Kitabı oku: «Las luchas por el agua en México (1990-2010)», sayfa 2
Si se deja de lado la apelación a la voluntad individual, lo central en el planteamiento del famoso estratega militar prusiano radica en haber identificado el átomo de la guerra, la unidad de sentido de toda confrontación, como constituida por dos partes con propósitos encontrados. Así, para analizar la guerra, Clausewitz redujo un proceso social de gran envergadura a su expresión mínima básica; tal como Marx hizo con la identificación del intercambio de mercancías entre dos vendedores, en tanto que unidad de análisis para estudiar el desenvolvimiento histórico del capital. La comparación de estas dos unidades de sentido resulta útil para comprender la centralidad de la acción en los procesos sociales.31
Con un sentido similar, Max Weber definió una relación social de lucha
cuando la acción se orienta por el propósito de imponer la propia voluntad contra la resistencia de la otra u otras partes. Se denominan «pacíficos» aquellos medios de lucha en donde no hay una violencia física efectiva. La lucha «pacífica» llámase «competencia» cuando se trata de la adquisición formalmente pacífica de un poder de disposición propio sobre probabilidades deseadas también por otros. Hay competencia regulada en la medida en que esté orientada, en sus fines y medios, por un orden determinado.32
Lo anterior permite profundizar en las condiciones desencadenantes del proceso; el duelo sólo comienza con el acto de defensa. La guerra surge siempre con el momento de defensa y tiene como objeto directo el combate,
ya que la acción de detener el golpe y el combate son, evidentemente, una misma cosa. Detener el golpe es una acción dirigida por entero contra el ataque y, por lo tanto, lo presupone necesariamente; pero el ataque no está dirigido contra la acción de detener el golpe, sino hacia otra cosa: la posesión de algo y, en consecuencia, no presupone a la primera.33
De esta manera, el territorio pleno de la guerra comienza realmente en la defensa, pero en el carácter estratégico de ésta, no en su carácter puramente táctico de estímulo y respuesta. Por tanto, la sugerencia consiste en captar el inicio del duelo, porque este inicio sólo es inteligible en el momento de la resistencia: si hay resistencia hay guerra.
Es así como, tanto Weber como Clausewitz, elaboran su concepto de relación social de lucha en el sentido de que hay una determinación, de parte de un individuo, de oponer resistencia (desobediencia) 34 al intento que tiene el otro de imponer su propia voluntad. A través de este mecanismo, los contrincantes se convierten en «adversarios». Aquí tenemos el observable de una relación de lucha. Podemos decir que comienza con el encuentro de dos voluntades con direcciones opuestas; tal encuentro se observa en la «acción de lucha».
Por su parte, la acción de lucha encierra un atributo epistémico que permite el pasaje de un menor a un mayor conocimiento de la realidad en que se lucha y de la conciencia de quienes llevan a cabo la acción. Según Piaget, el conocimiento no surge espontáneamente del funcionamiento psíquico de los sujetos. No es un atributo innato del ser humano, surgido a partir de categorías a priori; tampoco es producto de una «iluminación» subjetiva cuya fuente radica en condiciones psicológicas primarias como la percepción, la sensación o la razón; es la resultante de una construcción compleja en la que intervienen factores de orden biológico, psicológico e histórico-social. En tal sentido, se postula que la génesis de todo conocimiento se instala en la acción como su punto de partida, ésa es su condición necesaria aunque no suficiente. Todo conocimiento se funda o comienza en la acción; pero la realización de la acción no implica, inmediatamente, conocimiento de la misma. La acción y su conceptualización son dos actos diferentes.35
Uno de los dos principales resultados de nuestras investigaciones, junto al análisis de la toma de conciencia como tal, es el de demostrarnos que la acción constituye, por sí sola, un saber, autónomo y de un porvenir ya considerable, porque si sólo se trata de un «saber hacer» y no de un conocimiento consciente en el sentido de una comprensión conceptualizada, constituye, sin embargo, la fuente de ésta última, dado que la toma de conciencia se halla, en casi todos los puntos, retrasada —y a menudo de manera muy sensible— respecto de ese saber inicial que tiene una eficacia notable aunque no se conozca… El problema estriba en saber cómo evoluciona la acción en sus relaciones con la conceptualización que caracteriza la toma de conciencia.36
Por tanto, si bien la fuente de todo conocimiento se encuentra en la acción, no toda acción logra su inteligibilidad inmediata y, en algunos casos, hay un retraso de la conceptualización de la acción respecto de la acción. Piaget investiga el proceso mediante el cual el ajuste en una acción pasa a elaborarse a nivel conceptual. Es a esta elaboración a la que se le da el nombre de «toma de conocimiento» ya que cualquier conocimiento compromete siempre una conceptualización y una transformación en los esquemas de acción del sujeto. De esta manera, dicha toma de conocimiento es, más bien, una elaboración, una reconstrucción conceptual en distintos niveles de lo realizado en el plano de la acción. Esta toma de conocimiento supone la construcción simultánea de una toma de conciencia de lo que cambió en los esquemas de acción de quien actúa y reflexiona sobre su acción.
