Kitabı oku: «Hermandad global », sayfa 2
A la vez, este encuentro de la Iglesia con el mundo ha de ser permanente, porque somos historia. La relación de alteridad no se realiza de una vez «para siempre», sino que hay que mantenerla «durante» toda la existencia, en cada situación histórica; permanentemente. Porque la Iglesia está en el mundo, y todo lo que hay y ocurre en el mundo le importa y le afecta. Su misión evangelizadora se realiza en servicio y diálogo con la humanidad. La historia aporta novedades positivas y también sombrías; junto con todas las personas de buena voluntad, las personas cristianas habremos de celebrar con gozo las primeras y transformar las segundas con parresía: «Desde este Pentecostés eclesial [el Concilio Vaticano II], la mirada sobre ese mundo será siempre muy otra y constituirá una continua invitación a transformarlo audaz y creativamente según el sueño de Dios» 22.
Y, por último, la eficacia de la propia sacramentalidad de la Iglesia solo es posible en el ejercicio de su alteridad compasiva con el mundo. Solo es signo eficaz cuando se comprende y se sitúa en medio de la realidad humana, afectada por ella y en cooperación servicial hacia ella y con ella. La Iglesia deja de pretenderse idéntica al Reino o como realización de la salvación misma, y se comprende como sacramento de salvación, como signo efectivo y vigoroso –entre otras personas y junto con ellas– con la especificidad de transparentar la presencia de Jesucristo, salvador en medio del mundo.
Así establece una nueva «relación para con el mundo en la modernidad, dejando a un lado la consigna del extra Ecclesiam nulla salus. […] Parte de una consideración del misterio de Dios, que no se detiene en los límites de la Iglesia, sino que los rebasa. Esa salvación acontece también fuera y antes de que llegue la Iglesia» 23. Tendríamos que enmendar aquella sentencia del obispo san Cipriano de Cartago –quien mantuvo también una controversia con Esteban, el entonces obispo de Roma 24– y reescribirla así: Extra Ecclesiam etiam salus (Fuera de la Iglesia también está la salvación, o bien: Incluso fuera de la Iglesia hay salvación).
Quedaban, en fin, pendientes de nuevo tratamiento los temas ya clásicos 25. Las personas y comunidades empobrecidas, las excluidas, las víctimas de toda injusticia, cuyo tratamiento estuvo en los debates conciliares, pero quedaron ausentes en sus documentos, permanecían ausentes también todavía como causa de reivindicación de justicia social y política por parte de la Iglesia. A lo más, siguen siendo destinatarios de su atención. La Iglesia ya venía indicando la necesidad de cambios estructurales a favor de la promoción integral de toda persona; pero lo hacía tímida e insuficientemente, o los medios de comunicación decidieron no ser voceros de la Iglesia. Hasta que los cardenales de la Iglesia –escuchando a la Rúaḥ, que habla y obra en la historia– designaron a Francisco como obispo de Roma. Lo que dice y lo que escribe Francisco se entiende con claridad. Y, quizá por eso, el cuarto poder haya pensado: si «la gente» se va a terminar enterando de lo que dice Francisco, pues que sea a través de mis medios; al menos puedo influir en la opinión pública, y hago negocio si la empresa de comunicación es privada. Puede que por eso Fratelli tutti haya tenido tanto impacto mediático. Quizá.
1
EL CONTEXTO.
¿POR QUÉ DICE LO QUE DICE?
Fratelli tutti es la tercera encíclica de Francisco. Como se sabe, una encíclica es una carta circular. Una carta que no va destinada a una persona o comunidad específica y particular, sino a todas, con la finalidad de que todas puedan disponer de su contenido y, leyéndolo y conociéndolo, puedan tenerlo en cuenta sin escudarse en que «yo no lo sabía».
Francisco ha escrito otras dos encíclicas previas. La primera fue Lumen fidei (La luz de la fe), promulgada en Roma el 29 de junio de 2013, con motivo del Año de la fe, y que trata acerca de la fe cristiana desde la teología católica. No tuvo especial resonancia en los medios de comunicación y dudo de que tuviese mucha repercusión en las comunidades eclesiales. La segunda fue Laudato si’ (Alabado seas), dada en Roma el 24 de mayo de 2015, en la solemnidad de Pentecostés, que ese año era tal día.
