Kitabı oku: «La máquina de la conciencia»

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La Máquina

de la conciencia

José Lozano López











© La máquina de la conciencia

© José Lozano López

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Imágen y diseño de portada: © Silvia Santamaría Gutiérrez (Silver Creatividad)

1ª edición: 2020

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PRÓLOGO

Qué loco el mundo, ¿verdad? Qué bonito sería poder confiar en todas las personas, qué bonito poder ser más uno mismo sin perder energía en pensar qué puedo o no decir en este momento con esta persona, poder compartir sin tantos miedos al saber que la persona que tenemos enfrente es buena persona y que es posible confiar en ella, sea amigo, familia, pareja, cliente, etc.

¿Por qué no puede ser así? ¿Por qué tenemos que comparar, juzgar, dudar de todo y todos? ¿Por qué? ¿Dónde está la clave para poder disfrutar de más momentos felices en la vida, con más sinceridad y por lo tanto más felicidad? Tendríamos que sumar lo que traemos en el ADN con respecto a temas familiares, relaciones de amistad y situaciones de trabajo; es decir, todas esas experiencias propias que, para nuestra satisfacción o no, nos han convertido en lo que somos en la actualidad. Como dicen en la inteligencia emocional: «Salir de la zona cómoda y atreverse a vivir»; o, como suelo decir en los cursos emocionales: «Es mejor agradecer la experiencia vivida, aunque hayamos sufrido, que arrepentirse por nunca haberla vivido».

Estaba tan deseoso de poner mi semillita en ese crecimiento personal en el que tanto tiempo y ganas dediqué a mí mismo con estupendos resultados, que inicialmente me planteé escribir un libro de experiencias y comprensiones propias con el anhelo de que a alguien o algo le llegara y le sumara. Y al final, en uno de esos «estudios de los sueños» simplemente me vino esta idea y ya todo fluyó como tenía que ser. Qué cosas de la vida.

Hubo algunos libros que pasaron por mi mente debido a su forma de expresar y compartir esas ideas que tanto nos hacen crecer, y por hacerlo de una forma amena y hasta aventurera. Por ejemplo, El Alquimista, de Paulo Coelho, El monje que vendió su Ferrari, de Robin Sharma, o el Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, y pensé que al final somos como niños y que seguramente nos quedamos mejor con las cosas que nos llegan con más experiencias prácticas, más visuales, un poco más divertidas. Y al final, salió esta composición literaria.

Como base de comprensiones propias, apuntadas durante años que se repetían en diferentes filosofías, sumada a una trama tan intensa y universal como una máquina que detectara el nivel de conciencia de las personas, más una parte novelística donde tres personajes en diferentes procesos van evolucionando en ese proceso fantástico, la idea es comprender de manera amena que no hace falta que ocurran grandes cambios en el mundo para tomar nuestra decisión personal de crecer y disfrutar de la vida día a día, así como de tener la capacidad de decidir desde una conciencia superior nuestro camino y nuestra felicidad, que al fin y al cabo están unidos a todo lo que ocurre a nuestro alrededor.

Una de las preguntas que me surgieron fue: ¿Cuál sería un cambio a nivel mundial que creara algo tan importante y básico como la confianza entre las personas? Eso significaría un crecimiento de conciencia. Por lo tanto, ¿qué podría hacer crecer la conciencia? ¿Por qué no una máquina, igual que el polígrafo, que hace años que se usa para descubrir si una persona dice la verdad, que pudiera detectar el grado de conciencia? Además, cada día se están logrando mayores avances en el descubrimiento del funcionamiento del cerebro humano, no es tan fantástico como en un primer instante pueda parecer, ¿verdad?

Con nuestra propia evolución, nos deberíamos dar cuenta de que antes de ACTUAR, hay que PENSAR. Y en el próximo grado de evolución, antes de PENSAR, hay que SENTIR. Por lo tanto, en un mundo donde las EMOCIONES se ayudaran de la INTELIGENCIA, se producirían unos actos mucho más beneficiosos para la humanidad y, en definitiva, para todo lo que nos rodea.

