Kitabı oku: «Tierra y colonos»

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TIERRA Y COLONOS

LA GESTIÓN AGRARIA DEL HOSPITAL GENERAL

DE VALENCIA (1780-1860)

José Ramón Modesto Alapont

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

Este trabajo recoge las líneas generales de la Tesis Doctoral presentada en la Universitat de València bajo el título Crisis y transformación en la gran propiedad rentista valenciana. La gestión agraria del Hospital General de Valencia (1780-1860) dirigida por D. Jesús Millán a quien le doy las gracias por su acompañamiento, confianza y generoso esfuerzo. El tribunal estaba formado por D. Lluís Torró, D. Salvador Calatayud, D. Enric Tello, D. Ricardo Robledo y D. Ramon Garrabou en calidad de Presidente. A todos ellos mi más sincero agradecimiento por sus sugerencias que ayudaron a enriquecer esta investigación.

Este libro obtuvo el Premi Senyera de Investigaciones Históricas (2005) concedido por el Ayuntamiento de Valencia.


Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, foto químico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el per miso previo de la editorial.

© José Ramón Modesto Alapont, 2008

© De esta edición: Universitat de València, 2008

Coordinación editorial: Maite Simón

Fotocomposición y maquetación: Inmaculada Mesa

Cubierta:

Imagen: Misa en la ermita, de José Benlliure.

Museo de Bellas Artes de Valencia. Colección Real Academia de San Carlos.

Diseño: Celso Hernández de la Figuera

Corrección: Pau Viciano

Realización ePub: produccioneditorial.com

ISBN: 978-84-370-6894-7

A Elvira, mi mujer, y a Irene y Jorge, mis hijos.

A quienes este trabajo ha robado demasiado tiempo

y con quienes estoy en deuda por su generosidad.

