Kitabı oku: «Cantos del desterrado ll»

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“Leo con agrado la obra de José Vicente Casadiego León, encuentro allí la necesidad del grito, el descontento de alguien que enfrenta, desde su poesía, diversas situaciones que arrastran a hombres y mujeres por turbias corrientes. La violencia en la cual nos sumergimos sin siquiera extender el brazo antes de hundirnos, es la peor de todas estas aguas. Los Cantos del desterrado son los cantos de los que salen de sus lugares de origen sin que así lo hayan querido, pero también son los cantos de la gente un poco más común que, aunque conviven en las ciudades, hacen parte de los desterrados, de los marginales, en fin... de los condenados por las sociedades indolentes de nuestros días.

Existe en esta obra beligerancia y a la vez sutileza, como una catana japonesa que detrás de su perfil delicadamente curvo y ligero esconde un filo insospechado y certero. El manejo de las imágenes a lo largo del libro es sugerente dentro del desarrollo del texto y directo cuando así lo requiere el poema, como la pincelada oscura y profunda que rompe por contraste un aburrido paisaje.”

Darío Sánchez Carballo

“Quiero comenzar con una frase que nunca he logrado recordar de quien copio siempre: “Lo mejor de la poesía son los amigos poetas”. Es la frase que mejor me sirve para tratar de hablar de un amigo que además de serlo, es un poeta. Y como dijera Germán Vargas Cantillo, ser poeta es la mejor forma de ser algo.

(...)

Pero bien, lo importante aquí es que se diga algo sobre su poesía, que es lo más digno que hace en la vida un poeta, diré que maravilla, que es el único de los nuestros, aprendiz y todo, deseoso de aprender, que logra traer para estas tierras el sueño surrealista. Diré que posee una intuición que a veces asombra por la vocación que ella contiene. Diré que es fundamentalmente él cuando poetiza, que no necesita de poses para decir en sus poemas lo tiene que decir y que no hace concesiones por hacerlas y que en fin, es él, y punto.

Ustedes entienden.

(...)

En fin, lo que quería decir es que con nosotros está un joven poeta criado en los barios más populares de Villavicencio, conocedor del verdadero olor de las muchachas, de todas las rutas de los buses dela ciudad, de los rincones donde se hace uno adulto en la urbe delos llanos, del taxi a las dos de la mañana. Conocedor de las canchas muy grandes para jugar al futbol a pesar del riesgo de los carros. Y conocedor también de las mismas calles en las noches de bohemia que una vez todos los que estamos aquí, sumidos en este calor que atosiga hemos sentido.

Quería decir lo que he dicho, quería contarles que ustedes no saben qué clase de poeta es este que está aquí a mi lado. Y quiero decirles que va siendo hora de que lo conozcan. Este es mi amigo, Vicente Casadiego León: que hable su poesía.”

Julio Daniel Chaparro Hurtado26 de diciembre de 1985


Título original: Cantos del desterrado II

Dirección editorial: Jaime Fernández Molano

Coordinación: Orlando Peña Rodríguez

Diseño y diagramación: Diego Torres

Portada: Presagio de buen tiempo No. 2 (fragmento), obra de Helbert Ortiz

Diseño de portada: Diego Torres, Luis Miguel Ortiz

Ilustraciones: Luis Miguel Ortiz

Estudio fotográfico del autor: César Herrera Morales

Primera edición: abril de 2015

Segunda edición: enero de 2018

© José Vicente Casadiego León

poetacasadiego@hotmail.com - 310 5703460

© Para la presente edición

Corporación Cultural Entreletras

Villavicencio, Meta, Colombia, S.A.

entreletras2@gmail.com

310 333 4801 - (8)662 1091

ISBN 978-958-58407-8-2

Hecho el depósito legal

Se prohibe la reproducción parcial o total de este libro por cualquier medio posible sin la autorización expresa escrita del autor y del editor.

Preprensa digital e impresión:

Entreletras

Para mi hermosa Nancy porque de su corazón sólo nacen tiernos susurros de Dios

Para

Julio Daniel Chaparro Hurtado

Poeta llanero asesinado en Segovia, Antioquia

1962 – 1991

Para

Francisco Piratoba Arias

Poeta llanero asesinado en Maicao, Guajira

1958 –2003

Para

Carlos Enrique Pachón García

Poeta llanero

1971 –2013

Para

Nancy Ángel Devia

Poeta llanera

1959 – 2009

Para

Angelita Vélez

Poeta llanera

1977 – 2009

Ya es muy duro perder de vista el rostro de los amigos más queridos e irse solo más allá de los montes

Juan Cristóbal Federico Holderlin

Aquel que vivía está ahora muerto nosotros que vivíamos estamos ahora muriendo con un poco de paciencia

Thomas Stearns Eliot

Quisiera poder traducir lo que dicen los jóvenes que se fueron para siempre en la mañana, de los viejos y de las madres que partieron en la tarde, y de los niños a quienes la muerte arrebató en la aurora.

