Kitabı oku: «Aborto libre», sayfa 2

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La fórmula de análisis sobre la mujer-víctima (aceptable) y la mujer autónoma (inaceptable) es retomado por María Isabel Matamala en su análisis sobre las condiciones políticas y culturales que dieron posibilidad a la promulgación de la ley de aborto en tres causales en el último gobierno de la presidenta Michelle Bachelet. Con un detallado y crítico recorrido sobre los acuerdos y domesticaciones a las militancias feministas en la posdictadura, la autora propone una lectura que permite entender los retrocesos culturales que conspiran para la despenalización social del aborto. En su texto “Aborto en la medida de lo posible: sumisión feminista y obstrucción de conciencias” retoma el hilo de la historia del aborto terapéutico que tuvo vigencia en Chile durante el siglo XX, la excepcional experiencia del Hospital Barros Luco y por, sobre todo, la referencia a la historia de la práctica de interrupción del embarazo, ese “hacerse un remedio” que ha sido parte de la historia de las mujeres durante siglos a modo de memoria feminista. Señala que la subjetividad conservadora de la dictadura, profundizada por los acomodos neoliberales de la democracia, ha atropellado la ética médica, persiguiendo a las mujeres que hoy piden un aborto, y hostilizan y estigmatizan al personal de la salud que persiste en su voluntad de servicio. La autora se pregunta por la falta de voluntad política —particularmente en el último gobierno de Bachelet en el que se aprobó la ley— que no previó los obstáculos evidentes que traería su aplicación. Junto a esto, analiza el poco compromiso con las transformaciones culturales que eran necesarias para que la sociedad aceptara la decisión y voluntad de las mujeres sobre el aborto. Resulta particularmente valiosa, la lectura que la autora hace de la subordinación de las militantes feministas al interior de los partidos, porque actualiza la ya conocida disputa entre “feministas y políticas” que sugiriera Julieta Kirkwood, lo lee en lo relativo al aborto, y abre un punto de interrogación hacia el presente y el futuro cuando nuevas fuerzas políticas se suman a la disputa por el poder en la conformación de partidos y alianzas. El texto señala que fue la comodidad de “lo posible” y el “todavía no” aquello que conspiró sobre el debate y contribuyó al estigma del aborto, no sin reconocer que hoy, a pesar de la dificultad, los feminismos en Chile han avanzado más allá de la solidaridad abstracta.

El contexto feminista actual es abordado por Hillary Hiner y Lieta Vivaldi, quienes hilvanan la larga historia de la lucha por el aborto y sus principales hitos, a la luz de las nuevas generaciones feministas que tanto protagonismo han tenido durante los últimos años en Chile. Recorriendo los acuerdos de la transición que mantuvieron los proyectos de ley de aborto por fuera de la agenda parlamentaria, Hiner y Vivaldi ponen de relieve la constante organización y movilización de las organizaciones feministas en torno al tema, señalando las distintas estrategias, tonos, alianzas y quiebres que se dieron en su interior, manifestando la distancia político-generacional que ha pujado entre el aborto libre y el aborto terapéutico. En “¡Aborto libre ya! Nuevas generaciones de feministas y las luchas por el aborto en Chile” se observa también como la noción “libre” significa un corrimiento a los amarres políticos de “lo posible”, que tienen un visible impulso en las movilizaciones estudiantiles del 2011 y la profundización del activismo feminista en las universidades, que instaló espacios de formación y construcción política que superaba lo educacional, y que pudo leerse en 2018 en la ola feminista que impulsó en la agenda pública el tema de la educación no sexista y el abuso sexual en el espacio universitario. A través de un mapa de militantes, organizaciones, discusiones y campañas, las autoras realizan un ejercicio clave para comprender el momento presente que, sin obviar las dificultades que han recaído sobre la despenalización social del aborto, la instalación de gobiernos conservadores en Chile y Latinoamérica, y la asonada de grupos antiderechos, permite seguir dando lugar a la lucha por el aborto libre, seguro y gratuito poniendo de manifiesto su necesidad y su mayor aceptación en las nuevas generaciones. Junto al giro conservador hay también mayor movilización, y allí las autoras destacan la “argentinización del debate”, país en que si bien no se aprobó el proyecto de ley presentado en 2018 contagió de movilización y amplia visibilización del tema a Chile. “La mujer que aborta somos todas”, enfatizan las autoras. Todas en nuestra diversidad. Trayendo de forma necesaria las diferencias de etnia, clase, sexualidades y razas que no deben olvidarse en la lucha por el aborto. En un sistema neoliberal la lucha por el aborto debe pensarse en intersección con otras luchas y en atención al régimen que constituye los afectos que lo describen. No todo es sufrimien to, no todo es victimización, también hay solidaridad, cuidado, alegría y tranquilidad.

