Kitabı oku: «Jesús maestro interior 2»
OBSERVACIONES ÚTILES
PARA PRACTICAR LA LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
1. Nota. Conviene que todos los que desean practicar la «lectura orante del Evangelio» lean detenidamente la presentación que hago de esta práctica en el volumen 1 de esta obra, capítulo 10. Esto les ayudará a entender y practicar desde el comienzo la lectura orante del Evangelio, inspirada en la tradición de la lectio divina.
2. Advertencia importante. Quien realiza la lectura orante del Evangelio no ha de olvidar nunca que todas las orientaciones y sugerencias que encuentre en este libro no han de sustituir o suplantar su propia actividad personal. Esto quiere decir que cada persona ha de decidir cuánto tiempo le dedicará a cada texto evangélico y a cada momento (lectura, oración…). Será también cada cual quien vea qué sugerencias le ayudan o cuáles deja de lado a la hora de meditar, orar… Esta responsabilidad personal es decisiva para una lectura eficaz del Evangelio.
3. Ritmo semanal. Dado el estilo de vida actual y las dificultades que tenemos para encontrar un tiempo de recogimiento y silencio, esta propuesta está pensada para dedicar a cada texto evangélico una semana, de tal manera que cada persona pueda encontrar los días y los momentos más adecuados para hacer su lectura orante.
4. Antes de iniciar la sesión. Al comenzar la sesión y antes de iniciar la lectura del Evangelio, cada cual se preocupará de recogerse. Cerramos los ojos… nos relajamos… respiramos con calma… despacio… sin forzar. Vamos acallando nuestro ruido interior. Tomamos conciencia de lo que vamos a hacer: «Voy a escuchar a Jesús; Dios me va a hablar por medio de él, ¿qué escucharé en estos momentos de mi vida?». Podemos repetir dos o más veces alguna invocación: «Jesús está en mí», «Tú me miras con amor», «Tus palabras son espíritu y vida», «Señor, muéstrame al Padre»… Es bueno que cada cual aprenda a recogerse y hacer silencio de manera personal y creativa. Esta breve pausa para disponer nuestro corazón puede cambiar profundamente nuestro acercamiento al Evangelio.
5. Lectura del texto evangélico señalado. Si es necesario, lo podemos leer más de una vez. Leemos el texto muy despacio. No tenemos prisa alguna. Lo importante es captar bien lo que el texto nos quiere comunicar. Si lo leemos despacio, muchas palabras que hemos escuchado tantas veces de forma rutinaria empezarán a tocar nuestro corazón. Después de leer el texto, se puede también leer el comentario que ofrezco para captar mejor lo que dice el autor.
En cualquier caso, hemos de fijarnos en las «palabras» que más nos llaman la atención. Pero, sobre todo, centramos nuestra atención en Jesús. Tenemos que captar bien qué es lo que dice y qué es lo que hace. Hemos de grabar en nosotros sus palabras y sus gestos. Poco a poco iremos descubriendo el estilo de vivir de Jesús. Y poco a poco iremos aprendiendo de él a vivir como él.
6. La meditación. No basta con entender bien el texto escrito por el evangelista. Esa lectura es todavía algo exterior que puede quedar solo en nuestra mente. Ahora, en la meditación, nos disponemos a escuchar interiormente el mensaje que nos llega de Jesús, nuestro Maestro interior. Lo hacemos repitiendo y saboreando las palabras y los gestos de Jesús, escucharemos de él llamadas, verdades que nos dan luz, caminos nuevos que nos atraen hacia él…
En el libro se ofrecen diversas sugerencias para escuchar interiormente el mensaje que nos llega de sus palabras o sus gestos. Cada cual puede seleccionar las que le ayuden a escuchar mejor lo que Jesús le comunica a él personalmente.