Tengo que reconocer que absolutamente toda la información que comparto en este libro, de una u otra manera, se corresponde a grandes verdades que antiguos maestros ya compartieron con la humanidad: Hermes, Buda, Jesús, Lao-Tse, Santa Teresa, etc., son algunos de ellos, pero no les hemos dado la importancia que tienen o, con el tiempo, se ha ido degenerando su gran valor porque ha ido pasando por manos humanas y, por lo tanto, no se ha podido mantener el mensaje original. Deseo que esos mensajes de la vida nos lleguen a todos para hacernos mejores personas. Es parte de un SABER SER.

Nuestra parte más purificada o libre de egos sabe que la unidad de la humanidad es lo natural, igual que «la forma de evitar que una gota de agua se seque es juntándola con otras gotas de agua» y que «la forma de que un palito de fuego, fuera de una lumbre, vuelva a reavivar su llama es uniéndolo de nuevo al fuego». Los humanos somos parte de algo más que, aunque no veamos, existe y por lo tanto se puede llegar a sentir y esperemos que algún día crear.

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Preguntas que dejaron grandes sabios y filósofos de la humanidad. Las respuestas más importantes no están en los nombres, en los sitios, ni siquiera en la figura de los padres. Las respuestas están en las emociones y en las impresiones que ellos han causado dentro de nosotros. La respuesta es un paso más allá, está en que «somos una suma de emociones que nos hacen pensar y nos hacen actuar». Por lo tanto, para conocer realmente quiénes somos, debemos observar y conocer esas emociones para así, desde esa consciencia, poder transformarlas luego y a su vez, transformarnos en mejores y más poderosas personas.

¿Cuáles serían los pasos para seguir en tal propósito?

No hay un sistema concreto ni una técnica perfecta. Solo se puede conseguir en la práctica y en el conocimiento desde esa observación emocional. Virtudes como la voluntad o la constancia ayudarán enormemente en ese proceso. ¿Realmente quieres ser una persona poderosa? Debes atreverte a descubrirte profundizando en este mundo fascinante que te llevará a sitios inexplorados y donde podrás crear el tipo de vida que deseas tener.

Fácil no es, aún no tenemos educada correctamente la mente y lleva toda la vida pensando a su antojo. Hay que saber redirigirla hacia un nuevo propósito y la sociedad actual, creada desde la base de muchos tipos de egos, fomentados por esa mente maleducada, ha creado personas con una falta de información de la vida auténtica que no nos deja avanzar en el sentido correcto. Grandes maestros e incluso personas que se inician en este tipo de vida para valientes —los nuevos guerreros de la luz— ya han demostrado que existe, por lo que no es imposible. Y cada paso que afrontemos, avanzamos en un camino vivencial que nos llena de una energía sublime, capaz de transformar y crear lo que deseemos, como auténticos alquimistas.

Querido lector, primero quiero agradecer que tengas la curiosidad de saber cómo despertar en este mundo demasiado dormido y, sobre todo, deseo que de alguna forma nos active comprensiones para que disfrutemos de más momentos felices día tras día. Si hay algo ahí fuera, sea lo que sea, y desde ese amor universal, seguro que desea lo mismo para nosotros: vivir con amor y felicidad.

Gracias eternas.

CAPÍTULO ١

LA APARICIÓN DE LA MÁQUINA

Era el tema central del momento, daba igual quién lo comentara: ejecutivos, albañiles, amigas en una fiesta, funcionarios, tenderos; o dónde se comentara: en los bares, en la calle, en las empresas… Era motivo de captación de una atención importante de las conversaciones y de los informativos de todas las cadenas de televisión y radio. Decían que se había inventado una máquina que era una versión amplificada y desarrollada del IRMF (Imagen por resonancia magnética funcional), que permite mostrar imágenes de las regiones cerebrales que ejecutan una tarea determinada y evaluar el nivel de conciencia del sujeto. Originalmente inventada en el 2012 y ahora, en el 2020, amplificada a un nivel tan sorprendente que se podía calibrar en solo 7 segundos la actividad neuronal emocional del sujeto y a su vez evaluar en una comparativa con otros millones de personas, la capacidad de conciencia que definiría el grado de buena persona y, por lo tanto, la confianza que generaba esa persona en el mundo actual.