En su texto “¿De qué color son los pañuelos verdes? El auge del abortismo y la tela que cubre las hegemonías feministas”, Ángela Erpel introduce una lectura crítica a la manera en que la demanda por el aborto se instala en el debate público desde el movimiento social. O también, a la manera en que se conceptualiza e instalan posiciones político hegemónicas en esta movilización. Las mujeres aparecen nuevamente como un colectivo amplio y diverso, sobre el que no se puede obviar su subordinación de género en intersección con otras violencias: el racismo, la xenofobia o la transfobia han de ser consideradas también a la hora de pensar agendas políticas. La autora señala que la movilización por el aborto ha adquirido una importancia inédita a nivel internacional y reconoce también la importante fuerza que ha inyectado la campaña en Argentina. Esto, para el caso de Chile, si bien, transmite solidaridades, experiencias y empuje, también trae a colación viejas discusiones que han recorrido el feminismo y que para los años de posdictadura en el país son particularmente notorias: la dicotomía de lo autónomo y lo institucional, el financiamiento y el rol de las ONG versus el Estado, todo esto conviviendo en la lucha por el aborto. En la diversidad de estrategias, la autora sitúa a los grupos que han potenciado el trabajo legal separado de aquellos que han optado por la autonomía de la acción directa: las líneas telefónicas que hoy por hoy también se han ampliado hacia el trabajo de acompañamiento, construyendo redes de socorristas que se retroalimentan en conocimientos e intercambios con otros países de Latinoamérica y tienen su fuente de inspiración y financiación en la ONG holandesa Women on Waves. Se trata de no perder el ojo crítico, pues no hay “aborto prístino”, ni el de la rebeldía como alegría, ni el con pastillas que en la ilegalidad que está lejos de llegar a las mujeres más pobres. Propone un movimiento reflexivo y no inquisidor con el trabajo realizado, que, sin perder la siempre necesaria lectura crítica de las propias prácticas, ha de ser propositivo, amoroso y con vocación colectiva.

La diputada Camila Rojas y la vocera de la Mesa de Acción por el Aborto, Macarena Castañeda, ambas militantes del partido Comunes del Frente Amplio, proponen una mirada sobre la lucha por el aborto desde un feminismo socialista. Acusando recibo del “nuevo aire” de las movilizaciones del 2018 y la campaña argentina, analizan la lucha por los derechos viendo en perspectiva los años de la transición en Chile y la desactivación del movimiento feminista o, más bien, su reducción a la noción de género, los “temas de mujeres” y la institucionalización. En el contexto de la profundización neoliberal y la desarticulación de la movilización social, el aborto es visto por las autoras como una lucha por la reapropiación de la capacidad reproductiva y la demanda por los derechos sociales, la búsqueda de la plena autonomía de las mujeres y la reapropiación del placer que también es expropiado cuando la mujer es relegada a las labores de crianza que suponen reproducción de fuerza de trabajo y traspaso de capitales. La lucha por los derechos es entendida aquí como una demanda al Estado. “Una mirada desde el feminismo socialista a la lucha por el aborto” distingue la necesidad de que el aborto no sea solo “libre”, sino que también legal, seguro y gratuito, en la medida en que esto modificaría el orden neoliberal, reafirmando los derechos sociales y apostando por salir de la triada mujer/madre/víctima. El cierre elitario y conservador profundizado en democracia debe ser desarticulado con movilización social, recuperando la propia historia y haciendo de la potencia feminista un articulador para avanzar en materia de derechos que desborde la consigna y posición individualista de la decisión sobre el propio cuerpo.