7. La oración. Hasta ahora hemos estado escuchando el Evangelio y acogiendo y meditando el mensaje de Jesús, nuestro Maestro interior. En este momento le respondemos. Lo hacemos desde nuestro corazón. Nuestro agradecimiento despertará en nosotros un diálogo sencillo con Jesús. Esta oración puede ser de gran variedad: agradecimiento por la luz que hemos recibido, invocación para que reavive nuestra fe, deseo sincero de caminar por los caminos concretos que se nos van abriendo, decisión de seguir liberándonos de nuestro falso ego…
En el libro se ofrecen sugerencias para despertar esta oración dirigida a Jesús, pero cada persona ha de ver si le ayudan a mantener con Jesús un diálogo sincero, auténtico, nacido desde su propio corazón.
8. La contemplación. De esta oración agradecida vamos pasando de forma casi natural a lo que la tradición llama «contemplación», es decir, una oración de quietud y descanso solo en Dios. A esta contemplación nos vamos acercando cuando vamos acallando todos nuestros ruidos y permanecemos en silencio interior, descansando en el misterio del amor insondable de Dios.
Esta contemplación no es algo reservado a personas selectas. No hemos de preocuparnos de si hemos llegado o no a una oración realmente contemplativa. Si nos distraemos, volvemos con paciencia a recogernos. En el libro se ofrecen algunas breves invocaciones, tomadas de los salmos, para disponer nuestro corazón a un silencio contemplativo.
9. El compromiso. La lectura orante del Evangelio no termina en la contemplación, sino en nuestra vida concreta de cada día, pues el verdadero criterio de nuestro encuentro con Jesús, nuestro Maestro interior, y con Dios es la conversión práctica. A lo largo de nuestro recorrido, la lectura orante del Evangelio nos invitará de manera permanente a tomar decisiones para renovar interiormente diversos aspectos de nuestra vida cristiana.
Esta renovación interior se concretará, sobre todo, en una doble dirección: aprender a vivir específicamente la espiritualidad de Jesús en estos tiempos de crisis y, en consecuencia, aprender a vivir abriendo caminos concretos al proyecto humanizador del Padre: lo que Jesús llamaba el «reino de Dios». Las sugerencias que ofrece este libro solo tienen la finalidad de recordarnos a todos la invitación a concretar y revisar nuestros compromisos personales. Así evitaremos practicar una lectura del evangelio vacía de verdadera conversión.
10. Las sugerencias que aparecen al final de cada tema sobre plegarias para pronunciar juntos o información de cantos, aunque pueden servir para todos, son para ser utilizados más precisamente en las sesiones que se realizan en grupo en parroquias, monasterios o casas de ejercicios.
ENCUENTRO EN GRUPO
1. Antes del encuentro
1. Preparar y cuidar el lugar
– Oratorio
– Capilla en algunas parroquias
– Monasterio
2. Ambientar con algún signo, si parece oportuno
– Biblia
– Icono
– Cirio encendido
3. Música suave, si parece oportuno
4. Asientos cómodos
5. Entrar y sentarse en silencio
2. Rasgos del encuentro
1. Conducido por un guía
2. Duración: en torno a una hora
3. Texto evangélico: trabajado en el propio hogar
4. En silencio: solo interrumpido para cantar o pronunciar alguna oración
3. Guion del encuentro
1. Preparación inicial
– Canto de entrada
– Invitación (guía)
– Breve silencio
2. Proclamación del Evangelio (el tiempo oportuno)
– Breve invitación (guía)
– Proclamación del texto por un participante
– Silencio: los participantes pueden leer el texto en su libro
– Canto
3. Meditación del Evangelio y diálogo con Jesús (15 minutos)
– Invitación (guía)
– Silencio
4. Compartir la experiencia que hemos vivido al hacer la lectura orante del texto (el tiempo oportuno)
5. Despedida
– Canto o plegaria.
– Padrenuestro (todos juntos, de pie, con las manos unidas)
– Abrazo de paz.
SUGERENCIAS PARA EL GUÍA
Nota. La mejor preparación para guiar el encuentro es hacer previamente la lectura orante del texto que será proclamado en la parroquia, monasterio o casa de espiritualidad.
1. Sugerencias para el inicio del encuentro
1. Primeras palabras
– Nos sentamos cómodamente, nos relajamos.
