Kitabı oku: «Papi Toma El Mando», sayfa 3
Capítulo cuatro
Lo primero que notó Sarah cuando despertó fue que no sólo había dejado de llover, sino que el sol entraba por su ventana y el cielo estaba hermoso, claro y azul, sin nubes. Ya, gran parte de la inundación había bajado. El suelo estaría empapado, lo sabía, pero las vallas eran cada vez más visibles, con escombros esparcidos sobre los alambres que evidenciaban lo lejos que había llegado el río.
Por primera vez en mucho tiempo, su cabeza no dolía tanto. En lugar de hacer el duro trabajo físico que se había convertido en su nueva normalidad, había pasado la mayor parte de la tarde de ayer en la habitación de Jason, primero ordenando los CDs y trofeos y luego recordando. Recordando a Jason, recordando su infancia, recordando tiempos más felices. La vida había sido buena, en ese entonces. Sin preocupaciones. Su futuro estaba todo planeado: Jason iba a hacerse cargo de la granja, y ella iba a ir a la Universidad de Otago y estudiar para ser una veterinaria de animales grandes, para cuidar de los animales que amaba. Y ahora... ahora su vida era un caos.
Arrojando las mantas, se levantó rápidamente de la cama. Había decidido dejar la granja y volver a Wellington, para terminar sus estudios, pero primero, su madre iba a venir. Y tenía que organizar la casa. Tenía que ponerse a trabajar. Incluso después de descansar del trabajo de ayer, y de un sueño relativamente bueno, seguía estando cansada hasta los huesos. El cansancio amenazaba con abrumarla mientras se dirigía a la cocina, pero ella lo apartó. Sólo tendría que soportar el cansancio por unos días más y luego se marcharía. De vuelta a su vida en la ciudad, a sus estudios, a sus amigos.
Después de tomarse una taza de café, Sarah limpió y aspiró la casa, miró su reloj y gimió. Su madre llegaría en cualquier momento, y todavía tenía que limpiar las huellas de barro del suelo de la cocina y lavar los platos. No podía dejar que su madre viera la casa así. Aunque Karen siempre había criado y entrenado caballos y ayudado en la granja, así como en el mantenimiento de los libros de la granja, su casa siempre había estado impecable. Jamás había habido polvo en los zócalos como ahora; los calcetines nunca antes se habían pegado a parches pegajosos en el suelo, y los platos sucios nunca se habían amontonado hasta tener moho.
El traqueteo del vehículo familiar frente la reja, hizo que dejara la aspiradora a un lado. La limpieza tendría que esperar.
Sarah vio a su madre bajar del elegante sedán plateado Holden que su padre había comprado justo antes de que ella se fuera a la universidad. Estaba cubierto de salpicaduras de barro ahora, pero así como siempre había estado la casa, el auto sin embargo, lucía impecable. Así era Karen: ordenada, limpia, metódica. Muy diferente a Sarah que era desorganizada y soñadora.
Desde la terraza, podía ver a su madre inclinando la cabeza hacia atrás para respirar profundamente el aroma de la granja. La lluvia siempre revitalizaba la frescura del aire, despejando el polvo.
Extendiendo sus brazos, se reconfortó con el calor del abrazo de su madre. La mujer mayor parecía cansada, era evidente, y lucía más envejecida que unas semanas antes. La preocupación nublaba su rostro y tenía ojeras que nunca tuvo antes. Aunque Karen siempre había sido una mujer alta, con hombros grandes y un busto grande, ahora se veía encorvada y desgastada, y mucho más vieja que sus cincuenta y dos años. El sufrimiento que había atravesado recientemente se evidenciaba en su aspecto físico. Sarah se preparó para un regaño por el estado de la casa, pero no pasó eso. En su lugar, su madre tranquilamente puso la tetera y empezó a limpiar de forma tranquila y metódica, con una serenidad que Sarah envidiaba. Karen con serenidad, ponía orden en el caos, un talento que Sarah no había heredado.
