Kitabı oku: «Indeleble», sayfa 4
En la puerta de la azotea estaba de pie Mark, mirándonos sonriente y aplaudiendo en silencio. Yo solo miré hacia mis manos y me sonrojé al máximo. Daniel sí le devolvió la sonrisa a Mark.
—Me alegra que estén juntos, chicos, pero no me abandonen. —Fingió dramatismo y se sentó a mi lado, dejándome en el medio de los dos—. Tu hermano te está buscando, bonita, y dudo que quieras que los encuentre besuqueándose de esa forma —dijo y me rebujó los cabellos.
—Vamos, ángel. —Daniel se puso de pie y me extendió sus manos para ayudarme a levantar. Me abrazó fuertemente y me dio un beso antes de soltarme—. Mark, iremos al cine mañana, ¿quieres cubrirnos?
—¡Claro! —Mark se paró a mi lado, sonriente. Tomé a ambos de los brazos. Con mi novio y mi mejor amigo, los dos hombres más importantes en mi vida, empecé a caminar—. Bueno, tal vez me les una, claro, sin interrumpirles.
Ese viernes salimos Daniel, Mark, Diane y yo juntos. Ellos dos eran los únicos de nuestro grupo de amigos que sabían de nuestra relación. Caminamos juntos por el parque, jugamos videojuegos en el Queen y terminamos el día en casa de Daniel y Diane. Sus padres nos dejaron hacer una fogata en el jardín trasero para asar malvaviscos y salchichas, tocar guitarra y cantar, hasta que, a las diez, Mark me llevó a casa…
—No puedo creerlo. —Sam se levanta de mi cama y empieza a caminar por la habitación—. ¿Sarah, por qué hiciste eso? Si no amabas a Mark, ¿por qué te casaste con él y dejaste al hombre que sí querías? Esto es muy confuso.
Sam niega con la cabeza y clava sus ojos en los míos buscando la respuesta que no encuentra, mientras que con las manos peina una y otra vez sus cabellos hacia atrás.
—Déjame seguir, quiero que entiendas —intento persuadirle.
—Sarah, ¿ocultaste esa relación por cuántos años? —pregunta y me mira fijamente.
—Como siete —respondo de inmediato y veo su intención de emitir un fuerte grito por lo que hablo rápidamente—: Samuel, entiende. Yo no amaba a Mark y nos obligaron... Si los Tyler hubieran tenido una hija, seguramente tú no estarías con Diane planeando tu boda.
Ya era hora de que supiera la verdad, de que supiera lo que mi padre me hizo.
—Espera un momento, ¿de qué estás hablando?
Sam vuelve a la cama conmigo. Diane simplemente nos observa sin modular una palabra.
—Alan Evans y Richard Tyler comprometieron a sus hijos antes de que naciéramos. Querían unir las dos compañías que años atrás fueron una sola gracias a nuestros tatarabuelos y recuperar así el título de nobleza que alguna vez tuvieron. —La verdad tiene que salir a la luz y es hora de que Samuel la sepa—. Cuando papá nos descubrió, organizó la boda relámpago con Mark...
—¿Mark sabía todo esto? —pregunta preocupado.
—Claro que lo sabía, por eso dejó todo listo. —Y acá voy con mi mayor verdad—: Mark ordenó un montón de documentos para que, tras su muerte, todo siguiera el rumbo que debía seguir desde el principio. —Suspiro. El aire empieza a faltarme y no puedo volver a desmayarme, no ahora—. Desde que nos casamos él sabía que moriría pronto.
—Sarah, explícate...
Sé que Sam se está enojando, puedo verlo en su rostro contraído en busca de respuestas para la infinidad de preguntas que le pasan por la cabeza en este momento.
—Amor, déjala seguir contando, hay mucho que debes saber —Diane lo interrumpe con cariño.
—¿Tú sabías todo esto? —Ahora interroga a Diane que solo asiente—. Termina tu historia antes de que estalle, ¿sí? —Me fulmina con la mirada y por un momento siento que no voy a poder hacerlo.