– Nos hacemos conscientes de nuestra respiración. Respiramos despacio, con calma, sin forzar nada.
– Vamos acallando nuestro ruido interior. Hacemos silencio.
2. Repetir
– Señor Jesús, estás en mi corazón (dos, tres, cuatro veces).
– Señor Jesús, estás en lo íntimo de mi ser (dos, tres, cuatro veces).
3. Repetir estas u otras frases:
– Jesús, tú me miras con amor.
– Me quieres como soy.
– Me amas con ternura.
– Te siento cerca.
– Necesito tu ayuda.
– Me das paz.
2. Al proclamar el Evangelio
– Tus palabras son espíritu y vida.
– Tú tienes palabras de vida eterna.
– Maestro, ¿dónde vives?
– Señor, que se me abra mi corazón.
3. Al iniciar la meditación del Evangelio
– Creo, Señor, ayuda a mi poca fe.
– Hágase en mí según tu palabra.
– Señor, si quieres, puedes limpiarme.
– Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero.
– Maestro, que vuelva a ver.
– Ten compasión de mí, que soy pecador.
– Señor, dame de esa agua y no tendré más sed.
4. Acción de gracias al final del encuentro
– Es bueno dar gracias al Señor.
– Dios mío, te daré gracias por siempre.
– Damos gracias al Señor, porque es bueno.
– Te damos gracias, porque nos has escuchado.
– Alma mía, recobra tu calma, que el Señor ha sido bueno contigo.
– El Señor ha estado grande con nosotros y estamos contentos.
CAPÍTULO 1
DESPERTAR EN NOSOTROS LA ACTITUD DE BÚSQUEDA
Signos de nuestro tiempo:
en tiempos de increencia
Probablemente, la increencia ha existido siempre a lo largo de la historia de la humanidad. Pero todos los análisis apuntan a un hecho evidente. En la sociedad posmoderna de nuestros días se está produciendo por vez primera una increencia de manera masiva. Esta increencia está generada e impulsada por la convicción de que eliminar la creencia en Dios es el paso decisivo para lograr la completa liberación del hombre y de la sociedad.
Por eso, la increencia de nuestros días ha sido calificada de «posreligiosa» y «poscristiana». Esto quiere decir que esta increencia no representa solo ignorar la fe en Dios, sino que, en el fondo, lo que se pretende es sustituir una cultura hasta ahora creyente por otra donde se aprenda a ser, sentir, pensar, vivir y morir de manera increyente. ¿Cómo estamos reaccionando los cristianos ante esta increencia que va penetrando con fuerza en nuestra sociedad? Solo apuntaré tres actitudes básicas.
Muchos cristianos la consideran un peligro que viene de fuera y puede arrasar lo poco que queda de vida cristiana entre vosotros. Desde esta visión radicalmente pesimista, lo importante es luchar contra la increencia volviendo al pasado para buscar seguridad en las verdades absolutas, la ortodoxia, el autoritarismo, la disciplina… (fundamentalismo) o para recuperar prácticas, costumbres, creencias, devociones del pasado… (neoconservadurismo).
Para otros cristianos, la increencia es una tentación. Su fe ha estado hasta ahora muy fundamentada en la tradición familiar y el ambiente social, y ahora se defienden como pueden: viven en una «crisis de fe» permanente. Algunos de ellos van descubriendo que la fe solo se puede vivir hoy en la actitud de aquel desconocido que se dirigió a Jesús con estas palabras: «Creo, Señor, pero ven en ayuda de mi incredulidad».
Pero hay también comunidades y grupos donde los cristianos están descubriendo en esta increencia un «signo de estos tiempos». Esta crisis sin precedentes del cristianismo es, al mismo tiempo, una llamada a una conversión sin precedentes. Una llamada a purificar prácticas, creencias, costumbres o tradiciones vacías de verdad evangélica; una llamada a la conversión personal sobre la que descansa siempre la vida cristiana; una llamada a la renovación interior de nuestro modo de vivir la fe; una llamada a convertirnos en verdaderos discípulos desde la sensibilidad de nuestros tiempos.
