Kitabı oku: «Del Edén al parque público», sayfa 2

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Introducción

El creciente interés de la comunidad internacional por el importante proceso de transformación de Medellín en las últimas dos décadas, el llamado “el caso Medellín”, en particular durante las administraciones de los alcaldes Sergio Fajardo (2004-2007) y Alonso Salazar (2008-2011), ha convertido a la ciudad en punto de referencia para expertos en muchas áreas alrededor del mundo.

El programa político “Medellín la más educada, compromiso de toda la ciudadanía” plantea el “urbanismo social” como método y al Proyecto Urbano Integral (PUI) como herramienta para incorporar todos los elementos del desarrollo de forma planeada y simultánea en un territorio definido, para trabajar con la activa participación de la comunidad y localizar la inversión que debe hacerse en los barrios de origen marginal y que tienen problemas profundos de desigualdad y violencia, como las comunas en la zona nororiental, la Comuna 13, el sector de Moravia, entre otros.

Uno de los proyectos más importantes realizados en este periodo es el Nuevo Norte, localizado en Moravia. Esta área de la ciudad se considera estratégica para el “urbanismo social” pues a lo largo de su historia este sector ha sido una especie de “muro invisible” que separa los barrios populares (con bajos índices de desarrollo humano y altos niveles de violencia) del sector en donde se encuentran la Universidad de Antioquia, el Parque de los Deseos y el Planetario, construidos a lo largo del siglo XIX. Además, en este mismo lugar y encerrados entre muros, están el Jardín Botánico (antiguamente casa de baños El Edén y después Bosque Centenario de la Independencia de Antioquia –BCIA–) y el Parque Norte, todos ellos conectados con La Alpujarra (centro histórico y moderno) por la calle Carabobo, una de las vías más antiguas de entrada y salida de la ciudad.

El Nuevo Norte busca, en su proceso de renovación urbana, derrumbar este “muro invisible” entre los barrios populares de la ladera nororiental y el sector norte del centro de la ciudad, donde están ubicados los equipamientos y parques metropolitanos mencionados. Para ello, el proyecto construyó el Paseo Urbano Carabobo, que integra en el espacio público al peatón y el automóvil a lo largo de cuatro kilómetros y conecta el centro histórico de la ciudad –La Alpujarra– con los parques y equipamientos del norte y el sector de Moravia; recuperó el espacio público y los equipamientos del Jardín Botánico y el Parque Norte (parque de diversiones); construyó el nuevo Parque Explora, el nuevo edificio de extensión de la Universidad de Antioquia y el edificio de Ruta N; y realizó varias intervenciones en el sector de Moravia, tales como el centro cultural diseñado por Rogelio Salmona, un jardín infantil, el parque lineal de la quebrada La Bermejala, la recuperación de la cancha de fútbol, la recuperación ambiental del antiguo cerro de basuras, la reubicación de personas en nuevos edificios de vivienda cerca de Moravia y la Casa Museo Pedro Nel Gómez.

Identificar el Nuevo Norte como un sector en el que se consolidaron los espacios públicos más importantes de la ciudad, empezando por el BCIA –el primer parque público urbano de la ciudad–, permite preguntarnos si las transformaciones urbanas recientes están directamente ligadas a un conjunto de preexistencias y, de ser así, afirmar que estas no ocurrieron sobre un papel en blanco ni sobre un territorio urbano no calificado desde el punto de vista de su uso público y de sus valencias estéticas.

Por esto, para entender las transformaciones recientes y el lugar en el que ocurrieron dentro de la ciudad, debe recordarse el mapa de Medellín en el que ya existían áreas particulares históricamente construidas como espacios públicos emblemáticos.

Es importante, entonces, dar cuenta de los procesos, tanto de construcción de uno de esos sitios, el Nuevo Norte, vinculado con recientes proyectos como el Parque Explora y el Orquideorama del Jardín Botánico, como de los que contribuyeron a otorgarle el peso simbólico que permitiría luego identificarlo como uno de los sitios clave en la serie de intervenciones urbanas que renovaron la imagen de Medellín en la primera década del presente siglo.