La invención de tal magnitud había sido realizada por una empresa líder en tecnología en China llamada Xing Lái o XL, aunque, hasta el día de hoy, era un secreto la identidad de la persona o personas fundadoras de dicha empresa.

Las pruebas se habían realizado en todo el mundo, desde el Tíbet hasta España, desde EE.UU. hasta Alemania, en diferentes sitios como templos y centros de meditación hinduistas (áshram), en universidades y hasta en cárceles y en personas de todo tipo. Ante la controversia y transcendencia de tal información que podía plasmar la máquina, se eligió a dos personas de 101 países diferentes, con un total de 202 personas que iban dando fe de todos los datos entregados y de los sucesos acontecidos.

Se generaron dudas y muchas descalificaciones por parte de algunos informativos y de diferentes políticos del momento. Imagino que la posibilidad de perder el poder, de manejar la verdad a su antojo era un riesgo que no querían correr. Gracias a infinidad de grupos ecologistas y asociaciones creadas en favor del invento se desarrolló un movimiento revolucionario que por fin, unido por algo realmente importante como la defensa de la verdad, hizo posible que no se quedara en el olvido este proyecto, igual que ya había pasado con infinidad de otros buenos proyectos en la historia de la humanidad.

Y así, una vez comprobado que la fiabilidad de la información de la máquina estaba por encima del 99,9 %, se empezaron a dar patentes para que las empresas pudieran crear el producto y hacerlo muy accesible.

Su manejo era sencillo. Se introducía un usuario y una contraseña en el panel numérico para acceder a otros datos anteriores del usuario. Se colocaba un casco en la cabeza, separado en unas láminas, que mandaba una vibración al cerebro y recogía los datos necesarios para su evaluación, y en una pantalla mostraba el porcentaje actual de conciencia y la diferencia con el último chequeo. De esta forma, sabías si los últimos sucesos te habían afectado en positivo o en negativo, por lo que era un test privado y medible de la mejora personal en un camino más correcto y verdadero incluso del día a día.

Se definieron unos baremos basados en las valoraciones emitidas dentro de un intervalo del 1 al 100. Estos eran:

Grupo 1: del 1 al 5, hay muchas posibilidades de intención de provocar daño, calculado en un 30 %.

Grupo 2: del 6 al 10, las posibilidades de intención dañina se reducen hasta quedar en un 6 %.

Grupo 3: del 11 al 22, solo hay un 0,2 % de posibilidades, por lo que sería una persona altamente fiable.

Grupo 4: del 23 al 50, las intenciones de daño son prácticamente nulas y además se empiezan a generar intenciones altas de ayuda y compasión. Trabajos de autobservación.

Grupo 5: del 51 al 90, es en definitiva gente que lleva un camino personal de trabajo de conciencia muy alto.

Grupo 6: del 91 al 95, es el nivel de compasión y conciencia que la máquina revela de los grandes maestros de diferentes partes del mundo, seleccionados o voluntarios para realizar las pruebas definitivas.

Grupo 7: del 96 al 100, a fecha de hoy aún no se ha conocido a nadie en este nivel.

Al principio, las dudas eran enormes. Había también una gran parte de miedo, bien a que la información no fuera del agrado del usuario, bien a que el amor propio se viera tocado; incluso otro tipo de miedos, como dedicarle un dinero y un tiempo a algo que podría ser una mentira en sí misma.

Poco a poco los más valientes que lo probaban iban hablando positivamente de la máquina y fueron generando curiosidad, misma que con el tiempo se transformó en admiración por el tipo de información tan diferente y a la vez tan especial que comunicaba de cada persona.

Entender que, aunque no nos diera una puntuación alta, podría ser positivo, dio paso, tras varios debates y tertulias de personas bien consideradas en el mundo, a que en realidad saber la información de nuestra situación personal es la mejor vía para darnos cuenta e iniciar un proceso de vida más saludable para todos. Esto fue un punto importante de empuje para todo el proceso universal. El miedo se fue transformando en autodeterminación hacia una mejora personal tal y como pudo ser en su día la eliminación de un grado importante de ignorancia y a su vez el incremento del conocimiento propio.