Sarah se hundió en una de las duras sillas de la cocina, el agotamiento se grabó en cada hueso de su cuerpo. Sabía que debía ayudar a su madre, pero no tenía fuerzas para ello. Apoyando su antebrazo en la mesa, se inclinó hacia adelante, deseando poder cerrar sus ojos cansados, sólo por un momento.
"Sabes que en primavera y verano tu padre necesitaba mucho de mi ayuda. Esta granja es demasiado grande para que la dirija una sola persona. Has estado haciendo un buen trabajo aquí, tú sola".
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El inesperado elogio hizo sonreír a Sarah, quién se sentó y se encogió de hombros. "Hice lo mejor que pude. No fue suficiente, pero al menos lo intenté. De todos modos, pronto regresaré a la ciudad. No tiene sentido que me quede más tiempo aquí".
Karen sacó sus manos del fregadero y las apoyó en el borde del banco, con los antebrazos mojados con burbujas. Parecía abatida. Sarah se puso tensa; se preparó mentalmente para defender su decisión.
"Se te necesita aquí, Sarah", dijo Karen con firmeza. "Eres una Taylor, esta granja ha estado en manos de los Taylor desde siempre, y tiene que permanecer en manos de los Taylor", prosiguió viendo a Sarah con una mirada tan feroz que ella no pudo evitar encogerse en su silla, derrotada.
"No lo entiendes, ¿verdad? Papá tiene razón, soy una inútil. No estoy hecha para ser un granjera".
Karen se burló, sumergiendo sus brazos en el agua jabonosa de nuevo. "¿Por qué siempre tienes que escuchar a tu padre cuando está en uno de esos estados de ánimo? Ignóralo cuando habla despectivamente, es habitual en él. Ya lo sabes." Karen golpeó una taza recién lavada contra el escurridor con más fuerza de la necesaria. "¿No puede la Universidad esperar, sólo un poco más? Tu padre será transferido a la Unidad de Espina Dorsal de Burwood mañana, en Christchurch. Por supuesto que me va a necesitar con él. Nos quedaremos allí en el futuro inmediato".
"Uh-huh". ¿A dónde va esto? Sarah se preguntaba. Ya sabía que sus padres no volverían aquí pronto. ¿Qué es lo que estaba pasando?
"Ayer te dije que haría algunas llamadas telefónicas y que te ayudaría. Ya lo he hecho. Nick llegará mañana. Sólo puede quedarse un año, es un campeón de toros y se va a Australia el año que viene para competir en el circuito de rodeo de allí. Pero es un comienzo".
"Bien. No me necesitarán aquí entonces". Aunque sabía que debía estar contenta, el saber que estaba de sobra le golpeó como un puñetazo en las tripas. ¿Qué le pasaba?
"Sí, te necesitamos aquí". La voz de Karen era firme, llena de pasión, y el cuerpo de Sarah estaba tenso, listo para luchar por su derecho a irse. "Mira, Sarah, eres la única esperanza para este lugar. No quiero estar sentada ahí arriba preocupándome por la granja, preocupándome por mis caballos... Necesito más tiempo. Por favor, quédate un poco más. Necesito saber que estás aquí, supervisando todo". Karen suspiró, luego respiró profundamente antes de volver a ver los ojos de Sarah. "Voy a necesitar toda mi fuerza para ayudar a tu padre. Esto lo ha golpeado con fuerza, sabes".
Sarah tragó saliva. Por supuesto, ella sabía que el accidente de su padre le había golpeado con fuerza. Era una cáscara de su antiguo yo; apenas podía imaginar lo que este último accidente debía haberle hecho a su estado mental. Pero si alguien podía ayudarle a superarlo, y a aprender a amar la vida de nuevo, era su madre. Pero... ella tenía sus propios planes, sus propios sueños.
