Kitabı oku: «Breviario de sonidos», sayfa 2
Partitura N° 1
El son de la estrechez
Casi siempre,
la lluvia era la antesala de alguna desgracia
por eso odiamos los inviernos y la Navidad
porque nunca conocimos regalos ni nieve
En junio celebrábamos el sol
y en un exorcismo de luz
desalojábamos los temores
aunque la estrechez y los grillos
invadían el eco de nuestras oraciones
antes de dormir
Madre nos amaba
nos daba su calor sobre un colchón
impregnado de amoniaco y resignación
cultivó como pudo nuestra infancia
sorteó cada contrariedad con aderezos tristes
con sus amasijos de cebolla
que a veces espantaban el hambre.
Padre sacaba sus atuendos
para darnos dignidad
para mantener en su sitio las carencias cotidianas,
-esa era su misión-
moler de sol a sol,
recibir el fruto de su esfuerzo
enseñarnos a devorar el furtivo salario de un mes
y extrañarlo el resto del año.
En los días santos,
tío esparcía su quema de incienso
para bendecirnos
y mientras el humo penetraba los recodos y la cañería,
disimulábamos con tos la ausencia de fe
Tío nunca desalojó del recinto las malas energías
pero los zancudos sí huían
al paso de su centelleo santificador
Así fuimos floreciendo
como toda familia respetable
con sus vivos y muertos
sus vergüenzas y afrentas,
por eso,
es grato saber que ahora
todo eso que fuimos
habita compilado en papel fotográfico
y que la estrechez
que supimos gozar
todavía alcanza
para nuestros descendientes
Gólgota
El cuervo sangra como un oráculo
y malgasta su aliento en cada surco,
los caminantes
vuelven sus rostros
hacia el sol que desciende
y mece sus cabellos en silencio
igual que una bandera sin patria
En la estela de vacío
que deja cada objeto al caer sobre el polvo
el laurel hiere la frente de un cristo ebrio
que se derrumba
antes de liberar el ave de la vida
que carcome su mano lacerada
Una mano clama pan y
y el moho mendigo de la tarde
sacude la aureola de los ángeles
Con la música a cuestas
Desarraigadas sombras
buscan puertas abiertas
y no la dádiva infame,
que se comparte entre moscas y olvido
que humea entre balas y melancolías
que aterroriza en la mitad del silencio
que deja infancia sin caballo de palo
que deambula con sus lunas en los equipajes
que apretuja gritos y ecos
que cimbra con su guaya entre el nervio y el tuétano
que sin esperanza de un canto nuevo
solo deja música amarga que se carga a cuestas
y se silba entre polvo y fango
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