—El día en que papá se enteró de mi relación con Daniel me alejó completamente de él y se reunió con Mark, su padre, nuestras madres y conmigo. —Ese recuerdo me lastima y siento una punzada directamente en el corazón—. Pero Mark, después de contarme todo su plan, me ayudó a encontrarme una vez más en un hotel con Daniel, para terminar con nuestra relación.
Daniel
—...Y con la ayuda de Mark y Diane podíamos salir y vernos durante casi siete años.
Cloe me escucha con atención.
—¿Aun cuando ya eran mayores de edad? —Su rostro está desconcertado. Yo solo asiento porque no tengo más explicación a eso—. Pidamos un par de cervezas y me sigues contando. —Llama al mesero antes de que responda y hace el pedido—. Continúa...
—Bueno, dos días después de que Alan me vio besando a Sarah frente a la puerta de su casa, Mark nos ayudó a reunirnos en un hotel. Necesitábamos un lugar para hablar y decidir qué hacer después de lo sucedido. —Aparto mi plato vacío cuando el mesero trae las cervezas y le doy un sorbo directamente de la botella mientras Cloe vacía la suya en una jarra—. Esa tarde llegué muy animado al hotel donde me entregaron la llave de la habitación en la que ya me esperaba Sarah...
Capítulo 4 Indeleble
Daniel
Abrí la puerta con nerviosismo. Sabía que hablaríamos de cosas que definirían nuestro futuro y por eso, aunque todavía no compraba un anillo ni terminaba la universidad, estaba dispuesto a escaparme con ella, pedirle que fuera mi esposa y darle la vida que Alan le negaba; después de todo, no le permitió seguir estudiando al terminar la escuela, ni mucho menos la dejó trabajar para distraer su tiempo.
No la vi al entrar. Pasé a la recepción de la suite y vi a Mark recogiendo su chaqueta de un sofá junto a la cama. Esa fue la última vez que hablamos en persona.
—Daniel, gracias a Dios llegaste. —Se veía agotado, incluso, destrozado—. Sarah se está dando una ducha, necesitaba relajarse. Puedes esperarla. —Caminó hasta donde yo estaba—. Los dejaré solos. Tengo otra suite rentada, justo al lado de esta, para que no sospechen de ustedes y me quedaré allí...
—Mark, ¿qué sucede? —Su tono y su actitud decaída me asustaban.
—Que ella te lo diga, Daniel. Solo te pido un favor. —Al mirarme a los ojos me di cuenta de que los suyos no eran los mismos de siempre, les faltaba la alegría que tanto lo caracterizaba—. Entiéndela, ella te ama como no te imaginas...
—Tyler, me estás asustando. —Sostuve su mirada. Sí, estaba asustado; más tarde me daría cuenta de que tenía toda la razón para estarlo.
—Espera que ella salga del baño. —Intentó sonreír—. Y, Daniel, siempre serás mi mejor amigo, no importa lo que suceda. Te quiero. —Me dio un golpe en el hombro y salió, dejándome perplejo y sin posibilidad de moverme.
Cuando por fin pude dar un paso, me serví un trago y me senté en uno de los sofás. Tenía un mal presentimiento, todo era demasiado extraño. Recosté la cabeza en el respaldo y fijé la mirada en el techo para intentar calmarme.
—Daniel, llegaste.
La dulce voz de Sarah me hizo regresar. Estaba frente a mí, vestida como siempre, informalmente, pero hermosa. Llevaba un lindo vestido blanco con botones en la parte del frente y una falda amplia que caía hasta sus rodillas. En su pequeña cintura, un cinturón de color rojo le daba un toque antiguo, al mejor estilo de los años 60. Su tradicional trenza estaba en su sitio y, como de costumbre, su rostro no se veía dañado por una sola gota de maquillaje. Era la mujer más hermosa del mundo. Y era mi novia.
—Claro, mi ángel. —Me levanté y corrí a abrazarla. Necesitaba sentirla entre mis brazos. Pasaron dos días desde la última vez que nos vimos y las cosas no terminaron bien en ese momento—. Estaba muy preocupado por ti. —La alejé un poco, le di un suave beso en sus labios y volví a apretarla contra mi cuerpo—. Dime que tu padre no te hizo daño... —Mi voz se quebró ante la idea de Alan golpeándola.