Madre e hija se quedaron allí un momento, envueltas en una invisible batalla de voluntades. Ninguna de las dos miró hacia otro lado. Un hormigueo recorrió la columna vertebral de Sarah al oír la voz de su hermano diciéndole las palabras que le había dicho tantas veces cuando estaba vivo: Escúchala, hermana. Sabes que tiene razón.
Sarah suspiró y miró hacia otro lado, primero a sus pies, luego por la ventana hacia las colinas. Respiró profundamente. "Está bien, lo haré. Me quedaré hasta el final del año. Pero a principios del año que viene, volveré a la universidad. Es lo mejor que puedo hacer".
"Gracias, Sarah." El alivio que reflejó el rostro de Karen conmocionó a Sarah hasta la médula. ¿Por qué siempre era ella la que terminaba sintiéndose culpable?
Pero sólo había una pregunta.
"Así que este nuevo administrador. Es de por aquí cerca, supongo", se devanó los sesos, imaginado quien podría ser. Conocía a todos los locales, había crecido con la mayoría de ellos, y por lo que sabía, ninguno de ellos era un campeón de toros.
"Es de Bahía Hawkes, creo. ¿Por qué?".
"Bueno, es sólo... Umm." ¿No era obvio? "¿Dónde va a vivir? No tenemos ningún alojamiento para trabajadores".
Karen parpadeó, como si eso también fuera obvio. "Va a vivir aquí en la casa", dijo. "Contigo".
Sarah sintió que su boca se abría con horror. Trató de objetar, pero se quedó sin palabras. Trató de sacudir la cabeza, pero no pudo hacerlo. Estaba tan sorprendida por la idea de que se había quedado paralizada.
"¡Bueno, te fuiste a vivir con un montón de desconocidos, en una ciudad extraña, debo añadir!", dijo Karen, sumergiendo sus manos en el fregadero, evitando los ojos de Sarah. "No veo la diferencia", añadió.
Sarah se quedó en silencio, tratando de entender todo lo que le había dicho. Un extraño viviría en su casa, y se mudaría mañana. Sí, era eso.
"Hay una cerradura en la puerta de tu dormitorio. Y en el baño. Estarás bien", dijo Karen, como si la privacidad fuera lo único que le preocupara a Sarah respecto a su nuevo inquilino.
"¿Sabes algo de este tipo?" preguntó Sarah, incrédula.
"No", admitió Karen, demasiado alegremente. "Pero él está muy bien recomendado. Sus referencias son magníficas. Me han dicho que es todo un caballero. Estarás bien".
"¿Qué dice papá de todo esto? Estoy segura de que preferiría que volviera a Wellington".
Karen se puso rígida.
"No lo sabe, ¿verdad?" Sarah sabía que no había manera de que su padre permitiera que un extraño tomara el lugar de su hermano. No sin mucha persuasión.
"Tu padre no está en condiciones de tomar decisiones sobre nada", anunció Karen, a la defensiva. "Pero es lo mejor que puede hacer, sabes que lo es".
"Espero que tengas razón". ¡Más vale que no sea un asesino con hacha ni nada de eso!
"Ven a secar estos platos para mí, amor", la voz de su madre interrumpió sus pensamientos. "Entonces podremos preparar la habitación de invitados. Espero que sea lo suficientemente cómoda para él. No es una habitación grande, pero tendrá que servir".
* * *
Gracias a la ayuda de Karen, la casa volvió a estar en orden y una cazuela se estaba cocinando a fuego lento en el horno, pero aunque olía y sabía delicioso, Sarah no podía comer más que unos pocos bocados. Su estómago estaba lleno de nudos. ¿Estaba haciendo lo correcto, aceptando quedarse? No estaba segura. Nunca había tenido ninguna duda de que iba a ser veterinaria. Sus asignaturas en la escuela habían sido elegidas con esa carrera en mente, y todos los sacrificios que había hecho desde entonces, habían valido la pena sólo porque sabía cuál sería el resultado final de todo ello. Entonces, ¿por qué, ahora, estaba dispuesta a dejarlo todo en suspenso?