Esta encíclica sí tuvo –y sigue teniendo– una inusual repercusión en los medios de comunicación y una magnífica acogida en las Iglesias de todo el planeta. Tanto que cinco años después se convocó eclesialmente un tiempo extraordinario para profundizar en su estudio y proseguir sus sugerencias. Por eso todo el mundo sabe que trata acerca no solo del medio ambiente y el desarrollo sostenible, sino de la más completa y novedosa realidad conocida como ecología integral.
Presentaré en este apartado la intrahistoria de la gestación de esta tercera encíclica de Francisco. Cómo la ha pensado y qué personas e instituciones han podido ser sus colaboradoras. Y también qué circunstancias han pesado en su contenido. Como el mismo Francisco dice: «El tiempo es superior al espacio», al lugar en el que estamos. Los acontecimientos de la historia nos hablan y reclaman nuestro posicionamiento y, en cristiano, en ellos nos habla y reclama nuestra acción el mismo Dios bíblico.
En la historia obra el Espíritu Santo –la Santa Rúaḥ–, como profesamos las Iglesias cristianas. Lo que ocurre en la historia tiene mayor calado y densidad que el sitio; aunque el lugar también es importante. No es lo mismo pensar y hablar desde un sitio que desde otro. O, al menos, debemos pensar también desde otros lugares que no son en el que yo vivo, traer los otros lugares a mi lugar. Esto es fundamental para conocer la realidad con mayor verdad y, además, es identitario de la teología pastoral –o teología social– cristiana.
Al leer Fratelli tutti se ve que Francisco va citando lo que ya había dicho en algunas de sus propias alocuciones, homilías, mensajes, discursos o documentos ya pronunciados y publicados, además de referencias a pronunciamientos de sus antecesores; una especie de compendio de lo que ya conocíamos. También sirve caer en la cuenta de los autores de referencia que cita, aunque eso se ve a simple vista. Con respecto a la autoría del borrador previo, bastaría con buscar la identidad de las personas que componen la Academia Pontificia para la Vida y el dicasterio para el Desarrollo Humano Integral; saldrán más adelante algunos de sus nombres. Pero, antes de conocerlos, vamos a hacer un recorrido leyendo un intercambio de correspondencia.
1. Humana communitas
En la fiesta de Epifanía de 2019, Francisco firma una carta titulada La comunidad humana, dirigida al presidente de la Pontificia Academia para la Vida. La finalidad inmediata de la carta pretende conmemorar el 25º aniversario de su fundación y servir como preámbulo de su asamblea general, convocada para febrero y marzo de ese año, que trataría sobre Roboética: Personas, máquinas y salud.
En el primer párrafo escribe Francisco:
La gran familia de la humanidad se reconoce a sí misma en el misterio de la generación. De hecho, entre las criaturas humanas, la iniciación familiar en la fraternidad puede ser considerada como un verdadero tesoro escondido, con vistas a la reorganización comunitaria de las políticas sociales y a los derechos humanos, tan necesarios hoy en día. […] La fe cristiana confiesa la generación del Hijo como el misterio inefable de la unidad eterna entre el «llamar a la existencia» y la «benevolencia», que reside en lo más profundo del Dios uno y trino. El anuncio renovado de esta revelación, que ha sido descuidada, puede abrir un nuevo capítulo en la historia de la comunidad y de la cultura humana, que hoy implora un nuevo nacimiento en el Espíritu –gimiendo y sufriendo los dolores del parto (cf. Rom 8,22)– 1.
La carta reconoce el trabajo de la Academia en fidelidad al Concilio Vaticano II y recuerda su objetivo:
La Academia ha podido desarrollar iniciativas de estudio, formación e información para que «quede de manifiesto que la ciencia y la técnica, puestas al servicio de la persona humana y de sus derechos fundamentales, contribuyen al bien integral del hombre y a la realización del proyecto divino de salvación (cf. Gaudium et spes 35)» […] El propósito era el de hacer que la reflexión sobre estas cuestiones tuviera cada vez más en cuenta el contexto contemporáneo, en el que el ritmo creciente de la innovación tecnológica y científica, y la globalización, multiplican, por una parte, las interacciones entre las diferentes culturas, religiones y conocimientos y, por otra, entre las múltiples dimensiones de la familia humana y de la casa común en la que habita (HC 1).
