Kitabı oku: «Psicofonías. El enigma de la transcomunicación instrumental», sayfa 2
FACTORES TÉCNICO-AMBIENTALES A TENER EN CUENTA
Algunos experimentadores, que a su vez son técnicos y radioaficionados como César Pachón, han creído hallar explicaciones alternativas para determinados sucesos ligados a las psicofonías.
Por ejemplo, hacen mención a cómo, debido a la velocidad de la luz (finita), es posible observar una estrella en tiempo presente desde nuestra posición, cuando realmente ha podido desaparecer hace millones de años. Así, es posible recoger excepcionalmente contactos de radio vía HF con un retardo de más de ochenta horas. Descartando que la señal de radio esté dando vueltas a la tierra por los caminos convencionales (rebote tierra-ionosfera) y conociendo la potencia y la frecuencia con la que estamos transmitiendo, podemos deducir cuántos rebotes se han producido en atención a la pérdida total de potencia y el tiempo que ha tardado la onda en alcanzar de nuevo a la antena inicial. Los receptores no tienen la suficiente sensibilidad, ni la necesaria relación señal/ruido, para recibir lo poco que queda de la emisión original.
De otra parte, puede suceder excepcionalmente que los componentes de los soportes funcionen como antena, o que en determinadas técnicas, como la transradiocomunicación, se nos cuelen emisiones convencionales a través de los módulos de amplificación. El mismo «padre» de las psicofonías, Konstantine Raudive, confundió en más de una ocasión las emisiones de Radio Luxemburgo con voces paranormales.
Lo cierto es que es posible explicar muchas de las hipotéticas voces paranormales con argumentos parecidos. Al analizar estas hipotéticas voces directas de radio obtenidas mediante la técnica de la transradio (interaccionar un grabador con un aparato de radio), se ha verificado que un número significativo de ellas responden a una errónea desmodulación de la señal recibida.
Por otra parte, es muy común observar cómo, en un recinto de apenas unos metros cuadrados, un equipo formado por un número elevado de personas despliega una batería de equipos más propios de una película de ciencia ficción. Lo que aparentemente pretende ser una mayor garantía, termina por convertirse en desaconsejable por razones prácticas. El excesivo concurso de aparatos (las más de las veces inservibles), unido a la extrema sensibilidad de los mismos, genera ruidos parásitos y contribuciones suficientes para que sea imposible afirmar como extraordinario lo que en el 90% de los casos debería producir sonrojo. Me pregunto si no es mucho más sencillo restringir el número de participantes a los necesarios y operar con aparatos de calidad aceptable pero con criterios estrictamente funcionales.
Konstantine Raudive, considerado «padre» de las psicofonías, con fundió en más de una ocasión las emisiones de Radio Luxemburgo con voces paranormales.
Una investigación parapsicológica en toda regla conlleva el uso de aparatos especializados supervisados por físicos, capaces de localizar y evaluar variantes tan minuciosas como la presencia o no de agentes biológicos (ratones, termitas), el diseño geo-sísmico anómalo de una estructura que pueda generar resonancias, las perturbaciones dinámico-acústicas de la red doméstica, y un largo etcétera, pero toda esta instrucción ha de realizarse previa a la experimentación psicofónica.
En un estudio pormenorizado de un habitáculo, podemos hallar explicación a hipotéticas voces en la presencia de ruidos de origen higroscópico (la humedad dilata las fibras de la madera, pongo por caso), de tensiones térmicas, o de corrientes subterráneas, por no hablar de infinidad de sonidos que escapan a nuestro espectro auditivo. Además, el hecho de llevar a cabo las experimentaciones en escenarios no convencionales (como exteriores e interiores iconográficamente ligados a lo tenebroso), genera al mismo tiempo un estrés que nos hace pasar por alto todos estos ruidos.