Todo esto nos está exigiendo despertar en nosotros la «actitud de búsqueda». No podemos seguir viviendo la fe como la hemos estado viviendo hasta ahora. No podemos encerrar el cristianismo en una cultura anacrónica que pertenece al pasado. Hemos de ser testigos de un «Dios contemporáneo», es decir, del Dios vivo, encarnado en Jesús y presentado a los hombres y mujeres tal como son realmente hoy. Más aún. Hemos de buscar ser «fieles al futuro», pues el Espíritu empuja siempre a la Iglesia hacia adelante, «a anunciar el Evangelio hacia una historia que todavía no ha llegado».
1
¿QUÉ BUSCÁIS?
Al iniciar la sesión. Cerramos los ojos… nos relajamos… respiramos con calma… Voy a escuchar a Jesús, mi Maestro interior… Dios me va a hablar por medio de él… «Jesús, tus palabras son espíritu y vida».
Juan 1,35-39
35 Estaba Juan con dos de sus discípulos 36 y, fijándose en Jesús, que pasaba, dijo:
–Este el Cordero de Dios.
37 Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
38 Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:
–¿Qué buscáis?
Ellos contestaron:
–Rabbí (que significa «maestro»), ¿dónde vives?
39 Él les dijo:
–Venid y lo veréis.
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Estamos al comienzo de nuestro recorrido. Vamos a escuchar una pregunta importante de Jesús: ¿Qué buscáis? Con esta pregunta, Jesús puede despertar en nosotros esa actitud de búsqueda, tan importante para iniciar nuestro recorrido. ¿Qué es lo que yo busco realmente en estos momentos?
LEEMOS
El evangelista narra cómo fue naciendo el grupo de discípulos de Jesús. El texto evangélico recoge dos momentos y una conclusión. En la primera escena, Juan el Bautista orienta a dos de sus discípulos a seguir a Jesús. En la segunda escena se describe cómo los dos discípulos entran en contacto con Jesús, su nuevo Maestro. En la conclusión se dice que los dos discípulos vieron dónde vivía y se quedaron con él.
1. Primera escena: orientados por el Bautista, dos discípulos entran en contacto con Jesús (vv. 35-37)
El Bautista está acompañado por dos de sus discípulos. Sin duda, han escuchado su predicación y han recibido su bautismo en las aguas del Jordán, cerca del lugar donde se encuentran en este momento. El Bautista les ha enseñado a vivir esperando la llegada de alguien que es más grande que él. Su llegada es inmediata. Incluso, poco antes, se ha atrevido a decirles: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia» (Juan 1,27-28). Todos han de estar atentos a su llegada.
De pronto, Juan ve que Jesús «pasaba» por allí. No se nos dice de dónde viene ni adónde se dirige. No se detiene junto a Juan. Va más lejos que este grupo que busca ser limpiado de su pecado en las aguas del Jordán. Juan se fija en él e inmediatamente lo comunica a sus discípulos: «Este es el Cordero de Dios».
Jesús viene de Dios, no con poder ni gloria, sino como un cordero indefenso e inerme. Nunca se impondrá por la fuerza, a nadie forzará a creer en él. Nunca se defenderá. Un día será sacrificado en una cruz. Los que quieran seguirlo habrán de acogerle libremente.
Seguramente, los dos discípulos no han entendido gran cosa. Jesús sigue siendo para ellos un desconocido, pero, al oír a Juan, algo se despierta en su interior. Abandonan al que hasta ahora ha sido su profeta y maestro y siguen a Jesús. Se distancian del Bautista y comienzan un camino nuevo.
El texto lo dice de manera clara: «Oyeron a Juan y siguieron a Jesús». Así comienza con frecuencia el seguimiento a Jesús. Estas palabras subrayan lo importantes que son las personas que ayudan a otros a entrar en relación con Jesús. Estos dos discípulos encontraron a Jesús gracias a las palabras y la orientación de Juan. No hemos de olvidarlo.