—Daniel —susurró mi nombre y rompió en llanto con su rostro escondido en mi pecho.
—Sarah, hermosa, dime qué sucede —me atreví a decir mientras le acariciaba los cabellos—. Yo te puedo ayudar...
—Debo dejarte —soltó cortando mi frase y dejándome estático.
—¿De qué hablas? Sarah, yo...
Las palabras se quedaron en mi garganta sin poder salir.
—No podemos seguir juntos. —Se alejó y me miró a los ojos. Igual que Mark, mi ángel había perdido su brillo. Estaba destrozada y, de paso, me estaba destrozando a mí.
—¿Tu papá tiene algo que ver? —Fue lo único que pude decir y ella solo asintió—. No tiene que ser así, vámonos. Vámonos juntos —dije consciente de que las lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas—. Sarah, podemos irnos, somos mayores de edad... Podemos casarnos y así no tendrás que dejarme, él debe entender...
—Daniel, no puedo. —Se soltó de mis brazos y me dio la espalda—. Entiéndeme, ¿sí? En un tiempo podremos, si aún me amas...
—¿Un tiempo? Sarah, me ocultas algo. —No me acerqué, solo hablé temiendo lo peor.
—Espero que lo entiendas —la escuché sollozar—. Perdóname por favor. —Iba a empezar a caminar, pero la alcancé y la tomé del brazo para girarla frente a mí. Necesitaba verle el rostro—. Déjame ir, no me lo hagas más difícil...
—Dime que no me amas y te dejaré ir a donde quieras.
Endurecí mi semblante y clavé la mirada en sus ojos mágicos que ahora estaban opacados por una tormenta de lágrimas.
—No me hagas esto, Daniel, por favor —rogó.
—Dilo, di que no me amas...
—No puedo...
Y no la dejé hablar más. La atraje hacia mí y atrapé sus labios rosados, esos labios que superaban al mejor chocolate que podrían ponerme enfrente. La besé desesperado. Necesitaba que todo lo que había dicho se borrara por completo. Que esas palabras nunca hubieran salido de su boca...
Al inicio no me respondió, pero con los segundos sus labios terminaron adaptándose a los míos, respondiendo con un beso que me decía a gritos el amor que sentía. Ella me amaba, yo la amaba, no teníamos por qué separarnos; no lo iba a permitir.
Sin soltarla del abrazo y sin dejar de besarla, la dirigí hasta la habitación. En siete años, nunca sobrepasamos la línea de la pasión. Habíamos estado a punto; sintiendo el calor de las hormonas que se introducía en nuestros cuerpos, pero nunca tuvimos la oportunidad para dejarnos llevar… Hoy no pensaba detenerme. Necesitaba confirmar que nos amábamos como nadie más lo ha hecho.
Tomé el rostro de Sarah con una de mis manos y con la otra bajé dibujando su contorno hasta posarla en la parte baja de su espalda, la atraje contra mi cuerpo para demostrarle lo que causaba el suyo en mí. Ella enredó sus manos en mi cuello y halaba suavemente mi cabello, sabía que Sarah no me pediría detenerme. Profundicé aún más el beso y degusté con mi legua el sabor de su boca abierta y dispuesta a recibirme. La recosté en la cama suavemente y me ubiqué encima de ella sin perder el contacto de nuestros labios. Mis manos recorrieron sus largas piernas bajo la tela del vestido. La sentí estremecerse con mi contacto. Me amaba, eso era evidente y yo la amaba a ella, con mi vida. Estaba dispuesto a darlo todo por esa mujer. Ella lo sabía y yo se lo iba a corroborar con mis caricias. Poco a poco nos convertimos en solo besos, mordiscos y manos. En un acto desesperado, Sarah se deshizo de mi chaqueta de cuero y mi camiseta negra; ambas terminaron en algún lugar cercano a la cama. Con el mismo desespero abrí botón por botón el vestido de mi ángel, dejando a la vista su hermosa silueta cubierta por un delicado conjunto de encaje rosa pastel.
