Kitabı oku: «'Mysterion' y 'Sacramentum'. Evolución en Oriente y Occidente»

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JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ

«MYSTÊRION» Y «SACRAMENTUM» Evolución en ORIENTE Y OCCIDENTE

CUADERNOS PHASE

254

Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona

A mis maestros teólogos,

que me iniciaron en el divino saber

y el amor a esta sagrada ciencia

Director de Cuadernos Phase: Josep Urdeix

© Edita: CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA

Nàpols 346, 1 – 08025 Barcelona

Tel. (+34) 933 022 235 – wa (+34) 619 741 047

cpl@cpl.es – www.cpl.es

Primera edición digital: marzo de 2020

ISBN: 978-84-9165-325-7

ISSN: 1988-1738

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Pórtico

Cada cosa tiene su nombre. Esto es verdad y nadie lo discute. Ahora bien, con una salvedad. Es así si nos movemos dentro del marco o de los límites de una sola lengua. Pero cuando estos límites se abren porque nos vemos llevados a servirnos de más de una lengua, puede pasar que una misma cosa tenga nombres distintos. Aún más: puede pasar que el contenido o el significado de cada uno de estos nombres no sea exactamente el mismo aunque respondan a una misma cosa.

Sirvan estas primeras líneas (de tono descriptivo y ajenas a toda expresión teorizante) para invitarnos a entrever y penetrar en las cuestiones que van a ser planteadas y tratadas en las páginas que siguen.

Todos sabemos que al hablar de las realidades sacramentales de la Iglesia, el término más usado habitualmente en el ámbito griego es el de «Mystêrion»; mientras que en el mundo latino el más usado es «Sacramentum». Es decir, simplificandolo más podemos decir que «Sacramentum» traduce «Mystêrion» y viceversa.

Muchas veces nos contentamos con esta simple visión de lo que significan estos términos a primera vista. Pero don José Manuel Fernández va más allá y los hace revivir a lo largo de la historia en la Iglesia.

No vamos a repetir ahora lo que se nos dirá más tarde. Aunque si podemos situar los mojones de los caminos que sigue el autor. En primer lugar, nos lleva al mundo clásico porque por allí se usaron estos términos y debe ser considerada la influencia que pudieran tener en el futuro. Sigue con el mundo bíblico así como su uso en la época patrística. Especial atención hace que pongamos en la época agustiniana y en los principales autores de la época tomista. Con razón se detiene en Trento y su entorno. Esto le lleva a tratar el tema en relación a las comunidades de la Reforma y a la respuesta dada por la Católica. El tratamiento de esta época y de los siglos que le siguieron da pie al autor para hacer un análisis de los documentos que han tratado este tema en el marco del movimiento ecuménico, que empezó a florecer especialmente a mitad del siglo pasado.

Hay que añadir a esta somera descripción algo de sumo interés. La obra empieza centrando nuestra atención en los términos ya mencionados. Pero, puesto que ambos términos están vinculados con la predicación, la presentación y el estudio de los sacramentos, al mismo tiempo que van progresando, estas páginas, avanza también el análisis de la doctrina sobre los sacramentos. Por tanto, podría decirse que estas páginas casi podrían titularse «Historia de la doctrina de los sacramentos».

Dicho esto, no hay que añadir ningún otro comentario para despertar el interés por la lectura de estas páginas.