2. Segunda escena: primer diálogo con Jesús
(vv. 38-39a)
Los dos discípulos que han escuchado a Juan comienzan a seguir a Jesús sin decir palabra alguna. Todavía no ha habido un contacto personal con él. Hay algo en Jesús que los atrae, aunque todavía no saben quién es ni hacia dónde los lleva. Sin embargo, para seguir a Jesús no basta escuchar lo que otros nos dicen de él. Es necesario vivir una experiencia personal.
Es Jesús quien rompe el silencio. Durante un cierto tiempo, los discípulos caminan tras él y Jesús es consciente de que le siguen. El texto sugiere que, cuando alguien se está acercando a Jesús, es él quien sale a su encuentro.
«¿Qué buscáis?». Es la primera palabra de Jesús en el evangelio de Juan y también la pregunta que, desde el Evangelio, Jesús nos hace a los lectores de todos los tiempos: ¿qué buscáis? ¿Qué esperáis de mí? ¿Por qué me seguís precisamente a mí?
«Maestro, ¿dónde vives?». La respuesta de los discípulos es decisiva en este relato evangélico. Ya el título con el que se dirigen a Jesús es significativo: «Maestro». Los dos discípulos sienten que Jesús es alguien que les puede enseñar a vivir. Más aún. Están dispuestos a convertirse en discípulos. Es el primer paso. «¿Dónde vives?», ¿dónde está el secreto de tu vida?, ¿qué es para ti vivir? Jesús los está encaminando hacia un lugar nuevo, y lo quieren conocer: ¿dónde vives? Estos dos discípulos no andan buscando en Jesús nuevas doctrinas. Quieren aprender de él un modo diferente de vivir que todavía no conocen: les atrae aprender a vivir como él. El texto nos plantea a quienes queremos vivir como Jesús esa misma pregunta: ¿dónde podemos encontrar hoy a Jesús? ¿Dónde experimentar su estilo de vivir?
«Venid y lo veréis». Esta es la respuesta de Jesús. Haced vosotros mismos la experiencia. No busquéis por fuera información de otros. Venid a vivir conmigo y descubriréis cómo vivo, cómo oriento mi vida, a qué me dedico y qué es lo que me hace vivir. Esto dice el texto evangélico: solo teniendo la experiencia de un encuentro personal y vivo con él es posible ser discípulo de Jesús.
3. Conclusión (v. 39b)
«Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él». Los discípulos escuchan a Jesús y toman la decisión que cambiará para siempre su vida. Se olvidan de Juan, dejan otros caminos y se quedan con Jesús. Entran en contacto con el lugar donde vive. Se introducen en su mundo y se quedan con él.
Los tres verbos que emplea el autor expresan de forma precisa y clara el camino que conduce a la verdadera fe. Para conocer a Jesús no basta con oír hablar de él, no es suficiente obtener información sobre sus hechos y sus dichos. Es necesario encontrarnos con él, experimentar dónde vive y quedarnos con él. La lectura orante del Evangelio nos ofrece uno de los mejores caminos para ir a Jesús, contemplar cómo vive y dejarnos enseñar por sus palabras.
Este texto que estamos leyendo tiene gran importancia para nosotros. Escuchamos las primeras palabras que pronuncia Jesús en el evangelio de Juan. Nos ofrece el primer diálogo que tiene Jesús con los que comienzan a seguirle. Nos indica en qué actitud podemos empezar a practicar la lectura orante del Evangelio. Nos dice en pocas palabras lo esencial mejor que muchas palabras complicadas.
MEDITAMOS
Nos disponemos a meditar lo que hemos leído. Ahora nos disponemos a escuchar a Jesús, nuestro Maestro interior. Está dentro de mí. ¿Qué me dice a mí a través de este texto?
1. Primera escena: orientados por el Bautista, dos discípulos entran en contacto con Jesús
Leemos con atención cómo se produce el encuentro de dos discípulos del Bautista con Jesús (vv. 35-37).