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

DEDICATORIA

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

I. EL HOSPITAL GENERAL COMO INSTITUCIÓN

1. EL HOSPITAL GENERAL: UNA INSTITUCIÓN DE BENEFICENCIA

2. LOS INGRESOS

3. LAS RENTAS FIJAS

II. EL HOSPITAL COMO PROPIETARIO DE TIERRAS

1. ORIGEN DEL PATRIMONIO Y VÍAS DE ACUMULACIÓN Y PÉRDIDA

2. EVOLUCIÓN DEL PATRIMONIO: UN LLAMATIVO PROCESO DE ACUMULACIÓN

III. EL HOSPITAL COMO RENTISTA

1. UN PATRIMONIO EXCLUSIVAMENTE RENTISTA

2. MARCO LEGAL Y CONTRACTUAL DEL ARRENDAMIENTO DE TIERRAS

3. LA RACIONALIDAD ECONÓMICA DEL ARRENDAMIENTO

4. LA COSTUMBRE Y LA «ECONOMÍA MORAL»

5. LA GESTIÓN DEL PATRIMONIO: LOS ADMINISTRADORES

IV. LA EVOLUCIÓN DE LOS INDICADORES Y LA COYUNTURA ECONÓMICA: PRECIOS, RENTA Y ENDEUDAMIENTO

1. LOS PRECIOS AGRARIOS

2. LA RENTA Y EL ENDEUDAMIENTO

2.1 Las series del regadío

2.2 Las series del secano

3. LAS DIFERENTES COYUNTURAS ECONÓMICAS

3.1 El fin del crecimiento (1780-1807)

3.2 La profunda crisis agraria (1808-1840)

3.3 La recuperación (1840-1860)

4. ALGUNAS CONCLUSIONES EN TORNO A LA EVOLUCIÓN DE LA RENTA

V. CRISIS AGRARIA Y CAMBIO EN L’HORTA DE VALÈNCIA*

1. LA DIVERSIDAD DEL ESPACIO AGRARIO DE L’HORTA DE VALÈNCIA

2. DOS TIPOS DE EXPLOTACIONES

3. DOS FORMAS DE GESTIÓN DIFERENTES EN LOS AÑOS FINALES DEL SIGLO XVIII

4. EL CRECIMIENTO DE LA RENTA Y LAS RESISTENCIAS DE LOS COLONOS (1780-1807)

5. LA CRISIS AGRARIA EN L’HORTA (1808-1840)

5.1 La crisis en las pequeñas parcelas

5.2 La crisis en las grandes parcelas de l’Horta

5.3 Una vía de transformación e intensificación

6. EL PERIODO DE RECUPERACIÓN: ABOLICIÓN DEL DIEZMO, ESTABILIDAD Y CONTINUIDAD

VI. CRISIS Y TRANSFORMACIÓN EN EL REGADÍO DE LA POBLA DE VALLBONA (CAMP DE TÚRIA)

1. LAS EXPLOTACIONES DEL HOSPITAL

2. LAS TIERRAS DEL HOSPITAL ANTES DE LA CRISIS

3. LA CRISIS: ENDEUDAMIENTO, PLEITOS Y SUBDIVISIÓN DE LAS EXPLOTACIONES

4. EL PROBLEMA DEL DIEZMO

5. RECUPERACIÓN Y TRANSFORMACIÓN

VII. LOS INICIOS DEL NARANJO EN LA RIBERA DEL XÚQUER: LA TANCADA DE SAN ANTONIO

1. LOS PRIMEROS AÑOS DE EXPLOTACIÓN DE LA TANCADA

2. LA INTRODUCCIÓN DEL CULTIVO DEL NARANJO

3. EL USO DE SUBASTAS Y LA PRESENCIA DEL SUBARRIENDO

4. LA EVOLUCIÓN DE LOS CULTIVOS: DE LA MORERA AL NARANJO

5. EL INICIO DE LAS DIFICULTADES Y LAS MODIFICACIONES EN LA GESTIÓN

6. UN NUEVO FRACASO DE LA OPCIÓN POR EL GRAN ARRENDATARIO

7. LA CONSOLIDACIÓN DEL NARANJO Y LAS NUEVAS PLANTACIONES

8. MEJORA ECONÓMICA PERO CON DIFICULTADES

VIII. LA EXPERIENCIA DEL SECANO EN EL CAMP DE MORVEDRE: LA ALQUERÍA DE GURRAMA

1. LA ALQUERÍA DE GURRAMA: UN EJEMPLO DEL POLICULTIVO DE SECANO

2. EL ÉXITO DE LA EXPLOTACIÓN Y LAATENTA ORIENTACIÓN DEL PROPIETARIO

3. LA CRISIS: TARDÍA PERO IMPLACABLE

4. LA ORIENTACIÓN VITÍCOLA Y LAS DIFICULTADES DE RENOVACIÓN

5. LAABOLICIÓN DEL DIEZMO EN GURRAMA: UN CIERTO MARGEN DE APROPIACIÓN PARA EL PROPIETARIO

IX. LAS ZONAS MARGINALES DEL PATRIMONIO: LAS HUERTAS DE ALGEMESÍ Y LOS ARROZALES

1. LAS TIERRAS DEL HOSPITAL EN ALGEMESÍ: UN ESPACIO MARGINAL

1.1 Las tierras de Algemesí

1.2 Los problemas de explotación y la crisis agraria (1790-1843)

1.3 La recuperación en las tierras de Algemesí

2. LAS DIFICULTADES DE EXPLOTACIÓN EN LAS TIERRAS DE ARROZ

2.1 Los problemas para aterrar las parcelas y el subarriendo

2.2 Los problemas con el agua

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS DOCUMENTALES

APÉNDICE

PRÓLOGO

Mucho y de calidad se ha publicado en los últimos años sobre la crisis del Antiguo Régimen y la implantación del capitalismo agrario en el País Valenciano. Con ello disponemos de un conocimiento bastante más sólido y preciso de este complejo proceso, superando así los esquemáticos y simplistas planteamientos iniciales. Estos trabajos han mostrado que el mundo rural valenciano a fines del Antiguo Régimen no se podía reducir a unas organizaciones sociales resultado de una mera polarización entre señores y campesinos. Si bien el señorío y el privilegio y determinadas formas de cesión de la tierra como la enfiteusis, continuaban marcando profundamente la sociedad valenciana ya no eran el único, ni probablemente el instrumento principal de estructuración del mundo rural valenciano. La propiedad burguesa y parcialmente la antigua clase propietaria feudal, que conjuntamente controlaban una buena parte de la tierra, se orientaron hacia nuevas formas de explotación del trabajo campesino y fue emergiendo una estructura agraria más compleja y marcada profundamente por la presencia de una masa importante de campesinado sin tierra dispuesto o forzado a contratarse como cultivador. Así surgieron nuevas relaciones entre los grupos oligárquicos que controlaban una porción importante de la tierra disponible y una masa importante de campesinos sin tierra. Conocer estas estructuras sociales y su funcionamiento a fines del Antiguo Régimen resulta crucial para la comprensión de las formas específicas de desarrollo del capitalismo agrario en el País Valenciano.