Josep Urdeix

Glosario

Revistas


AugustinusAugustinus, Revista publicada por los Padres Agustinos Recoletos, Madrid 1956ss
Catéchèse*Catéchèse, Commission Nationale de l’Enseignement-Religieux, Paris 1960ss, es continuación de: Documentation catéchistique
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ContactsContacts, Revue française de l’Orthodoxie, Paris 1949ss
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DiEcDiálogo Ecuménico, Revista de Teología Ecuménica, Salamanca 1966ss
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EOrÉchos d’Orient, Revue de théologie, de droit canonique, de liturgie, d’archéologie, d’histoire et de géographie orientales, Institut Français d’Études Byzantines, Paris 1897-1942, se continúa con el nombre Études byzantines 1943-1945, y cambia a Revue des études byzantines, Paris 1946ss
ETRÉtudes Théologiques et Religieuses, Montpellier 1926ss
Irén.Irénikon, Prieuré d’Amay-sur-Meuse, Chevetogne par Haversin (Bélgica) 1926ss
Ist.Istina, Centre d’études Istina, Paris 1954ss
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Lum. Lumen, Revista de síntesis y orientaciones de ciencias Eclesiásticas, Vitoria 1952ss
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Oec.Oecumenica, Annales de Recherche Œcuménique, Centre d’Études œcuméniques de Strasbourg, Neuchâtel, Gütersloh 1966ss
Oriente CEOR*Oriente Cristiano, Madrid 1961ss
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Phase*Phase, Revista de Pastoral Litúrgica, CPL, Barcelona 1963ss
PravMyslPravoslavnaja Mysl’, Trudy pravoslavnago bogoslovskago instituta, Paris 1928ss
Proyección*Proyección. Teología y mundo actual, Facultad de Teología, Granada (España) 1954ss
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RTLRevue théologique de Louvain, Faculté de Théologie, Université catholique, Louvain (Belgique) 1970ss
RThomRevue Thomiste, Revue doctrinale de théologie et de philosophie, Publiée par les Dominicains de la Province de Toulouse, (P. Lethielleux, Paris), École de théologie, Toulouse 1893ss
StLiStudia Liturgica, An International Ecumenical Quarterly for liturgical research and renewal, Hilversum (Holland) 1962ss
StPatStudia Patavina, Rivista di Filosofia e Teologia, Seminario Vescovile, Padova 1954ss
Thom.The Thomist, A speculative quarterly review of theology and philosophy, Washington, D.C. [etc.] 1939ss
TKDA*Trudy Kievskoj Duchovnoj Akademii, Kiev 1860ss
XX Siglos*XX Siglos, Madrid 1990ss
ZNW Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft und die Kunde des Urchristentums, Giessen (Alemania) 1900-1920

Nota: Para las citas bíblicas del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento hemos usado y seguido las citaciones de las versiones de las siguientes Biblias: Biblia del Peregrino, EGA-Mensajero, Bilbao 1995, y Biblia de Jerusalén (Nueva), Desclée de Brouwer, Bilbao 1999; que hemos contrastado con las citas del compendio: Conceptos Fundamentales de Teología, dirigido por H. Fries, 4 t., Cristiandad, Madrid 1966-1967. La nomenclatura de siglas que hemos usado y compilado ha sido cuidadosamente escogida del «Índice internacional de abreviaturas para teología y materias afines»: S. M. Schwertner, Internationales Abkürzungsverzeichnis für Theologie und Grenzgebiete [IATG²], Walter de Gruyter, Berlin, New York 1992.

Introducción

«Mystêrion» y «Sacramentum» como concepto y rito

El término sacramento que utilizamos hoy, ha tenido su propia evolución histórica, a través de la cual ha ido adquiriendo el sentido y significado con el que definitivamente se le conoce en la actualidad. Por su parte, el vocablo griego μυστήριον corrientemente usado por la Iglesia oriental, también ha tenido su propio desarrollo histórico hasta alcanzar su significado actual. Así pues, ha sido, a lo largo de toda la vida de la Iglesia en estos dos milenios de historia y en virtud de la reflexión teológica y pastoral, como se ha ido fraguando el concepto de «sacramentum/μυστήριον» para determinar aquellas acciones sagradas que, fundamentadas en la Palabra de Dios y realizadas en el seno de la Iglesia, tienen una finalidad soteriológica y vienen a ser por tanto medios de salvación para el hombre.

Como veremos, el término latino sacramentum procede inicialmente de la traducción más común del vocablo griego μυστήριον, y tanto uno como otro término arrastran tras de sí un amplio espectro de significados y usos prácticos. Así el vocablo latino ha conservado connotaciones del latín precristiano a pesar de que los Padres y antiguos escritores eclesiásticos lo aplicaran a contenidos propios de la nueva fe; también el término griego ha conservado sus connotaciones adquiridas en la antigüedad precristiana y cristiana. Pero aun así nos preguntamos: ¿ha permanecido inmune a ulteriores influencias latinas?, o por el contrario ¿ha recibido ciertas influencias características de la noción «sacramento»?