Se empezaron a crear muchas salas y actividades de observación emocional y, las que ya estaban abiertas, pronto fueron creciendo exponencialmente. Estuvieron desbordadas en poco tiempo. En definitiva, era un movimiento en el que prácticamente todo el mundo estaba interesado.

Grandes asociaciones se creaban cada día para suplir esa carencia que, en tan poco tiempo y con la necesidad de cubrirla, fomentaban un tipo de negocio que no solo era negocio, sino que además era la forma de ayudar a crecer a los demás, a la vez que uno mismo crecía con el proceso de dedicarle energía y compartir continuamente con otras personas interesadas en el mismo tema. Asimismo, esto generaba una gran cantidad de vínculos emocionales importantes.

También nacieron asociaciones para, de alguna forma, crear ciertas pautas y directrices para los diferentes cursos de nueva creación en relación con temas como equilibrio entre la parte práctica y teórica, o sobre cómo gestionar personas cuyo nivel de conciencia fuera demasiado bajo y necesitaran más apoyo del habitual.

Con el paso del tiempo, se fueron compartiendo infinidad de casos de personas, inicialmente con un grado bajo, que con voluntad y constancia fueron creciendo más rápido que otros que empezaban con un grado mayor. Esto era una prueba de que hace más el que quiere y pone una intención importante en su progreso que el que puede pero no le dedica esa determinación crucial para conseguir los objetivos propuestos.

Y así, se experimentaron grandes vivencias personales en este camino de autoconocimiento, donde unos eran más mentales y necesitaban alimentar las emociones desde el corazón; otros eran más emocionales y necesitaban cierto grado intelectual para equilibrar el conjunto; e incluso otros que, aunque ya tenían un grado importante de conciencia, se daban cuenta de que, como decía Sócrates en su apología: «Solo sé que no sé nada». Y es que estamos continuamente aprendiendo y con cada paso que damos solo nos queda dar gracias por poder SER y SABER cada día un poquito más para ir entendiendo y disfrutando de las grandes claves de la vida, que todos los días nos ponen delante de nuestros ojos y así, por fin, poder verlas.


CAPÍTULO ٢

MIGUEL (EL EMPRESARIO): EL PROCESO DEL CAMBIO

Estando allí sentado, en posición de loto, sintiendo todo y a la vez no habiendo nada, me sobrevino la retrospección de mi vida: esas experiencias que, a mis 49 años, 1,82 m de altura, ojos verdes y, siendo el mayor de tres hermanos, había sentido como varias vidas interesantes vividas en una sola,

Pero para mi gusto, hubiera preferido haber estado más consciente en todo lo que había vivido.

Nacido en una isla de España y educado en un pueblo de Castilla la Mancha, desde los 8 años empecé con gran interés, atraído por el ajedrez y la música, algo que me avivó la estrategia, la planificación y la organización. Con 14 años jugaba al ajedrez con los mejores de la provincia a la vez que tocaba con la banda local de música y, por las necesidades de mi familia, empecé a trabajar en la construcción con mi padre. Al principio me parecía horrible trabajar a temperaturas bajo cero cargando materiales de mucho peso, pero con el paso del tiempo era algo que pude agradecer.

Mi afán de conocimiento en temas financieros, de estrategia y mi obsesión por avanzar en la vida (o mi parte del horóscopo tauro) hicieron que creara una empresa tras otra desde los 18 años. Con 22 años llegué a gestionar tres empresas a la vez y alrededor de cien trabajadores y, luego de crear un grupo de empresas a nivel internacional, en América del Sur, por ejemplo, estaba en la cúspide con dieciocho empresas y alrededor de cuatrocientos veinte trabajadores a la edad de 35 años.

Yo ahora lo defino como «tener éxito profesional» cuando el verdadero reto es «tener éxito personal». Era tenerlo casi todo a nivel material, pero con un grado de responsabilidad y obligaciones que no dejaban espacio para atender lo realmente importante. Temas personales de la familia o amigos eran sustituidos por «tengo esto, ahora he conseguido esto y esto voy a conseguir en un futuro». Me identificaba con los personajes de esas películas que estaban rodeados de abogados, financieros, secretarias y que contestaba por teléfono a su hijita diciéndole: «Sí, sí, cariño, esta vez llego a tiempo a verte al teatro, no te voy a fallar» y luego… En fin, parecía que si no me dedicaba en cuerpo y alma a las empresas, el mundo se iba a parar y, claro, como mucha gente dependía de mí para poder cobrar a final de mes y poder comer en sus casas… Craso error por mi parte.