También con inquietud sobre frases como “yo aborto porque hago lo que quiero con mi cuerpo”, Constanza Michelson instala la pregunta sobre la opacidad presente en el “yo decido” en su artículo “Aborto: por el derecho al conflicto”. Se introduce en la subjetividad y las ambivalencias del deseo, en la complejidad que reside en cualquier decisión, “el tironeo” entre anhelos y deseos que pujan desde lo inconsciente y, también, desde el pacto social. Nuevamente la idea de mujer víctima aparece a la base del análisis, el problema de la agencia y los existenciarios femeninos (que culturalmente son distintos a los de los varones y ya ponen en entredicho la igualdad, pues se basan en que las niñas son sujetos de mayor fragilidad y dependencia) que presionan a la mujer frente a esta decisión. No hay derecho a decidir sin conflictos, la posición liberal del “hago lo que quiero” tiene el límite de la fantasía de la voluntad plena, por lo que más bien se debiera aspirar a ejercer una posición ética. Esto no es más que poder decidir sobre la propia vida, en contraposición al ser mujer “como asunto moral” que está profundamente instalado en la cultura. La subjetivación de las mujeres es contradictoria, desde niñas son presionadas a vérselas con el goce, con ser objetos sexuales, con la responsabilidad de no embarazarse y no convertirse en potenciales criminales con un aborto. Una mujer que goza y es responsable de su deseo es juzgada, por eso el aborto en tres causales reproduce una elaboración en que las mujeres no tienen agencia, son víctimas y sospechosas, sobre todo si pensamos en la causal de violación, que además entreteje las dudas en torno a una posible provocación. La autora sostiene que elegir es poder existir y el derecho a una existencia, con una ética que permita las elecciones, no es lo mismo que el cinismo del “yo hago lo que quiero”.

Pamela Eguiguren en “Objeción de conciencia médica en Chile o la resistencia cultural del patriarcado frente al avance en la libertad de decidir de las mujeres”, introduce un panorama amplio y documentado sobre uno de los principales obstáculos para la aplicación de la ley en la actualidad. Como ya ha sido introducido en otros artículos, sostiene que la voluntad y la condición de sujetos de las mujeres es desdeñada, en un contexto de “desaprendizajes” culturales en torno al aborto que la posdictadura ha intensificado, estableciendo brechas entre las mujeres y los profesionales de la salud que las asisten. El aborto es una práctica ancestral y ha sido criminalizado, acallado en hospitales, reducido al mínimo en su enseñanza en universidades, lo que ha limitado fuertemente la experiencia en torno a él en la formación. Para Eguiguren, Chile a través del gobierno en ejercicio y el Ministerio de Salud han jugado un rol guardián de los intereses económicos y políticos del sector privado, banalizando la posibilidad de la objeción de conciencia con la introducción de la objeción de conciencia institucional. Allí, además de una evidente paradoja en la definición, hay una presión hacia el personal de salud, que debe someterse a “la conciencia institucional” aun cuando pueda estar de acuerdo con el aborto en alguna o todas las circunstancias que comprende la ley. Son de mucho interés para la discusión los matices políticos que la autora introduce en torno a quienes declaran objeción de conciencia, donde distingue, por ejemplo, la desobediencia civil y también a los “falsos objetores u objetores no comprometidos con su rol”, es decir, personas más preocupadas de intereses políticos, que se protegen de un estigma profesional o velan por su comodidad, sin razones éticas fundadas para rechazar practicar un aborto. Una suerte de “yo hago lo que quiero” en el tono liberal ya señalado en el artículo anterior. También, la pregunta sobre la ética vuelve a ser clave: ¿Cuál es la ética médica en la obstaculización a un aborto que expone a mujeres a procedimientos tardíos o con mayores complicaciones? ¿Por qué estos profesionales no ven como una práctica menos ética no comprometerse con los riesgos a la salud a las que sus pacientes se ven expuestas? Para la autora hay también aquí una clara vinculación a temas de orden de género, hay una resistencia a la autonomía femenina que es un problema cultural que no deja enfrentar la reflexión necesaria que un servicio de salud debiera darse: hay que pasar del hacer “lo que se quiere” a hacer “lo que se debe y puede”.