La toma de conciencia consiste en una conceptualización propiamente dicha, o sea en un paso de la asimilación práctica (asimilación del objeto a un esquema) a una asimilación por conceptos.
El mecanismo de la toma de conciencia aparece en todos esos aspectos como un proceso de conceptualización, que reconstruye y luego sobrepasa, en el plano de la semiotización y de la representación, lo que se había adquirido en el de los planos de acción (Conclusiones generales).37
En segundo lugar, es especialmente significativo que decir acción es, en realidad, un modo de referirse a un sistema de relaciones entre sujetos y objetos, y entre sujetos y sujetos.38 Predicar que la acción es la piedra fundacional de la construcción del conocimiento humano es colocar en su génesis un complejo sistema de relaciones y, entre ellas, las relaciones sociales, tanto intersubjetivas como las que estructuran el funcionamiento de los grupos sociales en sus distintas escalas de complejidad: de los agrupamientos interpersonales a la formación social en su conjunto. En otras palabras, se desplaza la subjetividad como origen unívoco del conocimiento, instalando en su lugar su carácter relacional.
A partir de esta propuesta, el conocimiento consiste en un proceso complejo de elaboración, en una construcción cuya fuente no radica excluyentemente en el sujeto o en el objeto sino en la relación dialéctica entre ambos, procediendo mediante mecanismos e interacciones muy específicas, con una legalidad que las anula. Las propiedades del objeto no son cognoscibles para el sujeto si prescinde del conocimiento de las acciones que realiza respecto de él mismo para conocerlo. Abordar la región central de un objeto, y sus características intrínsecas, compromete al sujeto a aprehender sus propias acciones o a hacer evidente para sí mismo los medios que emplea en relación con dicho objeto (ruptura epistémica o transformación de los obstáculos epistemológicos).39 En otras palabras, la comprensión de los objetos o, lo que es lo mismo, la raíz de las acciones causales es correlativa a la conceptualización de las acciones del sujeto.40
La ley general que parece resultar de los hechos estudiados es que la toma de conciencia va de la periferia al centro, si se definen tales términos en función del recorrido de un comportamiento dado.
La toma de conciencia, que parte de la periferia (objetivos y resultados), se orienta hacia las regiones centrales de la acción cuando trata de alcanzar el mecanismo interno de ésta: reconocimiento de los medios empleados, razones de su elección o de su modificación durante el ejercicio, etcétera.
¿Por qué periferia y centro? La primera es que esos factores internos escapan precisamente, por lo pronto, a la conciencia del sujeto. La segunda muy general, es que atendiéndonos a las reacciones de éste, el conocimiento parte no del sujeto ni del objeto, sino de la interacción entre los dos.41
FIGURA 3. EL PROCESO DE LA TOMA DE CONOCIMIENTO

Donde: S= Sujeto / O = Objeto / C = Centro del sujeto / C’ = Centro del objeto P = Periferia.
Fuente: Esquema de la toma de conciencia. Piaget, La toma de conciencia, op. cit., p. 257.
El esquema ilustra el recorrido del proceso. El punto de partida es un conocimiento periférico (P), tanto de las propiedades del objeto (O) como de las acciones del sujeto (S) para aprehenderlo, para asimilarlo. El conocimiento periférico de un objeto es la reacción más exterior e inmediata que el sujeto experimenta frente a él, lo que se le presenta más directamente observable, aprehensible, es decir, la impresión más superficial y deformada. Los mecanismos o medios empleados en las acciones realizadas para asimilar el objeto permanecen ocultos, inconscientes para el sujeto. El conocimiento central —o menos periférico— es precisamente el que permite abordar los mecanismos internos de su acción. Los mecanismos comprometidos en toda acción de conocimiento conllevan un inevitable desfase temporal entre la realización de las acciones y la posibilidad de su toma de conocimiento.42
El proceso general mediante el cual se produce una toma de conocimiento de las relaciones sociales operantes en el sistema social, y que producirá un pasaje hacia formas de acción cada vez más ajustadas a objetivos, se iniciaría, en cada caso, con el ejercicio de un esquema inicial de asimilación cuya activación tarde o temprano es dificultada por perturbaciones. Las compensaciones que resultarían de esto se traducirían en una nueva construcción en la que las regulaciones que caracterizan a sus fases serían a la vez compensadoras en relación con la perturbación (implicando la formación al menos virtual de negaciones) y formadoras en relación con la construcción, hasta la constitución de una nueva estructura de equilibrio y el desarrollo posterior de procesos análogos.