En esa fase de mi vida, me vino una de esas comprensiones que ponen una semillita en nuestras psiquis y nos abren un poquito más a la realidad. Tenía un socio de cierta edad (yo tendría alrededor de treinta y tres y él, sesenta y cinco), al que tenía muchísimo cariño y él a mí, y, tras 2 ingresos en el hospital por amagos de infarto, me dijo tumbado en la cama del hospital:

—Miguel, sabes que te quiero como a un hijo, ¿verdad?

—Sí, amigo, lo sé; y yo a ti como a un padre.

—¿Pues sabes? Estando aquí, tumbado en esta cama sin saber si voy a ver un día más el amanecer, de las pocas cosas que me arrepiento es de no haber disfrutado más de mis hijos en esa horquilla de edad tan bella como es cuando tienen entre 2 y 12 años. Entonces, te digo, con todo el cariño del mundo y sabiendo que tus hijas tienen 3 y 5 años, que no te dejes arrastrar por esa vorágine empresarial que nos controla, sino que disfrutes de cada momento, cada instante que puedas pasar con ellas, porque eso, querido Miguel, eso… no se paga con dinero. Y lo que os aporta para el resto de vuestras vidas es maravilloso. Aún estás a tiempo de conseguirlo.

Hubo una temporada en la que, como parte de ese proceso de crecimiento profesional o incluso con ciertas necesidades personales, decidí ponerme a jugar videojuegos y entré en el mundo de los RPG online, como el Everquest y el WOW, a los que les dediqué 3 500 y 3 700 horas, respectivamente. Sí, sí, más que una carrera universitaria, lo sé… Este intento de evasión de la realidad al mantenerme ocupado con algo diferente, aunque tenía muchos momentos divertidos, trajo consigo una carga más de evasión de lo exterior, de la familia, de los negocios, de los amigos, etc.

Tras unos últimos tiempos difíciles de pareja, con una mujer con la que llevaba 20 años de relación, allá por el año 2007 y con 36 años, decidí expandir mi empresa al extranjero con dos objetivos. Primero, ver si realmente, al vivir en otro país, nos echábamos de menos y evitar la ruptura; no solo por nosotros, sino por nuestras hijas, que por entonces tenían 6 y 8 años. Y segundo, ver si conseguía «tener otros huevos en otros nidos» y consolidar así un poco más las empresas.

Estuve un año en Natal (Brasil), el lugar más cercano de América desde España, a solo siete horas de avión, pero descubrí en un viaje en solitario que uno de los socios, que además era español, nos quería engañar y después de vender a otro socio mis acciones, me cambié a México, concretamente a Cancún, donde después de exponer en el SIMA (Salón Inmobiliario de Madrid) había conocido otras buenas inversiones y allí acabé en la Riviera Maya e imagino que, como no viví mi juventud como los demás, al meterme demasiado joven en negocios, en ese momento me correspondió pasar por la fase golfa. Y así, desde esos extremos, aprendí qué es lo que realmente iba a querer tener en mi vida.

En el año 2009, cuando llevaba casi dos años en Cancún, un día que estaba en nuestra central de oficinas, se acercó un día una mujer colombiana llamada Zayda, quien había abierto un centro holístico (¿qué era eso?) a unos metros de nosotros y nos ofreció dos clases gratuitas como vecinos de su local de reciente apertura. Luego de ver el listado de actividades, me apunté a Hatha Yoga y a un curso de metafísica, a los que se apuntaron también la jefa de administración y el director financiero. La primera experiencia me marcaría para siempre porque cómo una simple comprensión en el momento adecuado, podía hacer temblar mis cimientos de empresario que, claro, con 18 empresas y más de 400 trabajadores y una facturación acorde con ello, ocasionaba un conflicto con mi soberbia que se resistía al cambio y evolución.