—Te amo, preciosa. —Mi voz salió suave contra sus labios—. No tenemos que separarnos...
—No digas nada —dijo con los ojos cerrados y tan cerca de mis labios que sentía su delicioso aliento—. Solo ámame a pesar de todo. Ámame, Daniel —me pidió con la voz quebrada y los ojos apretados.
Estaba sufriendo, estábamos sufriendo, pero yo no me detuve ante esa señal. La besé con ansiedad mientras me deshacía de mi pantalón. Recorrí su cuerpo con mis manos, adorándola, grabando cada centímetro de su piel en mi memoria, tatuándola con una tinta indeleble mientras mis labios recorrían los suyos, su cuello y la parte superior de su pecho. Sus delicados dedos trazaban figuras indescifrables en mi espalda descubierta mientras con la otra mano jugueteaba con mi cabello. Nos necesitábamos, ambos lo sabíamos. De repente nada más existió. La habitación desapareció, las preocupaciones se esfumaron y solo existíamos ella, nuestro amor y yo.
Las caricias cada vez eran más y más atrevidas. Sus pechos reaccionaron a mis manos mientras que mi entrepierna reaccionaba a sus caricias en mi espalda. Esa vez no íbamos a detenernos. Esa vez íbamos a terminar lo que dejábamos empezado siempre. Nos deshicimos de la poca ropa que quedaba y pude adorarla completamente. Mi ángel era simplemente perfecto. La memoricé por completo con mis labios. La vi mirarme con temor, pero con decisión. Vi cómo su cuerpo pedía lo mismo que pedía el mío. La gravé en mi memoria, la tatué en mi alma… Sentí cómo me atraía cada vez más a ella, sin temor y, aunque tuvimos que detenernos a tomar un poco de aire cuando por fin nos entregamos por primera vez, la pasión fue mucho mayor y un par de segundos después ya estábamos en un baile en el que nuestros cuerpos se acoplaban con una perfección única. Ella era mía, yo era suyo. Los sentidos se me dispararon a un nivel nuevo y el olor típico de Sarah, una mezcla entre fresas, chocolate y vainilla, dejaba de parecerme delicioso y tierno y se convertía en el más erótico de los perfumes. Sus manos me recorrieron sin parar. Estaba ansiosa mientras yo lo único que buscaba era tocar el cielo juntos. Quería perderme con ella y fue así como llegó un orgasmo tan fuerte y agotador que nos arrasó como una gran ola en el mar. Separé nuestros cuerpos cuando regresé a la tierra y me dejé caer sobre el costado, atrayéndola hacia mí y acunándola para que descansara sobre mi pecho. Permanecimos así hasta que por fin nuestras respiraciones se acompasaron y nos sumergimos en los brazos de Morfeo…
—... A la mañana siguiente me desperté solo en la habitación y con una nota al lado. —Recuerdo que esa nota la he guardado en mi billetera todo este tiempo y la busco rápidamente para leerla en voz alta:
“Perdóname, Daniel. Solo te pido un tiempo para arreglar todo y poder vivir nuestro amor sin miedos... Te ama, tu ángel...”
Cloe sigue mirándome impasible.
—Desde ese día la tengo grabada en mi piel, en mi memoria y en mi alma… la recuerdo noche tras noche.
—Wow... —Me mira con picardía—. Oye, ¿en verdad eres célibe, entonces?
—No quiero hablar de eso, Cloe. —Bebo un trago más de cerveza, avergonzado—. Ahora, ¿lo que te conté ayuda a tu teoría?
—Sí, algo. —Sostiene mi mirada mientras bebe otro trago ignorando mi vergüenza y añade—: ¿así que unos días después supiste que se casaron?
—Sí. Ese fin de semana salió la foto en el periódico y, ahora que lo pienso, no se veían nada felices —añado vaciando la botella y levantándola para pedir otra—. En fin, el resto es sencillo, empaqué, pedí un traslado en la universidad y terminé acá.
—¿Ya compraste el pasaje? —Mira al camarero y le pide una cerveza más.