Ahora bien, desde esta perspectiva, mientras no haya un desencajamiento en la acción no habrá necesidad de producir una nueva reestructuración de la acción, ni de su conceptualización. A partir de una perturbación en la acción se producen un error y un reacomodo en la acción y en el esquema de asimilación.43
Desde esta perspectiva entendemos que para producir un nuevo conocimiento debe partirse del desencajamiento o desequilibrio producidos en la estructura de asimilación, ya que «lo que siempre se hacía ya no resulta efectivo para solucionar el problema». Esto conduce a lo que hemos llamado la visibilidad de un obstáculo y la aparición de lagunas en el conocimiento preexistente. A partir de esto, el sistema buscará un nuevo equilibramiento, para lo cual se producirá una incorporación de nuevas estructuras y se producirá un «aumento en el conocimiento»: «La toma de conciencia parte de la persecución de un objetivo; de ahí la comprobación [consciente] de un acierto o de un fracaso. En caso de este último, se trata de establecer por qué se ha producido y eso lleva a la toma de conciencia de regiones más centrales de la acción».44
De igual modo, Marx instala el proceso de pasaje de un nivel de conciencia denominado «clase en sí» a otro de «clase para sí», en el cual supondría una transformación de los modos de conocer el orden de lo real. En este sentido, se produce una advertencia acerca de que la identidad de clase sería dependiente, a nivel individual, no sólo de la historia social de esa identidad sino, además, de la forma cultural en la que esa identidad se desarrolla; de ahí la posibilidad de que se produzca una articulación entre la identidad en el plano de clase en sí con la identidad en el plano de clase para sí, es tremendamente dependiente de esa forma cultural. La identidad cultural es la historia de una pertenencia: quien construye la cultura de manera dominante es quien establece el contenido de esa cultura.45
Por tanto, consideramos que las acciones registradas en las bases de datos que sustentan esta investigación expresan diferentes tomas de conciencia de las problemáticas enfrentadas en relación con el agua. Ello supone que hay una forma de expresar radicalmente una problemática y, en ese sentido, la advertencia sería que cuanto mejor se exprese la problemática más capaces serán los individuos de ajustar sus acciones a los objetivos propuestos.
Visto así, los niveles de conciencia permitirían una reflexión más amplia sobre el contenido y las formas de la acción, lo que llevaría, a su vez, a objetivos mejor desarrollados en función de la problemática que se quiere subsanar. De esta manera, se construye un círculo virtuoso de avance del conocimiento y de la conciencia de la propia acción.
Por tanto, a partir de la acción es posible encontrar rasgos de la toma de conocimiento del desequilibrio que motiva la lucha. Por ello el tipo de acción refiere siempre a la toma de conciencia de un conflicto, que puede ser observado, medido, estudiado.
En síntesis, el proceso de lucha social tiene como efecto disparador el momento defensivo que tiende a expresarse en un pasaje al acto de resistencia, de defensa de los recursos o de los derechos que se suponen propios. Este acto de defensa implica, en última instancia, una acción de lucha en su carácter estratégico ya que defender lo que se considera un derecho, se sepa o no, se tenga conciencia o no de ello, constituye en sí una acción de enfrentamiento, esto es, el comienzo de una acción directa que puede convertirse en lucha social.46 Y en la acción de lucha, esto es, en la lucha social es posible advertir no sólo los atributos propios de una acción, sino también el contenido representativo de los niveles de conciencia.
De esta manera, la acción de lucha constituye la unidad de estudio —es decir, de registro, descripción, comparación y análisis— de esta investigación. Se trata del operador teórico-metodológico que permite visualizar el grado y los modos de avance de una lucha social y que, en consecuencia, nos permitirá caracterizar el conflicto del cual parten y al cual están haciendo referencia las distintas identidades sociales registradas en las bases hemerográficas.
Utilizamos como fuente la prensa escrita y tomamos en consideración que ésta tiene un doble carácter: refleja lo que sucede en la realidad y forma parte de la realidad. En tal sentido, la prensa constituye una muestra sesgada por la propia estrategia editorial de cada periódico de lo que sucede en la realidad. Además, al utilizar un enfoque comparativo, aun cuando haya sesgo de fuente, podemos suponer que aquél es sistemático, lo que nos permite ver los cambios producidos. Sin embargo, también debemos señalar que las limitaciones de la fuente son importantes, nos impiden trabajar con la cantidad de acciones totales ya que éstas no aparecen en los periódicos, lo que significa que no trabajamos con la totalidad de las luchas por el agua, sino con la correspondencia de los atributos de las acciones registradas. Por último, vale decir que las conclusiones que se extraigan deberán ponerse en correspondencia con otros indicadores de futuras investigaciones a fin de dar cuenta cabal del proceso histórico que atraviesa la lucha social por el agua en México.