Al día siguiente, alrededor de las 20 h, que era justo cuando empezaba la clase de metafísica, cerramos las oficinas y fuimos al centro de esta mujer en una sala enorme donde ya había más de 60 personas y dijo más o menos algo así:

—Para los que vienen por primera vez a un curso de este tipo, es muy importante saber cosas básicas como… —Aquí comentó aspectos de la energía, su vibración, la ley de causa y efecto y de cómo conectar con nuestro ser, crear conciencia y saber conectarse con el canal correcto, para pedir algún objetivo que, la verdad, no entendí muy bien en ese momento.. Y continuó—: Vamos a comenzar con una pequeña práctica. Todos buscamos algo en común: ¡la felicidad! Solo que esa felicidad es diferente en cada persona. A unos les hace felices en este momento de su vida unas cosas y a otros, otras diferentes y a veces incluso opuestas. Lo que vamos a hacer es escribir en un papel lo que nos hace feliz a nosotros.

Una vez escritos los papeles y entregados, empezó a leerlos, tiempo que aprovechamos los asistentes para conocernos.

—Muy bien, ya está claro. Como imaginaba, la gran mayoría ha puesto que le hace feliz poder ayudar a sus familiares y amigos, o incluso a todo el mundo, para que puedan ser felices. Bien, os voy a compartir una cosa, es un ideal muy noble… ¡solo que no es el correcto!

Imaginaos mi perplejidad. ¿Qué pasa aquí? ¿Qué puede saber esta mujer que yo ya no conozca?

Y ella siguió diciendo:

—Si dedicamos nuestros esfuerzos y energía por tener felices a los demás y luego no nos corresponden, sufrimos porque nos hemos creado expectativas. Y si nos corresponden, ¿dependemos de los demás para ser felices?

Hay una definición que me gusta que habla del egoísmo saludable. Es cuando el primer esfuerzo siempre es por nosotros y después por los demás, porque si nosotros estamos bien, podemos dar lo mejor de nosotros mismos a las personas que queremos. Un egoísmo malo es primero pensar en mí y luego en mí. El saludable sería primero en mí y luego en los demás y siempre, siempre desde el corazón.

¡Zasca! Se me movió todo el cuerpo, mente, emociones… Aquello tenía una lógica aplastante y, claro, el lógico se suponía era yo.

Después de aquella experiencia, bajé el nivel de las salidas de fiesta y empecé a asistir a los cursos de dos a cuatro veces a la semana. Fui cambiando muchas de mis amistades de la noche por amistades del día. Esto lo hice yo solo porque mis dos compañeros, el tercer y cuarto día ya no siguieron viniendo, y yo seguía teniendo mucha curiosidad.

Hubo muchos días bellos, como cuando fuimos entre 30 y 40 personas al amanecer a la playa e hicimos ofrecimientos al sol y al mar. O al anochecer con una hoguera en el centro, todos unidos de las manos en círculo y compartiendo sentimientos personales.

Con la guía hice muy buena amistad; quizás era el más preguntón y eso a ella le gustaba. Decía que la hacía meditar y algunas de las prácticas, como la de la verdad absoluta —que se hacía en parejas— las realizaba con ella y me llevaba a visitar Zonas que no conocía de la ciudad . De esta manera, también conocí lo mejor de Cancún, no solo la parte de la zona hotelera y la fiesta, si no la de la cultura, gente local, placitas escondidas donde parecía haberse parado el tiempo, así como comidas y postres nunca probados.

En el 2010 la situación empresarial era insostenible, el préstamo hipotecario para construir el edificio seguía parado, la máster franquicia recibió un bloqueo por parte de un bufete de abogados del D. F. que quería no solo el 50 % de la franquicia, sino el 100 % y solo teníamos gastos. Por si fuera poco, también surgieron problemas con el director financiero por temas personales y empresariales. A ello había que sumarle todos los problemas personales y empresariales de España, que eran brutales . Así que decidí poner un plazo de tres meses, tras los cuales, sin buenas expectativas, le cedí los derechos de las empresas al director financiero, quien decidió quedarse allí y yo en octubre de ese mismo año volver a España a ver qué podía solucionar.