—Salgo esta noche. Se supone que entro mañana mismo al hospital central de Londres… o bueno, no sé cuándo, el cambio de horario y las escalas lo harán algo complejo. —Creo que ya empiezo a extrañar a esta chica loca—. Ya hablé con un amigo para que me recoja y me deje quedar en su casa. No quiero llegar a la de mis padres, además quiero sorprenderlos.
—Bueno, entonces te diré lo que pienso antes de que partas a hacer tu maleta. —Recibe las dos cervezas y le da las gracias al mesero—: debes estar prevenido porque si tu amigo murió y dijo todo lo que dijo en esa carta, será mejor que tengas la mente abierta. ¡Ah!, y consigue una casa pronto porque planeo ir a conocer a esa Sarah en mis vacaciones y necesitaré un lugar a dónde llegar. —Me regala un guiño y suelta una risa—. Gracias por abrir tu corazón conmigo.
—Gracias a ti por escuchar mis tonterías y darme ánimos.
Levanto la botella y brindamos juntos.
Sarah
—... A media noche me desperté y lo dejé solo con una nota de despedida. —Veo a mi hermano concentrado en mis palabras y sorprendido—. Tenía la llave de la habitación de Mark y me fui llorando… me consoló toda la noche, prometiéndome que todo saldría perfecto y que respetaría nuestro amor. —Suspiro… lo cumplió.
—Espera un momento. —Lo que más temo está a punto de suceder, lo veo en su rostro—. Quieres decir que Mark y tú nunca...
—Nunca —ratifico consciente de lo que eso significa y de la verdad que está intentando digerir.
—¿O sea que Chelsea es hija de Daniel? —suelta en un grito ahogado—. Sarah, ¿cómo pudiste engañarnos a todos? ¿Cómo pudiste ocultárselo? ¿Quién más lo sabe?
Sus ojos me miran con sorpresa y su rostro está perplejo, nunca me había mirado de esa forma y comprendo que esté más que enfadado.
—A parte de Mark, lo saben los Martins, la niña, Vivian, Owen y Nicholas —respondo mirando a Diane con temor—. Y nadie más puede saberlo hasta dentro de un mes. —Intento calmar a mi hermano—. Samuel, yo no lo planeé y Mark sabía que moriría pronto...
—No entiendo nada. Sarah, ¿tu hija ha vivido cinco años en una mentira? ¡Y los Tyler!, y ¡nuestros padres! —grita y sé que lo hace para liberarse.
—Para de gritar. —Diane intenta calmarlo—. Vas a despertar a la niña y es mejor que descanse, hoy fue un día duro para ella.
—O sea que quien le hace las transfusiones a Chelsea es...
—Su verdadero abuelo... —Diane complementa la frase de Samuel.
—O su tía. —Miro a Diane quien fue la que sirvió de donante para la sesión de hoy.
—¿Y si tienes a los donantes por qué demonios alargas la tortura de tu hija sabiendo que puedes hacerlo ya?
¿Me está regañando por la salud de Chelsea y no por las mentiras que me vi obligada a decir? Pensé que me estaría odiando. Mi hermano adora a mi hija.
—Porque los Tyler se darían cuenta de que la niña no es parte de su familia y eso no puede suceder aún. Mark dejó todo listo para que en un mes podamos hacer el trasplante con o sin Daniel.
—Cuéntame eso porque ahora sí me perdí.
Se sienta a mi lado una vez más y me toma la mano. Ahora sé que me apoya.
—Bueno. ¿Recuerdas que me perdí con Mark unos días enteros antes de la boda? —Él asiente—. Nos quedamos toda la semana en las habitaciones del hotel. —Comienzo por ahí—. Todos pensaron que era lo mejor antes de la boda; que era bueno que nos conociéramos bien... Y bueno, él dijo que yo debía saber un par de cosas; que no permitiría que por nuestros padres mi vida se destruyera. —Suspiro al recordar todo lo que Mark hizo por mí—. ¿Recuerdas que en ese entonces Nick ya estaba haciendo sus prácticas de derecho?
—Sí, recuerdo todo eso. —Sam nunca ha sido un hombre paciente y se le nota.
—Bueno, el primer día llegamos al hotel y hablamos hasta la madrugada...