El interés del libro de José Ramón Modesto está precisamente en que nos aporta una nueva visión de la estructura de clase del mundo rural de las comarcas centrales del País Valenciano, en particular de la emergencia de un potente grupo de pequeños arrendatarios, de su funcionamiento y de su evolución durante una etapa decisiva de la implantación del capitalismo agrario, fines del siglo XVIII-mediados siglo XIX. La explotación laboriosa e inteligente de una fuente extraordinariamente rica como la documentación del Hospital General de Valencia permite analizar desde nuevas perspectivas la historia del campesinado no propietario dominante en las comarcas analizadas. No es la primera vez que se utilizan los archivos patrimoniales y conviene recordar que una buena parte de los avances de nuestros conocimientos sobre la transición se han alcanzado mediante la utilización de este tipo de fuentes, pero en pocas ocasiones contenían la cantidad y la calidad de información sobre este grupo social como en este caso.

A menudo se ha atribuido a este tipo de grandes propietarios privilegiados una actitud poco eficiente por el hecho de actuar como meros rentistas, de desatender la explotación directa y de ceder en arrendamiento a pequeños agricultores el cultivo de sus tierras. El autor nos muestra la lógica de esta opción preferente por el arrendamiento en el contexto de la agricultura valenciana del momento. El marco legal le garantiza la plena disposición de la propiedad y unos derechos de propiedad consolidados y evita los problemas de control y supervisión que comportaría la explotación directa de un patrimonio tan disperso y extenso. A pesar de que el contrato es a corto plazo en la práctica se tiende a estabilizar al colono en la parcela con lo que se evita la degradación patrimonial y con frecuencia se consigue implicar al colono en las inversiones necesarias para el mantenimiento y mejora del potencial productivo de la parcela arrendada (infraestructuras de regadío y reposición y plantación del arbolado principalmente), aunque en algunas ocasiones las tiene que asumir el propietario. Como contrapartida el propietario percibe una renta monetaria cuyo nivel dependerá del tipo de cultivo, de la calidad del regadío y del nivel de competencia entre colonos. Es interesante la observación del autor de que los administradores Hospital asumen el principio de que la renta exigida debía basarse en el justiprecio y que debía tener un cierto grado de moderación si se quería evitar conflictos y tensiones.

Además de las informaciones sobre el comportamiento del propietario resultan de gran interés las aportaciones del autor sobre el precio de la tierra, la renta monetaria que genera y rentabilidad del capital. Dado la escasa información disponible sobre estos parámetros fundamentales de cualquier agrosistema, las estimaciones que los peritos del Hospital realizaron en 1820 sobre precio de las distintas parcelas y la renta que podía esperar tienen un enorme interés. A partir del análisis exhaustivo de estos datos el autor nos muestra un primer hecho significativo: profundas diferencias tanto en el precio de la parcela como en la renta. Por ejemplo en la vega de Valencia el precio de una hanegada de tierra oscila en los años veinte del siglo XIX entre un máximo de 266-200 libras por hanegada y un mínimo de 70-45 libras y la renta puede variar entre las 7-8 libras hanegada y las 2-3 libras. Un diferencial parecido se encuentra en las otras comarcas aunque sin alcanzar niveles tan elevados como en la vega. El capital invertido en la compra de una parcela da una rentabilidad similar en todas las comarcas estudiadas y oscila entre el 3-4 %. Sólo algunas parcelas de arrozal se obtienen rentabilidades superiores que pueden alcanzar hasta un 7 %. Pero no se queda en esta constatación, atribuyéndola a las imperfecciones del mercado sino que lejos de cualquier planteamiento simplista el autor muestra la complejidad de factores que interactúan, sin que ninguno de ellos pueda considerare como determinante. En un contexto de fuerte demanda de tierras y oferta limitada por la importancia de la propiedad amortizada y privilegiada, la cercanía de los mercados y de los núcleos de población, el peso de las cargas señoriales, la eficiencia del regadío y el tipo de cultivo suelen tener un peso importante en la formación de los precios de la tierra, pero no todos ellos inciden de la misma manera. Por ejemplo, la distancia no acostumbra a ser determinante, mientras que tipo de cultivo y de forma especial la dotación adecuada de recursos hídricos, juegan un papel fundamental. Así, para el autor, la renta vendría infl uenciada por un conjunto de condicionamientos sociales y físicos que definiría el margen que puede soportar cada colono. La renta alcanzaría lo que el colono esta dispuesto a pagar en función de una serie de factores, pero existen tres variables principales: el tipo de cultivos, la mayor disponibilidad y competencia de los cultivadores en condiciones de arrendar tierras y el control y seguridad sobre el riego.