Abriendo la puerta de la habitación de Jason, ahora ordenada y recién aspirada, se tumbó en su cama. Miró fijamente al techo antes de darse la vuelta, para agarrar su almohada y hundir su cara en ella. Inhaló profundamente. Antes olía a Jason. Durante mucho tiempo, ella había sido capaz de captar su olor, en lo profundo de la almohada. Pero ya no; había pasado demasiado tiempo. Ahora, si ella ignoraba todos los objetos personales que se exhibían en la habitación, casi podía creer que él nunca había estado aquí.
Sus hombros temblaron y ahogó un sollozo, apretando la almohada contra su cara. Ella no lloraría, no ahora. Llorar no resolvería nada; nunca lo había hecho, y había llorado más de lo que le correspondía durante varios años.
Todo va a estar bien, hermana. Ahí estaba su voz de nuevo, tan clara en su cabeza, que era fácil para ella creer que él estaba parado a su lado. Pero no lo estaba; era sólo el recuerdo de su voz familiar, consolándola como siempre lo hizo, en las tormentas, justo cuando ella más lo necesitaba. A pesar del vacío que sentía, oír la voz de su hermano, aunque sólo fuera en su imaginación, la hacía sonreír.
Necesitas comer. Él también le había dicho esas palabras con bastante frecuencia a lo largo de los años. Solía quedarse tan atrapada en sus sueños, perdida en su pequeño mundo, o montando a caballo por las colinas, que se olvidaba del tiempo. Jason a menudo tenía que venir a buscarla y traerla a casa, recordándole que debía comer.
"Incluso desde el otro lado me estás cuidando, ¿eh?" Ella se puso de pie y se estiró. "Está bien, me voy. Voy a comer. Pero caray, hermano, espero que tengas razón. De verdad, de verdad espero que tengas razón".
Capítulo cinco
No pudo dormir en toda la noche, preocupada por el nuevo granjero Nick, parecía recordar que su madre lo había llamado así... Había mucho en juego con él. ¿Sería capaz de tomar el mando de la granja? ¿De tener éxito donde ella había fracasado? ¿O la granja terminaría siendo arrebatada de las manos de los Taylor de todos modos, a pesar de todos sus esfuerzos?
Gruñendo, el sol se elevó una vez más sobre el horizonte, Sarah se levantó de la cama. Quería empezar bien las tareas de la mañana antes de que llegara Nick, para causar una buena impresión. Aunque, con la granja todavía atascada en el barro, cualquier buena impresión que lograra dar se desvanecería rápidamente. Ella se quejó de nuevo. ¿Había al menos una moto alrededor del lugar que todavía funcionara? La de cuatro ruedas se la habían llevado después del accidente de su padre, y cuando todavía estaba en casa, las dos ruedas muertas habían sido relegadas al montón de chatarra en la parte de atrás del cobertizo. Sentada en el borde de su cama, puso su cabeza en sus manos mientras la sensación de inutilidad la invadía. ¿Cómo podía ser tan estúpida?
Necesitaba un café. Se puso de pie, totalmente abatida. Esto no iba a funcionar. El hombre tendría que ser un hacedor de milagros, para arreglar el desastre que había hecho de este lugar.
* * *
Sarah escuchó su camioneta antes de verla, casi nadie pasaba por esta carretera y llegó a reconocer el sonido de los vehículos normales. Y este definitivamente no era un vehículo familiar. Iba demasiado lento, para empezar. Y vibraba mucho más que cualquier otro vehículo que frecuentaba este tramo de grava.
Su cuerpo estaba tenso por los nervios. Había mucho en juego con este hombre; ¿y si no le agradaba? ¿Y si sus referencias eran falsas y en realidad no sabía nada de agricultura? ¿Y si...?
