera quincena del citado mes en els Alfacs, a donde deberían ir acudiendo desde Barcelona y Valencia, y donde los respectivos capitanes deberían realizar las mostres o alardes ante los oficiales encargados de pasarles revista, el escrivà de ració y sus ayudantes. A tal fin fueron convocadas, a través de crides publicadas en Valencia y Barcelona, durante el mes de febrero.[83] Sin embargo, la celebración de las Cortes de Cataluña, que entretenía al rey desde agosto de 1431, retardó los planes a la primera quincena de mayo, cuando el monarca pudo concluir las citadas Cortes obteniendo de ellas –tras arduas negociaciones– un substancioso subsidio de 80.000 flor. La inyección de capital a la tesorería que ello supuso permitió ampliar el tiempo de servicio de los efectivos contratados desde el año anterior: así, Bernat Sirvent, el nuevo tesorero que ese mes de mayo sustituía a Francesc Sarçola, pagaba entre los días 20 y 21 la soldada adelantada de un mes más al conjunto de tropas,[84] asegurándose, en total, cuatro meses de prestación militar.
No debemos creer, sin embargo, que los 1.000 ballesteros y 1.021 soldados de caballería asoldados por la tesorería conformaban la totalidad del ejército que embarcó en 1432. El Dietari del Capellà nos informa que la monarquía contrató 2.000 ballesteros y 4.000 combatientes de caballería, (2.000 hombres de armas y otros tantos servidores armados o pillarts), a los que se sumarían los efectivos aportados por quienes ofrecieron combatientes a su costa, a sa despesa, sin percibir soldada, según la crónica tres mília gentilshòmens.[85] Independientemente de la cifra total, que habría sido exagerada, es más que probable que en los registros de la tesorería no conste la totalidad del contingente movilizado. Dejando a un lado las tropas que acudieron sin percibir soldada que obviamente, por su naturaleza gratuita, no podemos documentar en administraciones financieras, puede suponerse que el reclutamiento a sueldo no estuviese todo él concentrado en la tesorería real. Parte de la labor reclutadora bien podría haber sido gestionada por administraciones financieras locales o bien por oficiales reales manejando capitales públicos en virtud de comisiones específicas generando alguna contabilidad paralela a la tesorería que, hasta el momento, no hemos podido documentar, como de hecho ya había ocurrido en 1425 y 1429. Sin embargo, pensamos que no serían muchos más de los registrados en la tesorería el total concurrente: como máximo contrataría 1.500 combatientes de caballería que unidos a los que servían a sa despesa podrían cifrar un total de 2.000.[86]
El 29 de mayo de 1432 Alfonso V zarpaba de Els Alfacs con una flota de unas 27 galeras y 10 naves.[87] El destino era por todos conocido: dirigirse a la isla de Sicilia para preparar una nueva campaña hacia el reino de Nápoles. Tras hacer escala sucesivamente en las Baleares (en Palma y en Maó), en Cerdeña (l’Alguer y Cagliari) y en Sicilia (en Palermo),[88] la flota intentó una operación de ayuda al castillo de la ciudad de Tropea, en la baja Calabria, sitiado por fuerzas del duque de Anjou, aunque dada la imposibilidad de desembarcar efectivos, el 6 de julio echaba anclas en Mesina.[89] La situación napolitana desaconsejaba una inmediata expedición por lo que tras ser engrosada la flota con refuerzos sicilianos,[90] partía hacia la isla tunecina de Djerba. De hecho, aunque el objetivo de la expedición naval era reemprender la guerra en Nápoles, Alfonso V barajaba seriamente la posibilidad, desde abril de 1431, de atacar posiciones tunecinas una vez llegado a Sicilia.[91] Suponía una amenaza la impunidad con la que el rey de Túnez había realizado incursiones corsarias sobre las costas sicilianas en 1425 y un ataque a Malta en 1429. Repetir una operación como la realizada por la armada al mando del infante Pedro en 1424 era una buena alternativa para lograr un botín y, sobre todo, para mantener activa la flota y ejército. Pero también podía resultar útil un espectacular éxito militar que le reportase la necesaria fama entre las cortes italianas, principalmente en la curia papal a fin de exigir subsidios de cruzada en un futuro. El 15 de agosto el estol reial llegaba a Djerba. Tras cruzarse el rey de Aragón con el de Túnez cartas de desafío, el ejército real iniciaba una breve campaña en la segunda quincena de ese mes que aunque ni pudo conquistar la isla ni reportó un remesa de cautivos importante, sí logró desarticular el ejército musulmán y obtener un botín substancioso del campamento tunecino.[92]