Fueron tiempos más que difíciles. Mi todavía mujer resultó con un cáncer de pecho, por lo que decidí quedarme un tiempo en casa, antes de divorciarnos, y acompañarla. Unos meses después y con tratamiento, mejoró. Tras hablarlo, me retiré a vivir a casa mis padres. A ella también se le juntaron varias vicisitudes, como el fallecimiento de su padre, al que estaba muy unida.

Yo, por mi parte, intentaba pagar a la máxima cantidad de personas posible y cobrar de igual forma, pero los cobros no llegaban y la gente se ponía muy nerviosa. Entonces empecé a cerrar empresas y a pagar al personal directo como pude. Recuerdo que tuve una de esas decisiones transcendentes. Tenía un dinero personal guardado con el que podía haber vivido bien el resto de mi vida y en cambio, en contra de consejos de otros amigos empresarios, decidí pagar al personal y quedarme bajo mínimos, pero esa tranquilidad no tiene precio.

Igual que en otros temas, al principio parecía que se caía el cielo encima (única cosa a la que le tenían miedo los vikingos), pero después de pasar el duelo pertinente, solo me quedó dar las gracias por esta oportunidad. Fue cuando entendí la frase china: «Crisis está compuesta de dos términos: peligro y oportunidad». Peligro, porque hay un cambio que trae pérdidas y por lo tanto duelo; y oportunidad, para saber las cosas que ya no queremos que estén en nuestro camino (como decía Jorge Bucay: «vaciar la mochila») y rodearnos de las que realmente sí queremos tener. Por lo tanto, después de esta tremenda experiencia, solo me quedó dar las gracias por la comprensión vivida.

Gracias a mis hijas, a algunos amigos y a los largos paseos por el campo apreciando de nuevo la vida en cada figura y partes de un árbol, cada sonido que llegaba a mis oídos sin tantas trabas, cada olor que ahora era más consciente de percibir o a sabores varios y al sentir en la piel sensaciones, poco a poco me fui recuperando, aunque sin saber hacia dónde iba a parar el resto de mi vida.

Con el paso del tiempo, y manteniendo buena actitud, en menos de un año pude volver a tener buena relación con la que ya era mi exmujer, cosa de la que estaba muy orgulloso porque aún teníamos dos hijas en común y también sentía que era una pena no mantener cierta amistad. O sea, ¿estás 20 años viviendo con una persona y porque al final no vayan las cosas bien, ya no vale para nada las experiencias y cosas buenas que hubo entre ambos?

Me puse hacer running y estuve activo unos años con el club de la ciudad. En aquellos tiempos, pasé de pesar 95 kg con traje, corbata y perilla a 73 kg con ropa casual y afeitado total. Mis hijas, después de haberme visto más de 25 años con perilla, al verme afeitado decían: «¡Anda, un hermanito mayor! ¡El que nos faltaba!». Ja, ja… qué bellas son mis princesas.

Había otro tipo de princesas a las que fui conociendo en esos años y, tras muchas experiencias, fueran sexuales o emocionales, empecé a conocerme mejor. Como mi juventud fue muy corta, al estar tan centrado en las empresas, se ve que también necesitaba vivir esta fase. Gracias a ello, empecé a entender mejor la parte femenina que tan difícil nos resulta conocer a los hombres.

En el tema monetario, iba tirando con pequeñas cantidades que me pagaban algunos que me debían dinero personal y mediante alguna cosilla aparte que iba haciendo. Pero cada día que pasaba sentía que no podía ser eso todo lo que me deparaba la vida, algo tenía que cambiar, algo tenía que buscar, algo que me volviera a dar esa ilusión que tiempos atrás había tenido.

Entonces ocurrió… Mayo de 2020, justo el mes en que cumplía 49 años. Aún recuerdo que estaba en casa de mis padres y lo dijeron por la televisión. ¡Se había presentado una máquina que era capaz de, nada más y nada menos, saber el nivel de conciencia de cada persona! ¡Guauu! Siempre había sido defensor de la verdad con cierta conciencia hasta tal punto de que, en mi época empresarial, no realicé ciertas ventas si veía que no se adaptaban al cliente y el resultado era siempre que me aportaba más beneficio tanto a corto como a largo plazo. Además, se sabe que «un cliente contento se lo dice a cinco personas y un cliente descontento a diez personas».

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194 s. 7 illüstrasyon
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9788417564360
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