La recopilación y elaboración de series sobre la renta y los niveles de endeudamiento o impago de una muestra representativa de parcelas del conjunto del patrimonio para un período de cambios profundos como fue 1780-1859, tienen también un enorme interés. El análisis de estas variables (renta y atrasos) que constituyen indicadores fundamentales de un sistema agrario articulado en torno a la gran propiedad y colonos permiten al autor plantear desde nuevas perspectivas y de forma más compleja la interpretación convencional del proceso de la crisis del Antiguo Régimen y la transición hacia el capitalismo agrario. El equilibrio alcanzado en las últimas décadas del siglo XVIII entre la propiedad que impuso una importante elevación de la renta nominal y los colonos que aceptaron estas alzas empezó a romperse desde principios del siglo XIX. Dificultades en los mercados, conflictos bélicos e incremento de la presión fiscal provocaron un estancamiento en la renta y acabaron creando problemas a los colonos con procesos de endeudamiento, retraso en los pagos e intentos de embargos y desahucios. A partir de los años veinte, a pesar de que continuó la situación de endeudamiento del campesinado y actuaciones judiciales y expulsiones se optó por la rebaja de la renta nominal, el alargamiento de los contratos y de hecho la tácita reconducción. La evolución de la renta se convierte en un poderoso instrumento para conocer mejor la fase depresiva de la agricultura, todavía mal conocida al mostrar cómo afectó a propietarios y cultivadores y las respuestas que ambos le dieron. A partir de fines de 1836-40 las series de la renta tienden a estabilizarse y a la altura de los años cuarenta registran un ligero incremento, coincidiendo con una disminución del endeudamiento y los retrasos en el pago, atribuible a la abolición de las cargas señoriales y a la recuperación de los mercados.