El proceso de construcción del paisaje del Nuevo Norte

A lo largo de esta búsqueda podrá demostrarse cómo el BCIA fue construido respondiendo a una serie de discursos, prácticas y representaciones puestas en circulación por la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín (SMP); estas gestiones lograron que este sector se convirtiera en el área de parques más importante de la ciudad.

Las representaciones visuales de las que fue objeto este parque, en particular las fotográficas, servirían para demostrar la importancia del papel que desempeñan las imágenes en la forma de mirar y acercarse a la naturaleza y cómo contribuyen estas en la conformación del imaginario colectivo sobre Medellín y sus paisajes más representativos.

Igualmente, el contexto en el que los actores clave articularon sus discursos y sus prácticas, es fundamental para la comprensión del surgimiento del BCIA.

A pesar de que “el caso de Medellín” ha sido objeto de varias publicaciones, y a pesar de que el Nuevo Norte es el ejemplo más potente de la transformación de la ciudad en los últimos años, sorprende que no se haya abordado aún como temática central, ni se mencionen los valores históricos de este sector de la ciudad. Es evidente, por tanto, la necesidad de una investigación al respecto, teniendo como caso de estudio el primer proyecto que se plantea en la historia de este sector con un uso de parque, el BCIA, a partir del cual se ha consolidado el carácter público de este lugar desde finales del siglo XIX hasta el día de hoy.

Historia cultural, paisaje y el Bosque Centenario de la Independencia de Antioquia

El enfoque de esta investigación es “culturalista”, parte de una concepción de paisaje centrada en su carácter de representación, construida social e históricamente, en donde las imágenes –algunas muy representativas– desempeñan un papel fundamental. Para lograr lo anterior, y con el fin de tener una visión integral de este sector de la ciudad, se omitirá la historia de la disciplina arquitectónica, urbana o paisajística, que generalmente se ciñe a los proyectos y sus resultados, y centrará la mirada en el paisaje a partir de la historia cultural. De esta forma, podrá lograrse un estudio más amplio de las diferentes representaciones encontradas en los planes urbanos, la literatura, las postales, fotos, revistas, guías y álbumes.

Gracias a los fotógrafos, Medellín tiene su memoria registrada en imágenes desde 1849, allí se pueden apreciar las transformaciones de la ciudad, las representaciones culturales en la configuración del BCIA en el imaginario colectivo y las prácticas urbanas de los habitantes de Medellín entre 1913 y 1969. Estas fechas concuerdan con el momento de la inauguración del BCIA hasta su cierre, cuando se convierte en Jardín Botánico.

El derrotero que ha de guiar esta investigación inicia con las preguntas de cómo se ha configurado el parque público alrededor del mundo hasta llegar a Colombia, no solo como proyecto urbano-paisajístico, sino también como fuente de una nueva sociabilidad y de educación estética; y qué papel juega la noción de paisaje, especialmente las imágenes fotográficas, en dicha configuración.

El capítulo siguiente indaga por el imaginario colectivo y las prácticas urbanas de los habitantes de la ciudad alrededor del parque público mediante una descripción histórico-cultural guiada por los planes urbanos elaborados para Medellín y el análisis de los proyectos e ideas principales que de allí se derivan.

La última parte se focaliza en la construcción histórica del sector que hoy se conoce como el Nuevo Norte y en los actores y discursos que participaron en su surgimiento, a partir de las representaciones literarias y visuales (especialmente fotográficas) del mismo.

Capítulo 1
El parque público como dispositivo político y estético Contexto internacional y colombiano

El jardín, desde las antiguas civilizaciones, casi siempre está asociado a la idea del Paraíso.5 En su origen, su significado fue mágico y religioso, por ello, es normal que en casi todas las religiones antiguas se encuentre un vergel mítico, por ejemplo, el Edén de los israelitas, el Eridu de los asirios, el Ida-Varsha de los hindúes o el bosque sagrado de los primeros itálicos.6