A continuación, destaca la paradoja de este tipo de «progreso» recordando que en Laudato si’ ya resaltó el estado de emergencia en el que se encuentra la humanidad, sumida en una anticultura de indiferencia hacia las personas, las comunidades y el planeta. La errónea concepción del progreso es la que produce injusticia e inhumanidad:
¿Cómo es posible que, en el mismo momento de la historia del mundo en que los recursos económicos y tecnológicos disponibles nos permitirían cuidar suficientemente de la casa común y de la familia humana –honrando así a Dios, que nos los ha confiado–, sean precisamente estos recursos económicos y tecnológicos los que provoquen nuestras divisiones más agresivas y nuestras peores pesadillas? (HC 3).
Y cuestiona con lucidez y valentía el papel de la Iglesia en el mundo preguntando si la contribución cristiana ha sido suficiente para cuidar a la familia de los pueblos en las condiciones políticas y culturales actuales. O si, al contrario, las comunidades eclesiales hemos priorizado «nuestra hegemonía espiritual en el gobierno de la ciudad secular, encerrada en sí misma y en sus bienes, frente al cuidado de la comunidad local, abierta a la hospitalidad evangélica hacia los pobres y desesperados» (HC 5).
A renglón seguido escribe lo que considero el germen de Fratelli tutti: «Es hora de relanzar una nueva visión de un humanismo fraterno y solidario de las personas y de los pueblos. […] Porque una cosa es sentirse obligados a vivir juntos y otra muy diferente apreciar la riqueza y la belleza de las semillas de la vida en común que hay que buscar y cultivar juntos» (HC 6). Y añade explícitamente:
El respeto fundamental de la vida humana está siendo transgredido hoy en día de manera brutal, no solo por el comportamiento individual, sino también por los efectos de las opciones y de los acuerdos estructurales. […] La posibilidad de orientar el desarrollo económico y el progreso científico hacia la alianza del hombre y de la mujer, para el cuidado de la humanidad que nos es común, y hacia la dignidad de la persona humana, se basa ciertamente en un amor por la creación que la fe nos ayuda a profundizar e iluminar (HC 10).
Reconoce la exigencia de buscar un enfoque global desde el que elaborar argumentos y lenguajes nuevos y comunes que puedan ser útiles en el necesario diálogo intercultural, interreligioso e interdisciplinar. Y critica la actual reivindicación de presuntos derechos arbitrarios y superfluos mientras se ignoran y se violan derechos elementales y fundamentales, como la carencia de comida, de agua, de formación básica o de cuidados sanitarios.
Estas indicaciones que Francisco envía al presidente de la Academia alcanzan su culmen al final de la carta:
La economía, la tecnología y la política, que se elaboran en el centro de la ciudad, deben quedar expuestas también y, sobre todo, al juicio que se pronuncia desde las periferias de la tierra. […] Debemos reconocer que la fraternidad sigue siendo la promesa incumplida de la modernidad. […] La fuerza de la fraternidad, que la adoración a Dios en espíritu y verdad genera entre los humanos, es la nueva frontera del cristianismo (HC 13).
Concluye ese número 13 con una específica afirmación teológica cristiana cuando afirma que hemos de comprender cada detalle de vida concreta «como el verdadero y propio milagro de una resurrección ya en acto», remitiendo a Col 3,1-2. Con esta carta, el obispo de Roma puso sobre la mesa su requerimiento –y su solicitud de ayuda a esa Academia, que para eso están los peritos en cada disciplina: para preguntarles y para atender a su sabiduría–, con el determinante objetivo de empezar ya a caminar por la senda de la hermandad universal, y que Francisco especificará más pormenorizadamente en Fratelli tutti.