Al oír que la camioneta se acercaba, su aprensión se convirtió en un miedo total. La sensación de malestar en su estómago empeoró y se tragó la bilis que subía por su garganta. Saliendo a mirar, salió al porche justo cuando una Toyota Hilux llena de barro coronaba la cima de la colina. Estaba tan sucia que apenas podía distinguir el color, pero el techo era amarillo, así que supuso que el resto también lo sería. La camioneta chocó contra la parada de ganado y se detuvo frente al garaje. De cerca, estaba aún más sucia y maltrecha de lo que parecía a la distancia. Estaba abollada en algunos lugares, y el barro sólo disimulaba parcialmente las manchas de la capa interior gris. El vehículo definitivamente había visto mejores días.
Se quedó allí de pie, aturdida. ¿En serio? ¿Este era su salvador? ¿Un hombre que conducía una camioneta tan golpeada que era un milagro que aún funcionara?
Bajó del porche cuando el conductor apagó el motor y mientras caminaba lentamente hacia la camioneta, la incertidumbre se apoderaba de ella, la puerta del conductor se abrió con un chirrido y un hombre se bajó del vehículo. Su corazón casi se le sale del pecho mientras estaba allí de pie, inmovilizada, observando a su robusto y guapo caballero de brillante armadura, o, en este caso, a su robusto y guapo vaquero con camisa de franela y vaqueros azules. Era varios centímetros más alto que ella y bien formado, lo que la atrajo de inmediato; nunca le habían atraído los hombres que parecían que se iban a romper si ella saltaba sobre ellos.
¡Santo cielo, era sexy! Su boca se había abierto, podía sentirlo, y sabía que estaba mirando, pero no podía evitarlo. Hacía mucho tiempo que no estaba tan cerca de un ejemplar tan impresionante de hombría, y seguro que no era mejor que el vaquero que estaba delante de ella. El calor invadió su rostro mientras pasaba su mirada por su cuerpo, observando los anchos hombros, la delgada y atlética complexión, los viejos vaqueros azules abrazando sus largas y musculosas piernas. El sombrero negro de vaquero escondía la mayor parte de su pelo y proyectaba su rostro en la sombra, pero era evidente que no se había afeitado durante el día: un pequeño matorral de vello cubría su mandíbula y enmarcaba unos labios llenos y deliciosos. Le dio una media sonrisa perezosa, mostrando hoyuelos que su barba no ocultaba, y un rayo de electricidad la atravesó. Aunque el sombrero prácticamente los escondía, sus ojos parecían de color marrón oscuro, y cuando sintió que se centraban en ella, se dio cuenta de que no podía respirar. Estaba totalmente paralizada.
Se apoyó en el lado de la camioneta por un momento y ella sintió que su mirada la rastrillaba de arriba a abajo, luego se enderezó y extendió su mano.
"Tú debes ser Sarah", Su voz profunda la hizo estremecer, al presentarse su media sonrisa se amplió, arrugando sus ojos en las esquinas, mientras apretaba su mano con una fuerza que la hacía derretirse por dentro. La textura áspera de sus palmas callosas era una buena señal, ya que indicaba que el hombre que le agarraba los dedos no tenía miedo al trabajo duro y no le importaba ensuciarse las manos.
Ella asintió con la cabeza. "Sí, soy yo".
"Nick Martin".
Soltando su mano, se giró para sacar una maleta que parecía estar tan maltratada como su camioneta. Sus Wranglers se estiraron fuertemente sobre su musculoso trasero y ella no pudo evitar mirar.
* * *
¡Qué nena! Pensó Nick, mientras la joven que estaba delante de él estrechaba su mano y entraba en contacto con sus suaves palmas. ¡Pero le vendría bien una buena alimentación! Mientras la miraba sutilmente de arriba a abajo, notó lo delgada que estaba, lo cansada que se veía. Parecía completamente agotada, como si hubiera trabajado demasiado durante mucho tiempo, y las ojeras bajo sus ojos sugerían que no había dormido bien en mucho tiempo. Anhelaba estirar la mano y masajear la tensión de sus hombros rígidos, cepillar los cabellos sueltos que se habían escapado de la banda elástica y que ahora caían en sus ojos. Anhelaba abrazar su nerviosismo. Ella se veía tan vulnerable y tímida, incitando una protección que no había sentido, o no se había dejado sentir, en años. No desde que... sacudió la cabeza. No iba a pensar en eso.