Igualmente, Rodríguez afirma que desde tiempos inmemorables los egipcios, chinos, asirios, griegos y romanos, así como las culturas americanas precolombinas, se rodearon de vastos jardines para, mediante la exaltación de la belleza y la buena disposición, brindar bienestar y calidad de vida a quienes los frecuentaban, en su mayoría pertenecientes a las altas esferas de la sociedad. En el Renacimiento los jardines italianos se caracterizaron por utilizar la geometría con líneas rectas, ángulos, círculos y elipses correctamente trazados por los jardineros con el fin de domesticar la naturaleza. Cuando Italia pierde su primacía en la creación de estos espacios verdes, Francia la domina, incluyéndolos en los grandes palacios, entre los cuales se destacan los jardines de Versalles.7

Europa: parque, industrialización y reforma de la sociedad

La transformación de los jardines en parques públicos urbanos se da a partir de los procesos de la industrialización, cuando las ciudades se empiezan a consolidar y los jardines se abren para dar lugar al parque público. Este proceso comienza en los inicios del siglo XIX, producto del cambio físico de las ciudades en Europa y del desarrollo de sus sistemas de sociabilidad independientes del control real, es decir, de ruptura con la vida cortesana del jardín palaciego. Se convierten estos en pulmones de una ciudad en creciente congestión y en pilares de una ciudad burguesa moderna.8

Silvestri y Aliata señalan: “La gran novedad del siglo XIX es el parque público articulado con la ciudad, en función de mejorar sus condiciones de habitabilidad. En este camino, la jardinería se convierte en arte urbano, antecedente inmediato del urbanismo”.9

Factor esencial para el desarrollo del parque público en el mundo fue la consigna de que la higiene, la salud y el placer solo podían obtenerse en un medio natural, es decir, en los parques. Este tópico proviene del viejo repertorio clásico que identificaba lo enfermo con la molicie de la vida urbana y ponía en contracara la sana vida del pastor; además de la larga tradición hipocrática. Para los cultores de la reforma de principios de siglo XIX, placer y salud estaban íntimamente asociados y la clave para lograrlos estaba en el uso y disfrute del verde.10

Según Fariello, Inglaterra fue la primera en construir grandes parques al servicio de los habitantes de la ciudad, de tal manera que para mediados del siglo XIX Londres disponía de una extensión de jardines y parques públicos cercana a las 600 hectáreas. Están, por ejemplo, el conjunto de St. James’s Park, Green Park, Hyde Park y Kensington Gardens, que forman una cadena permanente de espacios verdes con una longitud de más de cuatro kilómetros, situados en el centro de la ciudad y Regent’s Park, Victoria Park, Battersea Park, localizados en la periferia. Cada uno de estos espacios tiene sus propias características, pero todos responden a una concepción común que refleja las transformaciones en el gusto y el consumo de la época: recordar la visión de la naturaleza pura y simple, preferencias del pueblo inglés, amante de la diversión y el recreo al aire libre en un marco de un paisaje arcádico y de vida pastoril. Hyde Park es el ejemplo más típico, pues aunque inmerso en la masa urbana, semeja un gran territorio rural que se alarga hasta el centro mismo de la ciudad; es una campiña idealizada, presentada con naturalidad.11

A partir de los primeros parques públicos que se formaron en Inglaterra, St. James en Newcastle (1828) y Victoria Park en Manchester (1830), como iniciativas privadas de valorización de la tierra suburbana, posteriormente, en 1844, se define el “Movimiento de los horticulturistas”, liderado por Joseph Paxton, quien propone para el Birkenhead Park de Liverpool, de manera anticipada, todos los componentes del parque público, como por ejemplo el modelo de gestión.12

Este movimiento genera un diseño que va más allá de los trazados pintorescos e inicia un programa de complejas vinculaciones con los problemas de tráfico metropolitano y con servicios novedosos, como equipamientos deportivos y de uso del tiempo libre, que sirven de modelo para el desarrollo del Park Movement americano.13