Dime

¿Qué piensas tú que ha sido de los viejos y de los jóvenes, de las madres y de los niños que se fueron? En alguna parte están vivos esperándonos.

Walt Whitman

Prólogo

Los contenidos de la poesía colombiana de los últimos años están apuntando, y ya era hora, a mirar la situación de nuestros coterráneos de frente, sin atisbos, sin pretextos y sobre todo sin miedo... el miedo, quizás a ser panfletario, o simplemente el miedo al que nos tienen acostumbrados nuestros patriarcas civiles.

Es deber de la poesía, como de cualquier arte, testificar el contexto histórico en el cual se circunscribe y sobre todo denunciar la miseria espiritual a la cual el ser humano es tan proclive, si es que así sucediere en determinado momento. Leo con agrado la obra de José Vicente Casadiego León, encuentro allí la necesidad del grito, el descontento de alguien que enfrenta, desde su poesía, diversas situaciones que arrastran a hombres y mujeres por turbias corrientes. La violencia en la cual nos sumergimos sin siquiera extender el brazo antes de hundirnos, es la peor de todas estas aguas. Los Cantos del desterrado son los cantos de los que salen de sus lugares de origen sin que así lo hayan querido, pero también son los cantos de la gente un poco más común que, aunque conviven en las ciudades, hacen parte de los desterrados, de los marginales, en fin... de los condenados por las sociedades indolentes de nuestros días.

Existe en esta obra beligerancia y a la vez sutileza, como una catana japonesa que detrás de su perfil delicadamente curvo y ligero esconde un filo insospechado y certero. El manejo de las imágenes a lo largo del libro es sugerente dentro del desarrollo del texto y directo cuando así lo requiere el poema, como la pincelada oscura y profunda que rompe por contraste un aburrido paisaje:

En el frenesí de la fiestales manosean las tetas a las diosasles suben las faldas a las secretariasy les roban el pan a los mendigos

Así el poeta dice las cosas sin el temor propio de quien quiere denunciar lo adverso, y al intentarlo se detiene bajo las férulas inquisidoras. El rico despliegue del verbo en esta obra me recuer da la voz de algunos poetas del Medio Oriente como Badr Sakir Al-sayyad, Saadi Yoisiff, e incluso el mismo Nazim Himek, los cuales se me vienen a la cabeza al parangonar con Casadiego León un discurso largo y sostenido, donde no se le tiene aprensión a poner sobre el papel las cosas tal como se dicen. Prolíficos versos que en ningún momento se deben confundir con facilismo, pues se nota que hay trabajo en la construcción de los mismos. Aunque pareciere que hay demasiada explosión emocional en el poema, lo que se logra es el equilibro de una voz que necesita un estilo cercano a la oralidad del juglar. Esto se percibe cuando al detenerse frente a los poemas se halla la exactitud que dictamina la precisión en la medida de las líneas: en su composición no le sobra ni le falta nada. Lo anterior es un fuerte vaso comunicante con los poetas arriba mencionados. Así, también, se crea una atmósfera envuelta en el mito como símbolo de la particularidad de los pueblos, de su identidad. Por esto habrá en la lectura pequeños referentes propios de la región como las bolas de fuego en la llanura y las corocoras. Se universaliza el mito con estos imaginarios puntuales al exaltarlos con referentes propios de toda la humanidad, como la casa de la infancia, el llanto de las abuelas, y obviamente el sabor amargo que surge en boca de los fraternos al enterarse que el hijo, que el hermano hace versos y que en medio del noble oficio algo hay para obsequiar, diría Himek: No tengo nada para ofrecer a mis hermanos / tan solo una roja manzana / mi corazón. Es lo que nos ofrece Casadiego León, su corazón lleno del vino que sostiene sus noches, su corazón que en medio de los recitales se le sube a la garganta y le quiebra la voz. Porque al poeta le duele la humanidad, porque no es ajeno a lo que pasa a diario con nuestros niños, con lo que nos pertenece y que se denigra con el paso indolente de las horas bajo la mirada cómplice de los rebaños.

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