De regreso a Sicilia a inicios de septiembre, el monarca decidió trasladarse a la isla de Ischia, base aragonesa frente a Nápoles, para esperar allí que un fuerte soporte militar en el reino napolitano le permitiese reemprender la guerra.[93] A tal fin, a lo largo de octubre y noviembre desde Mesina renovó la soldada de su flota y ejército, la de su gente de armas el 22 de noviembre (el mismo día que lo hacía con sus galeras) y la de los ballesteros en ruta hacia Ischia y una vez llegó a la misma (los días 6, 15 y 30 de diciembre): en total las tropas que condujo a Ischia eran 560 ballesteros (en 21 condestabilías)[94] y 782 combatientes de caballería (en 192 comitivas).[95] Con esas fuerzas y 20 galeras zarpaba el 1 de diciembre de Mesina rumbo a Ischia donde desembarcaba el 22 de ese mes.[96] Allí permanecería estancado hasta julio de 1433. Recibió esperanzado a nobles napolitanos afines y esperó en vano una coyuntura propicia para marchar hacia Nápoles. Pero los vaivenes de Juana II en aceptar sus derechos al trono (el 6 de abril revocaba la adopción de Luis d’Anjou readmitiendo al Magnánimo, aunque en junio cambiaba de opinión), las dificultades militares de sus partidarios napolitanos y la declaración de una inoportuna epidemia entre sus tropas, le obligaron a desestimar cualquier ataque a Nápoles y a decidir abandonar Ischia el 3 de julio de regreso a Sicilia.[97]
5. LA CONQUISTA DE NÁPOLES: LAS CAMPAÑAS FINALES DE 1441-1442
El final de la guerra sucesoria en Nápoles y la conquista del reino por Alfonso V se logró con las campañas de 1441-1442, aunque las bases de su victoria descansan en la evolución político-militar entre 1433-1440.[98]
Entre julio de 1433 y abril de 1435 Alfonso V residió en el reino de Sicilia, a excepción de una nueva aventura sobre las costas tunecinas en el verano de 1433. Allí permaneció concentrado en la planificación logística y financiera de su flota y ejército, y a la espera de la llegada de sus hermanos desde la península: los infantes Enrique y Pedro lo harían en octubre de 1433 y Juan de Navarra en julio de 1434. En noviembre de ese año fallecía Luis d’Anjou, el heredero elegido por la reina Juana II, quien igualmente moriría tres meses después, el 2 de febrero de 1435, no sin antes haber rechazado como sucesor a Alfonso el Magnánimo y nombrado al hermano de Luis d’Anjou, René d’Anjou, conde de Provenza, por entonces cautivo del duque de Borgoña. Era el momento de reemprender la guerra: Alfonso V se autoproclamaba rey de Nápoles y en abril zarpaba con su flota hacia Ischia. En mayo desembarcaba tropas para sitiar con refuerzos locales Gaeta, la segunda ciudad del reino. Gaeta (al igual que Bonifacio en Córcega en 1421) sólo fue auxiliada por Génova que le envió apoyo naval. Los acontecimientos se precipitaron y lo que pudo ser una rápida victoria aragonesa se transformó en el espectacular desastre ocurrido en la bahía de Ponza el 4 de agosto de 1435: la flota real que salió al encuentro de una armada genovesa caía derrotada y el rey, sus hermanos y los numerosos nobles e integrantes de su corte que le acompañaban fueron capturados y enviados al duque de Milán, Filipo María Visconti, señor nominal de Génova. Sin embargo la habilidad diplomática del rey pudo transformar su derrota y captura en una alianza y una liberación:[99] un pacto con el duque de Milán en octubre de 1435 (por el que el duque respaldaría al Magnánimo en la conquista de Nápoles y éste al duque contra el condottiere Sforza y el papado, repartiéndose sus áreas de influencia en Italia, Milán al norte y Nápoles al centro-sur) dejaba al rey las manos libres para continuar la guerra.