De esta manera las disquisiciones sobre el parque público, para construir la ciudad moderna, exceden la paisajística en sí misma y se ubican en la urbanística. Así, para principios del siglo XIX, los escultores del jardín ya no son pintores o poetas, sino profesionales que intentan reformular su disciplina con estatus amplio e independiente. Aparece entonces una ciencia urbana, el urbanismo, que aspira a controlar el crecimiento de la ciudad para evitar el desorden y la expansión desmedida, utilizando para ello modelos operativos. Se retoman para el diseño urbano los lineamientos del jardín barroco articulándolos con los del jardín inglés y su filosofía ante la naturaleza y la ciudad.14

Ilustrativa de lo anterior, está la Villa Torlonia en Roma, Italia, construida durante las primeras décadas del siglo XIX, con edificaciones típicas de la época como templetes, ruinas, pabellones, obeliscos, escalinatas, teatros al aire libre y glorietas regulares con estanques.15 También el Prospect Park (1867) en Brooklyn, construido en un terreno más accidentado y con abundantes barrancos que recuerdan en ciertos aspectos al Central Park: paseos sinuosos, extensas praderas salpicadas de árboles y una gran lámina de agua para deportes náuticos.16 El Parque Buttes-Chaumont (1867) en París también se caracterizó por la presencia de un lago y un templo mirador de forma circular, inspirado en el de la Sibila de Tívoli.17 El Sefton Park (1867) en Liverpool, que incluye instalaciones deportivas, un jardín botánico y diversas atracciones.18

La aparición de la naciente ciencia urbana también es mencionada por Álvarez, quien explica cómo a principios del siglo XX, en 1902, el taquígrafo aficionado a la arquitectura, Ebenezer Howard, resume la intención de la ciudad jardín con un concepto de sumo interés: en lugar de una “ciudad con jardines” su enunciado es una “ciudad en un jardín”. La idea fundamental del proyecto es estructurar la ciudad tomando como base y centro socialmente aglutinador al jardín público.19 El esquema de cada una de las unidades de la ciudad jardín consistía en una ciudad circular con un sistema radial con seis grandes avenidas o bulevares, que nacía en un jardín situado en el centro y que estaba bordeado por edificios representativos y una amplia zona verde. El resto de la banda de la ciudad quedaba destinado a las casas con jardines, salvo la gran avenida circular, entendida como el segundo parque de la ciudad, que separaba dos zonas residenciales: la franja ocupada por edificios institucionales (escuelas, iglesias de todas las confesiones) y las construcciones en forma de medialuna o crescents, colocadas una a continuación de la otra y con jardines en su parte delantera, que rodeaban la anterior y sumaban un total de 36 en cada uno de sus lados.20

El crecimiento de las ciudades y el aumento de la población obrera obligó a concebir un nuevo modelo de parque alejado de los usos tradicionales y de los meros ejercicios de la jardinería imaginativa, para entenderlo como “un valor social” en donde tuvieran cabida todo tipo de pretensiones, especialmente las ligadas a la reforma de la sociedad desde presupuestos higienistas, tanto físicos como espirituales e ideológicos. El parque se convirtió así en un espacio popular, en campo de prácticas deportivas o recreativas aplicadas a la regeneración de una sociedad en decadencia. Los parques deberían funcionar como espacios donde se pudieran desarrollar las actividades que no eran posibles en el ámbito de la ciudad tradicional, juegos, deportes, ejercicios físicos y gimnásticos, celebraciones de espectáculos o concentraciones populares. La Deutscher Volksparkbund –Asociación Alemana para el Parque Popular– fundada por el arquitecto paisajista Ludwig Lesser en 1913, propugnaba por una ordenación de los parques en función de las necesidades planteadas por los nuevos usos, no como simples lugares de paseo o contemplación.21

América: el parque y la nueva ciudad

Dos de los principales ejemplos donde el parque público ha tenido un mayor desarrollo en América se ubican en Estados Unidos y Argentina.