Capítulo 5 Embrollos
Sarah
—Espera, primero cuéntame cómo fue que los comprometieron —me interrumpe mi hermano algo confundido.
—Cuando papá me vio con Daniel en la puerta, citó a los Tyler en casa y como tú estabas con Diane no supiste nada...
—Chicos, es hora de que sepan la verdad —empezó a hablar mi padre intentando ocultar su ira, sin hacerlo muy bien.
—Alan, no le hagas esto a tu hija —dijo mi madre intentado interceder.
—Mujer, sabes que es su destino. —Fulminó a mi madre con la mirada mientras que los Tyler veían la escena—: Sarah y Mark están comprometidos desde antes de nacer —soltó y pude ver la expresión de miedo en los ojos de mi mejor amigo. Él tampoco entendía lo que sucedía.
—Así es —Richard Tyler intervino—. Hace años, nuestras empresas eran una sola y por cuestiones familiares se dividieron y perdimos los títulos de nobleza que ostentábamos, por eso nos propusimos volverla a reunir con nuestros hijos —dijo y me sonrió tiernamente.
—Yo esperaba que quedara con el apellido Evans, pero ya ven, los Tyler tuvieron un chico y Samuel no va a poder llevarla, así que cuando nacieron, decidimos que sería Mark quien no solo encabezara las fortunas, sino que también asumiera el mando de la disquera Evans y de la productora Tyler. —Mi padre me miraba con una sonrisa de suficiencia. Sabía que me había vencido—. Por eso, cariño, nunca dejé que estudiaras o trabajaras. La decisión de darte ese permiso era de tu marido y, aunque esperamos que se enamoraran por ustedes mismos, eso nunca pasó, ¿verdad, Sarah?
—¡Pero, papá! ¿Cómo pueden hacerme esto? ¡Mark y yo solo somos amigos y yo amo a Daniel Martins!
Empecé a llorar, y parecía que no me escuchaban.
—Por eso mismo tendremos que apresurar los planes —El señor Tyler siguió con la conversación, ignorando mis palabras—. Se casarán el viernes en la noche. Ya lo planeamos todo. —Miró a mi padre con reproche—. Y, Alan, enséñale a tu hija a obedecer, no quiero que mi hijo se case con una mujer rebelde.
—Lo haré. —respondió mi padre y me miró amenazante.
—Tranquilo, Alan, yo me haré cargo. —Mark se levantó de su asiento al lado de su madre y caminó hasta posarse tras de mí—. Yo me haré cargo de Sarah desde ahora, la llevaré a un hotel mientras llega el día de la boda, pero asumo desde este momento su responsabilidad. —Se veía tan seguro que me dio algo de seguridad a mí también—. Bonita, ve por tus cosas y te espero en el auto.
Hecha un manojo de nervios, rabia y tristeza me fui a hacer lo que Mark me decía. Una hora más tarde, conducíamos en completo silencio hacia el hotel. Lo único que se atrevió a decirme fue que había cosas que debía saber y que no me preocupara, todo estaría bien.
Solo fue hasta que estuvimos en la habitación que tomé el valor para hablar. Estaba desesperada y solo pensaba en Daniel y mi relación con él.
—¿Qué vamos a hacer, Mark? ¡No quiero dejar a Daniel! —dije, llorando, a mi mejor amigo mientras, sentados en la cama de la suite, intentaba calmar mi ira.
—Sarah, necesito que te calmes, me escuches y confíes en mí completamente. —Pocas veces usaba mi nombre, pero cuando lo hacía era porque se trataba de algo realmente serio. Limpié mis lágrimas y lo miré atenta—. Nos vamos a casar... —Lo miré como si le hubiera salido otra cabeza—. No me mires así, déjame hablar, ¿sí? —Asentí—. Mira, bonita, esto no lo sabe nadie aún y no pueden saberlo…. Me estoy muriendo...
—¿Muriendo del verbo te vas para el cajón? —No pude evitar el comentario. Sinceramente creí que bromeaba.
—Sí, Sarah, estoy muriendo y sucederá en poco tiempo, todo depende de la velocidad con la que crezca la enfermedad y de lo fuerte que sea mi cuerpo...