Según esto, nos proponemos abordar en esta investigación la evolución histórica conjunta de estos dos conceptos, para comprobar hasta qué punto el contenido teológico histórico de ambos puede ser no solo coincidente, sino que también tendremos en cuenta las diferencias que al día de hoy puedan caracterizar a uno y otro concepto. Para ello, nos centraremos brevemente en ver cuáles han sido los significados del término griego en los cultos mistéricos paganos, luego en la influencia del pensamiento filosófico, después en la tradición bíblica testamentaria, así como en la tradición patrística y en los autores eclesiásticos de Oriente y Occidente. Y por último, una vez perfilados estos contenidos, pretendemos averiguar cómo se ha ido dando la configuración lingüística de las dos nociones en el devenir histórico, teológico y litúrgico de estas dos tradiciones eclesiales hasta nuestros días.

Las coincidencias que parecen existir entre estas dos palabras, se están dejando apreciar hoy más que nunca gracias a las investigaciones realizadas –entre otros autores– especialmente por el benedictino Odo Casel (1886-1948) y el movimiento de renovación litúrgica promovido por el Concilio Vaticano II. Todas estas corrientes y tendencias de renovación se han dejado sentir y han tenido su reflejo e influjo especialmente en los diálogos interconfesionales del movimiento ecuménico.

En efecto, las diversas concepciones teológicas que envuelven estas dos palabras comprendidas desde el carácter de signo sacramental que las anima, así como las características propias atribuidas a ambos conceptos, han sido examinadas, debatidas y puestas en común en sesiones, reuniones y diálogos bilaterales y multilaterales entre las múltiples confesiones e Iglesias cristianas que cada vez más están tomando parte, con más fuerza y compromiso, en el diálogo ecuménico oficial y extraoficial.

Capítulo I

El concepto «Mystêrion» en el mundo griego y en la Sagrada Escritura1

1. «Mystêrion» en la concepción pagana del mundo griego y oriental

Cuando en la actualidad hacemos referencia al «misterio» o a cosas misteriosas, enseguida nos llama poderosamente la atención todo aquello que tiene que ver con lo desconocido, lo prohibido, lo secreto, lo oculto o lo enigmático,2 y que va más allá de lo que las ciencias empíricas pueden constatar.

Sin embargo, para el hombre antiguo el misterio era algo que afectaba existencialmente a su propia vida, y que podría elevarla a una dimensión superior, incluso divina. Este sentido de misterio fue derivando hacia específicas prácticas cultuales en las distintas religiones paganas. Del mismo modo, también las connotaciones del misterio se dejaron sentir en la filosofía antigua, cuya intención era introducir a otros en los misterios de la existencia, pero más bien a nivel especulativo-intelectual. Con esto pretendemos mostrar cómo las dos corrientes –la cultual y la filosófica– han ejercido su influjo en la concepción cristiana del mystêrion.

a. El concepto de mystêrion en los cultos mistéricos

Resulta paradójico decir que la misma palabra mystêrion es misteriosa incluso etimológicamente. Todavía no ha sido posible conocer con exactitud la raíz filológica del término. Para G. Bornkamm,3 es bastante probable, aunque no cierto, que el sustantivo mystêrion derive del verbo μύειν, que significa cerrar los labios o la boca, ya que, como muestra P. N. Trembelas,4 son los órganos de transmisión y observación de cosas ocultas, por lo que su significado vendría a ser el de una cosa secreta o algo escondido.

En plural, el término griego «μυστήρια» (mystêria), designa a toda una serie de celebraciones cultuales secretas, y dentro de ellas, especialmente la iniciación, que se extendieron desde el siglo vii aC al iv dC, por Grecia y por el mundo helenístico, generalmente al margen de la religión oficial5. Lo que se representaba en estos cultos mistéricos eran dramas relacionados con la muerte y la resurrección (o sea, la unión del hombre con la divinidad). Para ello se utilizaban los primitivos símbolos de fecundidad, y se bendecían alimentos y bebidas, con la intención de hacer posible la unión directa con la divinidad mistérica.6