De regreso a las operaciones armadas Alfonso V tuvo que combatir entre 1436 y 1440 a cuatro rivales esenciales: desde un principio a los nobles pro-angevinos (la guerra napolitana era una pugna de bandos nobiliarios); al papado (Eugenio IV), señor nominal del reino napolitano, decidido a impedir el triunfo aragonés actuando, entre el otoño de 1437 y febrero de 1438, a través de su brazo armado, el patriarca-condottiere Vitteleschi; pero también desde 1438 al propio René d’Anjou quien, libre de su cautiverio borgoñón, se puso al frente de barones locales, recibió un decidido apoyo de Génova, sublevada contra el dominio milanés, y atrajo a su causa a un condottieri reputado como Jacobo Caldora; y, finalmente, a la amenazante presencia en el norte del reino del condottiere Francesco Sforza, señor de la marca de Ancona, región de los estados pontificios fronteriza con el reino napolitano –donde también disponía de importantes señoríos–, interesado en consolidar su poder local y quien sería atraído tardíamente a la causa angevina. Para el monarca la guerra se presentaba dura y larga. La isla de Ischia junto con Gaeta, tomada por el infante Pedro el 25 de diciembre de 1435, se convirtieron en las principales bases de los ejércitos y galeras del rey. Inicialmente fracasó en su intento por acabar pronto la contienda con un golpe decisivo (fallido asedio de Nápoles en otoño de 1438 en el que pereció su hermano, el infante Pedro); pero la inesperada muerte de Jacobo Caldora (noviembre de 1439) favoreció la decisión real de ir estrechando un cerco sobre Nápoles que comenzó con las operaciones de 1439-1440: las conquistas de Acerra (diciembre de 1439), Aversa (enero de 1440) y Benevento (diciembre de 1440) extendían una tenaza sobre la capital casi insalvable.
Las campañas de 1441 fueron decisivas para completar el asedio sobre Nápoles ya que buscaron anular a lo largo del verano la oposición armada al este de Nápoles (bases de capitanes de Sforza) dejando vía libre para el asalto definitivo a la capital en otoño. Para llevarlas a cabo el rey disponía a su servicio el mayor potencial armado de sus guerras italianas, y sin la mediación de grandes condottieri –a diferencia de su primera incursión napolitana en 1421–, aunque se trataba en su mayor parte (73 %) de fuerzas aportadas por nobles, capitanes y hombres de armas napolitanos e italianos.[100] Un potencial armado, de hecho, muy elevado. A través del cotejo sistemático de los pagos de soldada contenidos en las cèdules de la tesorería de enero-febrero de 1441[101] y en las órdenes reales de pago de abril a junio,[102] con los propios pagos efectuados en abril registrados en la contabilidad de la tesorería del periodo marzo-julio del mismo año,[103] cuantifico un ejército real integrado nada menos que por 5.498 caballos (1.832 lanzas) organizados en 289 compañías y 1.600 tropas de infantería (1.400 infantes y 200 ballesteros en un total de 18 condestabilías). En ese ejército no incluyo a los efectivos que, a pesar de tomar sueldo de las finanzas reales, lideraban dos importantes condottieri que servían en otros frentes de la campaña real de 1441 y ejercían sobre sus tropas un mando virtualmente independiente del rey. Por una parte los 2.100 caballos (700 lanzas) y 500 infantes comandados por el principal barón local, el príncipe de Tarento, Giovanni Antonio del Balzo Orsini, gran condestable del reino; y, por otra, el contingente similar (700 lanzas y 500 infantes) a cargo de los condottieri Antonio y Ramon Caldora.[104] Uniendo el ejército real a esos efectivos el global asoldado por Alfonso V en 1441 ascendió a la impresionante cifra de 2.600 infantes y 9.396 caballos (3.232 lanzas). Buena parte de esos efectivos serían los que iniciarían el asedio final a Nápoles a comienzos de noviembre de 1441.