Finalmente me referiré a la aportación en mi opinión más innovadora, la que estudia la actuación de los colonos y los principios que la regían. Mediante una inteligente utilización de las fuentes, el autor consigue reconstruir la formación y la práctica social de este colectivo desvelando cómo operan factores que van mas allá de los elementos estrictos del contrato. La naturaleza jurídica del contrato de arrendamiento es sin duda importante y por ello es analizada atentamente, pero lo que cuenta, lo que da especificidad y define a este colectivo es el marco de relaciones sociales en donde se inserta el contrato y sobre todo cómo en su definición resulta decisiva la confrontación-negociación con la clase propietaria. También resulta innovador en el panorama historiográfico español la importancia que concede el autor a la existencia de actitudes reiteradas y conflictivas que, en la práctica, influían en la aplicación de este tipo de contratos. En la perspectiva thompsoniana rescata de la documentación evidencias de una economía moral que guiaba la actuación de los colonos. El justiprecio de la renta y la estabilidad en la tenencia, siempre que se cultivara a uso y costumbre de buen labrador, eran sus elementos más importantes y cuando se violaban, por ejemplo ante un desahucio o con alza de la renta considerada excesiva y alcanzada con la subasta, aquellos principios y normas eran utilizados por los labradores, para reclamar una rebaja de la renta o para rechazar al nuevo colono. Esto no implica que no se dieran alzas de la renta ni interrupciones en el arrendamiento. Como hemos visto anteriormente la renta nominal creció de forma significativa entre las últimas décadas del siglo XVIII y la guerra de la Independencia y también se practicó la subasta y hubo más de un desahucio a pesar de la existencia de unos principios morales-económicos ya que su aplicación dependía de la cohesión social y de la capacidad colectiva para hacerlos cumplir, y probablemente fueron factores importantes para reducir la renta y estabilizar la situación en las décadas inmediatas. Poner de manifiesto estos principios de economía moral permite también superar las visiones simplistas tan frecuentes que presentan a los colonos como víctimas pasivas de unas relaciones de explotación impuestas por la gran propiedad. El monopolio de los derechos de propiedad sobre la tierra de una minoría generaba una explotación del trabajo campesino sin duda alguna, pero la capacidad de explotación de la clase propietaria se veía limitada por lo que estaba dispuesto a aceptar el campesinado y estos límites los fijaba lo que se consideraba moralmente justo. Cada parcela tenía una renta que se consideraba justa y si se superaba se pedía que los peritos certificaran que transgredía una norma aceptada por la comunidad. Este análisis del colonato enriquece nuestro conocimiento sobre la dinámica del mundo rural en la fase final del Antiguo Régimen y también ilumina la forma específica de desarrollo del capitalismo agrario tras la abolición del régimen señorial. En particular quería referirme a uno de los episodios que marcaron la zona de la vega de Valencia durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando el colonato rechazó el aumento de la renta y la no renovación del contrato, alegando que tenían derechos históricos para transmitir a sus descendientes el uso de la parcela. Esta actitud del campesinado provocó un profundo malestar entre los propietarios de la vega valenciana que consideraban que cercenaban sus derechos de propiedad, que precisamente el nuevo orden liberal se comprometía a defender. A pesar de que no existiera una base legal para mantener este comportamiento, el campesinado resistió durante décadas y al final buena parte de ellos accedió a la propiedad a principios del siglo XX. Parece indiscutible que la capacidad de resistencia del campesinado tuvo mucho que ver con la cohesión social que generaba los principios de una economía moral.

RAMON GARRABOU

INTRODUCCIÓN

Un mapa del Reino de Valencia realizado en París en 1838 definía a los valencianos de esta manera en su leyenda:

Los valencianos son vivos e industriosos. La agricultura la han elevado al más alto grado de esplendor, y nunca descuidan nada de lo que creen deber mejorarla. (...) Es difícil acreditar más arte y desenvolver más industria que los valencianos para el cultivo de sus fértiles campiñas, y especialmente para el riego. Las más pequeñas fuentes están puestas en contribución y los ríos caudalosos están divididos en innumerables canales o acequias que serpentean al través de un terreno nivelado con tanto arte que no conserva más humedad que la que puede contribuir a su fertilidad.[1]

El apunte es una clara muestra de cómo el cultivo de la tierra ha condicionado durante siglos la imagen que proyectamos a quienes nos observan desde fuera, e incluso la visión que los valencianos tenemos de nosotros mismos. No debe resultarnos extraño si tenemos en cuenta que la sociedad valenciana ha sido hasta hace escasas décadas eminentemente agraria y el cultivo de la tierra definió durante siglos nuestra identidad.

En un momento en que la tierra desaparece progresivamente del entorno cotidiano, nuestra intención es contribuir a revisar una parte de la imagen que los valencianos tenemos de nuestro pasado agrario, lo que en el fondo no es más que intentar reconstruir un pequeño fragmento de nuestra memoria colectiva y conocer algo que forma parte de nuestra personalidad histórica.

Uno de los debates que mantienen los historiadores acerca del desarrollo de la agricultura contemporánea gira en torno al papel que el cultivo de la tierra jugó en el reducido desarrollo económico español del siglo XIX. El núcleo del problema sería responder cómo contribuyó el funcionamiento de la agricultura a que nuestro país se retrasara en su proceso de industrialización con respecto a otros países europeos que progresaron más rápidamente.[2]