Estas celebraciones rituales estaban reservadas a un círculo restringido de iniciados (μύστοι). Su incorporación gradual se realizaba por medio de ritos especiales de iniciación presididos por el mystagogo, que ejercía funciones magisteriales y sacerdotales. A los iniciados se les imponía la obligación absoluta de guardar las reglas del grupo, así como de guardar secreto (disciplina del arcano)7 sobre los detalles de los ritos cultuales. Con la participación en estas prácticas rituales los fieles pretendían obtener la salvación (σωτηρία) y la fuerza vital divina, prometida y garantizada a los iniciados, de esta forma se producía una segregación con respecto al groso de los no iniciados.8

La terminología de los misterios aparece también en la magia, y el término se aplica a la misma acción mágica, a la fórmula y a los medios usados por el mago.9

Otro de los usos lingüísticos es el profano. A partir de la acepción religiosa, mystêrion pasa a designar el secreto íntimo, ya sea a nivel personal, familiar, social, o cualquier otro secreto privado y, finalmente, el secreto en general. A pesar de tales casos excepcionales, el término mystêrion continuó conservando su referencia específica al original secreto religioso.10

Hoy, gracias a las investigaciones realizadas, no se puede sostener la idea de que las primitivas prácticas cultuales cristianas (bautismo y Eucaristía) hubieran podido derivar de estos cultos mistéricos de la religiosidad helenística.11 Ya que no es compatible ni la concepción judía de la historia ni tampoco la unicidad irrepetible del acontecimiento salvífico de Cristo (su muerte y resurrección), con la idea griega del ‘eterno retorno de lo mismo’. Idea surgida de la ley del movimiento cíclico de las fuerzas cósmicas que constantemente oscila entre la decadencia y la restauración (concepción cíclica del tiempo propia del mundo griego), a la que están sometidos tanto los dioses de los misterios como los cultos dirigidos a los mismos.

«Puesto que el misterio cristiano se distingue del mito del eterno retorno de la naturaleza. Cristo en los sacramentos que ha confiado a su Iglesia las acciones salvíficas que Él realizó de una vez para siempre, de forma que ella puede participar en su muerte y resurrección ocurridas una sola vez. La Escritura testifica la participación en su muerte y resurrección, pero el que se cumpla, no quiere decir que su obra salvífica se repita en cada presente; sino que es una participación en dicha obra que ocurrió de una vez y que, sea de la forma que sea, se actualiza para quien recibe el sacramento».12

No obstante, sí podemos apreciar ciertas similitudes comunes entre ambas praxis cultuales, como la pretendida aspiración de conseguir la salvación, así como la bienaventurada pervivencia del alma en el más allá. Aunque también diferencias; estos cultos mistéricos estaban restringidos a unos pocos iniciados. En cambio, el cristianismo es una religión con carácter universal, cuyas prácticas y salvación están abiertas a todo el mundo.

b. «Mystêrion» en el platonismo y en la gnosis13

El significado existencial del vocablo mystêrion que aparecía en los cultos mistéricos es asumido por los filósofos griegos, ya que comparan la búsqueda intelectual de la verdad suprema con el camino de la iniciación mistérica. Esto aparece en El Banquete de Platón, aquí Diotima se presenta como una mistagoga que guía al filósofo en su camino hacia la contemplación del ser puro.14 El acceso de la realidad visible y mudable a la realidad invisible e inmutable equivale a una iniciación mistérica, a una mystagogia, pero la diferencia ahora va más allá del ámbito cultual, centrándose en el ámbito intelectual-gnoseológico como medio para alcanzar la visión de lo divino. En la cosmovisión platónica, las cosas visibles y terrenas son una sombra y una vaga imagen de las Ideas eternas (la Unidad, la Verdad, el Amor, el Bien y la Belleza). El sabio es consciente de la función indicativa y simbólica que tienen las cosas del mundo natural, y todo lo que percibe se convierte en símbolo de la única realidad verdaderamente real, celestial y divina. Pero este lenguaje y la verdad que esconde el símbolo, solo pueden ser captados por unos pocos escogidos de la masa de los profanos, que han sido iniciados en los misterios filosóficos.

La única conexión que se da entre la iniciación mistérica y la filosófica, es su preocupación por alcanzar la visión del ser divino, y con ello, la divinización. Con la diferencia de que ahora, la praxis secreta de los cultos salvíficos es sustituida por doctrinas secretas de la sabiduría verdadera. Lo que llama la atención al filósofo en su búsqueda no es ya la diversidad de dioses o las prácticas rituales ofrecidas a ellos, sino lo único verdaderamente valioso y real, la contemplación del ser divino, invisible e inmutable, a la que se asciende por la escalera de las imágenes visibles.