Ante sus palabras solo pude ahogar un grito de sorpresa. Mi mejor amigo se estaba muriendo, sería mi marido en unos cuatro días y… ¡SE ESTABA MURIENDO!
—... Nos casaremos, haremos todo lo que nuestros padres quieren. Uniremos las fortunas, retomaremos los títulos, asumiré las empresas y todo eso, pero mañana mismo llamaremos a Nicholas para que arregle un papeleo especial, es el único abogado en todo Londres en quien confío...
—No te entiendo —murmuré bajito intentando asimilar lo que Mark me decía—, ¿Y cómo que estás enfermo?
—Hace un tiempo me dio un mareo mientras estaba en clase en la universidad. Resulté en enfermería sin saberlo y de allí me remitieron al hospital central —empezó a narrarme—. Después de un par de análisis determinaron que algo extraño pasaba en mi cabeza y por ser mayor de edad, omitieron informar a mis padres. —Me sonrió con esa risa inocente de siempre—. Me han hecho seguimiento y hace unos días me dieron los últimos resultados. Tengo varios microtumores en el cerebro que no pueden extirparse por los lugares en los que están alojados, crecen con cada día...
—¿Y no hay algún tratamiento? ¡Debe haberlo! —Empezaba a sentir temor por él.
—Lo hay, pero reduciría mi calidad de vida y me negué a correr el riesgo de terminar como un vegetal en una cama. —Suspiró—. No quiero que nadie sepa esto, Sarah, solo lo sabrán tú y Nick...
—¿Bueno, y qué tiene que ver Nicholas en todo esto?
Lo miré asustada.
—Le pediré que expida un par de órdenes a cumplirse un mes después de que yo muera. —Secó una lágrima que escapó de mi ojo izquierdo—. Una para que seas completamente libre y la otra para que tengas toda la autoridad en las empresas de nuestros padres, los títulos y la fortuna.
—¡No lo acepto! Si mueres entregaré todo a tus padres —grité desesperada.
—Acéptalo, considéralo un regalo de mi parte. —Me acarició el rostro con ternura—. Y pues, mírale el lado bueno a todo esto, mientras estés conmigo podrás trabajar, estudiar o hacer lo que te dé la gana. —Me despeinó la trenza mientras yo intentaba asimilar todo—. Cuando muera podrás volver con Daniel. Tranquila que no pienso tocarte un pelo a menos que tú misma quieras, y respetaré el amor que sienten ustedes dos. —Suspiró nuevamente—. Solo necesitarás tener paciencia.
—No sé si Daniel quiera seguir conmigo después de ver que me caso con su mejor amigo —solté dejando de luchar contra las lágrimas.
—Confía en mí, bonita. Yo me encargaré de aclarar todo antes de irme, ¿sí? —Me dio un beso en la frente—. Ahora descansa, mañana temprano vendrá Nick y debemos contarle lo tuyo con Daniel, lo de la boda apresurada y pedirle que prepare todo... —Se levantó de la cama—. Y luego, deberás llamar a Daniel para romper con él.
Asentí incapaz de decir algo. Esa noche casi no dormí y el poco tiempo que lo hice, tuve pesadillas. Fue la primera de mis malas noches durante seis años…
—¿Así que devolverás todo a los Tyler? ¿Y qué harás con Chelsea? —pregunta Samuel más calmado de lo que esperaba.
—Samuel, tuvimos que cambiar todo cuando nos enteramos de que estaba embarazada. —Suspiro—. Después de la boda me hundí en una gran depresión, porque Daniel no quiso volver a verme ni tampoco escuchar las explicaciones de Mark. —Miro a Diane—. Incluso, el día de su viaje intentamos alcanzarlo en el aeropuerto, pero fue inútil. —Diane me sonríe con pesar. Ella habló con Mark el mismo día de la boda y sabía toda la verdad—. En fin, Mark me pagó los primeros semestres en la universidad y entré a estudiar danza y teatro para ocupar mi tiempo y mi mente en algo...
—Mark, déjame enviarte a alguien de confianza que esté pendiente de ustedes.