Su ropa le quedaba holgada de tal manera que sugería que había perdido bastante peso recientemente, haciéndola parecer un tanto frágil.
Retrocediendo un poco, agitó una mano hacia la casa. "Me temo que no hay ninguna otra casa en la que puedas vivir", dijo, sus palabras fluyeron demasiado rápido. "Tendrás que compartir la casa conmigo. Espero que esté bien", añadió. "Pero sólo soy yo, mamá sigue en el hospital con papá".
"Está bien", dijo Nick. "La agencia de empleo me lo explicó todo".
La siguió hasta la casa, viendo cómo su trasero se balanceaba seductoramente a través de sus vaqueros con sus rápidos pasos. Siempre había sido un hombre de traseros, y aunque el resto de la mujer frente a él era delgada casi hasta el punto de estar cadavérica, su trasero todavía era lo suficientemente curvilíneo, y se vería aún mejor si tuviera un poco más de carne en sus huesos.
Parecía estar nerviosa, la forma en que caminaba rápidamente, con su cuerpo tenso en una línea rígida, su espalda y su cuello estaban demasiado rígidos.
"Esta es tu habitación", dijo, deteniéndose frente a una habitación tan pequeña que sólo cabía una cama matrimonial, la mesa auxiliar y la cómoda.
"Espero que sea lo suficientemente grande y que estés cómodo. Y que sea lo suficientemente cálida".
Sus balbuceos confirmaron su nerviosismo, y él quería que se sintiera cómoda.
"Todo irá bien", le aseguró, sonriendo. Pero su seguridad no logró relajarla. Entró en la habitación, mullía las almohadas, suavizaba las arrugas imaginarias de la cortina y echaba un vistazo crítico a la habitación.
"¿Estás seguro de que estarás lo suficientemente cómodo aquí? El baño está al final del pasillo y hay un...".
"Está bien", repitió. "Gracias". Deja de preocuparte".
"¿Estás seguro?"
Asintió con la cabeza. "Estoy seguro". Y lo estaba... había vivido en habitaciones mucho más escabrosas que esta habitación luminosa y aireada. Aparte del tocador, un armario empotrado corría a lo largo de toda la pared, enfrente de la cama, y espejos de cuerpo entero estaban montados en ambas puertas corredizas. El dormitorio estaba realmente bien. Mientras no se encariñara con la mujer con la iba a compartir vivienda, todo sería perfecto.
* * *
"Bueno, si estás seguro...". La voz de Sarah se apagó al salir de la habitación.
"Estoy seguro".
"Iré a poner la tetera", anunció. Sintió que el color subía a sus mejillas mientras corría por el pasillo de vuelta a la relativa seguridad de la cocina, avergonzada por su balbuceo. Seguramente pensaba que era una verdadera idiota. Nick sólo llevaba unos cinco minutos en su vida y ya había hecho el ridículo.
"¿Café?", preguntó, girando la cabeza hacia los pasos que oyó al entrar en la espaciosa cocina.
"Té, si tienes".
"Claro". Metiendo la mano en el armario que estaba encima de ella, sacó dos tazas azules a juego, dejando caer una bolsita de té en una y poniendo una cuchara de café instantáneo en la otra. Podía sentir los ojos de Nick sobre ella mientras se desplazaba por el suelo de linóleo en calcetines. Su sola presencia hizo que su aliento se le enganchara en la garganta. ¿Qué era lo que tenía él que la afectaba tanto?