En la gnosis precristiana, es apreciable la relación combinada que se da entre la filosofía platónica y las prácticas mistéricas, dando lugar a una reinterpretación de los misterios, acomodándolos al mito del hombre celeste. Así pues, el concepto clave de mystêrion se aplica a la comunicación redentora entre el Primer Hombre (Proto-anthropos) celestial y a los hombres «espirituales» (πνευματικόι) que se convierten en una copia viviente y perfecta de aquel Redentor-redimido. Y esta transformación se realiza a través del «nuevo nacimiento», entendido como un proceso de iluminación intelectual y de asimilación vital a ese arquetipo divino.

2. El término «Mystêrion» en el mundo bíblico

a. «Mystêrion» en el Antiguo Testamento

El término mystêrion aparece cuarenta y cinco veces en la Biblia (unas 18 veces en el Antiguo Testamento y veintisiete veces en el Nuevo Testamento), en el Antiguo Testamento aparece solamente en algunos libros tardíos veterotestamentarios del periodo helenístico, en la versión de los LXX (Tob, Jdt, Sab, Eclo, Dn, 2 Mac); tiene como trasfondo el arameo rāz, que designa una «cosa secreta» y que corresponde también al hebreo clásico sōd.15 Aparece referido a los cultos secretos (Sab 14, 15.23) condenados en la Biblia, pero más a menudo se asigna a los significados conocidos del lenguaje profano: los planes secretos del rey, los secretos de guerra, los secretos del amigo… (Tob 12,7.11; Jdt 2,2; Sir 22,22; 27,16s.21; 2 Mac 13,21).16 Entre los escritos que tienen mayor contenido teológico, debemos destacar el libro de la Sabiduría y el libro de Daniel, pues ambos representan respectivamente a la tradición sapiencial y a la apocalíptica.

En cuanto al libro de la Sabiduría, se afirma que los impíos no conocen los secretos de Dios (cf. 2,22), permanecen ocultos para ellos ya que se apartan de Yahweh cuando practican los cultos idolátricos (14,15.23). No obstante, estos misterios de Dios sí pueden ser conocidos, ya que la Sabiduría se los revela a sus discípulos, cuando la invocan y la escuchan (8,19-9,18), y aparece aquí como una personificación (cf. 8,4). De hecho, esa misma Sabiduría es un secreto a revelar: «Os voy a explicar la esencia y el origen de la Sabiduría, no os ocultaré secretos…pondré de manifiesto su conocimiento, sin eludir la verdad» (6,22); y aquel que la conozca podrá alcanzar la inmortalidad (8,13).17

En el libro de Daniel aparece un aspecto completamente nuevo: el mystêrion escatológico. Este secreto escatológico consiste en «lo que sucederá al final de los tiempos» (2,28ss), cuya revelación y explicación solo corresponde a Dios (cf. 2,47). Los medios que Dios utiliza con soberana libertad para revelar estos secretos son: «el sueño y la visión nocturna» (2,18s). Así pues, este misterio, es un anuncio velado de los acontecimientos futuros determinados por Dios, y cuya manifestación e interpretación está reservada solo a Dios, o a los inspirados por su Espíritu (4,9).18

A la vista de los datos expuestos, solo en dos pasajes del Antiguo Testamento (Sab 6,22 y Dn 2) tiene el mystêrion una importancia significativa para nuestro objeto de estudio, ya que aparece como un secreto a revelar que es la Sabiduría misma de Dios, y como acontecimiento futuro, más que como un culto secreto a los ídolos paganos (Sab 14,15.23). Por lo demás, el concepto mystêrion no se refiere en ningún caso a los ritos cultuales o «sacramentos» del Antiguo Testamento, entendidos estos como signos y medios de fe, tales como la circuncisión (Gn 17,1-10), la fiesta del Yon Kippur (Is 1, 18), o la fiesta anual de la Pascua (Ex 12,21; 1 Sm 1,21).