Este amplio debate tiene una versión valenciana. Antes de los años ochenta la interpretación historiográfica más extendida en el País Valenciano partía de una visión que podríamos tildar de «pesimista». La visión del crecimiento agrario del siglo XVIII y XIX, que en el marco valenciano es innegable, estaba dominada por el atraso. En esta consideración tenía mucha influencia los planteamientos con los que se analizaba el siglo XVIII y el resultado final de la crisis del Antiguo Régimen. La estructura del sistema social en el siglo XVIII, dominada por la supuesta dureza del régimen señorial valenciano, que tras la expulsión de los moriscos se habría remodelado a favor de los señores feudales, y la presencia de una burguesía poco desarrollada, dieron lugar a una transición desde el Antiguo Régimen que adquiría en el País Valenciano unos rasgos propios. Esta transición estaría dominada por las llamadas pervivencias feudales y el ejercicio del control social por parte de los antiguos señores y una burguesía poco emprendedora y de escaso espíritu empresarial, que se parapetaba en algunas formas de explotación heredadas del Antiguo Régimen. La revolución burguesa sólo habría traído reformas legales que difícilmente habrían remodelado el peso social de las élites, situando en el poder a una burguesía agraria rentista, poco innovadora y con escasa mentalidad capitalista. El peso de las prestaciones feudales a lo largo del XVIII y el lastre de una clase burguesa poco dinámica, que se resguardaba para consolidar su posición en los mecanismos de la renta y el absentismo, habrían obstaculizado la dinámica económica, de forma que la agricultura no habría ejercido como el motor necesario para la industrialización. El escaso espíritu empresarial de las élites sociales surgidas de la revolución, que utilizaban formas poco capitalistas en el espacio agrario, produjo que la agricultura absorbiera un conjunto de esfuerzos y capitales que habrían impedido que el crecimiento desembocara en un proceso de industrialización. La evolución del sector agrícola, con sus debilidades e incoherencias, habría dificultado el desarrollo de un modelo de capitalismo agrario que propiciara el salto a la industrialización tal y como se había producido en las sociedades más avanzadas de Europa.[3]

Esta visión de conjunto fue puesta en tela de juicio a partir de los primeros años ochenta con las aportaciones de una nueva generación de historiadores. Sus estudios cuestionaron el peso del sistema feudal valenciano, el papel que tuvo la llamada refeudalización tras la expulsión de los moriscos y pusieron el acento sobre el crecimiento agrario del XVIII, que tenía incluso su vertiente protoindustrializadora en la seda y, como se ha visto actualmente, también en otros sectores.[4] El siglo XVIII, especialmente en sus décadas centrales, había visto surgir una agricultura de fuerte raigambre comercial que había tenido en el desarrollo de la morera y el arroz y en la extensión del regadío algunos de sus síntomas más claros (Peris Albentosa, 2004). Además, el crecimiento agrario estaba acompañado por un importante dinamismo en los sectores comerciales donde la burguesía se mostraba cada vez más como un sector alejado de la debilidad que se le atribuía (Franch, 1986).

Junto a la visión del siglo XVIII, se revisó la transición al capitalismo y el efecto del conjunto de reformas propiciado por la revolución burguesa, que mostraba cada vez más sus efectos realmente revolucionarios. En los términos de señorío, en ocasiones al margen de las vías legales, los privilegios señoriales de base jurisdiccional fueron profundamente erosionados hasta el punto que los grandes señores desaparecieron de la cúspide social, al no haber establecido sobre sus territorios feudales derechos de propiedad. La fuerte oposición antiseñorial, ejercida en ocasiones por las oligarquías locales de terratenientes o enfiteutas, les impidió ampliar las bases de su dominación más allá del poder que tenían como señores. Esto se tradujo en que no pudieron mantener tras la revolución más propiedad sobre la tierra que la que habían ejercido como propietarios plenos o como poseedores de dominios útiles antes de la crisis del Antiguo Régimen. El mismo proceso de deslegitimación que los derechos jurisdiccionales sufrieron los dominios directos de la enfiteusis, que fueron también abiertamente erosionados en su pago efectivo o en ocasiones desaparecieron sin indemnización.