Muchas palabras o sonidos son tomados como voces paranormales, pues al no permanecer absolutamen te callados y movernos en el campo de acción del micrófono, los susurros, y ruidos generados por la sim ple acción de nuestros movimientos, alteran su reso nan cia. Sucede que, por la conformación del habitáculo y atendiendo a los distintos materiales empleados en su construcción, esos sonidos se convierten en inquietantes «ilu siones fónicas» debido a su reflexión natural. Respecto a los pretendidos «mensajes», un simple carraspeo, un sencillo roce o un ruido de tripas adquieren la categoría de voz en el mismo momento en que alguno de los presentes improvise un contenido ilusorio. Obviamente, el hecho de no haber oído nada extraño, incluso por más de una persona, no está en contradicción con la extrema sensibilidad de los micrófonos.
Una de las características de las psicofonías y por ende de la fenomenología paranormal es lo que viene a llamarse el paradigma sensorial o pareidolia. Nuestra mente, al recibir una información incompleta a tra vés de los sentidos, tiene una tendencia natural a completarla buscando modelos o patrones almacenados. No obs tante, intentar reducir el fenómeno solo a es ta explicación es tan absurdo como no tenerla en cuenta.
Seamos claros, aproximadamente un 95% de las supuestas voces se explican en el contexto anterior, su credibilidad se reduce a la honestidad de la fuente y a la mayor o menor cautela que afirmemos haber tomado durante la experimentación. Lo cual, como hemos visto, no solo no es suficiente, sino que termina por volverse en contra del propio fenómeno.
¿LAS PSICOFONÍAS SON UN FRAUDE?
En absoluto, pero los errores apreciativos son muy habituales. El hecho de que un alto porcentaje de voces puedan ser cuestionadas no desacredita al fenómeno, sino a los métodos y a las personas.
El término asociado al mundo de las voces conocido como «falsos positivos» no habla de una voluntariedad por parte del experimentador de promover un fraude, sino de una precipitada validación de un sonido natural debido al desconocimiento de los procesos o canales de su registro.
Existen programas que nos señalan gráficamente en el espectro cromático del sonograma cómo en las voces de las psicofonías no existe «golpe de glotis», lo cual indica que no ha sido pronunciada por una garganta humana. Esto de por sí no autentifica una voz, pero nos da pistas para que, conjuntamente con el uso de otros programas más sofisticados, podamos determinar con mayores y más precisas informaciones el origen y características de una voz. Ahora bien, el manejo de estos programas requiere de conocimientos fonéticos e informáticos que van más allá de un nivel de usuario.
La manera más simple de autentificar una psicofonía, cuando se carece de recursos técnicos, es aplicar el sentido común. Esto supone fijarse unos niveles de exigencia que nos haga trabajar solo con aquellos archivos razonablemente audibles y entendibles. Someter a preguntas a nuestros invisibles comunicantes no tiene como único objeto recabar información sobre aquellos o la conformación de su mundo, sino que un cuestionario bien diseñado puede indicar si el fenómeno interacciona inteligentemente con nosotros. En cierta ocasión pregunté en una antigua encomienda templaria por «algún hermano templario que esté cerca», recibiendo por contestación en apenas unos segundos: «sí, estamos cerca». En casos así, se sobrentiende que es muy difícil aludir a intromisiones espurias.
Jose I. Carmona junto a Fernando Jiménez del Oso durante las jornadas Vida después de la vida, Hellín (Albacete).
Sin embargo, esto no debería ser suficiente para los especialistas; más allá de grabar y autentificar voces, se hace necesario controlar el proceso que nos lleva hasta ellas. Para ello, se suele fabricar el contexto en el que se produce una voz inyectando frecuencias con unos valores fijos, para después precisar oscilográficamente si se ha producido una anomalía de los valores de referencia. Habría que hablar en este caso de un concienzudo trabajo de laboratorio y no de improvisadas experimentaciones de campo.