b. «Mystêrion» en el Nuevo Testamento

Cuando el término mystêrion aparece en el Nuevo Testamento es perceptible el influjo apocalíptico y en la mayoría de los casos el uso del concepto conlleva un fuerte matiz escatológico, aquí se presenta ya como un término técnico de teología. En los evangelios sinópticos aparece solo una vez (en Mc 4,11: mystêrion; en Mt 13,11, y Lc 8,10: mystêria), la expresión: «a vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios», y ninguna vez en Jn. Así, en Mc 4,11 el mystêrion aparece en relación con el mensaje escatológico central de la predicación de Jesús, o sea, la llegada del reino de Dios, y por afinidad, con el Cristo mismo, que es el Salvador definitivo enviado por Dios, ya que con su mensaje, su vida y su obra redentora se inició el reino de Dios.

«Aunque aparentemente las diferencias de lenguaje que aparecen en Marcos con respecto a Mateo y Lucas no encierran importancia alguna, según el modo común de sentir; otros opinan, por el contrario, que Mateo y Lucas consideran “los misterios del reino de Dios” como doctrina, mientras que Marcos los considera como acontecimiento y suceso».19

El uso de la palabra mystêrion en los escritos de Pablo está en la misma línea de la literatura apocalíptica, y también en la línea esbozada en los evangelios, de tal modo, que para Pablo designa esencialmente el mismo acontecimiento de Cristo, estando en relación estrecha con el kerigma de Cristo. El Apóstol solo quiere predicar la sabiduría de Jesucristo, el Crucificado, al que identifica con el «misterio de Dios» (cf. 1 Cor 2,1ss; Col 2,2; 4,3). Este misterio de Dios es su designio divino que inicialmente estaba oculto desde los albores de los tiempos (Rom 16,25-27; Col 1,26s); ahora ha sido desvelado por el Espíritu de Dios (cf. 1 Cor 2,10-15), y lo deben proclamar los Apóstoles en cuanto «administradores de los misterios de Dios» (1 Cor 4,1; cf. Ef 3,2s; Col 1,25s), dándolo a conocer a todos los hombres para que lleguen a la salvación (cf. Col 1,28; 1 Cor 2,7).20 Este misterio de la redención de Cristo tendrá como consecuencia última la recapitulación de todas las cosas en Cristo (Ef 1,10).

La novedad de la teología de Pablo es que rompe definitivamente con la tendencia a la segregación elitista y de la salvación exclusiva ofrecida por los cultos mistéricos. Además, el mystêrion que anuncia no impone ninguna ley de silencio; sino todo lo contrario, es algo público, está abierto y es accesible a todos los hombres. De hecho, el Apóstol incluye en esta proclamación de la nueva sabiduría de Cristo, a todos los hombres de la raza, condición y género que sean, puesto que todos tienen cabida en Cristo (cf. Ef 3,4ss; Gal 3,28).

En el libro del Apocalipsis, el término mystêrion tiene en general un sentido similar al concepto que aparece en san Pablo (Ap 17,5; 10,7), mientras que en otros dos pasajes (Ap 1,20; 17,7) se refiere al significado terreno de los símbolos misteriosos.21

Esta exposición exegética de los diversos significados de mystêrion hallados en el Antiguo y Nuevo Testamento, es comúnmente admitida, y por consiguiente, tiene un valor normativo y vinculante para cualquier teología dogmática (ya sea occidental u oriental), sin que se aprecien grandes diferencias en cuanto a su interpretación.22

A la luz de todos estos datos, podemos concluir que en cuanto a la aplicación del concepto mystêrion en la Sagrada Escritura, estamos de acuerdo –junto con P. N. Trembelas (1886-1977)– en mantener que en ningún lugar tiene el sentido de un rito sagrado, que transmite la gracia invisible del Espíritu Santo de una manera que sobrepasa nuestra percepción.23 Pues el término mystêrion no se aplica en ningún caso en el Nuevo Testamento al rito bautismal, ni a la cena eucarística, u otras acciones cultuales. Quizás, este silencio se deba a la lucha encarnizada por defender los sacramentos cristianos de los cultos mistéricos paganos, catalogados de idolátricos e inmorales. Esto quiere decir que el uso que le damos hoy día a este término, en palabras de Jüngel, «no corresponde al uso lingüístico del Nuevo Testamento, si bien no lo contradice».24

1 Seguimos casi en su totalidad con su aparato crítico nuestro estudio J. M. Fernández Rodríguez, Evolución del concepto «mystêrion» en la tradición de la Iglesia oriental: Proyección LVI 233 (2009) 169-191, esp. 170-174.