Dentro de lo estipulado en la ley de aborto en tres causales se encuentra un programa de acompañamiento al que las mujeres pueden acceder si así lo desean. Paula Sáez aborda la introducción de este programa en la ley como un disuasivo para las mujeres que buscan un aborto. En su texto “El deseo roto. Algunas reflexiones sobre el aborto en Chile”, la autora remarca el pensamiento conservador que ha cruzado la discusión sobre el tema desde la dictadura. Trae a colación una elocuente cita de Jaime Guzmán, ideólogo conservador de la dictadura y la Constitución de 1980 en la que señala que una mujer “debe tener el hijo en cualquier circunstancia y como parte de la cruz que carga”. No hay gravedad ni tragedia que excluya a los seres humanos de cumplir la ley moral, y un embarazo es una obligación y un designio de dicha ley. Para Sáez más que el anecdotario político, esto no es más que la prueba del mandato existencial de las mujeres de cumplir su destino como madres, un mandato heroico e ineludible que tiene traducción cultural y política en la ley promulgada. Para Sáez, tanto el programa de acompañamiento como la objeción de conciencia expresan el deseo inconsciente (y patriarcal) de la ley, la paradoja de autorizar el aborto en su contenido manifiesto y negarlo en su contenido latente. Ambos actúan como un disuasivo. El programa de acompañamiento no estaba dentro del proyecto original presentado por el Ejecutivo, sino que fue producto de una negociación y una forma de destrabar la discusión parlamentaria para lograr los votos de la Democracia Cristiana (DC). Este es el escenario en que surge la propuesta, y es también una muestra de lo que la posdictadura ha sido: una puja entre la derecha conservadora y la Concertación que en su composición tiene sus propios elementos conservadores, ubicados principalmente en la DC, pero no solo allí. Si el proyecto incluye la entrega de información y la posibilidad de apoyo psicosocial ya existente, ¿por qué sumar una nueva estrategia? Para Sáez el programa (que además se establece en el Programa Chile Crece Contigo, un Sistema de Protección Integral a la Infancia) busca la disuasión basado en una serie de supuestos que ponen en entredicho, nuevamente, la condición de las mujeres como sujeto, pues asumen que un aborto nunca es deseable, que las mujeres están en posición de vulnerabilidad y esto impide que puedan tomar decisiones correctas o que el aborto es siempre traumático. Estos supuestos debieran ser el punto de inicio de toda discusión. Suponer que el aborto nunca es deseable cruza tanto a partidarios como detractores y niega con ello el deseo y las infinitas posibilidades en torno a la inscripción psíquica de un embarazo. El deseo de no ser madre no tiene lugar en lo social. Si hay un acompañamiento, afirma la autora, debe ser el de acompañar a las mujeres en su libre tránsito, reconociendo su autodeterminación y decisiones.