2. Pandemia y fraternidad universal
Francisco había publicado su carta Humana communitas, dirigida a Vicenzo Paglia –presidente de la Pontificia Academia para la Vida– el 6 de enero de 2019. Y la Academia respondió ¡dos veces! La Academia, entonces, se pone a pensar y publica un breve documento de poco más de seis páginas a modo de respuesta el 30 de marzo de 2020 –¡más de un año después!– declarada ya formalmente la pandemia.
Esa «primera respuesta» de la Academia se titula Pandemia y fraternidad universal 2. Es bien probable que, para esa fecha, Francisco ya hubiese comenzado a redactar al menos los rudimentos de Fratelli tutti, pero, sin duda ninguna, este breve escrito publicado por la Academia y junto con las pertinentes conversaciones previas a su publicación puede considerarse la clave de bóveda que va a sostener la nueva encíclica. Este documento pone de relieve varios asuntos que saldrán en Fratelli tutti, como son los siguientes:
La pandemia de covid-19, causada por el virus SARS-Cov-2, ha puesto en jaque los modos de vida de toda la humanidad: «Para sobrevivir a la enfermedad debemos aislarnos unos de otros, pero, si aprendiéramos a vivir aislados unos de otros, nos daríamos cuenta de lo esencial que es para nuestras vidas vivir con los demás» 3. A estas alturas ya nos vamos dando cuenta, al menos un poco. Cuando repensamos esto, rebrota en muchas personas la necesidad de relación tanto interpersonal como social. De ahí cabe que se incremente en Francisco su anhelo de «amistad social», con el que va a subtitular la encíclica de la que estamos tratando.
La permanente precariedad existencial en la que malviven tantas personas en muchas regiones del planeta ha favorecido el avance del virus con sus devastadores efectos. A la vez, los países que contábamos con cierto progreso tecnológico nos hemos visto desbordados por los efectos del virus y no hemos sido capaces de evitar la pandemia. Y esto es así porque «junto con los extraordinarios recursos de protección y cuidado que nuestro progreso acumula, también hay efectos secundarios de la fragilidad del sistema que no hemos vigilado lo suficiente» 4.
Desde hace décadas, en muchos lugares, sus habitantes estaban despojados de recursos y no se les atendió entonces para solventarlo. En otros lugares se esquilmó el cuidado de los recursos de los que ya se iban disponiendo. Pero también la pandemia nos ha recordado con meridiana evidencia que no vamos cada uno a nuestra suerte particular, que «no existen argumentos reales para apoyar la presunción de civilizaciones y soberanías que se consideran mejores» 5, sino que estamos interconectados y somos interdependientes.
¿No te recuerda el siguiente párrafo el comportamiento del samaritano de la parábola escrita en el evangelio de Lucas, que aparecerá como referente inexcusable en Fratelli tutti?:
Esta coyuntura hace que lo que sabíamos sea aún más evidente de inmediato, sin hacernos responsables de ello adecuadamente: para bien o para mal, las consecuencias de nuestras acciones siempre recaen sobre los demás. Nunca hay actos individuales que no tengan consecuencias sociales: esto se aplica a los individuos, lo mismo que a las comunidades, sociedades, poblaciones individuales. El comportamiento temerario o imprudente, que aparentemente solo nos concierne a nosotros, se convierte en una amenaza para todos aquellos que están expuestos al riesgo del contagio, sin que ello afecte quizá ni siquiera a los sujetos de dicho comportamiento 6.
Continúa la respuesta de la Academia invitando a tomar conciencia de la reciprocidad sobre la que realizamos nuestras vidas. Y también de la necesaria interdisciplinariedad de las ciencias en alianza con un nuevo humanismo, mediada por una nueva política. Habla de la salud, la educación y la ecología como factores integrantes de una bioética global cuya fecundidad ya se vislumbra. Todos estos asuntos van a ser tratados en detalle en Fratelli tutti.