2 Hacemos alusión aquí, a todo aquello relacionado con las «ciencias ocultas»: esoterismo, brujería, magia negra o blanca, quiromancia, radiestesia, fenómenos paranormales (parapsicología, psicofonías, psicoimágenes), demonología (culto a Satán), numerología, enneagrama, etc.

3 G. Bornkamm, μυστήριον, en: ThWNT-TI VII, Brescia 1971, cols. 645-716.

4 Así nos lo explica P. N. Trembelas, Dogmatique de l’Église orthodoxe catholique III, Chevetogne Bruges 1968: «El sentido original de la palabra mystêrion, derivada indirectamente del verbo μύειν (mŷein, el cerrar los ojos y la boca como órganos de transmisión y observación de cosas ocultas), es el de una cosa escondida o secreta, tal como lo han empleado los clásicos» (esp. p. 18). Cf. R. Hotz, Los sacramentos en nuevas perspectivas, p. 62, nota 9.

5 En el Próximo Oriente hubo cultos mistéricos en torno a las figuras de Demeter en Eleusis, Astarté en Fenicia, Adonis en Siria, Isis y Osiris en Egipto, Mitra en Persia… Cf. M. Schmaus, Teología Dogmática VI. Los Sacramentos, Madrid 1961, pp. 28-29; cf. también K. Prümm, Mysterien, en: LThK VII (²1962) cols. 717-720; un estudio similar M. Hutter, Mysterienreligionen, en: LThk VII (³1998) cols. 572-575; y G. Bornkamm, μυστήριον, en: ThWNT-TI VII (1971) cols. 645-716.

6 Cf. Th. Hopfner, Mysterien, en: A. Fr. von Pauly – G. Wissowa – W. Kroll, en: PRE XXXII, Stuttgart 1935, cols. 1324-1326, y 1329-1331; cf. R. Hotz, Los sacramentos en nuevas perspectivas, pp. 30-31.

7 Sobre el significado del término «arcano» y lo que implicaba su disciplina, confróntense varios estudios: P. Batiffol, Arcane, en: DThC I~2, Paris 1909, cols. 1738-1758; E. Vancandard, Arcane, en: DHGE III, Paris 1924, cols. 1497-1513; G. Bardy, Arcane, en: DDC I, Paris 1935, cols. 913-922; Íd., Arcane, en: Cath. I, Paris 1948, cols. 763-765.

8 Cf. R. Schulte, Los Sacramentos de la Iglesia como desmembración del sacramento radical, en: Mysterium Salutis (en adelante MySal) IV/2, Madrid 1975, pp. 53-158, esp. p. 79.

9 Cf. R. Schulte, Los Sacramentos, en: MySal IV/2, p. 79, y A. González Dorado, Los sacramentos del Evangelio, Bogotá 1988, p. 45.

10 Íd., nota anterior; y cf. también R. Arnau-García, Tratado general de los Sacramentos, p. 38.

11 Se ha llegado a demostrar la independencia esencial y genética del origen de los sacramentos cristianos con respecto a las religiones mistéricas (helenísticas y paganas). Con todo, respecto a las religiones paganas, los teólogos y escritores católicos opinaban que no se daba una dependencia sustancial y genérica, sino que más bien, existía una dependencia accidental y material o de forma. Esta fue la postura que sostuvo Odo Casel, Religiosgeschichte und Liturgiewissenschaft: JLW XIV (1934) 197-224; y la que continúa sosteniendo casi en nuestros días Hugo Rahner, Griechische Myten in christlicher Deutung, Zürich 1954. Véase una exposición detallada del conflicto en R. Arnau-García, Tratado general, pp. 54-61. Para una mejor y más amplia recensión de las publicaciones acaecidas sobre estas investigaciones, ver L. Allevi, Misterios paganos y sacramentos cristianos, Barcelona 1961; y cf. también Íd., I misteri pagani e i sacramenti cristiani, en: Problemi e orientamenti di Teologia Dommatica II, a cura della Pontificia Facoltà Teologica di Milano, Marzorati, Milano 1957, pp. 751-774.

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