Centrémonos, no obstante, a partir de las tropas articuladas para el verano de 1441, en la movilización del ejército real, sus pagos de soldada y fuentes de financiación, plenamente ilustrativas de la mecánica empleada por el rey en sus guerras italianas. En primer lugar hay que reseñar que el grueso del ejército real de 5.500 caballos y 1.600 infantes no se reclutaba para la presente operación ex profeso sino todo lo contrario. Buena parte de los capitanes y líderes de comitivas armadas, tanto de gente de armas como de infantes, ya venían sirviendo al rey desde anteriores campañas, sobre todo desde 1439, aunque en 1440-1441 tropas a cargo de nobles y caballeros valencianos y sicilianos llegaron a tierras napolitanas a reforzar el ejército real.[105] Era en gran parte un ejército veterano y plenamente movilizado. Es probable que el grueso del mismo estuviese con Alfonso V en enero en Benevento, ciudad que el 19 de diciembre del año anterior había sido rendida;[106] de ahí, la mayoría de las tropas se desplazarían hacia Aversa, mientras que otros contingentes se dirigirían a Capua y a Gaeta, a reunirse con los efectivos que allí permanecían y a abastecerse de caballos de guerra que, regularmente, eran enviados desde Sicilia a esta última ciudad.[107] En el mes de abril el 80 % de las tropas estaban reunidas ya en la ciudad de Aversa donde se encontraba el rey y el resto en Gaeta.[108] Había finalizado una campaña y el ejército se acantonaba esperando la reanudación de las operaciones. Para llevar cabo el siguiente objetivo y mantener dispuestas las tropas, el rey dependía de poder dar el correspondiente pago adelantado de soldada, el acorriment de sou o emprestança, librado regularmente durante la primavera y fijado en una cantidad de 60 duc. por lanza que remuneraba el servicio armado durante el periodo anual de campañas (6-7 meses): sólo ese dinero avanzado permitiría que el ejército se mantuviese operativo. Para ello el tesorero Mateu Pujades fraccionó los pagos en tres tipos de cantidades, 3, 10, 6-7 y 30 duc. por lanza. Mientras entre el 18 y 19 de febrero ejecutaba el primer pago de 3 duc.,[109] a lo largo del mes de abril libraba las tres cantidades restantes: dos entregas de diversas piezas de draps a razón de 10 duc.[110] y otras tantas en metálico por 30 duc. y un complemento de entre 6 y 7 duc. (variable según las compañías).[111] En total había pagado el acorriment o emprestança de 60 duc. la lanza, dos tercios del mismo en dinero (40 duc.) y el resto en draps (20 duc.).