Otros métodos nos llevan a modificar las características técnicas de determinados aparatos. En el caso de las «voces directas de radio» (VDR), solemos anular el sintonizador del dial, de tal modo que minimizamos el riesgo de recibir sonidos normales al operar entre emisiones convencionales. Una práctica muy extendida es utilizar varias micro-emisoras que generen diferentes espectros de ruidos (blanco, marrón, etc.,), reconduciéndolos mediante un mezclador hacia un programa infor má tico de grabación. Una puntualización muy im portante de por qué se emplean diferentes ruidos y portadoras es que la causa paranormal necesita de un aporte suplementario para manifestarse. Este puede ser lumínico, acústico o herciano, de tal modo que se sirve de ese sustrato para impresionar sus mensajes.
En grabaciones a campo abierto, una buena recomendación es llevar más de una grabadora con el fin de cotejar los posibles ruidos ambientales, teniendo en cuenta que ambas grabadoras deberán ser modelos similares, puesto que si no es así se podrían producir frecuencias de respuesta diferentes. El motivo de usar dos grabadoras no es otro que observar si, en el momento de la sobreimpresión, la voz se ha sincronizado en ambas, pues generalmente las voces solo deberían recogerse en una de ellas. Si queremos tomar más medidas de prevención, es aconsejable servirnos de barreras electroacústicas para impedir la afectación del campo geomagnético y pantallas de radiofrecuencia que inhiben el paso de ondas hercianas.
¿FENÓMENO ELECTROMAGNÉTICO O ACÚSTICO?
Solo sabemos que la causa paranormal se ayuda de un sustrato para operar, y desconocemos si lo hace a través del canal lógico de registro, es decir, del micrófono. La causa paranormal o nuestros comunicantes, como queramos llamarles, obran incluso en el interior de jaulas de Faraday (que inhiben la acción de campos electromagnéticos externos), o en el de cajas anecoicas (llamadas vulgarmente cajas sordas, que tienen el fin de atenuar las ondas de presión). En el vacío de campanas neumáticas no me consta que se hayan obtenido hasta la fecha psicofonías reseñables.
Sospechamos que necesariamente tenga un patrón mayoritariamente acústico, pues, al prescindir del micrófono, el fenómeno tiende a remitir, aunque no desaparece del todo.
¿LAS PSICOFONÍAS SON SIEMPRE SONIDOS DE BAJA CALIDAD?
No, sencillamente los dispositivos como grabadoras de bobina abierta, tipo Revox, eran poco frecuentes en manos de aficionados, posteriormente el uso más generalizado lo encontramos en antiguas grabadoras analógicas de casete que ofrecían una calidad muy pobre. Si a esto unimos el uso profano de las herramientas de edición de sonido, en las primeras épocas de la era del ordenador, se terminaba sí o sí por estropear el archivo. El desarrollo de las nuevas tecnologías ha originado un punto de inflexión al respecto, y ahora contamos con voces de razonable calidad obtenidas en soportes digitales (grabadoras DAT, ordenadores, minidiscos...), toda vez que una mayor familiaridad con el uso de los programas informáticos nos lleva a cometer menos errores.
No deja de ser curioso que si, habitualmente, a los experimentadores se nos reprochaba que estos sonidos fueran poco comprensibles, aduciendo que podían ser cualquier cosa, paradójicamente al presentar hoy en día voces más rotundas, directamente pasamos a no ser creídos. Es decir, a pesar de que se han minimizado los errores de apreciación, se continúa reduciendo el fenómeno a un juicio de valor sobre la credibilidad del protagonista.
¿QUIÉNES SE INTERESAN POR LAS PSICOFONÍAS?
Aunque la TCI esté formada por una legión de curiosos con limitados recursos instrumentales, también atrae a personas muy cualificadas en diferentes campos. Algunas de ellas cuentan con laboratorios de última generación y amplios conocimientos científicos y técnicos que emplean en sus pesquisas. Sopese el lector las razones por las que directores de importantes empresas de telecomunicaciones, catedráticos de todas las materias y un número significativo de doctores, empeñan desinteresadamente su prestigio al suscribir, sin fisuras, teorías tan exóticas como el contacto con personas fallecidas y otros seres de diferentes planos de existencia.