Sacaron las bebidas calientes al porche, el vapor de las tazas subía en el aire frío. Sarah tembló con la brisa helada y se alejó, más cerca de la protección de la casa, lejos del viento. Envolviendo ambas manos alrededor de su taza para calentar sus dedos, sopló suavemente sobre la parte superior del líquido humeante, perdida en la contemplación. ¿Era Nick el adecuado para la granja? Sus dedos ásperos y callosos sugerían que ciertamente antes había hecho trabajo duro, pero eso no necesariamente significaba nada, se recordó a sí misma. Era una buena señal, pero no era una garantía. Ella todavía tenía una vaga idea de lo que estaba haciendo, y realmente no tenía ni idea de qué hacer a continuación... ¿sería capaz de hacerse cargo?
"Entonces, ¿qué estamos viendo aquí? ¿Cuánto de esto es su granja?", Su voz sonaba ronca en su oído, mucho más grave de lo que había escuchado antes. Ella miró hacia el valle donde él estaba señalando.
"Todo ese valle", dijo. Soltando su taza con una mano, extendió su brazo por completo. "La granja va justo ahí, esas colinas son el límite. Y detrás de nosotros, el límite está muy atrás, mucho más allá de esa cadena de colinas, no se puede ver desde aquí." Ella giró a la izquierda. "Y por ahí", indicó con su taza de café, "va al río". ¿Ves esos sauces allá afuera? Ese es el límite. Y el camino, por el frente. Setecientas cincuenta hectáreas".
Nick silbó. "¿Y lo has estado dirigiendo todo sola?".
Ella asintió con la cabeza. "Intentándolo, sí."
"Diría que lo has hecho bastante bien".
El inesperado elogio la hizo sonreír. "¡Ja! Aún no has visto la camioneta que tengo empantanada en el barro. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo", soltó, llevándose la taza de café a los labios para ocultar su vergüenza. "La granja ha estado en la familia durante generaciones. Es una tontería, en realidad, que yo intente dirigirla, poniendo mis sueños en espera, cuando ni siquiera sé lo que estoy haciendo y no tengo ningún apoyo. Probablemente estoy haciéndolo todo mal. No estoy segura de por qué estoy aquí. Quiero decir, lo hago pero... no tiene ningún sentido." ¡Cállate! Su voz interior le gritó. Estás balbuceando de nuevo, haciendo el ridículo. ¡Cállate!
Se mordió el interior de su mejilla para mantenerse callada mientras sentía que su rostro ardía. ¿Por qué seguía haciéndose esto a sí misma? ¿Por qué tenía que hablar sin parar cuando estaba nerviosa? ¿Por qué no podía actuar con calma, como lo hacía la gente normal?
Lo miró de reojo, estudiándolo disimuladamente sobre su taza de café. Él sonreía. Una bonita sonrisa, no una burla, y se le iluminó la cara.
"Bueno, lo primero es lo primero, ¿sí? ¿Qué tal si vamos a sacar del barro esa camioneta que mencionaste y luego me enseñas la granja?", dijo vaciando su taza. "También podría aprovechar la luz del día". Lo planteó como una mera sugerencia, pero la mirada que le echó demostró que era una orden. Una orden que hizo que su estómago se revolviera.
Inclinó su cabeza hacia su camioneta. "Entra, iremos a ver esta camioneta atascada tuya".
El interior de la camioneta de Nick estaba casi tan maltratado como el exterior. Apestaba a humo de cigarrillo rancio y la tapicería negra y gris estaba rasgada y cubierta de pelo de caballo. Había manchas y suciedad por todos lados y faltaba el mango de la guantera.
"Lo siento, está un poco descuidada. ¿Hay alguna moto o algo más donde puedas ir?".
Sarah negó con la cabeza y se deslizó dentro del vehículo, retorciéndose para encontrar una posición en la que los muelles del asiento no se clavaran en su trasero. "Esto está bien".