En este pago combinado de los adelantos de soldada en diners, en moneda, y en especie, en draps, hemos de ver uno de los mecanismos de financiación del reclutamiento de tropas más usado por Alfonso V. Aprovechaba una tradición italiana poco difundida, pagar parte de la soldada no en metálico sino en especie (en paños, grano, sal, vino, etc.), readaptándola en su beneficio de forma muy amplia.[112] Procedía a la adquisición masiva de draps de la industria textil de sus dominios peninsulares para complementar el numerario como medio de pago. Con los draps pagaba parte del sueldo de sus tropas evitando los transtornos a la dinámica económica peninsular que hubiera reportado las transferencias de ingentes cantidades de moneda para pagar soldadas sólo en metálico. Aprovechaba la producción textil de las ciudades más importantes de la Corona en favor propio, en sustitución de la circulación de numerario: desde 1425, aunque de forma masiva a partir de 1436 y, sobre todo, 1440-1441, era frecuente que el rey comisionase a oficiales hacia Valencia, Mallorca o Barcelona para que comprasen partidas de paños destinadas al acorriment de sus tropas.[113] El circuito de intercambios entre sus dominios deçà e dellà mar, productos textiles, pero también el tradicional trigo siciliano e incluso sal ibizenca,[114] era rentablemente utilizado por el rey para financiar sus campañas al tiempo que beneficiaba el desarrollo económico de sus ciudades mercantiles y productoras peninsulares.[115]
Pero junto a la adquisición de draps, otra mecánica para evitar la excesiva transferencia de numerario era la utilización exhaustiva de letras de cambio giradas desde Nápoles hacia Barcelona, Valencia o Palermo y utilizadas para anticipar ingresos desde subsidios de Cortes a rentas patrimoniales en los dominios ibéricos y sicilianos.[116] Pero también el propio crédito bancario siciliano jugó un papel fundamental en la dotación de fondos para sufragar la contratación de tropas.[117] A él habría que añadir los frecuentes préstamos realizados de nobles, cortesanos, mercaderes y oficiales que servían al rey en Nápoles (tanto italianos como peninsulares): préstamos, a veces asegurados sobre la asignación de ingresos, que efectuaban para lograr una promoción concreta en el entorno real.[118] En conjunto, en la estructura de los ingresos de la tesorería general de marzo a julio de 1441 se aprecia perfectamente el predominio del crédito de mercaderes y oficiales reales (35 % de las entradas), así como el empleo de letras de cambio como medio de anticipo de los recursos (40 %) de la tesorería de los dominios ibéricos del rey (receptoria general de occident) y de la tesorería del reino de Sicilia.[119] Finalmente entre las fuentes de financiación militar, aunque en menor medida, también habría que incluir a los propios recursos napolitanos (rentas e impuestos en las ciudades reales, subsidios, donativos, etc.) que ya comenzaban en 1440-1441 a dotar de capitales a la tesorería, a pesar de que el incompleto control político-militar del reino impedía la afluencia regular de fondos.[120] Compras de draps y créditos constituyeron, pues, los ejes financieros de la soldada del ejército real de 1441 con 5.500 caballos y 1.600 infantes.
Al frente del grueso de ese ejército salió el rey de Aversa a fines de abril con la finalidad de conquistar, al noreste de Nápoles, sobre todo en la provincia de Capitanata, diversos castillos y posesiones de Francesco Sforza, un nido de capitanes y combatientes pro-angevinos. Entre el 10 de mayo y 20 de junio cayeron en su poder un total de siete plazas entre asedios y rendiciones, destacando la ciudad y castillo de Caiazzo, ubicada entre Capua y Benevento.[121] El 9 de julio, al frente tan sólo de 2.446 caballos y 1.200 infantes,[122] acampaba en Ursaria cerca de la localidad de Troia, señorío del condottiere Sforza y donde se habían acantonado los seis principales capitanes de éste que quedaban en la región y algunos refuerzos enviados por René d’Anjou. Todos ellos al ver que tan sólo una parte del ejército real estaba acantonado, decidieron salir a hacerle frente. El rey sin dudarlo les presentaba combate campal y los derrotaba el 10 de julio (batalla de Troia) obligándoles a dispersarse. Dos días después se trasladaba a Biccari (cerca de Troia) plaza que tomaba y saqueaba. Se había anulado buena parte de la oposición al este de Nápoles y el asedio final de la misma se presentaba libre. Cuando el 25 de noviembre representantes de René d’Anjou contrataban en Cremona al grueso del ejército del condottiere Francesco Sforza (3.000 caballos y 1.000 infantes), libre de sus compromisos armados contra el duque de Milán, hacía ya un mes que el conjunto del ejército de Alfonso el Magnánimo había comenzado el asedio definitivo de Nápoles. Era demasiado tarde.