El que personas con una cierta proyección social y laboral empleen un lenguaje tan directo está indicando que no es un fenómeno menor e irrelevante. Es más, a veces es frecuente que, sin ningún pudor, inviten a personas a vencer su curiosidad asistiendo a demostraciones de cómo realizan sus grabaciones. Entre ellos se suelen encontrar representantes de los medios, particulares y personal técnico que asisten atónitos a cómo, en aparente ausencia de fraude, surgen voces de la nada en diferentes idiomas, incluso dirigiéndose a ellos.
Existen asimismo instituciones públicas y privadas que dedican parte de sus fondos a impulsar proyectos relacionados con la TCI. Personalmente, he tenido la oportunidad de participar activamente en alguno de ellos, desarrollados en importantes universidades y estudios de grabación, y se considera que es la única manera de llegar a desentrañar los misterios que esconden las voces.
No olvidemos que solo a través de protocolos y grabaciones controladas se puede acabar por discriminar los patrones.
No quiero extenderme en este punto, pero pongo como ejemplo el Instituto de Parapsicobiología de Bolonia, que emplea los últimos avances científicotécnicos en el estudio y observación de la fenomenología fronteriza. Los resultados de estas investigaciones son recogidos en boletines especializados, como, por ejemplo, los prestigiosos cuadernos ITC journal, dirigidos por la reconocida investigadora y ex diplomática Anabela Cardoso.
Considero que es a estas instituciones a donde tienen que dirigirse quienes quieran plantear sus dudas acerca del fenómeno, en vez de tomar como referencia la multitud de páginas que proliferan en Internet y que no dejan de ser reflexiones y opiniones de los aficionados.
¿QUÉ NOS CUENTAN LAS PSICOFONÍAS?
Cabe resaltar su semejanza con comportamientos humanos ordinarios. A veces, departimos distendidamente a micrófono abierto y surgen las voces participando como uno más de la conversación. Saludan, nos llaman por el nombre, e incluso hacen bromas sobre nosotros. Recuerdo una voz que al hacer yo referencia a que había olvidado traer más baterías, apuntó en tono fastidioso: «pues vaya». Esta particularidad es la que más suelo recoger en mis grabaciones, pequeñas e insignificantes constataciones que en absoluto ayudan a revelar nada extraordinario sobre ellas mismas o la constitución de su mundo.
Confieso que en un primer momento ese detalle me hizo pensar en una simple proyección de nuestros pensamientos durante la experimentación pero, a medida que vas profundizando en el fenómeno, vas advirtiendo que esas voces tienen su autonomía y te desvelan informaciones desconocidas por ti, e incluso hacen guiños sobre aspectos velados de tu propia intimidad. Recuerdo una experiencia en el monte de Ancos, en un alto desde donde se domina la ría de Ferrol. Era una mañana cualquiera en la que decidí improvisar una grabación, y me acompañaba mi hija, que por entonces contaba apenas tres años. Mientras ella permanecía jugando por los alrededores, una voz muy desagradable se grabó diciendo repetitivamente «no existen..., no existen». Por entonces mi hija estaba en la época de los terrores nocturnos, y esa frase era la que le repetíamos para darle tranquilidad, solo que en aquella ocasión la desconocida causa paranormal imprimía un tono entre irónico y malintencionado. Era una voz de hombre grave y transmitía no poca inquietud.
Otra vez me dirigí a Santa María de Melque, una antigua iglesia visigótica que más tarde fue templaria y que, por entonces, estaba en estado de semiabandono. Para situar al lector diré que el lugar estaba en medio de la nada. Después de intentar infructuosamente grabar durante un par de horas, en el último arrastre de la cinta superponiéndose al sonido de nuestros pasos sobre el piso empedrado, se advierte una voz que parece dirigirse a otro invisible interlocutor diciéndole: «pss, cuidado que vienen». Completamente estremecedor si pensamos en qué o quién podía ser consciente de nuestra presencia y nuestros movimientos, permaneciendo allí callado, limitándose a observarnos. Figuradamente es como si aparte de nosotros dos, de carne y hueso, allí hubiesen al menos otros dos seres invisibles tan ciertos como nosotros mismos.