A estas alturas habrá creyentes que se pregunten: y en este breve documento de una academia pontificia, ¿dónde está Dios? ¡Pues aquí! En esta vida, en esta historia, en este sufrimiento, en este anhelo de dignidad y de felicidad por realizar. Y el documento hace una aclaración bien oportuna todavía en estos tiempos para la fe y la teología cristianas:
No podemos interpretar los sufrimientos por los que pasa la humanidad en el crudo esquema que establece una correspondencia entre la «majestad herida» de lo divino y la «represalia sagrada» emprendida por Dios. Si consideramos entonces que de esta manera serían los más débiles los más castigados, precisamente aquellos por los que él se preocupa y con los que se identifica (Mt 25,40-45), vemos cuán equivocada es esta perspectiva. […] Cada forma de solicitud, cada expresión de benevolencia, es una victoria del Resucitado 7.
Y no se refiere solo a la bondad cristiana, sino a toda bondad que forma parte de la condición humana; y que, por eso, su universalidad alcanza a todas las personas. Pues esa reacción bondadosa que, después, Fratelli tutti y yo llamaremos reacción compasiva, es señal de la presencia del Dios revelado en Jesús de Nazaret. Porque también aquellas personas
que no compartan la profesión de esta fe [cristiana] pueden extraer del testimonio de esta fraternidad universal las huellas que conducen a la mejor parte de la condición humana. La humanidad que no abandona el campo en el que los seres humanos aman y luchan juntos, por amor a la vida, como un bien estrictamente común, se gana la gratitud de todos y es un signo del amor de Dios presente entre nosotros 8.
Desde la teología pastoral hemos de procurar una lectura lúcida de la realidad en sí misma y, una vez comprendida, hacer una lectura creyente. Leer en esa realidad profana la voz de la Rúaḥ cristiana y descubrir su acción y permitir que obre. Pero, para que obre la Rúaḥ, hemos de darle cauce, hemos de ser su cauce, porque no es una potencia mágica.
3. Consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida
No me he inventado el título del presente epígrafe. Puede ser que, debido al calibre que estaba adquiriendo la pandemia al inicio de la primavera de 2020, tanto en las conversaciones «de pasillo» vaticanas como dentro de la interdisciplinar Academia se requiriese una palabra aún más meditada y con mayor alcance. Sea por lo que fuere, la misma Academia emite otro documento referente al mismo contenido el 22 de julio 2020. Y lo titula «Humana communitas» en la era de la pandemia: Consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida. Es la que yo denomino la segunda respuesta de la Academia 9.
Si la primera Nota hablaba de humanismo, esta segunda habla nada menos que de renacimiento. Y comienza preguntándose: ¿qué hacer con tanta desolación? La pregunta es doblemente significativa, porque, por un lado, ya indica en sí misma que algo hemos de hacer y, a la vez, que algo estamos llamados a hacer no ante la desolación producida por la pandemia, sino con ella; no enfrente o al margen, sino inmersos en esta sobrevenida y catastrófica realidad. En las siete páginas de este segundo documento, también conocido como Nota 2, se apuntan consideraciones de gran calado 10.
La primera de ellas que quiero resaltar es la afirmación que hace en el segundo párrafo acerca de la afectación universal del sufrimiento: «Esta extraña situación [de desolación, muerte y sufrimiento] nos ha unido a todos». La pandemia nos ha hecho conscientes de que compartimos la experiencia común de contingencia porque nos ha hecho vulnerables ante la covid-19 a todas las personas y, además, a todas a la vez. Y retoma la pregunta que hizo Francisco: «¿Qué conversión de pensamiento y acción estamos dispuestos a experimentar en nuestra responsabilidad común por la familia humana?» (cf. HC 12).
Leo en estas frases lo que la reciente filosofía moral secular sostiene como el descubrimiento existencial para fundamentar la universalidad de la ética compasiva 11: el descubrimiento del sufrimiento posibilita la reacción ética compasiva. Ante tanto sufrimiento hemos de convertir, hacer distintos y nuevos nuestros modos de pensar y de obrar, porque «el hechizo ya había durado bastante».