Nicholas estaba de visita en el apartamento que habíamos rentado mientras comprábamos una casa. Nuestro amigo y abogado llevaba quince días insistiendo en que contratáramos a alguien para que estuviera pendiente de sus medicamentos y yo pudiera estudiar tranquila.
—Te aseguro que Vivian y Owen son las personas más discretas y atentas que conozco.
—Hazle caso —interrumpí.
La verdad era que cuando Mark me pagó la universidad decidió dejarla él. No por falta de dinero, sino porque su cerebro no soportaba tanto esfuerzo.
—No estoy tranquila cuando sé que estás acá solo.
—Está bien, está bien, envía a esos dos. —Suspiró vencido—. Pero recuérdales que deben ser muy discretos. Nadie se puede enterar de lo que sucede acá.
—Lo sé. Les diré que vengan mañana para que los conozcan. —Sonrió satisfecho—. Por ahora me voy, tengo que recoger a Tracy. —Se puso de pie y tomó su portafolio—. Y, Sarah, come algo. De verdad estás muy flaca y me preocupas.
Me levanté y me fui directo a mi cuarto. No quise responder a Nicholas. Era verdad que no comía como se debía. También me esforzaba más de la cuenta en la universidad y pasaba todas las noches llorando en mi habitación, lejos de todo el mundo. Seguía destrozada por la pérdida de Daniel. Mi vida se había derrumbado ante mis ojos y no pude hacer algo para impedirlo.
No supe cuándo me quedé dormida, solo sentí que Mark se sentó en mi cama a la mañana siguiente y me acarició los cabellos para despertarme.
Tenía que agradecerle muchas cosas. Se hacía cargo de mí y de la casa. No me había besado más de lo necesario para hacer el show con nuestras familias y dormíamos en cuartos separados. Su consideración era más de lo que podía esperar.
—Bonita, levántate y báñate. Nick ya viene con los Davis y tenemos que recibirlos —Mark habló con el mismo cariño y paciencia de todos los días.
—Dame treinta minutos, ¿sí? —respondí sin abrir siquiera los ojos—; no me tardo...
Exactamente media hora después entré en nuestra sala de estar. Allí estaba Nick con dos personas: una encantadora pelinegra, con unos rizos que le caían por la espalda casi hasta la cintura, me sonreía adorablemente. Ella estaba acompañada por un hombre alto, con músculos de hierro y un cabello que ya empezaba a cubrirse de canas. Hacían muy buena pareja, estaban tomados de la mano, nos miraban con ternura y su energía solo inspiraba confianza, así que ese mismo día se mudaron con nosotros.
Por apariencia podría decir que tenían una edad similar a la de mis padres y por alguna razón, casi al instante de conocernos y escuchar nuestra historia, nos asumieron a Mark y a mí como los hijos que nunca tuvieron. Vivian se encargaría de la cocina y de la casa. Owen de transportarnos y de cuidar a Mark. Era un médico retirado del ejército y nadie mejor que él para estar pendiente de la enfermedad de mi amigo.
Dos días después de la llegada de los Davis, cuando me levanté para ir a estudiar, sentí algo extraño. Al dejar la cama me vi obligada a sostenerme del cabezal por un fuerte mareo. Lo asocié a mi mala alimentación en los últimos días, me metí a la ducha y me propuse a llevar, como siempre, un día medianamente normal.
—Niña Sarah, el desayuno ya está listo.
Vivian me recibió sonriente en la cocina. Era una presencia renovadora y que agradecía con el alma. Nunca me habían tratado con tanto cariño en casa.
—Gracias, Vivy. —Me senté en la barra—. Regálame un jugo de naranja y un par de galletas de soda.
—Sarah, no puedes irte con tan poco. Te alimentas muy mal —me reprendió con ternura—. Mi niña, déjame cuidarte.
Con los días supimos que Vivian tenía la misma edad de mi madre y, según lo que nos dijeron, siempre quisieron ser padres, pero no vieron su deseo hacerse realidad. Tal vez por eso, desde que nos conocieron se encariñaron de inmediato y se solidarizaron con nuestra situación.
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