Es curioso, cuando empiezas a familiarizarte con experiencias como aquella, conforme pasa el tiempo se establece una sutil relación entre los comunicantes y el experimentador. Una vez me hice acompañar por unas personas, a una de las cuales tuve que llamarle la atención porque tenía el teléfono encendido. Este me dijo que había sido un descuido. No obstante, más tarde, en mi casa al procesar la grabación, la sensibilidad del micrófono delató que había otro interlocutor al otro lado del aparato curioseando con la experiencia. Lo sé porque una voz paranormal, en el preciso instante en que aquel personaje se excusaba, apuntillaba: «cuidado... te está engañando». No solo es reseñable que el mensaje fuera tan claro, sino que emplease la segunda persona, ¿cómo sabía que entre los presentes su mensaje acabaría siendo oído solo por su destinatario, en este caso yo?
Relato estas pequeñas anécdotas porque en mi experiencia son las que representan más gráficamente el fenómeno. Que nadie imagine largas y fluidas conversaciones, generalmente hay un poco de trampa por parte de ciertos experimentadores al respecto. El hablar de comunicaciones en relación a las psicofonías, no es otra cosa que hacer referencia a mensajes telegráficos del tipo pregunta-respuesta que muy excepcionalmente pueden llegar a ser locuciones largas.
¿ENTRAÑA RIESGOS EXPERIMENTAR CON LAS PSICOFONÍAS?
Para determinadas personas, generalmente aprensivas o que están pasando un momento emocional delicado, como la pérdida de un ser querido, su práctica en mi opinión no es aconsejable. En esos trances uno pierde la objetividad al confundir la realidad con el deseo. No nos equivoquemos, a pesar de que el estudio más preciso relacionado con las psicofonías (del que hablo en el segundo capítulo, proyecto Sfinge) apunta a la hipótesis de la comunicación con los seres fallecidos, las psicofonías no son un hilo directo con el más allá. Ya adelanto que las psicofonías pudieran tener diversos orígenes, y que a veces podríamos estar resonando con capas no muy agradables del inconsciente, además de encontrarnos recurrentemente con el riesgo de convertir la experimentación en una obsesión. Jürgenson, uno de los primeros investigadores y de los más celebres, llegó a sufrir una necesidad enfermiza por contactar con esas voces, aislándose del mundo exterior y recluyéndose en su laboratorio. Terminó por sufrir «alucinaciones auditivas», creyendo oír voces escondidas en los ruidos más inverosímiles, como en el simple chirrido de una puerta.
Si creemos oír voces sin ayudarnos de un aparato grabador, cuidado con rebuscar en el cajón de sastre de la fenomenología paranormal en busca de respuestas, sin acudir antes a un médico especialista. Existen patologías donde el individuo, al escuchar sonidos primitivos elementales (acúfenos), los trasforma delirantemente en voces plenas de contenido, sin embargo estaríamos hablando de sonidos que parecen provenir del ambiente, nunca de sonidos recogidos por soportes registrables.
Mucho cuidado con convertir este fenómeno de las voces en una segunda religión, y lleguemos a creer todo lo que nos dicen. Tampoco nos dejemos engañar por esa extraña complicidad que se genera entre el experimentador y la causa paranormal, y nos creamos elegidos o tocados de no se sabe bien qué gracia, no vaya a pasar, como dice el entrañable profesor Sinesio Darnell, que «de experimentadores pasemos a ser experimentados». O algo mucho más mundano, que pasemos a descuidar nuestra propia realidad y nuestros quehaceres cotidianos.
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