La segunda consideración es esta: el hechizo del bienestar de unas pocas personas y comunidades al margen ¡y a costa! de todas las demás, el injusto e insuficiente –por insolidario– progreso que trajo la modernidad ha quedado en evidencia al toparnos «de repente» con el sufrimiento universalizado. La covid-19 no es solo el resultado de un fenómeno natural, sino la consecuencia de unos comportamientos personales y sociales que vienen siendo antinaturales.
Las opciones económicas, la avaricia financiera, los modelos de desarrollo y el exceso de consumo que se venían asumiendo por algunas personas y en algunas latitudes como convenientes han construido un modo de vivir que estamos llamados a reconsiderar siempre, pero de un modo inexcusable ya ante esta situación pandémica. El contraste entre países empobrecidos y países «desarrollados», que la covid-19 ha puesto ante los ojos de toda la humanidad, relata en toda su crudeza la historia de la desproporción, de la inequidad, que «podrían superarse mediante esfuerzos y políticas internacionales comprometidas» –dice este segundo documento–.
Por eso la encíclica social Fratelli tutti va a encarar con más determinación –según el parecer de algunas personas y agencias de análisis socioeconómico y geopolítico o lobbies– la tarea de la política. Y por eso esas personas y agencias se sorprendieron tanto y reaccionaron como nunca antes ante un documento de la doctrina social de la Iglesia.
La tercera consideración de esta Nota 2 consiste en el desafío de la interdependencia mundial. Hasta el punto de reclamar la responsabilidad ante el bien común –me agrada que se rescate este concepto tan católico (cf. GS 26 y 74) del bien común–, no solo a nivel interno de cada uno de los Estados, en los que aún estamos muy lejos y en ocasiones nos alejamos más, sino a nivel global. «La vulnerabilidad común exige también la cooperación internacional, así como entender que no se puede resistir una pandemia sin una infraestructura médica adecuada, accesible a todos a nivel mundial». A la cual no hemos prestado la suficiente atención hasta ahora. A ver si tomamos conciencia de que estamos juntos en este desastre y solo podremos superarlo con el esfuerzo cooperativo internacional, que ha de manifestarse en nuevas políticas concretas mediante el fortalecimiento de las instituciones internacionales. De esta renovación política hablará también Fratelli tutti.
La cuarta es una invitación a pasar de la ética de la precaución a la ética del riesgo. El mismo principio de precaución indica que las decisiones éticas han de ser proporcionales a los riesgos. La pandemia nos ha llevado a la apreciación de que estamos en una realidad de riesgo mundial ante la cual hemos de detenernos a revisar las desigualdades económicas, sociales y políticas que se toleran entre los países del mundo entero. «Esto también significa reconocer que vivir en una comunidad en riesgo exige una ética a la par».
De nuevo una invitación a la responsabilidad ética arriesgada, como hizo el samaritano en la parábola de Lucas, al arriesgarse en su aproximación y dedicación a la víctima se hizo sujeto ético. Pero el samaritano no solo se involucró él en la restauración de la persona herida, sino que implicó a otras estructuras, transformándolas también. Transformó el hotel en hospital. «Una pandemia nos insta a todos a abordar y remodelar las dimensiones estructurales de nuestra comunidad mundial» –dice aquí la Academia–.
Y dice más con respecto a esas estructuras del sistema «que son opresivas e injustas, aquellas a las que en términos de fe se les llama estructuras de pecado. […] Una apertura diferente puede ampliar el horizonte de nuestra imaginación moral, para incluir finalmente lo que ha sido descaradamente pasado por alto y relegado al silencio». Se trata de hacer memoria de las injusticias cometidas por acción o por omisión –la participación consciente o inconsciente en la banalidad del mal (sin darme cuenta, hago muy bien el mal)–. Contra esa amnesia personal y social, la anámnesis «de lo que hicimos mal» se convierte en clave hermenéutica de la realidad y nos puede mover a la transformación ética.