Cerrando este libro, y siguiendo la hebra del acompañamiento a las mujeres, Ruth Zurbriggen nos trae el texto “¡Quiero que salga!”. Su título es ya elocuente y en él se relata la experiencia de un aborto con misopostrol en Neuquén, Argentina. La autora es activista feminista y parte del colectivo La Revuelta que forma parte de Socorristas en Red y la Campaña por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito, campaña que ha llevado adelante la organización en torno a la legalización del aborto y la presentación de proyectos de ley en el congreso argentino, la “marea verde” que pudimos observar con tanto protagonismo en 2018. “Las revueltas” como llamará al colectivo en el texto, son mujeres que acompañan a otras mujeres que han decidido abortar, mujeres que se han formado y forman a otras mujeres en este rol de acompañamiento. Entregan información y contención amorosa, feminista, un cuerpo a cuerpo que se pierde allí donde el aborto no tiene asistencia legal ni soporte médico e institucional. Entregan datos de médicos y médicas “amigables” que realizan ecografías y aportan en encaminar el proceso, pero finalmente son ellas quienes en el momento de la toma de pastillas explican que irá pasando, sugieren medidas para aminorar el dolor, responden preguntas, van hasta sus casas e interactúan con el entorno familiar o la ausencia de éste. Daniela es la protagonista de esta historia, una joven que desde la Patagonia argentina representa a miles de otras que acuden a las redes de socorristas que se han instalado por América Latina. Hay Danielas en Chile acompañadas de otras Ruth que tienen el teléfono encendido de forma permanente para acompañar a quienes no encuentran atención legal de salud, a quienes también necesitan de otra que entienda que un embarazo también puede resumirse en un temprano ¡quiero que salga ya! Una expresión del deseo o del no deseo, hoy por hoy sin lugar y ubicación en lo social, o también en permanente pugna por la inscripción en lo social y cultural.

Los textos que componen este libro tienen un claro tinte de actualidad. De un 2018 de marea verde y feminista. Eso hace que haya énfasis coyunturales y que incluso discusiones de corta data estén menos presentes. Como ya hemos dicho, el aborto es una práctica milenaria que, en el mundo, en Latinoamérica, en Chile, ha tenido variadas expresiones, fórmulas, discusiones y vaivenes que van de la aceptación a la criminalización. El aborto es un nudo importante de disputa para las luchas feministas, para pensar la agencia de las mujeres y el límite que imponen los derechos que muchas veces incluyen en su propia constitución legal formas disuasivas u obstaculizadoras. Los cambios culturales son una clave, la despenalización social del aborto es la que ha permitido que éste se instale como un tema en la agenda política y los gobiernos avancen en su legislación. Pero no se puede dar la discusión solo enfocada en la promulgación de una ley o pensando que con ello el consenso será general. Incluso en los países donde el aborto es legal las mujeres son estigmatizadas o abortan en la soledad de procedimientos regularizados que no necesariamente caminan a la par de los procesos psíquicos. Las diferencias de clase, de raza, de etnia y de acceso a la salud son también un aspecto que no se puede pasar por alto, no es “la mujer” que aborta, sino que “las mujeres” en su diversidad. Quisimos plantearnos una compilación que pudiera circular por distintas voces, que tuviera a activistas, acompañantes, a militantes de partidos, a historiadoras, a filósofas, a psicoanalistas, médicas y matronas que trabajan en salud pública, que introdujera miradas transversales, en perspectiva histórica, situadas y coyunturales. Testimonios y análisis. Todo desde un relato coral que no espera ser exhaustivo, pero sí contribuir a la discusión y a la lucha por un aborto libre, libre en las acepciones que aquí vimos y, en otras, libre de pensarse, seguramente, muchas veces hacia delante, según cómo el presente y el futuro exijan, con memoria feminista, en compromiso con los derechos, los deseos y los cuerpos de las mujeres y las personas gestantes.

Referencias

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1 Militantes del Frente Feminista del Movimiento Autonomista perteneciente al Frente Amplio.

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