Condujeron en silencio, el corazón de Sarah latía a mil por segundo por estar tan cerca del vaquero sentado a su lado. Sus respiraciones eran cortas, poco profundas, mientras miraba disimuladamente al nuevo administrador de la granja. Nick se veía tan casual y relajado mientras conducía con su manga de cuadros azules apoyada en la ventana de su camioneta, con sólo sus dedos sosteniendo el volante. Su otra mano sostenía la palanca de cambios, con su puño alrededor del pomo. Sus manos estaban bronceadas, una fea cicatriz manchaba la parte trasera de la izquierda, y se veían fuertes. Se imaginó esas manos recorriendo su cuerpo, las puntas de sus dedos haciéndole cosquillas mientras trazaba suaves círculos en su piel desnuda... ¡Basta! se dijo a sí misma con firmeza. ¡No puedes enamorarte de él!
Ella sacudió la cabeza y se dio la vuelta para mirar por la ventana, pero no pudo resistirse. Su corazón latía con fuerza mientras giraba la cabeza hacia Nick. Su mirada viajó por su delgado torso hasta los oscuros rizos que se asomaban bajo su sombrero.
Sus manos estaban húmedas y su estómago se agitaba mientras miraba sus muslos musculosos, abrazados por esos viejos vaqueros gastados. No digas nada. Haces el ridículo cada vez que abres la boca. Sólo respira, se recordó a sí misma mientras dirigía a Nick a través de los corrales.
"¡Rayos!", la voz profunda de Nick retumbó a su lado. "Realmente está atascada, ¿no? Espero que este vieja chatarra pueda remolcarla; si no, tendremos que volver a por el tractor".
Aunque la inundación había bajado, Sarah sabía que el suelo estaría empapado. Trozos de escombros se aferraban a los alambres inferiores de la valla, pero no parecía que la Hilux hubiera sido dañada por la inundación. Por lo que se veía, el agua sólo había subido parcialmente por las ruedas.
Con mucho cuidado, Nick se acercó tanto como se atrevió a la camioneta atascada, evitando deliberadamente los lugares donde las ovejas habían revuelto el suelo, convirtiéndolo en barro profundo. Cuando salieron de la camioneta, sus botas se sumergieron en el barro, y Sarah cruzó cautelosamente los dedos para que Nick pudiera arreglar el desastre que había hecho.
Ella lo vio mientras se arrodillaba para fijar una cuerda de remolque en el frente de la camioneta de la granja, alcanzando por debajo del parachoques para atarla con seguridad. Después de darle un tirón, lo enlazó alrededor de la bola de remolque de su propia camioneta, y le guiñó un ojo.
"¿Crees que eso funcionará? Vamos a intentarlo, ¿sí?" Asintió con la cabeza hacia el vehículo atascado. "Súbete".
Su corazón estaba en su garganta mientras giraba la llave y la vieja Hilux tosió y se encendió. Presionando el embrague, puso la camioneta en primera marcha, y luego se quedó suspendida, esperando, con el pie derecho en el acelerador y el izquierdo en el embrague. La sangre le golpeaba en los oídos. Esta era su primera prueba; no podía permitirse el lujo de quedar mal. No quería hacer el ridículo, o hacer que remolcar la camioneta fuera más difícil de lo necesario. Con el embrague, apretó el acelerador suavemente cuando sintió que el cable de remolque absorbía la tensión de la Hilux atascada. Al principio, no pasó nada y se decepcionó. ¡Pero luego hubo movimiento! La camioneta se estremeció, al principio se fue de lado, luego se inclinó hacia adelante, y lenta pero seguramente, Nick la remolcó del barro a un terreno más firme. La vio por el espejo retrovisor y sonrió, levantando los pulgares, y la tensión de sus hombros se alivió ligeramente. Nick era su héroe. Era su gran, fuerte y guapo vaquero, que vino a tomar el mando. Ella dio un gran suspiro de alivio. Todo iba a estar bien, tal como la voz de Jason en su cabeza lo había prometido. Nick ya había demostrado que estaba más que a la altura de las circunstancias.
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