– ¿He sentido alguna vez que Jesús pasaba por mi vida?…
– ¿Estará pasando hoy?… ¿En estos momentos?…
– ¿Qué es lo que me atrae a encontrarme con Jesús?…
2. Segunda escena: el primer diálogo con Jesús
Leemos pausadamente el primer diálogo entre Jesús y los dos discípulos (vv. 38-39a). Lo saboreamos, lo grabamos en nuestro interior…
«¿Qué buscáis?»
– ¿Cómo respondo yo a esta pregunta de Jesús?…
– ¿Qué busco sobre todo en estos momentos?…
– ¿Qué espero de él?…
«Maestro, ¿dónde vives?»
– ¿Siento a Jesús como Maestro?… ¿Estoy dispuesto a dejarme enseñar por él?…
– ¿Me atrae aprender a vivir como él?…
– ¿Qué es lo que más necesito aprender de él?…
«Venid y lo veréis»
– ¿Cómo respondo yo a esta llamada de Jesús?…
– ¿Me siento llamado a buscarlo en mi interior como Maestro?…
3. Conclusión
Leemos la conclusión del relato tomando conciencia de su contenido (v. 39b).
– ¿Quiero «quedarme» con Jesús… y aprender a vivir como él?…
– ¿Me comprometo a practicar la lectura orante del Evangelio?…
ORAMOS
Hasta ahora hemos estado recibiendo de Jesús su luz y acogiendo sus llamadas. Ha llegado el momento de responderle y dialogar con él. Ofrezco algunas sugerencias para quienes deseen un punto de partida.
– Me llena de alegría saber que sigues pasando por mi vida… Nunca te lo agradeceré bastante…
– Quiero empezar un camino nuevo para seguirte con más fidelidad… Necesito más que nunca de tu ayuda… ¿Cómo me ves?…
– Me preguntas qué busco al acercarme a ti… Creo que nunca te había escuchado estas palabras… No sé si lo tengo claro… Dame tu luz…
– Cómo cambiaría todo si pudiera aprender a vivir como tú… ¿Qué puedes hacer por mí?…
– «Ven conmigo y lo verás». Cómo me animan tus palabras… Siento que son de verdad… Te escucho en silencio…
CONTEMPLAMOS
Vamos acallando nuestra mente para estar en silencio, solo atentos a la presencia de Dios en nosotros, descansando en el misterio de su amor insondable. Si nos distraemos, no perdamos la calma. Volveremos de nuevo, con paciencia, al silencio siempre que sea necesario. Para quienes lo deseen, sugiero unas breves palabras tomadas de los salmos para disponer el corazón al silencio contemplativo.
– Tú sí que eres bueno (Salmo 51,11).
– El Señor me rodea con su misericordia y su cariño (Salmo 102,4)
– Mi corazón se alegra y le canta agradecido (Salmo 27,7).
COMPROMISO
Es el momento de pasar de mi lectura orante del Evangelio al Evangelio traducido a mi vida. Hay diversas posibilidades.
– Concreto mi compromiso para toda la semana.
– Tomo una decisión para un tiempo definido.
– Concreto algún gesto para el día.
***
DESPIERTA, SEÑOR, NUESTROS CORAZONES 1
Despierta, Señor, nuestros corazones,
que se han dormido en cosas triviales
y ya no tienen fuerza para amar con pasión.
Despierta, Señor, nuestra ilusión,
que se ha apagado con pobres ilusiones
y ya no tiene razones para esperar.
Despierta, Señor, nuestra sed de ti,
porque bebemos agua de sabor amargo
que no sacia nuestros anhelos diarios.
Despierta, Señor, nuestro silencio vacío,
porque necesitamos palabras de vida para vivir
y solo escuchamos reclamos de la moda y el consumo.
(Florentino Ulibarri)
Canto: «Busca mi rostro»
Oigo en mi corazón: busca mi rostro.
Búscame en la noche, busca en el silencio.
Búscame en tu hermano, contigo estoy, contigo estoy.
¡Te buscaré, Señor! No me escondas tu rostro.
Tu rostro buscaré. (2)
Oigo en mi corazón: busca mi rostro.
AIN KAREM, CD Busca mi rostro 8
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