El resto de las transformaciones legales ayudaron a provocar en el País Valenciano una profunda renovación social, que la historiografía está evidenciando cada vez más. La desaparición de las viejas familias aristocráticas de señores se acompañó del mantenimiento de los sectores de terratenientes y enfiteutas que no vieron su propiedad cuestionada, entre los que se encontraba también un importante sector de la pequeña nobleza que había basado sus estrategias económicas en la propiedad de la tierra. Pero a estos grupos, que ya tenían un importante peso anterior, se incorporaron nuevos sectores sociales que utilizaron los mecanismos que la revolución puso a su alcance para incorporarse al mercado de la tierra. La desvinculación y desamortización ayudó a consolidar esos nuevos ascensos sociales. Permitió a sectores provinentes de diferentes ámbitos (comerciantes, profesionales liberales, etc.) o a algunos labradores bien situados afianzar sus posiciones a través de la compra de bienes desamortizados. El cambio social había sido mucho más profundo, al menos en el País Valenciano, de lo que se suponía en un principio (Millán, 1996 y 2001).

Pero quizá el golpe más duro a la interpretación que se basaba en el atraso lo dio el trabajo de Ramon Garrabou Un fals dilema, que suponía una profunda innovación historiográfica (Garrabou, 1985). El autor proponía una nueva concepción del desarrollo agrario valenciano en el siglo XIX que fijaba la atención en algunos aspectos que manifestaban un importante dinamismo en el sector. Si bien existían ciertos aspectos del crecimiento desarrollado en la segunda mitad del XIX que evidenciaban algunos rasgos de atraso (escasa presencia de la ganadería, mantenimiento del barbecho, el fuerte peso de los cereales, escasa difusión de algunas innovaciones tecnológicas, etc.), otros elementos constataban un fuerte dinamismo en la agricultura. La estructura social heredada de la revolución y los condicionantes medioambientales del entorno habían hecho que el desarrollo del capitalismo valenciano transcurriera por vías distintas a los modelos europeos considerados más eficientes, pero era necesario tener en cuenta que partíamos de unas condiciones físicas y de una experiencia histórica muy diferente.

Para Garrabou, la agricultura mediterránea tenía unos rasgos concretos, por lo que su peculiar vía de crecimiento no podía ser similar a los modelos europeos. Y estos rasgos mostraban un sector agrario con un intenso dinamismo y que había incorporado con bastante agilidad las innovaciones que en el contexto económico y social podían resultar rentables. El esfuerzo considerable en la extensión del espacio regado, a través del aprovechamiento cada vez más eficaz de las aguas superficiales y del uso de nuevas técnicas de extracción de aguas subterráneas, el uso de técnicas de cultivo cada vez más complejas y evolucionadas, la profunda renovación de la orientación comercial de los cultivos, la aparición de nuevos cultivos de amplia difusión con cierta rapidez, etc. habían configurado una vía peculiar de desarrollo del capitalismo agrario. En particular, el caso valenciano se caracterizaba por la especialización en cultivos arbustivos y arbóreos en el secano (viña y algarrobo), por la intensificación del trabajo, el aprovechamiento del agua, la especialización de las zonas de regadío en hortalizas, frutas y arroz y la implantación progresiva del naranjo, inicialmente en las nuevas tierras regadas. Pero añadía el autor que las bases de este crecimiento no eran nuevas. El crecimiento del siglo XIX era una reorientación de la vocación comercial y de muchos mecanismos que ya estaban presentes en el mundo agrario valenciano desde hacía tiempo, especialmente desde las décadas centrales del siglo XVIII.[5]

Como reconocen algunos especialistas, desde la aparición de Un fals dilema se ha profundizado en el modelo, pero no se ha modificado la idea general (Calatayud y Mateu, 1996). En lugar de continuar buscando las insuficiencias o las diferencias con respecto al modelo considerado «desarrollado», una parte de la historiografía posterior ha intentado profundizar en explicar en su contexto las transformaciones producidas, conformando un modelo de economía periférica europea de carácter mediterráneo. Además, se ha intentado ligar estas transformaciones a los cambios sociales evidenciados por la investigación y a nuevos enfoques del modelo industrializador que también se alejan del de nuestros vecinos del norte.[6]6 Este modelo no deja de reconocer que el crecimiento y el dinamismo se ejercieron dentro de unos límites claros, tanto en el ritmo como en la profundidad de los cambios, pero es bastante más «optimista» en sus valoraciones en función de lo que considera sus opciones reales.