No obstante lo anterior, lo importante de esta muestra es que es periódica, verificable casi todos los días del año y que, con una metodología rigurosa, puede reconstruirse a partir de ésta el «conflicto», entendiendo por conflicto una construcción teórica que legitima y permite realizar una edificación empírica referente a la existencia de una configuración de acciones sociales. De este modo, el «conflicto», como construcción teórica, guardaría una identidad analógica respecto de la realidad que refiere.
Ahora bien, para poder eliminar el sesgo editorial lo que se busca no es la opinión sino la acción de lucha de que da cuenta la noticia. Así es como se aplica a las noticias —en forma sistemática— una serie de observables que nos permiten saber si el evento tuvo lugar o si se puede reconstruir a partir de la noticia. Cada uno de los observables es un atributo de la acción, mientras que la acción es la unidad de registro. De esta manera, se llega a la obtención de una matriz de datos en la que cada nuevo registro refiere a una acción de lucha. Por tanto, nuestra unidad de registro es una acción de lucha reconstruida desde la noticia. De esta manera, la acción de lucha se construye a partir de los atributos que obtenemos al asimilar la noticia desde nuestra batería de observables. Así, la metodología intenta captar mediante observaciones sistemáticas la presencia y la intensidad de indicadores y criterios explicitados en la matriz de datos.
De esta manera surge el hecho,47 que es un producto del investigador: no está dado en la noticia, ni se lo capta de manera directa y mecánicamente. No todo lo que aparece en la noticia es útil para construir un hecho y, con frecuencia, los elementos contenidos en la noticia permiten sólo una reconstrucción parcial del «hecho».
Reconstrucción en el sentido de que la noticia está haciendo referencia a algo en el orden de lo real, algo susceptible de ser localizado en el tiempo y en el espacio, además de ser caracterizable a partir de ciertos otros aspectos. Por otra parte, el investigador asume la tarea de elaborar, a partir de la información de la noticia, un producto que en parte es totalmente original, ya que le impone al registro hemerográfico cierta decodificación y la constitución de un código, cierto procesamiento, ciertos recortes; pero en parte es también la reconstrucción, la reelaboración de un evento, de un suceso realmente ocurrido.
De ahí que el hecho se constituye a partir de un conjunto de observables que están registrados en la noticia, pero incorporando una interpretación cuyo significado remite a un contexto más amplio y supone ya una coordinación de diferentes esquemas, es decir, un sistema de conceptos. Desde esta perspectiva, podemos decir que, con base en los observables, distintos sujetos pueden construir «hechos» de conocimiento alternativos que son diferentes.
Estos hechos nos remiten en realidad a un conjunto de acciones que permiten, a la vez, desentrañar relaciones entre acciones, por lo que la construcción de un hecho es, en principio, la estructuración de: a) las acciones involucradas en una determinada unidad de espacio y tiempo; b) las correspondencias entre los atributos de la acción, y c) las relaciones entre las acciones.
No es que la construcción de un «hecho» se reduzca a eso. Ésa es la etapa inicial, la etapa de la construcción de los primeros «objetos empíricos». Es la constitución de los primeros «observables» acerca de ciertas acciones registradas, por parte del investigador. De esta manera, se comienza a constituir el primer paso en la construcción del hecho, es un primer avance desde la periferia de las acciones que estudia hasta el desentrañamiento de sus interrelaciones y el acceso, nunca acabado, a la centralidad de esas acciones.
Una vez que se haya construido el mapa de los hechos de lucha en torno al agua, su caracterización en el conjunto de las relaciones de lucha del periodo histórico-social determinará el grado en que se corresponden con la idea más general de lucha social. Así habremos convertido a esos hechos en enfrentamientos, esto es, en encuentros en los que se podrán observar las distintas estrategias de quienes se encuentran en lucha por el control del territorio político del agua.
Con lo anterior estaremos en posibilidad de crear una estructura de comprensión acerca de las transformaciones ocurridas durante las décadas de 1990, 2000 y 2010, y así poder observar cuáles son las formas de lucha que se han gestado en ese lapso de tiempo.
Estructura del libro
Para llevar a cabo lo que se ha expuesto hasta aquí hemos dividido el libro en tres capítulos. En «Los conflictos por el agua en México, 1990-2010» se describen las formas y los contenidos de las confrontaciones así como su carácter social. El siguiente capítulo está dedicado a las identidades sociales puestas en juego, las formas de acción y cómo estas se constituyen en campos de confrontación que pueden convertirse en fuerzas sociales. Finalmente se llega al capítulo de las conclusiones, donde intentamos construir un puente entre las contradicciones propias a la formación social, su repercusión en el plano de las políticas en torno a la gestión del agua, y cómo éstas se traducen en la visibilidad de contradicciones que darán pie a las luchas por el recurso y a la formación del territorio político del agua.
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