En sus dos últimos apartados, esta Nota 2 retoma la noción de comunidad humana para recordar que en ella no puede haber miembros de primera y de segunda categoría; que no puede haber algunas personas y comunidades que ya están dentro de esa comunidad y otras que están «a la espera». Y reitera que, para evitar esa realidad en la que todavía estamos, «esta crisis pone de relieve lo mucho que se necesita una organización internacional de alcance mundial que incluya específicamente las necesidades y preocupaciones de los países menos adelantados, que se enfrentan a una catástrofe sin precedentes». Y recuerda el principio de subsidiariedad, tan explícitamente sostenido siempre por la DSI, para reclamar que –aunque la autonomía del grupo (país o región) menos poderoso es prioritaria– el grupo más poderoso debe potenciar las capacidades de aquel.
Y, finalmente, aduciendo el principio de solidaridad –también tan reclamado por la DSI desde siempre–, nos recuerda:
La articulación de la solidaridad como principio de la ética social se basa en la realidad concreta de una presencia personal en la necesidad, que clama por su reconocimiento. Así pues, la respuesta que se nos pide no es solo una reacción basada en nociones sentimentales de simpatía; es la única respuesta adecuada a la dignidad del otro que requiere nuestra atención, una disposición ética basada en la aprehensión racional del valor intrínseco de todo ser humano.
Este es el núcleo de la ética compasiva secular, esa que confiesa –con mayor conciencia que la ética cristiana, a veces– que su mejor paradigma lo presenta el evangelio de Lucas en la parábola del samaritano (Lc 10,25-37). Esa «solidaridad en el riesgo» solo puede realizarse desde un discernimiento que brota de la sensibilidad ética más que de la obediencia a la letra de la ley. Porque, éticamente –y cristianamente también–, hay una obediencia incorrecta y una desobediencia correcta. Así les ocurrió a los tres personajes de la parábola. Insisto, por eso Francisco se servirá de ese comprometedor relato ejemplar genuino del cristianismo como hilo conductor para las aportaciones que ofrece en Fratelli tutti.
La propia oficina de prensa vaticana publica otra Nota 12 el mismo 22 de julio de 2020 en la que declara que en la elaboración de este segundo texto de Consideraciones intempestivas han participado, entre otros, el profesor Henk ten Have, académico de la Academia Pontificia para la Vida y uno de los principales expertos en bioética global, y el profesor Roberto Dell’Oro, profesor de la Universidad Loyola Marymount.
Esta última Nota testifica que Henk ten Have señala que
la pandemia de covid-19 como fenómeno global muestra que hoy estamos intrínsecamente interconectados. Todos compartimos la misma vulnerabilidad porque vivimos en el mismo hogar común. Esta experiencia nos hace conscientes de que nuestro bienestar individual depende de la comunidad humana. Por lo tanto, como se explica en la Nota 2 de la Academia Pontificia para la Vida, debe aplicarse una perspectiva ética global que articule la importancia moral de la solidaridad, la cooperación, la responsabilidad social, el bien común y la integridad ecológica.
En el último párrafo de esta última Nota también se refieren las aportaciones de Roberto Dell’Oro, quien señala que
esta Nota 2, que se basa en el primer documento, del 30 de marzo, ofrece una meditación sobre la familia humana en el momento de la pandemia. El tono es meditativo más que normativo. La intención del documento no es dar recetas económicas, sino reconocer que juntos, como familia humana (humana communitas), debemos volver a las lecciones que hemos aprendido. Es la vida misma la que nos enseña, pero debemos ser conscientes y atentos.
En este sentido, debemos cambiar juntos para tener una actitud diferente hacia la vida en su conjunto. La Iglesia nos llama a cuestionar nuestras experiencias más profundas, sin ser predicadores, pero con realismo: nuestra finitud, los límites de nuestra libertad, la vulnerabilidad compartida que nos lleva a abrir los ojos a quienes sufren mucho, especialmente en el hemisferio sur. El documento también requiere esfuerzos globales y cooperación internacional y una ética de solidaridad. Personalmente, espero que las personas de buena voluntad, creyentes y no creyentes, vean este documento como una invitación a la conversión, que es ante todo un cambio en la forma en que vemos la realidad y construimos nuestros esfuerzos en una conciencia renovada.
El mismo presidente de la Academia, Vicenzo Paglia, en una entrevista publicada a renglón seguido de esa última Nota, afirma la doble dimensión que está tomando nuestra conciencia ante la pandemia:
Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.