El parque norteamericano plantea una tensa y creativa relación entre los problemas metropolitanos y la nostalgia por una comunidad perdida, comunidad entre los hombres, con Dios y con la naturaleza, patente en los cementerios suburbanos antecedentes del Park Movement.22

El movimiento de cementerios rurales florece alrededor de 1830; estos espacios, usados para la recreación y para paseos románticos, se construían en la periferia urbana y expresaban ideales religiosos y sociales.23

Frederick Law Olmsted, principal figura del movimiento de parques, tuvo una participación muy importante en la conformación de estos espacios en América. Creador del Central Park en 1857, recoge para Estados Unidos, de forma original, las influencias de los horticulturistas ingleses, mencionados anteriormente por el mismo Liernur, y convierte estos espacios verdes en elementos cualificantes de la estructura urbana, en instrumentos para su organización funcional y formal.24 Según Silvestri y Aliata, para Olmsted el parque público es sinónimo de justicia social y participación de las clases segregadas; instrumento de nivelación y educación,25 lugar en donde las infraestructuras de servicios públicos o viales se conjugan con las demás actividades mencionadas, como parte de la introducción del parque a la ciudad.

Dentro del Central Park se dispusieron los motivos acuáticos en un vasto lago situado en uno de los extremos y en las proximidades de este se construyeron dos grandes estanques rectangulares destinados a las reservas hídricas de la ciudad. Los paseos y las calzadas interiores del parque tienen un trazado sinuoso y constituyen dos sistemas independientes enlazados entre sí, pero sin interferencias recíprocas: un sistema de vías para vehículos y un sistema de paseos y senderos exclusivamente peatonales. Esto con el fin de evitar que el parque representara un obstáculo para las comunicaciones entre ambos lados de la ciudad. Así, Olmsted creó cuatro arterias de tráfico que lo atraviesan por calzadas completamente independientes de los paseos interiores.26

Dejando atrás Estados Unidos, Gorelik, a partir de los planteamientos de Sarmiento27 (quien formula un proyecto para Buenos Aires, la “ciudad nueva”, centrado en el Parque de Palermo, destinado a ser el Parque Central)28 nos habla del cruce de “influencias” que allí se dieron: Sarmiento no solo conocía directamente la experiencia del trazado de los parques europeos, continentales e ingleses, sino que también asistió a los debates generados por el Park Movement norteamericano durante los años de formación del Central Park, en donde se enfrentaron los intereses públicos y los mobiliarios. Así, en la creación del Palermo hay tanto presencia de aspiraciones de igualdad social, institucional y cívica como razones higiénicas que lo definen como “pulmón” de la creciente y congestionada ciudad industrial. Palermo es considerado punto de partida y de llegada para la creación de los parques públicos en Buenos Aires, ya que allí se quiso plasmar un universo lleno de articulaciones.29 Palermo, al igual que el Central Park, se construyó alejado de la ciudad, dentro de una grilla aún abstracta,30 pero después, cuando la capital creció, este quedó inmerso en ella.

Sarmiento indaga la ciudad moderna y en 1850 habla de “La quinta normal”, que nace como un dispositivo territorial, una especie de semillero en el que pueden crecer y fortalecerse todas las virtudes necesarias para pasar de ser una sociedad tradicional a una moderna grilla; un artefacto educativo, social y productivo. Sarmiento propone la creación de quintas preservadas de la intensa subdivisión del campo, para la recepción de granjeros inmigrantes, donde debían hacerse locales para escuelas, pepineras de árboles de selva, establos modelos de lecherías, capillas, bibliotecas locales, entre otros, destinados como centro educativo y productivo, para experimentación de las últimas tecnologías y vidriera de los avances económicos y sociales; una avanzada de la civilización en la pampa.31

El planteamiento de Sarmiento con respecto al parque es un verdadero “laboratorio técnico” con viveros, invernaderos, establos, instalaciones para exposiciones agrícolas e industriales, observatorios, jardín zoológico, prados para pastoreo, tambos e instalaciones experimentales para la innovación tecnológica en establecimientos rurales, como, por ejemplo, el riego artificial.32 Este consideró el parque como un laboratorio químico capaz de amalgamar nuevos lazos sociales y culturales, como máquina educativa para la vida ciudadana moderna, como principal dinamizador, en fin, del gran crisol en el que pudieran abandonarse como viejos ropajes las múltiples identidades nacionales, las persistentes tradiciones rurales, las atávicas prácticas productivas y políticas para dar lugar a una síntesis nueva, nacional y cultural.33

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